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jueves, 16 de enero de 2020

LA REVISIÓN DEL MARXISMO EN ROSA LUXEMBURG





1

Los términos “revisión” y “revisionismo” han tenido mala prensa en la historia del marxismo. El uso peyorativo de estas palabras, establecido desde Lenin, da por supuesto que existe algo así como una ortodoxia marxista, que esta ortodoxia es inatacable y que cualquier alejamiento de ella es deplorable o negativo.

Pero todo eso es mucho suponer. Y, además, es suponer mal.

La obra de Marx tiene muchas facetas (filosófica, histórica, socioeconómica, política, etc.), y en varias de esas facetas es una obra abierta. La obra de Marx es una obra orientada siempre por el espíritu científico, por el espíritu crítico, por el espíritu analítico y revolucionario. Y no hay ciencia sin revisión de hipótesis o tesis; ni se puede mantener el espíritu revolucionario, en el plano sociopolítico, sin adaptación de la teoría política a las realidades nuevas, lo cual implica también revisar puntos de vista y actuaciones prácticas.

A poco que se mire, se llegará en seguida a la siguiente conclusión. Ya el viejo Marx (de 1874 a 1883) revisa lo que había escrito en el volumen primero de El capital para tratar de entender lo que está ocurriendo en Rusia a partir de 1861. Y el viejo Engels, entre 1883 y 1892, revisa tanto la obra económica como la obra política de Marx en función de los problemas y las necesidades nuevas del movimiento obrero de la época.

Casi todas las revoluciones del siglo XX, tanto las victoriosas (Rusia, China, Cuba, Vietnam) como las fracasadas (Alemania, Hungría, Italia, España), se han hecho a partir de revisiones de la obra de Marx.

Lo que conocemos con el nombre de leninismo, o con el nombre de consejismo, o con el nombre de maoísmo, o con el nombre de castrismo, o con el nombre de guevarismo, etc. son de hecho revisiones del marxismo: adaptaciones de lo esencial del pensamiento revolucionario de Marx a las nuevas situaciones concretas de un mundo que Marx no pudo conocer.

Así es que en vez de nombrar negativamente toda revisión de la obra de Marx es mejor considerar que ha habido, a lo largo del siglo XX, revisiones del marxismo de derechas y de izquierdas, revisiones revolucionarias y revisiones reformistas. Esto implica admitir que ha habido diferentes lecturas de Marx y diferentes “marxismos” (en plural).

Y luego comparar entre estas revisiones: ver lo que han dado de sí, a qué han conducido históricamente cada una de ellas, etc.

A estas alturas de la historia hay que decir ya que algunas de las revisiones de Marx que estuvieron en el origen de revoluciones fracasadas o derrotadas (por ejemplo, la llevada a cabo por Rosa Luxemburg y los espartaquistas en la Alemania de la primera guerra mundial, o la llevada a cabo por Antonio Gramsci y los consejistas torineses en 1919) pueden resultar, a la larga, más sugerentes o productivas que otras revisiones que resultaron triunfantes en su momento y que, por eso mismo, se identificaron con la ortodoxia.

2

Cuando se lee atentamente la obra de Lenin uno se da cuenta en seguida de que incluso en él hay dos usos de la palabra “revisar”: uno, positivo, que quiere decir poner al día, actualizar, el pensamiento de Marx ante los problemas nuevos. Esto lleva a lo que Lenin llama “análisis concreto de la situación concreta”. Por ejemplo, Lenin revisa a finales del siglo XIX lo que había sido el punto de vista de Marx, un par de décadas antes, sobre el futuro de la comuna rural rusa en relación con las perspectivas revolucionarias. El sentido negativo que Lenin dio a la palabra “revisionismo” se puede traducir así: manipulación, simplificación o tergiversación del pensamiento de Marx para abandonar su intención revolucionaria (incluso con fraseología revolucionaria, como en el caso del “revisionismo de izquierdas”).

Lo mismo ocurre cuando se lee con calma la obra de Rosa Luxemburg  [RL]. También ella ha empezado usando el término “revisionismo” en un sentido negativo o peyorativo, en 1898-99, al discutir con Bernstein. Lo que preocupaba entonces a R. L. era la pérdida de sustancia revolucionaria de la relectura reformista de Marx que Bernstein estaba proponiendo, el hacer pasar aquella mezcla de entreguismo y oportunismo como continuación del pensamiento de Karl Marx. Criticando el reformismo revisionista de Bernstein, R. L. ha escrito:

  • El esquema de Fourier consistente en convertir mediante un sistema de falansterios el agua de todos los mares en exquisita limonada fue, a buen seguro, una idea fantástica. Pero cuando Bernstein propone trasvasar el océano de las amarguras capitalistas al mar de las dulzuras socialista, vaciándolo poco a poco en botellas de limonada social-reformista, está presentado una idea, sin duda menos inspirada que la de Fourier, pero tan fantástica o más que aquella.

