Atmósfera de Ideas
ELOGIO DEL PENSAMIENTO CRÍTICO
Renán Vega Cantor
Rebelión
“Quien quiera hoy día combatir la mentira y la ignorancia y escribir la
verdad, tiene que vencer, por lo menos, cinco obstáculos. Deberá tener el valor
de escribir la verdad, aun cuando sea reprimida por doquier; la perspicacia de
reconocerla, aun cuando sea solapada por doquier; el arte de hacerla manejable
como un arma; criterio para escoger a aquellos en cuyas manos se haga eficaz;
astucia para propagarla entre éstos. Estos obstáculos son grandes para aquellos
que escriben bajo la férula del fascismo, pero existen también para aquellos
que fueron expulsados o han huido, e incluso para aquellos que escriben en los
países de la libertad burguesa”.
Bertolt Brecht, “Cinco obstáculos para escribir la verdad”, en El arte y
la política, Editorial Nueva Nicaragua, Managua, 1985, pp. 222-223. (Énfasis en
el original).
“¿No tienes enemigos? ¿Cómo que no? ¿Es que jamás dijiste la verdad, ni
jamás amaste la justicia?”.
Santiago Ramón y Cajal, citado en Eduardo Galeano, Los hijos de los
días, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2012, p. 386.
El término Pensamiento Crítico puede resultar siendo una abstracción y
hasta tener un carácter tautológico, si no se precisa qué se entiende por tal
denominación. Una abstracción que puede convertirse en un mero enunciado, que
se repite sin mucho cuidado. Una tautología porque en rigor todo pensamiento
que amerite tal nombre debería ser crítico con todo lo existente y consigo
mismo. Pero como hoy se han entronizado en el mundo entero un conjunto de
banalidades propias de un pensamiento único, un pensamiento sumiso y un
pensamiento abyecto, adquiere sentido hablar de pensamiento crítico, no sólo
para diferenciarse de estas formas sino para rescatar la esencia de una
reflexión que no se quede en la mera contemplación, aceptación o apología de
todo lo existente. En ese orden de ideas, y de manera algo esquemática,
intentaremos precisar cuáles serían en nuestro sentir y entender las
características del pensamiento crítico, que se encarna, por supuesto, en
hombres y mujeres de carne y hueso, quienes son los pensadores y las pensadoras
críticos.
1
Es un pensamiento histórico: El sistema capitalista se presenta a sí
mismo como el fin de la historia, el mejor de los mundos, una realidad
insustituible sin pasado ni futuro y la realización plena del presente
perpetuo, que siempre gravita sobre lo mismo: sobre la producción mercantil y
el consumo exacerbado. Ni antes ni después del capitalismo se concibe la
existencia de otras formas de organización social, porque todo se sujeta al
endemoniado ritmo de la pretendida “destrucción creadora”, que promete un reino
eterno, aquí en la tierra, de opulencia y derroche. Para que todas estas
falacias se impongan se hace necesario cortar los vínculos de los seres humanos
con la historia, o mejor dicho, negar que nosotros somos seres históricos, que
estamos anclados al mismo tiempo en el pasado, el presente y el futuro, y que
en el pasado relucen los destellos de proyectos y alternativas de los vencidos
que iluminan el futuro, para que el presente no aparezca como una fatalidad que
tenemos que aceptar y contra la cual nada podemos hacer. Por eso, se ha
impuesto la amnesia y el olvido, para que aceptemos que siempre ha existido y
existirá el capitalismo, sin que podamos concebir otras formas de organización
social y otras maneras de relacionarnos entre nosotros y con la naturaleza.
