EL VALOR COMO RIQUEZA SOCIAL
sábado, 8 de junio de 2019
Publicado
por Francisco Umpiérrez Sánchez
López Arnal siempre ha
presentado reparos al estatuto de la Lógica Dialéctica como tal Lógica. Pero
cambiemos de nominación y así tal vez ponga menos reparos. Hablemos del
pensamiento dialéctico sin que este se haya constituido en un cuerpo teórico
autónomo. Pensar, entre otras cosas,
implica tener en cuenta todos los aspectos pertinentes que concurren en
un problema. Cuántos más aspectos se tengan en cuenta, más multilateral se será
y se estará más cerca del pensamiento dialéctico; y cuanto menos aspectos se
tengan en cuenta, más unilateral se será y se estará más cerca del pensamiento
metafísico. Es propio de la economía convencional proporcionar definiciones
aisladas sobre el dinero. Así, por ejemplo, Paul Krugman y Robin Wells en su
obra titulada Introducción a la Economía
proporcionan la siguiente definición de dinero: “El dinero se define en
términos de lo que es capaz de hacer: dinero es cualquier activo que puede ser
fácilmente usado para adquirir bienes y servicios”. A esto se llama pensar de
modo metafísico. Proporcionar definiciones aisladas y que se toman como puntos
de partida. En El Capital, por el
contrario, el dinero se presenta como el resultado de un proceso de evolución
que atraviesa varias etapas. En el pensamiento de Marx hay dinamismo, mientras
que en el pensamiento de Krugman y Wells predomina la visión estática de las
cosas y sus relaciones mutuas. Y no solo se presenta esta diferencia al
comparar el pensamiento de Marx con el de estos dos economistas convencionales,
también ocurre que el pensamiento de Marx es más profundo, más rico y más
complejo que el de los dos economistas convencionales.
Pedazos de papel
Krugman y Wells en la
obra referida dicen lo siguiente: “Hoy día nos parece natural el que podamos
entregar un cierto número de pedazos de
un papel especial, impresos de manera sofisticadísima, y recibir cualquier
bien o servicio a cambio”. A esto se llama economía vulgar: un pensamiento que
capta las cosas en su manifestación más externa y superficial. Reducir uno de los productos sociales más
importantes de la vida humana, el dinero, que es resultado de un largo proceso
de evolución social, a su forma más enajenada y extrañada, a su existencia
material, implica un pensamiento muy pernicioso para la ciencia. Krugman y
Wells no van más allá de la representación corriente que se hacen del dinero
los agentes económicos. El dinero, eso que en la actualidad se presenta como
“pedazos un papel especial, es la expresión de las relaciones económicas entre
los seres humanos. Es un grave error filosófico el que cometen Krugman y Wells
cuando presentan como cosas las relaciones sociales, contribuyendo de forma
inconsciente a mantener la enajenación que experimentan los seres humanos, esto
es, contribuyendo a que los seres humanos no controlen las relaciones
económicas entre ellos y así no produzcan un mundo más justo y feliz.
El precio
Escuchemos de nuevo a
Krugman y Wells en la obra referida: “Los billetes que lleva usted en su
billetera son dinero. Otras formas de la riqueza, como los automóviles, las
casas o los títulos de valor, no son dinero”. A esto se llama forma metafísica
de pensar, todo lo contrario del pensamiento dialéctico –para que tome nota
López Arnal–. Un rasgo del pensamiento metafísico es pensar por medio de
definiciones aisladas, que es lo que hacen Krugman y Wells. Y otro rasgo del
pensamiento metafísico, consecuencia de las definiciones aisladas, consiste en
la desconexión de las partes del todo. Krugman y Wells ponen la mercancía en un
lado, los automóviles, y el dinero en otro lado, como si entre esos dos lados
no hubiera conexión ni transición. Si miramos cualquier automóvil que esté a la
venta, observamos que lleva colgado su precio, por ejemplo, 20.000 euros. En el
precio existe el dinero de forma ideal. Luego la separación y desconexión que
Krugman y Wells suponen que se da entre las mercancías y el dinero no son
ciertas. Fuera de la mercancía, en el bolsillo del comprador, existe el dinero
contante y sonante, mientras que sobrepuesto en la mercancía existe el dinero
en forma ideal. Ya hemos unido más el dinero con la mercancía, aunque en una
modalidad de existencia distinta. Pero el precio es algo más que la simple
existencia del dinero en forma ideal. Vamos a recurrir a dos economistas
convencionales, Samuelson y Nordhaus, para ver cómo definen el precio en su
obra Economía: “En un sistema de mercado, todo tiene un precio, que es el valor del bien expresado en
dinero”. Ahora nos damos cuenta, gracias a Samuelson y Nordhaus, que entre
el dinero y la mercancía no solo hay una conexión externa, sino también una
conexión interna: el precio es la expresión del valor de un bien o un servicio.
