
La victoria de
Milei en la Argentina ha inundado de titulares la prensa escrita, televisiva y
redes electrónicas. Un libertario, más conservador que libertario, derrota al
peronismo que se autodefinía como progresista y nacionalista. Pero, de dónde
proviene el éxito de un ilusionista de las palabras, de un polémico
“outsider” que patea el tablero de la política, de un
sujeto provocador y “anticasta” que ofrece resolver la crisis argentina
en un tris. Este sujeto con un discurso, al mejor estilo de “outsider” o
antisistema, capta el desencanto de millones de argentinos. Cuando no hay política, decía John William Cooke, la
politiquería aparece en su reemplazo y… surgen los Milei. La respuesta al
origen del éxito de Milei reside en el gran descontento y decepción de la
mayoría de argentinos. En síntesis, se puede concluir que el éxito del mago de
las palabras, el ultraconservador Milei, lo fueron preparando años de
ineficacia y demagogia del progresismo peronista. Pero, veamos que es el
progresismo que no es exclusivo a la política argentina.
Hace buen tiempo nos vienen llenando el oído con progresismo y
revoluciones ciudadanas como alternativa de cambio social. Pero, no nos
dicen que el progresismo y las revoluciones ciudadanas se piensan desde el
punto de vista e intereses de la burguesía, para ser más precisos desde su ala izquierda,
tan explotadora como la otra.
El progresismo no es un movimiento político nuevo. El progresismo
adquiere forma de tendencia política en el periodo de 1890 a 1920 en los EEUU. Nace
contra la corrupción y los efectos nocivos de la industrialización. Después de
la II guerra mundial el progresismo se identifica con movimientos sociales como
la revolución sexual, el feminismo, ecologismo, veganismo, la diversidad
sexual, etc. Todo movimiento que soslaye la lucha de clases es adicionado a su
plataforma organizacional. Esta corriente política emerge en oposición al
conservadurismo reaccionario. Se puede decir que el progresismo es un
movimiento liberal de la pequeña burguesía o clase media que pretende moralizar
o adecentarla sociedad. Aparece en oleadas cuando el extremismo de la burguesía
conservadora hace sentir sus bajos instintos.
La revolución ciudadana y los progresismos en Ecuador, Argentina,
Bolivia, Venezuela, etc., obedece a la lógica y sensibilidad de la pequeña
burguesía que no puede permanecer indiferente a las tropelías del
neoliberalismo. Marx decía que “es más fácil estudiar (y comprender) el
organismo desarrollado que la simple célula”. Y es muy cierto. Después
de algunos años de experiencias progresistas, en nuestra América Nativa, se
puede constatar por sus resultados la inoperancia o ineficacia de tales
movimientos.
Inoperancia o carencia de resultados por una simple razón: nunca se propusieron
atacar las raíces de los graves problemas de sus respectivos países. El progresismo no es un movimiento antisistema. Como se
denomina hoy a la lucha por escapar de la cárcel ideopolítica impuesta por el
capital. El progresismo es un movimiento enarbolado y patrocinado por la
pequeña burguesía, bajo la atenta mirada de la burguesía financiera
internacional que las financia a través de innumerables ONGs.
El progresismo llena las expectativas de las masas populares
cansadas de la política del conservadurismo sistémico. El progresismo es un liberalismo
socializante que canaliza las aspiraciones de cambio entre los nadies, entre
los asalariados y los emprendedores. Los fautores del progresismo, en su gran
mayoría, creen en la posibilidad de cambiar el capitalismo sin cambiar el capitalismo. Ilusiones
de la pequeña burguesía que, dicho sea de paso, no es nada nuevo en historia humana.
El camino al infierno está lleno de buenas intenciones. Tiempo atrás, hubo algunos bien intencionados que
intentaron realizar el llamado socialismo utópico. En este siglo, no podía ser
de otra manera, la utopía aflora entre espíritus bien intencionados, pero poco
realistas.
John William Cooke, en 1954 a propósito del suicidio
de Getulio Vargas, presidente de Brasil, señala sin medias tintas: “Con
revoluciones superficiales no pueden remediarse problemas profundos”. Años
después descubre las limitaciones del legalismo impuesto por la burguesía y se
alinea en la otra orilla de la lucha de clases. En Apuntes
para la militancia –que reúne trabajos de 1964 y 1965–, dice: “soy enemigo
del régimen capitalista y creo que está agotado en el país”.
