José Luis Ayala
La huelga magisterial ha
demostrado el grado de desprecio que tiene hacia los maestros peruanos, el
presidente de la República, la ministra de educación y los poderes fácticos.
Pero también para entender que el gremio magisterial dividido, no podrá exigir
un mejor trato de parte del Estado. Así, todos hemos perdido y quien ha ganado
en la práctica, es la imposición de la política neoliberal política y
económica, que ahora será mucho más dura. En suma, ¿qué han conseguido los
maestros y maestras peruanas? Nada. El hecho de que regresen a sus aulas para
exigir una inmediata reposición, será una lucha fratricida contra los
directores y gobernadores de cada región.
Los dos mil soles de sueldo
significan un insulto, una injusticia sin límites. Esa remuneración solo
alcanzará para atender las necesidades elementales de sus familias. No podrán
comprar libros, capacitarse en centros de educación superior. Menos adquirir
una casa y enviar a sus hijos a las mejores universidades del Perú y el
extranjero. En otras palabras, no ganarán nada, ganar es el remanente, el
excedente, el dinero que queda después de todos los gastos mensuales. Los
hogares de los maestros peruanos serán de esa manera los más pobres de América
Latina. ¿Y los miles de cesantes y jubilados? No se oye padre. Están condenados
a morir lo más antes posible.
El ministerio de educación,
quien sea el ministro o ministra, que por lo general es un tecnócrata ignorante
en materia educativa, ahora podrá "evaluar", especialmente a los
dirigentes que prolongaron la huelga. Para eso están los directores de las escuelas,
quienes cumplirán un rol de cicariato político, contra docentes que no se
alinean y persisten en la necesidad de dignificar el magisterio. Esa será una
sórdida guerra, un enfrentamiento permanente entre burócratas y docentes
comprometidos con la necesidad de defender la dignidad de maestras y maestros
peruanos.
Pero al mismo tiempo, el pueblo
peruano ha sido testigo de la capacidad de lucha del magisterio nacional, del
grado de sacrificio al que se puede llegar cuando los une causa justa. Más allá
de la división en sus filas, muchos maestros llegaron a Lima para mostrar sus
heridas sociales y pobreza. Los hemos visto desfilar por calles y avenidas mal
vestidos y desnutridos. En sus rostros se reflejó el Perú doloroso y esencial,
el Perú empobrecido durante tantos siglos, el Perú sistemáticamente saqueado
desde el ataque de España imperial al sistema de gobierno incaico del Cusco.
Las maestras peruanas nos han
dado una lección de heroísmo cívico. Hemos escuchado sus voces que representan
a las mujeres injustamente castigadas y más pobres del Perú andino. Sin ellas,
no hubiera sido posible atender la alimentación de docentes huelguistas. Sus
manos multiplicaron los panes, las ollas comunes permitieron una resistencia no
solo a la represión sino al hambre y sed. Sin ellas la huelga se hubiera
quebrado en poco tiempo, ahora regresarán a luchar a sus aulas para ser más
pobres de lo que antes eran.
En medio de grandes marchas de
maestros y maestras en huelga, cantaban y bailaban mientras desfilaban por calles,
avenidas y plazas. ¿No es acaso extraño y contradictorio? De ninguna manera. Se
trata de la persistente presencia del subconsciente colectivo, de un hecho que
significó una forma de protesta contra la opresión de España al Perú. A ese
acontecimiento se le llamó Taki onqoy. Fue un movimiento de carácter
político-religioso que se expresó en 1565 como una forma de resistencia a la
agresión europea. Significa "enfermedad de la danza o el canto",
empezó en Ayacucho y pronto se extendió a Cusco y Lima. Pero fue duramente
reprimido especialmente por la iglesia católica en 1572. Sostenía que las
huacas habían despertado después de varios años de letargo para imponer un
nuevo orden social.
La prédica consistía en que el Dios
extranjero de Pizarro, había vencido momentáneamente a los padres creadores
andinos, pero ellos decidieron reincorporarse para establecer un distinto mundo
con justicia y equidad. Ese hecho causó una gran alarma en el gobierno del
virreinato. El taki onqoy fue liderado por Juan Chogne, quien cantaba y
bailaba acompañado de mujeres llamadas Santa María y María Magdalena. La
represión española usó el término extirpación de creencias y cultos de la
religión indígena. Sin embargo, ese sentimiento andino milenario, subterráneo,
invencible, permanente y profundo, es el mismo que emerge en festividades
religiosas y ahora lo ha hecho en la huelga magisterial.
El Taqi onqoy del siglo
XXI es a la vez el mismo y distinto al de 1565. El hecho que haya emergido
desde fondo y escombros del tiempo en el año 2017 y durante la huelga
magisterial, significa que no se ha borrado su permanencia histórica. Ahora es
un acto político dialéctico constante, una masiva acción de rebeldía, una
indocilidad frente a la política neoliberal del Estado Peruano. Es también una
insurrección intelectual, una desobediencia referente a una política absurda de
educación servil y esclavista. Es un derecho a ejercer la exigencia de un trato
justo para docentes condenados a un sistemático empobrecimiento.
Lo que ahora tendrán que hacer los
maestros y maestras peruanas, es unirse y formar un solo frente de lucha
sindical, pero sobre todo proponer un nuevo sistema educativo peruano de
acuerdo a las necesidades del siglo XXI. Tendrán que refundar el movimiento
sindical del magisterio nacional. No será una tarea fácil pero tienen ese deber
moral. No podrán en lo sucesivo convocar así debilitados como están a otra
huelga magisterial, la amenaza de privatización ahora más que nunca
desgraciadamente ha cobrado más fuerza.
En otras palabras, el Perú espera ahora del magisterio nacional un nuevo taki
onqoy educativo. Esa es una tarea histórica irrenunciable de maestros y
maestras peruanas. Conocen, tienen experiencia, nadie como ellos y ellas están
en la obligación histórica de crear un nuevo sistema educativo peruano
que reemplace a las desacertadas recetas de organismos financieros
internacionales. Muy distinto será el día en que maestros y maestras inviten
para explicarles y discutir al presidente de la República, ministros de cultura,
economía y educación, congresistas y funcionarios de organismos internacionales
un nuevo sistema educativo. No es posible permitir que por más tiempo los
tecnócratas decidan el destino de la educación pública en el Perú.
José Luis Ayala
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