Una
entrevista de Nicolas Allen a: Marcello Musto
Traducción:
Valentín Huarte
Los últimos años de vida de Marx suelen ser
descriptos como un período de decadencia intelectual y física. Sin embargo, sus
últimos textos son una mina de oro colmada de reflexiones interesantes que siguen
siendo cruciales en nuestro presente.
Definidos con
frecuencia como los años «finales», «últimos» o «tardíos», el período entre
1881 y 1883 es uno de los menos elaborados en los estudios sobre Marx. Esta
desatención se debe en parte a que las enfermedades que afectaron a Marx
durante sus últimos años no le permitieron sostener su ritmo de escritura
regular. De hecho, casi no existen obras publicadas durante el período. Sin más
hitos de la magnitud de los que marcaron su obra anterior —desde los escritos
filosóficos hasta estudio de la economía política—, durante mucho tiempo los
biógrafos de Marx consideraron estos años finales como un capítulo menor
marcado por una salud debilitada y unas capacidades intelectuales menguantes.
Sin embargo,
existen nuevas investigaciones que sugieren que esta no es la última palabra y
que los últimos años de Marx serían una mina de oro plagada de elementos que
permiten revisar su pensamiento bajo nuevas perspectivas. Conservados en
general en cartas, cuadernos y otras «marginalia», los últimos escritos de Marx
nos presentan a un hombre que, lejos de los relatos comunes sobre su
decadencia, siguió batiéndose hasta último momento con sus propias ideas sobre
el capitalismo definido como un modo de producción mundial. Como sugieren sus
investigaciones sobre las denominadas «sociedades primitivas», la comuna
agraria rusa del siglo XIX y la «cuestión nacional» en las colonias europeas,
los escritos de Marx del período testimonian un pensamiento que aborda sus
propias complejidades y los problemas del mundo real, especialmente en lo que
respecta a la expansión global del capitalismo más allá de las fronteras
europeas.
El pensamiento
tardío de Marx es el objeto del último libro publicado por Marcello Musto,
titulado The Last Years
of Karl Marx. Musto entrelaza con destreza la riqueza de los detalles
biográficos y un abordaje sofisticado de los escritos de madurez de Marx, que
no pocas veces ponen en cuestión las tesis que él mismo había sostenido en otro
momento. Nicolas Allen entrevistó a Musto para Jacobin y conversaron
sobre las complejidades que conlleva estudiar los últimos años de vida de Marx
y los motivos por los cuales actualmente muchas de sus dudas y vacilaciones son
más útiles que algunas de sus certezas.
NA
El «último
Marx» sobre el que escribiste, es decir, ese período de su pensamiento que
abarca los tres años previos a la muerte del autor, suele ser considerado por
los marxistas y los académicos como un aditamento insustancial. Dejando de lado
el hecho de que Marx no publicó ninguna obra importante durante sus últimos
años, ¿por qué este período recibe tan poca atención?
MM
Todas las
biografías intelectuales de Marx publicadas hasta la fecha prestan muy poca
atención a su última década de vida. En general, toda la actividad posterior a
la conclusión de la experiencia de la Asociación
Internacional de Trabajadores en 1872 se resume en pocas páginas. No
es casualidad que estos académicos utilicen casi siempre el título genérico «La
última década» para encabezar estas partes de sus libros, por cierto muy
breves. Mientras que este interés limitado es comprensible en el caso de
académicos como Franz Mehring (1846-1919), Karl Vorländer (1860-1928) y
David Ryazanov (1870-1938), que escribieron sus biografías de Marx entre las
dos guerras mundiales y solo contaban con un número limitado de manuscritos
inéditos, la cuestión es más compleja para los que vinieron después de aquellos
años turbulentos.