El
progresismo o pragmatismo electoral, aprovecha la esperanza de cambio de la gran
mayoría de los explotados. Giuseppe Tomasi di Lampedusa proponía: "Si queremos que todo siga como
está, es necesario que todo cambie". Y el progresismo en la práctica hace
realidad la célebre proposición que siempre llevará al fracaso porque ese el destino
de las falacias.
La
esperanza mueve multitudes. Pero, más temprano que tarde, el incumplimiento de
las promesas electorales y la práctica conservadora desilusionan a las masas populares,
mata las esperanzas de cambio. Nuevamente queda demostrado los límites de las
políticas “moderadas” de buscar acuerdos con el gran capital, de someterse al FMI
y alimentar la ilusión de que puede existir un capitalismo “serio”, “humano” o
“racional”, pero que no resuelven los problemas de los trabajadores. Humanizar
al capital y acuerdos lesivos a los intereses de los trabajadores son práctica
común de esos gobiernos disque progresistas. Pero, las transacciones con el
gran capital solo pueden conducir al desencanto del factor trabajo que responde,
en los procesos electorales, dándole la espalda al progresismo claudicante. Como
el pesimismo y escepticismo son paralizantes, es el momento propicio para
reorientar el voto en los cerebros. El resultado de esa nefasta política es la desilusión y desesperanza.
“Desilusión porque millones de trabajadores –cuya fuerza colectiva sería
capaz de derribar gobiernos– antes se ilusionaron doblemente. O sea, primero
sobre la posibilidad de lograr un cambio social por la vía electoral, esperando
todo, mágicamente, de una boleta, de un sufragio, y además creyendo que la
llegada al gobierno de quienes dicen ser sus representantes significaba la
conquista del poder del Estado.”
Ayer como hoy, el mejor juicio sobre los experimentos políticos en
la historia es su eficacia y durabilidad en el tiempo. En los casos ecuatoriano y
argentino, el fracaso del progresismo le deja prácticamente servida la mesa al
conservadurismo, que bajo la careta de libertarios o lo que fuere, retoman el
control “democrático” de la administración de los negocios a través del Estado.
En
el caso argentino, el peronismo al devenir institución, Partido Justicialista
(PJ), y asumir el gobierno, se convierte en la mejor garantía de consolidación
del proyecto capitalista: el más eficaz bombero, el más lúcido intrigante y
desarticulador de la unidad popular. En ese caso el progresismo era la mejor
manera de encubrirse para la defensa del orden capitalista. Pero, como la
historia no es estática, la careta cae. Los proyectos edulcorados de
administración y control social pierden credibilidad, son descartados en el
imaginario popular. Creándose la posibilidad que aventureros aparezcan como
“salvadores” al caos de la anterior administración. Sólo cambia la careta, pero
el proyecto de defensa del establishment sigue intacto. Es el caso de Milei en
Argentina: el retorno a la vieja vía del control empresarial del aparato
estatal sin mascaradas.
John William Cooke, el peronista que
pese a sus limitaciones de clase comprendió perfectamente que la legalidad
burguesa no era el camino señaló: “la teoría política es un instrumento de
masas para desatar la tremenda potencia contenida en ellas”.
“Las revoluciones no
las hacen los revolucionarios; son el resultado imprevisto de una grave crisis
del régimen que impulsa a millones de personas que querrían cambios parciales
que el régimen les niega y con su lucha esperan conservar su modo de vida que está
en peligro. La acción y la represión les llevan a dar un salto en su
conciencia, a modificar su subjetividad. La revolución hace a los
revolucionarios pese a su ignorancia, a su egoísmo, a las tendencias brutales
que le impone la parte reptiliana de su cerebro. La revolución saca a primer
plano el heroísmo, el sentimiento colectivo de quienes entran en ella sólo como
rebeldes, en un estallido social, y se construyen como mujeres y hombres libres
y conscientes.”
Vivimos
tiempos dificiles. La burguesía internacional desesperada apela a la guerra
para sobrevivir económica y políticamente. Los trabajadores desorganizados
toman conciencia que no pueden seguir siendo la manada que va morir en los
campos de batalla defendiendo la vida privilegiada de los patrones. La hora de
resistir para existir ha pasado. La hora de organizar para cambiar todo lo que
haya que cambiar ha llegado. Pero, para cambiar la correlación de fuerzas sociales
es preciso organizar un nuevo poder vecinal, barrio por barrio, distrito por
distrito, provincia por provincia. Las lecciones de las experiencias
progresistas nos indican que el camino electoral de la reforma solo prepara el
terreno para que la reacción retorne con más fuerza.
