Entrevista
a Renato Vélez, analista internacional experto en Medio Oriente
El
Ciudadano
07-01-2016
La tensión desatada entre Arabia Saudí e Irán
a causa de la ejecución del clérigo chií Nimr Baqr Al Nimr agudiza
una división entre los países musulmanes identificados con las dos principales facciones
religiosas del islam. Una ruptura que influirá en los conflictos abiertos
en la región del Medio Oriente y en el juego geoestratégico
internacional.
Lo explica, en esta entrevista para El
Ciudadano, el analista internacional y experto en Medio Oriente, Renato
Vélez.
El quiebre diplomático se produjo entre dos países
que se identifican con dos grandes facciones del islam. ¿Hasta qué punto esta
decapitación y la ruptura entre Riad y Teherán se pueden entender como un
conflicto religioso?
No se trata de un conflicto religioso. En mayor
medida, es un conflicto político y tiene sus orígenes no entre el conflicto
entre suníes y chiíes, que es una cuestión mucho más antigua, sino que es un
tema mucho más concreto. Hasta 1979 había tres países no árabes que mantenían
una relación privilegiada con Estados Unidos: Israel, Turquía y el Irán de la
dictadura del sha. En 1979, con la revolución iraní, se produjo el alza del
precio del crudo que desencadenó la segunda crisis del petróleo. En ese minuto,
el país persa se posicionó como una potencia contra-hegemónica en la región. Ahí
se produjo un cambio: Irán pasó de mantener un alineamiento con Estados Unidos
a oponérsele, y se erigió como una potencia regional que le disputa espacios a
otras potencias.
A raíz de la crisis del petróleo, los países
productores de crudo cobraron más protagonismo y fue en ese contexto que Arabia
Saudí emergió como el otro polo importante en la región. Es un país que ya
desde que se creó, en los años 30, había tenido una relación privilegiada con
Estados Unidos porque toda su infraestructura petrolera fue construida por los
norteamericanos y la empresa Arabian American Oil Company (Aramco), propiedad
de Standard Oil Company.
A nivel interno, por un lado, Arabia Saudí se
identifica con el islam wahabita, que es la rama más ultraconservadora del
islam sunita; por otro lado, está Irán con la chiíta. Cada uno trata de ejercer
su influencia en la región usando el elemento religioso. Sin embargo, no es una
pugna religiosa, sino claramente política y de influencias estratégicas.
¿Qué puede suponer para los conflictos que están
abiertos o latentes en la región del Medio Oriente esta ruptura entre los dos
países?
Eso es una manifestación diplomática de un quiebre
que ya existe a nivel político. En Siria, Irán junto con Hezbollah y Rusia,
apoyan al gobierno de Bashar Al Assad, por un lado; y por el otro, Arabia Saudí
junto con Catar y Turquía apoyan a los rebeldes sirios. Además, Riad apoya al
Frente Islámico, una coalición de grupos wahabitas o cercanos al islam wahabita
que la prensa occidental presenta como rebeldes moderados. Por ejemplo, hay uno
de estos grupos el denominado Ejército Islámico, cuyo líder fue asesinado hace
poco por las fuerzas aéreas rusas y que antes de eso había hecho un llamado a
eliminar a los alauitas y a los cristianos.
Además, no se puede obviar que Arabia Saudí, junto
con Catar, también dan apoyo, aunque más soterrado, a Estado Islámico a través
de individuos poderosos de ambos países que entregan importantes sumas de
dinero o armas al EI.
En Yemen también hay disputa entre Riad y sus
aliados y las facciones de los hutíes, un movimiento del islam chií que
sostiene prácticas diferentes respecto los chiíes iraníes. Aquí el conflicto
pasa por el miedo de Arabia Saudita a perder el control del Yemen.
¿Y en Irak y Líbano?
En el caso de Iraq el interés de Arabia Saudí es de
patrocinar a las milicias y tribus suníes. Por su parte, Irán patrocina y apoya
al gobierno iraquí para que se aleje de Estados Unidos y Riad. Sobre el
terreno, apoya a las milicias de la Unidad de Movilización Popular, compuestas
por organizaciones básicamente chiitas pero aunque también incluye milicias
cristianas y algunas sunitas.
