Escribe: Milcíades Ruiz
El próximo 9 de octubre se cumplirán cincuenta años
de la ejecución extrajudicial del heroico Comandante Ernesto “Che” Guevara, el
más grande de los líderes socialistas internacionalistas. Mal herido fue tomado
prisionero el día anterior cuando rompía el cerco militar del enemigo. Su arma
de combate había sido inutilizada por la metralla cuando combatía
ejemplarmente. Encerrado en el local de la escuela rural del pueblo La Higuera,
en la selva de Valle Grande, Bolivia, fue ejecutado, por miedo a lo que podía
suceder en el mundo si continuaba con vida. Allí, ese mismo día se hizo lo
mismo con nuestro compatriota Juan Pablo Chang Navarro-Lévano.
Así culminó la gesta guerrillera continental que se
inició a comienzos de 1967, en la cuenca del Ñancahuazú. Se ha escrito mucho al
respecto y han interpretado este suceso de mil maneras. Muy pocos han tomado en
cuenta su pensamiento para saber las razones de su resolución ni han reparado
en los valores supremos que estimularon su conducta revolucionaria. Nunca lo
entendieron y hay quienes hasta ahora no se explican su desprendimiento y
enorme sacrificio. Para eso, se necesita tener la calidad humana que tuvo el
Che.
He aquí, algunos fragmentos de lo que el Che
escribiera al mundo en su “Mensaje a la Tricontinetal”, antes de iniciar su
campaña guerrillera en Bolivia:
(…) “La lucha en América
adquirirá, en su momento, dimensiones continentales. Será escenario de muchas
grandes batallas dadas por la humanidad para su liberación”.
(…) “Muchos morirán víctimas de
sus errores, otros caerán en el duro combate que se avecina; nuevos luchadores
y nuevos dirigentes surgirán al calor de la lucha revolucionaria”.
(…) “En definitiva, hay que tener
en cuenta que el imperialismo es un sistema mundial, última etapa del
capitalismo, y que hay que batirlo en una gran confrontación mundial. La
finalidad estratégica de esa lucha debe ser la destrucción del imperialismo”.
(…) “El elemento fundamental de
esa finalidad estratégica será, entonces, la liberación real de los pueblos;
liberación que se producirá, a través de lucha armada, en la mayoría de los
casos, y que tendrá, en América, casi indefectiblemente, la propiedad de
convertirse en una revolución socialista”.
(…) “Pero este pequeño esquema de
victorias encierra dentro de sí sacrificios inmensos de los pueblos,
sacrificios que debe exigirse desde hoy, a la luz del día, y que quizás sean
menos dolorosos que los que debieron soportar si rehuyéramos constantemente el
combate, para tratar de que otros sean los que nos saquen las castañas del
fuego”.
(…) “Es absolutamente justo
evitar todo sacrificio inútil. Por eso es tan importante el esclarecimiento de
las posibilidades efectivas que tiene la América dependiente de liberarse en
formas pacíficas. Para nosotros está clara la solución de este interrogante;
podrá ser o no el momento actual el indicado para iniciar la lucha, pero no
podemos hacernos ninguna ilusión, ni tenemos derecho a ello de lograr la
libertad sin combatir”.
(…) “Y que se desarrolle un
verdadero internacionalismo proletario; con ejércitos proletarios
internacionales, donde la bandera bajo la que se luche sea la causa sagrada de
la redención de la humanidad, de tal modo que morir bajo las enseñas de
Vietnam, de Venezuela, de Guatemala, de Laos, de Guinea, de Colombia, de
Bolivia, de Brasil, para citar sólo los escenarios actuales de la lucha armada
sea igualmente glorioso y apetecible para un americano, un asiático, un
africano y, aun, un europeo”.
“Cada gota de sangre derramada en
un territorio bajo cuya bandera no se ha nacido, es experiencia que recoge
quien sobrevive para aplicarla luego en la lucha por la liberación de su lugar
de origen. Y cada pueblo que se libere, es una fase de la batalla por la
liberación del propio pueblo que se ha ganado”.
(…) “Y si todos fuéramos capaces
de unirnos, para que nuestros golpes fueran más sólidos y certeros, para que la
ayuda de todo tipo a los pueblos en lucha fuera aún más efectiva, ¡qué grande
sería el futuro, y qué cercano!”
