Por: Marcelo Colussi | Viernes, 08/04/2016
"Robar un banco es delito; pero más delito aún es
fundarlo."
Bertolt Brecht
Dado que empezamos
con una cita de Bertolt Brecht, aprovechemos a recordar una famosa obra suya:
"Preguntas
de un obrero que lee", para hacer lo mismo en el tema que ahora nos
convoca: los "Papeles de Panamá". En esa poesía, un lector anónimo se
pregunta con toda la "ingenuidad" del caso sobre asuntos de
importancia capital. Repitamos la operación: "inocentemente", como
neófitos del mundo financiero, preguntémonos qué está pasando con todo esto. ¿Por
qué ahora la corrupción pasa a ser el monstruo más terrible que nos ataca? ¿Es
cierto eso, o ahí hay "gato encerrado"? ¿Por qué los "Panama’s
Papers" son tan tremendamente importantes?
Por lo pronto,
veamos quién dice que son tan, pero tan importantes: es la gran corporación
mediática global, la encargada de deformar nuestra percepción de la realidad,
aquella que hace parte de lo que los estrategas del Pentágono llaman
"guerra de cuarta generación" (guerra mediático-psicológica). Esa
poderosa industria de la (des)información presenta ahora esta nueva plaga
bíblica que es la corrupción.
Es curioso: el
capitalismo actual, en su versión neoliberal global, es estructuralmente
mafioso, corrupto, parásito. El capital dominante es el financiero (¡qué
acertado es el epígrafe de Brecht!). Es decir: el capital parásito, que se
mueve desde hace décadas a través de oscuras transacciones bancarias, en muchos
casos a través de esa infamia que es la banca llamada off-shore, es quien
domina el sistema mundial. Los organismos del Consenso de Washington (Banco
Mundial y Fondo Monetario Internacional), representantes de la gran banca
capitalista de las grandes potencias, marca el rumbo de la Humanidad. Esos parasitarios
capitales han superado con creces al capital productivo (industrial
manufacturero, agrario, de la industria de servicios). Los bancos son los
dueños de las finanzas globales; por tanto, son los que realmente deciden la
marcha de los acontecimientos.
Junto a esos
mafiosos megacapitales, dos de los grandes negocios que dinamizan la economía
capitalista son la fabricación y venta de armas (primer negocio a escala
planetaria), y la narcoactividad. Los flujos de capital que estas ramas
económicas inyectan a las finanzas internacionales son monumentales. En otros
términos, las industrias de la muerte (armas para matar: la destrucción de
países y su posterior reconstrucción, la fabricación de guerras en cualquier
rincón del Tercer Mundo, o psicotrópicos para envenenar y cegar vidas), son los
principales negocios, junto al petróleo (¿otra industria con un buen potencial
de muerte?), negocios que se mueven con lógicas corruptas, oscuras,
gangsteriles.
¿Quién controla el
flujo de armas? (desde una pistola personal hasta un portaviones con energía
nuclear). ¿Por qué los narcotraficantes, los "malos de la película",
nunca son estadounidenses? Si Estados Unidos es el principal consumidor mundial
de sustancias psicoactivas, ¿por qué nunca aparecen redes mafiosas de narcotráfico
en su territorio? Estudios
consistentes dicen que la DEA es el principal cartel de narcotráfico del mundo.
Y el narcolavado es una de las actividades financieras más "exitosas"
en la actualidad.
Todo eso, ¿no es
altamente corrupto? Por otro lado, la llamada desregulación laboral (léase:
traslado de plantas industriales desde el Norte próspero hacia el Sur pobre),
maniobra artera que busca mano de obra más barata y exclusión de controles
fiscales y medioambientales: ¿no es un prácticamente infinitamente corrupta?
En síntesis: el
capitalismo actual se basa cada vez más en prácticas corruptas, mafiosas,
infames. ¿Por qué ahora surge esta cruzada mundial contra la corrupción?
La corrupción es
una conducta socialmente deleznable. ¿Quién en su sano juicio podría
justificarla, mucho menos aplaudirla? Tal como la caracterizó hace algunos años
un sínodo de obispos (Ecuador, 1988, caracterización que sigue siendo
absolutamente válida al día de hoy), la corrupción es "un mal que corroe
las sociedades y las culturas, se vincula con otras formas de injusticia e
inmoralidades, provoca crímenes y asesinatos, violencia, muerte y toda clase de
impunidad; genera marginalidad, exclusión y miedo (…) mientras utiliza
ilegítimamente el poder en su provecho. Afecta a la administración de justicia,
a los procesos electorales, al pago de impuestos, a las relaciones económicas y
comerciales nacionales e internacionales, a la comunicación social. (…) Refleja
el deterioro de los valores y virtudes morales, especialmente de la honradez y
la justicia. Atenta contra la sociedad, el orden moral, la estabilidad
democrática y el desarrollo de los pueblos". Sin la más mínima sombra de
duda, la corrupción es una práctica abominable, como tantas otras que
realizamos a diario los seres humanos. Pero, ¿no será una coartada –una más
entre tantas– que intenta alejarnos de las verdaderas causas de las injusticias
y la exclusión social? La corrupción es consecuencia, ¡no causa! Nunca debemos
perder de vista esto.