Dos de los
escritos más conocidos de Marx —los Manuscritos económicos y filosóficos de
1844 y La ideología alemana (1845-1846), ambos muy lejos de estar
terminados— fueron publicados en 1932 y empezaron a circular solo durante la
segunda mitad de los años 1940. La Segunda Guerra Mundial generó una sensación
de angustia profunda, sobre todo a causa de las barbaridades del nazismo. En
ese clima prosperaron ciertas filosofías, como el existencialismo, y el tema de
la situación del individuo en la sociedad se volvió muy importante y generó las
condiciones para que se desarrollara un interés cada vez mayor en las ideas
propiamente filosóficas de Marx, como la alienación y el ser genérico. Las
biografías de Marx publicadas durante el período, al igual que la mayoría de
los estudios que surgieron en la academia, reflejaron este Zeitgeist y
le otorgaron a estos escritos un peso exagerado. Muchos de los libros que
decían presentarles a los lectores el pensamiento completo de Marx, en los años
1960 y 1970, se centraban en general sobre el período 1843-1848, es decir,
llegaban hasta la publicación del Manifiesto del Partido Comunista (1848),
cuando Marx tenía solo treinta años.
En este contexto,
no solo la última década de la vida de Marx era tratada como un aditamento sin
mucha importancia, sino que hasta El capital era relegado a una
posición secundaria. El sociólogo liberal Raymond Aron definió con precisión
esta actitud en el libro D’une Sainte Famille à l’autre. Essais sur les
marxismes imaginaires (1969), en donde se burlaba de los marxistas
parisinos que pasaban sin mirar por encima de El capital, su obra
maestra y resultado de largos años de trabajo, publicada en 1867, cautivados
como estaban por la oscuridad y la inconclusión de los Manuscritos
económicos y filosóficos de 1844.
Podemos decir que
el mito del «joven Marx» —alimentado también por Louis Althusser y por quienes
argumentaban que la juventud de Marx no debía ser considerada como parte del
marxismo— fue uno de los principales malentendidos en la historia de los
estudios sobre Marx. Durante la primera mitad de los años 1840, Marx no publicó
ninguna obra que considerara «importante». Por ejemplo, si queremos comprender
su pensamiento político debemos leer los discursos y resoluciones que escribió
para la Asociación Internacional de Trabajadores, no los artículos periodísticos
de 1844 que aparecieron en los Anuarios francoalemanes. Aun si
consideramos sus manuscritos incompletos, los Grundrisse (1857-1858) o
las Teorías de la plusvalía (1862-1863), debemos tener en cuenta que
eran mucho más significativos para él que la crítica del neohegelianismo en
Alemania, abandonada a la inmisericorde «crítica de las ratas» en 1846.La
tendencia a sobredimensionar los escritos de juventud no se modificó luego de la
caída del Muro de Berlín. Las biografías más recientes —a pesar de la
publicación de los nuevos manuscritos en la Marx-Engels-Gesamtausgabe
(MEGA²), la edición histórico-crítica de las obras completas de Marx y
Friedrich Engels (1820-1895)— subestiman sus últimos escritos tanto como lo
hicieron los autores del pasado.
Otro motivo de
este descuido es la alta complejidad de la mayoría de los estudios emprendidos
por Marx durante la fase final de su vida. Escribir sobre el joven estudiante
de la izquierda hegeliana es mucho más fácil que lograr manejar la maraña de
manuscritos multilingües y los intereses intelectuales de comienzos de los años
1880. Es probable que esto también haya dificultado una comprensión más
rigurosa de las importantes conquistas teóricas que hizo Marx durante este
período. Al pensar erróneamente que había abandonado completamente la idea de
continuar su obra y representarse los últimos diez años de su vida como una
«lenta agonía», demasiados biógrafos y académicos de Marx no logran examinar
más profundamente lo que realmente hizo durante el período.
NA
En la
película Miss Marx, estrenada hace poco, hay una escena que sigue
inmediatamente al funeral de Marx en la que se muestra a Eleanor, su hija
menor, y a Engels escudriñando documentos y manuscritos en el estudio del
difunto. Luego de examinar uno en particular, Engels hace un comentario sobre
el interés de Marx durante sus últimos años en las ecuaciones diferenciales y
en las matemáticas. The
Last Days of Karl Marx
deja la impresión de que el espectro de intereses de Marx durante este período
fue especialmente amplio. ¿Había un hilo conductor que mantenía unidas sus
obsesiones en temas tan diversos como la antropología, las matemáticas, la
historia antigua y las cuestiones de género?
