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domingo, 28 de marzo de 2021

LAS RADICALES PROPUESTAS DE LA "ECONOMÍA DE LA DONA" (Y CÓMO QUIEREN TRANSFORMAR EL MUNDO)

La "economía la dona" es circular, como el popular dulce de repostería. En el interior están las necesidades básicas mientras que en el exterior los límites del planeta. El del medio es el espacio seguro donde la humanidad puede prosperar.

 

Cristina J. Orgaz @cjorgaz

BBC News Mundo

Ámsterdam, Bruselas y Copenhague. No es casualidad que las ciudades ricas hayan sido las primeras en abrazar el nuevo modelo de "economía de la dona", también conocida como "economía dónut" o doughnut en inglés. Tienen capacidad para actuar más rápido.

La propuesta, ideada por la economista Kate Raworth(Londres, 1970), publicada por primera vez en 2012 y convertida en un exitoso libro después (Doughnut Economics: Seven Ways to Think Like a 21st-Century Economist), ofrece una visión de lo que significa para la humanidad prosperar hoy y los pasos necesarios para lograrlo.

La premisa central es simple: el objetivo de la actividad económica debe ser satisfacer las necesidades básicas de todos y hacerlo en equilibrio con el planeta.

Hay quien ha descrito a Raworth como la "John Maynard Keyenes del siglo XXI", por considerar que sus ideas "redefinen los fundamentos de la economía" y su planteamiento no tardó en llamar la atención internacional: fue presentada como un documento de trabajo para Oxfam en 2012, tomó protagonismo en la Asamblea General de la ONU y fue un referente para el movimiento social Occupy London.

Tuvo tanta repercusión que las ideas se expandieron más allá de las páginas de un libro para dar vida a Doughnut Economics Action Lab, un proyecto que se encarga de proporcionar herramientas y equipar a todo aquel que quiera poner en práctica este modelo de economía, ya sea un barrio, una aldea o una ciudad entera.

La economista española Carlota Sanz es cofundadora de ese espacio,encargado de llevar a la práctica las ideas de Raworth.

"Muchas personas creen que no hay alternativa al modelo económico actual, pero la economía es una ciencia social hecha por personas y las personas pueden cambiarla", le dice en una entrevista a BBC Mundo.

"El hemisferio sur todavía tiene las oportunidad de hacer las cosas diferentes", añade.

Y es que no se trata de un simple debate teórico. Los datos empíricos indican que el capitalismo a su ritmo actual no es sostenible, subraya.

El modelo "consta de dos anillos concéntricos: una base social, para garantizar que nadie se quede corto en las necesidades básicas, y un techo ecológico, para garantizar que la humanidad no sobrepase los límites de la Tierra", explica.

"Entre estos dos conjuntos de límites se encuentra un espacio en forma de rosquilla, o dona, que es ecológicamente seguro y socialmente justo. Este es el espacio en el que la humanidad puede prosperar".

Lo que sigue es un extracto de la conversación que la economista mantuvo con BBC Mundo en la que repasa qué dinámicas económicas hemos heredado, por qué no funcionan y cómo podemos cambiarlas para alcanzar la prosperidad.

¿En que se quedan obsoletas, según ustedes, las grandes teorías económicas desarrolladas en el siglo XX?

Las teorías económicas más ortodoxas de siglo pasado se centraron únicamente en el valor que genera el mercado y en el papel que juega luego el estado en provisionar bienestar.

Hasta hace muy poquito, la narrativa predominante era la lucha entre el mercado y el Estado, y la dicotomía entre ellos.

La propuesta de la "economía de la dona" va mucho más allá: entiende la economía como algo que está por encima de ese debate.

Lo que proponemos es que hay que levantar la cabeza y ver que además estos dos, hay más agentes que generan valor, como el de los hogares, el de la economía doméstica tradicionalmente a cargo de las mujeres, pero también el valor que se crea en los comunes, o sea, en tu barrio.

Y de hecho, creo que esta visión más amplia de lo que es la economía ha quedado completamente en evidencia ahora con la pandemia.

¿Entonces, al hablar de las teorías económicas obsoletas,están hablando del capitalismo?

El capitalismo es una palabra muy grande.

