14/12/2016
Un gran rey
romano, Servio Tulio, aquél que, entre otras cosas, creó el antecedente de los
impuestos a las Ganancias y a los Bienes Personales, unos 2.550 años atrás
también ideó los censos de población. Ese primero mostró a una Roma de 83.000
habitantes. Ya tenía más del doble que Atenas, poco después devenida en
luminaria civilizatoria.
Ambas
decisiones tuvieron un mismo propósito que fue el de descargar el peso del
mantenimiento del estado en los sectores más pudientes de la sociedad romana en
plena expansión.
El censo se
practicaba cada cinco años y a su finalización, a partir del 443 (ANE), se
realizaba un festejo denominado “lustrum”, del que nos llegó la palabra
“lustro” para designar un período, precisamente, de cinco años. También del
mismo surgió la palabra “censor”, que correspondía a los funcionarios que
estaban a cargo, también aparecida en la reforma implementada en el referido
443.
Servio
Tulio, nombre que deriva de “servus” (siervo) ya que la vieja historia romana
dice que había nacido esclavo, llegó a completar cuatro censos, por lo que,
habiendo gobernado entre los años 578 y 534 Antes de Nuestra Era (ANE), es de
suponer que el primero de ellos se concretó alrededor del año 555 ANE.
El objetivo
que dio lugar a la creación del censo fue el de clasificar a los ciudadanos en
“classis” (clases sociales) e “infra classis” (por debajo de las clases), los
“proletarii” (proletarios) que carecían de bienes y por lo que quedaron exentos
de tributar a partir de la reforma impositiva de Servio Tulio, quién también
fue el introductor de la moneda en Roma, la llamada “aes signatum” (bronce
sellado), además de otras trascendentes medidas.
El censo
también servía para las convocatorias a integrar el ejército y a dar lugar a
los ciudadanos el derecho a participar de las decisiones públicas pasando de la
organización por clanes a la de lugares de residencia. Se establecieron cinco
clases sociales, la más baja, la de los proletarios, estaba exenta de pagar
impuestos y de acudir a la guerra, mientras que los integrantes de las cuatro
superiores pagaban en forma escalonada según se lo situase en cada una de
ellas. Hasta ese momento cada romano pagaba exactamente lo mismo al fisco
independientemente de sus ingresos y sus bienes.
Nada de ello
gustó al viejo patriciado romano que rechazaba las buenas relaciones de Servio
Tulio con los plebeyos y así en el 534 ANE organizó su asesinato instrumentado
por su hija Tulia, casada con Lucio Tarquino (“El Soberbio”), quién asumió como
rey y estableció un gobierno despótico apoyado en los sectores de fortuna hasta
que fuera destituido por una revuelta popular que terminó con la monarquía y
estableció la República.
De Pitt “El
Joven” a los tiempos modernos
Con el
tiempo la recaudación estatal fue variando hacia formas más complejas que
fueron basándose en el consumo, incluso el de drogas, desde que Alejandro III
Argeida (Alejandro Magno) introdujese el opio en Europa desde el Oriente, que
llegó a representar el quince por ciento de la recaudación del Imperio Romano
según las cuentas públicas del 312 durante el gobierno de Flavio Valerio
Aurelio Constantino, el mismo que estableciera el catolicismo como la religión
oficial del Imperio ante las disputas en el propio cristianismo.
Más tarde,
otro emperador romano, el esclavo Diocles devenido en Cayo Aurelio Valerio
Diocleciano Augusto, el mismo que en 301 estableciera los precios máximos, en
297 sancionó el régimen de “Capitatio Iugatio” (capital y trabajo) que gravaba
a los terratenientes en función de sus propiedades y sus esclavos y que provocó
una profunda reforma en la estructura social que dio paso de la esclavitud al
feudalismo.