MM
Poco tiempo antes
de morir, Marx le pidió a su hija Eleanor que le recordará a Engels
que debía «hacer algo» con sus manuscritos incompletos. Es sabido que, durante
los doce años que vivió luego de la muerte de su amigo, Engels asumió la tarea
hercúlea de imprimir los tomos II y III de El capital, en los cuales
Marx trabajó sin descanso desde mediados de los años 1860 hasta 1881, aunque no
logró terminarlos. Otros textos escritos por Engels, después de la muerte de
Marx en 1883, cumplieron indirectamente su voluntad y tienen una íntima
relación con las investigaciones que su amigo desarrolló durante los últimos
años de su vida. Por ejemplo, El origen de la familia, de la propiedad
privada y del Estado (1884) fue denominada por su autor como la«ejecución
de un testamento» y al escribirlo Engels se inspiró en las investigaciones de
Marx sobre antropología, especialmente en los pasajes que copió, en 1881, de La
sociedad antigua (1877) de Henry Morgan (1818-1881) y en los comentarios
que añadió a los resúmenes de este libro.
No existe un solo
hilo conductor durante los últimos años de investigación de Marx. Algunos de
sus estudios surgen simplemente de su voluntad de estar al día con los
descubrimientos científicos de su época o de los acontecimientos políticos que
consideraba significativos. Marx había aprendido tiempo atrás que el nivel
general de emancipación de una sociedad dependía del nivel de emancipación de
sus mujeres, pero los estudios antropológicos desarrollados en los años 1880 le
dieron la oportunidad de analizar con más profundidad la opresión de género. En
cuanto a las cuestiones ecológicas, Marx les dedicó mucho menos tiempo que
durante las dos décadas anteriores, aunque se sumergió de nuevo en el estudio
de la historia. Entre el otoño de 1879 y el verano de 1880, completó un
cuaderno titulado Notas sobre historia india (664-1858) y, entre el
otoño de 1881 y el invierno de 1882, trabajó intensamente en los denominados Extractos
cronológicos, una línea de tiempo de 550 páginas comentada año por año con
una letra todavía más pequeña que la usual. Aquí se incluían resúmenes de
acontecimientos mundiales, desde el siglo I hasta la guerra de los Treinta Años
de 1648, y se comentaban sus causas y sus rasgos sobresalientes.
Es posible que
Marx quisiera probar que sus concepciones estaban bien fundamentadas a la luz
de los desarrollos políticos, militares, económicos y tecnológicos más
importantes del pasado. En cualquier caso, hay que tener en mente que, cuando
Marx emprendió este trabajo, era completamente consciente de que su frágil
estado de salud no le permitiría completar el tomo II de El capital.
Su expectativa era realizar todas las correcciones necesarias para preparar una
tercera edición revisada del tomo I en alemán, pero al final ni siquiera tuvo
la fuerza para hacer esto.
Sin embargo, no
diría que la investigación que desarrolló durante sus últimos años fue más
amplia de lo normal. Tal vez la amplitud de sus investigaciones es más evidente
en este período dado que no fueron desarrolladas en paralelo a la escritura de
ningún libro ni manuscrito preliminar importantes. Pero las miles de páginas de
fragmentos escritas por Marx en ocho lenguas desde que era un estudiante
universitario, que abarcan trabajos de filosofía, arte, historia, religión,
política, leyes, literatura, historia, economía política, relaciones
internacionales, tecnología, matemáticas, fisiología, geología, mineralogía,
agronomía, antropología, química y física, son testimonio de la inagotable sed
de conocimiento con la que recorría una amplia variedad de disciplinas. Lo que
tal vez es sorprendente es que Marx fue incapaz de abandonar este hábito aun
cuando su fortaleza física menguó de manera considerable. Su curiosidad
intelectual, junto a su espíritu autocrítico, triunfaron sobre lo que hubiese
sido una gestión más centrada y «juiciosa» de su trabajo.
