Al
colaborar con el presidente turco Erdogan, el kurdo sirio Salih Muslim ha
llevado parte del pueblo kurdo a la derrota. Ahora trata de rectificar
su error y Ankara ha emitido contra él una orden de arresto.
por Thierry
Meyssan
Si los medios occidentales no logran explicar las
guerras que asolan el «complicado Oriente» es porque
no quieren reportar lo que pasa a escala regional. En lugar de
entrar a discutir si lo que sucede en Siria es una revolución, una
guerra civil o una agresión, o si la represión en Turquía
se justifica o no, Thierry Meyssan propone una lectura diferente de los
hechos a través del caso de los kurdos.
Red Voltaire | Damasco (Siria) | 29 de noviembre de 2016
Los medios occidentales de difusión abordan los acontecimientos
del Medio Oriente país por país. Eso no sorprende a
sus lectores, que en su mayoría desconocen la historia de esta región,
pero lo cierto es que no logran entender este «complicado Oriente»
perpetuamente en guerra.
El Medio Oriente no es para nada comparable con,
por ejemplo, Europa, sino más bien con África ya que sus
fronteras no se basan en realidades geográficas sino en los
“arreglos” entre las potencias coloniales. A lo largo del siglo pasado, los
Estados del Medio Oriente se esforzaron por convertir sus poblaciones en
verdaderos Pueblos. Sólo Egipto, Siria e Irak lo lograron.
Durante los últimos 5 años, la prensa occidental ha
hablado de «revolución democrática» en Túnez, en Libia,
en Egipto y en Siria, ha hablado de «injerencia iraní»
en Bahréin, Líbano y Yemen y de «terrorismo» en Irak.
Pero en el Medio Oriente, todas las fuerzas implicadas, exceptuando solamente a
las petrodictaduras del Golfo, han denunciado esa lectura de los
acontecimientos y presentado una interpretación regional completamente
diferente.
Observemos, por ejemplo, la situación de los
kurdos. Podría explicar aquí la situación del Emirato Islámico (Daesh), pero
este segundo ejemplo sería mucho más difícil de aceptar para los lectores
occidentales.
Según la prensa occidental, los kurdos son felices
en Irak, donde disponen de una autonomía casi total en el marco de un
sistema federal felizmente impuesto por Estados Unidos. Pero en Siria
luchan a la vez contra la dictadura alauita de la familia Assad y la
opresión sunnita extremista del Emirato Islámico. Y están demasiado oprimidos
en Turquía. Pero son un Pueblo con derecho a un Estado independiente…
en Siria, pero no en Turquía.
Para los propios kurdos, la realidad es muy
distinta.
Los kurdos tienen una cultura en común, pero
no comparten la misma lengua, ni la misma historia.
Para explicar las cosas brevemente hay que decir
que los kurdos de Irak eran principalmente pro-estadounidenses durante la
guerra fría mientras que los de Turquía y Siria eran pro-soviéticos.
Preocupado ante el fuerte respaldo que la URSS encontraba en Turquía,
Estados Unidos organizó primeramente una ola de migración kurda hacia
Alemania, para que Turquía no se sintiese tentada a romper con
la OTAN. Posteriormente, Estados Unidos estimuló la represión contra
los kurdos del PKK [1].
Durante la guerra civil de los años 1980, cientos de miles de kurdos turcos del
PKK buscaron refugio en Siria, junto a su líder, Abdullah Ocallan, y
obtuvieron la protección del Estado sirio. En 2011, esos kurdos
de Turquía y sus descendientes optaron por la nacionalidad siria.
Entremos ahora en la parte fundamental de este
tema. Nadie mencionó la existencia de una «cuestión kurda» durante
lo que llamaré la Primera Guerra de Siria –la que trató de
extender a ese país la «primavera árabe» utilizando las técnicas de las
guerras de 4ª generación. Todo comenzó poco a poco a partir de la
Segunda Guerra de Siria –la que se abrió con la conferencia
de los autoproclamados «Amigos de Siria», realizada en París,
en julio de 2012.
Las declaraciones de los dirigentes de los países
miembros de la OTAN hacían pensar que el derrocamiento de la República
Árabe Siria era inminente y que la Hermandad Musulmana ascendería al poder en
Damasco, como ya había sucedido en Túnez, en Libia y en Egipto.
Así que Turquía invitó las poblaciones del norte de Siria a venir a su
territorio, a ponerse al abrigo de los sobresaltos de la «revolución».