Yo ahora mismo no estoy hablando ni de capitalismo ni de otros sistemas.

Me estoy refiriendo a las dinámicas del sistema capitalista que se han quedado obsoletas.

Una de ellas es este sistema industrial degenerativo.

Esa dinámica de tomar, hacer, gastar y perder, es lo que está provocando que ya estemos excediendo los límites que tiene nuestro planeta vivo.

¿A qué se refiere con industria degenerativa?

Al sistema de producción que tenemos en general.

Usamos plásticos, metales, vidrio, producimos cosas y luego las desechamos.

Eso tiene impacto en los océanos y lagos de todo el mundo. Y vemos residuos electrónicos en los vertederos de los barrios más pobres del mundo.

Las consecuencias de todo esto van desde el cambio climático a niveles de pérdida de biodiversidad catastróficos, o niveles de conversión de tierra que son excesivos.

También hemos heredado, a través de este sistema, unas dinámicas divisivas que centralizan el valor que se genera en una economía en las manos de unos pocos.

La forma en la que hemos estructurado las empresas, la forma en la que se ha desarrollado la ley, las tecnologías, provoca la centralización del poder y que la riqueza estén concetrados.

Y eso es lo que hace que ahora mismo el 1% más rico de la población mundial acapare el 50% de la riqueza global o que en la última década el número de millonarios en todo el mundo haya aumentado de 1.000 a 2.000.

Asistimos a una concentración no solo del valor, sino también de las oportunidades.

¿En qué fallaron las teorías del siglo pasado, según ustedes?

Yo creo que es un poco todo.

Al final hemos heredado un sistema donde el progreso tiene una forma de crecimiento indefinido y exponencial medido por el Producto Interior Bruto (PIB).

Tenemos economías que dependen estructuralmente de la expansión, sin importar que se esté traduciendo en una prosperidad real de las personas o que se tenga en cuenta el planeta en el que vivimos y del que dependemos.

A día de hoy, tenemos economías que son más ricas que nunca y, sin embargo, todavía creemos que prosperar significa una expansión ilimitada de una cifra económica como es el PIB.

¿No cree que eso sea así?

Yo creo que no es así.

Esto tiene implicaciones muy grandes en los países del hemisferio sur donde el crecimiento tiene cabida. Pero en los países ricos del hemisferio norte, hay que ver hasta qué punto una economía que ya está creciendo puede seguir expandiéndose indefinidamente.

Bajo mi punto de vista, el debate no es si una economía crece o no, lo importante es qué tipo de crecimiento tiene.

Pero además, hay que reconocer que tenemos países y economías que están creciendo, sin importar que estén prosperando o no.

Para definir qué significa prosperar, tenemos que pensar qué progreso buscamos en el siglo XXI.

Este siglo hemos visto repetidas crisis, como la Gran Crisis Financiera de 2008, la crisis del colapso climático que estamos viviendo o la pandemia mundial.

Y te das cuenta de que precisamente muchas crisis económicas surgen como consecuencia de esos sistemas que hemos heredado.

Y de que son sistemas que se han creado por las personas y que, por tanto, las personas los pueden cambiar.

¿Qué cambios necesitan las sociedades actuales con respecto a estos problemas?

Hay que cambiar ese sistema degenerativo a uno que sea regenerativo y circular por diseño. Uno que funcione dentro de los ciclos de la biosfera y el planeta.

Necesitamos una economía que esté basada en la energía renovable, en la que el principio más importante sea que la basura de un proceso se convierte en combustible para el siguiente proceso.

(Requerimos de) una economía que pueda ser modular por diseño; es decir, donde los objetos, los productos que compramos, puedan desmontarse fácilmente para ser reparados, y así no utilizarlos y desecharlos continuamente a la biosfera.

Pero para que una economía funcione es necesario consumir. Si alguien me repara el tostador significa que no voy a comprar un tostador nuevo y que la marca venderá menos, la fábrica producirá menos, tendrá que despedir trabajadores...

Es verdad. La economía, tal y como está diseñada, depende de que consumamos productos nuevos.

Y lo que plantea la "economía de la dona" es que habría que cambiar el diseño de esa economía hacia una regenerativa y distributiva.

Esto significa que la renta y la riqueza generada por terceros se reparte de forma mucho más equitativa.

