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jueves, 2 de febrero de 2017

ESTAMPAS DE LA BANCARROTA SOCIOLÓGICA LIBERAL





por Samuel Morales Chavarría
01-02-2017

Allá por los años 60, cuando todo parecía ser más claro y el cielo próximo a ser tomado por asalto, Julio Cotler gustaba contar a sus alumnos de San Marcos, incluyendo a Sinesio Lopez,  dos ilustrativas observaciones sobre la sociedad peruana: la primera de ellas, dicha con sorna, hacía referencia a considerar la corrupción como un signo democrático, ya que, lo que en la república aristocrática era un privilegio (el monopolio de la corrupción) y casi un derecho nobiliario; pasado el tiempo, dicha práctica había devenido en un fenómeno extendido ergo… el segundo hecho, dejaba constancia del who is who colonial, prevalente aún en la sociedad peruana. Como sabemos Julio Cotler, muy a su pesar, es fatalmente asimilable a un English gentleman o un American citizen, percepción ésta que le permitía –en lo que parecía ser una habitual práctica sociológica vivencial- “violar” con total impunidad y contento, lo que por esos tiempos constituía mucho más que un mandato constitucional: la prohibición de ingresar al Club de La Unión sin corbata…lo cual era rigurosamente observado por los porteros cuando se trataba de cualquier hijo de vecino… pero, cuando el trasgresor era nuestro héroe, los porteros que ya habían asimilado aquello del who is who …caballero nomás, y a la salida “welcome mister”.        

Pasaron las aguas y los años. Las escaleras, no sirvieron para alcanzar el cielo y en su lugar tuvimos el purgatorio y la implosión del socialismo real. Junto con ello, la desbandada. El discurso liberal y con él la seguridad que brindaba se hizo hegemónico. Fueron los tiempos de las ONGs alimentadas por el Imperio y el eclipse de los partidos.

Hoy, Julio Cotler, forzado por nuestras mass media, ocupa el trono que dejara vacante Pablo Macera, alejado por la infección gangrenosa fujimorista que sufriera. Y así, de tarde en tarde, sintiéndose más que inquilino precario, usurpador a disgusto, nos recuerda que él también tuvo veleidades radicales de izquierda ahora difuminadas, y nos ofrece además, la frase obligada que busca sintetizar el momento, pero que, desafortunadamente no llega a tener y no es un exceso señalarlo, la “maceración”, el charm de las frases de Macera.   

Si esto fue una prejuiciada visión en el devenir del maestro, veamos lo que nos ofrecen dos de sus reconocidos discípulos, Sinesio Lopez y Martín Tanaka, supuestamente distantes en lo que respecta a sus simpatías políticas (uno, cruzado de las corrientes más moderadas de izquierda; el otro, operador ideológico fujimorista), pero muy próximos en lo que se refiere al manantial ideológico liberal del que abrevan.

Y para ello, nada mejor que empezar no por lo que afirman, sino por lo que callan, porque la verdad sea dicha, ¿qué de trascendente pueden tener las afirmaciones de:

- (Julio Cotler)  “El hecho de que un expresidente esté involucrado es mucho más importante (para la gente) que una empresa o un banco. Esto puede tener un impacto decisivo en el curso de los acontecimientos, sin la más mínima duda”;
- (Martín Tanaka) “La corrupción…es lamentablemente parte inevitable de la vida, siempre la ha habido y la habrá, en el Perú y en todo el mundo: el asunto es prevenirla”; 
- (Sinesio Lopez) “La corrupción es destructiva de la política, de la sociedad y, a la larga, de la misma economía. Ella conduce a la antipolítica, a la desmoralización social y probablemente al estancamiento económico”;

cuando lo que se calla, es de lejos lo principal, lo sustantivo:

¡Que el Imperio tiene desde el 2001, conocimiento pormenorizado, detallado, individualizado, de quienes conforman las redes de corrupción a nivel mundial, y que, en consecuencia la revelación de todas estas redes y sus elementos componentes, es gestionada, administrada y soltada  en función de los intereses del Imperio!

¿Pueden, el ilustre profesor y sus dos distinguidos alumnos afirmar que lo que sostengo no es cierto?

No lo pueden hacer, porque saben muy bien que la Ley Patriota (USA PATRIOT ACT, promulgada el 26 OCT 2001), dispone que todos los bancos del mundo, sin excepción, informen al Departamento del Tesoro (USA) de todas las transacciones que se realicen en dólares. Y que, para mayor escarnio de nuestro famélico gobierno, la información que aquí se niega a la Unidad de Investigación Financiera, corre mes a mes a raudales al Departamento del Tesoro.

