01-12-2018
Los héroes preferidos de Andrés Manuel
López Obrador son Benito Juárez y Francisco I. Madero. El primero es recordado
por su lucha contra los conservadores, la Iglesia y el Imperio impuesto por
Napoleón III. El segundo, por haber iniciado la insurrección contra el intento
reeleccionista de Porfirio Díaz. De Juárez, sin embargo, pocos recuerdan que no
sólo lanzó al mercado de tierras las usurpadas por la Iglesia Católica sino
que, también convirtió en mercancías las tierras de las comunidades indígenas,
despojándolas reconocidos hasta por la Corona española para desarrollar el
capitalismo y lanzar al mercado de mano de obra millones de indígenas
beneficiando así a las haciendas y los ingenios azucareros.
De
Madero también omiten que su asesinato por Huerta se debió a su fe liberal y a
la ignorancia de la realidad política que le llevaron a conservar el aparato
estatal porfirista pues creía poder transformar el Estado y a lanzar los
generales heredados contra los desilusionados por el incumplimiento de sus promesas.
El
presidente liberal ignoró que los asesinos no cambian y Huerta, que él lanzó a
combatir a sangre y fuego contra los zapatistas, pudo conspirar tranquilamente
con el embajador estadounidense y planear su golpe y sus crímenes. De este modo
Madero, lejos de abrir un camino democrático al desarrollo del país, lo obligó
tomar la senda sangrienta de una revolución social confusa e incontrolada.
López
Obrador ahora al gobierno porque un sector de los grandes capitalistas,
recordando la Revolución mexicana lo aceptó para que contuviera la movilización
popular. En el entorno de esta nueva versión de Madero hay muchos nuevos
Huertas agazapados. Son los que insisten sobre la necesidad de destruir el
Sureste para, con el pretexto del desarrollo, lanzar en el Istmo de Tehuantepec
una gran operación que combina la creación de un ferrocarril, el desarrollo de
los puertos sobre ambos océanos, la deforestación, el cultivo de palma
aceitera, la creación de un cinturón de molinos eólicos y la especulación
inmobiliaria desenfrenada. Esa misma gente propone Zonas Económicas Especiales
y promueve el tren maya que destruiría a su paso las reservas naturales, las comunidades
indígenas, su idioma y sus costumbres y convertiría a toda la zona en un Cancún
bis. Por eso, para prevenir las reacciones populares, perpetúan la ocupación
militar del país y refuerzan sus lazos con Estados Unidos.
Entre
los millones de votantes de MORENA muchos se oponen a esas políticas. Pero
muchos, por el contrario, creen que podrán cambiar desde adentro un Estado
capitalista que defiende la obtención de ganancias a cualquier precio. Ellos
piensan que podrán convertir a los dueños de las televisiones privadas
intoxicadoras de la opinión pública, a los bancos que lavan dinero sucio y a
otros semejantes en altruístas benefactores de los pobres. Esos ingenuos
bienintencionados juegan con fuego cuando piensan utilizar el Estado
capitalista opresor para hacer una revolución pacífica sin darse cuenta de que
es el Estado quien los utiliza como taparrabos transitorios y desechables.
Entramos
así en una fase muy peligrosa en la que el capital financiero, la oligarquía y
sus instrumentos represivos siguen intactos mientras la fuerza popular está
desorganizada y confundida, MORENA ni siquiera controla totalmente el gobierno,
que comparte con los Huerta en potencia, y AMLO cree poder decidir todo desde
el Olimpo como Júpiter y presta oído a quienes lo quieren perder.
Hemos
llegado a un punto en que hay pocos escenarios aunque la realidad es compleja y
podría combinar los tres casos principales:
1)
AMLO hace, como está haciendo, lo que le dictan el gran capital y el mando de
las fuerzas armadas, olvidando todo lo dicho y prometido y oponiéndose a lo que
hasta ahora llama “sus Huerta;
2)
O, apoyado en una parte de los cuadros más combativos de MORENA resiste
tratando de hacer una política “ni de izquierda ni de derecha” a la Macron -o
sea, una política de derecha pero con algunas medidas populares que no cambian
nada esencial - y carga así con el descontento tanto de la derecha como de la
izquierda o, por último,
3)
responde a la voluntad de cambio de los votantes y comienza a aplicar los
puntos sociales que en otros momentos agitó.
En
los dos últimos casos desencadenará inmediatamente una campaña destituyente de
la oligarquía y de las fuerzas antidemocráticas y antinacionales respaldadas
por Trump y envalentonadas por la debilidad de quienes ven como despreciables
intrusos. Más que nunca es necesaria unir todas las protestas en una
organización popular, consultar y elaborar en asambleas populares política
alternativas y defender las comunidades amenazadas.
Ya
hay en Oaxaca comunidades en las que hombres y mujeres armados realizan rondas
nocturnas. A las policías comunitarias y grupos de autodefensa, vigilados por
asambleas para controlar que no sean infiltrados, hay que agregar la exigencia
de que las Guardias Nacionales se formen armando a los campesinos y comunidades,
como hizo Lázaro Cárdenas.
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