Mostrando entradas con la etiqueta Japón. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Japón. Mostrar todas las entradas

domingo, 5 de abril de 2020

LA INTERVENCIÓN MASIVA DE LOS BANCOS CENTRALES TIENE TRUCO


JUAN TORRES LÓPEZ

En el año 2001 la economía japonesa se encontraba por los suelos y el Banco de Japón respondió poniendo en marcha un plan de acción billonario con el fin de impulsarla. Consistía en realizar compras masivas de activos financieros (acciones, bonos privados o públicos…) que estaban en poder de los bancos comerciales. La actuación se denominó Quantitative Easing (QE) o Expansión Cuantitativa, aunque también se la conoció después como Flexibilización Cuantitativa. Tras ganar las elecciones en 2012, el primer ministro Shinzo Abe ordenó al Banco de Japón que las volviera a llevar a cabo.

La Reserva Federal inició su Expansión Cuantitativa en 2008, con un programa de compras verdaderamente colosal. Sólo en los primeros ocho meses de ese año creó más dinero para comprar activos de los bancos que habían provocado la crisis (940.000 millones de dólares) que todo el que había creado en los cincuenta años anteriores (840.000 millones) para que funcionara la economía. En los siguientes cinco años se gastó casi cuatro billones de dólares en esas mismas operaciones. En 2018 volvió a poner en marcha otro programa semejante y en 2009 ya consideró que esa sería una forma permanente de actuación para evitar que las bolsas, cada vez más inestables y peligrosas, se vinieran abajo. Hace unos días, cuando se percibió que la pandemia del coronavirus provocaría un problema económico gravísimo, se anunció otro nuevo programa masivo de compras. Primero de 700.000 millones de dólares, pero enseguida «por cantidad ilimitada».
El Banco de Inglaterra también ha realizado este tipo de compras masivas desde 2009, por valor de un billón de libras desde ese año, y ha anunciado nuevas operaciones por valor de 645.000 millones para hacer frente a los efectos del coronavirus.
En julio de 2012, en medio de grandes ataques de los fondos especulativos a las economías europeas más afectadas por la crisis, el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, se convirtió en el gran héroe de la Expansión Cuantitativa.  El 26 de julio compareció ante la prensa y se limitó a decir: «El BCE está dispuesto a hacer lo que haga falta para preservar el euro. Y créanme, será suficiente». Con esas pocas palabras paró en seco los ataques y elevó a los cielos la consideración de estas políticas. Todo el mundo lo aplaudió pero yo me pregunté en un artículo si no sería más lógico juzgarlo por no haberlo hecho antes.

