Mostrando entradas con la etiqueta Liberalismo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Liberalismo. Mostrar todas las entradas

martes, 19 de noviembre de 2024

PROFETAS Y DIFUSORES DE LA COSIFICACIÓN DEL ESTADO


15 November, 2024

 Facundo Di Vincenzo

El concepto de Estado

Primero, una breve historia del concepto. Uno de los primeros en abordar en profundidad el tema del Estado moderno fue el filósofo alemán, Georg Hegel (1770-1831), quien escribió: «Las leyes expresan las determinaciones del contenido de la libertad objetiva» […] “La constitución es la estructuración del poder del Estado (…). La constitución es la justicia existente, como realidad de la libertad en el desarrollo de todas sus determinaciones racionales».[2] Otro filósofo y politólogo Alemán, Max Weber (1864-1920) en 1919, define al Estado moderno “como una asociación de dominación con carácter institucional que ha tratado, con éxito, de monopolizar dentro de un territorio el monopolio de la violencia legítima como medio de dominación y que, con este fin, ha reunido todos los medios materiales en manos de sus dirigentes y ha expropiado a todos los seres humanos que antes disponían de ellos por derecho propio, sustituyéndolos con sus propias jerarquías supremas.”[3]

Otros autores, que son referencia sobre el tema para el caso argentino, como Natalio Botana y Oscar Oszlak, han seguido en buena parte estas definiciones. Botana, apoyándose en las ideas de Juan Bautista Alberdi, sostiene que el Estado Argentino se consolida en 1880, cuando el ejército nacional de Julio A. Roca vence en tres sangrientas batallas al ejercito de Buenos Aires, logrando así, el monopolio de la violencia en el todo el territorio, dice Botana: “La obediencia, en este caso, no se obtiene por la persuasión, sino por la violencia; no hay, en rigor, consenso voluntario sino acto de asentimiento ante el peso actual o la inminente amenaza de fuerza.”[4] Oszlak, en varios textos trato el tema de la formación, desarrollo y características de los Estados en América Latina y el Caribe. Destacó cinco elementos indispensables para su existencia: 1. capacidad de externalizar su poder, obteniendo reconocimiento interestatal; 2. capacidad de institucionalizar su autoridad, imponiendo el monopolio sobre los medios organizados de coerción; 3. capacidad de diferenciar su control, a través de instituciones públicas con reconocida legitimidad para extraer recursos de la sociedad civil; 4. capacidad de internalizar una identidad colectiva, mediante la emisión de símbolos que refuerzan sentimientos de pertenencia y solidaridad social y permiten, en consecuencia, el control ideológico como mecanismo de dominación.[5]

 

El liberalismo (progresismo), su concepto de Estado y los Estados latinoamericanos

En las definiciones de Weber, Botana y Oszlak observo una serie de problemas comunes para la comprensión de las características particulares de los Estados Nacionales en América Latina y el Caribe, como de su función y/o relación para los que habitan el territorio. ¿Cómo es esto?

En primer lugar, se demuestra en estas definiciones su raíz ideológica liberal. Observo una operación que intenta cosificar al “Estado”, en el sentido de hablar como algo no viviente, inerte, en consecuencia, carente de transformación, en definitiva, deshumanizado. No debería sorprendernos, ya que, en esta concepción, cuyo objetivo es atomizar los individuos no viven en una comunidad (natural, histórica y tradicional) sino que los humanos viven en una sociedad y son considerados, al mismo tiempo como seres “libres” de las afecciones posibles de “esta comunidad”. No están integrados entre sí, o para ser más preciso, son presentados como seres vinculados mediante pactos y asociaciones ligadas a distintos intereses temporales y determinados individualmente. De allí que el Estado desde las definiciones seleccionadas se describe cómo una institución con la cual los individuos establecen una asociación, una sociedad. El Estado en la concepción liberal es la institución que objetiviza mediante la acción de elimina las subjetividades, claro está, esto produce gracias a que el Estado se presenta como una institución nacida de la razón moderna (científica, académica, lógica). Alguna vez, probablemente, los/as lectores/as han escuchado algún vecino o familiar decir: “yo pago mis impuestos y el Estado no cumple” o “porqué debo sostener con mis impuestos a otros, a los que el Estado le paga planes o subsidios”. Esto reclamos manifiestan la idea liberal del Estado en donde se disuelven las relaciones familiares, comunales, espirituales, nacionales, generaciones y sentimentales, aquello que Juan Domingo Perón llama “Los valores eternos”[6].