En septiembre, Ankara incluso nombró para esas poblaciones un «walli»,
o sea un prefecto turco. Pero ese término proviene de la época
otomana y recuerda la opresión del sultán. Bajo la autoridad directa del entonces
primer ministro turco Erdogan, ese prefecto –cuyo nombre es Veysel Dalmaz–
distribuyó entre los «refugiados» miles de millones de dólares
facilitados por las petrodictaduras del Golfo.
En aquel momento, todos vieron que se trataba de
una maniobra para debilitar a Siria. Pero nadie entendió
el verdadero motivo de aquel desplazamiento de población, a pesar
de que Kelly M. Greenhill –muy vinculada a la embajadora de
Estados Unidos en la ONU, Samantha Power– ya había publicado
un trabajo universitario sobre La ingeniería estratégica de las
migraciones como arma de guerra [2],
trabajo que debería que haber llamado la atención sobre aquel movimiento.
Turquía construyó nuevos poblados para albergar a los sirios, pero no
los puso en manos de estos desplazados. De hecho, aún hoy siguen
inhabitados. Ankara comenzó por hacer una selección entre los refugiados, según
sus opiniones políticas, a algunos los mantuvo en campamentos donde podían
recibir formación militar antes de mandarlos de regreso a Siria como
combatientes, y a otros los mezcló con la población turca para explotarlos como
fuerza de trabajo barata.
Las poblaciones restantes en el norte de Siria se
componían principalmente de cristianos, kurdos y turcomanos. Estos últimos
se pusieron masivamente al servicio de Turquía y fueron puestos
bajo las órdenes de la organización de los Lobos Grises, milicia fascista
creada en 1968 por cuenta de la OTAN. Por su parte,
Damasco creó milicias cristianas y kurdas para garantizar la protección del
territorio. Durante 2 años todos los kurdos sirios lucharon bajo las
órdenes de la República Árabe Siria.
Traicionando al fundador del PKK, Abdullah Ocallan,
y a sus hermanos kurdos, el sirio Salih Muslim se alió con
la Turquía que en los años 1980 masacró parte de su propia familia.
Se reunió secretamente en París con los presidentes de Turquía
y Francia –Hollande y Erdogan– y concluyó con ellos un pacto.
Francia y Turquía se comprometieron a hacerlo presidente de un Estado
independiente que se crearía en el norte de Siria. A cambio,
Salih Muslim tendría que «limpiar» el terreno masacrando la
población cristiana, exactamente como otros kurdos masacraron –hace
un siglo– a otros cristianos por cuenta de los otomanos. Salih
Muslim tendría que aceptar después que Turquía expulsara hacia el Estado donde
él sería presidente a los kurdos turcos, que a su vez serían
reemplazados por refugiados sunnitas sirios en los territorios kurdos de
Turquía.
Este plan tiene una larga historia. Fue trazado por
Ahmet Davutoglu, entonces ministro turco de Exteriores, y su homólogo francés
Alain Juppé, en 2011, antes de la incorporación de Turquía a la
guerra contra Libia y antes del comienzo de los desórdenes en Siria.
El Pentágono lo asumió públicamente, en septiembre de 2013,
cuando Robin Wright publicó en el New York Times el mapa de ese futuro
Estado, y también el mapa de lo que sería el Califato de Daesh.
Por supuesto, el primer Estado se llamaría «Kurdistán»,
a pesar de hallarse muy lejos del territorio del Kurdistán histórico
definido por la Comisión King-Crane en 1919 y reconocido por la
Conferencia en 1920. El segundo Estado sería un «Sunnistán» y
abarcaría territorios pertenecientes a Irak y Siria, cortando así
definitivamente la «ruta de la seda», que China espera restablecer.
Este plan perseguía los objetivos del sultán
Abdulhamid II, de los Jóvenes Turcos y del Tratado de Lausana,
firmado en 1923: la creación de una Turquía exclusivamente sunnita y
la expulsión o masacre de todas las demás poblaciones.
Fue precisamente para impedir ese plan y condenar a quienes habían
iniciado su aplicación con la masacre de armenios y de griegos pónticos que
Raphael Lemkins creó el concepto de «genocidio», cuya definición se
aplica hoy tanto a los actos cuya responsabilidad recae en hombros de los
franceses Juppé y Hollande y de los turcos Davutoglu y Erdogan.
Nadie debe confundirse sobre lo que aquí escribo.
