Mostrando entradas con la etiqueta Vidas Heroicas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Vidas Heroicas. Mostrar todas las entradas

domingo, 26 de enero de 2025

ANTONIO GRAMSCI AL SERVICIO DE LA CLASE OBRERA

FELIZ CUMPLEAÑOS, ANTONIO GRAMSCI

Lorenzo Alfano

Traducción: Florencia Oroz

Antonio Gramsci es recordado como un gran teórico de la política y la cultura modernas. Pero no creía que las grandes ideas fueran solo cosa de intelectuales e insistía en que los trabajadores debían convertirse en los líderes de sus propias organizaciones.

Es de noche en la Via dell’Arcivescovado de Turín. Un hombre con acento sureño se presenta en la oficina de L’Ordine Nuovo e insiste en hablar con el redactor jefe. L’Ordine Nuovo no es solo el diario de los trabajadores, sino también el periódico de Antonio Gramsci.

Sin embargo, el clima político aquí, en Turín, a principios de los años veinte, es tenso: todas las noches, los obreros de las fábricas se turnan para hacer guardias con el objetivo de defender las puertas del edificio tomado a la espera de que, tarde o temprano, los escuadrones fascistas aparezcan para destrozar el lugar.

El edificio está fortificado. Los trabajadores van armados y entre la entrada principal y los despachos de los redactores hay un largo pasillo, un patio, una verja, alambre de púas, grandes obstáculos metálicos, granadas y ametralladoras, o eso dicen.

El guardia de turno mira al hombre de arriba abajo. Parece de Nápoles. Pero quizá sea un espía de la FIAT, un fascista o un policía (o las tres cosas). El guardia le dice que si quiere hablar con Gramsci, tendrá que llevar una venda en los ojos, para que no vea las defensas.

El «sospechoso» visitante se enfurece y se da la vuelta para marcharse. Pero tras unos pocos pasos, se vuelve de nuevo y grita: «¡Dile a Gramsci que Benedetto Croce ha venido a buscarlo!».

Gramsci se siente decepcionado por no haberlo visto. Pero el episodio le causa gracia: no podía imaginarse al intelectual más célebre de Italia dando tumbos con los ojos vendados en su busca. Y se reía porque era un hombre de humor sencillo: sociable, sonriente, que a menudo estallaba en risas infantiles que ponían de buen humor a todo el mundo.

Obstáculos en la vida

Durante mi último año de trabajo en la Fundación Gramsci de Roma tuve la oportunidad de estudiar una vasta masa de testimonios personales sobre cómo era realmente Gramsci. Espoleado por Fabio Dei, que me dio a conocer los Cuadernos de la cárcel de Gramsci, y por las investigaciones previas de Maria Luisa Righi y Francesco Giasi, pude conocer de verdad al hombre. Lo que encontré fue un Gramsci acostumbrado a las bromas, a la compañía y a las travesuras (realizadas o recibidas): un hombre lejos del héroe severo y trágico que solemos imaginar.

Aunque Gramsci murió víctima del fascismo en 1937, en su vida no hubo rastro de pesimismo, salvo el famoso «pesimismo de la inteligencia». Para Gramsci, valía la pena imaginar la peor situación posible, de vez en cuando, «para poder reunir todas las reservas de voluntad y optimismo, para poder superar el obstáculo».

Pero Gramsci también sufría el Mal de Pott. A menudo se burlaban de él los mezquinos y los que no sabían cómo responder a su aplastante superioridad argumental. Así ocurrió en 1925, cuando pronunció su único discurso en la Cámara de Diputados, poco antes de que Benito Mussolini obtuviera plenos poderes. Los fascistas del Parlamento interrumpieron repetidamente la condena de Gramsci al régimen al grito de «¡Silencio, Rigoletto!», en referencia al jorobado de la ópera del mismo nombre que la música de Giuseppe Verdi popularizó.

Ya se habían producido insultos similares en su época universitaria, cuando algunos de sus compañeros dijeron a su profesor Valentino Annibale Pastore: «Este Gramsci, se ve que no es más que un jorobado». «Sí, es un jorobado», respondió el profesor, «¡pero qué jorobado!». Igual que Paul Cézanne dijo de Claude Monet: «No es más que un ojo, ¡pero qué ojo!».

Esta enfermedad persiguió a Gramsci durante toda su vida hasta que murió prematuramente, como resultado de su sufrimiento en una cárcel fascista. Pero, antes de eso, también complicó enormemente su vida cotidiana. Podríamos interrogarnos largamente sobre lo que Gramsci habría sido si no hubiera estado afectado por la Enfermedad de Pott. Pero probablemente, como dijo cariñosamente Giuseppe Amoretti,

Antonio no podría haber sido de otra manera; un Antonio Gramsci diferente o mejor es impensable. Tenía que ser la flor que la naturaleza y la sociedad produjeron. Su destino físico y humano tenía que ser grande, único, como el de todos los genios y héroes, para los que no puede haber ni alegría ni dolor, sino solo un camino grandioso y floreciente que recorrer hasta el final.

Pero en la Turín de principios de los años veinte no había tiempo que perder, y para Gramsci, sus propios problemas existenciales a menudo quedaban relegados por necesidad a un papel secundario. Gramsci fue un trabajador incansable para su único patrón: la clase obrera. Pero sus relaciones con los obreros de Turín no fueron nada sencillas. Porque —a diferencia de muchos intelectuales, tanto entonces como ahora— no pensaba en los trabajadores como sujetos pasivos.

Como dijo Umberto Calosso en una sesión de la Asamblea Constituyente en 1947, Gramsci pensaba que la clase obrera era la «aristocracia de la raza humana», y que debía ser tratada como tal. La relación entre intelectuales y masas debía ser «educativa», sí. Pero la enseñanza y la cultura debían ir en ambas direcciones, de los trabajadores a los intelectuales y viceversa, construyendo una verdadera pedagogía política de masas.

Para Gramsci, uno no «salía hacia» la clase obrera, o «bajaba» hacia los obreros para llevarles la buena palabra: en su concepción, uno «se elevaba hacia la clase obrera». La perspectiva se invertía. Como dijo uno de sus «estudiantes» en la cárcel, «a su alrededor no sentíamos ese peso, esa distancia que casi siempre siente un obrero cuando habla con un intelectual. No nos trataba ni nos consideraba meros instrumentos materiales de la agitación social, incapaces de convertirnos en protagonistas conscientes e inteligentes de la revolución».

Convertirse en protagonistas

Para poner en marcha esa pedagogía política de masas, en 1919 Gramsci creó L’Ordine Nuovo. Contaba con otros tres redactores: Angelo Tasca, un dedicado opositor a la Primera Guerra Mundial; el futuro secretario general del Partido Comunista, Palmiro Togliatti, y Umberto Terracini, que en 1948 fue uno de los firmantes de la Constitución italiana de posguerra.

Todos ellos tenían menos de treinta años y fueron perseguidos por Mussolini. Tasca y Togliatti se vieron obligados a exiliarse; los otros dos fueron condenados a cuarenta y cinco años de prisión por el Tribunale Fascista. A todos ellos, como diría más tarde Terracini, solo los unía una difusa pasión por la cultura proletaria: «Queríamos hacer, hacer, hacer».

Y no faltaba trabajo. La gran masacre de la Primera Guerra Mundial había terminado apenas unos meses antes, dejando a las clases populares italianas con nada menos que un millón de muertos. Turín era un polvorín, la furia obrera era tangible, y los trabajadores ya no creían en el mero «radicalismo verbal» del viejo Partido Socialista, siempre incapaz de poner en práctica su retórica «revolucionaria».

Mientras tanto, sin embargo, los acontecimientos en Rusia habían proclamado que Marx era grande y Lenin su profeta: la profesión de fe común era «Pan, Paz, Tierra». El Octubre Rojo era la esperanza de los oprimidos, y para los sectores más politizados de la clase obrera italiana y mundial, los bolcheviques eran el ejemplo a seguir.

En Italia, los más bolcheviques de todos eran los redactores de L’Ordine Nuovo de Turín. La chispa estaba destinada a prender y, en dos años, el movimiento obrero estaba en llamas. En el biennio rosso de 1919-20 se vivió un clima preinsurreccional: las huelgas se sucedieron, las fábricas fueron ocupadas y los obreros se armaron, convirtiéndose en «guardias rojos». Incluso durante las ocupaciones, la producción siguió adelante sin los patrones, demostrando que los obreros podían dirigir la sociedad.

La que hasta entonces había sido conocido como la «ciudad del automóvil» de Italia se convirtió en la ciudad de los consejos de fábrica, la ciudad que periodistas de todo el mundo venían a visitar: la «Meca del comunismo italiano», el «Petrogrado italiano». Los trabajadores afirmaron así su poder no solo mediante la fuerza «militar», sino también, y lo que es más importante, a nivel del intelecto colectivo: el de una clase obrera capaz de sustituir a la patronal.

Todo esto aterrorizaba, y con razón, a las patronales. Para ellas, este mundo al revés era insoportable, escandaloso. Solo el fascismo —aporreando a los trabajadores— podía restablecer el orden que las instituciones liberales supuestamente democráticas ya no eran capaces de construir sobre la base del consentimiento.

Pero aún faltaban años para la Marcha sobre Roma de los fascistas. Y la oficina de L’Ordine Nuovo era un hervidero de actividad. Convertida en epicentro de la lucha política en la ciudad, cada tarde veía pasar un desfile de gente que acudía a visitar a Gramsci. Había camaradas de la fracción comunista local, dirigentes del movimiento juvenil y femenino, jefes sindicales, intelectuales, guardias rojos, antiguos profesores de Antonio, camaradas de base e, incluso, personas sin partido.

Como podemos imaginar, este intenso compromiso hizo que L’Ordine Nuovo nunca perdiera el contacto con el movimiento político real. Pero el desfile constante de visitantes creaba problemas a Gramsci, que a menudo no conseguía terminar los artículos que se le habían pedido. A veces, como recuerda otro redactor, Mario Montagnana, Gramsci se veía literalmente forzado a escribir:

A las 9 o 10 de la noche, cuando no había «visitas», un editor se acercaba a Gramsci y le soltaba: «No va a entrar nadie más hasta que el artículo esté listo». Se giraba la llave en la cerradura, un camarada se colocaba en el pasillo para ahuyentar a las «plagas», y una hora más tarde, más o menos, Gramsci entregaba por fin, en dos o tres hojitas del tamaño de la palma de una mano, un artículo escrito con letra clara y densa, casi sin correcciones.

Pero aparte de estos pequeños inconvenientes, este continuo ir y venir cada tarde permitió al periódico alcanzar el objetivo que se había fijado en su primer editorial. Es decir, convertirse en un campo de pruebas para la difusión de todas las tendencias político-culturales más avanzadas de la época. Esto ayudó a concretar lo que sería una de las «obsesiones» de Gramsci: la formación de cuadros del partido.

Gramsci era muy consciente de que era mucho más fácil construir un pequeño grupo de dirigentes que formar una vasta masa de dirigentes medios. Dirigentes que debían representar a la flor y nata de la clase obrera y pasar a constituir la columna vertebral del Partido Comunista. Y toda la paciencia y potencia pedagógica de Gramsci se expresaron en este proceso de formación, ya que instaba continuamente a los camaradas a estudiar, convenciéndolos de que no debía haber unos revolucionarios en las barricadas y otros detrás de un escritorio, sino que todos debían dominar la cultura, la mayor aliada de la acción.