Lo que R. L. criticaba como “revisionismo” en el caso de Bernstein era básicamente la aceptación por éste de la estructura lógica y mental del discurso burgués. Así lo ha dicho explícitamente en una página muy conocida de Reforma y revolución:

  • Dando el adiós a nuestro sistema dialéctico y recurriendo en su lugar a las socorridas evasivas intelectuales de “por una parte y por otra”, “sí, pero”, “aunque, sin embargo”, “más, menos”, etc, etc. Cae por lógica en una forma de pensamiento que pertenece históricamente a la burguesía en decadencia, siendo el fiel reflejo intelectual de la existencia social y de la actividad política de la burguesía en este período. La actitud política “por una parte y por la otra”, “sí, pero”, de la burguesía de hoy, se asemeja de forma muy marcada a la manera de pensar de Bernstein, lo cual es la comprobación más certera de la naturaleza burguesa de su concepción del mundo [RyR, 103].

Volveré luego sobre un aspecto de actualidad de la crítica de R. L. al revisionismo reformista de Bernstein. Ahora querría añadir, en este contexto, que la propia Luxemburg ha empleado años después el término “revisar” en un sentido positivo. Por ejemplo, cuando en 1906 admite que “la revolución rusa [de 1905] obliga a revisar fundamentalmente el antiguo punto de vista marxista respecto de la huelga de masas” [Huelga de masas, partido y sindicatos]; o cuando, en 1912-1913, se ocupa de la acumulación de capital y expresa la necesidad de revisar el punto de vista expresado por Marx sobre este asunto en el volumen segundo de El capital porque le parece inconcluyente.

En uno y otro caso, al dialogar con Marx desde los problemas de su propio presente, lo que está proponiendo R. L. es pensar desde Marx para ir más allá de Marx. Es en ese sentido en el que puede hablarse de revisión positivamente. Para que no haya dudas al respecto ella misma ha añadido en Huelga de masas, partido y sindicatos:

  • Solo el marxismo, sus métodos y sus puntos de vista generales podrán alcanzar la victoria bajo una nueva forma. La mujer amada por el Moro solo puede morir a manos del Moro.
Y en 1913, al final de La acumulación de capital, ha escrito:

  • El marxismo es una concepción revolucionaria que pugna constantemente por alcanzar nuevos conocimientos, que odia, sobre todas las cosas, el estancamiento de las fórmulas fijas, que conserva su fuerza viva y creadora, en el chocar espiritual de las armas de la propia crítica y en los rayos y truenos históricos. Por eso estoy de acuerdo con Lessing cuando escribió a Reimarus: “¡Y qué se ha de hacer! Pues que cada cual diga lo que se antoje verdad y que la Verdad misma sea encomendada a Dios” [ed. Grijalbo, p. 454]

3

De Reforma o revolución [1899]. Hay todavía un punto de este texto que, más allá de la polémica con Bernstein, conviene subrayar en positivo: el vínculo entre la lucha por la democracia y la lucha por el socialismo.
  • En vista de la circunstancia de que el liberalismo burgués ha hecho a un lado su propia sombra por temor al crecimiento movimiento obrero y a su mismo final, nosotros concluimos que el movimiento obrero socialista es hoy el único soporte de algo que no es la meta final del movimiento socialista: la democracia. Debemos concluir que la democracia no puede tener otro fundamento; debemos concluir que el movimiento socialista no está ligado a la democracia burguesa sino que, por el contrario, el destino de la democracia está ligado al del movimiento socialista; debemos concluir que la democracia no adquiere mayores probabilidades de vida a medida que la clase trabajadora renuncia a la lucha por la emancipación, sino que, por el contrario, la democracia encuentra mayores oportunidades para sobrevivir a medida que el movimiento socialista llega a ser suficientemente fuerte para luchar contra las consecuencias reaccionarias de la política mundial y de la deserción burguesa de las filas de la democracia. Quien quiera fortalecer la democracia debería fortalecer y no debilitar el movimiento socialista. Quien renuncia a la lucha por el socialismo renuncia tanto al movimiento obrero como a la democracia [RyR ed. Grijalbop. 84-85].
  • La democracia es necesaria e indispensable a la clase trabajadora porque crea las formas políticas (administración autónoma, derechos electorales, etc.) que servirán al proletariado de apoyo en su tarea de transformar la sociedad burguesa. La clase trabajadora necesita la democracia porque solo a través del ejercicio de sus derechos democráticos puede llevar al proletariado a conocer sus intereses de clase y su tarea histórica […] La democracia es indispensable no porque haga superflua la conquista del poder político por el proletariado, sino porque hace esta conquista necesaria y posible [ibid., p. 94].

