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sábado, 16 de septiembre de 2017

LA "DEMOCRACIA" CAPITALISTA NEOLIBERAL EN EL PERÚ, EL ROL DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA Y LA CORRUPCIÓN



           

Escribe: César Vásquez Bazán

El Presidente de la República es el principal componente del Gobierno del Estado Peruano. Es el mandatario encargado de dirigir las acciones del Poder Ejecutivo, que es la junta o comité político que administra los negocios comunes del gran empresariado.

La historia reciente del país enseña que el Presidente de la República es una especie de reyezuelo que coordina las acciones del grupo de políticos profesionales, abogados, gerentes, economistas, tecnócratas, burócratas, altos rangos militares y autoridades de rango inferior que mantiene dominada a la nación por cinco años. El Presidente es el líder del directorio político que manda en el país en representación de los intereses de las clases dominantes, es decir del capital transnacional y nativo, grandes inversionistas, grandes banqueros, grandes empresarios, grandes comerciantes y grandes terratenientes.

El Presidente de la República asegura la vigencia del régimen económico y político neoliberal que favorece a las clases dominantes y mantiene en el poder a sus diversos representantes. Garantiza el flujo de las ganancias a las arcas de la plutocracia, el saqueo de los recursos naturales del país, la explotación del trabajo de los peruanos, y la hegemonía sobre los mercados nacionales.

Entre sus principales tareas específicas el Presidente debe garantizar la vigencia de los regímenes de inversión, tributarios, laborales y legales en general, considerados como los más favorables a los intereses de los grandes capitalistas. Por ejemplo, debe mantener una política activa de concesiones, es decir de entrega de los recursos naturales, infraestructura, servicios y mercados del país al gran capital extranjero y nativo. Debe ejecutar una política persistente de endeudamiento fiscal con el capital extranjero. Debe garantizar la estabilidad de un ambiente tributario caracterizado por impuestos reducidos o inexistentes para las grandes empresas. Debe mantener a los trabajadores en condiciones de inestabilidad laboral y asegurar que los peruanos trabajemos más horas de las que se nos paga, todo con la finalidad de elevar la productividad (y las utilidades) de las empresas.

El Presidente también debe velar por que los jóvenes reciban una educación copiada de otros países con realidades distintas a la nuestra, educación alejada del conocimiento científico e inadecuada para las condiciones de un pueblo pobre con serias carencias de alimentación, vestido, cuidado de la salud y vivienda. Es una educación aparentemente pública pero privatizada en la práctica por la penetración de intereses particulares, desde empresas, asesores y consultores contratados por las autoridades gubernativas, hasta el uso en el aula de textos escolares preparados por empresas extranjeras. Con el fin de velar por la continuidad del régimen neoliberal de dominación, el Presidente impide que la educación pública proporcione una verdadera formación patriótica, cívica e histórica y, de esta manera, hace que las nuevas generaciones sean más imbéciles políticamente que sus ya semiidiotizados y alienados padres.

La corrupción resultante de la “democracia” neoliberal

En las “democracias” neoliberales no existen partidos políticos orgánicos representativos de los sectores populares, que cuenten con diagnósticos fidedignos de la realidad y que hayan elaborado ideologías y propuestas enfocadas a la superación de los resultados de dichos diagnósticos. No existen partidos que cuenten con planes y programas auténticos de gobierno. Lo que hay son clubes electorales improvisados de la noche a la mañana y que carecen de diagnóstico, ideología, doctrina, programa y propuestas. Amparados en el uso de denominaciones genéricas y vacías −como Perú PosibleFuerza Popular, o Peruanos por el Cambio, etc.− los clubes electorales no son verdaderos partidos políticos; son grupos electoreros de cohesión mínima, organizados en torno a las ambiciones de poder de personas que aspiran a vencer en un determinado proceso electoral para capturar el Gobierno del Estado peruano y valerse de él para gestionar negocios, enriquecerse y asegurar el mantenimiento del control de la cosa pública por la mayor cantidad posible de años.