He hablado de esa expansión indefinida que de hecho está muy ligada con tu pregunta del consumismo.

O sea, necesitamos consumir, porque si no la economía no crece y entonces no funciona.

Lo que planteamos en nuestro modelo económico es que en lugar de una economía que dependa de esa expansión indefinida, lo que se necesita son economías donde el progreso sea un equilibrio entre lo que las personas necesitan para satisfacer sus necesidades y preservar sus derechos en el marco de los recursos que tiene el planeta.

Estamos tratando de una forma muy distinta el concepto de progreso.

Está implícito en casi todos los discursos económicos que el bien es una curva exponencial, creciente, pero nosotros hablamos de un equilibrio nuevo.

Y este equilibrio tiene una forma distinta. Y en ese en este caso concreto, nosotros lo simbolizados con la forma de la dona (doughnut).

¿Puede explicar, con ejemplos concretos, cómo una economía degenerativa puede convertirse en regenerativa?

El primer ejemplo que me viene a la cabeza es de Ámsterdam, una ciudad que ha adoptado el modelo de la "economía de la dona" para guiar su recuperación social y económica tras la pandemia de covid-19.

En un barrio a las afueras de la ciudad se está construyendo un edificio que se ajusta completamente a los principios de construcción de nuestra propuesta.

Está hecho de materiales recuperados como madera o aluminio, es eficiente energéticamente y tiene un diseño modular.

Los muros no están pegados o cementados, sino que están atornillados y recortados para que se puedan desenlazar y desechar si hay partes que necesitan reparación.

Hoy en día, Ámsterdam está exigiendo a sus contratistas unos mínimos en cuanto a materiales y formas de producción para los edificios públicos.

Estas son medidas que están llevando a que la ciudad se convierta cada vez más en regenerativa por diseño.

Otro ejemplo que me gusta contar es el de la ciudad india de Bangalore, donde se están extendiendo los cafés de reparación. También pasa en Seúl o en ciudades de Ghana. Mitad café, mitad taller, tienen un elemento de comunidad.

Puedes ir con tu tostador y te enseñan a repararlo. O con ropa, muebles, electrodomésticos, bicicletas, vajillas, juguetes.

Por un lado, tienes más conexión comunitaria y por otro la gente está ahorrando dinero. Y, al mismo tiempo, se habilita una vía para reducir el volumen de basura y de residuos que se generaría si en lugar de reparar estuvieses comprando.

¿Y cómo hacemos que la economía no sea divisiva, que las oportunidades y la riqueza no estén siempre en el mismo lado de la mesa y se repartan de forma mucho más equitativa?

La energía es un buen ejemplo.

En India, una comunidad ha instalado microrejillas comunitarias de energías renovables.

Es una red local y descentralizada de generación y distribución, donde la energía fluye alrededor de una comunidad de acuerdo con la demanda.

Esto permite que millones de personas, especialmente en zonas rurales, consigan acceso a la electricidad y hay un uso más eficiente, ya que la transmisión no es centralizada.

Pero es que además, con este sistema se beneficia más gente.

Hay más población que ve cubiertas sus necesidades. Los beneficios se reparten de forma más igualitaria.

La propiedad de esa energía no esté en manos de una multinacional, que al final responde a la maximización de beneficios de los accionistas a corto plazo, sino que se distribuye.

¿Cómo pueden las empresas sumarse a esta forma de pensar y de relacionarse con la comunidad?

Poniendo en marcha políticas que incluyan esa visión de economía más distributiva, como tener en cuenta a los empleados, asignar unos salarios dignos o establecer prácticas éticas a través de toda la cadena de producción.

También con compromisos fiscales.

La cadena de cosméticos Lush es una de las marcas comprometida con el fair tax pledge: pagar la cantidad de impuestos justa en el país donde se debe pagar y en el momento correcto.

Esta política contrasta con la de muchas empresas, que lo que están haciendo es lo contrario.

Es decir, emplean mucho esfuerzo y recursos en no pagar lo que tiene que ser y al país que debe ser.

¿Por qué cree que el pensamiento económico actual y las políticas económicas no está consiguiendo dar respuesta a los cambios sociales?

Creo que es porque estamos estancados.

