por Thierry
Meyssan
En un discurso fundacional ante la cúpula de la
diplomacia francesa, el presidente Emmanuel Macron expuso su concepción
del mundo y cómo piensa utilizar las herramientas a su disposición.
Según Macron, ya no existe la soberanía popular,
ni en Francia, ni en Europa, así que no hay
democracias nacionales ni democracia supranacional. Tampoco existe el
interés colectivo, el interés de la República, sino un catálogo
heteróclito de cosas e ideas que constituyen bienes comunes. Al describir
a los embajadores el trabajo que habrán de hacer, les informó que ya
no defenderán los valores de su país sino que buscarán
oportunidades de actuar en nombre del Leviatán europeo. Al abordar
los detalles de varios conflictos, lo que describió fue un programa de
colonización económica del Levante y África.
Red Voltaire | Damasco (Siria) | 5 de septiembre de 2017
En la tradicional Semana de los Embajadores, Emmanuel Macron pronunció su primer discurso sobre política exterior desde su llegada a la presidencia [1]. Todas las citaciones entre comillas que aparecen en este artículo provienen de ese discurso. El presidente no pasó en revista las relaciones internacionales actuales ni explicó cómo concibe el papel que Francia debe desempeñar en el mundo sino cómo piensa él utilizar esa herramienta.
Según el
presidente Macron, Francia debe ser capaz de adaptarse a los cambios que se han
producido en el mundo desde 1989: caída del muro de Berlín,
disolución de la Unión Soviética y triunfo de la globalización estadounidense.
Estima que para reconstruir el país sería absurdo volver al antiguo concepto
de soberanía nacional. Al contrario, hay que avanzar utilizando
los medios disponibles. Es por eso que hoy «Nuestra soberanía
es Europa».
Es cierto que la
Unión Europea es un monstruo, «un Leviatán» [2]. Carece de legitimidad
popular, pero la adquiere cuando protege a sus ciudadanos. En su actual formato
se halla bajo el dominio del tándem franco-alemán. Así que
él mismo, Emmanuel Macron, y la canciller Angela Merkel pueden
gobernarla juntos. Eso le permitió viajar a Polonia, como presidente
de Francia, y, de acuerdo con su socia alemana –que, por razones
históricas, no podía darse el lujo de tratar duramente
a Polonia–, hablar allí como implícito representante de la Unión
Europea, insultar a la primer ministro polaca, recordarle que no es
soberana e intimarla a hacer lo que decide la UE.
También con la
bendición de la canciller alemana, él –Macron– ha decidido actuar en
4 sectores:
- la
protección de los trabajadores;
- la reforma del derecho de asilo y la cooperación europea en el tema migratorio;
- la definición de una política comercial y de instrumentos de control de las inversiones estratégicas;
- el desarrollo de la Europa de la defensa.
- la reforma del derecho de asilo y la cooperación europea en el tema migratorio;
- la definición de una política comercial y de instrumentos de control de las inversiones estratégicas;
- el desarrollo de la Europa de la defensa.
Esos objetivos
determinan, evidentemente, las políticas nacionales de cada uno de los
Estados miembros de la Unión Europea, incluyendo la de Francia.
Por ejemplo, las
ordenanzas que su gobierno acaba de emitir sobre la reforma del Código Laboral
imponen límites mínimos en materia de protección de los trabajadores,
conforme a las instrucciones ya impartidas desde hace tiempo por los
funcionarios de la Unión Europea. La cooperación en el tema migratorio
impondrá la cantidad de migrantes que habrá que recibir para que funcione la
industria alemana [3], mientras que la reforma del derecho de asilo fijará la
capacidad de acogida de Francia dentro del espacio Schengen. Finalmente,
la Europa de la defensa permitirá unir los ejércitos de la Unión Europea e
integrarlos colectivamente a las ambiciones de la OTAN.
Francia y Alemania
organizarán sistemas de cooperación reforzada sobre diferentes temas para
acelerar el avance de la Unión Europea, seleccionando cuidadosamente a sus
socios. Se conservará entonces el principio de adopción de decisiones por
unanimidad, pero sólo entre los Estados preseleccionados, que ya estarán
de acuerdo entre sí.
La cohesión de ese
conjunto se mantendrá alrededor de 4 valores comunes:
- «la democracia electiva y representativa,
- el respeto de la persona humana,
- la tolerancia en materia de religión y la libertad de expresión,
- y la creencia en el progreso».
«La democracia electiva y representativa» se aplicará sólo a nivel local (grupos de comunas y regiones administrativas ya que las comunas y los departamentos están llamados a desaparecer) puesto que ya no hay soberanía nacional.
