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sábado, 29 de abril de 2023

«ROSA LUXEMBURGO» DE HENRIETTE ROLAND HOLST: BIOGRAFÍA INÉDITA EN CASTELLANO

 


Publicado el 28 de abril de 2023 / Por Manuel Almisas Albéndiz

Estamos ante la inédita versión en castellano de la primera biografía completa de Rosa Luxemburgo. Se publicó el año 1935 en Róterdam (Países Bajos), y estaba escrita por una mujer que fue íntima amiga suya durante varios años de sus azarosas vidas militantes en los últimos estertores de la II Internacional, y destacada dirigente comunista holandesa hasta 1927: Henriette Roland Holst (Van der Schalk de soltera).

Debemos mencionar como caso aparte, sin embargo, el «Libro Conmemorativo» («Rosa Luxemburg: ein Gedenkbuch», Viena-1929) que había publicado unos años antes su amiga Luise Kautsky, pues se trata de un libro de apenas cien páginas y muy circunscrito a su especial relación personal e íntima durante más de quince años.

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Henriette y Rosa Luxemburgo se conocieron en el V Congreso de la Internacional Socialista del año 1900 celebrado en París. Henriette había acudido como miembro de la delegación holandesa del Partido Socialdemócrata (SDAP) encabezada por Troelstra y Van Kol, y Rosa como miembro de la delegación polaca. Las únicas mujeres que intervinieron en el Congreso lo hicieron en la última sesión, y fueron Rosa, con un discurso sobre el dictamen relativo a la paz internacional, el imperialismo y el militarismo, y Clara Zetkin, que habló también sobre militarismo. Según reconoce Henriette, fue allí donde escuchó por primera vez a Rosa Luxemburgo y ya quedó embelesada para siempre de su audaz verbo. Sin embargo, en los tres años siguientes no hay noticias de su amistad.

En enero y abril de 1903 se produjeron dos grandes huelgas generales de los trabajadores ferroviarios en las principales ciudades de Holanda, siendo duramente reprimidas por el gobierno de Abraham Kuyper, fundador del Partido Antirrevolucionario. El análisis de estas huelgas fue el punto de partida para la obra de Henriette sobre la huelga general o huelga de masas, en cierto sentido pionera, y que se adelantó en un año al folleto de Rosa Luxemburgo «Huelga de masas, Partido y sindicatos», escrito tras la revolución rusa. El libro de Henriette, publicado en Alemania en junio de 1905, fue prologado nada menos que por Karl Kautsky, con quien mantuvo correspondencia y visitas a Berlín, y así se cierra el círculo de amistad entre Henriette, Rosa Luxemburgo y los Kautsky, que durará varios años.

Con toda probabilidad, la relación de Rosa y Henriette comenzó de forma más estable y fluida en el Congreso de la Internacional celebrada en Ámsterdam en la tercera semana de agosto de 1904. Henriette no solo fue la Secretaria de la Comisión de Organización del Congreso, sino que presentó una Ponencia sobre la huelga de masas que debió gustar mucho a Rosa. Esto escribía Clara Zetkin, en su valoración del Congreso publicado en Die Gleichheit (La Igualdad) «El informe presentado por la compañera Roland-Holst ha realizado excelentemente la doble tarea que le correspondía…».

Henriette cuenta que Rosa disfrutó mucho de su estancia en Ámsterdam, especialmente en los momentos de ocio vespertinos y nocturnos, y sus paseos en barca por los canales de la ciudad: «Aquellos que vieron a Rosa Luxemburgo en Ámsterdam en aquellos días, mientras caminaba, balanceando las caderas, por las calles soleadas, su rostro floreciente por la relajación después de las horas de esfuerzo de hablar o traducir, su voz y su sonrisa llenas de encanto y arrogancia; quien la vieron así, conservaron el recuerdo de una criatura extraordinariamente encantadora. Algunos de los que la vieron por primera vez debieron pensar: “¿Es esta la maldita Rosa, como la llaman los periodistas burgueses, esa arpía quisquillosa en opinión de algunos de sus compañeros de partido?”». Desde ese momento, Rosa no deseará otra cosa que viajar de nuevo a Ámsterdam y visitar al matrimonio Roland Holst.