Pero las ideas
sobre «lo que Marx debería haber hecho» responden en general al deseo un tanto
perverso de aquellos a quienes les gustaría que Marx hubiese sido un tipo que
no hubiese hecho nada más que escribir El capital, sin detenerse ni
siquiera para defenderse de las controversias políticas en las cuales se
involucró. Aun cuando él mismo se definió una vez como «una máquina condenada a
devorar libros y, luego, devolverlos, bajo una nueva forma, al estercolero de
la historia», Marx era un ser humano. Su interés en las matemáticas y en el
cálculo diferencial, por ejemplo, comenzó como un estímulo intelectual mientras
investigaba un método de análisis social, pero terminó siendo un espacio
lúdico, un refugio en momentos de grandes dificultades personales, «una
ocupación para mantener la mente tranquila», como solía decirle a Engels.
NA
Los estudios
sobre los escritos tardíos de Marx tienden a concentrarse en la investigación
de las sociedades no Europeas. ¿Es justo afirmar, como lo hace alguna gente,
que al reconocer que hay vías de desarrollo distintas del «modelo occidental»
Marx hace borrón y cuenta nueva y empieza una nueva historia, la del Marx «no
eurocéntrico»? ¿O sería más adecuado decir que se trata del reconocimiento de
Marx de que su trabajo nunca pretendió ser aplicado sin estudiar primero la
realidad concreta de las diferentes sociedades históricas?
MM
El primer
elemento, y el más importante, para comprender la amplitud geográfica de la
investigación de Marx durante su última década de vida, radica en su plan de
brindar una explicación más general de la dinámica del modo de producción
capitalista a nivel mundial. Inglaterra había sido el principal terreno de
observación del tomo I de El capital. Después de su publicación,
deseaba expandir las investigaciones socioeconómicas en los dos tomos que
todavía no habían escrito. Por este motivo decidió aprender ruso en 1870 y
pedía constantemente que le mandaran libros de estadísticas de Rusia y de
Estados Unidos. Consideraba que el análisis de las transformaciones económicas
de estos países sería muy útil para comprender las formas en las cuales era
posible que el capitalismo se desarrollara en distintos períodos y contextos.
Este elemento fundamental es subestimado por la bibliografía secundaria sobre
el tema —hoy de moda— de «Marx y el eurocentrismo».
Otro elemento
clave de la investigación de Marx sobre las sociedades no europeas fue la
intención de comprobar si el capitalismo era un prerrequisito para el
nacimiento de una sociedad comunista y hasta qué punto era necesario que esta
se desarrollara a nivel internacional. La concepción más bien multilineal, que
Marx asumió durante sus últimos años, lo llevó a considerar con más atención
las especificidades históricas y la desigualdad del desarrollo económico y
político en distintos países y contextos sociales. Marx se volvió muy escéptico
en cuanto a la transferencia de categorías interpretativas entre contextos
históricos y geográficos completamente diferentes y, tal como escribió, también
se dio cuenta de que «acontecimientos de una semejanza impactante, que se
desarrollan en contextos históricos distintos, llevan a resultados totalmente
dispares». Es evidente que este enfoque incrementó las dificultades que debería
atravesar la de por sí turbulenta tarea de terminar los tomos incompletos de El
capital y contribuyó a la lenta aceptación de que su obra más importante
quedaría inconclusa. Pero también abrió nuevas expectativas revolucionarias.