«El respeto de la persona humana, la tolerancia en materia de religión y la libertad» habrá que entenderlas en el sentido del Convenio Europeo para la Protección) de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales, no en el sentido de la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, a pesar de que esta última se menciona como referencia en el preámbulo de la actual Constitución de la República.
«La creencia en el progreso» permitirá movilizar a los ciudadanos europeos en un momento en que todos están viendo como países del Medio Oriente que antes vivían holgadamente son abruptamente arrasados y prácticamente devueltos a la Edad de Piedra.
El sistema Macron
Francia tendrá que
utilizar la herramienta europea para adaptarse al «mundo multipolar e
inestable». Dando por sentado que no se trata de restablecer
la alianza franco-rusa de los tiempos del presidente Sadi Carnot y el emperador
Alejandro III porque la Unión Europea es la expresión civil de
la OTAN, de nada sirve basar la diplomacia francesa en la
Historia ni en valores.
Al contrario, lo
conveniente es hacer el papel de «contrapeso» para mantener «los vínculos
con las grandes potencias cuyos intereses estratégicos divergen». Pero,
tenemos que entiender bien que el presidente de Francia no está
hablando de los intereses divergentes entre, de un lado, Estados Unidos y,
del otro, Rusia y China sino de mantener las relaciones que estas dos
últimas superpotencias tienen que mantener con Estados Unidos.
«Para eso
tenemos (…) que inscribirnos en la tradición de las alianzas existentes y,
de manera oportunista, construir alianzas circunstanciales que
nos permitan ser más eficaces». El papel de los diplomáticos ya
no será defender a largo plazo los valores de Francia sino
rastrear a corto plazo las oportunidades que el país pueda
explotar.
«La estabilidad del mundo»
Ya planteados ese
marco de trabajo europeo y ese método, la función de la diplomacia
francesa será al mismo tiempo garantizar la seguridad de los franceses
participando en «la estabilidad del mundo» y ganar
en influencia defendiendo «los bienes comunes universales».
Dado el hecho que
desde la caída del muro de Berlín y el fin de la soberanía nacional ya
no hay enemigo convencional, Francia ya no necesita un ejército para
defender su territorio. Pero tiene que enfrentar un enemigo
no convencional, el «terrorismo islámico», que exige
de ella a la vez una policía omnipresente y un ejército
de proyección capaz de intervenir en los focos de terrorismo en el
extranjero: Siria e Irak por un lado, Libia y el Sahel por
el otro. Es evidentemente ese cambio de objetivo, no una
cuestión de presupuesto, lo que llevó al presidente Macron a
destituir el jefe del estado mayor de las fuerzas armadas de Francia.
Ahora le falta reformar la policía.
Francia seguirá
protegiendo a sus ciudadanos musulmanes, aunque manteniendo un discurso que
vincula la ideología política islamista a la religión musulmana. Así podrá
mantener la vigilancia sobre la práctica del culto musulmán, moldearlo y,
de hecho, influenciar a quienes lo practican.
La lucha contra el
terrorismo incluye eliminar sus fuentes de financiamiento, trabajo que Francia
prosigue a través de numerosas instituciones internacionales, aunque
se sabe que debido a «crisis regionales y divisiones, a divisiones
en África y divisiones en el mundo musulmán» algunos Estados
participan secretamente en ese financiamiento. Pero, en primer lugar, como
el terrorismo no es un grupo de personas sino una forma de combate;
y, en segundo lugar, como las acciones terroristas están mucho mejor
financiadas desde que su financiamiento está supuestamente prohibido,
es evidente que ese dispositivo ha sido montado por Washington,
pero no contra la Hermandad Musulmana sino contra Irán. Aunque
no tiene aparentemente nada que ver con el financiamiento del
terrorismo, el presidente Macron aborda entonces el tema del
antagonismo entre Arabia Saudita e Irán, poniéndose del lado de Arabia Saudita
y condenando Irán.
Desde los ataques
de Daesh [el Emirato Islámico] contra «nuestros intereses, nuestras vidas,
nuestro pueblo», la paz en Irak y en Siria constituye «una
prioridad vital para Francia». Lo cual explica el cambio de método
iniciado desde mayo. Claro, París «había sido dejado al margen»
de las negociaciones de Astaná, pero ahora hace «avanzar concretamente la
situación» discutiendo, uno a uno, con los participantes de las
reuniones de Astaná. Los ha convencido para que adopten los objetivos trazados
desde hace tiempo por el presidente Obama: prohibición de las armas
químicas y acceso de la ayuda humanitaria a las zonas de conflicto.
