Luciana
Ghiotto y Evelin Heidel
ALAI
AMLATINA, 15/12/2016.- Trump acaba de anunciar su agenda de los primeros 100
días de gobierno. Uno de los puntos que destacan en materia de estrategia
comercial es el abandono del Tratado Transpacífico, o TPP. Así, dejaría de lado
el legado de Obama para los EEUU en su disputa comercial con China. A raíz de
esta nueva situación, nos preguntamos, ¿el TPP está realmente muerto? ¿O hay
acaso otros elementos que tenemos que tener en cuenta antes de dar por
terminado el gran proyecto de liberalización comercial del Pacífico?
Uno de
los ejes fundamentales de la campaña de Donald Trump fue la crítica acérrima a
los Tratados de Libre Comercio (TLC) que firmó EEUU en los últimos veinte años,
incluido el que firmó con México y Canadá en 1994 (NAFTA por su sigla en
inglés). Trump y su equipo identificaron en los TLC al mismísimo diablo, por
haber sido los causantes de la pérdida de empleos en el país. De acuerdo con
datos oficiales de Washington, entre 1997 y 2013, EEUU perdió 5,4 millones de
empleos manufactureros, a la vez que cerraron cerca de 82.000 fábricas.
Efectivamente, los TLC avalaron jurídicamente los derechos de las empresas
norteamericanas en el exterior. En su forma de Inversión Extranjera Directa,
esas empresas fueron protagonistas de la relocalización productiva hacia el
sudeste asiático y hacia China, huyendo del caro trabajo norteamericano. Para
qué quedarse en casa, si afuera es tan atractivo para la ganancia.
El
énfasis puesto por la campaña de Trump en contra de los TLC apunta directamente
contra una de las consecuencias más violentas del modo de acumulación
capitalista basada en la libre circulación de los capitales: esa gran porción
de la población que sobra, aquellos que no se adaptan o insertan en esta
lógica. El desempleo creciente en EEUU, no resuelto por las políticas
librecambistas de los gobiernos demócratas, fue uno de los factores
explicativos de la victoria de Trump.
En ese
sentido, uno de los principales puntos de la discordia con el gobierno de Obama
es el Tratado Transpacífico (TPP). Obama tomó este tratado como uno de los
caballos de batalla de su gobierno, un legado que él quería dejar a EEUU en su
puja comercial global con China. Sin embargo, tanto desde el seno del Partido
Demócrata con la candidatura de Bernie Sanders, como desde el Republicano se
apuntó ferozmente en contra de este tratado. Hoy, pocos días después de las
elecciones, todo indica que Obama no podrá forzar la ratificación del TPP en el
período de transición hasta enero, y que el proyecto será abandonado por la
administración Trump.
Entonces,
ganó Trump, ¿murió el TPP? Desde las organizaciones sociales del continente no
podemos darnos el lujo de repetir los slogans periodísticos que dan por
finiquitado este proyecto por el sólo hecho de haber ganado Trump las
elecciones. Incluso, nos atrevemos aquí a decir que el TPP no ha muerto, aún si
el mismo Trump así lo anuncia. Parece que estamos desafiando la realidad, y sin
embargo, la realidad apoya nuestra hipótesis. Veamos por qué.
Un primer
argumento se basa en la experiencia acumulada de los últimos diez años. Cuando
fracasó el ALCA, se frenó un proyecto de liberalización comercial que incluía a
34 países del continente. Nada más, ni nada menos. El fin de ese proyecto no
implicó el fin del libre comercio. Por el contrario, rápidamente proliferaron
diversos “alquitas” bilaterales de EEUU con países americanos como Chile, Perú,
Colombia, y varios países centroamericanos y caribeños (acuerdo conocido como
DR-CAFTA). Esta experiencia reciente nos señala que el fracaso de un acuerdo no
implica su deceso como proyecto para garantizar la acumulación capitalista.
Mientras tanto, proyectos de liberalización similares al ALCA proliferaron con
otros jugadores globales como la Unión Europea, China, Corea del Sur, Japón,
Singapur, entre otros. Que el ALCA fracasara no implicó el fin del proyecto
librecambista global.