Finalmente,
para una mejor ilustración de nuestros amigos y colaboradores les entregamos
unos fragmentos que ampliaran la exposición anterior.
Tacnacomunitaria
25 noviembre 2023
FRAGMENTOS A PROPÓSITO DEL PROGRESISMO
No hay capitalismos buenos. El “rostro humano” del capitalismo tiene un objetivo, claro y preciso: evitar
que los trabajadores se organicen en forma independiente. Y los movimientos
progresistas son una mascarada, una manera de encandilar a las masas populares
que exigen cambios político – económicos.
I
“Álvaro García Linera (AGL) publicó un largo artículo en Rebelión bajo
el título de “¿Fin de ciclo progresista o proceso por oleadas
revolucionarias?”. Dado que el autor es vicepresidente de Bolivia,
ex miembro del grupo Comuna y teórico del gobierno de Evo Morales, no se puede
dejar pasar muchas de las cosas que escribe sin hacer algunas
aclaraciones.
AGL durante varios años propuso para Bolivia un
“capitalismo andino” con una burguesía aymara creada y fomentada desde el
Estado (capitalista) arrancado a la oligarquía por las movilizaciones populares,
pero rápidamente identificado con el Movimiento al Socialismo (MAS).
Éste consiste en un semipartido sin vida, ni
democracia interna y con política capitalista nacionalista - reformista y es en
realidad un pool de direcciones sindicales obreras y campesinas burocratizadas
que aspiran a ocupar los puestos principales en las instituciones del Estado.
Ahora bien, desde la vicepresidencia del gobierno de ese Estado, AGL impulsa
una política neodesarrollista - extractivista y una concepción “jacobina” -
centralizadora que privilegia las necesidades del capitalismo de Estado (gasolinazo,
carretera por el TIPNIS violando la Constitución que garantiza la autonomía
indígena y propone la descentralización).
… Para él, el gobierno es “la clase dirigente”,
cuando el gobierno “progresista” es sólo un ocupante extraño de un aparato estatal
capitalista que trata de sustituir en las instituciones de éste a la clase
dirigente, pero que seguirá siendo capitalista mientras nadie la liquide.
Para AGL, los gobiernos “progresistas” efectuaron
una “extraordinaria redistribución de la riqueza social” y “cerraron las
tijeras” de las desigualdades sociales cuando la realidad es que Cristina
Fernández dejó una cifra de pobres (que Macri multiplicó después) apenas
diferente de la que existía a fines de los noventa con el neoliberalismo y el
coeficiente de Gini, que refleja las desigualdades sociales, prácticamente no
se modificó.
AGL, justificando el intento de reelección
indefinida de Evo (y suyo mismo), por ejemplo, dice “cuando la subjetividad de
las personas (sic) y la fuerza de las personalidades es la (sic) que deciden el
destino de un país, estamos frente a verdaderos procesos de revolución”, sin
pensar que podría estar ante procesos de contrarrevolución (Napoleón, Hitler).”
Ver texto completo en: https://tacnacomunitaria.blogspot.com/2017/06/las-curiosas-teorias-de-alvaro-garcia.html
II
“Si en 1976 el Partido Comunista Italiano era el primer partido en su
país y tenía el voto de un tercio de los votantes ¿por qué se derrumbó?, ¿por
qué Italia tuvo que padecer un Berlusconi? Si en 1981 François Mitterrand contó
en Francia con un inmenso apoyo, ¿por qué lo perdió en pocos años? Si en 1988
sólo el fraude determinó que el nefasto Salinas de Gortari, El Chupacabras
de la imaginación popular, ocupase la presidencia de México que Cuauhtémoc
Cárdenas había conquistado con la gran mayoría de votos, ¿por qué éste no pudo
mantener después ese apoyo popular? Si Cristina Fernández de Kirchner había
sido elegida con 54 por ciento de los votos, ¿por qué la ignominiosa derrota
del kirchnerismo en las presidenciales argentinas de hace unos meses, nada menos
que frente a Mauricio Macri, un reaccionario confeso, ignorante y de escasísima
inteligencia? ¿Qué llevó al Partido de los Trabajadores de Brasil, a su líder
histórico Lula da Silva y a su gobierno a la actual lucha desesperada por su
supervivencia? ¿Por qué vastos sectores sociales que votaron por la izquierda
pasan en todo el mundo a no votar o directamente a hacerlo por candidatos y
partidos de la derecha y hasta de la extrema derecha?