Para enfrentar esos prejuicios sobre la eternidad del presente
capitalista, la historia debe ser un instrumento indispensable de análisis y
reflexión que nos ayude a recuperar otras perspectivas, que nos recuerdan que
el capitalismo es sola una relación social históricamente constituida, que no
representa ni mucho menos el fin de la historia. El conocimiento histórico nos
ayuda a comprender que el presente actualmente existente es el resultado de
procesos complejos en donde, entre muchas alternativas, se impuso, a menudo con
la violencia y la irracionalidad, solo una de ellas. En breve, el pensamiento
crítico se sustenta en aquella célebre propuesta de Pierre Vilar de pensar
históricamente, para ubicar, localizar, relativizar, fechar, explicar,
comprender y contextualizar todos los procesos existentes, incluyendo al
capitalismo.
2
Es un pensamiento radical: Para develar la injusticia y la desigualdad
se hace necesario ir a la raíz misma de los fenómenos, con la finalidad de
explicar sus causas fundamentales. Esto es lo que quiere decir el término
radical, hurgar en el transfondo de los procesos, y no quedarse prisionero en
el mundo de las apariencias. Un pensamiento radical supone escudriñar sin
concesiones en los mecanismos que mantienen la dominación, la explotación y la
opresión, llamando a las cosas por su nombre, y desmontando las falacias
ideológicas que se emplean para encubrir con eufemismos la dura realidad. Por
supuesto, la radicalidad del pensamiento no es una cuestión puramente
lingüística o retórica, puesto que la misma utilización de ciertos conceptos
(como capitalismo, imperialismo, clases sociales, desigualdad) implica la
adopción de un punto de vista, que tiene consecuencias prácticas, en la vida de
las personas que asumimos ese tipo de crítica radical.
3
Es un pensamiento anticapitalista: En sentido estricto, en la actualidad
un pensamiento radical tiene que ser anticapitalista, porque durante dos
décadas se nos anunció que el mercado perfecto se había hecho realidad tras la
desaparición de la Unión Soviética y su imposición garantizaba el crecimiento
ilimitado y la satisfacción, vía consumo, de las necesidades de todos los
habitantes del planeta. Estas mentiras han quedado hechas añicos por la crisis
capitalista que se ha extendido por el mundo desde el 2008, en la que se ha
evidenciado que el costo de la crisis la pagan los trabajadores, y los pobres,
como lo estamos viendo en la Unión Europea, modelo por excelencia del
triunfalismo capitalista, pero que hoy hace agua por todos los costados y que
sitúa al mundo en la peligrosa disyuntiva fascista de la década de 1930. Si las
cosas son así y se ha hecho palpable que el capitalismo en lugar de contribuir
a solucionar los problemas de la humanidad los tiende a agravar con su lógica
mercantil, basada en el lucro y el crecimiento ilimitado, es necesario volverse
a plantear una propuesta que vaya más allá del capital.
4
Es un pensamiento abierto: Para ser radicalmente anticapitalista es
indispensable apoyarse tanto en las más diversas tradiciones revolucionarias
como en el conjunto de las ciencias y las artes. El pensamiento crítico precisa
del dialogo permanente con diversos legados emancipatorios que se han ido
construyendo durante varios siglos en distintos lugares del planeta, entre los
que sobresale el pensamiento de Marx y sus seguidores más lúcidos, el
anarquismo, el ecologismo, el feminismo, el indigenismo y todo lo que ayude en
el propósito de reconstruir una agenda de lucha contra el capitalismo y el
imperialismo. Así mismo, como nos lo han enseñado los grandes pensadores de
nuestra América y de otros continentes (como José Carlos Mariategui, Antonio
Gramsci, George Lukacs), la reflexión crítica se enriquece en un dialogo
fecundo con las ciencias y la técnica, un intercambio necesario para afrontar
la crisis civilizatoria a la que nos ha conducido el capitalismo y en la cual
todos estamos inmersos. Porque esa crisis no se comprende al margen de los
impactos nefastos y contradictorios de las tecnociencias, lo que obliga a tener
unos mínimos rudimentos sobre las mismas, que permitan esbozar una distancia
crítica y mucha mesura y circunspección.