Del dinero llegamos al precio, que era algo superpuesto a la mercancía, y del
precio hemos llegado al valor de la mercancía, que es una parte interna de la
mercancía. Hemos roto así con la concepción metafísica de Krugman y Wells, que
ponían en un lado a la mercancía y en otro el dinero, y que definía este último
como la negación del primero: el dinero no es un automóvil. Dicho de forma
general: el dinero no es una mercancía. Y si ya hemos llegado al valor,
entonces ya podemos aterrizar en el pensamiento de Marx y así disfrutar de la
riqueza de su pensamiento y su concepción del mundo transido por el inmenso
poder de la contradicción, que es uno de los rasgos esenciales del pensamiento
dialéctico.
Lo particular y lo social
Escuchemos a Marx en la
sección de El Capital dedicada al atesoramiento: “La mercancía como
valor de uso satisface una necesidad específica y constituye un elemento particular de la riqueza material.
Pero el valor de la mercancía mide el grado de su fuerza de atracción sobre
todos los elementos de la riqueza material, o sea, la riqueza social de su
poseedor”. Aquí vemos dos contrarios: elemento particular de la riqueza
frente a riqueza social. Reflexionemos. Todas las personas realizan trabajos
particulares y por consiguiente contribuyen a producir bienes o servicios
particulares. En este ámbito nadie es más que nadie; o si lo es, lo es en
pequeña medida. Una ingeniera satisfará una necesidad más compleja y de calidad
que un barrendero, pero siempre satisfará una necesidad particular. Nadie
produce todos los bienes y servicios que necesita. Pero el valor mide el grado
de fuerza de atracción sobre todos los elementos de la riqueza material. Así
que a más valor, la fuerza de atracción será mayor; y a menos valor la fuerza
de atracción será menor. Por ejemplo, como el valor del esfuerzo o trabajo
particular de Ronaldo es enorme, su riqueza social es inmensa; mientras que
como el valor de la fuerza de trabajo de una cajera de supermercado es pequeño,
su riqueza social es pequeña. Así que son en las diferencias de valor donde
reside las desigualdades económico sociales, que tan superpoderosos y felices
hacen a unos y que tan carentes de poder e infelices hacen a las mayorías
sociales. Lo importante en este pensamiento de Marx estriba en que hablando de
la contradicción entre valor de uso y valor la presenta como la contradicción
existente entre el elemento particular de la riqueza y la riqueza social, entre
cada uno de los bienes y servicios en su particularidad y el conjunto de los
bienes y servicios. En esto estriba la riqueza del pensamiento de Marx y su
poderosa dialéctica: en el continuo flujo y reflujo de sus conceptos: en el
valor se ve el valor de uso.
Comentarios a un artículo de Francisco Umpiérrez Sánchez
SOBRE LÓGICA DIALÉCTICA, PENSAMIENTO DIALÉCTICO Y PENSAMIENTO METAFÍSICO
14/06/2019
En un
reciente artículo -“El valor como riqueza social” [1]- el profesor Francisco
Umpiérrez Sánchez hace referencia al que suscribe esta nota en dos ocasiones.
Unos breves comentarios por mi parte.
Empiezo por su segunda observación:
Escuchemos de nuevo a Krugman y Wells en la obra
referida [Introducción a la Economía]: “Los billetes que lleva usted en
su billetera son dinero. Otras formas de la riqueza, como los automóviles, las
casas o los títulos de valor, no son dinero”. A esto se llama forma metafísica
de pensar, todo lo contrario del pensamiento dialéctico –para que tome nota
López Arnal– .
Aunque no acabo de captar bien por qué Umpiérrez
Sánchez se dirige a mí explícitamente en este punto, tomo nota por supuesto (y
añado, de manera cortés, que no me parece totalmente cortés la forma que tiene
de indicarme que tome nota).
Para nuestro autor un rasgo de lo que él llama
“pensamiento metafísico” es pensar, por una parte, por medio de definiciones
aisladas -lo que, en su opinión, hacen Krugman y Wells en el citado ensayo-, y,
por otra, en la desconexión de las partes del todo. Sin estar muy puesto en
estas consideraciones metodológicas, a mí también me parece adecuado evitar las
desconexiones (acaso provisionalmente necesarias en muchas ocasiones)
construyendo un pensamiento globalista cuidadoso (no especulativo sin pie
firme) que las integre o disuelva (y que supere, si existiera, la desconexión
inicial).
Veamos la primera referencia, la que abre su
artículo. Dice así:
López
Arnal siempre ha presentado reparos al estatuto de la Lógica Dialéctica como
tal Lógica. Pero cambiemos de nominación y así tal vez ponga menos reparos.
