18/10/2016
Está claro que las grandes instituciones
representativas del Estado federal de EEUU y los mayores medios de información
de aquel país (lo que se llama el establishment político-mediático
estadounidense) no entienden lo que está pasando en EEUU. La aparición de las
candidaturas de Donald Trump en el Partido Republicano y de Bernie Sanders en
el Partido Demócrata ha cogido por sorpresa a tal establishment. El candidato
Trump ha alcanzado en algunos momentos de la campaña electoral unos niveles de
popularidad cercanos a los de la candidata demócrata Hillary Clinton, y el
candidato Sanders casi venció en las primarias del Partido Demócrata (ganó en
22 de los 50 Estados), y ello a pesar de la clara y documentada hostilidad del
aparato del Partido Demócrata, que utilizó todas las malas artes en la campaña
para derrotarlo.
Y uno de los elementos de lo que está ocurriendo
que ha sorprendido más al establishment político-mediático ha sido el apoyo a
tales candidatos, Trump y Sanders, por parte de la clase trabajadora (de raza
blanca), un sector de la población que tales establishments creían que ya no
existía en aquel país, pues su percepción de la estructura social del país
había sustituido incluso el término de “clase trabajadora” por el de “clase
media”, definiendo como tal a toda la población que ni es rica ni es pobre.
Según la percepción generalizada que tiene el establishment político-mediático
de la realidad estadounidense, las categorías de clase social prácticamente han
desaparecido, pues la mayoría de la población es y se siente de clase media. En
esta visión de Estados Unidos, la clase trabajadora o bien ha desaparecido, o
se ha convertido en clase media (por extraño que parezca, esta percepción de la
estructura social de los países capitalistas desarrollados también está
generalizada en el establishment político-mediático español).
Las limitaciones de centrarse solo en las medidas
antidiscriminatorias a favor de las minorías (negros y latinos) y de la mayoría
de la población (las mujeres)
Dentro de este esquema, se considera que la
igualdad de oportunidades (que se asume existe en EEUU) ha actuado como un
ascensor social vertical, permitiendo a los ciudadanos alcanzar los niveles que
su mérito y esfuerzo permiten. Se reconoce que el racismo y el machismo
prevalentes en la sociedad (y la consecuente discriminación fuerte que
determinan) dificulta para tales grupos –los afroamericanos, los hispanos (procedentes
de Latinoamérica) y las mujeres- el ascensor social. De ahí que lo que en EEUU
se presenta como el partido de centro-izquierda (el Partido Demócrata) acentúe,
como punto central de su programa, las políticas antidiscriminatorias a favor
de los afroamericanos, de los latinos y de las mujeres. Su objetivo es la
integración de estos sectores en el sueño americano que les permita ser
miembros de la clase media y alcanzar las metas personales que se propongan. La
victoria electoral de un ciudadano de raza negra en las últimas elecciones
presidenciales, encarnada en la figura del Presidente Obama, era un hito
esencial de esta estrategia de integración. Y la posible victoria de la Sra.
Clinton significaría otra gran victoria de esta estrategia de integración de
los discriminados (mujeres, en su caso) en el sistema político-económico del
país.
El Partido Demócrata y la insuficiencia de las
políticas identitarias integradoras
El Partido Demócrata es el partido postmodernista
que ha estado enfatizando los temas de identidad como centrales de su
estrategia, orientada a conseguir el apoyo electoral de las minorías –los
negros y los latinos- y de las mayorías -las mujeres-. La clase social no juega
un papel esencial en dicha estrategia, excepto en el énfasis de mantener el
nivel de vida de las clases medias, que asume constituyen la mayoría de la
población. Hasta aquí la visión del establishment político-mediático del
país y sus consecuencias para la estrategia electoral del Partido Demócrata.