El Estado liberal de derecho no tiene ningún valor afectivo y espiritual con el ciudadano. ¿Cómo es esto? ¿Qué es ser ciudadano? Si tomamos a Hegel, bajo la abstracción generada por el supuesto de “leyes objetivas” se produce la reinvención de la idea de ciudadanía., término que deriva del latín “civitas” que significaba ciudad y que se asignaba en la antigua Grecia a cualquier habitante de un espacio, disociando a ese ser humano con las relaciones existentes con los otros seres humanos. Es decir, la ciudadanía homogeniza a los humanos, es un término que separa los vínculos, diferencias, tradiciones, costumbres y demás aspectos anteriores (y presentes) entre los que habitan ese espacio, y en ese sentido, se puede afirmar que la ciudadanía es una invención, ya que sólo mediante una abstracción podríamos considerarnos como iguales entre los que habitábamos una misma ciudad. Los humanos no somos iguales. Los humanos nunca fuimos iguales, no lo fueron en la Francia de 1789 ni en las Provincias Unidas del Río de la Plata luego de 1810.

Ahora bien, esa diferencia natural no nos ha disgregado, ya que también nuestra naturaleza es la de ser animales gregarios, vivimos en comunidades y nos agrupamos por relaciones sentimentales con otros humanos. Somos animales que sin el otro no podemos sobrevivir. Somos diferentes, pero al mismo tiempo vivimos todos, con nuestras diferencias, en una misma comunidad.

Otro pensador, político y también Revolucionario, Vladímir Ilich Uliánov: Lenin, escribió en El Estado y la Revolución de 1917, que el Estado “Es el producto de la sociedad” y en ese sentido, su existencia, dice: “demuestra el carácter irreconciliable de las contradicciones entre las partes que ocupan el territorio de ese Estado”, en definitiva, es por medio del Estado, como árbitro, que pueden acotarse las desigualdades inherentes al modo de producción capitalista, podría decir, parafraseando a Lenin, que negar la existencia del Estado o intentar derribarlo es suponer que estas desigualdades no existen.

IDEA LIBERAL DEL ESTADO

ESTADO

SOCIEDAD


IDEA DEL ESTADO COMO EXPRESIÓN DE LA COMUNIDAD

ESTADO COMUNIDAD

La deshumanización provocada por la concepción liberal encontró expresión en el holograma de la ciudadanía. En su relación con el Estado moderno pos Revolución Francesa, explica Juan Domingo Perón en su texto La Comunidad Organizada de 1949:

“Hegel convertirá en Dios al Estado. La vida ideal y el mundo espiritual que halló abandonados los recogió para sacrificarlos a la Providencia estatal, convertida en una serie de absolutos. De esta concepción filosófica derivará la traslación posterior: el materialismo conducirá al marxismo, y el idealismo, que ya no se acentúa sobre el hombre, será en los sucesores y en los intérpretes de Hegel, la deificación del Estado ideal con su consecuencia necesaria, la insectificación del individuo. El individuo está sometido en éstos a un destino histórico a través del Estado, al que pertenece. Los marxistas lo convertirán a su vez en una pieza, sin paisajes ni techo celeste, de una comunidad tiranizada donde todo ha desaparecido bajo la mampostería. Lo que en ambas formas se hace patente es la anulación del hombre como tal, su desaparición progresiva frente al aparato externo del progreso, el Estado fáustico o la comunidad mecanizada.”[7]

