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viernes, 1 de enero de 2016

¿PUEDE LA CLASE MEDIA ENFRENTAR CON ÉXITO AL CAPITAL CONCENTRADO?




01-01-2016

La pequeña burguesía, o sea la clase media, no puede ser dirigente, tiene que seguir a otro. Es un problema histórico, universal. 

El kirchnerismo es un movimiento mayoritariamente de clase media. Desde su origen, el amplio espectro de la Juventud Peronista (JP) de los '70, hasta su realidad actual, caracterizada por el intento de llevar esas ideas a la práctica desde el gobierno. Néstor Kirchner (NK) y Cristina Fernández de Kirchner (CFK) han sido altamente consecuentes con esa ideología, y han tenido mucho coraje al intentar plasmarla desde el gobierno, lo que con palabras más actuales han denominado "crecimiento con inclusión social". A largo plazo como mínimo es un proyecto utópico pretender lograr ese objetivo dentro del capitalismo, dentro de la democracia burguesa. Pero es una aspiración que no es exclusiva del kirchnerismo, sino que ha abarcado históricamente a toda la clase media y gran parte del movimiento obrero. 

En cierto modo se puede afirmar que el pueblo en general sólo puede visualizar cualquier perspectiva de mejoramiento en las condiciones de vida dentro de los marcos del capitalismo. 

Gran parte de la población creyó o quiso creer que el kirchnerismo podía dirigir ese proceso hasta su completa realización. A pesar de la derrota electoral lo sigue creyendo. Muchos piensan que simplemente es suficiente con ganar las elecciones parlamentarias del 2017 y las presidenciales del 2019. Pero la lucha real va mucho más allá de una contienda electoral pacífica y respetuosa de las instituciones formales de la democracia burguesa. 

El kirchnerismo, en lo sustancial, no es lo mismo que el peronismo de Perón. Su estrategia es distinta. Pero tiene la limitación de su carácter de clase. Tiene otros límites, pero tiene límites. Perón quería encorsetar y controlar al movimiento obrero. Esa era su estrategia central. Para la kirchnerismo la estrategia central es lograr, aunque manteniendo la conciliación de clases, un pleno crecimiento con inclusión social en el marco de una permanente ampliación de los derechos democráticos. El kirchnerismo tomó la parte de reformas sociales del primer peronismo como el eje de su política, pero incorporando también centralmente las ampliaciones democráticas. 

Lo novedoso y extremadamente positivo del kirchnerismo es que ha despertado un auténtico deseo de mejoramiento de las condiciones sociales en la sociedad, un resurgimiento de la política en el seno del pueblo, movilizando a gran parte de la juventud, pero también a los viejos peronistas de todas las edades. 

La mitad más uno por lo menos ha percibido que se puede vivir mejor y en gran medida, cómo es vivir mejor, porque ha vivido esa mejoría bajo el kirchnerismo. 

Han surgido o se han incorporado muchos cuadros en el kirchnerismo, como Kicillof y Recalde, entre muchos otros, y serias organizaciones como La Cámpora. En todas partes asumieron un compromiso generalizado de optimizar la cultura, la educación, la ciencia y tecnología, y se produjo una incorporación de gran parte de la población a la política activa, junto con una significativa elevación de la conciencia sobre cómo funciona el mundo, aunque limitada y contradictoriamente al incluir, por ejemplo, la reivindicación de la conciliación de clases. 

El problema es que todo se hizo confiando en la conducción de NK y CFK. En buena medida esto implica que "ellos hacen, nosotros acompañamos". Distinto a nosotros hacemos (y al mismo tiempo nos comprometemos y corremos todos los riesgos, nos jugamos). 

También el apoyo a CFK tiene un gran componente de clase media, por su composición social y por el deseo de que se siga avanzando y avanzando, "pero que lo haga CFK con nuestro apoyo". 

Lo que los hechos están poniendo a prueba es la cuestión de la dirección y la estrategia del movimiento social. Quién dirige, con qué estrategia, cuáles son los pasos a seguir para lograr ese objetivo estratégico, los pasos que tiene que dar el pueblo, en forma conciente. 

Dado su carácter de clase es probable que el kirchnerismo insista en manejarse dentro de los límites actuales de la democracia burguesa y se oponga a todo avance de la lucha de clases. En esta perspectiva el movimiento de masas se encontrará con la necesidad de superar a sus dirigentes. Se necesitará la incorporación activa de la clase obrera a la lucha política. 