4

De “Problemas de organización de la socialdemocracia” [1904], donde se critica la concepción leninista, centralista, del partido por ser ajena a la tradición socialdemocrática. También aquí R. L. usa el término “revisionismo”  o “revisionista”. Pero en este caso el “revisionista” es Lenin, el otro crítico del revisionismo reformista, el Lenin teórico de un partido en el que el comité central tiene el privilegio de nombrar los comités locales e imponer los propios estatutos. Eso es para Rosa Luxemburg “revisar la tradición socialdemocrática” en un sentido acentuadamente jacobino, en una dirección conspirativa blanquista y con un concepto de disciplina que no se diferencia del que se aplica en la fábrica, en el ejército y en el aparato estatal burgués:

  • La autodisciplina de la socialdemocracia no es la sustitución de la autoridad de los gobernantes burgueses por la autoridad de un comité central socialista. La clase obrera adquirirá el sentido de la nueva disciplina, la libremente asumida autodisciplina de la socialdemocracia, no como resultado de la disciplina impuesta por el Estado capitalista, sino por la extirpación hasta la última raíz de los viejos hábitos de obediencia y servilismo.

5

De Huelga de masas, partido y sindicatos [1906]. Cambio de significado de la huelga de masas: anarquismo y marxismo:

  • La huelga de masas fue practicada en Rusia no como un medio de instalarse de entrada, mediante un golpe de efecto, en la revolución social, ahorrándose la lucha política de la clase obrera y particularmente el parlamentarismo, sino como un medio de crear primero para el proletariado las condiciones de la lucha política cotidiana y en particular del parlamentarismo… para conquistar precisamente esos mismos derechos y condiciones políticas cuya necesidad e importancia en la lucha por la emancipación de la clase fueron demostradas por Marx y Engels, quienes las defendieron con todas sus fuerzas en el seno de la Internacional, oponiéndose al anarquismo.
  • De este modo la dialéctica de la historia, la roca sobre la cual reposa toda la doctrina del socialismo marxista, tuvo por resultado que el anarquismo, ligado indisolublemente a la huelga de masas, haya entrado en contradicción con la práctica de la propia huelga de masas.
  • Y ésta última, a su vez, combatida en otra época como contraria a la acción política del proletariado, aparece hoy como el arma más poderosa de la lucha política por la conquista de los derechos políticos. Si es verdad que la revolución rusa obliga a revisar fundamentalmente el antiguo punto de vista marxista, etc. etc. [ed. PyP, pp. 46-47].

Crítica del sindicalismo existente:

  • No se puede hacer ni la revolución ni la huelga de masas con la psicología de un sindicato que solo consiente en detener el trabajo el Primero de Mayo con la condición de poder contar con un subsidio asegurado y determinado por adelantado en caso de despido.
  • Los sindicatos alemanes son el producto directo del partido socialista, un producto de la socialdemocracia. Y en este sentido la tentativa de emancipar a los sindicatos de la teoría socialista mediante la búsqueda de otra “teoría sindicalista” en oposición al socialismo es, desde el punto de vista de los mismos sindicatos y de su futuro, una tentativa suicida.
  • Separar la práctica sindicalista del socialismo científico significaría para los sindicatos alemanes perder inmediatamente toda su superioridad sobre los distintos sindicatos burgueses y caer de la altura conquistada al nivel de los viejos balbuceos y de un empirismo de baja estofa.
  • Si alguna vez esta apariencia de neutralidad, esta distinción o esta separación entre los sindicatos y la socialdemocracia se transformara en verdadera y se realizara ante los ojos de las masas proletarias, los sindicatos perderían de golpe toda su ventaja frente a las asociaciones burguesas concurrentes y perderían así toda su fuerza de reclutamiento, el fuego que las torna vivas.

