12-01-2016
La historia de los BRICS es extraña. Comienza
cuando Jim O’Neill, en ese momento coordinador de la gestión de activos en
Goldman Sachs, la gigante casa de inversiones, escribió un artículo ampliamente
comentado acerca de lo que hemos venido a llamar economías emergentes. O’Neill
destacó a cuatro países –Brasil, Rusia, India y China–, todos los cuales son lo
suficientemente grandes en tamaño y territorio como para tener un peso notorio
en el mercado mundial. Los llamó los BRICs.
O’Neill argumentó que sus activos crecían a un
ritmo tal, que llegarían a controlar colectivamente el valor de los activos
mantenidos por los países del G-7, durante mucho tiempo considerados los países
más ricos del sistema-mundo. O’Neill no dijo con exactitud cuándo habría de
ocurrir esto –a más tardar hacia 2050. Pero ubicó el surgimiento de los BRICs
como más o menos inevitable. Dada la posición de Goldman Sachs, en esencia le estaba
diciendo a los clientes de dicha firma que ubicaran partes significativas de
sus inversiones en estos cuatro países mientras sus activos siguieran
vendiéndose baratos.
Los argumentos prendieron, aun al interior de los
cuatro países en cuestión. Los cuatro países de los BRICs decidieron asumir el
nombre y crearon estructuras para celebrar reuniones anuales a partir de 2009,
con el fin de transformar su fuerza económica emergente en una fuerza
geopolítica. El tono de sus sucesivas declaraciones colectivas fue hacer valer
el sitio del Sur contra el Norte, en especial Estados Unidos, en el
sistema-mundo. Hablaban de reemplazar el dólar como divisa de reserva, con una
nueva divisa basada en el Sur. Hablaron de crear un banco de desarrollo con
sede en el Sur para que asumiera muchas de las funciones que eran de la
competencia del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Hablaron de
redirigir los flujos de comercio mundial, enfatizando los intercambios Sur-Sur.
Hablaban de todas estas cuestiones, pero de algún
modo nunca lograron instrumentar estas propuestas. En cambio, desde 2010 se
concentraron en gozar de los frutos del alto nivel de los precios de las
mercancías de exportación, lo que permitió a los cuatro países aumentar
significativamente los niveles de ingreso de los estratos medios y altos, y aun
incrementar algunos beneficios para los estratos inferiores.
Los tiempos parecían buenos, y no sólo para los
BRICs. En 2009, Sudáfrica se las arregló para convencer a los cuatro miembros
de los BRICs que lo admitieran como quinto miembro del grupo. El nombre cambió
entonces de BRICs a BRICS, con la S final referida a Sudáfrica. Sudáfrica en
realidad no cumplía con los criterios económicos que O’Neill especificara, pero
en términos de geopolítica permitió al grupo decir que tenían un miembro
africano.
Entretanto, otros países comenzaron a mostrar
características económicas semejantes a aquellas de los BRICS. Los periodistas
comenzaron a hablar de MINT –México, Indonesia, Nigeria y Turquía. Aunque este
grupo también incluía economías emergentes, nunca se convirtieron una
estructura formal. Otro miembro era un miembro obvio: Corea del Sur. Sin
embargo, Corea del Sur ya había sido admitido en el club de los acaudalados –La
Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE)– y como tal no vio la
necesidad de impulsar más su estatus geopolítico.
Luego, de pronto, la fuerza económica de los BRICS
dio un giro hacia empeorar en la década de 2010. No era que los países del G-7
estuvieran acelerando su crecimiento de nuevo, sino que los BRICS mostraban
cifras disminuidas en sus activos. El rápido ascenso de los BRICS pareció
desvanecerse.
¿Qué había ocurrido? Una mirada a la economía-mundo
de la primera década del siglo XXI muestra que el auge económico mundial estaba
impulsado en gran medida por la industrialización y la construcción sin
restricciones. Esto creó una enorme demanda de insumos de todo tipo, que China
obtuvo de los países de los BRICS y de otras partes. El auge de China se
construyó sobre algunas irresponsables y endebles políticas de préstamos de un
gran número de bancos regionales que comenzaron a existir, auxiliados y
permitidos por una considerable corrupción. Cuando el gobierno chino buscó
reparar el daño, su tasa de crecimiento se desplomó pese a que siguió
relativamente alta.
Además, el intento de China por afirmar su poderío
geopolítico sobre sus vecinos en Asia oriental y sudoriental ha conducido a
tensiones acumuladas. Aunque se dice que esto es parte de la rivalidad entre
China y Estados Unidos, tanto China como Estados Unidos han sido cuidadosos en
no dejar que la rivalidad vaya tan lejos que amenace las posibilidades de más
largo plazo para una sociedad.
Los ajustes de China se sintieron en otros lados de
inmediato, y en especial en los otros países de los BRICS, lo que resultó
endeble económicamente y por tanto en una vulnerabilidad política. La dramática
caída de los precios mundiales del crudo cobró su cuota. Uno tras otro, los
países de los BRICS se hallaron en problemas, cada uno de modo diferente.
Las políticas económicas de Brasil, que habían
combinado políticas macroeconómicas neoliberales con importantes transferencias
al tercio más pobre de la población –el famoso Fome Zero o Hambre Cero–,
ya no funcionaron. Las fluidas y siempre cambiantes alianzas políticas en la
legislatura brasileña se volvieron un escenario turbulento, que amenazó la
estabilidad política. En este momento los dos bandos principales están buscando
someter a juicio al líder del otro bando. Y la imagen de la persona que
construyera las exitosas políticas previas de Brasil –Lula, el anterior
presidente Luiz Inácio Lula da Silva– se manchó de mal modo.
Las políticas rusas de pesada inversión en lo
militar combinadas con una redistribución económica auxiliada por el Estado
quedaron fuertemente amenazadas por la caída en el precio del gas y del crudo.
Su asertividad geopolítica en Ucrania y Medio Oriente condujo a varios tipos de
boicots que lastimaron su ingreso económico nacional marcadamente.
El intento de India por ponerse al corriente, no
sólo con Occidente sino con China, resultó en un daño ecológico masivo y en una
disminución de las inversiones de su diáspora en América del Norte y Europa
occidental. El actual gobierno, encabezado por el primer ministro Narendra Modi,
está encontrando que es difícil cumplir las promesas que condujeron a su
avasalladora victoria reciente.
En Sudáfrica, la abrumadora mayoría del Congreso
Nacional Africano (CNA) amaina finalmente, conforme una creciente proporción
del electorado es demasiado joven para recordar la lucha contra el apartheid.
En cambio, la política se torna cada vez más una política basada en lo étnico.
Y el CNA es amenazado por una corriente emergente anti-blanca entre los
votantes más jóvenes, tan ajenos a las políticas anti-raciales del CNA. Además,
los vecinos de Sudáfrica se inquietan cada vez más por la mano dura de
Sudáfrica en su política interna.
¡Ay, cómo caen los poderosos! Cualquiera duda de lo
que permanece de las aspiraciones geopolíticas de los BRICS.
Traducción: Ramón Vera Herrera
No hay comentarios:
Publicar un comentario