Más tarde, en 2015, el Banco Central Europeo ya asumió la expansión como un programa permanente y desde entonces ha realizado compras por unos 3,5 billones de euros. También ahora, como los demás bancos centrales, volverá a gastar, de entrada, 750.000 millones de euros en comprar títulos para combatir los efectos de la pandemia.
Todos esos datos muestran que los bancos centrales tienen una capacidad de crear dinero ilimitada y que la han utilizado cuando lo han creído necesario. ¿Con qué objetivo? El Banco Central Europeo lo explica muy claramente en su web:
«El Banco Central Europeo compra bonos a los bancos… lo que incrementa el precio de esos bonos y genera dinero en el sistema bancario… En consecuencia, muchos tipos de interés se reducen y los préstamos se abaratan… lo que permite a empresas y particulares solicitar más préstamos y pagar menos por sus deudas… Como resultado, el consumo y la inversión reciben un impulso… El aumento del consumo y de la inversión fomentan el crecimiento económico y la creación de empleo».
La justificación es buena y cualquiera que la lea se apuntaría sin reservas a este tipo de programas de expansión cuantitativa de los bancos centrales. El problema es que las cosas no funcionan realmente como dice esa cita del Banco Central Europeo y que sus efectos son bastante diferentes a los que proclaman sus impulsores.
No se puede negar que puntalmente han servido para impedir que se hundan las bolsas, que hayan caído economías enteras (como algunas europeas gracias a la intervención de Draghi) o para reactivar en alguna medida el crédito. Lo que ocurre es que eso no es todo lo que producen ni ha ocurrido siempre así.
¿Hemos de dar la enhorabuena a los bancos centrales por actuar de bomberos en las bolsas, cuando en realidad son quienes permiten que allí se produzcan incendios constantemente?
¿Aplaudimos a los bancos centrales por salvar, como Draghi, a las economías, cuando en realidad son quienes permiten que haya movimientos especulativos que las amenazan cuando ven la oportunidad?
¿Hay que felicitar a los bancos centrales porque le den dinero a mansalva a los bancos para que financien a la economía, cuando les están permitiendo que actúen como auténticos zombis y cuando esa financiación podrían proporcionarla mucho más barata ellos mismos?
Las compras masivas de títulos por los bancos centrales tiene otra cara de la que apenas se habla. Esconden, como si de un truco se tratara, que no son la mejor forma de hacer política económica y que benefician casi exclusivamente a los más ricos.
La mejor prueba de su fracaso es que sus diseñadores las concibieron como una solución temporal y de emergencia y, sin embargo, se han convertido en permanentes y cada vez más cuantiosas.
No voy a negar que realizar ese tipo de intervenciones de forma puntal sea necesario y positivo. Eso es evidente. Lo preocupante es que esos programas de compras masivas se están convirtiendo en una constante que tiene consecuencias bastante negativas, como ya se ha podido poner de manifiesto en investigaciones científicas, una vez que ha pasado algún tiempo desde que empezaron a realizarse.
Así, al aumentar la cantidad de dinero, reducen los tipos de interés, algo que no es necesariamente siempre bueno. Por ejemplo, porque las compras masivas hacen más rentables los activos de mayor riesgo, de modo que en realidad aumentan la peligrosidad de las bolsas, obligando a que los bancos centrales tengan que volver a hacer nuevas compras. También, producen desórdenes en los mercados de divisas que perjudican al comercio internacional. Algunos ven positivo que estas operaciones suban el precio de la vivienda y que así parezca que disminuye la desigualdad porque sube el valor de la riqueza de las familias propietarias, pero, por otro lado, dificultan que puedan disfrutarla los grupos sociales de menos renta. Y, lo que es quizá más grave, el dinero que ponen en manos de los bancos no va directamente a financiar a la economía. En gran parte ha servido para que acumulen nuevos activos, que luego van vendiendo de nuevo a los bancos centrales.
No es cierto, tampoco, que la inversión y el consumo dependan solo del interés de los créditos, como hemos visto que supone el Banco Central Europeo para justificar las compras masivas. Dependen, sobre todo, de otras circunstancia que tienen que ver más con la economía real que con la financiera. Lo que sí hacen los tipos de interés demasiado bajos es estimular la deuda que es, ¡qué casualidad!, el negocio de la banca.
El corolario de todo eso es que las intervenciones masivas de los bancos centrales para comprar títulos financieros han ayudado decisivamente a que aumente la desigualdad en los últimos años. Con ellas se busca, como hemos visto, que no se hunda su precio cuando cae después de que las operaciones especulativas lo hayan elevado artificialmente, y eso lógicamente beneficia a sus propietarios y no precisamente a la mayoría de la población: en Estados Unidos el 80% de los títulos los posee el 10% más rico y, a nivel mundial, el 50% de los activos financieros está en manos de quienes tienen más un millón de dólares de patrimonio, según el informe anual del Boston Consulting Group. Por tanto, los grandes beneficiarios de esas compras masivas que realizan los bancos centrales, como ahora en medio de la pandemia, son las personas más ricas.
Se ha demostrado que en Japón «sólo beneficia a los grupos de rentas más elevadas y que amplia la brecha entre estos y los demás». En Estados Unidos también se ha comprobado que la Expansión Cuantitativa aumenta la desigualdad, al menos, en un 25%. El Banco de Inglaterra argumenta que el efecto de su Expansión Cuantitativa fue bueno porque conservó el empleo y que la desigualdad era ya de por sí alta pero lo cierto es que, en Inglaterra, la renta del 10% de los hogares más pobres aumentó 3.000 libras y la del 10% más rico 350.000 en el periodo en el que la llevó a cabo. El Banco Central Europeo también sostiene que su expansión cuantitativa disminuye la desigualdad porque aumenta el empleo y aumenta ligeramente el precio de la vivienda. Un argumento que es bastante falaz. Si esa política monetaria expansiva fuese realmente la que es capaz de aumentar el empleo no se entiende que se siga sin incluir el objetivo de aumentarlo entre los del banco central. Y, en todo caso, algún trabajo empírico ha demostrado que el efecto principal de la expansión es el aumento de los precios de los activos que es el que aumenta la desigualdad y no el de impulsar la economía.

