Álvaro García Linera
La definición de
clase en el Manifiesto es procesal, no estática, no juridicista, ni
tecnicista. El capital es una relación social, no un grupo de personas con
ciertas cualidades particulares. La importancia de esta manera categorial de
la expresión de las relaciones sociales modernas radica en que permite superar
las concepciones burocrático-juridicistas que han marcado la experiencia
política de los últimos setenta años. Para estas concepciones, mientras la
burguesía y su poder son un problema de propiedad poseída por tales o cuales
personas, la derrota de la burguesía pasa por la expropiación estatal de esa
propiedad y el exterminio físico o exilio de los propietarios, es decir, por
medidas administrativas. La experiencia de la ex Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas (urss) muestra que la propiedad estatal de los medios de
producción, defendida por burócratas estatales y minúsculas sectas de aspirantes
a funcionarios públicos, simplemente instaura al Estado como “capitalista colectivo”[1], y a los miembros del
partido como a nuevos sujetos portadores de la función social burguesa, con lo
que la relación social del capital se reproduce, aunque de manera modificada.
Superar al capital,
desde el punto de vista de la definición de Marx, significa superar las
relaciones sociales de fuerza, los comportamientos, las disposiciones y los
posicionamientos en el control, el uso y la modificación de las condiciones de
producción de necesidades materiales (economía), de soberanía (política) y de bienes
simbólicos (cultura). Y esto, por supuesto, no es un atributo de pastor alguno[2] o de ningún burócrata
estatal agazapado detrás de alguna autotitulada “vanguardia”; es un movimiento social
de revolucionarización de las relaciones sociales, en el que los sujetos de
tales transformaciones no pueden ser otros que los sujetos que las padecen: el
trabajo en todas sus formas corporeizadas que, en la sociedad moderna
mayoritariamente (aunque no únicamente), es el proletariado. El capital como
relación social, y la burguesía como posición social, tan explícitamente
definidos en el Manifiesto, fundamentan la posibilidad de la superación del
capitalismo en el propio automovimiento de emancipación de la clase trabajadora
moderna, el proletariado, en tanto son precisamente sus actitudes, sus
esfuerzos, sus disposiciones, sus tolerancias, sus fuerzas las que sostienen y
crean, como producto enajenado de sí, al capital y a los
personificadores de esa relación social, a los burgueses.
La revolución social
no es, pues, un golpe de mano que extermine a las familias burguesas, ni mucho
menos una medida administrativa en la que un jefecillo dicta un decreto de “socialización”;
es un movimiento práctico, histórico, de larga duración, en el que el trabajo
va quebrando y erosionando, incluso mucho antes del derrocamiento político de
la burguesía, las relaciones de fuerza en la economía, la política, la cultura
y la técnica que sostienen al capital. Aún más, se trata de un proceso
económico político-cultural, en el que el trabajo va creando las nuevas
disposiciones, las nuevas actitudes y capacidades para modificar a su favor el
control, la gestión de las condiciones materiales de producción de la economía,
la política y la cultura.
Este proceso
revolucionario es un proceso histórico de décadas, que se inicia mucho antes de
la disputa abierta y nacional del monopolio de la violencia física y simbólica
del Estado[3]; disputa descarnada que,
cuando se da, para no devenir otra fuerza productiva del capitalismo, ha de
verificarse como acumulación concentrada y explosiva de múltiples experiencias
previas de autonomía, de autogestión social, que preparan al proletariado para
tomar en sus manos colectivas la responsabilidad del destino social.[4] Revolución que, de vencer,
deberá seguir desplegándose después en otros medios más favorables y
centralizados (el socialismo).
La posibilidad social
de este proceso, su devenir, es el proceso de construcción de la clase
proletaria.
Fuente:
La Potencia Plebeya
Álvaro García
Linera
Siglo del Hombre
Editores
CLACSO
Segunda Edición
2009
Pág. 131 - 133
|
Fragmento
de El Manifiesto Comunista y Nuestro
Tiempo, ensayo publicado en La
Potencia Plebeya, que recopila entre otros un texto de Álvaro García
Linera, publicado originalmente bajo el título de “¿Es el Manifiesto comunista un arcaísmo político, un recuerdo literario? Cuatro tesis sobre
su actualidad histórica”, en Raquel Gutiérrez, Raúl Prada, Álvaro García
Linera, Luis Tapia, El fantasma insomne. Pensando el presente desde el
Manifiesto comunista, La Paz, Muela del Diablo, 1999.
|
[1]
“Pero las fuerzas productivas no pierden su
condición de capital al convertirse en propiedad de las sociedades anónimas y
de los trusts o en propiedad del Estado. Por lo que a las sociedades
anónimas y a los trusts se refiere, es palpablemente claro. Por su parte
el Estado moderno no es tampoco más que una organización creada por la sociedad
burguesa para defender las condiciones exteriores generales del modo
capitalista de producción contra los atentados, tanto de los obreros como de
los capitalistas individuales. El Estado moderno, cualquiera sea su forma, es
una máquina esencialmente capitalista, es el Estado de los capitalistas, el capitalista
colectivo ideal. Y cuantas más fuerzas productivas asuma en propiedad,
tanto más se convertirá en capitalista colectivo y tanto mayor cantidad de
ciudadanos explotará. Los obreros siguen siendo obreros asalariados,
proletarios. La relación capitalista, lejos de abolirse con estas medidas, se
agudiza, llega al extremo, a la cúspide”. Friedrich Engels, “Del socialismo
utópico al socialismo científico”, en Obras escogidas, op. cit.
[3] Pierre
Bourdieu, Razones prácticas,
Barcelona, Anagrama, 1997.
[4] Karl Marx y
Friedrich Engels, “El manifiesto del partido comunista”, op. cit. En este mismo sentido, Marx declaró: “En lugar de la
concepción materialista del Manifiesto se promueve la idealista. En lugar de las relaciones reales,
que es lo esencial en la revolución, se pone la voluntad. Mientras que nosotros
les decimos a los obreros: tal vez os tocará pasar aún por 15, 20, 50 años de
guerra civil para cambiar las condiciones actuales y capacitaros vosotros
mismos para la dominación, ellos les dicen: tenemos que conquistar ahora mismo
el poder o podemos irnos a dormir”. Karl Marx, “Intervención ante el Comité”,
15 de septiembre de 1850.
No hay comentarios:
Publicar un comentario