La respuesta se puede condensar en dos palabras:
desilusión y desesperanza.
Desilusión
porque millones de trabajadores –cuya fuerza colectiva sería capaz de derribar
gobiernos– antes se ilusionaron doblemente. O sea, primero sobre la posibilidad
de lograr un cambio social por la vía electoral, esperando todo, mágicamente,
de una boleta, de un sufragio, y además creyendo que la llegada al gobierno de
quienes dicen ser sus representantes significaba la conquista del poder del
Estado.
Dicho de
otro modo, una mayoría amplia de las víctimas del capitalismo y de los
gobiernos de éste, no comprende aún que un cambio real en la relación de
fuerzas sociales sólo puede provenir de la decisión de lucha de los
trabajadores, de su organización e independencia frente al Estado y a las
instituciones de éste (entre las cuales se cuentan los partidos
parlamentaristas) y del combate por una alternativa a las políticas del
gobierno y del capitalismo.
(…)
Decenas de millones de seres humanos se niegan a
ser ciudadanos y delegan a salvadores de turno su representación y su capacidad
de decisión, sin siquiera prestar atención al pasado de dichos hombres o
mujeres providenciales ni al hecho de que aceptan el sistema que quienes los
votan, por el contrario, quieren abolir.
La liberación de los trabajadores será obra de los
trabajadores mismos, no de sus líderes momentáneos, o de los partidos que dicen
representar a los explotados, pero trabajan en pro de sus propios intereses en
el marco del sistema capitalista que sólo quieren reformar.
(…)
A las ilusiones por fuerza tienen que seguir las desilusiones,
cuando quienes apoyaron a una dirección política creyendo que ésta quería
luchar hasta el fin descubren que esa conducción está dispuesta a los
compromisos más podridos y no se guía por los intereses de las víctimas del
capitalismo.
Si el Partido Comunista Italiano –o Tsipras y
Syriza, hoy en Grecia– con la mayoría de los votos hizo la misma política que
la derecha, votó leyes represivas y hasta eligió primer ministro italiano a un
mafioso conocido como Giulio Andreotti, ¿cómo podría representar las esperanzas
de los trabajadores italianos (y de los mismos comunistas que habían combatido
armas en mano contra el nazifascismo y por el socialismo con más de 40 mil
muertos y 25 mil mutilados o heridos)? Si Mitterrand abandonó su programa
socialdemócrata inicial y las reformas prometidas y mantuvo toda la línea del
capitalismo colonialista francés, ¿qué credibilidad podían mantener los
socialistas y qué esperanzas de cambio podía despertar la unidad de la
izquierda tradicional –socialistas y comunistas– que no podía ni siquiera
reorientar a su gobierno? Cárdenas, que es un hombre honesto, en 1988 defraudó
las esperanzas de quienes querían respaldar su voto mayoritario con la
resistencia civil y expulsando del poder –allí donde fuera posible– a los usurpadores
del PRI. En su gobierno en el DF no introdujo cambios sociales o culturales
importantes. Ni siquiera pudo evitar ser marginado de un partido –el PRD– que
se corrompía día a día. Los Kirchner, provenientes del
gobierno de Carlos S. Menem, el Salinas de Gortari argentino, se preocuparon
sobre todo por favorecer a las grandes empresas, al mismo tiempo que negaban la
existencia de clases, y elaboraron leyes antiobreras (llamadas
antiterroristas). Si hicieron las mismas políticas que preconizaba la derecha,
¿por qué no iban a votar por ésta los elementos más atrasados e irritados por
la corrupción y la soberbia del gobierno de Cristina Fernández? ¿Cómo no iban a
perder las esperanzas en el kirchnerismo vastos sectores populares?
Sin
esperanza, cunden la resignación, el todos son iguales, la impotencia política.
La esperanza en cambio moviliza. Como a los
grandes núcleos obreros franceses estimulados por los estudiantes y por el
movimiento Nuit Debout. La lista común de Podemos y de Izquierda Unida, al dar
nueva esperanza a los trabajadores españoles podría también ganar votos.