Juan Domingo Perón visibilizó la inconsistencia, debilidad y superficialidad de la idea de justicia, el sustento moral en el cual se apoya la legitimidad del Estado Liberal de derecho, ya que objetivando las leyes (diseñadas, formuladas e implementadas por las oligárquicas locales, en el caso de nuestra América) convertían en Dios al Estado, eliminando toda las diferencias sociales y económicas gracias a un espectro, artificial y abstracto como lo es “la ciudadanía”.

En este punto observo que el problema de la ciudadanía en su relación con el pueblo y la democracia tiene raíces históricas relacionadas con una multiplicidad de aspectos vinculados a lo que llamó la doble exclusión de “los pueblos” en la región, primero, una exclusión respecto a la historia oficial creada por los Estados Nación surgidos durante el siglo XIX; segundo, una exclusión de los pueblos respecto a las formas de representación política implementadas por estos Estados.

Desde los años ochenta el liberalismo ha mutado nuevamente, liberales, devenidos en progresistas “del gran mundo de las izquierdas”, avanzaron conceptualizando una nueva definición de Estado. Para precisar, con el telón de fondo de las democracias surgidas de las movilizaciones populares (post debacle generada por el neo liberalismo en los 80´/90´), llegaron al Estado liberal de derecho, gobiernos con verdadera representación de las mayorías, pero estos estudiosos (liberal-progresistas) lograron eliminar el contenido democrático de estos gobiernos bajo el término de populismo, palabra escuchada hasta el hartazgo en los últimos veinte años y, que más-menos, se sostiene en la idea de que los ciudadanos han sido manipulados y han elegido irracionalmente a sus representantes, en consecuencia, estos gobiernos son considerados no democráticos, viciados, aparentes e ilegítimos. Pero no sólo eso, el liberalismo también ha re significado las luchas de militantes populares del siglo XX de los años previos al neo liberalismo desarrollados entre la década del 50´ y del 70´. Como señaló el filósofo ruso Alexander Dugin[8] en su última visita a nuestro país, bajo el halo de los derechos humanos, han logrado desplazar la idea del Estado como comunidad organizada, disolviendo los lazos espirituales, sentimentales, nacionales y colectivos, “los valores eternos” de los que hablaba Juan Domingo Perón, dice Dugin:

“El liberalismo, a través de los principios de los Derechos Humanos, quiere establecer la idea de que no hay ninguna diferencia entre los individuos. Que no cuentan ni el género, ni la Nación, ni la etnia, ni la identidad étnica, ni la identidad religiosa. Esa es la idea clave del liberalismo. La supuesta libertad del individuo contra las identidades colectivas. Hoy en el mundo podemos ser liberales de izquierda o de derecha. Incluso, en algunos casos, podemos ser liberales de extrema izquierda, como el Antifascista norteamericano. O la extrema derecha liberal, como los ucranianos nacional-socialistas que luchan contra los rusos, que están a favor del liberalismo occidental. En definitiva, podemos ser liberales de cualquier sesgo pero no somos libres de no ser liberales.”

 


Bibliografía mencionada:

Botana, Natalio, El orden conservador [1977], Buenos Aires, Hyspamerica, 1986.

Dugin, Alexandr, Geopolítica existencial, Buenos Aires, Nomos, 2017; Identidad y Soberanía contra el mundo posmodernos, Buenos Aires, Nomos, 2017.

Hegel, Georg, La Enciclopedia de las Ciencias Filosóficas [1817], Madrid, Alianza Editoria, 1997.

Oszlak, Oscar, “Formación histórica del Estado en América Latina” [1982], en Lecturas sobre el Estado y las políticas públicas, Buenos Aires, Jefatura del Gabinete de Ministros de la Nación, 2007.

