Por Gustavo Espinoza M. (*)
Como si alguien se hubiera
esforzado por dejarlo escrito, lo que ocurre hoy en Argentina, Venezuela y el
Perú está signado por una misma línea: la que traza el Imperio cuando tiene en
sus manos la capacidad de decisión y "se siente" en un Poder
que o bien ha conquistado, o está casi a punto de alcanzarlo. Veámoslo en
concreto.
La administración Macri, en
tierras gauchas, está desatada. Acosa a Telesur porque no quiere
ver su imagen en las pantallas de la tv (él se siente dueño de ella), despide
de un plumazo a miles de trabajadores estatales arguyendo que se trata de
"burocracia", y usa armas de fuego para dispersar a manifestante que
expresan su descontento ante las primeras medidas de su gestión.
Además, claro, le declarar la
guerra a las Madres de la Plaza de Mayo, a las que en los años de Videla
consideró simplemente "locas" y sueña con castigarlas indultando y
liberando a los asesinos y secuestradores de niños hoy encarcelados.
En respuesta, se registra a miles
de argentinos combatiendo en la calle. La imagen de la espalda de una
trabajadora de la ciudad de Laplata con diez orificios hechos por balas de goma
en una represión del régimen, resulta patética.
En Lima, a través de la
Contraloría General de la República –un ente estatal hace años en manos de
funcionarios ligados a la Mafia- convoca un evento destinado a "combatir
la corrupción" programando como expositores del mismo a los 5 candidatos
más corruptos del escenario nacional: Keiko Fujimori, Alan García, Pedro Pablo
Kuczynski, Alejandro Toledo y César Acuña, y cuyas acciones tipifican el Código
Penal en todas sus variantes y modalidades.
Ante la repulsa unánime de la
población, los convocantes del "foro" no tuvieron otra alternativa
sino dar "marcha atrás" y abrir la puerta para que concurran al
evento otros candidatos "no corruptos", a quienes originalmente se
habían negado a admitir
En Venezuela, aupados
sorpresivamente en el control de la Asamblea Nacional, pasan por encima del
ordenamiento constitucional, se mofan de las disposiciones del Tribunal Supremo
de Justicia y las desacatan; y echan de los lugares públicos en los
que se hallaban, los cuadros de Simón Bolívar y Hugo Chávez Frías.
No pudieron reemplazarlos porque
la "Mesa de Unidad Democrática" es plural y sus integrantes no se
pusieron de acuerdo en cómo llenar el vacío dejado por el cuadro del
Libertador.
Unos, quisieron ubicar en ese
lugar a Carlos I de España (o V de Alemania) considerándolo el faustor del
Imperio; otros, a Carlos III signándolo como el monarca del esplendor del
dominio ibérico, las damas (de blanco) prefirieron a Felipe "El
Hermoso" por razones obvias; y los más circunspectos a Fernando VII. Ante
la falta de unidad, optaron por dejar en suspenso la decisión pertinente. La
debatirán después,
Más allá de los hechos puntuales,
hay que subrayar que ellos grafican lo que es capaz de hacer la reacción
latinoamericana cuando tiene en sus manos la posibilidad de actuar dando rienda
suelta a sus apetitos más desbocados.
No son temas del país, ni asuntos
de la población, lo que los mueven a actuar, sino es la soberbia y la
arrogancia, el ánimo de venganza, y el odio, el que los anima en una coyuntura
como ésta. Atienden los temas del país, como quien administra su hacienda.
Es bueno que esto lo vean quienes
aún dudan del peligro que implica dar Poder a estas gentes, o confiar siquiera
en que a lo mejor, "ya cambiaron" y ahora "no
serán como antes". En esto último, sin embargo, podrían tener
algo de razón: no serán como antes. Serán peor que antes, porque por
ellos hablará el miedo que los paralizó en el pasado y la insolencia de quienes
se consideran "vencedores" porque apenas ganaron una ñisca del Poder.
Una lección para los peruanos,
por cierto, que afrontaremos un reto inexcusable el próximo 10 de abril. Aquí,
como en otros lugares de nuestro continente, la reacción mafiosa habrá de
emplearse a fondo para persuadir a los electores que ellos -aunque roben-
"hacen obra".
De alguna manera tuvieron ya
éxito en los comicios municipales del año pasado, y esperan coronarse ahora
ubicando en los primeros lugares a sus figuras más destacadas, en tanto que
-como consecuencia de la dispersión- los candidatos que pudieran enfrentarlos
se han atomizado y pululan en otras varias "fórmulas presidenciales"
y listas parlamentarias.
Claro que no les resultará fácil
lograrlo. La ausencia de unidad se debió no sólo a la impericia o
al electorerismo de algunos, sino también al hecho que hubo quienes,
proclamando a voz en cuello "la unidad", hicieron todo por no
lograrla. Y es que era la única manera de asegurar ubicaciones orientadas a
tentar curules: el oportunismo en acción.
El hecho que se hayan
registrado derrotas severas en el escenario electoral, que no pueden ocultarse
sin recurriendo a la mentira y al engaño, como hacen algunos; no implica que
las tareas de fondo sigan planteadas. Los objetivos del pueblo, en efecto,
subsisten del mismo modo que subsisten también los retos, las dificultades y
los peligros.
El instinto de la población irá
decantando figuras. Y poco a poco se irá perfilando en el escenario la imagen
de quien asoma con capacidad de enfrentar exitosamente a la Mafia. Por lo
pronto, los expertos aseguran que hay un 70% de peruanos que no aceptan a Keiko
Fujimori en funciones de gobierno. Sólo falta que asome quien sea capaz de
aglutinar fuerzas para vencerla.
Algo parecido pude decirse con
relación al APRA. Hay casi un 80% de peruanos que detestan a Alan García
por sus truhanerías y su desvergüenza. Pero no tienen aún por quién votar.
El trabajo de dispersión y
desorientación desarrollado fatigosamente por la "prensa
grande", finalmente ha dado sus frutos. El común de los peruanos está
confundido y no saben en quién confiar. Gracias a eso, es que El Imperio y
sus acólitos están en la posibilidad de "hacer de las suyas".
Tenemos, en realidad, poco tiempo
por delante. Pero no hay alternativa. Nadie podría decir que la desdicha está
escrita en el libro de cabecera de los peruanos; y constituye, por eso, una
fatalidad ineludible.
Aún está abierta la posibilidad
de dar la pelea, incluso en el plano electoral. Pero no hay que perder de vista
nunca el hecho que el desafío que afrontamos es esencialmente político.
Nada está escrito, entonces,
aunque así lo pareciera. La historia, la hacen los pueblos y en su vigoroso
sentimiento de clase bien podemos confiar. (fin)
(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera /
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