Pedagogía crítica

En esta obra «socrática», Gramsci fue siempre crítico con los errores que cometían sus camaradas. Pero, como dijo Montagnana, en sus críticas «nunca había nada negativo, nada desalentador, nada que hiciera perder a los camaradas la confianza en sus propias fuerzas». Más bien, la de Gramsci era una franqueza profundamente humana, nunca marcada por la dureza personal, una pedagogía desarrollada en el curso de la actividad cotidiana

No debemos engañarnos pensando que Gramsci era un Sócrates de corazón amable. Por el contrario, era extremadamente severo y despiadado, no solo con los adversarios, sino también con todos aquellos camaradas a los que, una vez alcanzada la «madurez» política, se les exigía un alto nivel, incluso impecable, para que a su vez pudieran ser maestros para los demás.

Particularmente reveladora es una carta que Gramsci envió a su camarada Vincenzo Bianco en 1924, recordando cómo hizo que uno de sus primeros pupilos en la redacción, Andrea Viglongo, «reescribiera los artículos desde el principio, hasta tres o cuatro veces, convirtiéndolos de ocho columnas de largo a una y media». Y terminaba con un despiadado epílogo: «Y Viglongo, que había sido un inepto, terminó escribiendo bastante bien, tanto que imaginé que iba a convertirse en un hombre importante y a distanciarse de nosotros. Así que ya no hago de pedagogo con jóvenes de su tipo: si aún pudiera, lo haría solo con obreros, que no ambicionan convertirse en periodistas burgueses».

Estamos acostumbrados a pensar en Gramsci casi solo como un intelectual. Podría, pues, parecer extraño leer el juicio de Giovanni Parodi, para quien la escritura constituyó una parte menor de la actividad de Gramsci, mientras que «su mayor contribución vino a través de la enseñanza oral y práctica».

Sin embargo, el propio Parodi encarnaba a la perfección esta misión pedagógica. Habiendo entrado en la fábrica a los catorce años, este líder obrero elevó su cultura política (y sus conocimientos técnicos) hasta el punto de poder dirigir la producción en la planta Centro de FIAT durante las ocupaciones de la fábrica. Como prueba del «mundo al revés» que era la Turín posterior a 1918, existe incluso una famosa foto en la que se ve a los trabajadores sentados alrededor de la mesa del jefe Giovanni Agnelli. Entre ellos, dirigiendo el consejo de fábrica, estaba Parodi.

Rara alquimia

Se podrían decir muchas cosas más para intentar explicar la irrepetible alquimia que se desarrolló en torno a L’Ordine Nuovo. ¿Qué artificio había detrás de Gramsci? ¿Cómo una publicación periódica que trataba temas tan complejos pudo convertirse en «el periódico de los trabajadores»? ¿Por qué los guardias rojos estaban dispuestos a morir para defender su redacción de los fascistas? Y, sobre todo, ¿qué creó ese intercambio de afectos, solidaridad y duras luchas a través del cual un enclenque, medio ciego y desaliñado, de treinta años y procedente de una isla lejana, pudo convertirse en intérprete de los intereses de la clase obrera?

Los factores biográficos son ciertamente importantes aquí. Aunque Gramsci procedía de una familia pequeñoburguesa, pasó su infancia en la extrema indigencia a causa del encarcelamiento de su padre (un empleado), condenado por malversación de fondos en 1900. Es cierto que su inteligencia excepcional transformó a Gramsci en una de las mentes más brillantes de la cultura europea. Pero ello no borró el recuerdo de una vida de penurias y privaciones materiales provocadas por ese súbito descenso de clase social.

En efecto, si avanzamos un poco más en el tiempo, vemos que llegó a la Universidad de Turín con una beca de estudiante tan mísera que tuvo que elegir entre comprar leña para la estufa o cenar. O, como dijo Camilla Ravera: «Gramsci nunca tuvo mucho dinero, y el que tenía lo gastaba en libros. A veces tenía tan poco que ni siquiera podía comprarse calcetines y acudía al periódico solo con zapatos».

Togliatti, también en la Universidad de Turín, había perdido a su padre a causa del cáncer. Pero aunque de origen modesto, al menos no tenía que pagar alquiler (vivía con su familia), mientras que la madre de Gramsci tenía que acumular deudas para enviar dinero a su hijo. Además, Gramsci era sardo hasta la médula, y conservaba un vivo recuerdo de la vida miserable, solitaria e incierta de muchos de sus compatriotas isleños.

En los recuerdos relatados por Teresa, la hermana favorita de Gramsci, podemos encontrar una de las imágenes más reveladoras de su infancia en Cerdeña. Como no podían permitirse ningún juguete, aprendieron a fabricárselos ellos mismos:

Yo hacía muñecas de paja que vestía con trocitos de tela de colores, Nino hacía barquitos, veleros, o graciosos pajaritos con una pluma en la cabeza. Luego organizábamos loterías. Cada pieza tenía un número y todos los niños de los alrededores, hijos de terratenientes acomodados, venían a probar suerte. En vez de dinero, nos daban una manzana o una pera.

Por supuesto, no podemos reducir la grandeza y la complejidad de Gramsci a factores puramente biográficos. Pero existe un vínculo evidente entre la dureza de la vida que tuvo que soportar y su voluntad para ponerse al servicio de las clases subalternas, incluso hasta el punto de sacrificar su propia vida.

Más allá de su capacidad fundamental para escuchar y empatizar, su singularidad residía probablemente en la rara alineación de ese cerebro prodigioso, la forma mentis de un intelectual, y esa experiencia material, vivida, similar a la de un obrero.

Quizá ese fuera el verdadero secreto de Gramsci, el que trajo al mundo lo que el partisano y futuro presidente socialista Sandro Pertini llamaría «el político más ingenioso que he conocido en mi camino, cuya muerte dejó un profundo vacío no solo en el Partido Comunista, sino en todo el movimiento obrero italiano e internacional, un vacío que nadie ha sido capaz de llenar».

Podemos estar tristes por ello, pero no hoy. Hoy, 22 de enero, en un nuevo aniversario de su nacimiento, celebramos su vida. Así que feliz cumpleaños, Antonio.

Fuente: https://jacobinlat.com/2025/01/feliz-cumpleanos-antonio-gramsci/  


martes, 14 de enero de 2025

LOUISE MICHEL: DE LAS AULAS A LAS BARRICADAS PARISINAS. LA VIRGEN ROJI-NEGRA DE LA COMUNA

 


La joven poeta y maestra que apuntaba maneras de revolucionaria

Louise Michel nace en 1830 en un pueblecito de la región francesa de Champagne-Ardenne. Su infancia estuvo marcada por una dualidad de clase, ya que era hija de una sirvienta y del hijo de un terrateniente francés de formación liberal. Su familia paterna siempre sufragó los gastos de su educación y tuvo tempranas inquietudes desde joven por la poesía y la literatura; escribiendo numerosos poemas a lo largo de su vida.

Decidió iniciar estudios para ser maestra, y se involucró en una profunda formación política, con convicciones de crítica a las injusticias sociales y proclive de la agitación popular. Louise Michel conoció los ambientes políticos franceses y le condujeron a posturas revolucionarias. Ella creía en la educación como herramienta para la emancipación de las clases oprimidas.

Tras la muerte de su abuelo paterno en 1850 recibió una parte de su herencia y en esa década abrió sucesivamente algunas escuelas en diversas poblaciones de su región natal, promoviendo la educación de los hijos e hijas de las familias más desfavorecidas. Defendía unos valores de educación en libertad, sin autoritarismos y promoviendo una educación creativa y la responsabilidad personal y colectiva. Su pedagogía innovadora y contraria a cualquier clase de castigo le hizo enfrentarse a las autoridades educativas de su tiempo.

En 1856, se traslada definitivamente a París para ejercer de maestra en algunos centros educativos parisinos, dedicándose a la enseñanza sin interrupción durante quince años, primeramente como empleada de una maestra longeva, la profesora Vollier y más tarde, abriendo sus propias escuelas en el distrito de Montmartre.

Su contacto con los ambientes literarios y políticos le llevaron a publicar algunos textos bajo el pseudónimo de ‘Enjolras’, uno de los personajes de la obra Los Miserables de Víctor Hugo; y se afilió a la «Unión de Poetas» en 1862. También continuó formándose en los círculos de pedagogía republicana en la capital parisina y conoció a algunos socialistas franceses. Louise Michel, además, impartía las materias de dibujo, literatura o geografía en una escuela profesional por algunas colaboradoras del semanario Le Droit des Femmes.

La profesora que defendió la Comuna parisina en primera línea de barricada

El año 1871 estremeció al mundo burgués dándose el primer gobierno obrero revolucionario nada menos que en el corazón de Francia, y un hito crucial para la vida de Louise Michel. Participó directamente de este levantamiento popular que puso en jaque a la autoridad francesa, tanto de organizadora social como defensora activa de las barricadas. Su compromiso con el movimiento comunalista parisino le llevó a defender derechos sociales de la clase trabajadora y de las mujeres, alegando que una transformación radical del mundo también tendría que incluir un cambio del papel de las mujeres en la sociedad. La valentía y determinación que tuvo con la justicia social hicieron que se la apodara como «la virgen roja», sin embargo la Comuna fue aplastada brutalmente por el gobierno francés en mayo de 1871.

Ya desde antes de ese año Louise Michel era una mujer activa en la defensa de posturas revolucionarias, y sobre todo, seguidora del republicano socialista Louis Auguste Blanqui. Finalizando el año 1870 había participado en las manifestaciones populares contra la guerra imperialista franco-prusiana, y había disparado vestida de guarda nacional. En los acontecimientos del 18 de marzo de 1871 que marcaron ese inicio de la Comuna de París, Louise Michel ya era presidenta del Comité de Vigilancia del distrito XVIII, y como tal encabezó una manifestación de mujeres que se dirigió a la colina de Montmartre. El gobierno de Versalles había enviado tropas para apoderarse de los cañones de la Guardia Nacional emplazados en ese punto de la ciudad parisina, por lo que numerosas mujeres, entre ellas Louise Michel, se lanzaron contra las tropas versallesas para evitar que se llevasen esos cañones que servirían para la defensa del pueblo de París.

Louise Michel tuvo una destacada labor social y política en los escasos dos meses que duró la Comuna de París, tiempo en el que se aceleraron las conciencias y la acción revolucionaria tomó tal sentido que en un espacio temporal tan limitado se llevaron adelante medidas de un calado político profundamente inalcanzables salvo en situaciones de experiencia plenamente revolucionaria. Louise Michel consiguió que se abriesen comedores para niños y niñas del barrio, así como la organización de un servicio de guarderías infantiles en toda la capital parisina. Apoyó la idea de que surgieran escuelas profesionales y orfanatos laicos, todo ello pensando en formar humana y laboralmente a quienes estarían destinados a defender los logros revolucionarios.

En mayo de 1871 se desarrollan los acontecimientos de la «Semana sangrienta» cuando las tropas leales del gobierno francés asaltaron París. Louise Michel combatió fusil en mano en las barricadas en distintos municipios del área metropolitana parisina para frenar el avance del ejército francés. También actuó como enfermera atendiendo heridos, y reclutó mujeres que participaran en el transporte de vehículos sanitarios. Lideró junto a otras mujeres la defensa del distrito de Montmartre, resultando muchas de sus compañeras muertas y, aunque ella consiguió escapar inicialmente, se entregó a las tropas versallesas pocos días después.

Más de mil mujeres comuneras serían detenidas, y en total quince mil comuneros fueron juzgados por consejos de guerra militares, llegando el juicio a Louise Michel en diciembre de 1871. Acusada de intento de derrocar al gobierno e incitar a ciudadanos a tomar las armas, fue tomada por una peligrosa histérica, y sentenciada finalmente a diez años de destierro en Nueva Caledonia.

Nueva Caledonia: Deportación y profundización de sus ideas anarquistas

La Comuna había representado la primera revolución de las mujeres como sujeto protagonista, y una acción social determinante habiéndose creado uniones de mujeres para la defensa y el cuidado de los heridos, participando de los comités, y las decisiones políticas; y en la lucha frente al ejército posicionándose en las barricadas. Serán acusadas de doble traición, a su país y a su sexo; las mujeres comuneras serán puestas de depravadas, violentas y libertinas, que no cumplen con su función social de buena ciudadana.