Perón, Juan Domingo, Doctrina Peronista [1948], Buenos Aires, Ediciones Macacha Guemes, 1973.

Perón, Juan Domingo, La Comunidad Organizada [1949], Buenos Aires, Adrifer Libros, 2001.

Weber, Max, La política, el político y el científico [1919], Buenos Aires, Prometeo, 2003.

 

[2] Hegel, Georg, La Enciclopedia de las Ciencias Filosóficas [1817], Madrid, Alianza Editoria, 1997.

[3] Weber, Max, La política, el político y el científico [1919], Buenos Aires, Prometeo, 2003.

[4] Botana, Natalio, El orden conservador [1977], Buenos Aires, Hyspamerica, 1986.

[5] Oszlak, Oscar, “Formación histórica del Estado en América Latina” [1982], en Lecturas sobre el Estado y las políticas públicas, Buenos Aires, Jefatura del Gabinete de Ministros de la Nación, 2007.

[6] Perón, Juan Domingo, Doctrina Peronista [1948], Buenos Aires, Ediciones Macacha Guemes, 1973.

[7] Perón, Juan Domingo, La Comunidad Organizada [1949], Buenos Aires, Adrifer Libros, 2001.

[8] Dugin, Alekxandr, Geopolítica existencial, Buenos Aires, Nomos, 2017; Identidad y Soberanía contra el mundo posmodernos, Buenos Aires, Nomos, 2017.

Fuente: https://posmodernia.com/profetas-y-difusores-de-la-cosificacion-del-estado/

domingo, 12 de marzo de 2017

EL RÉGIMEN DE TRUMP ES UNA PLUTOCRACIA




11/03/2017 | Robert O. Paxton 

Tiene fuerza la tentación de calificar de “fascista” al nuevo presidente americano. El tono agresivo empleado por Donald Trump, su hosquedad, su mentón crispado evocan a Mussolini. Sus teatrales llegadas en avión (estrategia electoral inventada por Hitler) y sus arengas ante una multitud que grita consignas simplistas (“¡USA”! “¡USA”!, “¡Métela en la cárcel!”, a propósito de Hillary Clinton, pintada como una candidata corrupta) recuerdan los mítines nazis de comienzos de los años 1930. Trump retoma muchos motivos típicamente fascistas: deplorar el declive nacional, imputado a los extranjeros y las minorías; desprecio por las normas jurídicas; apoyo implícito a la violencia contra sus opositores; rechazo de todo lo que es internacional, ya sea el comercio, las instituciones o los tratados en vigor.

Por tentador que sea poner a Trump la más tóxica de las etiquetas políticas, una etiqueta solo es justificable a condición de que permita profundizar y aportar luz a un tema. Ahora bien, la etiqueta “fascista” oculta un objetivo central de Trump y de la mayoría republicana en el Congreso: el desmantelamiento de la legislación americana que asegura la protección de los trabajadores y del medio ambiente.

Las urgencias a las que respondían antaño los movimientos fascistas no eran las mismas que las de hoy. Aquellos movimientos encontraban su terreno fértil en naciones que habían sido vencidas o humilladas en la primera guerra mundial. Los primeros fascistas prometían superar la debilidad y el declive nacional reforzando el Estado, galvanizando y disciplinando a la nación, subordinando los intereses individuales a los de la comunidad y purgando a la población de disidentes y enemigos internos. Se presentaban como los únicos capaces de constituir una barrera ante una revolución bolchevique y de recuperar los territorios perdidos.

Corporativismo contra liberalismo

En Italia y en Alemania, los dirigentes moderados y conservadores resolvieron cooptar al fascismo más que rechazarle. Temían que reprimir al fascismo abriera la vía al socialismo. Para mantenerse en el poder, contaban con las masas fascistas, con su energía y su disciplina. No dudaban de que, tras haber compartido el poder con los fascistas, lograrían retomar el control sobre estos groseros intrusos gracias a su habilidad política superior, a su barniz social y a su experiencia.