¿Podrá Sinesio Lopez que cada día está más homologable a Pitirin Sorokim, cuestionar que todo la develación del caso Lava Jato, más que producto de la intervención fortuita y afortunada al cambista Alberto Youseff por parte de la Polícia Federal de Curitiba y unos jueces excepcionalmente probos, es una perfecta operación de inteligencia montada por la CIA a objeto de traerse abajo a uno de los puntales de los BRICS, en el marco de la pugna geopolítica que mantiene contra Rusia y China, principalmente? Y, como hace rato hemos pasado la edad de los cuentos, ¿no es acaso cierto que todo lo que esta operación revela, junto con ser una brutal advertencia, es la disposición del Imperio, llegado el caso a incinerar a cualquier burguesía nativa o fracción de ella, si así conviene a los intereses globales del Imperio?

Como apunte final, ahora que la vida nuevamente reclama  poner en el orden del día superar la vieja contradicción, y el fantasma del que hablara el viejo genial arroja sus sábanas, para llenarse de pasión y vida, sugiero a nuestros sociólogos liberales, miren la muy buena serie de Netflix Homeland (ojo: también recomendada por Mario Vargas Llosa); podrán confirmar, que allí donde ustedes dejan de ver, observar, analizar y deducir, los ¡guionistas!, ¡si, los guionistas! (y no afamados sociólogos) de la serie Homeland hacen los que ustedes olvidan, seguro por distracción.
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viernes, 25 de noviembre de 2016

EL PASADO NOS SIGUE ALUMBRANDO (III): ¿LA SOCIOLOGÍA ES UNA CIENCIA O LA IDEOLOGÍA DE LA BURGUESIA?




¿En qué relación está el marxismo con la moderna ciencia sociológica? Si se piensa en la «sociología» que empieza con Comte y que éste bautizó con ese nombre, como especialidad propia en el sistema de las ciencias constituidas, la relación es de extrañeza y contraposición. Marx y Engels no han recogido ni el nombre ni la cosa nombrada por él. Y cuando, finalmente, obligado por «el mucho ruido que arman los ingleses y los franceses por cuenta de él», Marx conoció el Cours de philosophie posítive, treinta años después de su publicación, habló del «positivismo» y del «comtismo» como de una cosa respecto de la cual adoptaba «como hombre de partido una actitud plenamente hostil» y añadió que «como hombre de ciencia le merecía muy baja opinión».[1] La recusación está bien fundamentada teórica e históricamente. La teoría marxiana no tiene nada que ver con esa «sociología» de los siglos XIX y XX fundada por Comte y difundida por Mili y Spencer. Más acertado es entender, por el contrario, la «sociología» como una oposición al socialismo moderno. Sólo sobre esa base es posible entender como fenómeno unitario las múltiples tendencias teóricas y prácticas que en estos cíen años han dejado su paso en esta ciencia. Al igual que ya para Comte tras su ruptura con Saint-Simon, también para los «sociólogos» posteriores hasta el día de hoy se trata de enfrentarse a la teoría y, por lo tanto, también a la práctica del socialismo con otra forma de elaboración teórica y práctica de los problemas que el socialismo fue el primero en plantear. El marxismo tiene con esas cuestiones, puestas al orden del día por la evolución moderna, una relación mucho más originaria y directa que toda la llamada «sociología» de Comte, Spencer y sus sucesores.

Entre la doctrina social de Marx y esta moderna ciencia burguesa de la sociedad no hay, pues, en el fondo ninguna relación teórica. Los burgueses consideran la teoría socialista revolucionaria del proletariado como una mezcla «acientífica» de teoría y política. Los socialistas, por su parte, consideran mera «ideología» toda la ciencia social burguesa.

Muy distinta es la relación que medía entre la teoría marxiana y la investigación social del período de desarrollo revolucionario de las burguesías francesa e inglesa de los siglos XVII y XVIII, en el que no se inventó la palabra «sociología», pero se descubrió la «sociedad» como campo peculiar e independiente del saber y de la acción y se le reconoció toda su importancia.