Louise Michel salvó la vida pero en agosto de 1873 un barco la trasladó a una prisión en Nueva Caledonia, en el Pacífico Sur, donde rápidamente trabó relaciones con los grupos que luchaban por la independencia política en la colonia francesa. Hizo buena amistad con otros deportados como la internacionalista Nathalie Lemel, y con quien intercambió relevantes ideas que la acercaron más aún hacia el anarquismo.

Durante su deportación, Louise Michel, mantuvo vivo su espíritu revolucionario, continuó escribiendo y reflexionando sobre sus experiencias, así como sobre el futuro del movimiento anarquista y feminista. Estudió con mayor profundidad obras de filosofía, política e historia y su compromiso la llevó a mantener correspondencia con anarquistas y revolucionarios de su tiempo. Fundó el periódico denominado «Petites Affiches de la Nouvellle-Calédonie», y se interesó en conocer a los canacos, un pueblo melanesio, de quienes aprendió su lengua y desarrolló comúnmente una labor educativa y de cooperación apoyándoles en la revuelta en 1878 contra la autoridad francesa. Sin embargo, un año más tarde se la permitió instalarse a vivir en la ciudad de Noumea donde retomó su actividad como maestra de los hijos de los deportados franceses.

Amnistía y regreso a Francia: la oradora de la clase obrera francesa y del anarquismo europeo

En 1880 fue liberada en una amnistía parcial a los comuneros, y Louise Michel regresa a Francia con convicción y energía para continuar su lucha por la clase trabajadora. En sus conferencias por Francia hablaba de la educación libre, derechos laborales y la emancipación de las mujeres. Ya no solamente mencionaba una igualdad jurídica entre hombres y mujeres, sino que en sus discursos había propuestas de transformación profunda de las estructuras sociales y de género que perpetuaban la opresión. Para Louise Michel la emancipación de las mujeres debía estar directamente relacionada con la emancipación de la humanidad que planteaba el anarquismo. Para ella la liberación de las mujeres no podría lograrse sin una revolución social más amplia que desmantelase todas las formas de autoridad opresiva. Y esto solo podría lograrse a través de la participación activa y protagonista de las mujeres en la lucha revolucionaria.

Louise Michel continuó su labor como escritora y publicó por entregas su obra La Miseria, que tuvo bastante éxito en círculos de lectura franceses. En una conferencia en París en 1882, desmarcándose de las posturas del socialismo autoritario, Louise Michel enarboló la bandera negra, símbolo posteriormente del anarquismo. Participó de manifestaciones en esa década pasando por la prisión en varias ocasiones, y siendo estrechamente vigilada siempre por la policía francesa. En la cárcel defendió a compañeras prostitutas que estaban en prisión, y denunciaba su condición de explotadas más allá de moralismos sociales. Se pronunció en varios mítines contra la pena de muerte, y denunció la crueldad y explotación a los animales.

En 1886, y en plena libertad vigilada tras una conferencia pública en Le Havre sufrió un atentado por los disparos de un monárquico. Tras recuperarse en la siguiente década continuó ofreciendo conferencias e incluso la quisieron encerrar en un psiquiátrico, pero escapó cinco años a Londres donde gestionó una escuela libertaria. Cuando regresó a Francia en 1895 fundó el periódico Le Libertaire junto a Sébastien Faure.

En la última década de vida siguió otorgando conferencias como figura del anarquismo francés; y siendo vigilada constantemente por la policía e incluso detenida por participar en acciones reivindicativas pese a lo avanzado de su edad. A principios del siglo XX comenzó a tener neumonías frecuentemente y agotamiento, muriendo el 9 de enero de 1905 en un hotel de Marseille. Aunque inicialmente fue inhumada en esa ciudad, fue trasladada pocos días después a París donde sería enterrada en el cementerio de Levallois-Perret. La prefectura de policía parisina se desplegó hostigando a los miles de congregados en un mitin.

Louise Michel no solo fue una teórica de la organización revolucionaria; también fue una militante activa que participó en huelgas y manifestaciones, organizó grupos de apoyo para mujeres trabajadoras y promovió iniciativas educativas que buscaban empoderar a la clase trabajadora.

Fuente: https://www.briega.org/es/opinion/louise-michel-aulas-a-barricadas-parisinas-virgen-roji-negra-comuna

JAN HUS, HEREJE E INSPIRADOR DE REVOLUCIONES

 Recordando al principal ideólogo de las revueltas checas del siglo XV

Lunes.13 de enero de 2025 

Jesús Aller

Fuentes: Rebelión

La memoria de Jan Hus está viva en su Chequia natal, como lo prueba el hecho de que un gran monumento en su honor presida la emblemática plaza de la Ciudad Vieja de Praga.

Sacerdote versado en filosofía y teología, combatió con inspirado rigor la degradación de la Iglesia Católica, su riqueza y abusos, y dedicó críticas al papado que resonaron por toda Europa.

Excomulgado y condenado por herejía, Hus terminó sus días en una pira por decisión de un concilio, pero poco después de este crimen, los protestantes reivindicaron su mensaje, y tanto ellos como muchos ortodoxos lo incluyen hoy en sus santorales. El papa Francisco afirmó en 2015: “La muerte de Jan Hus hirió de gravedad a toda la Iglesia Católica y se debería pedir perdón por ella”.

Sintetizaré aquí la vida y las ideas de aquel hombre admirable, y trataré de mostrar cómo su influencia fue decisiva en la revolución social que estalló en Bohemia después de su muerte. Me serviré para ello de dos libros reveladores del historiador checo Josef Macek: ¿Herejia o revolución? El movimiento husita (Ciencia Nueva, 1967) y La revolución husita (Siglo XXI, 1975).

Un hombre para cualquier ocasión

Jan Hus nació hacia 1370 en Husinec, una pequeña villa del sur de Bohemia, en una familia de campesinos pobres, y desde niño sintió una pasión por la religión que, unida a su inteligencia, hizo posible que completara estudios en la Universidad de Praga. Allí se nutrió sobre todo del realismo del franciscano Duns Scoto (1266-1308) y no sintonizó con las especulaciones de nominalistas e idealistas. Se ordenó sacerdote en 1400, y nueve años después culminó una brillante carrera académica al ser nombrado rector de su alma mater. Las opiniones que expresaba desde el púlpito y en sus escritos eran una referencia en aquella Praga de comienzos del siglo XV.

No era ciertamente Hus amigo de circunloquios, y en una época marcada por pugnas entre papas y antipapas y venta de indulgencias, destacó por sus invectivas contra la corrupción de la Iglesia. Sus argumentos los tomaba en buena parte del teólogo inglés John Wycliffe (1320-1384), muy crítico en sus libros con la acumulación de riquezas por el clero, contradictoria con la pobreza evangélica, y con la autoridad del papado en general.

Las homilías de Hus provocaron protestas de los defensores de la jerarquía y se llegó incluso a ejecutar a algunos contestatarios. Él mismo fue excomulgado, y aunque por un tiempo siguió predicando, en 1412 se le obligó a abandonar Praga. Esto no impidió que sus ideas, plasmadas en obras como De Ecclesia (1413), gozaran de amplio apoyo por todo el país y allende sus fronteras.

En 1414, Segismundo de Hungría, Rey de Romanos, convocó un concilio en Constanza con el fin de acabar con las disensiones que minaban la Iglesia. A nuestro teólogo le prometió un salvoconducto para que viajara allí y él no dudó en hacerlo, entusiasmado de poder demostrar en tan alto foro la solidez de sus tesis. Sin embargo, sus enemigos actuaron con presteza y lo encarcelaron apenas hubo llegado. En el proceso contra él, se entresacaron fragmentos antiautoritarios de sus libros, con los que se pretendía predisponer a Segismundo en su contra. Él negó que algunas afirmaciones fueran suyas, y otras las justificó como fundadas en las escrituras.

Condenado, Hus en varias ocasiones rehusó retractarse, con lo que hubiera salvado la vida, y al fin fue entregado al brazo secular para su ejecución. Fue quemado el 6 de julio de 1415, y se dice que mientras las llamas crecían gritó por tres veces: “¡Cristo, hijo del Dios vivo, ten piedad de mí!”, una forma de la Oración de Jesús. Sus cenizas fueron arrojadas al Rin para evitar la veneración de sus restos.

Las guerras husitas

En sus libros, Joseph Macek pone de manifiesto lo que significaba en realidad el ideario de Jan Hus y su carácter netamente revolucionario en lo social. Reivindicar la pobreza de la Iglesia era atacar a la más prestigiosa de las instituciones feudales y defender el derecho de los desposeídos a la tierra que cultivaban y los frutos de su trabajo. A nadie se le escapaba esto y las argumentaciones teológicas rezuman, si se auscultan adecuadamente, su verdadero y profundo sentido. Hus perece por un contubernio de los poderosos, pero en seguida los que habían captado la crítica de la sumisión y explotación implícita en sus doctrinas se aprestaron a la lucha. Hay que considerar además que, aparte de la guerra social que está a punto de desencadenarse, otros dos aspectos convergen, según Macek, en las sublevaciones que se inician en ese momento: la pugna de los checos por su independencia frente a los alemanes que colonizaban el país y la revuelta de los clérigos reformistas contra la jerarquía eclesial corrupta.

Tras la ejecución de Hus, los nobles bohemios protestaron airadamente, a lo que Segismundo respondió con una declaración de guerra. En 1419 los husitas lograron hacerse dueños de Praga, pero en seguida se comprobó que el movimiento aglutinaba las tendencias indicadas, que conformaban dos grandes grupos. Por un lado iban un conjunto de aristócratas, clérigos y burgueses con pretensiones nacionalistas y reformistas, conocidos como “utraquistas” por ser partidarios de la comunión con ambas especies. Junto a ellos, pero no confundidos, iban los defensores de la revolución social, llamados “taboritas” por tener su sede en la ciudad de Tábor.

Obedeciendo una ley histórica bien fundada, los moderados utraquistas, ante el peligro de perder sus posesiones y privilegios feudales, terminaron aliados con los católicos contra la “chusma”, pero lo que es más relevante en este caso es que la fuerza numérica del ala izquierda husita, su justa cólera y la competencia militar de algunos de sus líderes, como Jan Žižka (1360-1424), auténtico genio de la estrategia, o Procopio el Grande (1380-1434), hicieron necesarias cinco cruentas cruzadas para someterlos. La guerra asoló Bohemia y su resultado fue incierto hasta la derrota y masacre de los taboritas en la batalla de Lipany en 1434. Éstos tuvieron entonces que reconocer como rey a Segismundo, que hizo su entrada triunfal en Praga el 23 de agosto de 1436.

Un ensayo revolucionario

Josef Macek considera las guerras husitas, tal vez un poco patrióticamente, la más importante revuelta antifeudal de toda la Edad Media en Europa. Dentro del movimiento confluían, como se ha dicho, sectores de la pequeña nobleza y la burguesía, pero la gran masa social era, según él, la de los campesinos desposeídos y los pobres de los centros urbanos, que ocasionalmente pudieron desarrollar su propio programa. Esto ocurrió sobre todo en Tábor, ciudad fundada en 1420 por unos cuatro mil husitas radicales con el nombre del monte de Galilea en el que, según los evangelios, se produjo la transfiguración de Jesús.

El experimento social iniciado en esta localidad 90 km al sur de Praga fue violentamente abortado en 1421, pero mientras funcionó trató de emular a los primeros cristianos con un igualitarismo que rechazaba la propiedad privada y cualquier jerarquía religiosa y mantenía como ceremonias sólo el bautismo y la eucaristía. Con esto vindicaban los taboritas el milenio de Cristo anunciado en el Apocalipsis, en el cual sólo él gobernará y no se pagarán tributos a los señores. En aquellos meses se vivió un esbozo de una sociedad fraternal con comunidad de bienes, que sirvió de modelo y guía a las revueltas antifeudales posteriores. Fue significativa también la incorporación de las mujeres a todos los aspectos de la vida social y cultural durante este periodo de agitación.