Llegados al poder, los primeros fascistas estaban muy lejos de las prioridades de Trump hoy y de sus aliados republicanos en el Congreso. Mussolini y Hitler no tenían ninguna intención de abandonar las cuestiones económicas, sociales o medioambientales a las fuerzas desenfrenadas del mercado; no creían tampoco en que la población pudiera ser unida sin el puño del Estado. El haz de lictores, emblema de Mussolini, era altamente simbólico: este conjunto de varas ligadas alrededor de un hacha por una correa representaba a la vez la fuerza del Estado y la unidad de la nación.
Los regímenes fascistas disciplinaban a la sociedad por medio de organizaciones obligatorias, reconocibles por el color uniforme de sus camisas. Promovían economías corporativas que estimulaban la producción de guerra y garantizaban una forma de Estado-providencia a los trabajadores (con exclusión, por supuesto, de los judíos, los gitanos y demás “enemigos nacionales”). Pretendían incluso reglamentar el tiempo de ocio de los trabajadores por medio del Dopolavoro italiano (Obra nacional del tiempo libre) y del Kraft durch Freude nazi (“La fuerza por la alegría”). Al socialismo oponían el nacional-socialismo.

Los empresarios alemanes e italianos, primero reticentes frente a estos impulsos colectivistas, se dejaron convencer de que solo los fascistas podían frenar al comunismo y, siguiendo al ejército y la iglesia, acabaron por apoyar su entrada en el gobierno. A medio plazo, los patronos iban a ser ampliamente recompensados con el desmantelamiento de los sindicatos independientes, la prohibición de las huelgas y lucrativos contratos de trabajos públicos y de rearmamento. Trump y los republicanos no contemplan ni por un momento establecer una economía corporativa. Lo que quieren es un puro liberalismo de mercado, una subordinación del bien común a los intereses individuales.

Se puede considerar que el régimen de Trump se compone de tres corrientes. La primera corresponde a la mayoría republicana en las dos cámaras del Congreso. En la medida en que Trump, hombre de negocios poco escrupuloso, valida su agenda liberal favorable a la patronal, esta corriente es la que será más probablemente gratificada. El proceso de desreglamentación está ya emprendido. Trump ha derogado la reglamentación Obama que prohibía a los industriales del carbón echar sus residuos a los ríos. Incluso si duda en privar a 20 millones de americanos del Obamacare, este sistema de salud está comprometido por la retirada de las compañías de seguros.

La administración Trump deja presagiar un debilitamiento sensible, incluso una desaparición de las agencias federales que, hasta el presente, controlaban el agua, el aire y la protección de especies amenazadas. Deja presagiar también unos impuestos a los ricos proporcionalmente inferiores a los de las clases medias. ¡Y pensar que solo hace algunos años la flat tax, impuesto a tasa única, era considerado como una idea radical! Los regímenes fascistas, por su parte, aplicaban una imposición altamente progresiva.

La segunda corriente reúne a los americanos ofuscados por los experimentos culturales de los años 1960. Los habitantes de la América profunda, hostiles al feminismo, al aborto, a los derechos de los homosexuales y a la integración racial, son los abandonados de la renovación económica de Obama. Trump ha fundado su campaña en los rencores de una clase obrera blanca no cualificada que está a la vez en declive económico y con retraso en relación a las evoluciones culturales de la sociedad. En el mismo espíritu, los nazis denunciaban los experimentos sociales y culturales de Weimar. El resurgimiento del fascismo en los Estados Unidos bajo Obama recuerda por otra parte el reagrupamiento de las fuerzas antirepublicanas en oposición al Frente Popular de León Blum, primer jefe de gobierno francés socialista y judío.