6

De La acumulación de capital [1913]:

  • El capitalismo es la primera forma económica con capacidad de desarrollo mundial. Una forma que tiende a extenderse por todo el ámbito de la Tierra y a eliminar a todas las demás formas económicas; que no tolera la coexistencia de ninguna otra. Pero es también la primera que no puede existir sola, sin otras formas económicas de que alimentarse, y que al mismo tiempo que tiene la tendencia a convertirse en forma única, fracasa por la incapacidad interna de su desarrollo.
  • Es una contradicción histórica en sí misma. Su movimiento de acumulación es la expresión, la solución constante y al mismo tiempo la graduación de la contradicción. A una cierta altura de la evolución esta contradicción solo podrá resolverse por la aplicación de los principios del socialismo, de aquella forma económica que es al propio tiempo, por naturaleza, una forma mundial y un sistema armónico, porque no se encaminará a la acumulación sino a la satisfacción de las necesidades
  • vitales de la humanidad trabajadora misma y a la expansión de todas las fuerzas productivas del planeta [ed. Grijalbo, p. 363]
  • El intercambio del capital con los medios no capitalistas empieza tropezando con todas las dificultades propias de la economía natural, con el régimen social tranquilo y seguro, y las necesidades restringidas de una economía campesina patriarcal y de una sociedad de artesanado.
  • Para resolver estas dificultades, el capital acude a remedios heroicos, echa mano del hacha del poder político. En la misma Europa, su primer gesto es derribar revolucionariamente la economía natural del feudalismo. En los países de ultramar, su primer gesto, el acto histórico con el que nace el capital, y que desde entonces no deja de acompañar ni un solo momento a la acumulación, es el sojuzgamiento y el aniquilamiento de la comunidad tradicional. Con la ruina de aquellas condiciones primitivas, de la economía natural, campesinas y patriarcales de los países viejos, el capitalismo europeo abre la puerta al intercambio de la producción de mercancías, convierte a sus habitantes en clientes obligados de las mercancías capitalistas y acelera al mismo tiempo en proporciones gigantescas su proceso de acumulación desfalcando de un modo directo y descarado los tesoros naturales y las riquezas atesoradas por los pueblos sometidos a su yugo. Desde los comienzos del siglo XIX estos métodos se desarrollan paralelamente con la exportación del capital acumulado en Europa a los países no capitalistas del resto del mundo, donde, sobre un nuevo campo, sobre las ruinas de las formas indígenas de producción, conquistan nuevos clientes para sus mercancías y, por tanto, nuevas posibilidades de acumulación.

De una carta a Mathilde Wurm [16/II/1917]:

  • Nada hay más cambiante que la psicología humana. Tanto más cuanto que la psique de las masas oculta siempre en su interior todas las posibilidades latentes. Al igual que Talasa, el mar eterno, pasa de la calma mortal a la tempestad que ruge, así las masas: de la cobardía más vil al heroísmo más salvaje. Las masas son siempre lo que es necesario que sean en función de las circunstancias y siempre están a punto de convertirse en algo totalmente distinto de lo que parecen ser. ¡Valiente capitán sería aquel que solo fijara su ruta en función del aspecto momentáneo de la superficie del agua y no supiera prever las tempestades tomando en cuenta los signos que vienen del cielo y de las profundidades! Ser decepcionado por las masas es siempre lo más bochornoso que le puede pasar a un dirigente político. Un dirigente de gran estilo no basa su táctica en el humor momentáneo de las masas, sino en las leyes de hierro de la evolución, mantiene su táctica a pesar de las decepciones, y, por lo demás, deja a la historia llevar adelante con toda calma su obra de maduración.

NOTA:
Esquema desarrollado de una conferencia impartida en la Universidad de Sevilla, el 12 de marzo de 1999, cuya grabación hemos podido obtener. Puede verse entre la documentación del autor depositada en el “archivo FFB” asociado a la Biblioteca general de la UPF (NE).
Texto publicado en el libro de Francisco Fernández Buey Marx a contracorriente, editado por Salvador López Arnal y Jordi Mir.



jueves, 12 de septiembre de 2013

SOBRE "SEGUIDISMO Y DIALÉCTICA"


El marxismo de la subjetividad revolucionaria de Lukács
MICHAEL LÖWY
Sábado 7 de septiembre de 2013

Durante muchos años, los investigadores y lectores se preguntaron por qué Lukács nunca contestó al fuego intenso de la crítica dirigida contra Historia y Conciencia de Clase(HCC) poco después de su publicación, particularmente desde las filas comunistas. El reciente descubrimiento de Chvostismus und Dialektik, en los viejos archivos del Instituto Lenin, muestra que el "eslabón perdido" existía. Efectivamente Lukács respondió en forma muy explícita y vigorosa a estos ataques y defendió las principales ideas de su obra maestra hegeliano-marxista de 1923. Se podría considerar esta respuesta como el último escrito marxista revolucionario del filósofo húngaro, poco antes de que se produjera un giro importante en su orientación teórica y política.