En
segundo lugar, cabe aclarar, ¿qué implica el TPP? Con respecto al ALCA, el TPP
significaba un avance sustancial de los derechos de las corporaciones, que se
ven plasmados en los diversos capítulos, especialmente en el de Propiedad
Intelectual, Servicios, Servicios Financieros, Inversiones, Telecomunicaciones
y Compras Gubernamentales. El texto del TPP muestra estar directamente
influenciado por el lobby de las grandes empresas norteamericanas que tuvieron
un rol privilegiado en la negociación del acuerdo. De hecho, el TPP otorga
mayores derechos de propiedad a las grandes farmacéuticas, a los estudios
cinematográficos de Hollywood, a las empresas de servicios informáticos y el
Silicon Valley, a las de correo postal, a las aeronáuticas, a las financieras,
etc. Las grandes empresas de estos sectores son un eje fundamental de la “burguesía”
norteamericana, mismo si muchas de ellas fabrican sus productos en el exterior.
Sin embargo, facturan impuestos en EEUU. Es poco probable que estas grandes
empresas se olviden rápidamente de los derechos adquiridos en el TPP, esos que
Obama firmó junto con otros 11 presidentes. Si no lo logran vía TPP, será
mediante otra vía.
Efectivamente,
el TPP se ha consolidado como el “nuevo modelo” de tratado comercial, sentando
el piso desde el cual se negocia. Así como la OMC hace veinte años sentaba los
pisos mínimos de negociación, y establecía el principio de no-retroceso (una
vez liberalizado, no hay vuelta atrás), el TPP se consolida como un nuevo piso.
Este tipo de tratados establece la base desde la cual se empieza a conversar,
pero nunca fija el techo. Y en ese sentido, la base de negociación que propone
el TPP es muy alta.
Un tercer
elemento que apoya nuestra hipótesis es que, frente al anuncio de Trump de que
se abandonaría el TPP, China acaba de anunciar que redoblará los esfuerzos por
cerrar su propio acuerdo mega-regional, también en el Pacífico: la Asociación
Económica Regional Integral (RCEP, por su sigla en inglés). Este acuerdo, que
competía directamente con el TPP, pasará a ser el acuerdo negociado más grande
en términos de cantidad de países y tamaño de mercados incluidos. Comprende el
eje China-India (los países más poderosos del bloque BRICS), además de los
miembros de la Asociación Económica Asia-Pacífico (APEC) Corea del Sur, Japón y
Oceanía. Esencialmente, se trata de los países que han sido los grandes
receptores de Inversión Extranjera Directa en los últimos treinta años, es
decir, hacia donde han relocalizado gran parte de su producción las empresas
norteamericanas y europeas. El RCEP implica cláusulas contractuales similares al
TPP, incluyendo un capítulo de inversiones con mecanismo de solución de
controversias inversor-Estado, derechos de propiedad intelectual del tipo
TRIPS-Plus (impulsadas fuertemente por Japón), alta liberalización en el sector
servicios, etc. Esto significa que, aun si se abandona el TPP, la
liberalización comercial en la zona Pacífico continúa avanzando a pasos
agigantados.
Por
último, el abandono del proyecto TPP no implica que EEUU no avance con otros
tratados que se encuentran actualmente en negociación, como el TISA (Trade in
Services Agreement). Este acuerdo es un GATS-Plus (en referencia al acuerdo de
servicios de la Organización Mundial de Comercio) ya que avanza en la
liberalización de nuevos sectores que no habían tenido consenso en el ámbito multilateral,
y viene siendo negociado tras bambalinas por más de 50 países. El conglomerado
de las empresas de servicios norteamericanas tiene un especial interés en este
tratado, ya que garantiza su acceso a nuevos países, a la vez que, al igual que
el TPP, establecería un nuevo piso de negociaciones en servicios. ¿Qué
diferencia al TISA del TPP tras la elección de Trump? Como dijimos, Trump puso
el dedo sobre la pérdida de empleos manufactureros en el territorio
norteamericano; pero si las empresas de servicios de la misma bandera acaparan
mercados en el exterior, en su competencia con las europeas, eso beneficia a
EEUU en términos de acceso a mercados e incluso de recaudación impositiva.
Desde la óptica de Trump, el problema es el TPP, no el TISA. Entonces, aunque
el TPP quede estancado, el TISA seguramente continuará en negociación.
En
definitiva, lo fundamental del tratado seguirá intacto y activo, por más de que
el texto mismo del TPP quede sepultado. La presión corporativa para convertir
al mundo en una enorme factoría global y garantizarse ganancias superlativas en
cualquier circunstancia es la esencia que sustancia y mueve las letras del TPP.
Ese proyecto está lejos de estar muerto y Trump está lejos de ser uno de sus
principales combatientes. La batalla contra el TPP no terminó, sólo cambió de
forma.
- Luciana
Ghiotto y Evelin Heidel son miembros de ATTAC Argentina y de la Asamblea
Argentina mejor sin TLC.
URL de
este artículo: http://www.alainet.org/es/articulo/182379
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