En América, los reaccionarios culturales no serán tan generosamente recompensados por el régimen de Trump como los jefes de empresa. Los “blancos pobres” han servido para ganar las elecciones de 2016; ahora, pueden ser olvidados. Serán gratificados por alguna nueva restricción en materia de aborto o de derechos de los homosexuales, pero no se beneficiarán ciertamente de creaciones de empleos, que solo podrían ser generados por proyectos de relanzamiento económico financiados por un aumento de los impuestos a los ricos.

Autoritario y reaccionario

La tercera corriente está encarnada por el propio Trump, que controla el conjunto del sistema. Donald Trump es un oportunista, no se preocupa más que de su propia celebridad y de su propia fortuna y se deja guiar por impulsos efímeros susceptibles de favorecer su crecimiento. Nos encontramos ante una personalidad autoritaria desprovista de todo compromiso con el Estado de derecho, la tradición política e incluso ideológica. Ha dado, implícitamente, carta blanca a sus representantes para actuar de forma arbitraria, como ha podido aprender Henry Rousso, en el aeropuerto de Houston, en Texas: “el 22 de febrero, este historiador ha sido “detenido por error” durante diez horas y ha estado a punto de ser devuelto a Francia”.

En sus relaciones con el resto del mundo, Trump obedece al eslogan “América first” (fórmula casi olvidada en los Estados Unidos desde el aislacionismo de los años 1930). En materia de política exterior, sus prioridades son difícilmente descifrables. No es imposible que consistan en apaciguar a misteriosos acreedores rusos. A diferencia de los fascistas, Trump no pretende territorios. Se concentra más bien en la exclusión de los inmigrantes y la construcción de un muro simbólico en la frontera mexicana. Frente al disparo de misil balístico en Corea del Norte, no ha rechistado. Pero, si se viera confrontado a una crisis internacional grave, su reacción sería probablemente impulsiva y no se apoyaría en los consejos de los expertos. En el caso de un ataque terrorista en el territorio americano, podría llegar a imponer la ley marcial, congelando así el funcionamiento de las instituciones democráticas.

La guardia pretoriana de Trump es bastante más reaccionaria de lo que se habría podido esperar tras su victoria electoral. Los nombramientos de los miembros de su gabinete y su equipo dan cuenta de que concede más peso a la lealtad personal que a la competencia. Parecería que sus más cercanos consejeros sean su hija Ivanka y su yerno Jared Kushner. Sorprendentemente, este antiguo play boy neoyorkino se ha rodeado de individuos ligados a la extrema derecha, admiradores de Marine Le Pen y de otros nacionalistas populistas europeos, como el alto consejero Stephen Bannon y su asistente Stephen Miller /1.

Bannon y Miller aprueban el ejercicio discrecional del poder ejecutivo y consideran toda crítica por parte de la prensa como algo que tiene que ver con la traición. Trump tendrá ocasión de ocupar suficientes escaños vacantes en el sistema judicial federal como para librarse de toda atadura judicial. Un poder ejecutivo sin ataduras ni control es indicador de dictadura en general, más que de fascismo en particular. Llamemos a las cosas por su nombre: el régimen de Trump es una plutocracia.

Publicado en Le Monde el 7/03/2017
Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR
Robert O. Paxton, autor, en 1972, de una obra que ha marcado la historiografía francesa: La France de Vichy, 1940-1944. R.O.Paxton había trabajado en los archivos alemanes y demostrado en qué medida el “Régimen de Vichy” se había esforzado por colaborar con el ocupante. En 2004, publicó The Anatomy of fascism. La thèse de Claude d’Abzac-Epezy L’Armée de Vichy. Le corps des officiers français, 1940-1944 , presentada en 1966 (publicada en 2004), que completa muy bien la obra de Paxton (red. A l´Encontre).