Los reformismos de todo tipo robaron la esperanza. Todos ellos: los nacionalistas, los socialdemócratas, los comunistas de
derecha, como el PCI de Togliatti-Berlinguer o Syriza, de Tsipras, que está
inspirado, al igual que Podemos, por el difunto partido italiano.
Para evitar un ascenso de la derecha y el aumento
de la explotación no queda otra vía que organizar la esperanza en un cambio
social radical anticapitalista.”
Fuente: https://tacnacomunitaria.blogspot.com/2016/05/elecciones-el-valor-de-la-esperanza-y.html
III
“…en Bolivia sin duda se ha avanzado, pero no ha habido un cambio, sigue
siendo un país exportador de materia prima, cuyo precio no determina. No ha
hecho cambios sociales profundos. Ha hecho cambios importantes en la
distribución, subsidios a los niños, aumento de los presupuestos hospitalarios,
etc., pero sobre la base de una política extractivista y de un distribucionismo
que ya no puede mantener, de la misma manera que le pasa al resto de los
denominados gobiernos progresistas, porque ha caído el precio de la materia
prima.
Entonces el problema es que un pueblo que necesita
un líder indispensable está mal, está en serios problemas, porque todos los
ciudadanos deberían ser artífices del destino común y participar como
ciudadanos y no como súbditos de una sola persona. Por otro lado, es necesario
emprender un verdadero cambio, ni en Bolivia, ni en Cuba, ni en ningún otro
país se ha llevado a cabo un cambio. El cambio profundo está todavía por
realizarse y eso solamente lo pueden hacer los trabajadores organizados e
independientes. Independientes inclusive del Estado, porque no es el Estado
paternalista el que los debe orientar y dirigir en cada uno de los pasos. Si el
país ha hecho una Constitución que es plurinacional, es necesaria una
democracia plurinacional. El referéndum no puede ser desde arriba y sobre un
solo problema, sino que debe crear las condiciones para que Evo pueda ser
sustituido. Que participen democráticamente millones de personas en la vida
política y puedan crear poder popular desde abajo. Los que son simplemente
adoradores del poder del Estado y creen que la solución viene desde arriba se
equivocan brutalmente, como se equivocaron aquí en Argentina y como se
equivocan en Venezuela. Por el contrario, para sostener las conquistas es necesario
desarrollar elementos de participación y protagonismo de la gente.
El MAS es un pool de organizaciones burocráticas
dirigido por gente que pertenecía a la vieja izquierda, comunistas, del MNR,
del MIR, que se recicló para tener una posición en el gobierno. Son
indigenistas, no indígenas. Dicen que hay una descolonización en Bolivia,
mientras que eso no puede ser real en la medida que ellos son gobierno y la
gente no tiene la menor participación real. La descolonización real sería que
la gente participe, que hagan sus planes desde abajo, que se opongan si es
necesario, etc. Pero cuando en las comunidades, aplicando la Constitución, en
el caso de la autonomía indígena, se niegan a que se les construya un camino en
medio del bosque porque viven de él, la respuesta es la represión.
Entonces el Estado se olvida de la autonomía, se
olvida de la Constitución y actúa como cualquier Estado capitalista. Pierde
contacto con la realidad y con las bases. Ese es el gran problema que tiene
Bolivia y que tenemos todos los pueblos latinoamericanos. Hay que construir una
dirección que sea realmente anticapitalista y que luche por un cambio
real.
(…)
Fue el Estado capitalista el que determinó la
política del MAS y no el MAS el que pudo controlar al Estado y mantener los
contactos con las bases. Entonces perdió prestigio, autonomía y se corrompió.
Ante eso, García Linera que tiene como objetivo crear un Estado moderno pero
profundamente centralista, algo que él llama “socialismo comunitario”, cuando
no es ni socialismo y mucho menos comunitario, pensó en un truco electoral, el
referéndum hecho a tiempo, antes de que la economía desgaste mucho más el
gobierno para alargar el período presidencial de Evo.”
Fuente: https://tacnacomunitaria.blogspot.com/2016/03/guillermo-almeyra-en-bolivia-sin-duda.html
IV
“…Pero, aunque “izquierda” es un término de relación (se es izquierda
frente a una derecha) tan poco preciso que Hitler sería izquierda frente a
Gengis Khan, desde 1848, con el surgimiento de las insurrecciones obreras y del
socialismo, es de izquierda quien está contra el sistema capitalista y de
ultraderecha, derecha o centro derecha quien lo defiende, sólo ve como posible
el marco del sistema y niega la lucha de clases en nombre de la unidad
nacional. No hay entonces un enfrentamiento entre una “izquierda” progresistas
y la derecha sino una lucha entre una débil derecha nacionalista y la sólida
del gran capital financiero mundial.