5
Es un pensamiento que cuestiona la idea optimista de progreso: Tras constatar
los costos contradictorios de la filosofía de progreso, con todo su cortejo de
muerte y destrucción, es pertinente cuestionar al progresismo, en todas sus
variantes, y en especial el culto a la tecnociencia, por todas las
implicaciones prácticas que tiene. Hoy, cuando se ha impuesto la razón
instrumental y se ha generalizado el fetichismo de la mercancía que alienta la
lógica irracional de producir para consumir en un círculo vicioso cada vez más
destructivo, se torna urgente problematizar los proyectos progresistas que se
sustentan en el tener sobre el ser, en la cuantificación abstracta propia de la
mercancía despreciando el valor de uso, en la idea de consumir hasta el
hartazgo como sustituto del buen vivir en condiciones dignas. La crítica a la filosofía
del progreso es indispensable para abandonar las ilusiones sobre las soluciones
técnicas como forma de resolver los problemas que ha generado el capitalismo
(como los trastornos climáticos o la destrucción de los ecosistemas), y volver
a priorizar las soluciones sociales y políticas. Por todos los avatares de los
fallidos proyectos anticapitalistas del siglo XX y de la tragedia ambiental y
humana que se vive en China, ya no es posible seguir rindiendo culto al
Progreso. Esto, desde luego, resulta una idea poco popular por la imposición
generalizada del consumo de artefactos tecnológicos en la vida cotidiana, pero
que necesita plantearse para estudiar a fondo las consecuencias nefastas de la
ampliación a algunos reducidos sectores de la población del modo estadounidense
de producción y de consumo, frecuentemente aplaudida como la máxima expresión
de progreso, y que destruye a la naturaleza y a los pobres.
Hay que decirlo, esto no supone el abandono ni de la ciencia ni de la
técnica, como frecuentemente lo sostienen quienes creen que criticar al
progreso es rechazar por completo la modernidad y retroceder a la época de las
cavernas. Más bien de lo que se trata es de rescatar lo mejor de la modernidad
para pensar en construir otro tipo de civilización ecosocialista.
6
Es un pensamiento ecologista y antipatriarcal: La destrucción ambiental
se ha generalizado en el planeta, y Colombia no es la excepción, y más ahora
con las locomotoras de la minería y el libre comercio. El ecocidio avanza de
manera incontenible al ritmo de la expansión capitalista por los cinco
continentes, como lo demuestran las cada vez más frecuentes catástrofes
sociales, que resultan de la destrucción de la naturaleza y de la
mercantilización de los bienes comunes. Esto obliga a atender, mediante la
reflexión analítica, el estudio de los límites ambientales del capitalismo y
los peligros que eso entraña para grandes porciones de la población, en primer
lugar los más pobres. Se necesita de una nueva sensibilidad que incorpore a la
crítica anticapitalista, que ha estudiado a fondo la contradicción
capital-trabajo, una crítica de similar importancia que dilucide la
contradicción capital-naturaleza, y que involucre a todos los sujetos sociales
afectados por esta segunda contradicción. En consecuencia, el pensamiento
crítico requiere ser profundamente ecologista, en una perspectiva que sea un
complemento indispensable del anticapitalismo.
Al mismo tiempo, dados las notables contribuciones teóricas de diversas
corrientes del feminismo, en consonancia con el sometimiento de la mayor parte
de las mujeres, es prioritario que el pensamiento crítico asuma el
cuestionamiento del patriarcado y de todos sus componentes de opresión y de
marginación de la mitad del género humano.
7
Es un pensamiento nacionalista e internacionalista a la vez: El
capitalismo realimente existente y sus ideólogos, entre los que sobresalen los
neoliberales, se han encargado de construir un falso dilema: ellos
presentándose como los globalizadores por excelencia, abjuran de todo lo
relacionado con lo nacional, como propio del atraso y de la barbarie. Esto lo
han hecho con la finalidad de justificar la entrega de la soberanía de los
países y el regalo de los bienes comunes que se encuentran en sus territorios,
todo a nombre de una pretendida modernización global. Al mismo tiempo, como
respuesta a ese universalismo abstracto, otros portavoces del capitalismo han
suscitado feroces guerras xenófobas en varios continentes, que han suscitado la
xenofobia y la limpieza étnica.
