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lunes, 9 de abril de 2018

EL DINERO: UNA DE LAS ESENCIAS HUMANAS ENAJENADAS Y SU SUPERACIÓN



domingo, 8 de abril de 2018

Un trabajador valenciano, lector de mi blog, me formula siguiente pregunta: ¿Se tiene que mantener el dinero como la materialización lógica e histórica del valor y las condiciones de producción? Entiendo que cuando este lector habla de las condiciones de producción, habla de las condiciones de producción mercantiles. Aclaro que hablaré de las condiciones mercantiles de la producción y no de las condiciones mercantiles capitalistas. Pues si bien me parece muy lejana, cuestión de varios siglos, la superación de la determinación mercantil de la riqueza, no me lo parece tanto la superación de su determinación de capital. Aclarado este pormenor, esta es mi respuesta.

Pensemos en la religión. Pensemos en Dios como un ser que existe en el más allá que creó al mundo y a su principal criatura: el ser humano. El ateísmo nacido de las ciencias naturales busca razones para demostrar que Dios no existe. Y quienes lo hacen, quienes creen en Dios, según estos ateos, son seres irracionales, personas no científicas, personas que se dejan guiar por la fe y no por la razón. Quienes luchan de este modo contra la religión se mantienen dentro de la enajenación, pues conciben a Dios como una esencia ajena al hombre y fruto de mentes irracionales. Si, por el contrario, pensamos la religión desde un punto de vista antropológico, esto es, siguiendo las directrices de Feuerbach, concebiremos a Dios como una imagen del hombre,  como un hombre idealizado. Veremos que no encontramos en Dios más que las cualidades del ser humano presentadas de forma idealizada. Dios es una creación del hombre. De este modo nos apropiamos de la esencia de Dios, la hemos humanizado, y ya no se nos presenta como una esencia enajenada y extrañada. Pero habiendo superado en el ámbito de la teoría la esencia enajenada de Dios, ¿superamos con ello la religión? Pues no. La necesidad de la religión, la necesidad de que exista un Dios superpoderoso, está determinada no por la conciencia sino por el hambre, la guerra y la enfermedad que padecen los seres humanos. Solo cuando construyamos un mundo donde la guerra y el hambre no existan y la enfermedad no genere muerte, solo entonces el ser humano estará en condiciones de superar la religión. Así que haremos bien en comprender que una cosa es la superación teórica de la religión como enajenación de la esencia humana y otra muy distinta es su superación práctica.

Pensemos ahora en el dinero. Es un producto histórico. Tiene más de mil años de existencia. Se presenta como una cosa. Es la esencia fundamental del mercado. El dinero está en todo, lo media todo, nada es posible sin él. Como potencia superpoderosa y causa de los grandes  males sociales que azotan a la humanidad, es lógico que mucha gente desee la destrucción del dinero y, con él, la del mercado. Pero luchar de este modo contra el dinero y el mercado es permanecer dentro de las condiciones de la enajenación. Si, por el contrario, concebimos el dinero como la objetivación del trabajo humano abstracto, si pensamos que el dinero en su origen no es más que una mercancía y que, por tanto, su secreto no es más que el secreto de la mercancía, superaremos la enajenación mercantil. Ahora vemos que en la cosa, en el dinero, está el sujeto y una de sus más importantes esencias: el trabajo. Pero sucede en este caso como con Dios, aunque teóricamente podamos superar la forma enajenada que representa el dinero, ¿superaremos con ello el dinero y el mercado en la práctica? Pues no. La necesidad del dinero es la necesidad del intercambio de mercancías creado por la división del trabajo. Y mientras que tengamos que medir la participación de cada persona en la riqueza nacional mediante el trabajo, será necesario el dinero. Así que incluso en el socialismo, donde debe predominar el principio de a cada cual según su trabajo, será necesario el dinero y, con ello, el mercado.