Otra faceta esencial de las guerras husitas fue la defensa de la lengua y la cultura checas, que a partir de entonces experimentaron un rápido florecimiento. De hecho, Jan Hus tradujo al checo las sagradas escrituras y su texto mostró que este idioma era válido para expresar las más sutiles cuestiones teológicas. Prueba de la importancia de estos eventos en la conciencia nacional checa, es que el quinto de los seis poemas sinfónicos que componen la epopeya nacional Má vlast (Mi patria), de Bedřich Smetana, lleva el nombre de Tábor y está dedicado a la gesta de los “guerreros de Dios”.

Los taboritas han sido acusados de saqueadores y criminales, pero habida cuenta de cómo acostumbraban ser los conflictos bélicos en aquel tiempo, nada evidencia una perversión especial en sus huestes. Lo que sí queda claro en las fuentes disponibles, es que el movimiento revolucionario, enfrentado a una campaña de exterminio por parte de nobles y prelados, defendió su proyecto de una sociedad sin explotación económica con un coraje que merece ser recordado y reivindicado. En las constituciones de la ciudad libre de Tábor, se expresaba la esperanza de una época “sin reino, ni dominación, ni servidumbre, en la que todos los intereses e impuestos cesarán y ninguna persona obligará a otra a hacer nada, porque todos serán iguales entre ellos, hermanos y hermanas.”

Blog del autor: http://www.jesusaller.com/.

Fuente: https://www.grupotortuga.com/Jan-Hus-hereje-e-inspirador-de

martes, 19 de noviembre de 2024

TESTAMENTO YAHYA SINWAR PARA EL PUEBLO PALESTINO

 

jueves, 7 de noviembre de 2024

Yahya Sinwar

Fuente - Testamento del mártir Yahya Sinwar para el pueblo palestino - Tercera Información - Tercera Información 5.11.2024 por Yahya Sinwar, traducido por Ángeles Maestro

 

Soy Yahya, hijo de un refugiado que transformó su exilio en una patria temporal, y que convirtió un sueño en una batalla eterna.

Mientras escribo estas palabras, recuerdo cada momento de mi vida: desde mi infancia en las callejuelas, pasando por los largos años de encarcelamiento, hasta cada gota de sangre derramada en el suelo de esta tierra.

Nací en Khan Younis en 1962, en una época en la que Palestina no era más que un recuerdo destrozado y cartas olvidadas en las mesas de los políticos.

Soy un hombre cuya vida se tejió entre el fuego y las cenizas, y que comprendió desde muy joven que la vida bajo la ocupación no es más que un encierro permanente.

Muy pronto supe que la vida en esta tierra no es algo ordinario, y que cualquiera que nazca aquí debe llevar en su corazón un arma fuerte, una voluntad inquebrantable, y ser consciente de que el camino hacia la libertad es largo.

Aquí empieza mi compromiso con vosotros, a partir del niño que lanzó la primera piedra al ocupante, que aprendió que las piedras son las primeras palabras que dirigimos al mundo que calla ante nuestra herida.

En las calles de Gaza aprendí que una persona no se mide por la edad, sino por lo que da a su país. Y así fue mi vida: cárceles y batallas, dolor, pero también esperanza.

Me encarcelaron por primera vez en 1988 y me condenaron a cadena perpetua, pero no tuve miedo.

En aquellas celdas oscuras, veía en cada pared una ventana hacia el horizonte lejano, y en cada barrote una luz que iluminaba el camino hacia la libertad.

En la cárcel aprendí que la paciencia no es sólo una virtud, sino un arma… un arma amarga, como quien se bebe el mar gota a gota.

Os lo ordeno: no tengáis miedo de las cárceles. Para nosotros los palestinos, es nuestro destino, parte de nuestro largo camino hacia la libertad.

La cárcel me enseñó que la libertad no es sólo un derecho robado, sino una idea nacida del dolor y perfeccionada con paciencia. Cuando salí de prisión en el marco de la Operación Wafa al-Ahrar [1] en 2011, no salí igual, salí más maduro, con convicciones y perspectivas largamente meditadas de que aquello por lo que luchamos no es solo una lucha pasajera, sino nuestro destino, y que lo llevamos hasta en la última gota de nuestra sangre.

Mi último deseo para vosotros, queridos combatientes, es que permanezcáis apegados al fusil, a la dignidad sin concesiones, apegados al sueño de la libertad hasta que se haga realidad.

El enemigo quiere que abandonemos la resistencia, que convirtamos nuestra causa en una negociación interminable.

Pero yo os digo: no negociéis nada que comprometa vuestro futuro.

Los enemigos temen más tu firmeza que tus armas. La resistencia no es sólo el arma que llevamos, sino nuestro amor por Palestina en cada aliento que respiramos, es nuestra voluntad de sobrevivir y desafiar su violencia, su asedio y su crueldad.

Mi mandamiento es que permanezcáis fieles a la sangre de los mártires, a los que se han ido y nos han dejado este camino lleno de espinas, ellos son los que abrieron el camino de la libertad con su sangre, así que no malgastéis estos sacrificios en los cálculos de los políticos y los juegos de la diplomacia.

Estamos aquí para terminar lo que empezaron los primeros, y no nos desviaremos de este camino cueste lo que cueste. Gaza ha sido y seguirá siendo la capital de la determinación, el corazón de Palestina que nunca deja de luchar, incluso si la tierra se estrecha para nosotros, incluso si parece que esta tierra nuestra nos va a enterrar.

Cuando asumí el liderazgo de Hamás en Gaza en 2017, no se trataba solo de un traspaso de poder, sino de la continuación de la lucha armada, el único camino histórico hacia la liberación nacional frente a la ocupación.

Cada día sentía el dolor de mi pueblo asediado, y sabía que cada paso que dábamos hacia la libertad tenía un precio. Pero yo os digo: el precio de la rendición es mucho más alto. Por eso, aferráos a la tierra como se aferran las raíces de nuestros árboles, porque ningún viento puede desarraigar a un pueblo que ha decidido vivir.

En la batalla del Diluvio de Al-Aqsa, yo no era el líder de un grupo o un movimiento, sino la voz de todos los palestinos que soñaban con la liberación. Mi convicción me llevó a creer que la resistencia no es sólo una opción, sino un deber. Quería que esta batalla fuera una nueva página en la epopeya de la lucha de nuestro pueblo, quería que todas las facciones palestinas se unieran en torno a los intereses de nuestro pueblo y se situaran en la misma trinchera contra el bárbaro e inhumano enemigo, que nunca distinguió entre un niño y un anciano, o entre una piedra y un árbol.

El Diluvio de Al-Aqsa fue una batalla por las almas antes que, por los cuerpos, y por la voluntad antes que por las armas.

Lo que os dejo no es un legado personal, sino colectivo, va dirigido a cada palestino que soñó con la libertad, a cada madre que ha llevado en brazos a su hijo muerto, a cada padre que lloró con todo su corazón por su hijo asesinado.

Mi último mandamiento es recordar siempre que la resistencia no es sólo una bala disparada, sino una vida vivida con honor y dignidad.

El encarcelamiento y el asedio me han enseñado que la batalla es larga, que el camino es duro, pero también he aprendido que las personas que se niegan a rendirse hacen milagros con sus propias manos.

No esperéis que el mundo os haga justicia, porque he comprobado y he sido testigo de cómo el mundo calla ante nuestro dolor. No esperéis justicia; sed justos. Llevad el sueño de Palestina en vuestros corazones, y convertid cada herida en un arma, y cada lágrima en una fuente de esperanza.

Esta es mi última palabra: no entreguéis las armas, no olvidéis a vuestros mártires y no cedáis con un sueño que es vuestro derecho.

Nos quedamos aquí, en nuestra tierra, en nuestros corazones, en el futuro de nuestros hijos.

Te alabo Palestina, la tierra que adoré hasta la muerte, y el sueño que cargué sobre mis hombros como una montaña inquebrantable.

Si caigo, no caigáis conmigo, pero llevad mi antorcha, y haced de mi sangre un puente a través del cual la generación nacida de nuestras cenizas pueda ser más fuerte.

No olvidéis que la patria no es una historia que contar, sino una realidad que vivir, y que de cada mártir nacerán mil resistentes en el seno de esta tierra.

Si vuelve el Diluvio y no estoy con vosotros, sabed que fui la primera gota en las olas de la libertad, y que viví para veros continuar por el camino de la emancipación.

Este manifiesto ha sido tomado del portal cncomunistas.org/Traducción: Ángeles Maestro

Referencias:

[1] -En octubre de 2011, después de que un soldado israelí fuera secuestrado y mantenido cautivo durante más de cinco años, más de 1.400 prisioneros palestinos fueron liberados de las cárceles de ocupación.

 

Fuente: https://tarcoteca.blogspot.com/2024/11/testamento-yahya-sinwar-para-el-pueblo.html?m=1

domingo, 10 de marzo de 2024

RYAZANOV, COMUNISTA, DISIDENTE, EDITOR DE ENGELS Y MARX

 


Nicolás González Varela

05/MAR/2024

 

Odessa, esa gran ciudad autónoma y cosmopolita en Ucrania, en la que, en palabras de Pushkin, “se puede oler Europa, se puede hablar francés y encontrar prensa europea”, vio nacer a David Zimkhe Zelman Berov Goldendach en el seno de una familia judía acomodada un 10 de marzo de 1870. La ciudad llamada la Perla del Mar Negro o la Palmira del Sur era hogar de una numerosa comunidad judía (en el censo de 1897 comprendía el 37 % de la población). Ciudad de tristes pogroms zaristas (1821, 1859, 1871, 1881, 1905). En ese suelo contradictorio y nutricio creció Riazanov, una de las figuras más capacitadas, comprometidas y relevantes del marxismo. Su nombre de guerra fue tomado del apellido del personaje principal, un escéptico radical a lo Bazarov, de un cuento del escritor populista Sleptsov: Tiempos difíciles.


Hasta 1917, firmó sus obras como Nikolai Riazanov o Rjasanoff. Nikolai, aparentemente, pasó incólume de su antiguo apodo conspirativo populista. Excéntrico, de excepcional memoria, volátil y romántico, intelectual imponente e imbuido de una capacidad de trabajo ilimitada. Un viejo amigo y futuro editor de Izvestiia, Steklov, lo recuerda “leyendo siempre y en todo lugar: cuando caminaba, en compañía de otros, cenando”, y que “a pesar de su juventud, tenía una educación superior y era un ‘bibliófilo’ en el mejor sentido de la palabra”; además, “le encantaba detectar en las obras de los representantes más respetados del pensamiento marxista, desviaciones del método y de la cosmovisión genuinamente marxistas y desenmascarar estas desviaciones”. Trotsky lo definía como “orgánicamente incapaz de cobardía, o de perogrullo”, añadiendo que “toda ostentación vistosa de lealtad le repugnaba”.


Opositor frecuente de las posiciones de Lenin (se consideraba bolchevique no-leninista) o del poderoso Stalin (a quien en plena campaña contra Trotsky interrumpió con un “¡Déjalo, Koba! No te pongas en ridículo. Todo el mundo sabe muy bien que la teoría no es tu fuerte”). Lunacharsky lo llamaba “indiscutiblemente el hombre más culto en nuestro partido”, pero tan independiente y autónomo que John Silas Reed lo describe “as a bitterly objecting minority of one” [un minoritario implacable]. David fue revolucionario desde la adolescencia: los 14 años era correo secreto de los populistas; a los 16 fue excluido del Liceo por incapacidad en sus habilidades de estudio.