Al volver a realizar compras masivas de títulos financieros con la excusa de luchar ahora contra la pandemia, los bancos contrales vuelven a hacer ilusionismo delante de nuestras narices. Van a conseguir lo que ya consiguieron en momentos anterior: salvar a los grandes propietarios de riqueza financiera y a los bancos impulsando la generación de deuda que es el único motor que saben poner en marcha para movilizar a la economía. Algo tan peligroso como arrancar un coche poniéndole un misil en el tubo de escape.
Es hora de acabar con el truco. En lugar de darle el dinero a los bancos, a los fondos especulativos y a los grandes propietarios de riqueza financiera, los bancos centrales deben ponerlo directamente en manos de quien lo gasta en crear riqueza y empleo y no en especular. Y mucho más ahora, en medio de una emergencia sanitaria que quizá se convierta en económica poco después.


martes, 24 de marzo de 2020

COVID-19: PROPAGANDA Y MANIPULACIÓN



El 27 de enero de 2020, el primer ministro chino, Li Keqiang, llega a Wuhan para dirigir la ‎lucha contra la epidemia y restaurar el “mandato celestial”. ‎

por Thierry Meyssan
Volviendo al tema de la epidemia de coronavirus, Thierry Meyssan subraya que las ‎decisiones autoritarias adoptadas en Italia y Francia carecen de justificación ‎de naturaleza sanitaria. Más bien contradicen las observaciones de los mejores virólogos ‎y hasta las instrucciones de la Organización Mundial de la Salud.‎
RED VOLTAIRE | DAMASCO (SIRIA) | 21 DE MARZO DE 2020

+

La aparición de la epidemia en China

El primer caso de una persona infectada con el Covid-19 se diagnosticó el 17 de noviembre ‎de 2019, en la provincia china de Hubei. Inicialmente, los médicos trataron de alertar sobre la gravedad de esta enfermedad pero encontraron la oposición de las autoridades regionales. Fueron ‎la multiplicación de la cantidad de casos y la percepción de la gravedad del problema por parte de ‎la población, los factores que finalmente dieron lugar a la intervención del gobierno central chino. ‎
A pesar de todo lo que han dicho los medios de prensa, la envergadura estadística de la epidemia ‎de Covid-19 no es significativa. Aunque las personas que mueren son víctimas de graves ‎problemas respiratorios, el hecho es que el coronavirus mata muy poco. 
Desde los tiempos de la Antigüedad, la cultura china siempre ha estado marcada por una vieja ‎concepción según la cual el Emperador goza de un mandato celestial que le permite gobernar a sus súbditos ‎‎ [1]. Cuando el país sufre una catástrofe –terremoto, huracán o epidemia– es porque ‎el gobernante ha perdido ese mandato celestial. Ante esa percepción cultural de las cosas, y ‎a pesar de que vivimos en la era moderna, el presidente Xi Jinping se sintió amenazado por la ‎irresponsabilidad del gobierno regional de la provincia de Hubei. El Consejo de Estado decidió ‎entonces asumir el control de la situación y decretó el confinamiento de la población de la capital ‎provincial, la ciudad de Wuhan, en sólo días construyó varios hospitales, envió equipos ‎de trabajadores de la salud a visitar cada familia de Wuhan –casa por casa– para tomar la ‎temperatura a cada habitante y aplicar diversos controles de salud, ordenó que toda persona ‎que presentara síntomas sospechosos fuese llevada de inmediato a una instalación sanitaria para someterla a ‎exámenes de salud más detallados y aplicó a las personas que parecían infectadas un tratamiento ‎a base de cloroquina. Los casos más graves eran internados en salas de cuidados ‎intensivos y recibían un tratamiento a base del medicamento cubano denominado Interferón ‎Alfa 2B recombinante (IFNrec). Esta gran operación de salud pública apunta también a demostrar ‎que el Partido Comunista conserva su “mandato celestial”. ‎