Laszlo Illés, el editor húngaro de Seguidismo y dialéctica (SyD) en 1996, cree que fue escrito en 1925 o 1926 "al mismo tiempo que las importantes revisiones de la Edición Lassalle y los escritos de Moses Hess". Creo que 1925 es la fecha más exacta, porque no hay razones para que Lukács esperara dos años para responder a críticas publicadas en 1924. El estilo del documento sugiere mas bien una respuesta inmediata. Pero sobre todo, no creo que sea contemporáneo al artículo sobre Moses Hess (1926) por un buen motivo: y es que este texto está estrictamente opuesto, como trataré de demostrar más adelante, en su orientación filosófica básica, al ensayo recientemente descubierto.

Ahora que sabemos que Lukács consideró necesario defender Historia y Conciencia de Clase contra los críticos comunistas "ortodoxos" -nunca se molestó en contestar a los socialdemócratas- la pregunta obvia, que curiosamente no plantean los editores (ni los ingleses, ni los húngaros) es ¿por qué no lo publicó? Se me ocurren tres respuestas posibles a esta pregunta:

1) Lukács temía que su respuesta pudiese provocar una reacción de los organismos soviéticos o del Comintern, agravando así su aislamiento político. No creo que esa sea una explicación plausible, no sólo porque en 1925- contrariamente a 1935- todavía había lugar para la discusión en el movimiento comunista, pero sobre todo considerando que en 1925 había publicado una dura crítica a la "sociología marxista" de Bujarin, que tiene muchos puntos en común con Seguidismo y dialéctica.[1] Por supuesto, Bujarin era una figura mucho más importante en el movimiento comunista que Rudas o Deborin, y sin embargo Lukács no tuvo miedo de someterlo a un intenso ataque crítico.

2) Lukács trató infructuosamente de publicarlo. Otra hipótesis posible es de que la envió a una publicación soviética -por ej. Pod Znamenem Marxisma (Bajo la bandera del marxismo), donde Deborin había publicado un ataque contra él en 1924- pero el ensayo fue rechazado dado que los editores estaban más del lado de Deborin. Esto explicaría por qué el manuscrito se encontró en Moscú y también -tal vez- por qué Lukács uso la palabra rusa Chvostismus, que sólo conocían los lectores rusos. También podría ser que el ensayo fuese demasiado largo para ser publicado en una revista y demasiado corto y polémico para aparecer como libro.

3) Algún tiempo después de escrito este ensayo -unos pocos meses o tal vez un año- Lukács comenzó a tener dudas y finalmente cambió de parecer y ya no estuvo de acuerdo con esa orientación político-filosófica. Entre paréntesis, esta hipótesis no se contradice necesariamente con la anterior.

En cuanto al silencio de Lukács sobre este documento en los años siguientes , se puede explicar fácilmente por su rechazo -particularmente después de la década de 1930 - de HCC como un libro "idealista" e incluso "peligroso".

Seguidismo y dialéctica es, como su título lo sugiere, un ensayo en defensa de la dialéctica revolucionaria y en contra de gente como Lazlo Rudas (un joven intelectual comunista húngaro) y Abram Deborin (un ex-menchevique y seguidor de Plejanov) que representaban, dentro del movimiento comunista, un punto de vista influyente y poderoso, semi-positivista y pre-dialéctico.[2] A pesar de su excelente valor en este aspecto, el documento tiene, según mi opinión, algunos defectos graves.

El más obvio es que se trata de una polémica en contra de autores de segunda línea. En sí, esto no es una cuestión relevante. ¿Acaso Marx no debatió en detalle los escritos de Bruno y Edgard Bauer? Sin embargo, Lukács adoptó, hasta cierto punto, los temas de sus críticos y limitó sus respuestas a los problemas que ellos planteaban: la conciencia de clase y la dialéctica de la naturaleza. Aunque el primero es un tema ciertamente esencial en la dialéctica revolucionaria, apenas puede decirse lo mismo del segundo. Es difícil percibir el significado filosófico/político de muchas páginas de SyD dedicadas a la epistemología de las ciencias naturales, o a la cuestión de que la experimentación y la industria son en sí mismas -como creía Engels aparentemente- una respuesta filosófica al desafío de la cosa-en-sí kantiana. Otra consecuencia de esta temática limitada es que la teoría de la reificación, que es uno de los argumentos centrales de HCC y la contribución mas importante de Lukács a una crítica radical de la civilización capitalista, que ejercería una influencia poderosa en el marxismo occidental de todo el siglo XX (desde la Escuela de Frankfurt y Walter Benjamin a Lucien Goldmann, Henri Lefebvre y Guy Debord) estuviese totalmente ausente de Seguidismo y dialéctica, como también estaba ausente en las laboriosas polémicas de Rudas y Deborin.

