Uraz Aydin
Miércoles 20 de enero de 2016
Hubiera podido esperarse que el atentado suicida de
un militante del Estado Islámico que ha causado la muerte de 10 personas en
pleno centro del barrio turístico de Sultan Ahmet en Estambul fuera el
acontecimiento de la semana en Turquía…
Pero esta horrible masacre (la cuarta en 6 meses
tras las de Diyarbakir, Suruç y Ankara), una consecuencia de la desastrosa
política exterior del AKP, no mereció permanecer en las portadas más de dos
días, puesto que el presidente Erdogan y su partido-Estado han decidido
declarar la guerra… -en paralelo con la guerra contra el pueblo kurdo- a los
universitarios firmantes de una petición que pedía la vuelta a las condiciones
del alto el fuego y el reinicio de las negociaciones con el movimiento kurdo.
Con el título de “No seremos cómplices de este
crimen” la petición organizada a iniciativa de los “Académicos por la paz”
ha recogido 1128 firmas de enseñantes-investigadores y ha sido hecha pública
mediante una conferencia de prensa el 11 de enero de 2016.
Denunciando las políticas criminales del Estado
turco, los firmantes exigen que “se detengan las masacres y el exilio forzoso
que golpean a los kurdos y los pueblos de esas regiones, el levantamiento de
los toques de queda, que sean identificados y sancionados los culpables de
violaciones de derechos humanos, y la reparación de las pérdidas materiales y
morales sufridas por los ciudadanos en las regiones sometidas a toque de queda.
Con este fin, exigimos que observadores independientes, internacionales y
nacionales, puedan acudir a esas regiones en misiones de observación e
investigación...”
La caza de los firmantes
Apoyado por los medios orgánicos del gobierno, el
discurso cargado de odio de Erdogan y de su primer ministro Davutoglu que no
dudaron en acusar a esta “ horda de pseudointelectuales” de traición, de
“complicidad con los terroristas”, ha provocado una verdadera caza de
brujas. El mismo día, el Consejo de la Enseñanza Superior, y luego los
rectorados, han afirmado uno tras otro que la petición era inaceptable y que se
tomarían las medidas necesarias respecto a los firmantes…
Y el jefe de la mafia de extrema derecha y gran
apoyo de Erdogan, Sedat Peker, ha declarado una vez más -como ocurrió justo
antes de la masacre de Suruç- que “la sangre iba a correr a mares” y que
“iban a ducharse con la sangre de esos terroristas”.
En varias universidades, las puertas de las
oficinas de los enseñantes firmantes han sido marcadas con cruces. En
universidades de Anatolia, algunos universitarios han tenido que abandonar la
ciudad ante las amenazas, siguiendo las recomendaciones del rectorado que
confesaba no poder asegurar su seguridad. Mi nombre -soy firmante- y los de mis
colegas que también han firmado han sido inscritos y presentados como “ enseñantes
traidores ligados a los terroristas” en panfletos de las organizaciones de
juventud del AKP y de la extrema derecha, distribuidos tras la oración del
viernes. Ha habido ya despidos en universidades privadas. En Kocaeli, cerca de
Estambul, 21 enseñantes han sido detenidos en su domicilio en el marco de una
investigación abierta por “propaganda terrorista” y “poner en
cuestión e insultar al Estado turco”. Por la noche han quedado en libertad.
Preservar los últimos granos de democracia
En reacción, asistimos a una solidaridad formidable
por parte de los estudiantes, de enseñantes no firmantes de la petición, con
diversas iniciativas profesionales en defensa de la libertad de expresión. Así,
peticiones y acciones de periodistas, de abogados, cineastas, editoriales,
escritores, sindicatos, han sido organizadas para protestar contra el
linchamiento deliberado por orden del gobierno, o directamente en apoyo a las
reivindicaciones de los universitarios. Recibimos también una considerable
solidaridad a nivel internacional.
Es una nueva etapa en la construcción del régimen
dictatorial que Erdogan intenta instaurar, queriendo en primer lugar restringir
dramáticamente el campo de lo que es legítimo expresar, particularmente sobre
la cuestión kurda. Por otra parte, criminalizando a la intelligentsia
universitaria demócrata, Erdogan intenta aniquilar la hegemonía cultural de la
izquierda en la universidad, uno de los pocos terrenos que no controla
totalmente. Lo que le permite además, atizando el odio nacionalista hacia los
kurdos, la izquierda y los intelectuales, conquistar sectores más importantes
de la base de la extrema derecha.
Es evidente que la correlación de fuerzas no está a
nuestro favor, pero asumimos con honor el desafío de preservar los últimos
granos de democracia que subsisten, y aportar nuestra solidaridad al pueblo
kurdo en su voluntad de vivir dignamente.
Uraz Aydin. Profesor en la Universidad de Marmara,
en Estambul. Colaborador habitual de la revista de la sección de la Cuarta
Internacional en Turquía.
20/01/2016
Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO
SUR
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