Según la información que da el propio Marx en 1859,[2] empezó el desarrollo de su teoría materialista de la sociedad dieciséis años antes con una «revisión crítica de la filosofía hegeliana del derecho». En aquella época, durante su actividad práctica de redactor de la Rheinische Zeitung en 1842-1843, se había visto obligado por vez primera «a hablar de lo que suele llamarse intereses materiales». Había empezado a ocuparse de «cuestiones económicas» y había trabado cierto conocimiento, todavía vago, con las ideas del «socialismo y comunismo franceses». Su análisis de Hegel le llevó al resultado de que:

Las relaciones jurídicas y las formas estatales no se pueden comprender por sí mismas, ni sobre la base de la llamada evolución general del espíritu humano, sino que arraigan en las circunstancias y relaciones materiales de la vida, cuya totalidad reúne Hegel, siguiendo a los ingleses y franceses del siglo XVIII, bajo el nombre de «sociedad civil», y, además, que la anatomía de la sociedad civil se tiene que buscar en la economía política.

Se apreciará la importancia decisiva que ha adquirido para Marx -que en ese período pasaba del idealismo hegeliano a su propia teoría materialista- el concepto de «sociedad civil». Marx basa su penetrante crítica del idealismo estatalista hegeliano en las mismas afirmaciones que ha encontrado en Hegel -afirmaciones de un realismo sorprendente en un filósofo idealista- sobre la naturaleza de la sociedad civil,[3] y así a través de Hegel Marx enlaza con aquellos grandes «enquirers into the social nature of man» («investigadores de la naturaleza social del hombre.») que en los siglos anteriores y en lucha contra el anticuado orden económico y estatal burgués lanzaron primero como consigna revolucionaria el nuevo concepto de sociedad civil y analizaron en la «nueva ciencia» de la economía política también el fundamento material, algo así como el esqueleto de esta nueva forma burguesa de sociedad.[4]

Hegel no había obtenido autónomamente de la experiencia del desarrollo alemán, entonces sumamente atrasado, aquellos realistas conocimientos que distinguen tan acusadamente la parte de su filosofía del derecho dedicada a la «sociedad civil» de las demás partes del texto.[5] Ha tomado ya listos el nombre y el contenido de su «sociedad civil» de los filósofos sociales, políticos y economistas franceses e ingleses. Detrás de Hegel están, como dice Marx, dos ingleses y los franceses del siglo XVIII», con su nueva comprensión de la estructura y el movimiento de la sociedad. Esta comprensión refleja a su vez la evolución histórica real que tiene su culminación en la «revolución industrial» en Inglaterra desde mediados del siglo XVIII y en la gran revolución francesa entre 1789 y 1815.

En el desarrollo de su nueva ciencia social socialista y proletaria Marx ha enlazado con esta teoría social burguesa (que por de pronto le trasmite Hegel) de la época revolucionaria de la burguesía. Ante todo ha desarrollado con plena consciencia metodológica la economía burguesa (desde petty y Boisguillebert, pasando por Quesnay y Smith, hasta Ricardo) como aquello que más o menos conscientemente era ya en los grandes investigadores burgueses: la anatomía de la sociedad burguesa. Precisamente la rotundidad con que siempre acentúa que la economía burguesa de tiempos posteriores (la que él llama «economía vulgar») no ha rebasado en ningún punto esencial a Ricardo, sino que en muchos se queda por detrás de él;[6] y la energía con que ante fenómenos como el «positivismo» comtiano subraya lo «lamentable» que resulta esa nueva síntesis científico-social en su conjunto ante el resultado «infinitamente mayor» de Hegel[7] muestran de nuevo la gran importancia que han tenido siempre para la teoría marxiana los resultados de aquella temprana fase del pensamiento económico y social de la clase burguesa, incluso cuando, de acuerdo con los nuevos resultados y objetivos de la clase proletaria ya presente autónomamente, rebasa con gran amplitud aquellos logros. La clase obrera dirigida por la teoría de Marx no es pues, sólo, como ha dicho Engels, «la heredera de la filosofía clásica alemana».[8] Es también la heredera de la economía y de la investigación social burguesas clásicas. Como tal ha desarrollado, de acuerdo con la cambiada situación histórica, la teoría recibida de los clásicos burgueses.

