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lunes, 31 de diciembre de 2018

SOBRE EL “MARXISMO GUIÓN LENINISMO”


 
UNA CORRECCIÓN NECESARIA EN LA NUEVA CONSTITUCIÓN CUBANA


31-12-2018

Hace unos días, hemos conocido la decisión de sustituir en el texto de la nueva Constitución cubana, el término “marxismo-leninismo” por los de “marxismo” “y” “leninismo”. Según explicó el Secretario del Consejo de Estado, esa decisión se efectuó a instancias de una consulta a especialistas, y obedecía a la esencia “stalinista” de la formulación inicial. Puede suponerse también, que fue resultado de propuestas de modificación efectuadas por algunos ciudadanos.

Contribución a los argumentos 


El “marxismo-leninismo” comienza a constituirse en la Unión Soviética durante la segunda mitad de la década del 20, inmediatamente después de la muerte de Lenin (1924). Ese proceso de construcción y autodenominación finaliza en 1938, fecha en que queda plenamente establecido. Está asociado al fenómeno stalinista -como bien expresó el Secretario del Consejo de Estado-, y se utilizó a manera de argumento para reprimir, excluir, censurar, y purgar en ámbitos intelectuales, científicos, filosóficos, y políticos, fundamentalmente. Los textos de Stalin o que llevan su firma -todos escritos después de la muerte de Lenin-, y que definieron su contenido son: “Fundamentos del leninismo” (abril-mayo de 1924); “¿Trotskismo o leninismo?” (noviembre de 1924); “Cuestiones del Leninismo” (1926); y “Acerca del materialismo dialéctico y el materialismo histórico” en Historia del Partido Comunista (1938). Este tipo específico de marxismo fue ampliamente socializado a través de las directrices vinculantes de la Tercera Internacional, y Manuales de estudio, cuyo uso resultó muy extendido. El “marxismo-leninismo” está considerado como una construcción teórica de Stalin -y otros, pues se convirtió en norma e ideología, y como tal, fue compartida, creada y recreada-, para legitimar el poder de las fuerzas conservadoras y la burocracia, y su propia ascendencia -en la coyuntura de la muerte de Lenin- sobre Trotsky, otras personalidades soviéticas, e interpretaciones marxistas.

De manera que el “marxismo-leninismo” no es EL marxismo. Es solo una tendencia más, dentro del universo plural, heterogéneo, y hasta contradictorio de las tendencias que conforman la tradición marxista. De hecho, existía marxismo y leninismo mucho antes de 1924 -el marxismo se encontraba establecido en los años 90 del siglo XIX (en el campo político, teórico, e incluso el académico, éste último muy localizado pero significativo), sin embargo, había tomado cuerpo histórico efectivo desde anteriores décadas; y el leninismo a partir de 1902/1903-; y también más tarde, pues continuaron desarrollándose diversidad de interpretaciones que se han reconocido en el legado de Marx y Lenin. No obstante, en el lenguaje político, especialmente el asociado al movimiento comunista organizado y la URSS, fue -aún es, para un sector comunista, especialmente generado en aquel contexto) una práctica bastante generalizada la utilización del “marxismo-leninismo” como sinónimo de marxismo en general, o sea, como EL marxismo o el verdadero marxismo.

A propósito del “leninismo” debe precisarse lo siguiente: la palabra “marxismo” ya incluye el “leninismo”, pues abarca a toda la tradición que parte de Marx: Engels; Lenin; Luxemburgo; Trotsky; Gramsci; y muchos otros hasta la actualidad. Algunas de esas tendencias tienen nombre propio (“leninismo”; “trotskismo”; “luxemburguismo”; etc.); y no solo poseen entre sí una relación de continuidad, sino también de diferencias, rupturas, y contradicciones. En fin, la palabra “marxismo”, aún en singular, solo puede entenderse con realismo, si se asume la pluralidad que la integra.