A día de hoy la transformación que hace falta requiere un cambio muy profundo de mentalidad, de paradigma y de valores.

Se está viendo cada vez, sobre todo a pie de calle.

Hay un movimiento y hay interés por cambiar que se traduce en administraciones un poco más radicales e innovadoras en su forma de abordar los problemas ciudadanos.

Al final también es un tema de intereses y poderes, y de quién tiene poder para cambiar las cosas. Tenemos que pasar a tener un equilibrio.

La esperanza está ahí, en la escuela, en los profesores que se ponen en contacto con el Doughnut Economics Action Lab por que quieren enseñarle a sus alumnos otro tipo de economía.

Hay profesores de universidad que están intentando cambiar currículums, introducir nuevas ideas, introducir nuevos contenidos, explorar nuevos planteamientos.

Creo que también en muchos casos, no solamente va a depender de esperar a que el gobierno o que la jefa de turno dé los pasos.

Mucha de la presión va a venir por el movimiento de abajo, por una red a pie de calle que va a impulsar esos cambios.

Fuente: https://www.bbc.com/mundo/noticias-56283169

 


lunes, 19 de octubre de 2020

AGUJEROS NEGROS: CÓMO EL DESTELLO DE INTUICIÓN DE UN CIENTÍFICO DEMOSTRÓ SU EXISTENCIA


La atracción gravitacional de un agujero negro es tan fuerte que nada, ni siquiera la luz, puede escapar. Sería algo similar a lo que se ve en esta simulación.

  • Patchen Barss
  • Para BBC Future

15 octubre 2020

 

Un frío día de septiembre de 1964, Roger Penrose recibió la visita de un viejo amigo, el cosmólogo británico Ivor Robinson había llegado desde Dallas, donde vivía y trabajaba.

Siempre que se encontraban, nunca les faltaba la conversación, y su charla en esta ocasión fue ininterrumpida y amplia.

Mientras caminaban cerca de la oficina de Penrose en el Birkbeck College de Londres, se detuvieron brevemente en la acera, esperando a que el tráfico les permitiera cruzar.

Esa parada momentánea de su paseo coincidió con una pausa en la conversación y se quedaron en silencio al atravesar la calle.

En ese momento, la mente de Penrose divagó.

Viajó 2.500 millones de años luz a través del vacío del espacio exterior hasta la masa hirviente de un quásar giratorio.

Se imaginó cómo el colapso gravitacional se estaba apoderando de ella, atrayendo una galaxia entera más profundamente y cada vez más cerca del centro.

Como una patinadora artística girando al tiempo que acerca los brazos al cuerpo, la masa giraba más y más rápidamente a medida que se contraía.

Este breve ejercicio mental lo condujo a una revelación, una que 56 años después le valdría el Premio Nobel de Física.

Como muchos relativistas -físicos teóricos que trabajan para probar, explorar y ampliar la teoría de la relatividad general de Albert Einstein-, Penrose había pasado la década de los 60 estudiando una contradicción extraña, pero particularmente complicada, conocida como "el problema de la singularidad".

Einstein publicó su teoría de la relatividad en 1915, revolucionando la comprensión de los científicos sobre el espacio, el tiempo, la gravedad, la materia y la energía.

 


 
Roger Penrose fue galardonado con el Premio Nobel de Física por su trabajo sobre singularidades.

En la década de 1950, la teoría de Einstein tuvo un gran éxito, pero muchas de sus predicciones todavía se consideraban improbables e imposibles de comprobar.

Sus ecuaciones mostraban, por ejemplo, que era teóricamente posible que el colapso gravitacional forzara suficiente materia a una región lo suficientemente pequeña como para que se volviera infinitamente densa, formando una "singularidad" de la que ni siquiera la luz podría escapar.

¿Se pueden ver?

Este fenómeno paso a conocerse como los agujeros negros.

Pero dentro de tales singularidades, ya no serían aplicables las leyes conocidas de la física, incluida la propia teoría de la relatividad de Einstein que la predijo.

Las singularidades fascinaban a los relativistas matemáticos por esta misma razón.

La mayoría de los físicos, sin embargo, estaban de acuerdo en que nuestro universo era demasiado ordenado para contener esas regiones.