Notas
1/ Stephen Miller ocupa una oficina en el ala oeste de la Casa Blanca. En un artículo de Joshua Green (Bloomberg Businessweek, 6-12 de marzo 2017) se informa de la declaración siguiente que le hizo Stephen Miller: “Donald Trump ha reorientado fundamentalmente la política americana. Ya es hora de que los medios le reconozcan y le concedan el crédito que merece”. Stephen Miller, cercano a Bannon, es el inspirador de la política de Trump en lo que se refiere a todos los aspectos de la inmigración. Aunque joven, no es un recién llegado al Capitol Hill. Ha sido uno de los principales consejeros del senador Jeff Sessions. Conjuntamente, antes de las primarias republicanas, los dos habían puesto en pie los elementos de la denominada política nacionalista sobre la inmigración, un tema central de “America first”. (Red A l´Encontre).
- See more at: http://www.vientosur.info/spip.php?article12336#sthash.nKkiTEKt.dpuf

jueves, 15 de diciembre de 2016

EL GOBIERNO SEGÚN PPK




15/12/2016

El gobierno de Kuczynski encuentra su primer obstáculo importante en esta crisis abierta por la eventual censura al ministro Jaime Saavedra. Se trata, sin embargo, de una crisis que se basa en una oposición falsa. Los medios de comunicación y el gobierno mismo quieren oponer la democracia, que estaría del lado del Ejecutivo y su ministro cuestionado, al autoritarismo encarnado en el fujimorismo.

La realidad es que se trata de dos derechas que comparten el mismo programa, económico y social, del neoliberalismo. Por ello, la realidad se acerca más a una disputa por el liderazgo de la opción neoliberal en el Perú que a otra cosa. Al fujimorismo ya le conocemos sus modos, en dictadura primero y en democracia después, siempre con el afán de someter al adversario utilizando todas las mañas y los recursos menos santos a su alcance. PPK, en cambio (y disculpen que personalice pero no parece haber nadie más a bordo), luego de su trayectoria equívoca entre lo público y lo privado, quiere aparecer hoy más cercano a las instituciones y a los derechos.

La pregunta de fondo a hacerse: ¿es posible un gobierno democrático del neoliberalismo? Fujimori y Montesinos demostraron en los noventas que para el inicio, al menos, era imposible, por ello el golpe de Estado y la dictadura. Sin embargo, ese manto de autoritarismo ha cubierto la democracia posterior. Lo que tenemos no es ni siquiera una democracia liberal, sino un orden restringido que impide el acceso a nuevas opciones políticas y reprime a los movimientos sociales. Cada vez que se han abierto algunas rendijas estas han sido violentamente cerradas. Allí están los muertos para recordarlo.

Si PPK y el círculo que lo rodea tuviera intenciones serias de algo distinto podrían presentar al país una propuesta democrática que pretendiera articular una correlación distinta hacia el centro y la izquierda de su espacio político. Pero ¿alguien se los imagina haciendo eso? No lo creo. A lo sumo esbozan una “razón tecnocrática”: que ellos son buenos e ilustrados y por lo tanto hay que apoyarlos. Pero eso no es suficiente para hacer política y menos para gobernar. Por ello me parece que esta crisis no se va a solucionar en algún campo de batalla, para el cual faltan combatientes, sino en una mesa de negociaciones, para la cual sobran candidatos.

La negativa de PPK a hacer la cuestión de confianza a la que lo empujaban sus tecnócratas y algunos incautos, suponía cuestionar la democracia precaria en la que le ha ido tan bien a los negocios, cosa difícil de pensar en un tipo como Kuczynski, pero también en alguien como Keiko que ha aprendido a financiar muy bien sus campañas. Con el “mensaje al país” PPK regresa a la propuesta de la “paz neoliberal”, es decir a su cauce natural, en la que todos sus apoyos respirarán por el momento tranquilos. Eso sí, si no obtiene varios y buenos refuerzos políticos en el corto plazo le van a ganar la partida de fondo, porque el fujimorismo es hoy la política del modelo y lo está demostrando a pesar de sus insolencias.