En medio de una conferencia de prensa sobre la epidemia de coronavirus, ‎el viceministro iraní de la Salud, Iraj Harirchi, ya se ve afectado por la enfermedad.‎

Propagación del Covid-19 en Irán

Después de China, la epidemia se propaga en Irán a mediados de febrero de 2020. Desde ‎los tiempos de la Antigüedad, China e Irán han estado muy vinculados entre sí. Pero, tratándose ‎de las afecciones pulmonares, la población iraní es la más frágil del mundo. Casi todos ‎los iraníes del sexo masculino mayores de 60 años arrastran secuelas de los gases venenosos ‎estadounidenses utilizados por el ejército iraquí contra Irán durante la primera guerra del Golfo ‎‎(de 1980 a 1988). Es un fenómeno similar al que se produjo en Alemania y en Francia después ‎de la Primera Guerra Mundial. Cualquier viajero que haya estado en Irán habrá podido notar, ‎con sorpresa, la gran cantidad de casos graves de enfermedades pulmonares existentes en ese ‎país. En Teherán, cuando la contaminación del aire sobrepasa lo que la gente puede soportar, ‎se decreta el cierre de las escuelas y de los servicios públicos y la mitad de las familias se van ‎al campo con sus abuelos. Eso sucede varias veces al año, desde hace 35 años, y la población ‎lo percibe como algo normal. El gobierno y el parlamento iraníes se componen casi exclusivamente ‎de veteranos de la guerra entre Irak e Irán, o sea de personas extremadamente frágiles frente al ‎Covid-19, lo cual explica que tantas personalidades iraníes se hayan visto afectadas en poco ‎tiempo. ‎
Debido a las sanciones de Estados Unidos contra Irán, ningún banco occidental se atreve a ‎cubrir los transportes de medicamentos hacia ese país, así que para Irán fue imposible garantizar ‎tratamiento médico a las personas afectadas por el coronavirus hasta que Emiratos Árabes Unidos ‎rompió el embargo y envió a Irán 2 aviones cargados con material médico. En resumen, personas ‎que en otros países no sufrirían graves consecuencias, en Irán mueren rápidamente en cuanto ‎la tos afecta sus pulmones gravemente debilitados desde hace años. Como de costumbre, ‎el gobierno iraní cerró las escuelas. También anuló diferentes manifestaciones culturales y ‎deportivas… pero no prohibió los peregrinajes. Algunas regiones cerraron los hoteles para evitar ‎el desplazamiento de enfermos que ya no encontraban espacio en los hospitales cercanos a los ‎lugares donde vivían habitualmente. ‎

CNN incrementó sus índices de audiencia gracias a la situación del crucero ‎‎“Diamond Princess”, varado en Japón.