A los pocos días de regresar del Congreso, Rosa fue detenida y encarcelada en Zwickau, y al salir de prisión a finales de octubre le escribía una carta a Henriette demostrando que ya tenían una relación epistolar llena de complicidades1. A partir de ese momento, «Henriette» será mencionada en las cartas de Rosa a Luise en varias ocasiones. Destaca la carta escrita por Rosa en la cárcel de Varsovia el 7 de abril de 1906, donde dice que «las amables líneas de Henriette me han producido un gran placer. La escribiría aparte salvo… salvo que hoy haya recibido flores por última vez…». Rosa bromeaba sobre la posibilidad de que fuera ejecutada.

Según hay constancia, Henriette Roland Holst estuvo en la casa berlinesa de los Kautsky, disfrutando de sus veladas de los domingos, en varias ocasiones, especialmente en los años 1904 y 1905, antes de que Rosa se marchara a Varsovia a seguir de cerca la revolución rusa. Allí compartió muchos momentos de intimidad con Luise Kautsky y con Rosa Luxemburgo, formando las tres un grupo de buenas amigas.

Además de las cartas transcritas en esta biografía, de gran interés, esta amistad se pone de relieve a través de una carta inédita en la que «las tres gracias», como decía Luise, escribían un párrafo cada una al «camarada Morizet» en una tarjeta postal del 30 de marzo de 1905.

André Morizet era un conocido socialdemócrata francés y miembro entonces del Buró Socialista Internacional, que, según explicaba Rosa, había enviado a Karl Kautsky dos fotografías de «la danza del vientre» de Henri Van Kol2.

La primera que le escribía en francés era Rosa Luxemburgo en nombre de «tres encantadoras damas», y le pedía que enviara esas mismas fotografías a Henriette y a ella, pues sentían «mucha envidia» y también querían poseerlas. A continuación lo hacía Henriette corroborando la petición y se justificaba diciendo que no tanto la quería por la fotografía en sí misma, sino porque en ella aparecía también su marido el pintor Richard Roland Holst; y por último en el borde de la tarjeta postal lo hacía más brevemente Luise. Es una curiosidad trivial, pero que ilustra la especial afectividad y complicidad de dichas mujeres.

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Como ya se ha dicho, en la presente biografía se añade una selección de cartas que le envió Rosa Luxemburgo a Henriette en varios momentos de su vida (1904-1905-1907-1911). Además, en un apéndice al final de sus Cartas, se reproduce otra, bastante extensa, de Rosa a Henriette del 3 de julio de 1905, que presenta una postdata de Karl Kautsky, dato que confirma todo lo dicho hasta ahora.

Sin duda deben existir más cartas de la correspondencia entre ambas mujeres, que no conocemos, pero aún hay una circunstancia más que puede ser de interés. Rosa le escribía a Luise Kautsky una carta fechada en la prisión de Wronke el 15 de abril de 1917. Al final, además de darle recuerdos para su hijo Bendel y para el célebre economista socialdemócrata Rudolf Hilferding, escribía: «Henriette puede escribirme de vez en cuando, sin hablar de política, por supuesto».

¿Cómo puede entenderse este comentario? ¿Se trataba simplemente de una cuestión de censura carcelaria en un momento grave de la situación política tras la revolución de febrero de 1917 en Rusia? ¿O entre ambas amigas se habían evidenciado diferencias sustanciales en su forma de pensar y prefería no tratarlas por carta? No se sabe. Quizás en la autobiografía de Henriette de 1949, cuando ya era muy anciana, y que no está traducida al castellano3, pueda encontrarse algún dato que nos lo aclare. Lo que sí es cierto es que en ese momento, y desde hacía casi un año, Henriette ya había fusionado su partido, la Liga Socialista Revolucionaria (RSV), con el Partido Socialdemócrata holandés (SDP), que un año y medio después, en noviembre de 1918, se convertiría en el Partido Comunista de Holanda, siendo Henriette miembro del Comité Central y poco después delegada al Tercer Congreso de la Internacional Comunista en Moscú. ¿Podían existir tantas diferencias entre ellas?