En fin, Francia ha creado un «grupo internacional de contacto»
que se reunirá en ocasión de la Asamblea General de la ONU
alrededor de ministro francés de Exteriores, Jean-Yves Le Drian.
El regreso de Siria al Estado de derecho «tendrá que ir acompañado
de justicia por los crímenes cometidos, principalmente por los dirigentes de
ese país».
El presidente
Macron retrocede así en relación con sus declaraciones anteriores. Ya
no se trata, como había dado a entender en una entrevista
concedida al Journal du Dimanche, de aceptar la República Árabe Siria y
apoyarla en contra de Daesh sino, por el contrario, de continuar el doble
juego anterior: utilizar el pretexto humanitario para armar a los yihadistas
en contra del gobierno sirio. El anuncio del juicio contra los
dirigentes sirios equivale a anunciar la derrota de la República Árabe Siria
ya que nunca, absolutamente nunca, ningún Estado ha juzgado por
crímenes de guerra a generales victoriosos. El presidente Macron
no precisa qué tribunal juzgaría a esos dirigentes, pero su
formulación remite al plan del director de Asuntos Políticos de
la ONU, el estadounidense Jeffrey Feltman, quien ya en 2012
–o sea antes de que se generalizara la guerra– tenía
prevista la «condena» de 120 dirigentes sirios en el marco de un
plan redactado bajo la dirección de un funcionario de la señora Merkel,
el señor Volker Perthes [4].
En cuanto a Libia
y el Sahel, el presidente Macron recordó su iniciativa de
La-Celle-Saint-Cloud, durante la cual acercó al «primer ministro
libio» Fayez Sarraj y al «jefe del ejército nacional libio» Khalifa
Haftar; cumbre donde el propio Macron garantizó a estos últimos el
respaldo de la Unión Europea… con la condición de que den por perdidos los
100 000 millones de dólares que desaparecieron del tesoro nacional
libio [5].
La primera
consecuencia del derrocamiento de la Yamahiriya Árabe Libia fue la
desestabilización de Mali, país cuya economía Trípoli subvencionaba
ampliamente [6]. Mali se dividió entonces en dos: de un lado, los
sedentarios bantúes; del otro, los nómadas tuaregs. La intervención
militar francesa comprobó ese hecho y detuvo sus consecuencias más inmediatas
para los civiles. Francia creó el G5-Sahel para detener las consecuencias de la
guerra contra Libia y prevenir el enfrentamiento entre negros y árabes,
lo que sólo Muammar el-Kadhafi había logrado evitar.
La alianza por el
desarrollo del Sahel apunta, con medios mucho menos importantes que los que
garantizaba Kadhafi, a reemplazar el programa de desarrollo que Libia había
aplicado en esa región. Esas medidas estabilizarán esa parte de África
hasta que, en una decena de años, el Pentágono inicie la aplicación de su
programa de extensión del caos al llamado continente negro.
El presidente
Macron mencionó ante los embajadores franceses la declaración común que
él mismo acaba de adoptar con socios de África y de Europa instituyendo en
suelo africano oficinas europeas de inmigración. El objetivo es seleccionar
desde el punto de partida los migrantes que la Unión Europea quiere aceptar y
acabar con las actuales rutas del éxodo. «Las rutas de la necesidad
deben convertirse en caminos de libertad». Esa fórmula resume
claramente el pensamiento del presidente francés: África es la necesidad,
Europa es la libertad.
Para Emmanuel
Macron, «restablecer la seguridad» en África exige las 3 D: «Defensa,
Desarrollo y Diplomacia», o sea la presencia del ejército francés
de proyección, de inversiones francesas y de la administración francesa…
el programa clásico de la colonización económica.
La defensa de los bienes comunes
Lejos de pasar por
alto la carta de triunfo que constituyen la francofonía y el turismo, el
presidente Macron le dedicó largas parrafadas. Se pronunció a favor
de aprovechar el sistema jurídico francés para extender la influencia de
Francia. Con ello adopta la «doctrina Korbel», la cual
estipula que la manera de redactar un tratado amplía la influencia del país que
ha concebido los conceptos de ese documento. Esa doctrina fue aplicada por
la hija de Korbel, Madeleine Albright, y también por su hija
adoptiva, Condoleezza Rice, para transcribir en derecho anglosajón los tratados
internacionales.
