Publicado por Francisco Umpiérrez Sánchez
domingo, 8 de abril de 2018
Un trabajador valenciano,
lector de mi blog, me formula siguiente pregunta: ¿Se tiene que mantener el
dinero como la materialización lógica e histórica del valor y las condiciones
de producción? Entiendo que cuando este lector habla de las condiciones de
producción, habla de las condiciones de producción mercantiles. Aclaro que
hablaré de las condiciones mercantiles de la producción y no de las condiciones
mercantiles capitalistas. Pues si bien me parece muy lejana, cuestión de varios
siglos, la superación de la determinación mercantil de la riqueza, no me lo
parece tanto la superación de su determinación de capital. Aclarado este
pormenor, esta es mi respuesta.
Pensemos en la religión.
Pensemos en Dios como un ser que existe en el más allá que creó al mundo y a su
principal criatura: el ser humano. El ateísmo nacido de las ciencias naturales
busca razones para demostrar que Dios no existe. Y quienes lo hacen, quienes
creen en Dios, según estos ateos, son seres irracionales, personas no
científicas, personas que se dejan guiar por la fe y no por la razón. Quienes
luchan de este modo contra la religión se mantienen dentro de la enajenación,
pues conciben a Dios como una esencia ajena al hombre y fruto de mentes
irracionales. Si, por el contrario, pensamos la religión desde un punto de
vista antropológico, esto es, siguiendo las directrices de Feuerbach,
concebiremos a Dios como una imagen del hombre,
como un hombre idealizado. Veremos que no encontramos en Dios más que
las cualidades del ser humano presentadas de forma idealizada. Dios es una
creación del hombre. De este modo nos apropiamos de la esencia de Dios, la
hemos humanizado, y ya no se nos presenta como una esencia enajenada y
extrañada. Pero habiendo superado en el ámbito de la teoría la esencia
enajenada de Dios, ¿superamos con ello la religión? Pues no. La necesidad de la
religión, la necesidad de que exista un Dios superpoderoso, está determinada no
por la conciencia sino por el hambre, la guerra y la enfermedad que padecen los
seres humanos. Solo cuando construyamos un mundo donde la guerra y el hambre no
existan y la enfermedad no genere muerte, solo entonces el ser humano estará en
condiciones de superar la religión. Así que haremos bien en comprender que una
cosa es la superación teórica de la religión como enajenación de la esencia
humana y otra muy distinta es su superación práctica.
Pensemos ahora en el
dinero. Es un producto histórico. Tiene más de mil años de existencia. Se
presenta como una cosa. Es la esencia fundamental del mercado. El dinero está
en todo, lo media todo, nada es posible sin él. Como potencia superpoderosa y
causa de los grandes males sociales que
azotan a la humanidad, es lógico que mucha gente desee la destrucción del
dinero y, con él, la del mercado. Pero luchar de este modo contra el dinero y
el mercado es permanecer dentro de las condiciones de la enajenación. Si, por
el contrario, concebimos el dinero como la objetivación del trabajo humano
abstracto, si pensamos que el dinero en su origen no es más que una mercancía y
que, por tanto, su secreto no es más que el secreto de la mercancía,
superaremos la enajenación mercantil. Ahora vemos que en la cosa, en el dinero,
está el sujeto y una de sus más importantes esencias: el trabajo. Pero sucede
en este caso como con Dios, aunque teóricamente podamos superar la forma
enajenada que representa el dinero, ¿superaremos con ello el dinero y el
mercado en la práctica? Pues no. La necesidad del dinero es la necesidad del
intercambio de mercancías creado por la división del trabajo. Y mientras que
tengamos que medir la participación de cada persona en la riqueza nacional
mediante el trabajo, será necesario el dinero. Así que incluso en el
socialismo, donde debe predominar el principio de a cada cual según su trabajo,
será necesario el dinero y, con ello, el mercado.
Fuente: http://fcoumpierrezblogspotcom.blogspot.pe/2018/04/el-dinero-una-de-las-esencias-humanas.html
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