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E incluso si existieran singularidades, no habría forma de observarlas.

"Hubo un gran escepticismo durante mucho tiempo", dice Penrose.

Llega la radioastronomía

"La gente esperaba que hubiera un rebote: que un objeto colapsara y girara de alguna manera complicada, y volviera a salir".

A fines de la década de 1950, las observaciones del emergente campo de la radioastronomía provocaron confusión en estas ideas.

Los radioastrónomos detectaron nuevos objetos cósmicos que parecían ser muy brillantes, muy distantes y muy pequeños.

El primer nombre que recibieron fue el de "objetos cuasi-estelares" y poco a poco se fue abreviando hasta ser conocidos como "quásares".

Estos objetos parecían exhibir demasiada energía en un espacio demasiado pequeño.

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Aunque parecía imposible, cada nueva observación apuntaba hacia la idea de que los cuásares eran galaxias antiguas en proceso de colapsar en singularidades.

Los científicos se vieron obligados a preguntarse si las singularidades eran tan improbables como todos pensaban.

¿Fue esta predicción de la relatividad de Einstein algo más que una fantasía matemática?

En Austin, Princeton y Moscú, en Cambridge y Oxford, en Sudáfrica, Nueva Zelanda, India y otros lugares, cosmólogos, astrónomos y matemáticos se lanzaron a buscar una teoría definitiva que pudiera explicar la naturaleza de los quásares.

La mayoría de los científicos abordaron el desafío tratando de identificar cuáles eras las circunstancias altamente especiales bajo las cuales podría formarse una singularidad.

Penrose, entonces profesor del Birkbeck College de Londres, adoptó un enfoque diferente.

Su instinto natural siempre había sido el de buscar soluciones generales, principios subyacentes y estructuras matemáticas esenciales.

Pasó muchas horas en Birkbeck, trabajando en un gran pizarrón cubierto de curvas y giros de diagramas de su propio diseño.

La solución del equipo ruso

En 1963, un equipo de teóricos rusos dirigido por Isaac Khalatnikov publicó un aclamado artículo que confirmaba lo que la mayoría de los científicos todavía creían: las singularidades no eran parte de nuestro universo físico.

En el universo, dijeron, las nubes de polvo o las estrellas que colapsan se expandirán de nuevo mucho antes de que alcancen el punto de singularidad. Tenía que haber alguna otra explicación para los quásares.

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Penrose se mostró escéptico.

"Tenía la fuerte sensación de que con los métodos que estaban usando, era poco probable que hubieran llegado a una conclusión firme al respecto", dice.

"Me pareció que el problema necesitaba ser visto de una manera más general de lo que estaban haciendo. Tenían un enfoque algo limitado".

Pero aunque rechazaba los argumentos, todavía no había desarrollar una solución general para el problema de la singularidad.

Hasta la visita de su amigo Ivor Robinson.

Aunque Robinson también estaba investigando el problema de la singularidad, la pareja no lo discutió durante su conversación ese día de otoño de 1964 en Londres.

Sin embargo, durante el breve silencio de ese caótico cruce de calles, Penrose se dio cuenta de que los rusos estaban equivocados.

Toda esa energía, movimiento y masa encogiéndose juntos crearía un calor tan intenso que la radiación estallaría en todas las longitudes de onda y en todas direcciones.

Cuanto más pequeño y rápido se volviera, más brillante se volvería.

Mapeó mentalmente sus dibujos de la pizarra y los bocetos diarios de ese objeto distante, buscando en su mente el punto en el que los rusos predijeron donde esta nube volvería a explotar.

No existía tal punto.

La revelación

En su mente, Penrose vio por fin cómo el colapso continuaría sin obstáculos.

Fuera del centro de densificación, el objeto brilla con más luz que todas las estrellas de nuestra galaxia.

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Y en el fondo, la luz se dobla en ángulos dramáticos, el espacio-tiempo se deforma hasta que todas las direcciones convergen una sobre otra.

Llegaría un punto sin retorno.

La luz, el espacio y el tiempo se detendrían por completo: un agujero negro.

En ese momento, Penrose supo que una singularidad no requería circunstancias especiales.

En nuestro universo, las singularidades no eran imposibles, eran inevitables.

