Estimados
amigos:
Con los
últimos acontecimientos parecieran que el llamado fujimorismo se da golpes de
pecho, por sus constantes obstáculos en la gestión del ex presidente PPK, sin
embargo debemos manifestar hasta que punto PPK juntó dichos obstáculos que
trajeron como consecuencia su falta (mala) de gobernabilidad.
Asimismo
muchos estamos preocupados de ¿qué está hecho el fujimorismo?, en esta segunda
etapa en que los herederos de Alberto, en especial de su hija Keiko han
organizado un partido de derecha o una organización temeraria y delincuencial,
donde saltan 74 parlamentarios que constituyen un frente de independientes,
cuyos comportamientos pasados no coinciden necesariamente con la organización
de Fuerza Popular, y es así que aparecen las perlas que son muchas de hombres y
mujeres que no son de confiar.
Adjuntamos
un artículo que se ocupa del origen y del modo de actuar de éste neo fujimorismo,
muy parecido al que encabezó Kenja Fujimori en la década del 90. Allí el
sátrapa golpeó la institucionalidad, se arrebataron los bienes de erario y hubo
muchos desaparecidos y asesinados por los grupos paramilitares con la bendición
del gobierno ejercido durante ese infausto momento.
Atentamente,
Fernando
Arce
Jorge
Millones
Diario
“La República”, 13 Abr 2018
Analistas
y periodistas en los últimos años se esforzaron por estudiar al fujimorismo
como un fenómeno netamente político. Lo llamaron primera fuerza política y
analizaron únicamente el caudal estadístico de sus votos y su composición
social, consideraron su influencia en el Estado y los medios legitimándolos
incluso como una fuerza democrática. “Aprendieron la lección, decían”.
Sin
embargo, excluyeron del análisis el peso de su historia, el estilo de hacer
política, que en muchos casos se volvió un modus operandi, excluyendo una serie
de hechos y vínculos que lo emparentan más con el crimen organizado que con la
política, no por nada la Fiscalía los investiga bajo ese concepto legal.
A los
casos de la época de Alberto como el avión presidencial repleto de drogas, la
vinculación de Montesinos con “Vaticano” y el cartel de Tijuana, habría que
sumar las declaraciones de la capa mexicana Sandra Ávila Beltrán, alias la
“reina del Pacífico”, quien señaló que durante el gobierno de Fujimori se
facilitó la producción y comercialización de cocaína a los carteles. Recordemos
también el aporte a la campaña del 2011 hecho por Luis Calle vinculado a un
cartel colombiano, el caso de Joaquín Ramírez y sus negocios investigados por
la DEA, la tonelada de cocaína encontrada en los almacenes de Kenji.
Hoy que
se descubre que el congresista fujimorista Edwin Vergara fue socio de un
narcotraficante colombiano nos preguntamos ¿cómo es posible hacer un análisis
politológico o sociológico sin considerar estos hechos? ¿Es que acaso no es un
peligro para la democracia una agrupación que no es clara con su
financiamiento, que no es clara con el reclutamiento de sus candidatos y que
blinda a sus sospechosos y acusados? ¿No se podría sospechar que el factor
político es en realidad una fachada?
Poco
tiempo les duró el romance entre la teoría y la realidad.
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