El problema con tal visión es que es profundamente
limitada e insuficiente. Y lo que está pasando en EEUU es un indicador de ello. Estas
estrategias basadas en la identidad han tenido escaso efecto en cambiar
las condiciones de vida de la mayoría de las clases populares, que incluyen la
mayoría de minorías negras y latinas y la mayoría de mujeres. La clase
trabajadora de raza negra ha visto su nivel de vida continuar descendiendo
durante el mandado del Presidente Obama, que es una persona perteneciente a tal
raza. En realidad, el fenómeno más llamativo que ha ocurrido en EEUU es el
espectacular deterioro del bienestar y calidad de vida de la clase trabajadora
y de sus diferentes componentes, incluyendo la clase trabajadora de raza negra.
La clase social es una de las variables más
importantes para explicar la dinámica política y electoral de aquel país (y que
apenas aparece en el análisis de la realidad estadounidense)
En contra de lo que asume aquella visión del
establishment político-mediático del país, las clases sociales continúan
existiendo en aquel país (tal como también continúan existiendo en los países
europeos, incluyendo España). En realidad, las cifras del censo estadounidense
muestran claramente que la estructura social de EEUU es bastante semejante a la
existente en la mayoría de países de la Unión Europea (UE). Existe, en primer
lugar, lo que solía llamarse la clase capitalista, y que ahora se llama el 1%
(el sector de la población que posee o gestiona las grandes empresas del país).
En EEUU, el término más utilizado para definir esta clase (los super-ricos) es
el de Corporate Class, la clase corporativa (que la componen los
propietarios y gestores de las grandes empresas transnacionales basadas en
EEUU).
Le sigue la pequeña burguesía, la clase media y la
clase trabajadora, la cual, en contra de lo que se cree y presenta en los
mayores medios de información y persuasión, constituye la mayoría de la
población estadounidense (el 52%). Esta clase trabajadora es muy variada, tanto
en su composición racial como en su nivel de cualificación. La clase
trabajadora de raza blanca es la mejor pagada dentro de tal clase, y está
sobrerepresentada (es decir, ocupa un porcentaje superior al que representa en
el conjunto de la población) en el sector laboral mejor pagado (predominantemente
en la manufactura), mientras que los trabajadores afroamericanos e hispanos
(los que proceden de América Latina) están sobrerepresentados en los sectores
peor pagados.
Esta división por raza dentro de la clase
trabajadora juega un papel muy importante en la división de tal clase en EEUU.
Tradicionalmente, las derechas y el mundo empresarial han utilizado el racismo
para dividir y debilitar a la clase trabajadora. Fue nada menos que Martin
Luther King, quien subrayó, semanas antes de que fuera asesinado, que el
conflicto mayor que existía en EEUU era el conflicto de clases, siendo el
racismo la ideología promovida por la clase dominante para perpetuarse en el
poder, dividiendo a la clase trabajadora. De ahí que su discípulo, Jesse
Jackson Senior, estableciera la Rainbow Coalition (la Coalición Arcoíris), que
intentó establecer una amplia alianza de todas las razas existentes dentro de
las clases populares, frente al establishment político-mediático del país.
El gran descenso del nivel de vida de la clase
trabajadora en EEUU
La clase trabajadora de raza blanca ha visto su
nivel de vida reducido muy seriamente como consecuencia de que los sectores
donde trabajaba, como el metalúrgico (donde los sueldos son más elevados), han
sido los más afectados negativamente por los Tratados de Libre Comercio. El
Tratado de Libre Comercio entre EEUU, Canadá y México (NAFTA), por ejemplo,
tuvo un impacto devastador en los puestos de trabajo de las grandes empresas
localizadas en EEUU y que se desplazaron a México. Un tanto semejante ha
ocurrido con los Tratados entre EEUU y China. En consecuencia, en los últimos
veinte años, EEUU ha perdido seis millones de puestos de trabajo en el sector
manufacturero. Pero el impacto negativo es incluso mayor que el que presentan
estos datos, pues la exportación de puestos de trabajo debilita a los
sindicatos estadounidenses, con lo cual, los salarios de los puestos de trabajo
de la manufactura que permanecen en EEUU han bajado significativamente. En los
últimos quince años, tales salarios han bajado un 10%. Y ello como resultado
del enorme debilitamiento de los sindicatos. Tal descenso de los ingresos al
mundo del trabajo ha creado la ampliamente generalizada percepción que existe
en EEUU de que “los hijos vivirán peor que sus padres”.