Al contrario de lo
que creen un poco ingenuamente algunos autores, Marx no descubrió de repente
que había sido eurocéntrico para empezar, luego, a prestarle atención a nuevos
temas de estudio, solo porque sentía la necesidad de corregir sus perspectivas
políticas. Siempre fue un «ciudadano del mundo», como solía decir, y
constantemente intentó analizar las consecuencias mundiales que tenían las
transformaciones económicas y sociales. Como se dijo antes, al igual que
cualquier otro pensador de esta categoría, Marx estaba al tanto de la
superioridad de la Europa moderna sobre los otros continentes del mundo, en
términos de producción industrial y organización social, pero nunca consideró
que este hecho contingente fuese un factor necesario ni permanente. Y, por
supuesto, fue siempre un férreo enemigo del colonialismo. Estas consideraciones
deberían resultarle demasiado obvias a cualquiera que haya leído a Marx.
NA
Uno de los
capítulos centrales de The
Last Years of Karl Marx trata
sobre las relaciones de Marx con Rusia. El libro prueba que Marx sostuvo
un diálogo muy intenso con distintas tendencias de la izquierda rusa,
especialmente a propósito de su recepción del primer tomo de El capital. ¿Cuáles fueron los puntos más importantes que se
plantearon en estos debates?
MM
Durante muchos
años, Marx había identificado a Rusia como uno de los principales obstáculos a
la emancipación de la clase obrera. En muchas oportunidades señaló que su lento
desarrollo económico y su despótico régimen político habían ayudado a convertir
al imperio zarista en el puesto más avanzado de la contrarrevolución Pero
en sus últimos años, empezó a mirar a Rusia de otra forma. Reconoció que, luego
de la abolición de la servidumbre en 1861, existían condiciones para una gran
transformación social. A los ojos de Marx, Rusia era más susceptible de producir
una revolución que Gran Bretaña, donde el capitalismo había creado el número
proporcionalmente más grande de trabajadores fabriles del mundo, pero donde
también el movimiento obrero, que disfrutaba de mejores condiciones de vida en
parte gracias a la explotación colonial, se había debilitado y había sufrido la
influencia negativa del sindicalismo reformista.
Los diálogos que
sostuvo Marx con los revolucionarios rusos eran a la vez intelectuales y
políticos. Durante la primera mitad de los años 1870, se familiarizó con la
principal literatura crítica sobre la sociedad rusa y le prestó especial
atención al trabajo del filósofo socialista Nikolái Chernyshevski (1828-1889).
Él creía que, si un fenómeno social determinado alcanzaba un nivel de desarrollo
suficiente en los países más avanzados, podía expandirse velozmente en otros
pueblos y elevarlos directamente desde un bajo nivel de desarrollo a uno más
alto, salteándose los momentos intermedios. Todo esto le brindó a Marx muchos
elementos para reconsiderar su concepción materialista de la historia. Durante
mucho tiempo, había sido consciente de que el esquema del progreso lineal a lo
largo de los modos de producción asiático, feudal y moderno burgués, que había
esbozado en el prólogo a la Contribución a la crítica de la economía
política (1859), era complemente inadecuado a la hora de comprender el
movimiento de la historia y que, en efecto, era aconsejable mantenerse a
distancia de cualquier filosofía de la historia. No podía concebir la sucesión
de modos de producción en el curso de la historia como una secuencia fija de
etapas predeterminadas.
Marx también
aprovechó para discutir con los militantes de las distintas tendencias
revolucionarias rusas. Tenía estima por la naturaleza sensata de las acciones
políticas del populismo ruso —que en ese momento era un movimiento
anticapitalista de izquierda—, especialmente porque no recurría a gestos
ultrarrevolucionarios sin sentido ni a generalizaciones contraproducentes. Marx
supo valorar la relevancia de las organizaciones socialistas existentes en
Rusia por su carácter práctico y no por las declaraciones de lealtad que le
hacían a sus propias teorías. De hecho, observó que, con frecuencia, los más
dogmáticos eran aquellos que afirmaban ser «marxistas». Su exposición a las
teorías y a la actividad política de los populistas rusos —como había sucedido
una década atrás con los comuneros
de París— lo ayudó a ser más flexible al analizar la irrupción de los
acontecimientos revolucionarios y de las fuerzas subjetivas que les dieron
forma. Esto lo acercó a un verdadero internacionalismo a escala global.