Puesto que la comunidad teórica marxista entiende por “marxismo-leninismo” a esa específica tendencia stalinista, y el contenido que le es propio desde los años 20 y 30, no puede entonces asignársele arbitrariamente otro contenido o intentar resignificarlo. El “marxismo-leninismo” ha sido criticado y cuestionado por buena parte de la propia tradición marxista y revolucionaria durante casi un siglo y, por tanto, mucho antes de la caída del socialismo en la URSS y Europa. Para la inmensa mayoría de los marxistas, el “marxismo-leninismo” no es marxismo ni leninismo, pues: divide arbitrariamente en segmentos económicos, políticos, y filosóficos –también fragmentados en su interior-, el pensamiento unitario de los fundadores del marxismo -irreductible a esos campos, y siempre integrado alrededor de la teoría de la revolución-; descontextualiza, cambiando el significado, las tesis de Marx, Engels y Lenin; convierte el marxismo en fórmulas abstractas y especulativas a memorizar, y estériles para la transformación revolucionaria; establece un listado arbitrario de citas, pasajes, y obras, deslegitimando al resto; convierte al marxismo en teoría positiva y no crítica; es determinista y economicista; tiene una actitud de sectarismo, dogmatismo, censura, y exclusiones -negación a reconocer y estudiar otro tipo de marxismo o teoría no marxista, pues se autodeclara como “única” interpretación “científica”-; subvalora los temas sociales, que constituyeron el centro del marxismo y el leninismo originarios -las estrategias revolucionarias fueron desplazadas por la atención a teorías y conceptos especulativos, siempre rechazados por Marx-; modificó arbitrariamente para su publicación, ciertos textos de Marx, Engels, y Lenin; etc. 
De manera que el “marxismo-leninismo” desvirtúa la teoría y praxis revolucionaria del marxismo originario. Especialmente, y al contrario de lo que puede indicar su nombre, no representa con certeza y dignidad la teoría y praxis de Lenin. 

Cuba

La corrección que propone el nuevo texto de Constitución tiene profundos significados, entre ellos: la actualización -tal y como se realiza en otros ámbitos de la sociedad cubana- del lenguaje teórico, aunque, obviamente, no es solo un asunto terminológico; la ruptura con aquel tipo de marxismo soviético recogido en manuales que inundara la enseñanza en los `60, después, y aún sobrevive de diversas maneras -“ladrillos soviéticos” llamaba el Che a esos Manuales, en su carta a Hart de 1965-; el abandono de una de las manifestaciones de copia respecto a la URSS, que se prolongaba de manera extemporánea y sin justificación; el reconocimiento implícito de errores e inconsecuencias, ejercicio siempre provechoso (el documento de 2017 “Conceptualización del modelo...”, aprobado por el Tercer Pleno del CC; el 7º Congreso del PCC; y la Asamblea Nacional del Poder Popular ya había sustituido la formulación del GUIÓN que, sin embargo, regresó sorprendentemente en 2018, en la versión inicial del Proyecto de Constitución); la disposición del Estado (eventualmente del PCC) a considerar justa y críticamente –a instancias de ciudadanos y especialistas- un pilar simbólico que conformaba los fundamentos teóricos del país; y la oportunidad del replanteo social -puesto que este asunto adquirió nivel ciudadano a través del sistema de enseñanza- y radical de la pregunta por la esencia del marxismo y su función.

Significa, sobre todo, la oportunidad de poner en correspondencia la palabra con los hechos. La revolución cubana ha desbordado históricamente ese GUIÓN en muchísimas cuestiones -aunque esta no ha sido una actitud homogénea ni sistemática-; y debe ser en lo sucesivo –para eso se trabaja-, más innovadora; creativa; realista y utópica a la vez; inclusiva; de fortalezas horizontales; asertiva respecto a aportes y críticas; de principios y diálogo abierto con toda las experiencias históricas y la cultura; y siempre crítica de sí. Todo lo cual, resulta ajeno al “marxismo-leninismo”.