Es cierto que en septiembre de 1915 Henriette acudió a la célebre Conferencia de Zimmerwald (Suiza) como delegada de la RSV y allí ocupó una posición «centrista» junto a Trotski y el suizo Robert Grimm. Pero también lo es que muy poco tiempo después entró a formar parte de la «Izquierda de Zimmerwald» junto a los partidarios de Lenin. En una Carta del 15 de enero de 1916 que Lenin dirigía a Inessa Armand, le decía: «Roland Holst nos ha enviado una carta muy amable y la noticia de que su Liga holandesa ¡acordó por unanimidad el 2 de enero adherirse a la Izquierda de Zimmerwald! ¡Troski ha perdido a un aliado más!»4.

No solo su partido se unió al grupo leninista, sino que Henriette fue la editora, junto a su compatriota Anton Pannekoek, de la revista marxista internacional Vorbote (El Precursor, enero de 1916), órgano de la Izquierda de Zimmerwald. Este cambio en la postura de Henriette lo recoge también Lenin en las conocidas «Tesis de Abril» (1917), cuando al enumerar a los verdaderos internacionalistas en ese momento en Europa, menciona a los holandeses del Partido Socialdemócrata de la revista De Tribune, donde incluye a «Henrietta Roland Holst», añadiendo a continuación «que en Zimmerwald figuraba en el centro, pero que ahora se ha pasado a nuestro campo». Esta apreciación coincide en el tiempo con la carta aludida de Rosa Luxemburgo a Luise Kautsky, y por tanto Rosa debía saber que Henriette había rectificado y que se alineaba junto a Lenin, como a ella le habría gustado.

Poco después, en 1918, Henriette publicará dos voluminoso textos: «La acción revolucionaria de masas», y «Los métodos de lucha en la revolución social». También es sabido que Henriette -«la Roja Jet», como era conocida- participó activamente en el intento de revolución en Ámsterdam el 13 de noviembre de 1918, cuando una enorme manifestación fue tiroteada por soldados y murieron cuatro manifestantes provocando además numerosos heridos. Esa manifestación fue convocada en el transcurso de un acto la noche del día 12 en el que intervino Henriette. Al día siguiente marchó al frente de la manifestación junto a David Wijnkoop, ambos del ala izquierda del SDP, y se cuenta que intervino «heroicamente» tratando de convencer a los soldados para que se unieran a los manifestantes.

¿Tantas diferencias ideológicas podían tener Rosa y Henriette como para pedirle que no le escribiera «de política»? No se sabe. Quizás todo lo anterior no fuera suficiente. Aunque ambas mantuvieron una firme posición contra la Gran Guerra y contra la postura traidora de los socialdemócratas reformistas, y se consideraban antimilitaristas, Henriette abogaba por el desarme y no por crear un Ejército o milicias populares como defendía Rosa. Su artículo «Miliz oder Abrüstrung?» («¿Milicia o desarme?»), publicado en la revista del Partido Socialdemócrata suizo Neues Leben (Nueva Vida)5 a finales de 1915, fue criticado por Lenin, y probablemente por Rosa, aunque no hay constancia de ello.

En cualquier caso, lo interesante de la frase de esa carta dirigida a Luise Kautsky es que en esa fecha de 1917, después de casi veinte años de relación, más o menos estrecha e intermitente, aún Henriette era alguien recordado y querido para Rosa Luxemburgo.

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Paul Frölich (1884-1953), en el prologo a la 2ª edición de su biografía de Rosa Luxemburgo (otoño de 1948), expresaba que aunque Henriette mantuvo una estrecha relación con Rosa, y retrató su personalidad «con mucha calidez y comprensión», su forma de pensar era muy diferente, por lo que, en su biografía, «fracasó a la hora de describir sus ideas y hacer justicia a su actuación política». Estoy en absoluto desacuerdo con Frölich, como lo estará cualquiera que lea la presente biografía. El hecho de que Henriette fuera una «marxista heterodoxa», «no dogmática», cercana a la corriente «consejista» y que, desengañada del comunismo de la Rusia de Stalin, abrazara al final de su vida otro tipo de ideas socialistas, más religiosas o cristianas siguiendo a Tolstoi, o más pacifistas y humanistas siguiendo a Gandhi, no significa que no conociera profundamente la vida y obra de su amiga y admirada Rosa Luxemburgo, y que así lo plasme en su biografía. Y en las pocas ocasiones en que critica algún aspecto de su pensamiento, es sincera y no excluyente, sin perder nunca de vista el inmenso alcance de su ejemplo de abnegación revolucionaria.