Los reemplazos presidenciales efectuados cada quinquenio en el Perú materializan únicamente el cambio del grupo de interés que se enriquecerá desde el Gobierno recibiendo coimas para adjudicar compras estatales, préstamos, contratos o concesiones. Los gobernantes no aspiran a realizar cambio sustancial alguno en favor de las mayorías nacionales; sólo buscan detentar el poder político para ponerlo al servicio de sus intereses personales y de grupo. Es así como se han producido en el último cuarto de siglo tratos ilegales y soterrados entre las autoridades del Poder Ejecutivo y los representantes de empresas transnacionales y nativas para otorgar la ejecución de obras y proyectos. Se han descubierto casos gravísimos de corrupción en los que las autoridades del Poder Ejecutivo han recibido millonarios sobornos de empresas del sector privado. Éstas han sido las oportunidades aprovechadas por el Presidente y los gobernantes, en todos los niveles, para asegurar su propio enriquecimiento y para garantizar la continuidad de sus actividades políticas, a través del financiamiento por las empresas corruptoras de sus futuras campañas electorales.

© César Vásquez Bazán, 2016, 2017
Todos los derechos reservados
Junio 12, 2016; septiembre 16, 2017

domingo, 11 de diciembre de 2016

CORRUPCIÓN Y CAPITALISMO EN EL PERÚ




http://goo.gl/T4gLnA
Escribe: César Vásquez Bazán
El recordado cómico Alex Valle y la corrupción en el Perú, representada por su propio rol como funcionario público deshonesto y su sometimiento al poder político del ubícuo pero invisible Doctor Chantada


En las últimas dos décadas, la corrupción política se ha generalizado en el Perú. Los políticos usan en su provecho personal, económico o social, el poder del Estado que detentan por elección supuestamente democrática o por nombramiento de alguna autoridad estatal de grado superior. Ejemplos de esta afirmación pueden ser encontrados en todos los gobiernos del pasado reciente del país, en especial durante los regímenes de García Pérez y Fujimori. Además del anterior par de nombres, baste recordar los apellidos Montesinos y del Castillo Gálvez para proporcionar muestras de la generalización de la corrupción en ambas administraciones.

Cuando se hace la pregunta qué tienen en común García Pérez, Del Castillo, Fujimori y Montesinos, el peruano promedio contestará que los cuatro son ladrones descarados, políticos corruptos carentes de vergüenza, que utilizaron su ascenso al gobierno para enriquecerse y llenarle los bolsillos a una casta de allegados.

Ver en los altos mandos gubernativos autoridades putrefactas trae consecuencias gravísimas. Una de ellas es la que podría denominarse el “efecto demostración”. Si el presidente roba y no es objeto de ninguna sanción, ¿por qué no va a meter la mano el presidente del Consejo de Ministros? Si el premier es un ratero intocable, ¿por qué se va a comportar de manera diferente el ministro, el viceministro, los directores y subdirectores? Si las autoridades gubernamentales están corrompidas, ¿por qué no se van a enviciar los parlamentarios, el Poder Judicial, los militares y la policía? Y si todos ellos entran al cuento, ¿por qué no se van a pervertir los empresarios, los dueños de periódicos, los periodistas, los dueños de encuestadoras y, proyectándonos, la sociedad en su conjunto, es decir el país?

¿Cuál es el origen de la corrupción en el Perú? Sin duda, pueden proporcionarse diversas hipótesis. Nuevamente, podemos pedir la ayuda del peruano promedio. Interroguemos al hombre de la calle sobre qué otra característica, además de ser rateros, tienen en común García Pérez, Del Castillo, Fujimori y Montesinos. Se nos responderá que durante su gestión los cuatro favorecieron al gran capital –extranjero y nativo–, que entregaron los recursos naturales del país para beneficio de unos pocos, que promovieron la explotación del cholo barato, en una palabra que permitieron la existencia de un capitalismo salvaje basado en la expoliación de las mayorías y en el abuso de nuestras riquezas.