Frente a esta situación en la que el fujimorismo avanza sin adversarios de importancia es urgente construir una oposición al modelo neoliberal que hable claro y sepa acumular. El Frente Amplio y otras fuerzas de izquierda deben recoger el guante, a pesar del bloqueo mediático al que son sometidos. Si no lo hacen el tiempo de la democracia se hará más corto y en ese curso habrán más y peores crisis que tendrán como primer blanco a las posiciones progresistas.

http://www.alainet.org/es/articulo/182384

jueves, 24 de marzo de 2016

¿OTRO MUNDO ES POSIBLE?




24-03-2016

¿Otro mundo es posible? ¿Existe alguna posibilidad de modificar las grandes desigualdades socio-económicas existentes entre un ínfimo número de personas y la gran mayoría de la población?

¿Es posible eliminar todos los efectos perversos del actual sistema socio-económico, tales como el desempleo masivo, la pobreza extrema, la corrupción generalizada, la política como negocio, el sicariato, los paraísos fiscales, las fuerzas armadas y policiales al servicio del dinero, la droga, la corrupción, etc., etc.?

A principios del año 2016, Winnie Byanyima, directora ejecutiva de Oxfam Internacional, afirmó: “Simplemente no podemos aceptar que la mitad más pobre de la población mundial posea la misma riqueza que un puñado de personas ricas que cabrían sin problemas en un autobús” [1].

Que 62 personas sean más ricas que la suma de riquezas de tres mil seiscientos millones de personas, es más que escandaloso. Y que de esas 62 personas más ricas del mundo, 59 sean hombres y sólo 3 sean mujeres, nos muestra juntas todas las aberraciones de la “civilización occidental”.

Una civilización que bajo el manto de “democracia” continúa miles de años de dominación, exterminio, rapiña, esclavitud, servilismo y apropiación total de los bienes duramente producidos y construidos por los pueblos del mundo y, en especial, del Sur. Con el manto del “terrorismo” o “invasión de inmigrantes” pretenden ocultar las grandes desigualdades socio-económicas generadas durante estos miles de años de oprobio y humillación.

Sobre el particular, existe algo substancial a precisar. Una cosa son las desigualdades y otra, muy distinta, son las diferencias.

Las diferencias entre las personas, como entre los dedos de una misma mano, son de orden físico, intelectual, e incluso psíquico. Las diferencias tienen relación directa con las particularidades de cada ser humano. En cambio, las desigualdades tienen una naturaleza muy distinta.

Que la mayoría de la población mundial nazca pobre y muera extremadamente pobre, o que unas cuantas personas nazcan ricas y mueran inmensamente ricas, no tiene relación con la naturaleza propia del ser humano. Este fenómeno de lesa humanidad obedece a una forma de organización socio-económica impuesta a sangre y fuego. Además, este modus vivendi bien interiorizado en nuestro comportamiento, es relativamente reciente en la Historia de la Humanidad.

Y este será el substrato fundamental de todo el contenido de este libro: mostrar la causa fundamental de estas grandes desigualdades socio-económicas así como su alternativa de solución.

Todo indica que la solución está al alcance de nuestras manos, y que otro mundo es realmente posible. Para demostrarlo, utilizaremos algunos nuevos conceptos, redefiniremos otros, así como nos serviremos de una nueva visión de la economía y de la sociedad que, en su conjunto, constituye lo que se podría llamar una Teoría del Cambio. No tengamos temor a enfrentar nuestra realidad, ni seamos indiferentes a lo que, tanto “a los de arriba” como “a los de abajo”, hace mucho daño y obliga a vivir en un clima de inseguridad permanente.

Construyamos una sociedad de Libertad, Igualdad, y Fraternidad. Hagamos realidad estas hermosas frases que nos han legado nuestros padres. En otros términos, construyamos la sociedad del Buen Vivir, muy caro a nuestros orígenes, la civilización tawantinsuyana.

Nota:

[1] 62 personas poseen la misma riqueza que la mitad de la población mundial | Oxfam International