La cuarentena en Japón

El 4 de febrero de 2020, un pasajero que viajaba en el crucero estadounidense Diamond Princess ‎fue diagnosticado como enfermo a causa del Covid-19 y otros 10 pasajeros fueron ‎diagnosticados como portadores del virus. Para evitar el contagio en su país, el ministro ‎de Salud de Japón, Katsunobu Kato, impuso al barco una cuarentena de 2 semanas ‎en Yokohama. En definitiva, entre los 3 711 pasajeros del Diamond Princess, en su mayoría ‎personas de más de 70 años, se registraron 7 fallecidos. ‎
El Diamond Princess es un crucero israelo-estadounidense, propiedad de Micky Arison, hermano ‎de Shari Arison, la mujer más adinerada de Israel. Los Arison convirtieron este incidente en una ‎gran operación de relaciones públicas. La administración Trump y varios países evacuaron por vía ‎aérea a los pasajeros de sus nacionalidades respectivas para que pasaran la cuarentena en ‎sus propios países. La prensa internacional dedicó sus principales titulares al asunto y, citando como ‎precedente la epidemia de gripe española de los años 1918-1919, se afirmó entonces que el coronavirus ‎podía extenderse por el mundo e incluso amenazar la existencia misma de la especie humana ‎‎ [2]. Esta ‎hipótesis apocalíptica, no sustentada por hecho alguno, se convierte así en una supuesta ‎‎“verdad”. ‎
Es importante recordar aquí que, en 1898, William Randolph Hearts y Joseph Pulitzer, deseosos de ‎incrementar las ventas de sus diarios, inventaron informaciones falsas para provocar ‎deliberadamente la intervención militar de Estados Unidos en la guerra que se desarrollaba ‎en Cuba entre las tropas coloniales españolas y los independentistas cubanos. Aquello acabó ‎siendo el inicio del «yellow journalism», o «periodismo amarillo», que consiste en publicar ‎cualquier cosa con tal de aumentar las ventas de los diarios. Hoy llamaríamos eso «fake news». ‎
No se sabe, al menos por ahora, si los magnates de la prensa quisieron sembrar el pánico ‎premeditadamente presentando una vulgar epidemia como «el fin del mundo». En todo caso, ‎como una deformación de la verdad siempre acaba provocando otra, los gobiernos acabaron ‎involucrándose en el asunto. Por supuesto, el objetivo de los gobiernos no es vender publicidad ‎asustando a la gente sino explotar el miedo para garantizar su control sobre las poblaciones. ‎

Para el director general de la OMS, el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, ‎China y Corea del Sur han dado el ejemplo al generalizar el uso de pruebas de diagnóstico, ‎lo cual es una manera de decir que, como práctica médica, los métodos de Italia y Francia son ‎absurdos.

La intervención de la OMS

La Organización Mundial de la Salud (OMS), después de seguir toda la operación, comprobó la ‎expansión de la enfermedad fuera de China. El 11 y el 12 de febrero, la OMS organizó ‎en Ginebra un foro mundial sobre la investigación y la innovación, dedicándolo a esta epidemia. ‎En ese encuentro, el director general de la OMS, el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, lanzó un ‎llamado a la colaboración mundial, utilizando para ello términos extremadamente mesurados ‎‎ [3]. ‎
En todos sus mensajes, la OMS ha resaltado:‎
- el poco impacto demográfico de la epidemia;
- la inutilidad de los cierres de fronteras;
- la ineficacia del uso de guantes y máscaras (exceptuando su uso por parte del personal ‎sanitario) así como la inutilidad de ciertas «medidas barreras» (por ejemplo, mantener ‎un metro de distancia entre las personas tiene sentido sólo cuando nos hallamos ante personas ‎infectadas);‎
- la necesidad imperiosa de elevar el nivel de higiene, principalmente lavándonos las manos, ‎desinfectando el agua, mejorando la ventilación en los espacios cerrados, recurriendo al ‎uso de servilletas desechables y bloqueando las vías respiratorias con el codo al toser o estornudar. ‎
Sin embargo, la OMS no es una organización médica sino una agencia de la ONU especializada en ‎cuestiones de salud. Sus funcionarios, aun siendo médicos, son ante todo políticos. Eso impide ‎a la OMS denunciar los abusos de algunos Estados. ‎
Además, desde la polémica sobre la epidemia de H1N1, la OMS se ha visto obligada a justificar ‎públicamente todos sus consejos. En 2009, ante la epidemia de H1N1, la OMS fue acusada de ‎haberse dejado arrastrar por los intereses de las grandes firmas farmacéuticas y de haberse ‎apresurado a sembrar la alarma de forma desproporcionada [4]. Esta vez, ante el ‎Covid-19, la OMS no utilizó la palabra «pandemia» hasta el 12 de marzo, o sea, al cabo de ‎‎4 meses. ‎