Pensemos sobre la sugerente respuesta que hemos obtenido. De acuerdo con ella, los políticos más corruptos del Perú contemporáneo, desde Leguía, se han distinguido por ser políticos procapitalistas. Parece una contradicción, porque siempre se nos masajea con el cuento que el capitalismo trae avances y mejoría social. La verdad es que los beneficios del sistema son apropiados por una minoría de minorías, es decir por los propietarios del gran capital, los dueños de las empresas y los altos funcionarios. Los de abajo sólo deben mirar qué bien les va a los de arriba.

Pero no nos apartemos de la cuestión acerca del origen de la corrupción y reflexionemos sobre la intuición que nos ha transmitido el peruano común y corriente. Hay una gran verdad en ella. Existe una relación directa entre la existencia y el crecimiento del capitalismo y la existencia y el crecimiento de la corrupción. No existe sistema económico que sea más corrupto que el capitalismo.

¿Por qué hacemos esta afirmación? Expliquémonos. En su esencia funcional, el capitalismo está basado en un acto de corrupción, que es el robo del trabajador por el capitalista. El capitalista no paga al obrero o al empleado el íntegro de su aporte a la producción de la riqueza. Se queda con una parte del esfuerzo de los trabajadores, porción sobre la que acrecienta su capital original y de la que proviene también su elevado nivel de consumo personal. El capitalismo asalta intrínsecamente a los trabajadores. Basarse en ese hurto, que es un acto de corrupción, es su condición de existencia y progreso.

La cosa no queda allí. Por diversas razones, el capitalista cobra a los consumidores más de lo que debería cargar por los productos que vende. Observemos el caso de las compañías que venden software de computación, que exigen decenas o centenas de dólares por programas cuyo costo marginal de producción no pasa de uno o dos dólares. Pensemos, sin ir más lejos, en cada uno de los actos de Telefónica vinculados con los precios que cobra al consumidor y la forma cómo lo hace. ¿Robo, no? En general, si el capitalista puede vender en diez, lo que pudo haber vendido con utilidad en dos o tres, lo que se obtiene es una ganancia extraordinaria. Estamos frente a un capitalismo basado en el asalto al consumidor.


Finalmente, el capitalismo también roba a la sociedad en su conjunto, representada por el Estado, institución de la que recibe concesiones de riquezas naturales, permisos de operación en el territorio nacional y protección militar, policial y legal. Por supuesto, a cambio, el capitalista luchará por pagar el mínimo posible de impuestos, a cuyo nivel bajísimo pedirá que se establezca un contrato de estabilidad tributaria

Se obtiene así una primera conclusión: el capitalismo en el Perú es, en esencia, un acto de corrupción. Está basado en el robo de los trabajadores, en el hurto a los consumidores y en el escamoteo a la sociedad en su conjunto. Dentro de la sociedad actual, el papel de los capitalistas es asaltar al prójimo, de manera generalizada y sistemática, pero refinada. El capitalismo es corrupto por naturaleza y la mejor manera que tiene para desarrollarse en países marginales como el Perú es mantener y acrecentar la corrupción.

Entonces, si el sistema económico sobre el que se basa la sociedad es corrupto, existe una elevada probabilidad que la sociedad en su conjunto y en sus demás facetas sea invadida por la corrupción. Puede entonces replantearse la cadena de la corrupción que se mencionó al inicio de este artículo. Si el gran empresario es un corrupto refinado, ¿por qué no lo va a ser también su estudio de abogados? ¿O su oficina de ingenieros? ¿O su agencia de turismo? Peor aún, si las grandes empresas roban en grande –baste recordar a las mineras extranjeras y nacionales y sus sobreutilidades–, las medianas y las pequeñas robarán a su nivel y en cuanta ocasión puedan.