Fue considerado el primer marxista entre los círculos de Odessa; en esa época leyó ingenuamente Das Kapital, según su testimonio “sin poseer una comprensión exacta del marxismo ni de la misión histórica del proletariado”. Arrestado por primera vez en 1887 en prisión prepara lecturas de Marx y traduce escritos de David Ricardo. En 1889 asistió al congreso de la II Internacional Socialista en París y se puso en contacto con revolucionarios rusos y luminarias del socialismo europeo: Bebel, Kautsky, Bernstein, Luxemburg, Hilferding, Rapoport, Iglesias, e incluso con la hija de Marx, Laura, y su marido, Lafargue. La necesidad, forma forzosa de la virtud, le obliga a hablar varias lenguas (alemán, francés, inglés; respetablemente se hace entender en polaco e italiano).

En 1892 es condenado a cuatro años de prisión y exiliado a Kishinev; en 1900 pudo liberarse de la supervisión policial y escapa al extranjero acompañado de su inseparable esposa. En 1901 en Berlín es fundador de la fracción Borba (Lucha), con Steklov y Gurevich, comenzando a usar el seudónimo definitivo en artículos para Iskra y ZariaBorba reclamaba un diseño organizativo basado en el marxismo revolucionario, la inevitabilidad de una revolución en dos etapas, el rol central del proletariado en el derrocamiento del zarismo, oponiéndose al tándem Lenin-Plejánov en una larga e impotente crítica al programa de Iskra.


En el mítico congreso de 1903 en Bélgica, el de la escisión entre bolcheviques y mencheviques, critica el nuevo sectarismo, el fetiche antidemocrático del “centralismo democrático”, su fracción fue expulsada y obligada a disolverse. Por fuera de las dos tendencias, con las cuales no se identifica como Trotsky, organiza un grupo propio y autónomo de las finanzas de la II Internacional y lucha por construir un partido socialista copiado del alemán. Retorna a Rusia en 1905, militando en organizaciones de los trabajadores metalúrgicos de San Petersburgo y en la fracción socialdemócrata de la Duma. En 1907 es de nuevo arrestado, en el reflujo de la revolución de 1905, y retoma, una vez más, el camino del exilio europeo.

Marksovedenie: el nacimiento de la marxología


Los siguientes diez años vivirá en Occidente y se dedicará a investigar y escribir sobre la historia del anarquismo, el socialismo y el movimiento obrero europeo. La casualidad es una forma de la necesidad. El exilio forja un marxista crítico y erudito. Escribe en el diario teórico del SPD, Die Neue Zeit; en Der Kampf y en el Archiv für die Geschichte des Sozialismus und der Arbeiterbewegung de Grünberg. Sus trabajos de esta época versan sobre Marx y la Rusia zarista, Marx y el trabajo periodístico, Engels y la cuestión polaca, la mayoría publicados en alemán y luego en ruso. Además su amistad con Bebel y Kautsky le permite libre acceso a la babilónica biblioteca del SPD y, lo más decisivo, al Nachlass (manuscritos) de Engels y Marx.


Es un revolucionario nato unido a un formidable marxista erudito con un instinto archivista obsesivo. Lo definieron como aquel que “por una duda en una coma en un manuscrito de Engels o Marx era capaz de viajar toda la noche en un tren de cuarta clase sin calefacción desde Viena a Londres”. Kautsky, el Papa del marxismo, le escribe proponiéndole que sea el responsable de una inédita historia de la Iª Internacional: “Cuando tuve la oportunidad de familiarizarme con su investigación de las obras de Marx, inmediatamente me vino a la mente que usted es la persona adecuada para este trabajo de expertos sobre el marxismo, el movimiento sindical, que está familiarizado con las relaciones internacionales como ningún otro, un experto en nuestra literatura socialista que podría preparar el trabajo ejemplar de la Internacional.”


El primer volumen, con el que se enfrentó a falsificaciones de historiadores anarquistas y proudhonianos, fue redactado en 1914, pero el estallido de la Primera Guerra impidió publicarla cuando se corregían sus pruebas de imprenta. Se publicará en ruso y en alemán recién en 1925. Con el progreso de su trabajo en los proyectos de La cuestión oriental, el libro de la Primera Internacional y a través de la extensa colección e investigación intensiva sobre el legado literario, Riazanov formó gradualmente un marco para el proyecto MEGA [Obras completas de Marx-Engels]. Después de encontrar artículos desconocidos de Marx en el Museo Británico, Riazanov escribió a Kautsky y le indicó proféticamente: “Ahora sí que se podría hacer una colección completa de todos estos artículos para unas futuras Obras completas' de Marx. Es el primer indicio consciente de la necesidad de unas obras en edición crítica e histórica de los textos de Engels y Marx.


En 1910, para discutir el futuro editorial y la situación del Nachlass de Engels y Marx, se realiza en Viena una conferencia secreta durante la cual se presentó por primera vez un plan editorial de las obras completas. Fueron invitados destacados marxistas, editores y teóricos de la socialdemocracia, entre otros Adler, Bauer, Braun, Hilferding, Renner y, por supuesto, Riazanov. Aunque el alma mater de la iniciativa era Adolf Braun, Riazanov trazó las líneas generales del Editionsplan, principios editoriales que heredaría la futura MEGA. Su cercanía con una de las hijas de Marx, Laura, le da la posibilidad de investigar los archivos familiares y la correspondencia más íntima. Tanta era su fama de especialista marxiano que se le invita a la casa de los Lafargue en Francia para que clasifique y ordene documentos inéditos. En 1911 encontró borradores de cartas in-octavo inéditas: eran respuestas polémicas de Marx a la populista Vera Zasúlich (las pudo publicar recién en 1923 en una recopilación de materiales sobre la historia del movimiento revolucionario ruso). Gracias a Bebel tuvo acceso ilimitado a los archivos del partido y a la correspondencia completa de Engels y Marx. El SPD [Partido socialdemócrata de Alemania] lo urge a continuar el irregular trabajo de divulgación de Bernstein y Mehring de trabajos olvidados, inhallables o inéditos.


En 1913, al expirar los derechos editoriales de Engels y Marx quedaba expedita la posibilidad de publicar todos los materiales sin obstáculos jurídicos por cualquier editor. En 1917 Riazanov pudo publicar dos volúmenes, de un plan de cuatro tomos, de escritos de los años 1850 de Marx y Engels; 250 artículos desconocidos para el gran público de diarios en los que colaboraban, como The New York TribuneThe People’s Paper y Neue Oder Zeitung. Con una introducción editorial de su pluma, los Gesammelte Schriften von Karl Marx und Friedrich Engels, 1852 bis 1862 serán la mejor edición científica de Engels y Marx editada en Occidente hasta la aparición de MEGA.


Entre 1908-1917 publicará un centenar de folletos, artículos, libros, ensayos, reseñas de libros, presentaciones, notas y otros textos originales de o sobre Engels y Marx. En ellos se establece los puntos principales de la Marksovedenie, la marxología, que se plasmarán en el MEI [Marx-Engels institut] y en el proyecto editorial MEGA. La idea básica era aplicar la concepción materialista de la historia al estudio de los propios Marx y Engels, comprendiéndolos como personalidades que interactúan dialécticamente con fuerzas y estructuras históricas objetivas. Sus puntos fundamentales son: publicación de las obras completas con todos los requisitos científicos y hermenéuticos, completa y sistemática, dotada de introducción, aparato de citas erudito e índices extensos; acompañar la edición con sendas biografía exhaustivas y no hagiográficas de Engels y Marx; publicar juntos los escritos de Engels y Marx dada la estrecha relación de camaradería, familiar, histórico-partidista y científica; finalmente una edición popular de Das Kapital, dotada de índice y citas, introducción biográfica y guía para su lectura. Llegado a este punto un contemporáneo podía decir que Riazanov “conocía hasta los puntos y comas de los escritos de Marx y Engels”. Y no se equivocaba.

 

“Sólo soy un marxista, y como marxista soy comunista”


No abandonó jamás la militancia: participó en escuelas de cuadros de las facciones del POSDR: en 1909 con Bogdanov, bolchevique no-leninista, y su escuela en Capri (financiada por Gorki); en 1911 en la escuela de Longjumeau (París), de Lenin. Riazanov describe así la escisión: “los bolcheviques se han dividido en dos fracciones: 1) leninistas, que incluye a los bolcheviques iniciales pero sin machistas (seguidores de la filosofía de Mach), expropiadores ni antiparlamentaristas; 2) bolcheviques puros, incluídos los del diario Vpered, con Bogdanov, Lunacharsky y Liadov".


Por ese tiempo fue aliado de Trotsky, escribe en Nashe Slovo. Estallada la guerra en 1914, participó como internacionalista en la Conferencia de Zimmerwald. La revolución de febrero de 1917 lo encuentra exiliado en Suiza. Retorna a Rusia en mayo, atravesando Alemania en tren, igual que lo había hecho Lenin. Militará en el Mezhduraiontsy, grupo interdistrital de Petersburgo fundado en 1913, amalgama de bolcheviques no-leninistas, mencheviques de izquierda e internacionalistas (Trotsky, Lunacharsky, Sukhanov, Joffe, Uritsky, etc.). En julio-agosto se funden con los bolcheviques leninistas después del intento de golpe de Estado de Kornilov. Riazanov se transforma en uno de los más prominentes oradores y activistas sindicales antes de octubre del 1917. Es elegido para la presidencia del II Congreso de todos los Soviets y miembro ejecutivo del Consejo Central Sindical de Rusia.


En octubre se opone al putsch y la insurrección armada propuesta por Lenin. Después de la toma del poder, trabaja como miembro ejecutivo del Comisariado de Educación (Narkompros) bajo la dirección de Lunacharsky. Se opone a las posiciones del partido: sostiene la existencia de un sistema soviético pluripartidista y no deja de llamar a mencheviques y social-revolucionarios camaradas. Se opone a la dictadura del Comité Central, a las cooptaciones, al uso de la fuerza, la pena de muerte y la represión contra partidos obreros, a la dispersión de la Asamblea Constituyente, al Tratado de Brest-Litovsk.


En el debate sobre la cuestión sindical se enfrenta tanto a Trotsky como a Lenin, defendiendo la independencia y autonomía de los sindicatos. Lucha denodadamente por la libre expresión dentro del partido, la legalidad fraccional y una genuina democracia obrera. Es una quijotesca cruzada contra la burocracia y la imposición del Partiinost. Por el momento, su prestigio intelectual y militante hace que nadie tenga autoridad para callarlo, censurarlo o intentar expulsarlo (ni siquiera Lenin). Pero, poco a poco, su influencia fue neutralizada, primero en el ámbito sindical. Su propio partido se lo prohíbe en 1921. Riazanov no se amedrenta: ya muerto Lenin y durante el Congreso del partido en 1924 declara: “sin derecho y responsabilidad a expresar nuestras opiniones esto no puede llamarse Partido Comunista”. En un discurso en la Kommunistischeskoi Akademii (Academia de los profesores rojos) declara: “No soy bolchevique, no soy menchevique y no soy leninista. Sólo soy un marxista, y como marxista soy comunista”. Sabía que estaba condenado, solo era cuestión de tiempo.

 

Recuperar al Marx auténtico


Riazanov fue nombrado director de los servicios de archivo de la URSS. Estuvo trabajando con destreza y enorme energía entre 1918 y 1920. Rescatando bibliotecas, documentos y materiales de los archivos de los diferentes estados y administraciones se gana el respeto y la lealtad de muchísimos especialistas y académicos no-bolcheviques, en especial en la Universidad de Moscú. En diciembre de 1920, el Comité Central promueve la idea de fundar un neo-victoriano Museo del marxismo, idea que Riazanov transforma en otra cosa: un instituto de investigaciones moderno, un laboratorio en el cual historiadores y militantes puedan estudiar, en las más favorables condiciones, nacimiento, desarrollo y maduración de la teoría y la práctica del comunismo crítico y que, al mismo tiempo, se transforme en un centro de difusión (“propaganda científica”, en palabras de Riazanov) del propio marxismo. Es natural: tanto él como Lenin y la mayoría de los socialdemócratas europeos basaban su conocimiento bibliográfico en el trabajo editorial de Engels y en la oferta editorial mezquina del SPD.