Contra ese falso dilema -entre el universalismo abstracto y el
chovinismo nacionalista-, el pensamiento crítico debe y tiene que reivindicar
otro tipo de nacionalismo, junto con el internacionalismo. No se puede abjurar
de lo mejor de la configuración nacional en nuestra América, máxime en estos
tiempos de la vergonzosa desnacionalización que han impulsado las clases
dominantes en estos países, como se patentiza en Colombia. Esto no supone
reivindicar ni mucho menos un trasnochado patriotismo barato, propio de la
mentalidad retrograda de los terratenientes y ganaderos de Antioquia y otras
regiones de este país. Quiere decir, por el contrario, postular un nacionalismo
cosmopolita, basado en la máxima de José Martí: “Patria es humanidad”. Como
quien dice, que estemos asentados en nuestro territorio, pero para comprender
mejor el mundo relacionarnos en forma más adecuada con los otros países, y no
creernos ni mejores ni peores que los demás. Ese internacionalismo, además, es
urgente tanto para recuperar las mejores tradiciones de lucha de los dos
últimos siglos en nuestra América, como para solidarizarnos y compartir las
utopías de los oprimidos del mundo entero.
8
Es un pensamiento anticolonialista y antiimperialista: Por reivindicar
lo mejor de lo nacional y lo mejor del mundo, el pensamiento crítico es, tiene
que serlo, anticolonialista y antiimperialista, porque hoy se ha reforzado el
colonialismo, que había sido seriamente debilitado en la década de 1960 con la
extraordinaria lucha de liberación nacional que adelantaron los pueblos
africanos y asiáticos, cuya gesta hizo gravitar la historia universal entrono a
lo que por entonces se llamaba el Tercer Mundo. Esta epopeya anticolonialista
generó imperecederos aportes intelectuales al pensamiento universal, representados
en la obra de Franz Fanón, Walter Rodney, Amílcar Cabral o Aimé Césaire. Como
ha quedado en evidencia hoy, el colonialismo en realidad nunca desapareció,
sino que más bien se encubrió bajo otros mantos y emergió con toda su fuerza en
las últimas décadas, asumiendo el viejo discurso eurocéntrico con la retórica
de la globalización. Esta nueva conquista, la colonización externa, en el caso
de nuestra América, viene acompañada de ese otro fenómeno que existe en este
continente desde hace cinco siglos, pero del que poco se habla, del
colonialismo interno, agenciado por las clases dominantes para mantener sus
privilegios a costa de la exclusión, discriminación y explotación de indígenas,
afrodescendientes y mestizos pobres.
La nueva colonización es también, como siempre lo fue, cultural, y ahora
académica, porque de los centros hegemónicos de la cultura universitaria se
imponen nuevas modas intelectuales, que desdicen y niegan de lo propio de la
realidad de nuestro continente, de sus procesos de lucha y de sus propios
proyectos culturales, para implantar un lenguaje artificial e impostado,
elaborado para congraciarse con los nuevos imperialistas y sus mandarines
intelectuales. En consecuencia, el pensamiento crítico debe estar atento a
beber de lo más diversas fuentes, pero sin caer en las tentaciones de la
novedad y de las modas efímeras, impuestas desde Nueva York o desde Paris.