Ante la realidad de las formas corruptas cómo funciona el capitalismo, los políticos deducen que si el sistema económico promueve la corrupción, si los empresarios son corruptos refinados y se llevan la riqueza en paila, ¿por qué nosotros, los gobernantes, que aseguramos a los empresarios una atmósfera propicia para sus negocios, no vamos a hacer lo mismo? Es cuestión de dividirnos el “mercado” de la corrupción. García y Del Castillo piensan para sus adentros: “Dejemos que los empresarios se llenen los bolsillos con negocios en el área de la economía; nosotros, los políticos, nos llenaremos los bolsillos con negocios que provienen de actos políticos, como contratos de concesión de recursos naturales, compras del Estado, consultorías, adquisiciones de servicios, etc.” 

El sistema capitalista de corrupción funciona a las mil maravillas. Yanacocha roba el oro peruano. Para sus adentros, Alan piensa: si Roque se la lleva en grande, ¿porqué yo no voy a robar con mis “conferencias”, con patrulleros chinos, computadoras, u hospitales? Del Castillo roba con Canaán, Castañeda roba con Comunicore, los medios de comunicación y las encuestadoras roban imbecilizando a sus lectores, oyentes o televidentes. 


El secreto que tienen los políticos de las clases gobernantes para enriquecerse se encuentra en permitir que las clases dominantes del sistema roben, que a cada gran empresario le caiga algo, que ninguno denuncie el sistema, que todos estén contentos, que nadie se salga de las reglas, que cada miembro de las clases dominantes esté bien aceitado. García roba mientras Roque pueda robar. García puede robar mientras Roque robe. García y Roque roban porque los miembros del Poder Judicial roban y, por ello, los dejan robar; los generales y almirantes también lo hacen. Todos para uno y uno para todos. Hoy por ti y hoy por mí.

Cuando discutamos la corrupción política en el Perú, recordemos que ella nace de un sistema económico deshonesto por naturaleza. La descomposición política que se observa en nuestro país se origina en un capitalismo delincuencial, vicioso y abusivo, que sustrae de los bolsillos de los trabajadores, los consumidores y el Estado, eso sí, manteniendo las apariencias formales de legalidad.

¿Queremos combatir la corrupción? No es casualidad que los políticos corruptos sean simultáneamente apañadores del gran capitalismo. Si aspiramos combatir a la corrupción, comencemos combatiendo el capitalismo del que proviene la corrupción. De esa manera también distinguiremos al verdadero luchador contra la putrefacción, que es aquel que denuncia y enfrenta al capitalismo corruptor y propone su reemplazo con un sistema en el que no exista la explotación del hombre por el hombre ni tampoco la explotación del hombre por el Estado.


© César Vásquez Bazán, 2013
Todos los derechos reservados
Marzo 3, 2013

martes, 1 de noviembre de 2016

LOS NUEVOS DIRECTORES DEL BCR Y EL PROBLEMA DE FONDO DEL BANCO CENTRAL






Escribe: César Vásquez Bazán

 La tarde del jueves 27 de octubre de 2016, el Congreso eligió a tres nuevos directores del Banco Central de Reserva. Todos los designados patean fuerte con la pierna derecha y representan los intereses más sentidos de los millonarios –nacidos en el país y extranjeros–que lucran con el Perú, con su gente y sus mercados. Los designados fueron el monje neoliberal Elmer Cuba –que afirma ser economista pero no se encuentra inscrito en el Colegio de Economistas de Lima−, el israelita José Chlimper –que alcanzó notoriedad por amenazar con ultimar a balazos a trabajadores portuarios en huelga− y Rafael Rey un político conservador representante de los grupos más reaccionarios de la Iglesia Católica.