El autor de otra biografía clásica de Rosa Luxemburgo, John Peter Nettl (1926-1968), escribía sobre la biografía de Henriette que se tradujo al alemán dos años después: «La mejor biografía personal es la de Roland-Holst-van der Schalk, Rosa Luxemburg, Ihr Leben und Wirken, Zúrich-1937. La autora estuvo políticamente cerca de Rosa durante un periodo de sus vidas, pero el libro es una mezcla de reminiscencias personales y políticas y algo excesivamente impresionista e interpretativo». A pesar de este comentario, Nettl sí utilizó la biografía de Henriette en algunos pasajes de su libro, especialmente las referencias a las cartas inéditas de Rosa que ella transcribe.

Ninguno de los adjetivos utilizados por Nettl son negativos en sí mismos. Es cierto que al ser impresionista se pierden algunos detalles, pero que la artista considera superfluos y poco importantes para describir la rica y profunda personalidad de Rosa. A veces, en la proliferación de detalles, en un realismo excesivo, se llega a obscurecer la esencia de las personas y de las cosas. Por lo demás, ninguna biografía es objetiva y aséptica y todas están escritas por alguien que tiene unas ideas y una forma de entender el mundo, desde donde trata de interpretar algunos hechos del personaje en cuestión y desde donde plantear -también, por qué no- alguna crítica en tal o cual decisión que tomó el biografiado en algún momento de su vida.

Salvo estas dos opiniones -la de Frölich y la de Nettl-, ningún otro autor o investigador ha realizado una valoración más o menos acertada de la biografía de Henriette Roland Holst. Quizás porque no se había traducido al inglés o al castellano. Ahora es el momento de que se pueda leer y de que otras opiniones autorizadas, en la época actual, destaquen lo que de positivo se encuentra en estas páginas escritas llenas de fervor y admiración hacia la mártir de la revolución proletaria, hacia la «mahatma» Rosa, como la denomina Henriette en su «Conclusión»: la «gran alma» de todos aquellos que esperaban y creían en un porvenir más luminoso, justo y libre para la humanidad doliente.

Es cierto que algunos lectores no estarán de acuerdo con algunos comentarios que Henriette va introduciendo en algún pasaje de la obra, de contenido idealista, religioso o espiritual. Es inevitable. Pero eso no quita valor al conjunto de la obra, ni al inmenso homenaje que destila las páginas de su biografía. Una biografía crítica, por supuesto. Sin idealizar a la protagonista, como no debe idealizarse a nadie. Una biografía escrita por alguien muy especial, poetisa de una gran sensibilidad, de gran reconocimiento en su país -siendo nominada para el Premio Nobel de Literatura en 1952- y de enorme compromiso con la causa del socialismo y el comunismo durante varias décadas. De alguien que no solo intimó con Rosa, sino con otros muchos personajes y figuras del socialismo internacional, como Lenin y Trotski, Karl Liebknecht y Karl Kautsky, o Clara Zetkin y Alexandra Kollontai.

Todos sus poemas respiran socialismo. Nunca entendió ni compartió Henriette el arte por el arte, y siempre se mostró orgullosa de ser una artista que se sumergió en las olas del compromiso social, de hacer poesía social por encima de todo.

Hasta el final de sus días se mantuvo fiel al socialismo aunque otros socialistas y comunistas estuvieran lejos de su idealismo y de su forma de relacionar el marxismo y el socialismo con la moral y la ética, y de introducir en los análisis marxistas el componente espiritual de las masas, los sentimientos y valores, y no solo los conceptos políticos.

La genial figura de Rosa Luxemburgo tenía numerosas aristas y era extremadamente polifacética. La biografía de Henriette Roland Holst que ahora se presenta en castellano cubre un aspecto más, esta vez poético, psicológico, espiritual, pero sin olvidar su grandiosa obra revolucionaria, y por eso los estudiosos y admiradores de la «Rosa Roja» deberían leerla, y entresacar lo que crean sea de mayor interés para su forma de entender el multiforme universo de Rosa Luxemburgo.