Los diálogos e
intercambios que Marx mantuvo con muchas figuras de la izquierda rusa versaban
principalmente sobre el complejo asunto del desarrollo del capitalismo, del que
se seguían consecuencias teóricas y políticas cruciales. La dificultad de este
debate quedó en evidencia en su decisión final de no enviar una carta muy
esclarecedora, en la cual criticaba algunas malinterpretaciones de El
capital, al periódico Otéchestvennye Zapiski, o en la respuesta
corta y cautelosa a la cuestión «de vida o muerte» sobre el futuro de la comuna
rural (la obshchina) que le planteó Vera Zasúlich (1849-1919),
respuesta por la que optó en lugar de enviarle un texto más largo que había
escrito y rescrito en tres borradores preliminares.
NA
La
correspondencia de Marx con el socialista ruso Vera Zasúlich es objeto de mucha
atención en la actualidad. En esas cartas, Marx sugiere que la comuna rural
rusa sería capaz de apropiarse de los últimos avances de la sociedad
capitalista —la tecnología, sobre todo— sin estar obligada a atravesar aquellos
trastornos que resultaron tan dañinos para el campesinado de Europa Occidental.
¿Podrías exponer con un poco más de detalle el razonamiento que guio a Marx?
MM
Por una
coincidencia fortuita, la carta de Zasúlich llegó a Marx justo cuando su
interés en las formas comunales arcaicas, en las cuales había se había
introducido en 1879 a través del estudio de la obra del sociólogo Maksim
Kovalevsky (1851-1916), lo conducían a prestarles más atención a los
descubrimientos más recientes de los antropólogos de la época. La teoría y la
práctica lo llevaron al mismo lugar. Tomando algunas ideas sugeridas por el
antropólogo Morgan, escribió que el capitalismo podía ser reemplazado por una
forma de producción colectiva arcaica más elevada.
Esta afirmación
ambigua exige al menos dos precisiones. En primer lugar, gracias a lo que había
aprendido de Chernyshevski, Marx sostuvo que Rusia no podría repetir
servilmente todas las etapas históricas de Inglaterra y de los otros países de
Europa Occidental. En principio, la transformación socialista de la obshchina
podía desarrollarse sin un tránsito necesario a través del capitalismo. Pero
esto no significa que Marx haya cambiado su juicio crítico sobre la comuna
rural en Rusia, ni que creyera que los países en donde el capitalismo estaba
poco desarrollado estaban más cerca de la revolución que los que tenían un
desarrollo productivo más avanzado. No se convenció de repente de que las
comunas rurales arcaicas eran un lugar mucho más propicio para la emancipación
individual que las relaciones sociales existentes bajo el capitalismo.
En segundo lugar,
su análisis de la posible transformación progresiva de la obshchina no
apuntaba a convertirse en un modelo general. Era el análisis específico de una
producción colectiva particular en un momento histórico preciso. En otras
palabras, Marx mostró contar con la flexibilidad teórica y la falta de
esquematismo de la que carecieron muchos marxistas posteriores. Hacia el final
de su vida, Marx reveló disponer de una apertura teórica todavía más amplia,
que le permitió considerar otras vías posibles al socialismo que nunca antes
había tomado en serio o que había considerado como imposibles.
Otros reemplazaron
las dudas de Marx por la convicción de que el capitalismo era una etapa
inevitable del desarrollo económico en todos los países y una condición
histórica. El interés que vuelve a emerger en el presente por las observaciones
que Marx nunca le envió a Zasúlich, y por otras ideas similares que expresó con
más claridad durante sus últimos años de vida, radica en una concepción de la
sociedad poscapitalista que se sitúa en el polo opuesto a la ecuación del
socialismo y las fuerzas productivas, que no deja de tener tonalidades
nacionalistas y cierta simpatía por el colonialismo y que se generalizó en el
marco de la Segunda Internacional y en los partidos socialdemócratas. Las ideas
de Marx también difieren profundamente del supuesto «método científico» de
análisis social que fue preponderante en la Unión Soviética y sus satélites.