El 27 de febrero, en la cumbre franco-italiana realizada en Nápoles, ‎el presidente francés Emmanuel Macron y el primer ministro italiano Giuseppe Conte, ‎anunciaron que actuarían juntos ante la pandemia. ‎

Instrumentalización en Italia y en Francia

En la propaganda moderna, no basta con limitarse a la publicación de noticias falsas –como hizo ‎el Reino Unido para convencer a su pueblo de que tenía que entrar en la Primera Guerra ‎Mundial–, hay que hacer proselitismo –como hizo la Alemania nazi para convencer a ‎los alemanes de que había que librar la Segunda Guerra Mundial. La receta es siempre la misma: ‎recurrir a la presión psicológica para lograr que la gente haga voluntariamente cosas sobre ‎las cuales se sabe que son inútiles, pero que dirigen hacia la vía de la mentira [5]. ‎
Por ejemplo, en 2001, todo el mundo sabía que las personas acusadas de haber secuestrado ‎los aviones implicados en los acontecimientos del 11 de septiembre no aparecían en las listas de ‎pasajeros de esos aviones. Sin embargo, bajo el shock de los acontecimientos, la gran mayoría ‎aceptó sin chistar las acusaciones absurdas que emitía el entonces director del FBI –un tal Robert ‎Muller– contra los «19 secuestradores aéreos». Otro ejemplo: todos saben que el Irak ‎gobernado por el presidente Saddam Hussein disponía únicamente de viejos cohetes Scud soviéticos de ‎sólo 700 kilómetros de alcance, pero numerosos estadounidenses hermetizaron las puertas y ‎ventanas de sus casas para protegerse de los gases que el “diabólico dictador” planeaba lanzar ‎utilizar contra Estados Unidos. Hoy en día, tratándose del Covid-19, el confinamiento ‎voluntario a domicilio es lo que convence a cada cual de que la amenaza realmente existe. ‎
Hay que recordar que en toda la historia de la medecina nunca antes se recurrió al ‎confinamiento de la población sana para luchar contra una enfermedad.
Y ‎sobre todo, hay que recordar que el índice de mortalidad de esta epidemia no es significativo. ‎
En Italia, se trató primero de aislar las regiones contaminadas siguiendo el principio de la ‎cuarentena, pero después se ha tratado de aislar a los ciudadanos unos de otros, lo cual implica ‎el uso de una lógica diferente. ‎
Según el primer ministro italiano, Giuseppe Conte, y el presidente francés, Emmanuel Macron, ‎el confinamiento de toda la población a domicilio no apunta a vencer la epidemia sino a ‎ganar tiempo ante el contagio para que los hospitales no colapsen ante una afluencia excesiva ‎de enfermos. En otras palabras, no es una medida de carácter médico sino de naturaleza ‎puramente administrativa y no hará disminuir la cantidad de personas infectadas sino que sólo ‎distribuirá los casos en un periodo de tiempo más largo. ‎