Cuando acabó de cruzar la calle, retomó su conversación con Robinson e inmediatamente se olvidó de lo que había estado pensando.

Se despidieron y Penrose volvió a las nubes de tiza y los montones de papeles de su oficina.

El resto de la tarde transcurrió con normalidad, excepto que Penrose se encontraba de un humor desmedido.

No podía entender por qué.

Comenzó a revisar su día, investigando qué podría estar impulsando su euforia.

Su mente regresó a ese momento de silencio al cruzar la calle.

Y todo volvió de nuevo. Había resuelto el problema de la singularidad.

Comenzó a escribir ecuaciones, probar, editar, reorganizar.

El argumento aún se le resistía, pero todo funcionó.

Un colapso gravitacional requería, en papel, solo algunas condiciones de energía muy generales y fáciles de cumplir, para caer en una densidad infinita.

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Penrose supo en ese momento que tenía que haber miles de millones de singularidades esparcidas por el cosmos.

Era una idea que cambiaría nuestra comprensión del universo y daría forma a lo que sabemos hoy sobre él.

En dos meses, Penrose comenzó a dar charlas sobre el teorema.

A mediados de diciembre, presentó un artículo a la revista académica Physical Review Letters, que se publicó el 18 de enero de 1965, solo cuatro meses después de cruzar la calle con Ivor Robinson.

La respuesta no fue exactamente la que esperaba.

El Teorema de la Singularidad de Penrose fue debatido, refutado e impugnado.

El debate alcanzó su punto crítico en el Congreso Internacional sobre Relatividad General y Gravedad en Londres que tuvo lugar en Londres ese año.

"No fue muy amigable. Los rusos estaban bastante molestos y la gente se mostraba reacia a admitir que ellos se habían equivocado", dice Penrose.

La conferencia terminó sin que se resolviera el debate.

Pero no mucho después, se supo que la publicación de los rusos tenía errores en sus cálculos: las matemáticas tenían fallas fatales y su tesis ya no era sostenible.

"Hubo un error en la forma en que lo estaban haciendo", dice Penrose.

A finales de 1965, el Teorema de la Singularidad de Penrose estaba ganando terreno en todo el mundo.

Su especial destello de intuición se convirtió en una fuerza impulsora de la cosmología.

Había ido más allá de explicar qué era un quásar: había revelado una verdad importante sobre la realidad subyacente de nuestro Universo.

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Cualquier modelo que se le ocurriera a la gente a partir de entonces tenía que contemplar las singularidades, lo que significaba incluir ciencia que va más allá de la relatividad.

Las singularidades también comenzaron a filtrarse en la conciencia pública, en parte gracias a que se las conoció de manera evocadora como "agujeros negros", un término utilizado públicamente por primera vez por la periodista científica estadounidense Ann Ewing.

Stephen Hawking se basó en el Teorema de Penrose para cambiar las teorías sobre el origen del universo después de que ambos trabajaron juntos en singularidades.

Las singularidades se volvieron fundamentales para todas las teorías sobre la naturaleza, la historia y el futuro del Universo.

Los físicos experimentales identificaron otras singularidades, incluida la que se encuentra en el corazón del agujero negro hipermasivo que está en el centro de nuestra propia galaxia y que fue descubierta por Reinhard Genzel y Andrea Ghez, quienes compartieron el Premio Nobel de Física con Penrose este año.

El propio Penrose pasó a desarrollar una teoría alternativa a la del Big Bang conocida como Cosmología Cíclica Conformada, cuya evidencia podría provenir de las señales remanentes de los agujeros negros antiguos.

En 2013, la ingeniera e informática Katie Bouman dirigió un equipo de investigadores que desarrollaron un algoritmo que esperaban que permitiera fotografiar agujeros negros.

En abril de 2019, el telescopio Event Horizons utilizó ese algoritmo para capturar las primeras imágenes de un agujero negro, proporcionando una confirmación visual dramática de las que, en algún momento, habían sido las controvertidas teorías de Einstein y Penrose.

·         Katie Bouman, la mujer de 29 años detrás de la primera foto de un agujero negro

Aunque Penrose, que ahora tiene 89 años, se complace de haber sido galardonado con el más alto honor en física, el Premio Nobel, hay algo que le preocupa.