Este riquísimo período histórico nos muestra la realidad en vivo y en directo, en los hechos, en la vida cotidiana, en la calle, en el rol del kirchnerismo, en la política real del macrismo, o sea en el rol de la clase media progresista por un lado, y por el otro en la política de la gran burguesía cuando ha logrado obtener el gobierno. 

La ofensiva del gobierno macrista, representante directo del capital concentrado internacional, no se puede frenar, y mucho menos derrotar solamente con la clase media. Se necesita la fuerza, la organización y la conciencia política del proletariado. 

Que la clase obrera participe de la lucha política implica necesariamente un avance en la lucha de clases, un resquebrajamiento de la conciliación de clases tan defendida por el kirchnerismo. Pero no hay otro camino. 

Si el movimiento kirchnerista, su base y sus mejores dirigentes fueran consecuentes en la lucha, es probable que llegue un momento en el que avancen en la lucha de clases entrando en conflicto con los dirigentes kirchneristas reticentes a superar los límites de la actual democracia burguesa. 

Ante esta probable situación lo que hay que evitar es que el actual movimiento popular, que no está compuesto sólo por kirchneristas, se quiebre, se sumerga en la derrota. 

Es necesario que los verdaderos socialistas, y todo el pueblo en general, lleven adelante la unidad de acción con este movimiento que ha surgido valorando la política kirchnerista de realizar obras que beneficien al pueblo. Su sentido principal es altamente progresivo, a pesar de su reivindicación de la conciliación de clases. 

Obviamente, los socialistas denunciamos a todo el capitalismo, incluido el kirchnerismo, participamos de todas las luchas, impulsamos todas las consignas económicas, sociales y democráticas. No esperamos a ver qué hace el kirchnerismo para actuar. Desarrollamos la lucha de clases. Pero esto incluye la unidad de acción con los movimientos sociales progresivos cuando en los hechos dan pasos en la lucha contra el capital. 

Si los socialistas nos prohibiéramos efectuar la unidad de acción con movimientos que reivindican la conciliación de clases nos condenaríamos a no luchar junto a ningún movimiento de masas, a permanecer separados de las masas, a no influir en las políticas de masas. Esto es así porque ningún movimiento de masas espontáneo es completamente clasista, todos en alguna medida se manejan dentro de la conciliación de clases. Si fuera de otra manera estos movimientos nacerían prácticamente socialistas, cosa que no sucede en la práctica. 

No hay que caer en el error de razonar en términos de la ideología de un movimiento sino de su política concreta, del carácter de la lucha que desarrolla ese movimiento. Las ideologías que no responden a la realidad tarde o temprano desaparecen, y las causas materiales que mueven a las masas las empujan a seguir avanzando. 

Lo que sucede es que el mundo es uno solo. El mundo no es un relato socialista, kirchnerista, o derechista. El mundo es el que fabrica la ideología. Y las "ideologías" de la lucha de clases y del socialismo son creadas por la realidad del mundo. En la Argentina hoy estamos en una situación excepcional. A los ojos de todos, aunque algunos no lo quieran ver, la necesidad de luchar contra el capital concentrado, aunque sea sin intentar expropiarlo, sin revolución social, aunque sólo se pretenda vivir un poco mejor bajo la democracia burguesa, no se puede lograr sin avanzar aunque sea unos pasos hacia la lucha de clases. Esto no implica de ninguna manera llegar a la lucha de clases abierta, ni mucho menos llegar al socialismo, pero toda conquista concreta del pueblo que logre frenar un poquito la ofensiva del capital concentrado son medidas que implican un avance en la lucha de clases. 

La clase obrera puede y debe tener actividad política. 

En esta coyuntura la lucha ideológica y política del socialismo con populismo se debe realizar junto con la unidad de acción contra el capital concentrado, y más en profundidad contra el capitalismo de conjunto. 

Una solución de fondo no se puede lograr sin revolución social, pero hoy la unidad de acción de todo el pueblo es imprescindible, sin temor a dar pasos que impliquen avanzar en la lucha de clases. 


miércoles, 18 de marzo de 2015

REVOLUCIÓN DEMOCRÁTICA, DICTADURA DEL PROLETARIADO Y CAPITALISMO DE ESTADO





18-03-2015

En el artículo Emancipación y libertad, de Luis Bruschtein, en Página 12 del 14.3.15 dice en un párrafo: 