En relación a la conciencia de clase y la teoría leninista del partido -verdaderamente la parte más interesante de este ensayo- hay un problema otro tipo. Si se compara la discusión de estos temas en HCC con los de SyD, no se puede dejar de tener la impresión que su interpretación del leninismo en el segundo texto, adquiere un tono definitivamente autoritario. Mientras que en la obra de 1923 hay un intento original de integrar algunos de los puntos de vista de Rosa Luxemburgo en una especie de síntesis entre ella y el leninismo[3], en este ensayo polémico Luxemburgo solo aparece en forma bastante simplista, como una referencia negativa y como la encarnación del espontaneísmo puro. Mientras que en HCC la relación entre "conciencia atribuida" y la empírica se percibe como un proceso dialéctico en el cual la clase, asistida por su vanguardia, se eleva a una conciencia inclusiva (zugerechnetes Bewustsein) por medio de su propia experiencia de lucha, en SyD la tesis estrictamente no-dialéctica kautskyana de que el socialismo "es introducido desde afuera" en la clase por los intelectuales (una visión tomada por Lenin en ¿Qué hacer? (1902), pero descartada después de 1905), se presenta como la quintaesencia del "leninismo". Mientras que en HCC Lukács insistía en que "los consejos obreros son la superación político-económica de la reificación"[4], en SyD se ignora a los soviets y se refiere sólo al partido, identificando incluso la dictadura del proletariado con la "dictadura de un verdadero Partido Comunista".

A pesar de estos problemas, Chvostismus und Dialektik tiene poco en común con el estalinismo y puede ser considerado como un ejercicio poderoso de dialéctica revolucionaria, en contra de la rama cripto-positivista del "marxismo" que muy pronto se convirtió en la ideología oficial de la burocracia soviética. El elemento clave en esta batalla polémica es el énfasis que Lukács pone en la importancia revolucionaria decisiva del momento subjetivo en la dialéctica histórica del sujeto/objeto. Este tema corre como un hilo rojo a través de todo el texto, especialmente en su primera parte, pero hasta cierto punto también en la segunda. Tratemos de poner en evidencia los principales momentos de este argumento.

Se podría empezar con el misterioso término de Chvostismus en el título del libro. Lukács nunca se molestó en explicarlo, suponiendo que sus lectores (¿alemanes? o ¿rusos?) lo conocerían. La palabra fue usada por Lenin en sus polémicas (por ejemplo, en ¿Qué hacer?) contra los "marxistas economicistas" que "van a la cola" del movimiento obrero espontáneo. Sin embargo, Lukács lo usa en un sentido "historiosófico" mucho más amplio. Chvostismus significa seguir pasivamente -"a la cola"- el curso "objetivo" de los acontecimientos, ignorando los momentos subjetivo-revolucionarios del proceso histórico.

Lukács denuncia el intento de Rudas y Deborin de transformar al marxismo en una "ciencia", en el sentido burgués y positivista. Deborin -un ex-menchevique- intenta, en una maniobra regresiva, llevar nuevamente al materialismo histórico "al redil de Comte o Herbert Spencer" (auf Comte oder Herbert Spencer zurückrevidiert), una especie de sociología burguesa que estudia leyes trans-históricas que excluyen toda actividad humana. Y Rudas se ubica como un observador "científico" del curso objetivo, regido por leyes, de la historia, con lo cual puede "anticipar" los acontecimientos revolucionarios. Ambos consideran digno de investigación científica sólo aquello que esté libre de toda participación por parte del sujeto histórico. A su vez, ambos rechazan, en nombre de esta ciencia "marxista" (en realidad, positivista) cualquier intento de acordar "un papel activo y positivo a un momento subjetivo de la historia".[5]

La guerra contra el subjetivismo, dice Lukács, es la bandera bajo la cual el oportunismo justifica su rechazo a la dialéctica revolucionaria: fue utilizado por Bernstein contra Marx y por Kautsky contra Lenin. En nombre del anti-subjetivismo, Rudas desarrolla una concepción fatalista de la historia que sólo incluye "las condiciones objetivas", pero no deja lugar para la decisión de los agentes históricos. En un artículo de Inprekor contra Trotsky-criticado por Lukács en SyD- Rudas sostiene que la derrota de la revolución húngara en 1919, se debió solamente a las "condiciones objetivas" y no a los errores de la dirigencia comunista. Menciona tanto a Trotsky como a Lukács, como ejemplos de una concepción política unilateral que enfatiza demasiado la importancia de la conciencia de clase proletaria.[6]

En tanto que rechaza la acusación de "idealismo subjetivo". Lukács no se retracta de su punto de vista subjetivo y voluntarista: en los momentos decisivos de la lucha "todo depende de la conciencia de clase, de la voluntad conciente del proletariado", es decir, del componente subjetivo. Naturalmente existe una interacción dialéctica entre sujeto y objeto en el proceso histórico, pero en el momento (Augenblick) de la crisis, le da una dirección a los hechos, en forma de conciencia y práctica revolucionaria. Con su actitud fatalista, Rudas ignora la praxis y desarrolla una teoría del "seguidismo" pasivo que considera que la historia es un proceso "que tiene lugar independientemente de la conciencia humana".