Marx no considera ya la sociedad burguesa desde el punto de vista de su primera fase de desarrollo y contraposición con la sociedad feudal de la Edad Media. No le interesan sólo las leyes de su existencia. Trata la sociedad burguesa como una organización histórica en todos sus rasgos y, por lo tanto, también históricamente perecedera. Estudia todo el proceso histórico de su génesis y su desarrollo y las tendencias que contiene y desarrolla en el sentido de su subversión revolucionaria. Halla esas tendencias de dos modos: objetivamente en el fundamento económico de la sociedad burguesa y subjetivamente en la nueva contraposición entre las clases sociales, debida precisamente a aquel fundamento económico, y no, por ejemplo, a la política, el derecho o la moral. Con eso el todo de la sociedad burguesa civil, antes unitario y contrapuesto sólo al feudalismo, se desgarra ahora en dos «partidos» contrapuestos. Marx concibe la supuesta «civil society» como «bourgeois society» como una sociedad basada en la contraposición de clases y en la que el burgués ejerce el dominio económico, y con él también el político y el cultural, sobre otras clases sociales. Así entra al final «la dasse la plus laborieuse et la plus misérable» en el panorama ampliado del conocimiento social. La teoría marxiana entiende la lucha de clase de los trabajadores asalariados, oprimidos y explotados en la sociedad presente, como una lucha por la abolición y superación de la sociedad burguesa. Como ciencia materialista de la presente evolución de la sociedad burguesa, la teoría de Marx es al mismo tiempo una instrucción práctica para la lucha del proletariado por la realización de la sociedad proletaria.

El posterior y artificial encapsulamiento de una disciplina especializada, que fecha su origen científico en Comte y que no reconoce sino, a lo sumo, como «precursores» a los grandes pensadores auténticos que en un período anterior realizaron en este campo el trabajo realmente productivo no es más que una huida ante las tareas prácticas -y, por lo tanto, también teóricas- de la presente época histórica. La nueva ciencia socialista y proletaria de Marx, que desarrolla la teoría revolucionaria de los fundadores clásicos de la teoría de la sociedad de un modo adecuado a la nueva situación histórica, es la auténtica ciencia social de nuestra época.


Fuente: Fragmento del libro: Karl Marx de Karl Korsch, Traducción castellana de Manuel Sacristán de la edición preparada por GOTZ LANGKAU para el Instituto Internacional de Historia Social. EDITORIAL ARIEL, Esplugues de Llobregat, BARCELONA



[1] Véase la carta a Engels del 7-VII-1866, MEGA, III, 3, p. 345 (MEW, vol. 31, p. 234); a Beesly del 12-VI-1871 (MEW, vol. 33, páginas 228 ss.), y sobre <del 23-V-1868, MEGA, III, 4, p. 58 (MEW, vol. 32, p. 91). Véase también la recusación irónica de <> en la respuesta de Marx al crítico del Capital en la Revue Positiviste de París (epilogo a la segunda edición, 1872-1873; MEW, vol. 23, p. 25) y la carta de Engels a Tonnies del 24-l-1895, comunicada en la biografía de Engels por Gustav Mayer (Friedrich Engels. Bine Biographie, 2.• ed., La Haya, 1934, vol. Il, p. 552).
[2] Véase Prólogo a Zur Kritik der politischen Okonomie, 18.59 [en lo que sigue citado con la designación «Prólogo 18.59»] (MEW, vol. 13, pp. 7-11).
[3] Véase el manuscrito ahora publicado de los póstumos de Marx que critica los §§ 261-313 de la Philosophie des Rechts de Hegel, MEGA, 1, 1, 1, pp. 401-553 (MEW, vol. 1, pp. 203-233).
[4] Véase, por ejemplo, Adam Ferguson, An Essay on the History of Civil Society, Edimburgo, 1 767, y Adam Smith, An fltquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations, Londres, 1776.
[5] G. W. F. Hegel, Grundlinien der Philosophie des Rechts (1820), citado a partir de ahora con la designación Rechsphilosophie, según Werke, vol. VIII, Berlín, 1833, parte 3, sección 2, especialmente §§ 188 ss. (Sistema de las necesidades),§§ 230 ss. (Policía.)
[6] Theorien über den Mehrwert, III, Stuttgart, 1910, pp. 571-576.
[7] Carta a Engels del 7-VII-1866, MEGA, III, 3, p. 345 (MEW, · vol. 3 1 , p. 234).
[8] Frase final de Ludwig Feuerbach und der Ausgang der klassischen deutschen Philosophie, Stuttgart, 1888, p. 69 (MEW, vol. 21, P. 307). Análogamente se expresa Engels, aunque con una alusión complementaria a las «Situaciones económicas y políticas desarrolladas de Inglaterra y Francia>>, no menos importantes para el marxismo, en el prólogo a la edición alemana de Die Entwicklung des Sozialismus von derv Utopie_ zur Wissenschaft, Hottingen-Zurich, 1882 (MEW, vol. 19, pp. 181-228).