Si bien París y Ankara quieren crear una Turquía exclusivamente
sunnita, el hecho es que la mayoría de los sunnitas se opone
a ello, lo cual explica la feroz represión desatada tanto
en Turquía y como en los territorios del Califato de Daesh.
En julio de 2015, el gobierno de Erdogan ordenó a
Daesh la realización de un atentado en la localidad turca de Suruc,
atentado que causó la muerte de kurdos y alevitas –estos últimos son el
equivalente turco de los alauitas sirios– que expresaban su apoyo a la República
Árabe Siria. Erdogan utilizó ese atentado como pretexto para romper la
tregua pactada en 2009 con el PKK. Simultáneamente, cortó todo
aprovisionamiento a una parte cuidadosamente seleccionada de los refugiados
sirios. Así iniciaba Ankara la ejecución del plan anteriormente descrito…
y también comenzaba el calvario de Turquía.
En agosto, Turquía empujó los refugiados sirios, a
los que había previamente privado de todo recurso, a huir hacia la Unión
Europea. En octubre, en Siria, los hombres de Salih Muslim atacaron
las comunidades cristianas asirias y trataron de “kurdizar” sus escuelas por la
fuerza mientras que, en Turquía, el AKP de Erdogan saqueaba 128 sedes
políticas del HDP –partido pro-kurdo– y más de 300 establecimientos
pertenecientes a kurdos. Las fuerzas especiales turcas masacraron a más de
2 000 kurdos turcos y arrasaron parcialmente las ciudades de Cizre y
Silopi. Nuestros lectores han podido seguir esos hechos, pero los
medios occidentales no los mencionaron y sólo ahora –más de un año
después– comienzan a hablar de Cizre y Silopi como ciudades mártires.
Con ayuda de Massud Barzani –el presidente «vitalicio»
del Kurdistán iraquí– Salih Muslim impuso el reclutamiento obligatorio de los
jóvenes kurdos sirios para reforzar sus tropas e imponer el terror.
De eso tampoco hablaron nunca los medios occidentales, que prefieren
la prosa romántica sobre Rojava. De hecho, los jóvenes sirios de
origen kurdo se rebelaron en masa y prefirieron unirse à las Fuerzas
de Defensa de la República Árabe Siria.
En septiembre de 2016, el presidente Erdogan
anunció que Turquía concedería la nacionalidad turca a una parte de los
refugiados sirios que aún quedan en ese país –los que apoyan el plan de una
Turquía exclusivamente sunnita. Serán estos quienes finalmente recibirán los
apartamentos construidos hace 4 años.
Atrapado entre su ambición personal y la
solidaridad de sus hombres hacia sus hermanos kurdos de Turquía,
el colaborador Salih Muslim se volvió finalmente en contra
de Ankara, que acaba de emitir contra él una orden de arresto
en noviembre. Después de recibir al secretario general de la OTAN, el
presidente Erdogan anunció que quiere «renegociar» el Tratado
de Lausana. Erdogan pretende anexar varias islas griegas, el norte
de Chipre, una parte de Siria y también parte de Irak, para
crear en 2023 el 17º imperio turco-mongol.
Y desde ahora el ejército turco está ocupando
territorios en Siria –Yarablus– y en Irak –Baachiqa. Cuando el primer
ministro iraquí, Haidar al-Abadi, lanzó una advertencia a Turquía sobre ese
acto de guerra, el presidente Erdogan le respondió con
arrogancia que no está «a su nivel» y lo intimó a «mantenerse
en su lugar». Al ser cuestionado por dos veces ante el
Consejo de Seguridad de la ONU, el embajador de Turquía y
ex ministro de Exteriores Feridun H. Sinirlioglu respondió que su
país actúa por el bien de las poblaciones y que por esa razón Irak no debe
invocar el derecho internacional ni quejarse.
En un campo de batalla, no puede haber
tres bandos, sino dos. En la actual guerra tenemos, de un lado,
a Turquía, que pretende dividir las poblaciones en comunidades e imponer
la supremacía de una de esas comunidades sobre las demás. Del otro lado
está la República Árabe Siria, que defiende la paz y la igualdad
entre comunidades que conviven pacíficamente.
¿De qué lado está usted?
[1]
Fundado en 1978, el PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán) lucha
fundamentalmente por los derechos de los kurdos en Turquía. Nota de la
Redacción.
[2]
“Strategic Engineered Migration as a Weapon of War”, Kelly M. Greenhill, Civil
War Journal, Volume 10, Issue 1, julio de2008.
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