Hablemos del pensamiento dialéctico sin que este se haya constituido en un
cuerpo teórico autónomo. Pensar, entre otras cosas, implica tener en cuenta
todos los aspectos pertinentes que concurren en un problema. Cuántos más
aspectos se tengan en cuenta, más multilateral se será y se estará más cerca
del pensamiento dialéctico; y cuanto menos aspectos se tengan en cuenta, más
unilateral se será y se estará más cerca del pensamiento metafísico.
La verdad es que no ha sido siempre. Me hice un lío
sobre el tema hace ya muchos años; algunas lecturas juveniles no ayudaron. Pero
ciertamente sigo teniendo reparos a la consideración de la mal llamada “lógica
dialéctica” como una alternativa a la fijista, antidinamicista o incluso
burguesa “lógica formal”. Los disparates de esa “línea de reflexión e
investigación” son conocidos. No es necesario citar nombres. Manuel Martínez
Llaneza habló de ese maltrato de la ciencia en un estudio imprescindible [2].
En algunos de esos escenarios, se habla de la contradicción como un atributo
permanente y generalizado de la realidad misma y se generan elogios a una
“lógica dialéctica alternativa” que asuma la tal contradicción como si fuera
esperada y bendita agua de abril o mayo. Un sendero claramente equivocado.
No se bien a qué se refiere Umpiérrez Sánchez cuando
afirma que “sin que este [el pensamiento dialéctico] se haya constituido en un
cuerpo teórico autónomo”, pero, desde luego, no tengo ninguna objeción con el
uso de la expresión. Aunque no siempre está claro lo que queremos decir con
ella (Mario Bunge, entre otros, nos enseñó sobre ello hace muchos años), me
parece mucho mejor hablar de pensamiento dialéctico que de la lógica
dialéctica.
Dudo, eso sí, si pensar, “entre otras cosas,
implica tener en cuenta todos los aspectos pertinentes que concurren en
un problema”. Tal vez ese tener en cuenta todos los aspectos sea una tarea
sobrehumana y, por el contrario, en muchas ocasiones pensar significa no tener
en cuenta, provisionalmente, todos los aspectos pertinentes que concurren, o
creemos que concurren, en un problema. En las ciencias naturales, en la física,
por ejemplo, ese no tener en cuenta “todos los aspectos” de manera provisional
es frecuente. Los resultados están a la vista.
Umpiérrez Sánchez afirma a continuación que
“cuántos más aspectos se tengan en cuenta, más multilateral se será y se estará
más cerca del pensamiento dialéctico”. Me parece entender aquí una finalidad
gnoseológica razonable. Ningún problema si es operativa, si no nos lleva al
desasosiego por no alcanzar imposibles. Me parece entonces que, siguiendo esa
forma de hablar, muchísimo conocimiento científico, en ciencias naturales o
sociales, aspira a ser (es incluso) pensamiento dialéctico.
En cambio, cuanto menos aspectos se tengan en
cuenta, añade nuestro autor, “más unilateral se será y se estará más cerca del
pensamiento metafísico”. La afirmación parece ser, de nuevo, una
caracterización de lo que él llama pensamiento metafísico, una limitación
-unilateralismo- severa en términos gnoseológicos (también en términos
políticos). Para evitar confusiones, desde el uso normal del término metafísica
(asociado a pensamiento metafísico, si bien en otra acepción de la expresión),
en mi opinión es perfectamente posible un hacer metafísico, un pensar
metafísico, que sea dialéctico en grado sumo. Ejemplo: el reciente ensayo,
deslumbrante en mi opinión, de uno de nuestros filósofos más dialécticos… y más
metafísicos (a un tiempo y sin contradicción), Miguel Candel: Ser y no ser.
Crítica de la razón narcisista [3].
En síntesis, creo que el profesor Umpiérrez Sánchez
y yo tenemos total o casi total acuerdo en que es mejor no hablar de lógica
dialéctica y que vamos por mejor camino gnoseológico si hablamos de pensamiento
dialéctico, esforzándonos en concretar, en la medida de nuestras fuerzas, qué
entendemos por tal, a un tiempo que reflexionamos si existe tanta diferencia
real entre ese tipo de pensamiento (que sería, digamos, el bueno, el
vindicable) y otros pensamientos que no llevan adheridos la etiqueta
“dialécticos”.
Notas
2) Manuel Martínez Llaneza, La ciencia
mal-tratada. Crítica a Razón y Revolución de Alan Woods y Ted Grant.
http://www.profesionalespcm.org/_php/MuestraArticulo2.php?id=9497
3) Publicado por la editorial Montesinos en 2018.
Sendas entrevistas con el autor sobre su ensayo -Entrevista a Miguel Candel
sobre Ser y no ser. Crítica de la razón narcisista. “La metafísica puede
parecer inane, uránica y escapista, pero tiene muchas más consecuencias
prácticas de las que uno podría pensar a primera vista”- en http://www.rebelion.org/noticia.php?id=246375
y https://www.rebelion.org/noticia.php?id=246585
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