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Nota: La edición en castellano de este volumen incluye un breve estudio introductorio sobre la biografía de la desconocida Henriette Roland Holst, que, sin embargo, fue un referente entre los socialistas «terceristas» y primeros comunistas del estado español en la segunda década del siglo XX.

*** La biografía de Rosa Luxemburgo se puede descargar gratuitamente en el siguiente enlace:

https://rosaluxemburgohenrietterolandholst.blogspot.com/2023/04/biografia-de-rosa-luxemburgo-por.html

NOTAS AL PIE:

1 Ver la primera Carta de la biografía fechada en Berlín el 27 de octubre de 1904.

2 Fundador de la socialdemocracia holandesa, y autor del libro sobre sus viajes por las Indias Orientales Holandesas: Desde nuestras colonias – Extensa historia de viaje (1903).

3 «Het vuur brandde voort» («El fuego continua ardiendo»), Ámsterdam, 1949.

4 Obras Completas de Lenin, Editorial Progreso, Moscú-1988, Tomo 49.

5 En los números 10-11 (octubre-noviembre) y número 12 (diciembre) de 1915.

Fuente: https://kaosenlared.net/rosa-luxemburgo-de-henriette-roland-holst-biografia-inedita-en-castellano/

 

jueves, 17 de marzo de 2022

¿QUIÉN MATÓ A ROSA LUXEMBURGO?

 Josefina L. Martínez 15/01/2019

 


Retrato de Rosa Luxemburgo, entre 1895 y 1905.

El 15 de enero de 1919, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht fueron arrestados en el piso donde se escondían y trasladados a la sede de la Guardia de Caballería de los freikorps (cuerpos paramilitares) en el aristocrático hotel Eden. Cuenta una testigo que Luxemburgo colocó algunos libros en una maleta, pensando que le esperaba una nueva temporada en la cárcel. Unas horas después, el capitán Waldemar Pabst se comunicaba telefónicamente con el ministro del Ejército del Reich, el socialdemócrata Gustav Noske, para pedirle indicaciones sobre cómo proceder con tan importantes prisioneros. Hacía días que la prensa lanzaba amenazas e insultos contra “Rosa, la sangrienta”, dirigente de la Liga Espartaco y del recién fundado Partido Comunista Alemán (KPD).

Los socialdemócratas se encontraban en el poder desde la dimisión del Kaiser. El levantamiento de los marineros y trabajadores de Kiel había sido el puntapié inicial de una serie de insurrecciones locales que culminaron con una huelga general en Berlín el 9 de noviembre.  Ese día, el socialdemócrata Philipp Sheidemann proclamaba la Republica alemana desde una ventana del Reichstag. Pocas horas después, Karl Liebknecht anunciaba –prematuramente– la creación de la Republica Socialista Libre de Alemania desde el balcón del Palacio. Se vivía una situación de doble poder, con la formación de consejos de obreros y soldados, siguiendo el ejemplo ruso. Para evitar que ese fuera el camino, el 10 de noviembre el Gobierno llegó a un acuerdo con el Estado mayor alemán: el objetivo era frenar la revolución y liquidar a los espartaquistas, su ala más radical. “¡Odio la revolución como la peste!” había declarado Friedrich Ebert.

Después de su conversación con Gustav Noske, el Capitán Pabst dio las órdenes y el teniente Vogel dirigió el comando de ejecución. Rosa Luxemburgo fue arrastrada escaleras abajo, pateada y golpeada en el estómago. Cuando cruzó la puerta, el soldado Otto Runge destrozó su cráneo con la culata del fusil. Agonizante, la subieron en un coche donde el oficial Hermann Souchon le dio un tiro final en la sien. Su cuerpo fue arrojado en el Landwehrkanal donde apareció flotando cuatro meses después. Karl Liebknecht había sido fusilado unas horas antes en un parque cercano. La primera versión “oficial” fue que habían sido asesinados por una “turba” furiosa cuando intentaban escapar. Pero el bulo no resistió la menor pesquisa. Leo Jogiches, quien había sido compañero de Rosa Luxemburgo durante muchos años y dirigente de la Liga Espartaquista, investigó y expuso quiénes eran los responsables del asesinato. El 19 de marzo de 1919 Leo Jogiches fue asesinado en la cárcel “intentando escapar”; miles de espartaquistas y obreros revolucionarios fueron fusilados en los meses siguientes. El cineasta alemán Klaus Gietinger prueba todos estos hechos en un riguroso trabajo de investigación que se publica por primera vez en inglés este año por editorial Verso.