Pero para
hacer un seguimiento del Impuesto a las Rentas, Réditos o Ganancias, según las
diversas denominaciones y matices que los diferencias, hay que remitirse a los
tiempos de William Pitt (“El Joven”, que fuera primer ministro del entonces
Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda (RU) con sólo 23 años de edad y también
ministro de Hacienda) cuando lo creó en 1798, frente a una guerra que se
avecinaba contra Francia, que sus sucesores eliminaron en 1816. Fue en 1909
cuando el primer ministro David Lloyd George avanzó en la materia estableciendo
la progresividad del mismo más una carga adicional para cierto tipo de
ingresos.
Antes que
esto último ya Suiza había establecido el Impuesto a las Rentas en 1840
mientras entre las colonias del RU avanzó Australia en 1849, un país que sirvió
como antecedente para su implementación en la Argentina en 1932 en base a los
estudios realizados sobre el terreno, ya que viajó especialmente para ello, por
Raúl Federico Prebisch.
Alemania e
Italia, dos países europeos en proceso de conformación mediante la unión de
varios estados prexistentes en ambos casos, avanzaron en la materia a mediados
del Siglo XIX. En el caso de Alemania se dio en 1850 en el marco del
Zollverein, la “Unión Aduanera” que agrupaba a los numerosos estados en que se
había fracturado el Sacro Imperio Romano Germánico, mientras Italia tuvo su
implementación a partir de 1864 cuando aún restaban ocho años para su
consolidación definitiva. Dinamarca avanzó en 1903 implementando un impuesto
progresivo en función de los ingresos en un avance que fueron instrumentando
los países nórdicos aunque Suecia recién lo hiciera en 1932. Francia lo hizo en
1914.
España lo
implementó en 1900 sólo sobre las sociedades y lo intentó ampliar el ministro
de Finanzas, José Calvo Sotelo, en 1926, durante la presidencia del general
Miguel Primo de Rivera, el dictador en el que se inspiraran el presidente de
facto argentino José Félix Uriburu y su primo, Enrique Casiano Uriburu, el
ministro de Hacienda del mismo gobierno, impulsor de la creación del Banco
Central de la República Argentina, concretada cuatro años más tarde. El intento
de Calvo Sotelo y Primo de Rivera quedó truncado ante la oposición del sistema
financiero.
En el caso
de los Estados Unidos de América (EUA) el impuesto a las rentas sobre las
personas físicas rige desde los tiempos coloniales, antes de su independencia
en 1776. En 1894 el presidente Stephen Grover Cleveland hizo sancionar una ley
al respecto que fue derogada por la Suprema Corte de Justicia (SCJ) pero en
1913 volvió a ser aprobada y quedó en firme.
La Unión de
las Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) lo estableció en 1927, bajo la
administración de Iósif Vissarionóvich Dzughashvili (Stalin), en un paso previo
a la implementación del Plan Quinquenal de 1928 que inspirara otras iniciativas
similares en el mundo, incluida la Argentina a partir de 1947. En otros países
se avanzó en el Impuesto a las Rentas desde las últimas décadas del Siglo XIX
pero las necesidades financieras de los estados durante la Segunda Guerra
Mundial (SGM) fue clave para su consolidación.
En cuanto a
América Latina el primer estado en aplicarlo fue el Brasil, en 1923, siendo
presidente Artur Da Silva Bernardes. México lo concretó en 1924, siendo
presidente Francisco Plutarco Elías Campuzano, más conocido como Plutarco Elías
Calles, quién retomó una iniciativa fallida, en 1921, del presidente Álvaro
Obregón, mediante la fallida “Ley del Centenario”. Calles fue también el
fundador del Banco de México. Posteriormente en 1928 se sumó Colombia presidida
por entonces por Miguel Abadía Méndez, el mismo que fuera el responsable de la
“Masacre de las Bananeras” de ese año que significara la muerte de miles de
trabajadores que se habían declarado en huelga contra la empresa estadounidense
United Fruit. Masacre que fuera el punto de partida de una lucha campesina que
unas tres décadas más tarde diera lugar a la creación de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia (FARC).