9
Es un pensamiento que reivindica a los oprimidos de todos los tiempos y
a sus luchas: El pensamiento crítico pretende develar los mecanismos de
explotación y opresión en el presente, apoyándose en una visión histórica en la
que emergen los sujetos que se han rebelado contra las diversas formas de
dominación en diversas épocas. El conocimiento de los procesos históricos
señala que incluso en las peores condiciones, como en la época de la esclavitud
moderna, que perduró cuatro siglos (entre 1500 y 1890), hubo protestas,
sublevaciones y rebeliones, propias de lo que puede llamarse la hidra de la
inconformidad de los plebeyos. Cual hidra mitológica que renace aunque se le
destruya la cabeza, lo mismo ha sucedido en diversos momentos de la historia
del capitalismo, cuando a pesar de la tortura, persecución y asesinato de
líderes y dirigentes populares, la protesta de los subalternos reaparece una y
otra vez. Estudiando las luchas de los vencidos, se alimenta el fuego de la
inconformidad en el presente, porque aquéllos nos acompañan desde la
posteridad, con la memoria de sus acciones, de acuerdo al postulado de Walter
Benjamin de no pedir “a quienes vendrán después de nosotros la gratitud por
nuestras victorias sino la rememoración de nuestras derrotas. Ese es el
consuelo: el único que se da a quienes no tienen esperanza de recibirlo” 1. En
resumen, el síndrome de Espartaco basado en el lema “Me rebelo, luego existo”,
debería sintetizar la rememoración de los que han luchado en todos los tiempos,
un componente indispensable del pensamiento crítico.
10
Es un pensamiento comprometido y no meramente contemplativo: Los enormes
problemas que afronta el mundo actual, agravados todavía más en nuestro
continente por la dependencia y servilismo de las clases dominantes, requieren
tanto de una reflexión seria y rigurosa, como del involucramiento de esa
reflexión con los problemas de la gente común y corriente. En pocas palabras,
se trata de que el pensamiento se encarne en sujetos concretos para devenir en
praxis transformadora, a la luz de los problemas específicos que afronta la
mayor parte de la población. No estamos hablando de una instrumentalización artificial
de las ideas, que abjure de la importancia de la reflexión y que desprecie el
trabajo intelectual, sino de la necesidad de vincular, de alguna manera, esas
reflexiones con los problemas reales de la gente. Me gusta reivindicar nuestra
actividad como propia de los trabajadores del pensamiento, como lo hacía Julio
Antonio Mella cuando decía: “Intelectual es el trabajador del pensamiento. ¡El
trabajador!, o sea, el único hombre que a juicio de Rodó merece la vida, es
aquel que empuña la pluma para combatir la iniquidades, como los otros empuñan
el arado para fecundizar la tierra, o la espada para libertar a los pueblos” 2.
Si situamos la elaboración de pensamiento crítico como un trabajo, y no como
una refinada actividad especulativa al margen del mundo real, tendremos más
oportunidad de vincularnos con el resto de trabajadores, incluyendo a los que
con sus manos laboran la tierra o fabrican las cosas. Así podríamos declarar, a
nuestra actividad como una artesanía del pensamiento, una artesanía que genera
productos intelectuales que, directa o indirectamente, deben tener alguna
utilidad para la gente.
Por otra parte, el pensamiento crítico no abjura de sus compromisos y
por eso sabe que es perseguido y reprimido, porque pretende encarnar otro
proyecto de mundo y de sociedad, que resulta insoportable para los detentadores
del poder y la dominación en nuestro tiempo, donde quiera que se encuentren. El
pensamiento crítico hace suya la consigna del filósofo de Tréveris, su undécima
tesis: “Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo, de lo que se
trata es de transformarlo”.
En ese mismo sentido, el pensamiento crítico además de estar
comprometido con los pobres y desvalidos, es un pensamiento alternativo, porque
con ellos busca elaborar propuestas anticapitalistas, planteando que otro mundo
es posible y necesario, si no queremos que el capitalismo sea el fin de la
historia en el sentido literal de la palabra, si dejamos que nos destruya a
todos y a nuestro planeta.