NA
Aunque las
luchas de Marx contra sus problemas de salud son conocidas, sigue siendo
doloroso leer el último capítulo de The Last Years of Karl Marx en el que se registra su agravamiento progresivo. Las
biografías intelectuales de Marx señalan adecuadamente que un estudio completo
debe conectar su pensamiento con su vida y con sus actividades políticas. Pero,
¿qué sucede con este último período, en el que Marx estaba bastante inactivo a
causa de la enfermedad? Al momento de escribir una biografía intelectual, ¿cómo
debe abordarse este período?
MM
Uno de los
estudiosos más importantes de Marx, Maximilien Rubel (1905-1996), autor del
libro Karl Marx: ensayo de biografía intelectual (1957), sostuvo que
para escribir sobre Marx uno debe ser un poco filósofo, un poco historiador, un
poco economista y un poco sociólogo al mismo tiempo. Agregaría que al escribir
la biografía de Marx uno también aprende mucho de medicina. Marx tuvo que
lidiar durante toda su vida madura con múltiples problemas de salud. El más
duradero fue una molesta infección de la piel que lo acompañó durante toda la
escritura de El capital y que se manifestó en abscesos y forúnculos
graves y debilitantes en distintas partes de su cuerpo. Este fue el motivo por
el que, al terminar su magnum opus, escribió: «¡Espero que la
burguesía recuerde mis forúnculos hasta el día de su muerte!»
Los últimos dos
años de su vida fueron especialmente difíciles. Marx sufrió muchísimo las
pérdidas de su esposa y su hija mayor y tenía una bronquitis crónica que a
veces llegaba a convertirse en pleuritis. Luchó en vano para encontrar un clima
que le brindara las mejores condiciones para recuperarse, y viajó, solo, por
Inglaterra, Francia e incluso Argelia, en donde emprendió un largo período de
complejos tratamientos. El aspecto más interesante de esta parte de la
biografía de Marx es la sagacidad, siempre acompañada de una especial
disposición para la autoironía, con la que demostró enfrentar las flaquezas de
su cuerpo. Las cartas que le escribió a sus hijas y a Engels, cuando sintió que
el fin estaba cerca, evidencian su costado más íntimo. Revelan la importancia
de lo que él llamaba «el mundo microscópico», comenzando por la pasión vital
que tenía por sus nietos. Muestran las consideraciones de un hombre que
atravesó una larga e intensa existencia y llegó a evaluarla en todos sus
aspectos.
Los biógrafos
deben relatar los sufrimientos de la esfera privada, especialmente cuando son
relevantes para comprender mejor las dificultades que subyacen a la escritura
de un libro, o los motivos por los cuales un manuscrito permaneció incompleto.
Pero también deben saber dónde detenerse y evitar la profundización de una
mirada indiscreta centrada exclusivamente en los asuntos privados.
NA
Una gran
parte del pensamiento tardío de Marx está contenido en cartas y cuadernos.
¿Debemos atribuirles a estos escritos el mismo estatus que a las obras mejor
logradas? Cuando afirmaste que la escritura de Marx es «esencialmente
incompleta», ¿estabas pensando en algo así?
MM
El capital quedó incompleto debido a la agobiante pobreza en la
que Marx vivió durante dos décadas y a sus constantes enfermedades, que no
dejaban de estar vinculadas a aquellas preocupaciones cotidianas. No hace falta
decir que el objetivo que se había planteado —entender la naturaleza general
del modo de producción capitalista y describir sus tendencias generales
de desarrollo— era extraordinariamente difícil de cumplir. Pero El capital no
fue el único proyecto que quedó incompleto. La autocrítica impiadosa de Marx
dificultaba todavía más sus proyectos y la enorme cantidad de tiempo que
empeñaba en estos trabajos antes de publicarlos se debía al rigor extremo al
que sometía a todo su pensamiento.