Ya sabemos quién mató a Rosa Luxemburgo. La pregunta más importante ahora es por qué

En 1962, el capitán Pabst hizo alarde de su responsabilidad en el asesinato de los dirigentes revolucionarios: “Yo participé, en aquel entonces (enero de 1919), en una reunión del KPD, durante la cual hablaron Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo. Me llevé la impresión de que los dos eran los líderes espirituales de la revolución, y me decidí a hacer que los mataran. Por órdenes mías fueron capturados. Alguien tenía que tomar la determinación de ir más allá de la perspectiva jurídica … No me fue fácil tomar la determinación para que los dos desaparecieran… Defiendo todavía la idea de que esta decisión también es totalmente justificable desde el punto de vista teológico-moral”.

Pabst tan solo contó lo que la cobarde socialdemocracia no se atrevió a confesar. El capitán volvió a tener protagonismo durante el golpe de Estado de Kapp (Kapp-Putsch) en 1920. Más tarde colaboró en la organización de grupos paramilitares de ultraderecha en Austria. Si bien nunca se afilió al partido Nazi, formó parte de grupos ultraderechistas hasta su muerte, en 1970. Nunca fue juzgado por sus crímenes.

Ya sabemos quién mató a Rosa Luxemburgo. La pregunta más importante ahora es por qué. Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht se habían opuesto a la traición de la socialdemocracia que apoyó los créditos de guerra en el Reichstag el 4 de agosto de 1914. El Partido Socialdemócrata Alemán se había transformado en la organización más poderosa de la Segunda Internacional: un bloque de 110 parlamentarios, más de 4 millones de votos, 90 periódicos propios, numerosas asociaciones juveniles y de mujeres. Pero ese monumental aparato fue puesto a disposición del Imperio alemán cuando comenzó la guerra, justificando con la idea de la “defensa nacional” que los trabajadores alemanes se mataran en las trincheras con los franceses.

Luxemburgo representaba la lucha contra la guerra imperialista, el combate contra el militarismo y la denuncia de las capitulaciones de la socialdemocracia

Luxemburgo y Liebknecht representaban la lucha contra la guerra imperialista, el combate contra el militarismo alemán, la denuncia de las capitulaciones de la socialdemocracia, la defensa de la revolución rusa y el ala más decidida de la revolución alemana. Como escribió Karl Liebknecht el mismo 15 de enero de 1919, unas horas antes de morir:

“«Espartaco» significa fuego y espíritu, significa alma y corazón, significa voluntad y acción en favor de la revolución proletaria. «Espartaco» significa toda la necesidad y el anhelo de felicidad, significa toda la determinación a luchar del proletariado con conciencia de clase. «Espartaco» significa socialismo y revolución mundial”.

Ese anhelo de felicidad volvió a resurgir en Alemania en 1921 y en 1923. La historia de aquellos intentos revolucionarios ha sido invisibilizada por la historiografía, pero la esperanza de un mundo nuevo renació desde las cenizas una y otra vez en el corazón de Europa occidental. Solo después de sucesivas derrotas, debidas en gran parte al rol conservador que jugaron las grandes organizaciones obreras como la socialdemocracia y más tarde el estalinismo, pudo imponerse el nazismo.

Cuando Rosa Luxemburgo escribió en 1916 el Folleto de Junius acerca de la disyuntiva de “socialismo o barbarie”, la barbarie se hacía carne en las dramáticas postales de la Primera Guerra Mundial. Ella no podía imaginarse el horror que estaba por venir.  

Fuente: https://ctxt.es/es/20190109/Politica/23896/Josefina-L-Martinez-Rosa-Luxemburg-politica-Alemania-Karl-Liebknecht-Otto-Runge.htm