martes, 14 de junio de 2016

REVOLUCIÓN SOCIAL EN EL SIGLO XXI: “NO ES UN GOLPE DE MANO QUE EXTERMINE A FAMILIAS BURGUESAS…”




Álvaro García Linera

La definición de clase en el Manifiesto es procesal, no estática, no juridicista, ni tecnicista. El capital es una relación social, no un grupo de personas con ciertas cualidades particulares. La importancia de esta manera categorial de la expresión de las relaciones sociales modernas radica en que permite superar las concepciones burocrático-juridicistas que han marcado la experiencia política de los últimos setenta años. Para estas concepciones, mientras la burguesía y su poder son un problema de propiedad poseída por tales o cuales personas, la derrota de la burguesía pasa por la expropiación estatal de esa propiedad y el exterminio físico o exilio de los propietarios, es decir, por medidas administrativas. La experiencia de la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (urss) muestra que la propiedad estatal de los medios de producción, defendida por burócratas estatales y minúsculas sectas de aspirantes a funcionarios públicos, simplemente instaura al Estado como “capitalista colectivo”[1], y a los miembros del partido como a nuevos sujetos portadores de la función social burguesa, con lo que la relación social del capital se reproduce, aunque de manera modificada.

Superar al capital, desde el punto de vista de la definición de Marx, significa superar las relaciones sociales de fuerza, los comportamientos, las disposiciones y los posicionamientos en el control, el uso y la modificación de las condiciones de producción de necesidades materiales (economía), de soberanía (política) y de bienes simbólicos (cultura). Y esto, por supuesto, no es un atributo de pastor alguno[2] o de ningún burócrata estatal agazapado detrás de alguna autotitulada “vanguardia”; es un movimiento social de revolucionarización de las relaciones sociales, en el que los sujetos de tales transformaciones no pueden ser otros que los sujetos que las padecen: el trabajo en todas sus formas corporeizadas que, en la sociedad moderna mayoritariamente (aunque no únicamente), es el proletariado. El capital como relación social, y la burguesía como posición social, tan explícitamente definidos en el Manifiesto, fundamentan la posibilidad de la superación del capitalismo en el propio automovimiento de emancipación de la clase trabajadora moderna, el proletariado, en tanto son precisamente sus actitudes, sus esfuerzos, sus disposiciones, sus tolerancias, sus fuerzas las que sostienen y crean, como producto enajenado de sí, al capital y a los personificadores de esa relación social, a los burgueses.

La revolución social no es, pues, un golpe de mano que extermine a las familias burguesas, ni mucho menos una medida administrativa en la que un jefecillo dicta un decreto de “socialización”; es un movimiento práctico, histórico, de larga duración, en el que el trabajo va quebrando y erosionando, incluso mucho antes del derrocamiento político de la burguesía, las relaciones de fuerza en la economía, la política, la cultura y la técnica que sostienen al capital. Aún más, se trata de un proceso económico político-cultural, en el que el trabajo va creando las nuevas disposiciones, las nuevas actitudes y capacidades para modificar a su favor el control, la gestión de las condiciones materiales de producción de la economía, la política y la cultura.

Este proceso revolucionario es un proceso histórico de décadas, que se inicia mucho antes de la disputa abierta y nacional del monopolio de la violencia física y simbólica del Estado[3]; disputa descarnada que, cuando se da, para no devenir otra fuerza productiva del capitalismo, ha de verificarse como acumulación concentrada y explosiva de múltiples experiencias previas de autonomía, de autogestión social, que preparan al proletariado para tomar en sus manos colectivas la responsabilidad del destino social.[4] Revolución que, de vencer, deberá seguir desplegándose después en otros medios más favorables y centralizados (el socialismo).

La posibilidad social de este proceso, su devenir, es el proceso de construcción de la clase proletaria.


Fuente:

La Potencia Plebeya
Álvaro García Linera
Siglo del Hombre Editores
CLACSO
Segunda Edición 2009
Pág. 131 - 133

Fragmento de El Manifiesto Comunista y Nuestro Tiempo, ensayo publicado en La Potencia Plebeya, que recopila entre otros un texto de Álvaro García Linera, publicado originalmente bajo el título de “¿Es el Manifiesto comunista un arcaísmo político,  un recuerdo literario? Cuatro tesis sobre su actualidad histórica”, en Raquel Gutiérrez, Raúl Prada, Álvaro García Linera, Luis Tapia, El fantasma  insomne. Pensando el presente desde el Manifiesto comunista, La Paz, Muela del Diablo, 1999.



[1]  “Pero las fuerzas productivas no pierden su condición de capital al convertirse en propiedad de las sociedades anónimas y de los trusts o en propiedad del Estado. Por lo que a las sociedades anónimas y a los trusts se refiere, es palpablemente claro. Por su parte el Estado moderno no es tampoco más que una organización creada por la sociedad burguesa para defender las condiciones exteriores generales del modo capitalista de producción contra los atentados, tanto de los obreros como de los capitalistas individuales. El Estado moderno, cualquiera sea su forma, es una máquina esencialmente capitalista, es el Estado de los capitalistas, el capitalista colectivo ideal. Y cuantas más fuerzas productivas asuma en propiedad, tanto más se convertirá en capitalista colectivo y tanto mayor cantidad de ciudadanos explotará. Los obreros siguen siendo obreros asalariados, proletarios. La relación capitalista, lejos de abolirse con estas medidas, se agudiza, llega al extremo, a la cúspide”. Friedrich Engels, “Del socialismo utópico al socialismo científico”, en Obras escogidas, op. cit.
[2] Michel Foucault, La vida de los hombres infames, Buenos Aires, Caronte, 1996.
[3] Pierre Bourdieu, Razones prácticas, Barcelona, Anagrama, 1997.
[4] Karl Marx y Friedrich Engels, “El manifiesto del partido comunista”, op. cit. En este mismo sentido, Marx declaró: “En lugar de la concepción materialista  del Manifiesto se promueve la idealista. En lugar de las relaciones reales, que es lo esencial en la revolución, se pone la voluntad. Mientras que nosotros les decimos a los obreros: tal vez os tocará pasar aún por 15, 20, 50 años de guerra civil para cambiar las condiciones actuales y capacitaros vosotros mismos para la dominación, ellos les dicen: tenemos que conquistar ahora mismo el poder o podemos irnos a dormir”. Karl Marx, “Intervención ante el Comité”, 15 de septiembre de 1850.

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