11
Es un pensamiento universitario y extrauniversitario al mismo tiempo: La
universidad pública ha sido una conquista de las sociedades latinoamericanas,
conquista lograda con mucho esfuerzo y con el sacrificio de estudiantes y de
profesores. Durante mucho tiempo se ha buscado que esta universidad fuera un
espacio democrático y popular, lo que efectivamente se logró en algunos países
de la región, México es el principal ejemplo. En los demás, a pesar de los
obstáculos, la universidad pública ha sido durante algún tiempo el faro
intelectual que alumbraba con ideas y proyectos transformadores, que incidieron
fuera de los campus universitarios. Ahora estamos asistiendo a la
transformación de la Universidad Pública en un mercado educativo que vende
servicios y quiere convertir a profesores y estudiantes en oferentes y clientes
de combos mcdonalizados. Para hacer realidad ese propósito es indispensable
erradicar de los campus a todos aquellos que cuestionen, critiquen y duden, ya
que la universidad de la ignorancia requiere profesores, estudiantes y
funcionarios obedientes y sumisos. En concordancia, la consigna de los
mercaderes de la educación es erradicar el pensamiento crítico del mundo
universitario, so pretexto de que no es ni útil ni rentable. Esa es la
situación que hoy afrontamos de manera directa todos los que hemos hecho de la
universidad pública nuestro proyecto de vida. Es necesario, entonces, defender
ese territorio democrático de los embates del capital nacional y extranjero,
para preservar la libre exposición y discusión de ideas, proyectos y propuestas
para construir naciones y sociedades justas e igualitarias.
Puesto que el mundo universitario solamente representa a un ámbito
reducido de la población y grandes problemas de la sociedad son asumidos por
organizaciones populares, que construyen sus propios instrumentos analíticos,
es necesario que el pensamiento critico se relacione con esos proyectos y esas
luchas, para que aprenda de ellas y se nutra de esas experiencias, a las que
luego podrá realimentar en forma dialógica. Es decir, el pensamiento crítico
también se construye fuera de los espacios universitarios, en la calle, en la
plaza pública.
12
Es un pensamiento digno: Para terminar, deben mencionarse las
implicaciones éticas del pensamiento crítico, lo cual está relacionado con los
intereses que representa, con las fuerzas sociales de las que aprende, se nutre
y a la vez alimenta, y a los valores que defiende. Al respecto, la dignidad es
una de sus características distintivas. Por dignidad entendemos muchas cosas,
entrelazadas y complementarias: la independencia de criterio; la libertad de
critica; la insubordinación; la defensa de los desvalidos; el valorar a las
cosas por lo que son y no por su precio monetario; asumir los costos y las
consecuencias de lo que se dice sin hacer concesiones ni traficar con los
principios morales; no arrodillarse ni subordinarse a los amos y poderosos, a
cambio de retribuciones, o reconocimientos formales, que buscan la
claudicación; y, mantenerse al lado de los oprimidos sin importar que eso implique
la marginación y la criminalización. El pensamiento digno no se vende por unas
cuantas migajas, no se desmorona ante las lisonjas y halagos interesados de los
mercachifles del saber y de la investigación, no se subordina a los dictados de
la figuración mediática propia de la sociedad del espectáculo, no escribe ni
diserta sobre aquello que proporcione dinero y fama, no negocia con el saber
como si fuera una mercancía, no se cotiza en la bolsa de valores del arribismo
intelectual. Quienes cultivan el pensamiento crítico caminan con rectitud con
la frente bien en alto, por un sentido acendrado de dignidad, y no como le
sucede a los portavoces de la mentalidad sumisa, por desgracia la vasta mayoría
que, como lo afirma el dramaturgo italiano Darío Fo, “andan erguidos porque la
mierda les llega hasta el cuello”.
Notas:
-1.
Citado en Michael Lowy, Walter Benjamin, aviso de incendio. Una lectura de las
tesis “sobre el concepto de historia”, Fondo de Cultura Económica, Buenos
Aires, 2005, pp. 135.
-2. Julio
Antonio Mella, “Intelectuales y tartufos”, en Escritos revolucionarios, Siglo
XXI Editores, México, 1978, p. 44.
Texto leído en el evento En defensa del pensamiento crítico, realizado
el miércoles 9 de mayo de 2012 en la sede de la Universidad Pedagógica
Nacional.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante
una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en
otras fuentes.
10-05-2012
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COLECTIVO PERÚ INTEGRAL
7 de octubre 2016
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