Para convencer a los italianos y a los franceses de que esa decisión se justifica, el primer ministro ‎italiano Conte y el presidente francés Macron dijeron contar con el apoyo de comités de expertos ‎científicos. Por supuesto, esos comités no tienen objeción en que la gente se mantenga ‎se quede en casa… pero tampoco se oponían a que continuaran sus ocupaciones ‎habituales. Después, Conte y Macron hicieron obligatoria la presentación de un formulario oficial ‎por parte de las personas que salen a la calle. Se trata de una declaración personal bajo palabra ‎de honor que las personas presentan llenando un documento que lleva el membrete del ‎ministerio del Interior, declaración que no es objeto de ninguna verificación. ‎
En definitiva, los gobiernos de Italia y Francia asustan a la población emitiendo imposiciones ‎inútiles, que los médicos especializados no aprueban: como la obligación de portar ‎constantemente guantes y máscaras y de guardar un metro distancia entre las persona. ‎
‎‎ ‎‎En este video del 25 de febrero de 2020, censurado por el ministerio francés de la Salud, ‎el renombrado virólogo francés Didier Raoult anuncia que los científicos chinos acaban de demostrar la ‎eficacia de la cloroquina en los casos positivos de Covid-19. Incluso recalca que probablemente es “la infección respiratoria más fácil de tratar”.
En Francia, el diario Le Monde, presentado como «el cotidiano francés de referencia», ‎Facebook France y el ministerio francés de la Salud se dieron a la tarea de censurar un video del ‎profesor Didier Raoult, uno de los virólogos de mayor reputación mundial, quien ponía ‎en evidencia la ausencia de justificación médica de las medidas impuestas por el presidente ‎Macron [6].‎
‎‎ ‎Ponencia del profesor Didier Raoult ante la Asamblea General de los Hospitales Universitarios ‎de Marsella, 16 de marzo de 2020. ‎
Es demasiado pronto para poder decir cuál es el verdadero objetivo de los gobiernos del primer ‎ministro italiano Giuseppe Conte y del presidente francés Emmanuel Macron. Lo que sí es seguro ‎es que no se trata de luchar contra el Covid-19.
<:ver_imprimer:> Facebook Twitter Delicious Seenthis Digg RSS
[1The Mandate of Heaven and The Great Ming Code, Jiang Yonglin, University of Washington ‎Press, 2011.
[2Human Extinction and the Pandemic Imaginary, Christos Lynteris, Routledge (2020).
[3] «Nuevo coronavirus: se imponen la solidaridad, la colaboración y medidas urgentes a ‎nivel mundial», Dr. Tedros ‎Adhanom Ghebreyesus, Organización Mundial de la Salud, 11 de febrero de 2020.
[4Pandemics, Science and Policy. H1N1 ‎and the World Health Organization, Sudeepa Abeysinghe, Plagrave Macmillan, 2015.
[5] «Las técnicas de la propaganda militar moderna», por Thierry Meyssan, ‎‎Red Voltaire, 16 de mayo de 2016.
[6] «"La chloroquine guérit le Covid-19": Didier Raoult, l’infectiologue qui aurait le remède ‎au coronavirus», [en español, «“La cloroquina cura el Covid-19”: ‎Didier Raoult, el infectólogo que dice tener el remedio contra el coronavirus»], Étienne Campion, ‎‎Marianne, 19 de marzo de 2020.
Intelectual francés, presidente-fundador de la Red Voltaire y de la conferencia Axis for Peace. Sus análisis sobre política exterior se publican en la prensa árabe, latinoamericana y rusa. Última obra publicada en español: De la impostura del 11 de septiembre a Donald Trump. Ante nuestros ojos la gran farsa de las "primaveras árabes" (2017).