jueves, 21 de julio de 2016

UNA REFORMA PARA “EVITAR” LA MUERTE DEL CAPITALISMO: REDUCCIÓN DEL TIEMPO DE TRABAJO Y DESEMPLEO





REDUCCIÓN DEL TIEMPO DE TRABAJO Y DESEMPLEO:
UN ESCENARIO EUROPEO




Michel Husson[1]
DOI: 10.1387/lan-harremanak.16570





ABSTRACT

  En este artículo  se señalan  las condiciones  que debe reunir la Reducción del Tiempo de Trabajo (RTT) para la creación de empleo, mediante  un escenario a escala europeo y en base a un ejercicio realizado  sobre Francia. Se expone las diferentes modalidades de reducción de la duración de trabajo: una, excluyente, basada en la coexistencia de jornadas a tiempo completo con jornadas a tiempo parcial y el desempleo; otra igualitaria,  que reparte el total de las horas trabajadas entre todas las personas candidatas  a un empleo. Se presenta un cálculo, sumario pero muy aclaratorio, sobre la «duración del trabajo de pleno empleo» que permitiría reducir a cero la tasa de paro. Asimismo  se indica  que la diferencia relativa entre la duración de trabajo de pleno empleo y la duración  efectiva es igual a la tasa de paro. Se señalan las cuestiones políticas que van ligadas a una política de reducción de la duración de trabajo y los aspectos de su financiación. Se concluye con los principios que debe reunir una «buena RTT». El artículo finaliza  con tres breves anexos que presentan con matemáticas  sencillas varios aspectos de la RTT.

Palabras clave: reducción tiempo de trabajo, trabajo, reparto, salario, empleo.


 
En el momento en el que la idea misma de reducción del tiempo de trabajo (RTT) es condenada como una herejía por los economistas neoliberales[2], no es inútil mostrar en qué condiciones la RTT puede hacer retroceder al desempleo. Ilustramos esta demostración con ayuda de un escenario construido a escala europea, en base al modelo de un ejercicio realizado sobre Francia[3].

Y sin embargo se reduce

Imaginemos una sociedad cuya población activa es de 100 personas: 60 de ellas trabajan a tiempo completo 40 horas por semana, otras 20 trabajan a tiempo parcial 20 horas por semana; y los 20 restantes están en desempleo y así pues a cero horas de trabajo. El número total de horas trabajadas es de 2.800 y la duración media del trabajo (calculada sobre la base de las personas que tienen un empleo) es de 35 horas.

Consideremos ahora otra sociedad, que cuenta con la misma población activa y el mismo número de horas trabajadas. Pero estas están esta vez repartidas sobre el conjunto de la población activa. La duración del trabajo es entonces de 28 horas. Suponiendo que no existe el trabajo a tiempo parcial se observa que todos los empleos son de 28 horas.

Esta pequeña fábula permite ilustrar una realidad esencial: la cuestión no es saber si la duración del trabajo debe bajar o no sino cuales las modalidades de esta reducción, sea por la exclusión, sea por la igualdad. En Francia, el proyecto de ley «trabajo» está concebido para «descomponer» todavía un poco más las 35 horas e incluso vaciar de todo contenido la noción misma de duración legal del trabajo. Ha escogido así claramente la vía de la fragmentación social.

Por esta razón las comparaciones internacionales, muy a menudo manejadas para probar las virtudes de tal o cual «modelo» deber ser cuidadosamente desmenuzadas. En realidad, todos los países puestos como ejemplo porque han reducido su tasa de paro, sólo lo han realizado extendiendo el campo de la precariedad y del tiempo parcial.

Pequeña aritmética de la rtt

Nuestro ejemplo hipotético puede ser desarrollado sobre el ejemplo europeo. Se examinarán a continuación las objeciones habitualmente dirigidas a estas «reglas de tres» por los neoliberales que las encuentran simplistas. En Europa[4], la producción de bienes y servicios ha necesitado en el 2014 284 mil millones de horas de trabajo (de las cuales el 80% aproximadamente de trabajo asalariado). La duración media de trabajo se calcula relacionando ese «volumen de trabajo» con el número de empleos. Siempre en 2014, el número de personas que disponían de un empleo era de 181 millones (de los que 154 millones eran asalariados). La duración anual del trabajo era pues de media de 1.575 horas y de 1.470 para los asalariados. Estas cifras son evidentemente globales y mezclan los empleos a tiempo pleno y a tiempo parcial.