El conocimiento del comunismo crítico de Engels y Marx en las grandes organizaciones obreras, así como en el propio partido bolchevique, eran muy deficientes u horrorosas, permitiendo el desarrollo de líneas políticas utópicas o reformistas. A principios del siglo XX, Marx seguía siendo un perfecto desconocido, como había prevista Labriola, o una figura desfigurada. Lenin aprendería la lección: una de las primeras medidas de la nueva URSS, luego del fin de comunismo de guerra en 1921, las rebeliones campesinas y el levantamiento sangriento de Kronstadt, será el lanzamiento del primer proyecto editorial crítico de la obra de Engels y Marx.

Lenin le dió un impulso esencial al preguntarle a Riazanov en febrero de 1921: “¿Hay esperanzas de que recopilemos en Moscú todo lo que publicaron Marx y Engels?”. El Comité Central aprobó en 1921 la fundación del Instituto Marx-Engels (MEI), que funcionará en el palacio expropiado a los príncipes Dolgorukov, en el barrio Znamenka: durante la Unión Soviética: calle Marx-Engels. Riazanov creía que el marxismo (si es que existe algo así) no podía ser entendido ni regenerado aislado de su contexto histórico.


El instituto pretenderá estudiar científicamente a los clásicos relacionándolos con la amplia historia del anarquismo, el socialismo y el movimiento obrero europeo. El MEI incluirá biblioteca, archivo, y museo, dividido en cinco departamentos (Kabinetts): Marx y Engels, historia del socialismo y el anarquismo, economía política, filosofía e historia de Inglaterra, Francia y Alemania. Seis meses después el MEI, bajo jurisdicción de la Academia Socialista, es transferido a la jurisdicción del Comité Ejecutivo del Congreso de los Soviets (del cual Riazanov era miembro). ¿El objetivo? Sacar al instituto de todo control directo del Partido Comunista.


Riazanov no sucumbe al espíritu autoritario del Partiinost (mentalidad de partido). El MEI empieza a ser observado por el aparato [del partido] como formador de disidentes (de un staff de 109 miembros, sólo 39 tenían el carné del partido). El corazón del instituto era su biblioteca. No sólo incluía  trabajos escolares sobre la historia del anarquismo, el socialismo, el comunismo y el movimiento obrero, sino libros raros, incunables, diarios, pasquines, manuscritos, primeras ediciones de clásicos (desde Moro, Harrington hasta el Manifiesto Comunista).


Riazanov creó una red internacional de corresponsales autorizados para buscar y adquirir libros raros y manuscritos en todas las capitales europeas. Uno de ellos, por ejemplo, fue Boris Souvarine en París; otro Boris Nicolaïevski en Berlín. Además intentó desarrollar contactos permanentes con Japón (Instituto Ohara, editorial Iwanami), España (a través de Wenceslao Roces) e Inglaterra.

Según un balance de enero de 1925, la librería del Instituto poseía 15 628 volúmenes, además de manuscritos de Marx y Engels y documentos de la historia y de los integrantes de la Iª Internacional, el Saint-Simonismo, el Fourierismo, todo Babeuf, Blanqui y el movimiento obrero revolucionario y reformista europeo (incluido un periódico obrero editado por Lassalle en su juventud). Incluso periódicos originales en los cuales habían colaborado Marx y Engels, el Vorwärts de 1844, y la Rheinische Zeitung de 1842-43.


En 1930 la biblioteca incluía 450 000 volúmenes, la mayoría raros o incunables. Entre 1925 y 1930, el número de documentos originales fotocopiados se incrementó de 40.000 a 175.000, de los cuales nada menos que 55 000 eran documentos escritos por Engels o Marx. El trabajo de Riazanov, y el soporte financiero en una época de guerra civil, cerco internacional, represión y revueltas (Kronstadt, Mackhno, Tambov, huelgas en centros industriales) fu increíble y nos habla no sólo de su habilidad, sino del extraordinario apoyo en las altas esferas del gobierno bolchevique. En esos años, además de Lenin, Riazanov contaba con el apoyo incondicional de Kámenev, Bujarin y Kalinin.

Una utopía editorial llamada MEGA


Uno de los grandes méritos de Riazanov, no el menor, fue el haber sido el alma mater de la gran empresa editorial de las primeras obras completas críticas de Engels-Marx, la mítica MEGA (siglas de Marx-Engels Gesammtausgabe) publicada simultáneamente en la URSS y Alemania entre 1921 y 1931. Desde 1922 se lanzó, con un extraordinario ímpetu, a la búsqueda y salvamento de todos los materiales documentales para apoyar el lanzamiento; su sueño era una primera edición científica exhaustiva en ruso y alemán. En seguida lanzó su plan de obras completas de Engels y Marx, reclutando especialistas en lenguas extranjeras (francés, inglés, alemán) sin considerar sus viejas alineaciones pre-1917.  En 1923 Riazanov viajó a Berlín, para firmar un convenio de colaboración con el archivo del partido y de coedición con el SPD, y a su regreso presentó en la Academia Socialista de Moscú un comunicado sobre el legado literario de Engels y Marx, donde se nos presenta el estado del Nachlass como las desventuras de La ideología alemana. En 1924, el SPD autorizó oficialmente al MEI a fotocopiar su archivo partidario in extenso, incluyendo el Nachlass, su correspondencia y bibliotecas privadas (maltratadas y desperdigadas); Riazanov recordaba más tarde: “En 1900 había visto en Berlín esa biblioteca dispersa sin ningún orden en varias habitaciones. Así es como desaparecieron miles de obras pertenecientes a los creadores del socialismo científico. Ni siquiera se tomaron el trabajo de verificar si no contenían, al margen, notas de lectura, algunas huellas del trabajo intelectual de Marx o de Engels. Una parte de los manuscritos que, normalmente, habría debido ser despachada a los archivos del Partido Socialdemócrata en Berlín, fue conservada por Bernstein, y la correspondencia de Engels y la parte más importante de las obras que permanecen desconocidas hasta la actualidad quedaron en Londres".


En el Vº Congreso de la Internacional Comunista (IC) en 1924 se le otorgó un lugar especial a Riazanov para que hiciera conocer su proyecto editorial; su ponencia “El trabajo de Marx y Engels”, terminó siendo resolución oficial. En ella señalaba

la absoluta necesidad de la publicación lo más exhaustiva posible de todos los trabajos y cartas de Marx y Engels con un aparato y comentarios crítico-históricos. Solamente una edición de estas características será un monumento digno de los fundadores de la investigación científica


y justificaba políticamente la edición por las deficiencias en la formación de las nuevas generaciones. Contando las peripecias del Nachlass literario, señalaba que

después de considerables problemas, por fin hemos conseguido los manuscritos, tenemos facsímiles fotográficos de todos los manuscritos no publicados por Engels y Marx. Además del manuscrito en alemán del texto sobre la Ideología alemana, tenemos un número de manuscritos escritos por Engels en el comienzo de los años ochenta del siglo pasado, como complemento de su Anti-Dühring. Estos manuscritos fueron escondidos en el verdadero sentido de la palabra, porque tengo comprobado que nadie sabía de ellos, ni los conocía, excepto Bernstein.


Finalmente, Riazanov presentó el proyecto MEGA oficialmente:

 

Nuestra tarea principal consiste en la publicación de una edición completa y técnicamente perfecta en un par de miles de copias para todas las mayores bibliotecas. Pero también tenemos otra tarea ante nosotros, que no es menos importante. Difícilmente podemos esperar que una edición de cincuenta volúmenes (y es muy difícil que no sea menos de eso) se encuentre al alcance de todos. Tenemos que hacer una selección de la obra de Marx y Engels para todos los países. Esta selección contendrá todas las obras más importantes de Marx y Engels describiendo todas las fases de su desarrollo intelectual. La primera parte, la parte general debe ser una edición para todos los países. Luego viene la segunda parte, adaptado a las necesidades nacionales de los distintos países.


Riazanov concluyó diciendo que

en el curso de los últimos años, he sido capaz de añadir mucho a nuestra colección de manuscritos de Marx y Engels, y estaré muy agradecido si todos los miembros del Partido (y no sólo el Partido) nos ayudaran en esta labor. Mi petición a todas las partes es que envíen todo (incluso lo que parece poco interesante para usted es interesante para nosotros) aquello conectado con Marx y Engels al Instituto Marx-Engels de Moscú.


Indudablemente la empresa editorial apuntaba políticamente a un combate ideológico contra el revisionismo, la vulgarización y banalización de Marx.

Como refuerzo científico al trabajo editorial, Riazanov planificó dos publicaciones científicas: una anual, Arkhiv K. Marksa I F. Engel’sa, revista-libro de 600 páginas in octavo); y otra semestral Letopisi Marksizma (Anales del marxismo), de la cual aparecieron trece números entre 1926 y 1930. En cuanto a Letopisi Marksizma, muchos de sus artículos de divulgación se publicaron en la versión alemana, Unter dem Banner des Marxismus, que apareció en 1925, y que después reproducían los partidos de la IC.


El Arkhiv… tuvo dos ciclos político-editoriales, marcados por la purga de Riazanov y su equipo (1931) y la derrota de la revolución alemana y el ascenso del nacionalsocialismo en 1933. En ella aparecieron textos seminales del corpus del futuro marxismo occidental: secciones de La Ideología alemana; los Manuscritos económico-filosóficos de 1844, la Crítica a la Filosofía del Derecho de Hegel de 1843 y la Dialéctica de la Naturaleza. En el Arkhiv, de sesgo filosófico antimecanicista, colaboraba, y era co-editor, Deborin y su grupo de defensores de la dialéctica (Karev, Luppol), y en la revista también escribió Lukács, con un ensayo sobre Moses Hess. Riazanov, como Lukács, percibía el comunismo crítico principalmente como praxis revolucionaria proletaria. A diferencia de Lukács, cuando Riazanov hablaba del método hablaba del método histórico-crítico concreto utilizado por Marx y Engels; el materialismo dialéctico era definido como el estudio de


la historia de la sociedad humana como el proceso de cambio de las personas bajo la influencia de la naturaleza y el cambio de este último bajo la influencia de gente que actúa.


El esfuerzo no concluía aquí: había diseñado una Biblioteca del Materialismo, ediciones críticas de Holbach, Hobbes, Diderot, La Mettrie, etc.; obras completas de figuras claves del movimiento socialista mundial, como Plejánov, Kautsky, Labriola, Karl Liebknecht, Rosa Luxemburg o Paul Lafargue. Además una Biblioteca Marxista, incluyendo ediciones anotadas de los clásicos del marxismo, entre ellas la versión al cuidado de Riazanov del Manifiesto Comunista, una Biblioteca de Clásicos de la Economía Política con Smith, Ricardo, Quesnay. Por supuesto, ediciones anotadas de Hegel y Feuerbach.

 

Un marxista erudito de alcance internacional


Otra meta literaria de Riazanov era publicar una amplia e insuperable biografía intelectual sobre Marx. Nunca pudo completar este trabajo, como le sucedió al propio Engels. Sus dos mayores trabajos de los años 1920 se aproximan a este deseo: un informe popular sobre la vida y pensamiento de Marx y Engels (de 1923), basado en lecturas en la Academia Socialista, y una colección de ensayos, Ocherki po istorii Marksizma (1923), en dos tomos, una re-impresión de sus escritos pre-revolucionarios. Riazanov no era un pensador original, ni un creador vanguardista: en esas obras expone a Marx en sus textos, los documentos hablan por sí solos. Su relación con los Nachlass literarios de Marx y Engels puede ser llamada de piedad positivista: el documento desnudo y completo (textual e intertextualmente al estilo del historiador Ranke) es el elemento esencial en la investigación histórica y con el poder de regenerar en plenitud la teoría.