"Me siento raro. He estado tratando de adaptarme. Es muy halagador y un gran honor y lo aprecio mucho", me dice unas horas después de recibir la noticia.

"Pero, por otro lado, estoy tratando de escribir tres artículos (científicos) diferentes al mismo tiempo, y esto hace que sea más difícil que antes".

El teléfono, explica, no ha dejado de sonar con gente felicitándolo y periodistas pidiendo entrevistas.

Y todo ese clamor no lo deja concentrarse en sus últimas teorías.

*Patchen Barss es un periodista científico de Toronto que está escribiendo una biografía de Roger Penrose.

Fuente: https://www.bbc.com/mundo/noticias-54557087

 

 

domingo, 27 de mayo de 2018

EL PAÍS QUE RECHAZÓ LA AYUDA DEL FMI EN UNA CRISIS FINANCIERA (Y LE FUE BIEN)




BBC Mundo
26-05-2018

En medio de una de las peores crisis financieras en décadas, Malasia dijo no al Fondo Monetario Internacional.


El país asiático optó en cambio por seguir "el principio Sinatra y hacer las cosas a su manera", en palabras del entonces primer ministro y actual primer ministro electo, Mahathir Mohamad.

Más de 20 años después, en un momento en que el FMI analiza el préstamo pedido por Argentina, la experiencia malaya cobra interés de nuevo.

En 1997, el Sudeste Asiático se enfrentó a la tormenta económica perfecta. El 2 de julio, la cotización de la moneda tailandesa, el baht, se hundió un 20% después de haber abandonado la paridad con el dólar.

Las divisas de Corea del Sur, Indonesia, Malasia y Filipinas, entre otros países de la región, la siguieron en una reacción en cadena que hizo que los mercados entraran en pánico.

La tormenta perfecta financiera
 
La crisis subsiguiente tuvo importantes consecuencias políticas y sociales -como los disturbios que llevaron a la dimisión del presidente Suharto de Indonesia tras 30 años en el poder- e hizo que el PIB de los países de la Asociación de Asia-Pacífico (ASEAN) se contrajera en más de US$220.000 millones.

Para finales de 1998, el Fondo Monetario Internacional había aprobado rescates en la región por valor de 117.000 millones de dólares.

Una financiación sujeta a estrictas condiciones: drásticos recortes en el gasto público, aumento de las tasas de interés y reducción del déficit público.

A diferencia de sus vecinos, Malasia decidió no recurrir a la ayuda financiera del FMI y, por tanto, evitar la aplicación de las recetas económicas que la acompañaban.

La caída de la economía malaya
 
"Una de las razones por la que Malasia rechazó la asistencia del FMI fue porque no estaba de acuerdo con sus políticas. Pese a que el país siempre fue una economía bastante abierta y orientada al mercado, se equilibraba con una participación considerable del Estado en la economía", escribieron los profesores Ross P. Buckley y Sarala M. Fitzgerald en su artículo Una evaluación de la respuesta de Malasia al FMI durante la crisis económica asiática, publicado por la Universidad de Nueva Gales del Sur, en Australia.

A pesar de haber crecido a un ritmo del 8% o más durante varios años, 12 meses después del inicio de la crisis, en 1998, la economía malaya se contraía a un ritmo similar.

La inversión privada y el consumo cayó hasta un 25% y el valor de la moneda, el ringgit, se desplomó un 35% a finales de 1997 respecto a un año antes. La bolsa de Kuala Lumpur, la capital del país, cayó un 50%.

Contra Occidente
 
Mahathir responsabilizó entonces a Occidente de las causas de la crisis y señaló al magnate estadounidense de origen húngaro George Soros como principal beneficiario de los movimientos especulativos de capital que hicieron temblar las monedas asiáticas.

Soros se defendió de aquellas acusaciones y aseguró que Mahathir -quien hoy tiene 92 años y en breve volverá al poder y se convertirá en el mandatario más anciano del mundo- representaba un "peligro para su propio país".

Pero, ¿en qué consistieron las medidas económicas que tomó Malasia en paralelo al FMI y a la ortodoxia liberal?

En algunos aspectos adoptó soluciones similares a las del resto de países asiáticos.