Cuando Marx era
joven, era reconocido entre sus amigos de la universidad por su meticulosidad.
Hay historias que lo pintan como alguien que se negaba a escribir una frase si
no era capaz de demostrarla de diez formas distintas. Este fue el motivo por el
que el prolífico estudiante de la izquierda hegeliana publicó, en fin, menos
que muchos otros. La creencia de Marx de que su información era insuficiente y
sus juicios inmaduros le impedía publicar escritos que tuvieran la forma de
bosquejos o fragmentos. Pero este es también el motivo por el cual sus notas
son muy útiles y deberían ser consideradas una parte integral de su obra.
Muchos de estos esfuerzos incesantes tuvieron consecuencias teóricas
extraordinarias en el futuro.
Esto no significa
que sus textos incompletos tengan el mismo peso que los publicados.
Distinguiría cinco tipos de escritos: obras publicadas, manuscritos
preliminares, artículos periodísticos, cartas y cuadernos de extractos. Pero
deben hacerse distinciones incluso al interior de estas categorías. Algunos de
los textos publicados de Marx no deberían ser considerados como la última
palabra sobre el tema del que tratan. Por ejemplo, el Manifiesto del Partido
Comunista era considerado por Engels y por Marx como un documento de
juventud y no como el texto definitivo que exponía sus principales concepciones
políticas. También debemos recordar que los escritos de propaganda política y
los científicos no siempre son compatibles.
Desafortunadamente,
los errores de lectura que surgen de estas dificultades son muy frecuentes en
la bibliografía secundaria sobre Marx. Esto por no mencionar la ausencia de
cualquier dimensión cronológica que afecta a muchas reconstrucciones de su
pensamiento. Los textos de los años 1840 no pueden ser citados de manera
indiscriminada junto a los de las décadas de 1860 y 1870, dado que no tienen el
mismo peso en cuanto a conocimiento científico ni a experiencia política.
Algunos manuscritos fueron escritos por Marx para uso personal, mientras que
otros eran efectivamente materiales preliminares para libros que serían
publicados. Marx revisaba y actualizaba algunos con frecuencia, mientras que
otros habían sido abandonados sin que existiera ninguna posibilidad de
retomarlos (en esta categoría entra el tomo 3 de El capital). Algunos
artículos periodísticos contienen reflexiones que deben ser consideradas como
complementos de los libros de Marx. Otros, sin embargo, fueron escritos
rápidamente para ganar algo dinero y pagar el alquiler. Algunas cartas
presentan la verdadera perspectiva de Marx sobre los temas discutidos. Otras
contienen una versión suavizada, porque estaban dirigidas a gente de fuera de
su círculo, con la que a veces era necesario expresarse en términos
diplomáticos.
Por todos estos
motivos, está claro que comprender la vida de Marx es indispensable para
entender adecuadamente sus ideas. Por último, existen alrededor de 200
cuadernos que contienen resúmenes (y muchas veces comentarios) de los libros
más importantes que Marx leyó durante el largo período que abarca de 1838 a
1882. Son esenciales para entender la génesis de su teoría y esos elementos que
fue incapaz de desarrollar con el detalle que hubiese deseado.
Lo que Marx pensó
durante los últimos años de su vida se encuentra principalmente en estos
cuadernos. Es cierto que son muy difíciles de leer, pero nos brindan acceso a
un tesoro precioso: no solo las investigaciones que Marx logró terminar antes
de morir, sino las preguntas que se planteaba. Algunas de sus dudas pueden
llegar a ser más útiles hoy que algunas de sus certezas.
Marcello
Musto
Marcello Musto es profesor asociado de Teoría
Sociológica en la Universidad de York (Toronto) y autor de numerosos libros, entre
ellos Another Marx: Early Manuscripts to the International (Bloomsbury, 2018).
Fuente: https://jacobinlat.com/2021/05/05/celebremos-al-viejo-marx/