Pero también se puede relacionar ese volumen de trabajo con la población activa, es decir con el conjunto de las personas en empleo o en desempleo, que se elevaba a 202 millones de personas (181 millones en empleo y 21 millones en paro). A partir de estos datos oficiales se puede también calcular la «duración del trabajo de pleno empleo» que sería pues de 1.409 horas por año.

Repartiendo de esta forma el volumen de trabajo entre todos los candidatos al empleo, se reduciría a cero la tasa de paro. La diferencia relativa entre la duración de trabajo de pleno empleo y la duración efectiva es en efecto igual a la tasa de paro, en este caso del 10,5% = (1.575-1.409)/1.575 (ver gráfico 1 y anexo 1).

Para suprimir el paro en Europa, ese cálculo muestra que sería necesario reducir la duración del trabajo en aproximadamente el 10%. Como la duración media equivale a aproximadamente 39 horas sería pues necesario pasar a las 35 horas.

Gráfico 1

Duración efectiva del trabajo y duración del trabajo de pleno empleo
 



Un escenario alternativo

Este escenario se basa sobre una hipótesis de reducción más rápida de la duración del trabajo que la observada en Europa: en lugar de caer de media de 0,33% por año, habría bajado el 0,6% por año, con las mismas inflexiones coyunturales que la duración observada. En 2014, la duración del trabajo sería entonces el 5,7% inferior a su nivel observado (ver gráfico 2.A). Esta reducción simulada solo franqueó pues una parte del camino hacia la duración del trabajo de pleno empleo. Ella permite sin embargo reducir de forma significativa la tasa de paro que habría sido inferior al 6% desde el inicio de los años 2000 (ver gráfico 2.B).

Este escenario no es neutro en lo que concierne al reparto de los ingresos. Si la reducción suplementaria de la duración del trabajo no es «compensada» por una baja del salario, la parte de los salarios debe lógicamente aumentar. Pero este aumento no hace más que recuperar una parte del retroceso registrado desde el inicio de los años 1980 (ver gráfico 2.C).


Gráfico 2
Reducción de la duración del trabajo: un escenario europeo

A. Duración del trabajo       


B. Tasa de paro                


C. Parte de los salarios


El cuestionamiento de las hipótesis

El ejercicio que acaba de presentarse se basa en la hipótesis implícita según la cual están dadas tres magnitudes: el volumen de trabajo, la población activa y la productividad del trabajo. Ellas suscitan a priori numerosas objeciones que han sido especialmente planteadas por los economistas neoliberales opuestos por principio a una política de reducción del tiempo de trabajo.

Considerar como dado el volumen de trabajo sería un razonamiento «maltusiano». Pero, en la práctica, solo aumentó el 6,2% entre 1992, o sea el 0,3% anual. En Francia ha progresado ligeramente entre 1997 y 2002, contrariamente a las predicciones de los detractores de la RTT.

Esta constatación puede interpretarse observando que la tasa de crecimiento del volumen de trabajo es la diferencia entre la tasa de crecimiento del PIB y la de la productividad horaria del trabajo (ver anexo 2). Sin embargo, se observa que, sobre un amplio período, el PIB y la productividad horaria tienden a aumentar a la misma tasa, de tal forma que el volumen de trabajo tiende a permanecer constante, o a aumentar muy moderadamente.

La segunda objeción es aceptable: la población inactiva no está inerte. Puede, por ejemplo, aumentar cuando el mercado de trabajo va mejor: las personas van en efecto a intentar encontrar un empleo, mientras que renuncian cuando aumenta la tasa de paro. Es lo que los economistas llaman «efecto de flexión» (ver anexo 3). Sería pues necesario, para proceder rigurosamente, modificar el modelo. La toma en cuenta de este «efecto de flexión» reduciría a corto plazo el impacto de la reducción del tiempo de trabajo, pero este efecto se disiparía a medio plazo.

La tercera objeción (la producción del trabajo está dada) se combina con la primera, y se apoya en dos razonamientos. La reducción de la duración del trabajo sin pérdida de salario haría aumentar el «coste del trabajo» y tendría, vía esta pérdida de competitividad, un impacto negativo sobre el nivel de actividad y, así, sobre el empleo. O bien, las ganancias de productividad reducirían el efecto sobre el empleo.