En 1927 recibe el Premio Lenin; en 1928 es uno de los pocos marxistas miembro pleno de la Academia de la Ciencia. En 1930 Riazanov llega al cenit de su carrera, es reconocido internacionalmente y su posición en la URSS, ya en manos de Stalin, es aparentemente segura. En diez años ha elevado al instituto en el centro mundial de estudios sobre Marx o de la historia social europea. Es una Mecca para investigadores de todo el Mundo, a pesar del anticlimax staliniano: allí llega a trabajar en 1929 un joven y brillante filósofo yanqui, Sydney Hook. Lo visitan personalidades como Kautsky, Clara Zetkin, Bela Kun, Emile Vandervelde, Albert Thomas, Charles Rappoport, Henri Barbusse, Maxim Gorky; colaboradores internacionales incluyendo a Lukács (quién leyó por primera vez los Manuscritos de 1844 decisivos para su evolución), Pollock (“Escuela de Frankfurt”), etc.


Riazanov se hizo construir una pequeña residencia anexa al palacio, una réplica de la casa de Engels en Mánchester que aún se conserva, donde maneja el instituto como un Grand Seigneur. Se lo puede ver en el jardín removiendo la nieve, ayudando al personal de limpieza o reforzando su prohibición estricta de fumar. El anarco-comunista Serge, que vivió en la URSS, nos ha dejado un vívido retrato en sus Memorias de un revolucionario:


Riazanov, uno de los fundadores del movimiento obrero ruso (que dirigía el Instituto Marx-Engels) alcanzaba hacia los sesenta años la cúspide de un destino que podría parecer un éxito excepcional en tiempos tan crueles. Había consagrado una gran parte de su vida al estudio más escrupuloso de la biografía y de los textos de Marx; y la revolución lo colmaba; en el partido bolchevique, su independencia de espíritu era respetada. Era el único que había elevado incesantemente su voz contra la pena de muerte, incluso durante el terror, reclamando sin cesar la estricta limitación de los derechos de la CHEKA y luego la OGPU. Los heréticos de todas clases, socialistas, mencheviques, u opositores de derecha e izquierda, encontraban paz y trabajo en su instituto, con tal que tuvieran amor al conocimiento. Seguía siendo el hombre que había dicho en plena conferencia: “No soy de esos viejos bolcheviques a los que durante veinte años Lenin trató de viejos imbéciles. Me encontrécon él varias veces: corpulento, de brazos fuertes, barba y bigote tupidos y blancos, mirada tensa, frente olímpica, temperamento tormentoso, palabra irónica. Naturalmente a menudo detenían a sus colaboradores heréticos y él los defendía con circunspección. Tenía entrada libre en todas partes, los dirigentes temían un poco su hablar franco.


¿Un poco? Stalin visita el MEI en 1927 y al ver los retratos de Marx, Engels y Lenin, pregunta: “¿Dónde está mi retrato?”. Riazanov replica: “Marx y Engels son mis maestros; Lenin fue mi camarada. ¿Pero qué eres tú para mí?”. En 1929, en una conferencia del partido, afirma: “El Politburó ya no necesita ningún marxista”.

Se niega a participar en los faustos de obsecuencia y culto a la personalidad en el cincuenta aniversario del secretario general Stalin. Riazanov elige sus colaboradores por su capacidad científica: estando ya exiliado Trotsky en Alma-Ata lo contacta… ¡para que trabaje en la edición crítica de la obra polémica de Marx Herr Vogt!, incluso le encarga revisar traducciones y realizar correcciones en las pruebas de imprenta de los volúmenes de Marx y Engels, algo que le aseguraba a Trotsky un ingreso vital en esos momentos, ya que no tenía medios de subsistencia al ser expulsado del VKP (b) [Partido Comunista panruso ¡(bolchevique). En 1930, la prensa soviética festejó su sesenta cumpleaños como evento nacional. Apareció un grueso libro de jubileo ex profeso titulado En su puesto de combate! Edición especial por el sexagésimo aniversario de D. B. Riazanov, donde escriben en su honor Bujarin, Kalinin, Rykov y otras figuras célebres de la Nomenklatura. En un comunicado oficial del Comité Central, que firma Stalin, se le anuncia un futuro promisorio de leal servicio al partido y se lo glorifica como “un infatigable luchador por el triunfo de las ideas de los grandes maestros del proletariado internacional: Marx, Engels y Lenin”; los diarios oficiales, dirigidos por Bujarin, no escatimaban elogios: “el más eminente marxólogo de nuestros tiempos” -dice Izvestia; el Pravda afirma que es “una personalidad científica mundial” que ha dado “más de cuarenta años de su vida a la causa de las clases trabajadoras” y que “organizó un instituto científico que es orgullo de nuestra ciencia revolucionaria”, y “bajo la dirección científica y administrativa directa de Riazanov… el MEI estuvo en los primeros puestos en la lucha por el triunfo de la teoría revolucionaria del proletariado”, tanto “por su considerable labor científica e investigadora en el terreno de la marxología, como por su actividad en el movimiento sindical mundial”.


En su intervención en nombre de la IC, Clara Zetkin señaló pomposamente que “en la base de la gran monumento al trabajo científico creativo del Estado soviético se encuentra tallado de manera indeleble el nombre de Riazanov”; la publicación oficial de la IC, Inprecorr, lo califica de “el erudito marxista más importante y de mayor renombre de nuestra época”.


Para coronar el homenaje, se le condecoró con la prestigiosa Orden de la Bandera Roja del Trabajo. Pero debajo de los fastos se podían oír los sordos ruidos de la lucha interna. Ya a principios de 1930, Stalin, en franca lucha contra Riazanov, decidió confiar en jóvenes aspirantes del Instituto de Profesores Rojos para promover la separación absoluta entre la filosofía y la ciencia, tarea de lucha ideológica que consideraba indispensable para “para implementar la crítica completa” de todas las instituciones culturales soviéticas. Decía Stalin que


tenemos que remover y cavar todo el estiércol que se ha acumulado en la filosofía y las ciencias naturales. Eliminar todo lo que han escrito los del grupo ‘deborinista’ (Deborin-Riazanov) y quebrarlo...


y concluía diciendo que

hay que asestar el golpe, es el principal problema para ir venciendo en todas las direcciones. Preparaos para la batalla. No hay que olvidarse de debemos producir la salida de Riazanov del Instituto Marx-Engels.

 

Objeto de represión


En menos de un año Riazanov fue arrestado, encarcelado, exiliado y expulsado, no sólo del instituto, sino del partido. En diciembre de 1930 se desplegó una operación a gran escala. La excusa policial fue la existencia de una ficticia y antisoviética organización llamada “Unión de Oficinas del Comité Central del Partido menchevique” (sic), fueron acusados de querer quebrar la economía soviética; uno de los primeros detenidos fue el trágico Isaak Illich Rubin, historiador y economista del staff del MEI. Se acusó a Riazanov de ocultar correspondencia menchevique terrorista y documentos antisoviéticos que le entregaba Rubin. Los documentos que habría ocultado Riazanov era una carta muy crítica de Marx, de 1881, sobre el joven Kautsky (luego plenamente confirmada por la historia), entregada por la antigua menchevique Lidia Zederbaum-Dan, hermana de Mártov, en 1925.


La caza de brujas era simple y brutal: la menchevique Lidia Zederbaum le entregó a Riazanov la carta de Marx en 1925. ¿Por qué se la dio? ¿Como prenda de la amistad de Riazanov con los mencheviques y de su futura colaboración en la conspiración contra la dictadura del proletariado? La etiqueta menchevique tiene que cerrarle la boca a cualquiera que dudara, especialmente debido a que Riazanov “ocultó cuidadosamente” la carta desde 1925. ¿Por qué la ocultó? Obviamente, para salvaguardar los intereses de Kautsky y del menchevismo mundial (cuyo centro es el fantasmagórico e inexistente Centro internacional).


Al idealismo menchevizante en la teoría se le sumaba el menchevismo mendaz más práctico y contrarrevolucionario. Idealismo menchevizante era un término técnico pseudofilosófico que se utilizó ampliamente en la literatura del Dia Mat soviética y extranjera a partir de la década de 1930 hasta comienzos de la década de 1950. Originalmente se refería a los errores cometidos por el grupo del filósofo Deborin ligado al MEI de Riazanov.


La palabra menchevizante significaba que la separación de la teoría de la práctica por Deborin y sus discípulos fue considerada como una resurrección de un dogma político particular, el de los mencheviques, y la palabra idealismo, que la identificación de Deborin de la dialéctica de Hegel con Marx era considerada una reencarnación y refugio en una variante del idealismo.


Más tarde, el término idealismo menchevizante se extendió a algunos errores teóricos de muchas disciplinas académicas (por ejemplo, en desviaciones y errores en la economía política) y se estableció como sinónimo de herejía antimarxista y revisión idealista del leninismo.  Bajo el estalinismo, ser acusado de idealista menchevique podía conllevar una condena de muerte in fieri. Rubin, bajo tortura y con la amenaza de encarcelar a su familia, firma a la OGPU una confesión falsa; incluso escribió una carta donde hablaba de los supuestos documentos mencheviques escondidos y que se había readmitido a Riazanov en el partido menchevique.


Riazanov se indignó al enterarse que uno de sus miembros ha sido arrestado y ante lo que llamó “locura organizada por el Buró Político” del VKP(b) exigió una reunión vis-à-vis con Stalin. En el registro conservado en los archivos estatales de las entradas al Kremlin figura la visita de Riazanov el día 12 de febrero de 1931, a las 17:10; lo esperaban los miembros más leales de Stalin en el Buró Político del VKP(b): allí estaban Molotov, Kaganovich, Postyshev, y más tarde llegó el temido jefe de la OGPU de esa época, Menzhinsky. Riazanov exigió ver la explosiva carta-confesión de Rubin o los documentos mencheviques de marras, que no aparecieron.


Según las memorias de Sher, la discusión fue a gritos, un antiguo menchevique que colaboraba ahora con la OGPU. Stalin le gritaba a Riazanov: “¡¿Dónde están los documentos?!”, a lo que Riazanov respondía: “¡Nunca los encontrarán si es que no los traen ustedes mismos!” Se ordenó a dos altos oficiales de la OGPU que registraran el MEI, y Riazanov salió del Kremlin con ellos a las 20:00 horas. Una comisión de la policía política (OGPU) enviada al Instituto Marx-Engels durante la noche del 12 al 13 de febrero de 1931, es decir, inmediatamente después de la conversación personal de Riazanov con Stalin en el Kremlin, antes de su purga y depuración total, comprobó alarmada que en la sección de filosofía ¡no había ni un libro de Lenin!, y sí, por ejemplo, de muchos “filósofos contemporáneos”. Además se enseñaba a “idealistas obscurantistas” (sic) como Schopenhauer o Husserl. La noche del 15 de febrero de 1931, la OGPU lo detuvo en la Lubianka bajo el inventado motivo de recibir paquetes del extranjero, de aquel fantasmal Centro Internacional menchevique. El mecanismo no se detuvo, a pesar que no ha existía ninguna sentencia legal ni procedimiento administrativo: el 17 de febrero 1931 la Presidencia del Comité Central del VKP(b) lo excluye del partido por estar en rebeldía; el 20 de febrero el Buró Político emite una resolución titulada “Acerca del Instituto de Marx-Engels”, pronunciándose por: “a) una junta provisional procederá a la disolución del MEI; b) asignar como director del MEI a Adoratskii y c) asignar como director adjunto del MEI a Tovstukha".