¿Qué es el leninismo -se pregunta Lukács- sino la insistencia permanente sobre "el rol activo y conciente del momento subjetivo"? ¿Cómo podría uno imaginarse "sin esta función del momento subjetivo" el concepto de Lenin de la insurrección como un arte? La insurrección es precisamente el Augenblick, la instancia del proceso revolucionario donde "el momento subjetivo tiene una predominancia decisiva (ein entscheidendes Übergewicht)". En esa instancia, el destino de la revolución, y por lo tanto el de la humanidad "depende del momento subjetivo". Esto no significa que los revolucionarios debieran "esperar" la llegada de este Augenblick: no hay ningún momento en el proceso histórico, donde la posibilidad de un rol activo de los momentos subjetivos esté completamente ausente.[7]

En este contexto, Lukács enfoca sus herramientas críticas contra una de las principales expresiones de esta concepción positivista, "sociológica", contemplativa, fatalista y objetivista de la historia (chvostistich en la terminología de SyD): la ideología del progreso. Rudas y Deborin creen que el proceso histórico es una evolución mecanicista que fatalmente lleva a la próxima etapa. Se concibe la historia de acuerdo con los dogmas del evolucionismo, como un avance permanente, un progreso sin fin: la etapa siguiente en el tiempo, es necesariamente superior en todos los aspectos. Sin embargo, desde un punto de vista dialéctico, el proceso histórico "no es ni evolucionista ni orgánico", sino que es contradictorio; se desarrolla espasmódicamente en avances y retrocesos.[8] Desafortunadamente Lukács no desarrolla estos conceptos que apuntan hacia un corte radical con la ideología del progreso inevitable, tan común en el marxismo de la Segunda y -después de 1924- de la Tercera Internacional.

Otro aspecto importante relacionado a la batalla contra la degradación positivista del marxismo es la crítica que Lukács hace en la segunda parte del ensayo, contra las opiniones expresadas por Rudas sobre la tecnología y la industria como un sistema "objetivo" y neutral de "intercambio entre los seres humanos y la naturaleza". Esto significaría, objeta Lukács, ¡que existe una identidad esencial entre la sociedad capitalista y la socialista! Desde su punto de vista, la revolución debe cambiar no sólo las relaciones de producción sino que también debe revolucionar en gran medida las formas concretas de la tecnología y la industria que existen en el capitalismo, dado que están íntimamente ligadas a la división capitalista del trabajo. En ese aspecto, Lukács también estaba muy adelantado a su época, pero no desarrolla su sugerencia en su ensayo.[9]

Casualmente, existe una analogía llamativa entre algunas de las formulaciones de Lukács en SyD (la importancia del Augenblick revolucionario, la crítica a la ideología del progreso, el llamado a una transformación radical de la infraestructura técnica) y las últimas reflexiones de Walter Benjamin.

Unos pocos meses después de escribir Seguidismo y dialéctica -en todo caso, menos de un año- Lukács escribió el ensayo "Moses Hess y los problemas de la Dialéctica Idealista" (1926) que exhibe una perspectiva político-filosófica radicalmente diferente. En este texto brillante, Lukács celebra la "reconciliación con la realidad" de Hegel, como prueba de su "grandioso realismo" y su "rechazo de todas las utopías". En tanto que este realismo le permite comprender "la dialéctica objetiva del proceso histórico", el utopismo moralista y el subjetivismo de Moses Hess y los hegelianos de izquierda no llevaba a ninguna parte. Como traté de demostrar en otro lado, este ensayo proporciona la justificación filosófica de Lukács mismo en su "reconciliación con la realidad", es decir con la Unión Soviética estalinista, que implícitamente representaba "la dialéctica objetiva del proceso histórico."[10] Poco después, en 1927, cuando Lukács, quien todavía había citado favorablemente a Trotsky en un ensayo que apareció en junio de 1926, publica su primer texto "anti-trotskista" en Die Internationale, el órgano teórico del Partido Comunista Alemán.[11]

¿Cómo explicar este giro repentino entre 1925 y 1926, que llevó a Lukács del subjetivismo revolucionario hacia la "reconciliación con la realidad"? Probablemente la sensación de que la ola revolucionaria de 1917 a 1923 había sido derrotada en Europa y que todo lo que quedaba era el "socialismo en un solo país" soviético. Lukács no estaba solo en sus conclusiones: muchos otros intelectuales comunistas siguieron el mismo razonamiento "realista". Solo una minoría -entre ellos por supuesto, León Trotsky y sus seguidores- siguieron siendo fieles a la esperanza internacionalista y revolucionaria de Octubre. Pero esa es otra historia.