Una opción de sociedad, una cuestión política

Estas dos últimas objeciones permiten señalar que el ejercicio presentado no proviene de la economía «pura» sino que plantea cuestiones políticas. El argumento de la competitividad supone implícitamente que no se toca a la parte de los beneficios que va a dividendos. Sin embargo, esta es precisamente la contrapartida de una reducción insuficiente de la duración del trabajo y, con ello, del paro. No es coherente querer reducir este sin cuestionar la punción accionarial. La creación de empleos por reducción del tiempo de trabajo, y sin pérdida de salario, aumenta evidentemente la masa salarial; pero ella puede ser perfectamente compensada por una reducción de los dividendos distribuidos a los accionistas[5].

Por otra parte, no hay que olvidar que la creación de empleos por reducción del tiempo de trabajo se «autofinancia» parcialmente. Incluso sin hablar de sus efectos sociales e individuales sobre el bienestar, el desempleo no es gratuito. A las prestaciones de desempleo hay que añadir los efectos indirectos, especialmente en materia de salud pública. Reabsorber el desempleo reduce pues su coste en una proporción que, en el caso francés, va de un tercio a la mitad de un salario. Sería pues posible reducir las cotizaciones a medida que los empleos creados reduzcan las sumas dedicadas a la indemnización del desempleo, y el aumento de la parte de los salarios sería reducida otro tanto.

En cuanto al argumento de la productividad, es exacto: si la reducción de la duración del trabajo se compensa con una intensificación del trabajo, entonces es cierto que se reduce el efecto sobre el empleo. Ello es lo que ha sucedido durante el paso a las 35 horas en Francia: una parte del efecto de la reducción del tiempo de trabajo ha sido anulado por diversas formas de intensificación del trabajo. De esta importante experiencia se pueden extraer en conclusión varias lecciones de aplicación general.

Los principios de una buena RTT

— Mantenimiento del salario mensual: la RTT no debe ser un reparto del trabajo a masa salarial constante.
— La RTT debe ponerse en práctica «con contrataciones compensatorias» proporcionales a fin de evitar toda intensificación del trabajo: 10% de reducción del tiempo de trabajo = 10% de empleos de más (¡e incluso el 11,1% por las leyes de la aritmética!).
— La RTT debe ser la ocasión de una reabsorción del trabajo a tiempo parcial sufrido.
— La RTT debe acompañarse de formas de mutualización de los empleos en las pequeñas empresas.

Pero la condición de éxito más importante es el control de los asalariados sobre la puesta en práctica de la medida. Este control debe consistir en dos puntos esenciales: el primero es la realidad de las creaciones de empleos, el segundo las modalidades concretas de la RTT. Son los trabajadores quienes deben decidir colectivamente sobre la mejor forma de combinar las formas posibles de reducción del tiempo de trabajo, de forma que se tomen en cuenta las aspiraciones diferenciadas de los asalariados: reducción diaria (tantas horas por día), semanal (por ejemplo 4 días), anual (jornadas RTT) o plurianual (año sabático). Una forma de ese control podría ser la siguiente: en la medida en que los gastos del desempleo disminuirían con las creaciones de empleos, podrían ser acordadas reducciones de las cotizaciones sociales. Pero ellas serían sometidas a la validación por los asalariados respecto a cuatro criterios: la realidad de las creaciones de empleos, su carácter decente, el mantenimiento de los salarios y una política de reducción de los abonos de dividendos.


Anexos

1.  Duración del trabajo de pleno empleo y tasa de desempleo

Sea N el empleo, VOL el número total de horas de trabajo, DES el desempleo y POPAC la población activa. La duración media del trabajo DAT se calcula según: DAT = VOL/N

La duración del trabajo de pleno empleo DATPE se calcula según: DATPE = VOL/POPAC

Pero si se tiene en cuenta el hecho de que POPAC = N + DES, la ratio DATPE/DAT puede escribirse:

DATPE/DAT = N/POPAC = 1 – TDES con TDES (tasa de desempleo) = DES/POPAC

Se alcanza pues:

TDES = (DAT – DATPE)/DAT


2.  PIB y productividad horaria

La productividad horaria (PRODH) se calcula relacionando el PIB con el número de horas trabajadas (VOL). Se tiene pues PRODH = PIB/VOL. Entonces es fácil deducir que: VOL=PIB/PRODH, o anotando como tx a la tasa de crecimiento:

txVOL = txPIB – txPRODH.