“La democracia y estos procesos de profundización han sido tomados como un proyecto de construcción popular y progresista en América latina, como fue permanentemente explicitado por los oradores en el Foro para la Emancipación y la Igualdad organizado esta semana por el Ministerio de Cultura. La mayoría de los participantes tienen raíces y orígenes parecidos. Todos provienen de las resistencias a los modelos neoliberales de los ’90. Algunos transitaron experiencias anteriores en las viejas izquierdas, en movimientos revolucionarios y combativos de los ’70 o en movimientos sociales que habían generado una visión de construcción autonómica. Pero, además, la mayoría de ellos ahora forma parte de gobiernos democráticos y tiene funciones de gestión o legislativas. Cada palabra tiene la obligación de lo real y lo concreto. El hecho democrático como vía de acción y como modelo de organización de la sociedad, puesto en el eje de las coincidencias da una idea de la magnitud de la transformación del pensamiento emancipador igualitario y su toma de distancia de las viejas experiencias signadas por las llamadas dictaduras del proletariado. “Fueron formas de un capitalismo de Estado”, definió el vicepresidente boliviano, Alvaro García Linera, expresión de uno de los gobiernos más a la izquierda de la región.” 
Es necesario aclarar la confusión de ideas que surge de este párrafo. Cuando se habla de “dictaduras del proletariado” confundiéndolas pura y simplemente con “formas de un capitalismo de Estado”, se está hablando de revoluciones que intentaron construir el socialismo. Todos los avances democráticos que se están realizando bajo los gobiernos populistas progresistas de América Latina no constituyen todavía revoluciones democráticas y socialistas. Es necesario y deseable que ése sea el camino que se tome en el futuro, pero no es la realidad actual. Muchos hechos tienen que suceder todavía para que estos procesos se transformen en verdaderas revoluciones. 
Situándonos en la perspectiva de la revolución democrática, debemos decir que la revolución socialista es en primer lugar, necesaria e inevitablemente, una revolución democrática. La revolución socialista implica el acceso al poder del proletariado dirigiendo a todo el pueblo, la expropiación del capital y la construcción del socialismo. No hay revolución socialista posible que no sea al mismo tiempo y en primera instancia, revolución democrática. La revolución democrática estalló en febrero de 1917 en Rusia y se consolidó en octubre con el paso de todo el poder a los soviets o asambleas de obreros, campesinos y soldados. 
Pero ¿Qué es una “revolución democrática”? La insurrección de todo el pueblo, en base a la toma de conciencia generalizada en la población de que la única alternativa es el gobierno directo del pueblo, sin ninguna restricción ni mediación, apoyada en la fuerza de todo el pueblo en armas. El máximo grado de democracia posible que no se somete a los límites de la democracia burguesa, la que no es otra cosa que la dictadura del capital bajo formas aparentemente democráticas. 
El paso al socialismo requiere la conciencia generalizada de que la expropiación del capitalismo es indispensable. La expropiación del capital es el comienzo de la transformación de la revolución democrática en revolución democrática socialista. Solamente sobre la base de la revolución democrática es posible expropiar al capitalismo. 
Los gobiernos populistas progresistas surgidos en los últimos años en América Latina han hecho grandes avances sociales, económicos y democráticos. Se ha extendido la conciencia de que bajo la democracia (burguesa) se puede lograr poco a poco, el bienestar pleno del pueblo a condición de seguir ampliando y profundizando la democracia (burguesa). Es una experiencia extraordinariamente rica de los pueblos latinoamericanos y es también, una lucha sincera y difícil que pone en tensión toda su capacidad de lucha. Pero también es confundir democracia con democracia burguesa, creer que la única democracia es ésta, y confiar que bajo el capitalismo se puede profundizar cada vez más la democracia y todos los avances que se están haciendo. 
Esta lucha por la profundización democrática se propone en el párrafo citado como una superación de las experiencias de dictadura del proletariado. La dictadura del proletariado es la forma más extrema de democracia que puede existir. Es la democracia para la inmensa mayoría del pueblo y la dictadura solamente para los sectores capitalistas que se resisten a la construcción del socialismo. 
Toda la teoría realmente socialista afirma, además, que cuando desaparezca la resistencia capitalista desaparecerá naturalmente la dictadura del proletariado sobre ellos. 
Desaparecerá entonces el estado proletario siendo reemplazado por una administración de las necesidades comunes de toda la sociedad. 
Esta administración ya no podrá ser llamada democracia porque no será el gobierno de la mayoría sobre la minoría, no existirá más la dictadura sobre la minoría, sino que será la administración de toda la sociedad. 