Su creación
en la Argentina
En 1922
asumió como presidente argentino Máximo Marcelo Torcuato de Alvear. Su primer
ministro de Economía fue uno de esos notables personajes olvidados de la
historia argentina. Rafael Miguel Herrera Vegas, nacido en Venezuela y llegado
al Río de la Plata siendo niño, traído por su padre médico que había sido
contratado con motivo de la epidemia de fiebre amarilla de 1871, fue uno de los
grandes revolucionarios que la Argentina tuvo en materia económica.
El año 1923
fue un momento de grandes avances en el país como la creación del Frigorífico
Nacional, luego rebautizado como “Lisandro De la Torre”, ante una decisión del
propio Herrera Vegas. También el de creación de la empresa Yacimientos
Petrolíferos Fiscales (YPF), aunque en ese caso fuera el propio Alvear su
impulsor. Por entonces el ministro contaba con algunos colaboradores notables
como Alejandro Ernesto Bunge, quién desarrollara lo que hoy es el Instituto
Nacional de Estadísticas y Censo (INDEC) y el jovencito Raúl Federico Prebisch,
quién por entonces sólo contaba con 22 años.
El ministro
no tuvo mejor idea, en un sentido estricto, que enviar a Prebisch a Australia a
estudiar la marcha del Impuesto a las Rentas creado allí en 1849 como ya se ha
señalado. La investigación desarrollada por Prebisch fue básica para la
propuesta del “Plan Herrera Vegas” que contenía la creación de dicho impuesto,
con carácter progresivo (el que más gana más paga) y el Impuesto a la Herencia,
entre otras cosas, lo que se sumaba a un incremento del 25% de los aranceles a
las importaciones aplicado meses antes. Todo elaborado bajo la conducción de
Bunge, alguien en el que, con el tiempo, se iba a inspirar Juan Domingo Perón
dos décadas más tarde. La propuesta de Herrera Vegas causó la repulsa del poder
económico, no fue aprobada por el Congreso de la Nación, y el ministro
renunció.
Su sucesor,
Víctor Manuel Molina, pretendió insistir con la implantación del Impuesto a los
Réditos pero el rechazo de los sectores más poderosos de la economía lo
hicieron desistir aunque se mantuvieron lineamientos industrialistas que había
diseñado Herrera Vegas lo que produjo un gran crecimiento de la economía a la
par que se avanzó en la presencia estatal como la creación de la Fábrica
Militar de Aviones de Córdoba en 1927 la cual, un año después, en 1928, entregó
su primer producto y hasta se proyectó el desarrollo de la energía mareomotriz
en la Patagonia, lo que fue abandonado al finalizar Alvear su mandato.
Los recursos
del Estado seguían dependiendo casi exclusivamente de las rentas aduaneras. La
riqueza seguía concentrándose en muy pocas manos aunque los avances sindicales
habían registrado logros aunque con las conocidas represiones como las de la
“Patagonia Rebelde” y la “Semana Trágica” durante la primera presidencia de
Juan Hipólito Yrigoyen. Derrocado éste en su segundo mandato, en 1930, el
presidente de facto Uriburu y su primo responsable del área económico tuvieron
a Prebisch como secretario de Hacienda.
Este volvió
a la carga con la necesidad de establecer el Impuesto a los Réditos y para ello
aprovechó las dificultades presupuestarias que tenía el gobierno de Uriburu.
Así logró que éste, un mes antes de traspasar el mando al general Agustín Pedro
Justo firmase un decreto de creación, convertido luego en la Ley 11.682 de 1932
que, en principio, debía regir solamente hasta el 31 de diciembre de 1934 pero
que, con ajustes y desajustes, llegó con sucesivas reformas, la última en 1997,
hasta nuestros días en que, a diferencia de la idea original de Servio Tulio y
de Herrera Vegas en la Argentina, se ha convertido en un mecanismo de
redistribución social regresivo mediante el cual los aportes que realizan los
asalariados a través del mismo más que duplican a los de las grandes empresas
en un marco donde rige la exención para las operaciones financieras.
Fernando Del
Corro
Historiador,
periodista y docente universitario
http://www.alainet.org/es/articulo/182350
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