Es lógico y previsible que hoy tales sectores de la
clase trabajadora, como los que pertenecen a la raza blanca, que ha sufrido un
enorme bajón en su nivel de vida y en su bienestar (es el único grupo
poblacional que ha visto descender su esperanza de vida), estén enfurecidos con
el establisment financiero-político estadounidense, y muy en particular con el
gobierno federal, al cual responsabilizan por haber facilitado, mediante sus
políticas, tal exportación de puestos de trabajo (lo cual es cierto, debido a
la gran influencia del 1% de la población, la más pudiente, sobre el Estado
federal).
Pero parte del enfado de este sector de la
población blanca hacia el Estado federal se debe también a muchas de las
políticas antidiscriminatorias del Estado federal, las cuales discriminan
positivamente a favor de los negros, de los latinos y de las mujeres, situación
(para corregir la discriminación histórica que tales grupos han recibido) que
es resentida por los blancos, incrementando las tensiones interraciales y entre
género. El hecho de que las políticas sociales en EEUU no sean universales (es
decir, que no beneficien a todo ciudadano y/o residente por igual), sino
benéficas asistenciales (que benefician, por ejemplo, solo a los pobres) hacen
que los programas antipobreza (financiados con impuestos de toda la clase
trabajadora) no sean muy populares. Ni que decir tiene que esta percepción de
que el gobierno federal está transfiriendo fondos públicos a través de sus
programas antipobreza a los negros, por ejemplo, olvida que la mayoría de los
pobres en EEUU son blancos, no son negros. Pero la percepción que se promueve
es que la mayoría de pobres son negros (que son los más pobres entre los
pobres).
Las políticas identitarias olvidan que hay clases
dentro de las minorías y dentro de las mujeres
Los programas antidiscriminación (que tienen lugar
individualmente, persona por persona) han beneficiado primordialmente a
sectores minoritarios de las minorías negras y latinas, y de las mujeres,
sectores pertenecientes en su mayoría a la clase de renta media y media-alta
(dentro de cada grupo discriminado). Ahora bien, la mayoría de los negros,
latinos y mujeres (que pertenecen a las clases trabajadoras) no se han
beneficiado, por lo general (tal como indiqué anteriormente) de estas medidas
antidiscriminatorias, debido a que tales políticas antidiscriminatorias no
están orientadas hacia la clase trabajadora. De ahí que, aun cuando hoy en EEUU
haya más miembros de minorías que estén en posiciones de mayor nivel social y
mayor poder (y lo mismo en cuanto a las mujeres), ello no quiere decir que la
mayoría de las minorías y mujeres se hayan beneficiado de tales políticas
antidiscriminatorias. La clase trabajadora de raza negra ha visto también como
se reducía su nivel de vida durante el mandato del gobierno Obama. De ahí que
la mayoría de jóvenes, incluyendo trabajadores negros y la mayoría de mujeres
jóvenes por debajo de 40 años, apoyaran en las primarias del Partido Demócrata
a Bernie Sanders (que enfatizó clase social) y no a Hillary Clinton (que
enfatizó políticas de integración de las minorías). Clinton contó con el apoyo
de las asociaciones a favor de las minorías y de las mujeres, asociaciones
lideradas, en su mayoría, por personas de clase media alta, integradas en el
aparato del Partido Demócrata. Pero la candidatura de Sanders tuvo su mayor
apoyo entre la clase trabajadora y entre los jóvenes, incluyendo jóvenes
negros, jóvenes latinos y mujeres jóvenes. Y su fortaleza forzó que el programa
electoral del Partido Demócrata incorporara elementos importantes claramente
progresistas que, de implementarse, mejorarían el bienestar de las clases
populares, que constituyen la mayoría de la población estadounidense.