En conclusión: a pesar de sus defectos, Seguidismo y dialéctica es un documento fascinante, no sólo desde el punto de vista de la biografía intelectual de Lukács, sino también en su actualidad teórica y política presente, como antídoto poderoso a los intentos de reducir al marxismo o a la teoría crítica a una mera observación "científica" del curso de los eventos, a una descripción "positiva" de los altibajos de la coyuntura económica. Más aún, dado su énfasis en la conciencia y la subjetividad, por su crítica a la ideología del progreso lineal y por su comprensión de la necesidad de revolucionar el aparato técnico-productivo imperante, parece llamativamente adecuado a las cuestiones que hoy en día se discuten en el movimiento internacional radical contra la globalización capitalista.

Notas

[1]La revisión crítica de Lukács a la Teoría del Materialismo histórico de Bujarin se publicó en el Archiv für die Geschichte des Sozialismus und der Arbeiterbewegunde Grünberg en 1925.
[2] En mi ensayo sobre Lukács (de 1979) yo escribía: "Podemos notar que las dos críticas mejor conocidas, es decir las de Rudas y Deborin, se ubicaban firmemente sobre la base del materialismo pre-dialéctico. Deborin usa numerosas citas de Plejanov para demostrar de que el materialismo se origina justamente en el ’materialismo naturalista’ tan criticado por Lukács. En tanto Rudas compara las leyes marxistas sobre la sociedad con la ley de la evolución de Darwin y llega a una conclusión sorprendente: la de que el marxismo es una ’pura ciencia de la naturaleza’" (M.Lowy, Georg Lukács - From Romanticism to Bolshevism, London, New Left Books, 1979, pág. 169).
[3] Por ejemplo: "Rosa Luxemburg percibía muy correctamente que ’la organización es un producto de la lucha’. Solamente sobreestimó el carácter orgánico de este proceso:
...". (G. Lukács, Geschichte un Klassenbewusstsein, Berlin, Luchterhand, 1968, pág.
494). Yo traté de analizar esta síntesis en Georg Lukács, pág. 185
[4] G. Lukács, GuK pág. 256.
[5] G. Lukács, Tailism and the dialectics, London, Verso, 2000, pág. 50, 135, 137. Cf. el original en alemán Chvostismus und Dialektik, Budapest, Aron Verlag, 1996, pág. 9.
[6] En un comentario muy atinado, John Ree dice que Rudas y Deborin se encuentran en continuidad directa con el marxismo de la Segunda Internacional , positivista y determinista: "En la mente de Rudas, Trotsky y Lukács están ligados, porque ambos resaltan la importancia del factor subjetivo en la revolución. Rudas se perfila como el defensor de las ’condiciones objetivas’ que garantizaban que la revolución estaba destinada a fracasar. Es llamativa la similitud con la reseña de Karl Kautsky de Marxismo y Filosofía de Korsch, donde atribuye el fracaso de la revolución alemana, justamente a estas condiciones objetivas, lo cual es un notable testimonio sobre la persistencia del marxismo vulgar en la emergente burocracia estalinista". ("Introducción" a SyD, pag. 24-25).
[7] G. Lukács, SyD, pág. 48, 54-58, 62. Cf. Chvostismus und Dialektik, pág. 16. El subrayado está en el original. Por supuesto que este argumento está principalmente desarrollado en el primer capítulo de la primera parte de este ensayo, que lleva como título explícito "Subjetivismo"; pero se lo puede encontrar también en otras partes del documento.
[8] SyD pág. 55, 78, 105
[9] SyD pág. 134-135
[10] M. Lowy, Georg Lukács págs. 194-198. La traducción al inglés del ensayo de Lukács sobre Hess se la puede hallar en sus Political Writings 1919-1929, London, New Left Books, 1972, págs. 181-223.
[11] El artículo de 1926 es "L’art pour l’art und proletarische Dichtung", Die Tat18.3, junio 1926 que cita favorablemente la crítica de Trotsky al Proletkult. El texto de 1927 es "Eine Marxkritik im Dienste des Trotzkismus, Rez. Von Max Eastman: Marx, Lenin and the Science of Revolution", Die Internationale, X.6, 1927.
Marzo 2007