Por otra parte, no podemos permitir que siga sobreviviendo el “marxismo-leninismo” en los diversos ámbitos de la vida social, disfrazado ahora tras una COMA o una Y griega, que se continúe rigiendo por dogmas; repitiendo frases vacías y sin sentido; o repitiendo lo ya establecido para asegurar confort o estatus -cerrando la posibilidad a aquello por considerar y quizás establecer-; deslegitimando personas, palabras, actitudes, preguntas, dudas, o razonadas certezas; utilizando la información y el secretismo para marcar jerarquías; convirtiendo al marxismo en profesión o calificación, en jerga de identidad, en palabras justificativas y no en herramientas transformadoras; y ahogando el pensamiento crítico haciendo uso de todo lo que tiene a su alcance. Obviamente, cualquier término puede dar escusa y refugio a esos comportamientos. Sin embargo, la recuperación del “marxismo” y el “leninismo” sin más, puede ser oportunidad y promesa de exploración teórica, invitación a pensar, estudiar, y transformar con efectividad revolucionaria la realidad. 

También en el ámbito académico (y otros) debe tomarse una actitud de consideración crítica sobre el uso del término “marxismo-leninismo”, sus contenidos, presentaciones y organización docente. Esa frase aún permanece en umbrales de puertas institucionales, así como encabezando documentos y acciones académicas programáticas, que habrá que rectificar, para ser consecuentes y entrar en el nuevo marco constitucional. 

Hay que recordar que, al menos desde los años 60 –para hablar de una época relativamente cercana-, importantes intelectuales y académicos cubanos -por ejemplo, los hoy Premios Ciencias Sociales Aurelio Alonso y Fernando Martínez, este último también Premio Casa de las Américas-, así como un segmento de sucesivas generaciones de profesores, investigadores, y especialistas, han expresado sus consideraciones críticas sobre el “marxismo-leninismo”, intentando socializar argumentos y esclarecer. En los últimos tres años, algunos profesores de la Universidad de La Habana, interesados en ofrecer argumentos para decisiones impostergables de naturaleza académica, hemos insistido otra vez, realizando acciones al respecto, y publicado algunos textos que contribuyen a esclarecer este asunto. Y es que ese diagnóstico crítico elaborado por la tradición marxista, estaba listo desde fines de los años 20 del siglo XX. 

Esta es, en fin, una rectificación constitucional necesaria. 

Natasha Gómez Velázquez. Profesora de la Universidad de La Habana



DOGMATISMO: ¿UNA REALIDAD DESCONECTADA DEL PENSAMIENTO?



31-12-2018

“... como no fueran de tres naciones, Pijaos (nasas), Taironas (arhuacos) y Araucanios (mapuches), que son las tres naciones de la gente más valiente de las indias…”
Pedro Ordóñez de Ceballos 

El sociólogo brasileño Emir Sader publicó un escrito titulado “Un pensamiento desconectado de la realidad”, en donde se queja de que la teoría “quedó recluida en las universidades y centros de estudio” y que los intelectuales “no participan activamente en la construcción de las nuevas políticas y muchas veces ni siquiera participan en el intenso debate ideológico” [1].

El único planteamiento que se puede considerar como una explicación del problema que se describe es “la estalinización de los partidos comunistas y el abandono por parte de la socialdemocracia del anticapitalismo”. ¿Será ésta una razón convincente para lograr que la intelectualidad se conecte con las luchas de resistencia de los pueblos y de los trabajadores?

Las preguntas que surgen serían: ¿Por qué se dio esa “estalinización” y ese “abandono del anticapitalismo”? ¿Desde hace cuánto tiempo la lucha “práctico-teórica” (para seguir hablando en términos dualistas) en el campo de la acción revolucionaria ha estado relativamente “desconectada”? ¿Cuáles son las causas de que el pensamiento crítico aparezca en este momento como si estuviera desconectado de la realidad y de las luchas anti y pos capitalistas?