Tras la designación de estos elementos, diversos sectores de la prensa y de la política nativa expresaron su protesta, en particular contra el sionista Chlímper y el monaguillo Rey. Los argumentos más usados contra los infortunados fujimoristas fueron extraídos del artículo 11 de la Ley Orgánica del Banco Central de Reserva, que prescribe que los directores deben tener reconocida solvencia moral y poseer amplia competencia y experiencia en economía y finanzas. Se afirma que el pistolero Chlimper es insolvente desde el punto de vista moral por algunas travesuras cometidas durante las últimas elecciones, en tanto que se presume con insistencia que el cófrade Rey no sabe dónde está parado en cuestiones económicas.

Voy a perder algo de tiempo opinando sobre el tema.

El Banco Central de Reserva es una entidad que se encuentra al servicio del gran capital nacional y extranjero. Asegura para ellos las mejores condiciones de negocios y la transferencia de fondos y fuga de ganancias al exterior. Al tener en la actualidad el BCR como único objetivo “preservar la estabilidad monetaria”, el Banco rechaza cualquier responsabilidad en cuanto a asegurar el máximo nivel de empleo o la vigencia de tasas moderadas de interés, como sí sucede, por ejemplo, con la Reserva Federal en Estados Unidos. Por ello puede afirmarse que el Banco Central busca preferentemente asegurar el bienestar de los sectores dominantes del país y de la banca y empresas transnacionales. Le importa un pito la situación de falta de oportunidades de trabajo e insuficiencia de ingresos de cholos y mestizos. Por supuesto, para proceder de esta manera el BCR se escuda en su ley orgánica, que la mayoría de la gente desconoce fue promulgada mediante decreto ley (número 26123) de la dictadura fujimorista.

De ahí que desde el punto de vista de “preservar la estabilidad monetaria”, poco importa que los directores sean Chana o Juana. Ninguno de ellos podrá sacar los pies del plato “estatutario” neoliberal.

Si ésta es la situación, cabe preguntarse ¿por qué se organiza el rechazo al nombramiento de Chlimper y de Rey aduciendo inmoralidad, desconocimiento e inexperiencia? Es probable que la “reacción” contra el par de fujimoristas haya sido digitada desde la misma presidencia del Banco Central de Reserva, ejercida por el político solapado Julio Velarde, vinculado desde los años ochenta al Partido Popular Cristiano (PPC). Lo que buscaría el obeso cachetón Velarde sería asegurar que los grandes enjuagues en materia de operaciones financieras se mantengan en reserva sin que “los políticos” se enteren de ellos e intenten también obtener su tajada.

Aclaremos, por otro lado, que el famoso artículo 11 que exige solvencia moral y amplia competencia y experiencia en economía y finanzas es un saludo a la bandera neoliberal. No puede hacerse cumplir, entre otras razones, porque no se ha definido claramente el ente que certificará y calificará de moral, competente y experimentado en economía y finanzas a los candidatos a directores. ¿Cuál será la agencia calificadora? ¿La Corte Suprema integrada por una partida de pendencieros y corruptos? ¿El Congreso de la República conformado por una selección inmejorable de semianalfabetos e iletrados? ¿El Colegio de Economistas? ¿La Bolsa de Valores? ¿La CONFIEP? ¿Una junta de jefes de departamentos académicos de economía de las universidades? ¿El Arzobispado de Lima?

La conclusión a la que se llega es que no se trata de aprobar o desaprobar la designación de los tres neoliberales fujimoristas al BCR. Cualesquiera sean los nombrados, los resultados en términos de política monetaria serán más o menos los mismos. La lucha del pueblo no va por allí. De lo que se trata es de discutir y aprobar una nueva ley orgánica para el BCR, que asigne a esta institución los objetivos de asegurar el máximo nivel de empleo y la vigencia de tasas moderadas de interés, además de preservar la estabilidad monetaria. Por supuesto, un esfuerzo de esta naturaleza requerirá arrojar al tacho de basura el estropajo constitucional fujimorista y, probablemente, la iniciación de un profundo cambio político en el país.

© César Vásquez Bazán, 2016
Todos los derechos reservados sobre el texto del artículo
Octubre 31, 2016