3.  El efecto de flexión

La  población  activa  (POPAC)  es  por  definición  la  suma  del  empleo (N) y del desempleo (DES). En variaciones (Δ), se tiene entonces: ΔDES = ΔPOPAC – ΔN. Pero si el aumento del empleo (ΔN = 10) induce un aumento de la población activa (por ejemplo ΔPOPAC = 5), entonces la caída del desempleo (ΔDES) es de 5, es decir inferior a las creaciones de empleos.


[1] «Réduction du temps de travail et chômage: un scénario européen», nota hussonet Nº 98, 26 de abril de 2006, http://goo.gl/4uycDH. Traducido por Mikel de la Fuente Lavín.
[2] Michel Husson, «Flexibilité du travail, arnaque néolibéral» (II), A l’encontre, 14 de marzo de 2016, http://goo.gl/jUUm7a
[3] Michel Husson, «Réduction du temps de travail et chômage: trois scenarios», A l’encontre, 4 de abril de 2016, http://goo.gl/6uh2Mn
[4] 14 países: Austria, Bélgica, Dinamarca, España, Finlandia, Francia, Grecia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Holanda, Portugal, Reino Unido, Suecia.
[5] Para una demostración más detallada, ver Michel Husson, «Soixante ans d’emploi», 2009, http://goo.gl/x99OhY; ou Michel Husson, «Unemployment, working time and financialisation: the French case», Cambridge Journal of Economics, vol.39 n.º3, 2015, https://goo.gl/zB27Io

martes, 22 de septiembre de 2015

2,3 MILLONES DE SOLICITANTES PARA 368 PUESTOS DE TRABAJO





Agencias
22-09-2015

Cuando un estado del norte de la India anunció unos cientos de ofertas de empleo para trabajadores de oficina que preparan el té y hacen los mandados, la respuesta fue abrumadora.

Unas 2,3 millones de personas se postularon para los 368 puestos en el gobierno de Uttar Pradesh. Cientos de postulantes con doctorados y otros títulos universitarios se postularon para empleos que pagan 16.000 rupias (240 dólares) por mes y requieren un nivel educativo primario.

La enorme cantidad de gente que busca esos trabajos de baja calificación refleja el alto desempleo en el estado más poblado de la India y en buena parte del país.

El funcionario administrativo Prabhat Mittal dijo el viernes que habrá un examen escrito para los postulantes porque entrevistarlos a todos tomaría cuatro años.

"Es un número de postulantes pasmosamente alto", dijo el funcionario Alok Ranjan. 

"Esto refleja la situación del mercado laboral en la India y la desesperación de los jóvenes que a pesar de su alto nivel educativo están dispuestos a aceptar un trabajo de hacer mandados y lavar tazas y platillos de té".

Las ofertas aparecieron en agosto y el período para presentarse finalizó el 14 de septiembre.

Al menos 255 postulantes tenían doctorados y más de 200.000 eran licenciados. Una treintena de ingenieros en computación se sumaron a la disputa.

La creación de empleos es una tarea apremiante en esta nación de 1.200 millones de habitantes en la que 13 millones de jóvenes ingresan anualmente al mercado laboral.

La tasa de desempleo oficial es de 6,6%, pero esto no incluye a las decenas de millones que gana apenas lo suficiente para vivir con trabajos serviles, inseguros y agotadores. En el caso de los jóvenes que buscan empleo, la tasa oficial de paro asciende al 10,5%.

El problema se debe en parte a la mala calidad de la educación. Millones de buscadores de empleo tienen diplomas impresionantes, pero carecen de la capacitación que mencionan sus certificados de universidades e institutos técnicos deficientes.