Además, el neoliberalismo es sólo una de las
políticas del capitalismo, que en su momento fue keynesiano o nazi. Quien busca
sólo una alternativa al neoliberalismo propone sólo reformas al capitalismo,
que es la causa de fondo del mismo y de todos los otros males (guerras,
ecocidio, racismo, esclavitud, xenofobia, colonialismo).
Siguiendo a García Linera, cuyo fin declarado es la
constitución de un “capitalismo andino” y cuya bestia negra son “los
intelectuales de izquierda” y las ONGs progresistas, Emir Sader critica a los
sectores que planteaban que los movimientos sociales debían ser independientes
del Estado y de las instituciones capitalistas, no dice una palabra sobre el
carácter capitalista de los Estados que tienen gobiernos “progresistas” (es
más, confunde gobiernos con Estado) ni sobre la necesidad de esa independencia,
por ejemplo, en México, Colombia o la Argentina de Macri.
Según Emir, los gobiernos “progresistas” habrían
“redefinido el papel del Estado en vez de oponerse a él”. ¿Cómo? ¿Apoyando a
los soyeros a costa de la agricultura campesina, aliándose con el agribussiness
en vez de hacer una reforma agraria, como exige en Brasil el MST? ¿Fomentando
la gran minería y la deforestación, el extractivismo, la destrucción ambiental
de masa, favoreciendo al capital financiero como hizo el kirchnerismo? ¿No
tocando las bases del capitalismo y ni siquiera afectando a las transnacionales
y la banca extranjera?”
Fuente: https://tacnacomunitaria.blogspot.com/2016/01/polemica-guillermo-almeyra-responde.html
V
“Un excelente artículo sobre Ecuador de
Francois Houtart ("El Ecuador de 2015: el agotamiento
de un modelo en un contexto de crisis mundial”, Rebelión,
27/08/2015) pone los puntos sobre las íes. El autor, hay que recordarlo, no es
ningún ultraizquierdista encapuchado con una molotov en la mano sino, entre
otras cosas, el ex presidente del Tribunal Juárez sobre la deuda de Estados
Unidos con Cuba y el embargo a ese país que funcionó en Coyoacán y estuvo
formado por una serie de personalidades antiimperialistas entre las cuales tuve
el honor de contarme.
Pues bien, para Houtart estamos ante un fin de
ciclo de las políticas de los gobiernos latinoamericanos que algunos califican
de “progresistas” y otros de “populistas”. O sea, de un grupo muy heterogéneo
de gobiernos que abarca sobre todo los de Venezuela, Ecuador, Bolivia, pero
también el de Argentina que se autocalifica de “populista” y convierte las
tonterías de Laclau en dogma oficial porque las mismas sostienen que se
terminaron las clases y el sujeto del cambio es “la juventud”, ese divino
tesoro interclasista. ¡Qué lástima que los grandes banqueros e industriales
ganen más que nunca con sus políticas de clase suspendiendo, despidiendo,
eliminando las leyes de protección laboral, comprando por nada los recursos
nacionales para aumentar así la explotación y el despojo del 90 por ciento de
la población!
(…)
De este modo la crisis capitalista mundial y las
políticas de los gobiernos “progresistas” (que no tocaron y, por el contrario,
preservaron, a las transnacionales, las finanzas y el gran capital y se
adecuaron al tipo de inserción en el mercado mundial que ellos les fijaban),
conducen en este momento al debilitamiento de esos gobiernos, que pierden
consenso en las clases medias pobres y hasta entre los trabajadores y los
pueblos originarios. Por supuesto, la CIA, el imperialismo y sus agentes
oligárquicos y capitalistas locales aprovechan la crisis y esta situación para
tratar de debilitar y derribar a gobiernos a los que difícilmente pueden ganar
en las urnas y provocan corridas bancarias y choques sociales. Pero las protestas
de los indígenas, ambientalistas y sindicatos combativos no tienen nada que ver
con esas maniobras antidemocráticas y subversivas. Rafael Correa calumnia y
reprime a los indígenas y a la CONAIE que llamaron a una protesta pacífica que
no pedía su renuncia, como él dice, y además desconoce la Constitución
ecuatoriana cuando impone la exploración petrolera en los territorios
indígenas; Evo Morales y Alvaro García Lineras, por su lado, atacan la
democracia y las autonomías comunitarias e indígenas y pretenden acallar las
voces de protesta mientras declaran que harán exploraciones petroleras quieran
o no los pueblos Guaraníes. Esos son los hechos concretos y tozudos.