En la razzia ideológica que se desencadena a continuación, son despedidos expeditivamente 131 empleados de un total de 243. Esto fue seguido por la exclusión de Riazanov de la Academia de Ciencias de la URSS y de la Academia Comunista, además de la expulsión de otras organizaciones e instituciones. Se le encarceló en el Gulag de Suzdal, especializado en presos políticos, en un régimen de aislamiento individual durante seis meses. El 16 de abril de 1931, por su estado de salud, la OGPU decide enviarle al exilio en aldeas cercanas de Saratov, en el Volga.


Como era habitual con los represaliados, en febrero de 1931, los editores y bibliotecarios recibieron la orden de expurgar las obras personales y sus cuidadas ediciones de Engels, Marx, Plejánov y la Iª Internacional, etc. Los libros no se quemaban, tenían un doble curioso destino: un ejemplar de cada libro era enviado a la biblioteca personal de Stalin y el resto se enviaba al batán para hacer nueva pasta de papel. Para concluir la parábola, detenido Riazanov, Pravda publica en marzo de 1931 una nota titulada “Marx sobre Karl Kautsky”, firmada misteriosamente por “Instituto Marx-Engels”, sin ningún comentario ni introducción, y que concluye así: “La conocida menchevique Lidia Zederbaum-Dan le entregó la carta original a Riazanov ya en 1925, quien la ocultó cuidadosamente”. Por el momento, se cierra el telón.


Hasta el momento de su detención, solo se publicaron once volúmenes (de un proyecto de cuarenta y dos) y siete estaban in progress (entre ellos los famosos y desconocidos Gründrisse). En 1931, el mismo año del arresto de Riazanov, el reemplazante de Riazanov tras la purga del MEI, el pedante y oscuro apparatchik Vladimir V. Adoratskij, primer candidato de Lenin a dirigir el MEI, realizó un discurso en el que definía el trabajo editorial de su predecesor en la dirección del instituto como “una traición directa (direktem Verrat) a la causa del proletariado”, ya que había privilegiado la publicación


de aquellos trabajos de Marx y Engels cuando aún eran jóvenes-hegelianos, o en el cual se comenzaba el pasaje al materialismo dialéctico, movimiento que representaba los primeros pasos en la nueva concepción del Mundo… se trata de uno de los delitos más graves que cometió Riazanov en su sabotaje a una edición popular e internacional de los trabajos de Marx y Engels.


¿Y la obra todavía pendiente de Marx y Engels realizada por el equipo de Riazanov? Algunos los continuará su sucesor Adoratskii (objeto de represión en 1940 y ejecutado en 1945), y bajo su férula serán publicados entre 1931 y 1935 otros seis volúmenes de MEGA preparados por el MEI menchevique antes de 1931. Finalmente, en 1936 se detuvo toda actividad editorial del Marx inédito. El último estertor fue la publicación separada (exclusivamente en ruso) en dos volúmenes, en 1940, de los manuscritos de Marx de 1857-58, los Gründrisse der Kritik der politischen Ökonomie. El método estalinista fue completo: expulsión, exilio, prisión y muerte de sus colaboradores, suspensión total del plan editorial, colocar bajo el martillo-pistón a las pruebas impresas; desaparición de todas las bibliotecas públicas rusas y extranjeras; depuración de las obras de Marx y Engels en ediciones populares, aligeradas de toda erudición. Poco a poco Stalin fue sustituyendo la empresa editorial crítico-histórica de MEGA por una serie de publicaciones aisladas, diseminadas, sin ningún plan conjunto, ni criterio filológico y doxográfico.

 

Un final ignominioso: exiliado, aislado, ejecutado


Riazanov vivió a orillas del Volga condenado a la miseria y al hambre, a la decadencia psíquica y física. Bibliotecas y editoriales recibieron la orden de expurgar sus obras y sus ediciones. Simplemente dejó de existir, pero él no lo sabía. Vivió a duras penas de traducir pequeños textos para la universidad local. Compartió sus pobres raciones con decenas de famélicos durante la hambruna de 1932-1933 (cuatro años más tarde esta militancia fue considerada una pérfida maniobra antisoviética). En 1934, el Buró Político le permite viajar a Moscú para poder atender a su esposa enferma. Según informes de Kalinin, antiguo protector y admirador, Stalin le ofreció un compromiso: Riazanov debía escribir un comunicado de arrepentimiento público, reconocer su culpabilidad en la conjura menchevique-trotskista y se le rehabilitaría en toda la regla. Riazanov rechazó el acuerdo y exigió la revisión inmediata de su caso.


A mediados de 1934 fue enviado de nuevo al exilio en Saratov ad eternum. El VKP(b) de Saratov, en el seno del cual cobijaban algunos de sus admiradores, le concede en 1934 un pequeño trabajo para subsistir como consultor bibliotecario en la Biblioteca de la Universidad. El 11 de junio de 1937 el mundo se sobresaltó ante la noticia de la decapitación de toda la cúpula del Ejército Soviético. La caída de los generales rojos desató una explosión de terror nacional, dirigida contra mandos directivos en todos los niveles y esferas. Por primera vez, Stalin reprimió a gran escala personas que nunca habían sido opositoras abiertas y que siempre se habían alineado junto a él en las disputas internas del partido.


La nueva política represiva tenía por objetivo destruir a todos los sospechosos de deslealtades pasadas, presentes o imaginarias con respecto al grupo dirigente de Stalin. Terror ciego y de masas, con un motivo político claro: en 1936 la URSS había adoptado una nueva Constitución que contemplaba la elección de un nuevo órgano legislativo, el Soviet Supremo, al que podía votar formalmente el conjunto adulto de la población, con un sistema de papeletas secretas que estaba programándose para 1937. Estas elecciones, según decreto de junio de 1937, se referían a los escaños contestados y varios candidatos harían campaña por ellos.

El mismo día en que la prensa oficial publicó las normas sobre las inminentes elecciones, Stalin envió un telegrama a todas las organizaciones del VKP (b) en el que exigía la ejecución en masa de todos los elementos “antisoviéticos” y la re-instalación de la figura penal de la “Troika”, tribunales ad hoc de tres personas. Las troikas habían funcionado durante la Guerra Civil de 1918-1921 para procesar en el campo de batalla los enemigos del pueblo de manera expeditiva, sin recurrir a procedimientos judiciales ordinarios. Stalin las recuperó en 1929 durante la colectivización forzosa para dictar sentencias de deportación o muerte contra opositores a las explotaciones agrícolas colectivas. Su reaparición en 1937 era reflejo, para la cúpula del régimen stalinista, que existía una crisis mortal en la URSS.


Las nuevas troikas modelo 1937 estaban compuestas por el primer secretario local del partido, el procurador y el jefe de la NKVD en el territorio. Durante ese año dictarían 688 000 sentencias (87 % de todas las sentencias en la URSS), la mayoría condenas a fusilamiento. En esa segunda mitad de 1937, la mayoría de los comisarios populares (equivalente a ministros en Occidente), casi todos los primeros secretarios regionales del partido y millares de funcionarios fueron calificados de traidores y detenidos. Al parecer, la mayoría de estos funcionarios superiores, de esta nobleza de Estado fue ejecutada entre 1937 y 1940.


En junio de 1937 A. A. Andreev, emisario enviado por el Politburó y personaje de confianza de Stalin, viajó a Saratov para destituir al líder territorial, con órdenes de inspeccionar a la cúpula partidaria local. El mecanismo orwelliano era similar en todas partes: seguidamente se convocaba un pleno del comité local en el cual el emisario formulaba los cargos que pesaban contra el secretario regional y los suyos; normalmente, el Secretario intervenía (si estaba en libertad) y luego los miembros del Comité Central local denunciaban a su líder, que era a su vez destituido y detenido.


Mediante esta típica operación en el Gran Terror 1937-1938 Stalin liquidó toda la cúpula del partido en Saratov por negligencias varias y traición, al haber protegido a ese genio maligno. Riazanov esperaba su detención, que se produjo en la noche del 22 de julio de 1937. Tenemos la reconstrucción de su duro interrogatorio por parte de la ahora NKVD de Yezhov: Riazanov se negó a representar el papel de arrepentido, no entró en el juego de la delación. Negó una y otra vez las delirantes acusaciones en dos duros interrogatorios los días 26 y 28 de julio. A la Nomenklatura no le sirvió para el ritual público en los juicios populares. Riazanov anuló la lógica de lo que Radek, otro represaliado, llamó la álgebra de la confesión.


Según la fórmula de Stalin, la crítica equivalía a oposición; la oposición inevitablemente implicaba y derivaba en conspiración; la conspiración significaba traición. Algebraicamente, por lo tanto, la mínima oposición al régimen o la no notificación de dicha oposición, era parangonable a un acto de terrorismo. El 19 de enero de 1938 el procurador general de Saratov le dirige una larga acusación de seis páginas, donde entre otras denuncias señala “la extrema hostilidad personal de Riazanov con respecto al camarada Stalin”.

Finalmente, el 21 de enero fue juzgado a puerta cerrada. La sesión se abrió a las 19:45 horas y se cerró a las 20:00 horas. El Colegio Militar de la Corte Suprema de la URSS de Saratov lo condenó a muerte por pertenecer a una “organización terrorista trotskista” y “la difusión de invenciones calumniosas sobre el partido y el poder soviético” y, en virtud del artículo 58 del Código Penal de la URSS, a la pena máxima. Fue ejecutado el mismo día.

La tragedia humana del terror stalinista se extendió a familiares y amigos. Sabemos que Stalin, Molotov y otros miembros del Politburó aprobaban rutinariamente las listas de mujeres (madres, esposas) e hijos de los Ennemis deu Peuple que debían ser reprimidos. No solo desaparecían los padres y las madres calificados de enemigos, sino que, a menudo, los familiares de los detenidos eran detenidos a su vez.


El castigo indirecto tenía una utilidad política más elevada y calculada: la amenaza que los parientes serían castigados podía tener una influencia disuasoria sobre los potenciales disidentes o críticos, además evitaban la difusión pública de sentimientos negativos o eventuales protestas. Su esposa Ana Levovna fue arrestada y como esposa de un enemigo público condenada a ocho años de prisión en un gulag, del cual será puesta en libertad en 1943, sin conocer el destino final de su marido.


En julio de 1957 Ana dirigió una carta a Nikita Kruschev preguntando por el paradero de su esposo. Ambos fueron rehabilitados oficialmente en 1958 y readmitidos como miembros en el Partido Comunista. Recién el 22 de marzo de 1990 Riazanov fue reincorporado post mortem a la Academia de Ciencias de la URSS. Al día siguiente de su ejecución fueron arrestados sus familiares directos e inmediatamente agentes de la NKVD arribaron a su humilde dacha para cumplir la última parte de la sentencia: confiscación de sus bienes personales para el Estado y destrucción de lo inútil. Cargaron todos sus libros en la parte trasera de un camión. Los papeles y notas restantes de Riazanov fueron desparramados en el suelo para alimentar el fuego, incluido todo lo que se encontraba sobre su escritorio de estudio. Entre ellos un retrato del joven Engels con una inscripción dedicada de puño y letra por la hija de Marx, Laura Lafargue, con quién había trabajado en 1911. “¿Quién es éste?”, preguntó uno de los milicianos con su gorra azul-roja a su nieta. “Es Friedrich Engels”, respondió. “¿Y quién es Engels?”, respondió el agente mientras arrojaba el daguerrotipo a las llamas.


Nicolás González Varela, es ensayista, editor, traductor y periodista cultural.

 

Fuente: https://vientosur.info/ryazanov-comunista-disidente-editor-de-engels-y-marx/