“Si a nosotros, los que en un
pequeño punto del mapa del mundo cumplimos el deber que preconizamos y ponemos
a disposición de la lucha este poco que nos es permitido dar: nuestras vidas,
nuestro sacrificio, nos toca alguno de estos días lanzar el último suspiro sobre
cualquier tierra, ya nuestra, regada con nuestra sangre, sépase que hemos
medido el alcance de nuestros actos y que no nos consideramos nada más que
elementos en el gran ejército del proletariado, pero nos sentimos orgullosos de
haber aprendido de la Revolución cubana y de su gran dirigente máximo la gran
lección que emana de su actitud en esta parte del mundo: «qué importan los
peligros o sacrificios de un hombre o de un pueblo, cuando está en juego el
destino de la humanidad.»
Toda nuestra acción es un grito
de guerra contra el imperialismo y un clamor por la unidad de los pueblos
contra el gran enemigo del género humano: los Estados Unidos de Norteamérica.
En cualquier lugar que nos sorprenda la muerte, bienvenida sea, siempre que
ése, nuestro grito de guerra, haya llegado hasta un oído receptivo y otra mano
se tienda para empuñar nuestras armas, y otros hombres se apresten a entonar
los cantos luctuosos con tableteo de ametralladoras y nuevos gritos de guerra y
de victoria”.
Ojalá, todos pudiéramos entender las expresiones
del Che en el contexto histórico que se vivía en aquellos años y pudiéramos
recoger lo mejor de su mensaje para aplicarlo a las condiciones actuales. Van
los siguientes versos alusivos a una situación como la que tuvieron que pasar los
combatientes revolucionarios que lo acompañaron.
PASIÓN GUERRILLERA
Adios, ya me voy,
la revolución me llama
la guerrilla me espera,
no sé si volveré,
aunque me apena dejarte,
no defraudaré.
Resuelto estoy,
me internaré en el ensueño
de profundos ideales
conviviendo día y noche
con el peligro constante
pero, es preciso hacerlo.
Solo van los decididos
a resolver consecuentes
la necesidad social,
el mandato de la historia,
luchar ahora mismo,
no más sufrimiento humano.
Nuestro deseo es triunfar
pero si en el empeño muero
las banderas de ideales
cubrirán mi humanidad,
preparado estoy
mi fortaleza es moral
no será por cobardía.
Entre altas cordilleras
y los bosques tropicales
transitan los guerrilleros,
zigzagueando los caminos
hundiéndose en las quebradas
o remontando montañas.
Son las huestes legendarias
de las sombras justicieras
entre la lluvia y el barro,
es la vida guerrillera
caminar y combatir,
entre el miedo y el coraje.
Entre nos, un cariño enorme
una auténtica hermandad,
somos el pan compartido
la honestidad cristalina
el arrojo inesperado
el abrazo más fraterno.
Todo lo da el combatiente,
hermosa heroicidad
por sublime convicción,
la valentía sin límites
su inquebrantable fe
en la victoria final.
Pero todo es por amor,
a los humildes que sufren,
a la patria sojuzgada,
a la justicia violada
a la democracia burlada,
amor, por la equidad.
Amor al pueblo
por el que se lucha,
extiendo mi mano fraterna
para sacarlo del hoyo
de tan fatal opresión
de la tristeza infinita.
Amor que conmueve
hasta la rebelión,
por la maldad que indigna
la inequidad absurda
la codicia sistémica
la negación humana.
Amor por la soberanía
como comunidad social,
amor a la sociedad ideal
la humanidad del futuro
equitativa y solidaria
sin extremos desiguales.
He dejado lo que más amo,
madre, padre, hermanos, hijos
y, la amada sollozante,
pero no traicionaré,
mi convicción es suprema.
La lucha, es por ellos también.
Mamá lo intuye todo
pensamiento y corazón,
estaré siempre en sus sueños.
¿dónde andará? se preguntará,
¿Estará vivo?
¿Volverá?
Un taladro destroza mi pecho,
mamáaaa, por favor papá,
se me borran los recuerdos,
tengo mucho sueño,
me voy con el Che y Fidel.
Hasta la victoria, …siempre.
Milcíades Ruiz
Septiembre
2017
Otra información en https://republicaequitativa.wordpress.com/
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