viernes, 19 de agosto de 2016

HIROSHIMA Y NAGASAKI



Imperios, ayer y hoy

HIROSHIMA Y NAGASAKI

Agosto: aniversario de las bombas atómicas en Japón

Aún seguimos esperando las disculpas



Olvidar es repetir
Inscripción en la entrada del Museo del Horror de Auschwitz

Todos los imperios son detestables. Todos, absolutamente todos por igual. Lo son no sólo porque impongan a los dominados su cultura, su modo de vida, su cosmovisión, porque los expolien económicamente, porque los degraden en términos humanos. Son detestables, además, porque basan su dominio en la fuerza bruta. En ese sentido ningún imperio se diferencia de otro. Su mensaje es violento, y la violencia engendra más violencia: círculo vicioso del que es muy difícil salir.

¿Es Estados Unidos más malvado que el Imperio Romano? ¿O que la Confederación Inca en su expansión por medio continente sudamericano? ¿Quiénes fueron más despiadados: el católico reino de España en su conquista de América o las hordas de Gengis Khan en Asia Central? En definitiva, ¿no estaban alentados por similar ansia de poder los faraones egipcios que la "raza superior" de los nazis? Entramos al tercer milenio de ¿civilización? y la fuerza bruta sigue siendo la que marca la diferencia entre los pueblos. En ese sentido: ¡el tamaño sí importa! Continúa imponiendo las condiciones, igual que en la época de las cavernas, el que detenta el garrote más grande. Lo patético es que hoy ese garrote se llama energía nuclear, y con eso estamos eternamente ante un barril de pólvora, siempre listos para la catástrofe atómica que puede extinguir a la Humanidad en su conjunto y toda forma de vida sobre la faz del planeta.

La diferencia con el imperio actual radica únicamente –lo cual no es poco– en las características de su poderío. El poder destructivo que acumuló la sociedad estadounidense no tiene parangón en la historia. Como todo imperio seguramente también caerá. Pero por ahora, aunque va perdiendo el dinamismo de décadas pasadas, no. Al contrario, como gigante malherido, está dispuesto a tornarse cada vez más violento, a defender cada vez en forma más brutal sus privilegios. Por lo pronto, su capacidad bélica es desmedida: la mitad de los gastos militares del mundo se hacen ahí. Un 25% de su economía está dedicada a la industria de guerra, y si bien terminó formalmente la Guerra Fría, la agresividad belicista no termina.

Para dejar en claro que no cederían un milímetro en su creciente dominio planetario, la dirigencia de este país hizo algo que ninguna otra sociedad se ha atrevido a hacer hasta ahora: usar armas nucleares contra población civil no combatiente.

Llenándose la boca con altisonantes palabras como "democracia", "libertad", "derechos humanos", su agresividad no tiene comparación. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial son, sin ningún lugar a dudas, la súper potencia capitalista; en modo alguno era necesaria la carnicería de Hiroshima y Nagasaki para evidenciar su poder. Pero el poder es así: impune.

Vencida ya la Alemania nazi y a punto de capitular el gobierno de Japón, la suerte de esa gran contienda que enfrentó prácticamente a toda la humanidad ya estaba sellada para agosto de 1945. Arrojar armamento nuclear no cambiaba en nada la resolución militar. Fue, en todo caso, una amenaza. Tal como hoy día lo es, en buena medida, la híper militarización del mundo. La paz no se construye de esa manera: los misiles nucleares de Corea del Norte son "malos". ¿Los de Washington son "buenos"?

"Aquí mandamos nosotros, y eso no se discute". Ese, solo ese, fue el mensaje que enviaron las dos explosiones atómicas. Una advertencia al mundo: a las otras potencias capitalistas, y al incipiente campo socialista.

Pero el mundo ya no es el mismo. Hoy día Estados Unidos no tiene el monopolio nuclear. El mundo cambia, y aunque el campo socialista ha sufrido últimamente duros reveses, la reacción de las grandes masas humanas que siguen viviendo con penurias no ha terminado. La historia la escriben los que ganan; en este caso, sobre los hongos nucleares que costaron miles de vidas. Pero la historia no ha terminado.

¿Pedirán perdón alguna vez los dirigentes estadounidenses por esa inmoral masacre cometida en Japón en 1945? Es lo mínimo que se podría esperar de un país civilizado.

de: Martín Guedez martinguedez@gmail.com [nuestramerica] <nuestramerica@yahoogrupos.com.mx> a través de returns.groups.yahoo.com
fecha: 8 de agosto de 2016, 6:09
asunto: [nuestramerica] AÚN SEGUIMOS... por Marcelo Colussi
lista de distribución: nuestramerica@yahoogrupos.com.mx
cifrado: Estándar (TLS) Más información
Mensaje importante debido a tu interacción con los mensajes de la conversación





COLECTIVO PERÚ INTEGRAL
19 de agosto 2016