Al desaparecer las clases sociales no será necesario un Estado que siempre es la dictadura de una clase o clases sobre otra u otras. 
Es imposible la plena democracia, el pleno crecimiento económico con inclusión social, sin expropiar al capitalismo. Esto es lo que omiten Bruchstein y García Linera. La forma concreta, latinoamericana en que se llegue a realizar la revolución democrática y la expropiación del capital no implica que esas dos tareas se puedan eludir. Tarde o temprano y de alguna forma se deben realizar. 
Ninguna experiencia de dictadura del proletariado logró construir el socialismo, sólo lo intentó, avanzó un trecho en su construcción, y después las fuerzas capitalistas fueron poco a poco restaurando su dominación. Pero hasta donde se pudo llegar en la construcción del socialismo es una experiencia histórica que no deja dudas que ése es el camino. 
Si la actual lucha democrática deja de lado la dictadura del proletariado significa que deja de lado la lucha por la revolución democrática. No se puede derrotar al capitalismo, expropiarlo, dentro de los límites de la democracia burguesa por más extraordinarios avances que se realicen. 
Y reducir las experiencias frustradas de construcción del socialismo a meras formas de capitalismo de Estado es rebajarlas, negar los avances extraordinarios de construcción del socialismo que lograron los pueblos, aunque el éxito final todavía no se haya conseguido. Obviamente no se puede congelar la construcción del socialismo en un punto intermedio, o se sigue avanzando o tarde o temprano el capitalismo vuelve a dominar. 
Hay un elemento cierto al comparar la dictadura del proletariado con el capitalismo de Estado. Era una economía de Estado, dirigida y dominada por el Estado obrero, pero que todavía no había podido eliminar completamente al capitalismo. Pero significaba un avance extraordinario con respecto a la economía capitalista en general. Ese “capitalismo de Estado” era un paso previo a la construcción plena del socialismo. ¿Por qué? Porque el poder político lo tenía la clase obrera, el gran capital concentrado había sido expropiado, el gobierno directo del pueblo se ejercía a través de los soviets y el conjunto del pueblo trabajaba diariamente para lograr la construcción plena del socialismo. 
En un capitalismo de Estado de un país capitalista, existe un gobierno capitalista y no hay expropiación del capital concentrado. Por el contrario este capital concentrado ejerce su pleno poder sobre el Estado.
Este capitalismo de Estado suele darse en épocas de guerra entre estados capitalistas. En esos casos no hay democracia ni siquiera burguesa. Generalmente se busca salvar al capitalismo de su propia crisis. Se instala la administración estatal capitalista de muchas empresas para salvarlas de la crisis. También se busca hacer más eficaz el funcionamiento del aparato bélico estatal. 
Todo esto no tiene nada que ver con los elementos de capitalismo de Estado que todavía subsistían en vida de Lenin en el Estado soviético
Llamar capitalismo de Estado a secas a los estados obreros que intentaron construir el socialismo es un desconocimiento de los hechos históricos, de su significado real, y es también una subestimación y una tergiversación de lo que constituye la inmensa tarea de construcción del socialismo. [1] 
Nota:
[1] Ver, por ejemplo, este párrafo de Lenin: “El capitalismo de Estado, según toda la bibliografía sobre problemas económicos, se refiere al que existe bajo el sistema capitalista, donde ciertas empresas capitalistas se encuentran bajo el control directo del Estado. Pero el nuestro es un Estado proletario, se apoya en el proletariado, da al proletariado todas las ventajas políticas, y por intermedio del proletariado atrae a las capas bajas del campesinado (recordarán que comenzamos esta labor mediante los Comités de pobres). Por eso el capitalismo de Estado desorienta a muchos, y a muchos con juicio. Para evitar esto es necesario recordar lo fundamental: que no hay teoría ni libro que trate de un capitalismo de Estado del tipo del nuestro, por la sencilla razón de que todas las nociones habituales relacionadas con estas palabras se asocian a la dominación burguesa en la sociedad capitalista. La nuestra es una sociedad que ha salido de las vías del capitalismo pero no ha tomado aún las nuevas vías. En esta sociedad el Estado no es dirigido por la burguesía, sino por el proletariado. No queremos comprender que cuando decimos: “Estado”, este Estado somos nosotros mismos, el proletariado, la vanguardia de la clase obrera. El capitalismo de Estado es un capitalismo que seremos capaces de restringir y cuyos límites seremos capaces de fijar. Este capitalismo de Estado está relacionado con el Estado, y el Estado son los obreros, el sector avanzado de los obreros, la vanguardia. El Estado somos nosotros.” En V. I. Lenin, Obras Completas, Tomo XXXVI, págs. 246/247, Editorial Cartago, segunda edición corregida y aumentada, Buenos Aires, 1971,

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=196631