Como al lector en
la poesía de Brecht, me quedan muchas preguntas sin respuestas en esta affaire
de los Papeles de Panamá. ¿No hay agenda oculta aquí? El año pasado, en abril
de 2015 –hace exactamente un año– se comenzó a desarrollar una furiosa campaña
anticorrupción en Guatemala, promovida por la "ciudadanía
democrática" (así, en abstracto). Ello sirvió para quitar del poder al
entonces binomio presidencial de Otto Pérez Molina y Roxana Baldetti. Todo
indicaría que eso fue un banco de pruebas, un laboratorio para lo que vendría
luego: al poco tiempo la lucha contra la corrupción emergió como una gran
cruzada del "espíritu democrático". Al poco tiempo, esa lucha frontal
contra el cáncer de la corrupción, elevado a la categoría de nuevo pandemonio
universal, dio resultado a una lógica imperial proveniente de Washington:
gobierno díscolos a los dictados de la potencia del Norte comenzaron a verse
atacados bajo las denuncias de hechos corruptos. Así fueron sacados del poder
Cristina Fernández, en Argentina, se bloqueó la posibilidad de reelección de
Evo Morales en Bolivia, se prepararon las condiciones para un derrocamiento de
Dilma Roussef en Brasil. Curiosamente, todas administraciones molestas para la
geopolítica estadounidense. Y valga agregar que pese a la
"democrática" y "políticamente correcta" lucha contra la
corrupción en Guatemala, las cosas no cambiaron en sustancia, porque en el país
centroamericano al menos un 11% de su producto interno bruto sigue dado por la
narcoactividad y el crimen organizado.
Sugestivamente
también, si seguimos en las preguntas al modo del obrero lector de Brecht, se
denuncian meses atrás casos de corrupción en la FIFA (¿intento de bloquear el
próximo mundial de fútbol en Rusia?) ¿Por qué ahora esta práctica que sigue
dominando las finanzas mundiales preocupa tanto? Pero, ¿a quiénes preocupa?
Evidentemente este
"espíritu democrático" anticorrupción cala en la moral común. Atacar
a otro por "degenerado corrupto" reconforta. ¿Por qué no se ataca con
similar virulencia el hambre y la explotación, el racismo o el patriarcado? ¿No
son todos estos elementos igualmente lacras que deberían desecharse? Acusar de
corrupto a otro satisface a una ramplona y morbosa moralina clasemediera. El
poder saber implementarla a su favor (véanse los casos de recientes derrotas
electorales en los países con gobiernos de centro-izquierda a partir del
bombardeo mediático contra la corrupción).
El combate
monumental contra las prácticas corruptas que parece haberse desatado huele
raro. Huele mal, diríamos. En definitiva, puede servir como mecanismo de
control político-social. ¿Por qué es corrupto el presidente de Venezuela y no
así el de Colombia o el de México? (países estos últimos donde, es sabido, la
corrupción campea libremente). ¿Gato encerrado? Tanto revuelo en la corporación
mediática global suena llamativa. ¿Acaso terminó la corrupción en Guatemala
luego del encarcelamiento de presidente y vicepresidenta, o puede verse ahora,
a la distancia, que allí hubo un fabuloso montaje mediático?
Ahora aparecen los
sugestivos Papeles de Panamá. Uno de los principales acusados, si no el
principal, llamativamente es el presidente ruso Vladimir Putin. Se hace cargo
de la investigación el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación,
instancia que tiene su base en Washington (¿curiosa casualidad?) Y en un
santiamén la noticia de ese estudio panameño: Mossack Fonseca, sospechoso de
opacidad, se difunde por todo el mundo (¿otra curiosa casualidad?)
"El escándalo
de los llamados 'papeles de Panamá' es un intento de redirigir los grandes
flujos financieros de las zonas 'off shores' o paraísos fiscales hacia Estados
Unidos", declaró recientemente el experto financiero alemán Ernst Wolff en
entrevista concedida al medio germano Sputnik. Según apreciaciones del referido
analista, es significativo que ninguna empresa estadounidense aparezca en la
lista de corruptos. "Lo que está sucediendo ahora es que Estados Unidos
está tratando de 'secar' ciertos paraísos fiscales para presentarse a sí mismo
como el nuevo y mayor paraíso fiscal del mundo", afirma Wolff. "En
estos 'off shores' hay distribuidos alrededor de 30-40 billones de dólares. Y
Estados Unidos, claramente, está interesado en redirigir estos fondos a su
país", indica el estudioso.
Por lo pronto no
puede desconocerse que los estados de Nevada, Dakota del Sur, Wyoming y
Delaware, en territorio estadounidense, funcionan como paraísos fiscales,
rigiendo ahí un secreto bancario ilimitado, similar al de Suiza, o al de los
enclaves off shore. La jugada podría consistir en intentar desacreditar a los
actuales puntos financieros incontrolados (como Panamá, y tantos otros países
que viven en buena medida de esas prácticas corruptas) para redirigir esos
cuantiosos fondos a la economía de la potencia americana.
Maniobra
financiera o maniobra política para control de "indeseables
peligrosos", la actual cruzada anticorrupción no parece destinada a terminar
realmente con ese tumor canceroso. En realidad, el capitalismo es en esencia un
robo legitimado; la corrupción es simplemente un efecto secundario de su
estructura. El problema no está en la corrupción sino en el sistema que la
produce.
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