Los formados en la escuela cristiana, como Correa y
Maduro, ven al mundo como una lucha entre el Bien y el Mal en la que ellos, por
supuesto, son el Bien y quienes los critican el Mal, agentes del imperialismo o
estúpidos manejados por la derecha…”
Fuente:
https://tacnacomunitaria.blogspot.com/2015/08/gobiernos-progresistas-latinoamericanos.html
VI
“…Entonces, todas las políticas de los llamados
“gobiernos progresistas” que consistían en no tocar las relaciones con el
capitalismo, seguir aportando lo mismo, con la misma gente, pero agarrar
algunos excedentes y distribuirlos en planes asistenciales o distributivos se
viene abajo, ya no puede ser mantenida porque no existen esos excedentes. Es
necesario tocar a los grandes poderes, en Brasil por ejemplo, hacer una reforma
agraria, elevar los ingresos reales de la gente y acabar con las políticas
extractivistas que se basan en la exportación para los países que compran
cuando les conviene.”
Fuente: https://tacnacomunitaria.blogspot.com/2015/08/guillermo-almeyra-las-politicas-de-los.html
VII
“El gobierno brasileño se defiende contra las
cuerdas, el uruguayo enfrenta una exitosa huelga general, en Venezuela hay
saqueos, en Bolivia dinamitazos y protesta indígena. ¿Qué pasa con los
gobiernos" progresistas"?
(…)
Dicha ola estuvo marcada por el éxito electoral en
México de 1988 del movimiento de Cuauhtémoc Cárdenas que instauró desde
entonces en el país la fase de los fraudes masivos, por el caracazo (con la
masacre del 28 de febrero de 1989) y la posterior sublevación chavista, por el
derrocamiento de dos presidentes ecuatorianos en los 90 por el movimiento
indígena ecuatoriano y su CONAIE, creada en los 80, por el levantamiento
zapatista en Chiapas en 1994 y culminó con el estallido social en Argentina de
2001 y el derrocamiento del presidente boliviano Gonzalo Sánchez de Lozada en
2003 como consecuencia de la llamada guerra del gas . Hugo Chávez llegó al
gobierno venezolano en 1998, Néstor Kirchner en 2003, Evo Morales, en Bolivia,
y Tabaré Vázquez, del Frente Amplio en Uruguay, en 2005, Rafael Correa, en Ecuador,
en 2007.
Desde entonces Sudamérica vive con gobiernos
denominados progresistas formados por personas no pertenecientes a las clases
dominantes pero que son también independientes en buena medida de los sectores
populares, pues aunque en Bolivia Evo Morales se apoya en las direcciones de
los movimientos sociales organizados en el Movimiento al Socialismo (MAS), éste
no cogobierna. Esos gobiernos –mezcla rara de algunos militantes honestos con
aventureros y paternalistas burocráticos– canalizaron, controlaron e
institucionalizaron los movimientos sociales tratando de integrarlos en el
Estado capitalista, al que mantuvieron sin cambios.
Los gobiernos progresistas dirigen países
capitalistas dependientes, productores de materias primas. No han tocado sino
muy tangencialmente las bases del poder de las oligarquías locales y del
capital financiero internacional que controla sus respectivas economías y
siguieron aplicando fundamentalmente una política neoliberal a la que agregaron
algunas políticas distributivas para sostener el mercado interno y medidas
asistencialistas para reducir la pobreza y mantener el consumo. No cuestionaron
la renta minera, la renta agraria, el poder de los bancos extranjeros, no
afectaron la propiedad agraria: simplemente contaron con un periodo mundial de
altos precios de las materias primas que sus países exportan –petróleo,
minerales, soya, granos, productos agrícolas y ganaderos– para llevar a cabo
sus políticas asistencialistas intentando, cuando mucho, disputar a los
rentistas tradicionales parte de la renta. Venezuela estatizó el petróleo y la
renta petrolera pero no modificó el resto de la economía, que siguió
dependiendo de la exportación de combustible.