En el Líbano ya llevan más de un año sin presidente
y necesitan una figura de consenso porque el país está dividido en dos: el
bloque liderado por Hezbollah y el grupo cristiano Movimiento Patriótico Libre,
que son pro-Irán y pro-Siria; y por otro lado, hay el grupo pro-saudita,
liderado por el clan Hariri, que proviene del exministro Rafiq Hariri,
asesinado en 2004, y que hoy continúa con su hijo Saad Hariri.
Bahrein, Sudan y Kuwait siguieron los pasos de
Arabia Saudí y también rompieron sus relaciones con Irán. ¿Podrían sumarse más
países a ese quiebre? ¿Qué implica a nivel regional ese quiebre?
Sí, se sumó también Yibuti y los Emiratos, que
trataron de limitar al mínimo el personal diplomático de Irán en su país. Sin
embargo, esto no va a implicar una tensión más profunda de la que ya existe hoy
día.
Hace un par de semanas hubo una conferencia en
Arabia Saudí donde se anunció la formación de una coalición de unos 40 países
para supuestamente combatir el terrorismo de Estado Islámico. Sin embargo,
muchos de estos países que forman parte de la coalición no tienen mucho peso en
el ámbito internacional y regional. Por ejemplo, Yibuti es un país muy chico o
Somalia, un estado fallido. Da la impresión de que existe un consenso entre
estos países –y eso es lo que pretende Arabia Saudita–, pero en realidad no es
tal.
Durante el 2015, en el reino de los Saúd se
ejecutaron a 158 personas. La ejecución de los 47 del pasado fin de semana se
argumentó con una acusación de terrorismo. El corresponsal en Oriente Medio
para The Independent, Robert Fisk, comparó las ejecuciones que practica
Arabia Saudí con las practicas de EI. ¿Cuál es su mirada sobre eso?
Hay una afinidad ideológica entre Estado Islámico y
Arabia Saudí, más allá del financiamiento que el EI recibe de Riad. Un artículo publicado por David D. Kirkpatrick en el New York
Times en 2014 explica que el tipo de islam que el Estado Islámico
difunde en sus territorios es justamente el wahabí o es muy cercano a la
interpretación wahabita. Además de otras similitudes como que ambos ocupan
textos elaborados en Arabia Saudita, tienen una policía religiosa, y practican
las decapitaciones y la torturas, entre otras cosas.
Estados Unidos no rechazó la decapitación y se
limitó a señalar que “siempre debe garantizarse y permitirse la expresión
pacífica de opiniones divergentes”. Tampoco desde Europa se mojaron demasiado.
En cambio sí que desde Occidente muestran gran interés y preocupación para
combatir las prácticas de Estado Islámico.
La política exterior de Estados Unidos y de Europa
siempre ha sido muy hipócrita. Ni siquiera hay que mirar tan lejos para
constatar eso. Acá, en América Latina, en la época de Nixon, se suponía que
estaban promoviendo la democracia y sin embargo defendían dictaduras como la de
Pinochet o la de Videla. En el caso que nos ocupa, lo que importa a Washington
y a Europa es que Arabia Saudí se mantenga defendiendo los intereses
occidentales en la zona.
Hay que tener claro que en política internacional
lo que vale son los intereses. Esos son los que se defienden. La democracia y
los derechos humanos nunca nunca han estado entre los intereses principales de
Estados Unidos y de las grandes potencias de Europa como Reino Unido, Francia.
Fisk también alerta de la posibilidad que este
quiebre ponga en riesgo el acuerdo nuclear entre Irán y el grupo 5+1 (EE.UU.,
Reino Unido, Francia, Alemania, Rusia y China) si estos países siguen avalando
las acciones perpetradas por los saudíes. ¿Considera que, efectivamente, eso
podría conllevar un riesgo para el acuerdo nuclear?
Sí, podría haber algún efecto negativo: que se
enturbie o se demore. Pero, al final creo que va a salir adelante porque va a
favor del interés de todos los que han participado en las negociaciones. La
administración Obama ha puesto muchas fichas en que se consiga este acuerdo
nuclear con Irán y no lo van a tirar por la borda por las presiones de Arabia
Saudí. Habrá que verlo con el tiempo.
Sin embargo, a quien más le preocupaba el asunto
nuclear era a Israel, porque iba a dejar de ser la única potencia nuclear en la
zona. Ese es el fondo del asunto nuclear con Irán: reservar para Israel el
privilegio de del uso de la energía nuclear en la zona.
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