Por ejemplo, Malasia aumentó las tasas de interés de forma abrupta en un intento por convencer a los inversores internacionales y locales de mantener la divisa malaya para tratar de evitar el riesgo de caer en una espiral de devaluaciones y de inflación.

La receta de Malasia frente al FMI
 
En otras cuestiones, en cambio, Malasia llevó la contraria al FMI.

La principal ruptura tuvo lugar en septiembre de 1998, un año después del inicio de la crisis, con la introducción de controles en el mercado de divisas.

El gobierno obligó a los inversores extranjeros a mantener su dinero en Malasia durante un año y a repatriar los capitales en ringgit en el extranjero en el plazo de un mes.

Además, se impusieron duras restricciones a la cantidad de dinero que los malayos podían sacar del país.

"Estas medidas son una herejía a los ojos de los mercados financieros. Se alertó que en el futuro llevarían a una salida de los inversores del país", escribió en aquella época el corresponsal de Economía de la BBC Andrew Walker.

El desastre que no llegó
 
Sin embargo, poco más de un año después, en 1999, cuando esas medidas ya habían dejado de estar en vigor, el propio FMI concluyó que el margen de maniobra que permitieron los controles implementados por Malasia fue utilizado para adoptar reformas en su sector financiero y para fortalecer su sistema bancario.

En 1999, Malasia -y el resto de los países del sudeste asiático-volvía a crecer, la bolsa se había recuperado y la moneda se había estabilizado.

Desde entonces, el país se consolidó como una economía emergente en expansión y, de acuerdo al FMI, hoy se encuentra a las puertas de convertirse en un país de altos ingresos.

 De acuerdo con el FMI, Malasia se encuentra cerca de ser considerado un país de ingresos altos. 

"La economía de Malasia continúa creciendo con solidez, a un ritmo superior al anticipado de un 5,8% en 2017 y un crecimiento proyectado del 5,3 para 2018", asegura un informe del FMI de marzo de 2018.

Pero la evolución positiva de Malasia no es excepcional entre los países de la región.

¿De quién fue el éxito?
 
También aquellos que solicitaron los rescates del FMI y aplicaron sus condiciones salieron de la crisis en un plazo similar y volvieron a crecer.

Por tanto, ¿hasta qué punto fue un éxito la política malaya? ¿O realmente funcionó mejor que las recetas del FMI?

Se ha argumentado que a Malasia le pudo haber ido incluso mejor con la asistencia del FMI porque, a diferencia de otros países, tenía la voluntad política para llevar a cabo reformas significativas y contaba con una regulación empresarial y un marco legal sólidos.

Buckley y Fitzgerald discrepan de ese argumento.

"Las políticas económicas de Malasia durante la crisis asiática produjeron resultados ligeramente mejores y, ciertamente, no peores que los de los de los países bajo los programas del FMI", afirman en su artículo.

"Los pobres en Malasia están significativamente mejor hoy de lo que hubieran estado bajo las políticas del FMI (…) El rechazo de Malasia a implementar las políticas del FMI le permitió mantener el control sobre su destino económico. Esto fue preferible porque Malasia actuó en función de sus propios intereses. A diferencia del FMI, su gobierno no era responsable de proteger el conjunto del sistema financiero internacional", apuntan los expertos australianos.

La "apostasía económica" de malaya
 
En su momento, el gobierno malayo aseguró que las ideas del premio Nobel de Economía Paul Krugman -firme defensor de los controles de capital- habían influido en sus políticas.

Tras la crisis, Krugman cuestionó la forma en que se tomaron esas medidas, en un momento en que el pánico en los mercados ya estaba disminuyendo.

Crítico con el gobierno malayo de la época, el profesor estadounidense reconoció que, más allá del éxito obtenido, la experiencia malaya sirvió para desmontar algunas "dogmas de fe" económicos.

"Cuando los controles entraron en vigor, muchos analistas occidentales predijeron el desastre: un colapso de la economía, hiperinflación, mercados en negro. No sucedió", escribió en 1999 en un artículo publicado en la revista Slate.

"El hecho objetivo es que se piense lo que se piense de Mahathir, Malasia se salió con la suya con su apostasía económica. Se puede cuestionar si la apostasía era necesaria pero no decir que fue un desastre", aseguró.