Las dos estrategias electorales que han seguido los
candidatos
En definitiva, lo que hemos visto en EEUU durante
la campaña electoral ha sido el conflicto de estrategias electorales que
reflejan dos visiones distintas de la estructura social de EEUU. La Sra.
Clinton (una figura que representa claramente el establishment
político-mediático del país) ha enfatizado las políticas identitarias (de
carácter anti-discriminatorio, encaminadas a favorecer la integración de las
minorías y de las mujeres en el “sueño americano”). Y la otra estrategia ha
sido la de movilizar a las clases populares (centradas en la clase trabajadora)
frente al establishment político-mediático.
Dentro de esta última estrategia, ha habido una
gran diferencia entre Bernie Sanders y Donald Trump. El primero Bernie Sanders,
presentó que la movilización popular debía ser contra el 1% que controla los
mayores centros del poder financiero y económico, así como al Estado y a los
medios de información y persuasión. Su estrategia (la de Sanders) incluía un
discurso de clase (las clases populares frente a la Corporate Class),
presentando a Clinton como agente e instrumento de la clase corporativa. Trump,
por el contrario, acentuó su animosidad hacia el Estado federal, sin nunca
citar a la Corporate Class (de la cual es miembro prominente). En este aspecto,
Trump representaba una sensibilidad política semejante a la ultraderecha
francesa liderada por Le Pen, que tiene puntos en común con el nazismo y el
fascismo, que hay que recordar, se definieron a sí mismos como
nacional-socialismo el primero, y nacional-sindicalismo el segundo. En España,
el partido fascista, la Falange, se definió y continúa definiéndose como un
partido de izquierdas, y sus colores (rojo y negro) eran y son los colores del
anarquismo.
La desaparición de Sanders, sin embargo, ha
limitado el conflicto electoral entre el candidato Trump y la candidata
Clinton. El descenso en el atractivo electoral de Trump, en parte debido a la
movilización mediática en contra de sus grandes excesos que le hacen sumamente
vulnerable, ha dado un alivio al establishment político-mediático del país.
Ahora bien, la posible derrota de Trump dejará intacto el enorme problema que
existe hoy en EEUU y del que el establishment político-mediático parece no
ser consciente. La candidatura Trump representa –como lo fue el nazismo y
el fascismo- el intento de crear una alianza de sectores oligárquicos del
establishment financiero y económico (los mayores financiadores de su campaña)
con sectores de las clases populares, en frente de aquellas políticas del
Estado federal que favorecen a las minorías y a las mujeres, estimulando el
racismo y el machismo que dividen a la clase trabajadora, y dentro de una
cultura jerárquica, autoritaria y antidemocrática que, en realidad, dañaría
profundamente el bienestar de las mismas clases que dicen representar, es
decir, las clases trabajadoras. De ahí la importancia de que el candidato Trump
no consiga la presidencia.
Ahora bien, el gran problema que permanecerá
después de las elecciones es que la victoria de la Sra. Clinton (victoria
necesaria en este momento) no cambiará el contexto que determinó la aparición
de Trump. La otra alternativa hubiera sido que el rechazo a tal establishment
político-mediático pudiera haber sido canalizado por una opción política, como
hizo el candidato Sanders, que cambiara la relación de clases existente en
aquel país. Para que ello ocurriera, todas las fuerzas progresistas deberían
aliarse, dando prioridad al mejoramiento del bienestar de todas las clases
populares siguiendo una estrategia de movilización, respetando a su vez las
diferentes identidades, subrayando los puntos que las unen (clase social) en su
estrategia y en la defensa de sus intereses. El futuro de EEUU (y el mundo)
depende de que ello ocurra.
- Vicenç Navarro es Catedrático de Ciencias
Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra
18 de Octubre de 2016
http://www.alainet.org/es/articulo/181052
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