Escribe: César Vásquez Bazán
El Presidente de la República es el principal componente
del Gobierno del Estado Peruano. Es el mandatario encargado
de dirigir las acciones del Poder Ejecutivo, que es la junta o comité
político que administra los negocios comunes del gran empresariado.
La historia reciente del país enseña que el Presidente de la
República es una especie de reyezuelo que coordina las acciones del
grupo de políticos profesionales, abogados, gerentes, economistas, tecnócratas,
burócratas, altos rangos militares y autoridades de rango inferior que mantiene
dominada a la nación por cinco años. El Presidente es el líder del directorio
político que manda en el país en representación de los intereses de las clases
dominantes, es decir del capital transnacional y nativo, grandes
inversionistas, grandes banqueros, grandes empresarios, grandes
comerciantes y grandes terratenientes.
El Presidente de la República asegura la vigencia del régimen
económico y político neoliberal que favorece a las clases dominantes y mantiene
en el poder a sus diversos representantes. Garantiza el flujo de las
ganancias a las arcas de la plutocracia, el saqueo de los recursos naturales
del país, la explotación del trabajo de los peruanos, y la hegemonía sobre los
mercados nacionales.
Entre sus principales tareas específicas el Presidente debe
garantizar la vigencia de los regímenes de inversión, tributarios, laborales y
legales en general, considerados como los más favorables a los intereses de los
grandes capitalistas. Por ejemplo, debe mantener una política activa
de concesiones, es decir de entrega de los recursos
naturales, infraestructura, servicios y mercados del país al gran
capital extranjero y nativo. Debe ejecutar una política persistente de
endeudamiento fiscal con el capital extranjero. Debe garantizar la
estabilidad de un ambiente tributario caracterizado por impuestos reducidos o
inexistentes para las grandes empresas. Debe mantener a los trabajadores en
condiciones de inestabilidad laboral y asegurar que los peruanos trabajemos más
horas de las que se nos paga, todo con la finalidad de elevar la productividad
(y las utilidades) de las empresas.
El Presidente también debe velar por que los jóvenes reciban una educación copiada de otros países con realidades distintas a la nuestra, educación alejada del conocimiento científico e inadecuada para las condiciones de un pueblo pobre con serias carencias de alimentación, vestido, cuidado de la salud y vivienda. Es una educación aparentemente pública pero privatizada en la práctica por la penetración de intereses particulares, desde empresas, asesores y consultores contratados por las autoridades gubernativas, hasta el uso en el aula de textos escolares preparados por empresas extranjeras. Con el fin de velar por la continuidad del régimen neoliberal de dominación, el Presidente impide que la educación pública proporcione una verdadera formación patriótica, cívica e histórica y, de esta manera, hace que las nuevas generaciones sean más imbéciles políticamente que sus ya semiidiotizados y alienados padres.
La corrupción resultante de la “democracia” neoliberal
En las “democracias” neoliberales no existen partidos políticos orgánicos representativos de los sectores populares, que cuenten con diagnósticos fidedignos de la realidad y que hayan elaborado ideologías y propuestas enfocadas a la superación de los resultados de dichos diagnósticos. No existen partidos que cuenten con planes y programas auténticos de gobierno. Lo que hay son clubes electorales improvisados de la noche a la mañana y que carecen de diagnóstico, ideología, doctrina, programa y propuestas. Amparados en el uso de denominaciones genéricas y vacías −como Perú Posible, Fuerza Popular, o Peruanos por el Cambio, etc.− los clubes electorales no son verdaderos partidos políticos; son grupos electoreros de cohesión mínima, organizados en torno a las ambiciones de poder de personas que aspiran a vencer en un determinado proceso electoral para capturar el Gobierno del Estado peruano y valerse de él para gestionar negocios, enriquecerse y asegurar el mantenimiento del control de la cosa pública por la mayor cantidad posible de años.
El Presidente también debe velar por que los jóvenes reciban una educación copiada de otros países con realidades distintas a la nuestra, educación alejada del conocimiento científico e inadecuada para las condiciones de un pueblo pobre con serias carencias de alimentación, vestido, cuidado de la salud y vivienda. Es una educación aparentemente pública pero privatizada en la práctica por la penetración de intereses particulares, desde empresas, asesores y consultores contratados por las autoridades gubernativas, hasta el uso en el aula de textos escolares preparados por empresas extranjeras. Con el fin de velar por la continuidad del régimen neoliberal de dominación, el Presidente impide que la educación pública proporcione una verdadera formación patriótica, cívica e histórica y, de esta manera, hace que las nuevas generaciones sean más imbéciles políticamente que sus ya semiidiotizados y alienados padres.
La corrupción resultante de la “democracia” neoliberal
En las “democracias” neoliberales no existen partidos políticos orgánicos representativos de los sectores populares, que cuenten con diagnósticos fidedignos de la realidad y que hayan elaborado ideologías y propuestas enfocadas a la superación de los resultados de dichos diagnósticos. No existen partidos que cuenten con planes y programas auténticos de gobierno. Lo que hay son clubes electorales improvisados de la noche a la mañana y que carecen de diagnóstico, ideología, doctrina, programa y propuestas. Amparados en el uso de denominaciones genéricas y vacías −como Perú Posible, Fuerza Popular, o Peruanos por el Cambio, etc.− los clubes electorales no son verdaderos partidos políticos; son grupos electoreros de cohesión mínima, organizados en torno a las ambiciones de poder de personas que aspiran a vencer en un determinado proceso electoral para capturar el Gobierno del Estado peruano y valerse de él para gestionar negocios, enriquecerse y asegurar el mantenimiento del control de la cosa pública por la mayor cantidad posible de años.
Los reemplazos presidenciales efectuados cada quinquenio en el Perú
materializan únicamente el cambio del grupo de interés que se enriquecerá desde
el Gobierno recibiendo coimas para adjudicar compras
estatales, préstamos, contratos o concesiones. Los gobernantes no aspiran
a realizar cambio sustancial alguno en favor de las mayorías nacionales; sólo
buscan detentar el poder político para ponerlo al servicio de sus intereses
personales y de grupo. Es así como se han producido en el último cuarto de
siglo tratos ilegales y soterrados entre las autoridades del Poder
Ejecutivo y los representantes de empresas transnacionales y nativas para
otorgar la ejecución de obras y proyectos. Se han descubierto casos
gravísimos de corrupción en los que las autoridades del Poder Ejecutivo han
recibido millonarios sobornos de empresas del sector privado. Éstas han
sido las oportunidades aprovechadas por el Presidente y los gobernantes,
en todos los niveles, para asegurar su propio enriquecimiento y para garantizar
la continuidad de sus actividades políticas, a través del financiamiento por
las empresas corruptoras de sus futuras campañas electorales.
© César Vásquez Bazán, 2016, 2017
Todos los derechos reservados
Junio 12, 2016; septiembre 16, 2017
Junio 12, 2016; septiembre 16, 2017
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