¿No será más bien al revés? ¿No será que la “realidad” que conciben quienes creen que el Estado es el único terreno para derrotar las políticas neoliberales no es la misma realidad que captan los pueblos en lucha y algunos intelectuales (estén o no estén vinculados a universidades) que hacen esfuerzos “desde abajo” para orientar las luchas efectivamente emancipadoras?

Lo que podemos comprobar a finales de 2018 es que los pueblos sí contamos con algunos importantes intelectuales (tal vez una minoría o… ¿quién sabe?) que desde diversos espacios y desde variadas miradas contribuyen con el avance de las luchas revolucionarias y emancipatorias de los pueblos y de los trabajadores del mundo entero.

Otra cosa muy diferente es que dichos intelectuales no estén interesados en participar de proyectos políticos que repiten los errores del pasado y, decidan, con total lucidez y claridad, seguir construyendo desde abajo, con las gentes sencillas y con absoluta paciencia, un camino diferente, tal vez más difícil, más escabroso, pero más cierto y consistente.

Un ejemplo de lo que podrían ser esos intelectuales revolucionarios, son todos aquellos pensadores –algunos con títulos y publicaciones, otros anónimos y hasta auto-invisibilizados– que colaboran de una u otra manera con proyectos socio-políticos que han roto con la “estrategia estatista” y que en intensa relación “teórico-práctica” (no dualista), ayudan modestamente (sin honores ni sueldos) a mantener vivos y dignos esos valiosos y necesarios esfuerzos.

Allí siguen vigentes y en pleno desarrollo los procesos de construcción de una nueva sociedad post-capitalista en el sur de México (Chiapas), en el Kurdistán (Rojava), en el sur de Chile (Wajontu Mapu), y en muchas zonas y regiones del planeta, en donde el “viejo topo” ha asumido otras fisonomías, nuevas formas de acción y de organización, diversas maneras de comunicarse y comportarse, sin pedirle permiso a nadie, sin hacerse ilusiones en la institucionalidad de “los de arriba”, aunque tampoco rechazan los esfuerzos de quienes intentan ayudar desde esos espacios.

Y, de alguna manera, esos pueblos en lucha a cada rato les envían mensajes a aquellos “gobernantes” que actúan de buena fe en el terreno de la institucionalidad dominante. Si ellos tuvieran en cuenta el contenido de esos mensajes, podrían realizar su trabajo burocrático con mayor eficacia, sin ilusionar a los pueblos con milagros (promesas) que no pueden cumplir, y contribuir –en su justa dimensión– con la neutralización (debilitamiento gradual) del poder de la oligarquía plutocrática global.

Si ellos logran captar el contenido revolucionario de esos mensajes, no solo podrán contar con los intelectuales que ayuden en la acción “por arriba” (no se requieren muchos) sino que lograríamos que el grueso de la intelectualidad democrática se vinculara a los enormes esfuerzos que se hacen “desde abajo” y que en ese proceso se conviertan en intelectuales orgánicos, anti y pos capitalistas.

De esa forma, intelectuales y estudiantes en formación podrán contribuir a que los “rizomas” de la vida llena de “multiplicidades complejas” que brotan a diario de las profundidades de la sociedad, no sean destruidos (o cooptados y capturados) por el capitalismo, sino que florezcan y produzcan –siempre desde abajo– los frutos del trabajo humano en concordancia con las necesidades de la naturaleza y el desarrollo del pensamiento.

Notas:

Abdulá Öcalan, intelectual y líder del pueblo kurdo quién se replanteó muchas ideas de la “izquierda estatista”, preso en Turquía desde 1999, contribuye desde la cárcel con las luchas de los pueblos y los trabajadores. Igual lo hacen numerosos intelectuales que actúan en la sombra y en la clandestinidad en el mundo entero.

[1] Sader, Emir. “Un pensamiento desconectado de la realidad”: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=250733
@ferdorado