El hombre es único no por su obra
artística
sino porque las dos son expresiones de su
prodigiosa plasticidad mental”.
Jacobo
Bronowsky
Y es
esa prodigiosa plasticidad mental, resaltada de forma contundente en la
reflexión de uno de los pensadores más importantes de las ciencias, donde
reside nuestra condición de humanos, la que nos hace humanos. A diferencia del
resto de animales, la evolución nos llevó por unos rumbos que acabaron
dotándonos de un cerebro que nos ha permitido levantarnos del piso y acceder a
logros inimaginables, logros que nos dotan de las habilidades necesarias para
incluso modificar nuestra propia naturaleza.
La
neocorteza, la capa más externa del cerebro es la región que le da a todos los
primates capacidades cognitivas mayores que las del resto de animales. En
humanos y chimpancés esta región del cerebro continúa creciendo y organizándose
durante varios años después del nacimiento, aunque los humanos sobrepasan en
mucho el tiempo dedicado a alcanzar un pleno desarrollo de sus capacidades
cognitivas, tiempo que puede extenderse hasta los finales de la adolescencia,
algo que no ocurre en los chimpancés.
La
capacidad cerebral de reorganizarse y moldearse en respuesta al medio que lo
rodea es lo que se conoce como plasticidad cerebral y es esa flexibilidad la
que permite a los humanos aprender, sin límite de edad, cientos de miles de
habilidades que no se tenían al nacimiento. Los chimpancés gozan de un
repertorio limitado.
Sin
embargo, y a pesar de décadas dedicadas a estudiar qué es, de forma precisa, lo
que marca las diferencias entre el cerebro humano comparado con los cerebros de
nuestros fósiles cercanos y con los de nuestros primos los chimpancés, no
existe aún, fuera de la evidente diferencia en volumen cerebral, una explicación
única que dé cuenta de esas diferencias. Tal vez comparar los factores
ambientales y los genéticos que gobiernan la estructura de la corteza cerebral
en humanos y en chimpancés podría dar luz sobre la evolución de la flexibilidad
en el comportamiento del linaje humano, a diferencia de lo que ocurre con la de
nuestros primos.
El
estudio de la evolución del cerebro de los homínidos se ha enfocado sobre todo
en la expansión y la reorganización de la neocorteza, ocurrida en humanos, e
inferida del registro fósil. La comparación de cerebros humanos modernos con
los de chimpancés podrían dar una nueva línea de evidencia que ayudaría a
definir los rasgos neurológicos claves que marcaron la diferencia en la
evolución del cerebro humano y que lo volvió único en sus habilidades de
comportamiento y de relación con el medio ambiente.
Un
estudio publicado en el PNAS, que busca encontrar las diferencias en el
desarrollo entre los cerebros de humanos y chimpancés, informa que los
investigadores han logrado estimar las bases genéticas del tamaño del cerebro y
la organización de la corteza en ambas especies, estudiando las semejanzas en
el fenotipo entre individuos que comparten lazos familiares.
Para
ello estudiaron 218 humanos y 206 chimpancés, usando escáners cerebrales. Los
humanos , al igual que los chimpancés, estaban emparentados entre sí, lo cual permitía estableces conexiones y
semejanzas en sus herencias genéticas.
Los
resultados del estudio informan que, aunque existe una alta heredabilidad en el
tamaño del cerebro y la organización de la neocorteza en chimpancés, en humanos
esos mismos rasgos son de forma sustancial debidos a menor influencia de los
genes. La morfología de la corteza cerebral en humanos es menos heredable
genéticamente que la de los chimpancés y por lo tanto más susceptible de ser
moldeada por influencias ambientales. En otras palabras: la acción de los genes
en los chimpancés es más directa y más rígida, haciendo que la influencia del
medio ambiente y factores diferentes a la actividad de los genes sea mucho
menor, de forma precisa lo contrario de lo que ocurre en humanos. Somos más
independientes de lo que dicta la herencia, lo que nos ha permitido gozar de la
riqueza de una mayor y utilísima plasticidad cerebral.
Este
control genético relajado en la organización cortical en los humanos, es de
forma particular más notoria en áreas asociativas del cerebro, lo cual podría
permitir cambios estructurales en los circuitos neuronales. Una consecuencia de
una mayor plasticidad es que el desarrollo de circuitos neuronales que moldean
el comportamiento, están influenciados mucho más por el contexto cultural,
social, ambiental, que lo que podrían estarlo en otras especies de
primates.
“Estos
resultados me parecen importantes porque ilustran y refuerzan, haciendo
comparaciones entre especies muy cercanas, algo que había sido puesto en duda
por algunos biólogos evolutivos en el pasado, esto es, que la plasticidad
cerebral podría ella misma evolucionar”, dice Mary Jane West-Eberhard, bióloga
teórica del Smithsonian.
Además,
la larga infancia característica única de los humanos, resultado de un
larguísimo proceso evolutivo que dotó a los humanos de un cerebro mayor pero
inmaduro, propicia un campo más que fértil a la adquisición de capacidades
cognitivas únicas, las que nos definen como humanos. Estamos menos ligados a la
biología y a lo que dictan los genes que todas las demás especies, nuestros
primos con sus pequeñas habilidades cognitivas incluidos, lo que nos hace
únicos pues la cultura nos puede moldear con enorme facilidad.
Artículo
referencia
http://www.pnas.org/content/early/2015/11/11/1512646112
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