El primer bien
común es el planeta
El presidente
francés Emmanuel Macron pronunció este discurso en el marco de la «Semana de
los Embajadores», durante la cual el ministro de Exteriores había
explicado a los diplomáticos franceses que, en lo adelante, su primera función
es la diplomacia económica. Laurent Fabius, predecesor del actual ministro
francés de Exteriores, había tenido la idea de movilizar la red diplomática
francesa para desarrollar las exportaciones. Con ese objetivo creó Business
France, un establecimiento público que puso bajo las órdenes de la señora Muriel
Penicaud, quien utilizó los fondos públicos a su disposición para dar inicio a
la campaña electoral de Macron en el extranjero, lo cual está trayéndole
ahora problemas con la justicia. Muriel Penicaud es actualmente ministro
del Trabajo y como tal ha redactado las ordenanzas que fijan los niveles de «protección
de los trabajadores». Laurent Fabius se convirtió en presidente del
Consejo Constitucional y, desde ese cargo y en violación del papel que le
atribuye la Constitución de la República– redactó un Pacto por el Medioambiente
que el presidente Macron presentará a la ONU.
El segundo bien
común es la paz.
A través de la «Europa
de la Defensa», el presidente Macron pretende «dar un nuevo aliento»
a la OTAN. Esa alianza militar apunta, en efecto, a la promoción
de «la paz»… como podemos comprobarlo en Afganistán, Irak, Libia,
Siria y Ucrania.
El tercer bien
común se compone de la justicia y las libertades.
El presidente
Macron, que ya había mencionado anteriormente los valores comunes de la Unión
Europea –«el respeto de la persona humana, la tolerancia en materia de
religión y la libertad de expresión»–, dice ahora que «el lugar de
las mujeres, las libertades de la prensa, el respeto de los derechos
civiles y políticos» son valores universales. Aunque se las da de
filósofo desde que se reunió con Paul Ricoeur, el presidente francés
no parece haber reflexionado sobre la filosofía política y confunde en su
discurso el Derecho Humanitario con los Derechos Humanos, y también confunde la
significación que esos derechos tienen para los anglosajones (protección del
individuo ante los abusos del Estado) y su significado francés (responsabilidad
de las personas, de los ciudadanos y de la Nación).
El cuarto bien
común es la cultura.
El presidente
Macron dijo durante su campaña electoral que no hay una cultura francesa
sino cultura en Francia. Además, Macron no concibe la cultura
en general como una forma de desarrollo de la mente sino como un conjunto
de bienes mercantiles. Debido a ello, proseguirá la acción de su predecesor
a favor de la protección de los bienes culturales,
no de la gente, en los lugares donde se desarrollan guerras.
Conclusión
Será necesario
mucho tiempo para sacar en claro todo lo que debemos saber sobre la visión
del mundo del presidente francés Emmanuel Macron.
Pero lo más
importante es que, según él, la época de la soberanía popular ha quedado
atrás, tanto para los franceses como para los europeos en general.
El ideal democrático puede mantenerse como meta… a nivel local, pero
no tiene sentido a nivel nacional.
Lo segundo es que
la concepción del Bien Común (res publica), que abrazaron todos los
regímenes políticos –monarquía, imperio o República– también le parece
obsoleta. En la óptica de esos regímenes, se trataba de servir un interés
colectivo –o de hacer como si sirviesen un interés colectivo. Macron habla,
por supuesto, de la justicia y las libertades, pero de inmediato pone esos
nobles ideales al mismo nivel que objetos, como la Tierra y los productos
culturales de carácter mercantil, y propone algo que constituye un deshonor:
rendir vasallaje a la OTAN. Parece que también ha muerto la República.
Al término de su
exposición, el auditorio lo aplaudió calurosamente. La prensa francesa y los
líderes de la oposición no han emitido ningún tipo de objeción.
[1] «Discours d’Emmanuel Macron à la semaine des ambassadeurs de France», Emmanuel Macron, Réseau Voltaire, 29 de agosto de 2017.
[2] Leviatán, Thomas Hobbes, 1651.
[3] «Cómo la
Unión Europea manipula a los refugiados sirios», por Thierry Meyssan, Red Voltaire,
2 de mayo de 2016.
[4] «Alemania
y la ONU contra Siria», por Thierry Meyssan, Al-Watan
(Siria), Red Voltaire, 28 de enero de 2016.
[5] «Macron y
Libia: la Rothschild Connection», Manlio Dinucci, Il Manifesto
(Italia), Red Voltaire, 2 de agosto de 2017.
[6] «La
guerra contra Libia es una catástrofe económica para África y para Europa»,
entrevista al ministro de Cooperación de Libia, Thierry Meyssan, Red Voltaire,
9 de julio de 2011.
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