La crisis capitalista mundial redujo la demanda de
minerales y materias primas y el precio de esas commodities bajó y
seguirá bajando, sobre todo el del petróleo si Irán envía al mercado el que
tiene acumulado por el embargo imperialista. El petróleo barato, por fortuna
para los pueblos y el ambiente, hace incosteable la producción del fracking
y frena las inversiones; el mismo efecto tiene la caída del precio de los
minerales, que protege transitoriamente al agua de su explotación salvaje
capitalista. Pero la política neodesarrollista, extractivista a cualquier costo
ambiental, social, político, subsiste sin modificaciones. Sólo que ya no hay
excedentes de divisas fuertes que permitan combinar esa política con el
distribucionismo, el asistencialismo, el clientelismo.
Los gobiernos progresistas se encuentran así
atrapados por una tenaza, un brazo de la cual –las exigencias populares–
comienza a apretarlos mientras el otro –el control de las bases de la economía
por el gran capital, sobre todo extranjero– aumenta también su presión. Los
capitales que antes aprovechaban incluso las concesiones de los gobiernos
progresistas y fomentaban la corrupción no se contentan ya con aquéllas y
hallan que ésta es carísima e intolerable (ver los casos argentino o brasileño).
Los paliativos (comercio intrarregional, Mercosur,
apoyo financiero de China, Rusia o el BRICS) son ya insuficientes o imposibles
por la crisis: se necesitan cambios estructurales que establezcan sí nuevas
relaciones entre los países, pero sobre la base de medidas anticapitalistas.
Pero los gobiernos progresistas no están preparados desde ningún punto de vista
–ideológico, organizativo, moral– para una política que de forma consecuente y
seria adopte medidas parciales que afecten al gran capital: nacionalización de
los bancos, control de cambios, medidas de reforma agraria y o de
restructuración del territorio para privilegiar trabajo, defensa del agua y del
ambiente, consumos populares, monopolio estatal del comercio exterior, control
del lavado de dinero, por ejemplo. Ellos temen más la movilización popular de
sus mismas bases de apoyo que caer superados por la derecha que, en todo el
mundo, pisotea todo en su ofensiva, como lo demuestra el ejemplo de Grecia. No
se puede esperar nada de esos gobiernos, impotentes o cómplices de los
explotadores. Corresponde a los trabajadores estudiar los problemas regionales
y nacionales, buscarles soluciones, luchar por la hegemonía política y cultural
superando las divisiones, el simple gremialismo, el electoralismo ciego, el
sectarismo castrante.
Fuente: https://tacnacomunitaria.blogspot.com/2015/08/fin-del-ciclo-de-gobiernos-progresistas.html
VIII
“A riesgo de repetirme como disco rayado, recuerdo que
el neoliberalismo no es un sistema, sino una política, la política
actual del capitalismo, y resultado del fracaso del capitalismo del
bienestar social vagamente keynesiano, el cual es irrepetible y está
muerto y enterrado. Pretender centrar los esfuerzos contra el neoliberalismo
equivale a disparar contra la mera sombra del sistema. No hay
capitalismos buenos: hay un régimen de explotación, opresión, racismo,
colonialismo y guerras que hace de todo para sostener la tasa de ganancia de
las grandes empresas financieras y monopolistas. Los capitalismos de Estado y
las políticas asistenciales y distributivas del ingreso forman parte de ese
sistema mundial y lo sostienen. La diferencia entre los gobiernos que son
agentes directos del capital financiero y los que tratan de tener algún margen
de maniobra es que éstos aplican algunas políticas que, defendiendo las
ganancias de los capitalistas, deben tener en cuenta la necesidad de sostener
el mercado y las ganancias con subsidios al consumo y a los servicios y de
ceder algo a los movimientos sociales y a la protesta obrera, para evitar
que se organicen en forma independiente. Los gobiernos nacionales y
populares, sin embargo, no pertenecen a una categoría diferente: igual que los
demás, aceptan el despojo salvaje de la gran minería y practican un extractivismo
que destruye los bienes comunes (agua, bosques, tierras, minerales) y que
contamina, como demuestra China. Ellos privilegian el crecimiento económico
sobre el desarrollo humano, reducen al mínimo los derechos humanos y sociales y
los márgenes de la democracia. No son populares y tampoco son
nacionales…”
Fuente: https://tacnacomunitaria.blogspot.com/2013/02/polemica-palingenesica-sobre.html