Atmósfera de Ideas
EL
SURGIMIENTO DE LAS
TEORÍAS
DE LA DEPENDENCIA
Las Teorías de
Dependencia se desenvolvieron en los años 60-70 en torno a tres vertientes. Ruy
Mauro Marini, Theotonio Dos Santos y Vania Bambirra postularon una concepción
marxista, que fue complementada por la visión metrópoli-satélite de André
Gunder Frank. Ambas miradas confrontaron con la tesis del desarrollo asociado
dependiente que propuso Fernando Henrique Cardoso. ¿Cuáles fueron sus divergencias?
ÍNDICE
-SOCIALISMO Y LIBERALISMO
-DESARROLLISMO Y MARXISMO
-LAS NUEVAS CATEGORÍAS
-SUB-IMPERIALISMO Y BURGUESÍA NACIONAL
-TEORÍAS Y SINGULARIDADES
-LA VISIÓN METRÓPOLI-SATÉLITE
-DOS ABORDAJES DIFERENTES
-DESARROLLO Y DEPENDENCIA
-CONFUSIÓN DE TEORÍAS
-UN DEBATE ESCLARECEDOR
-INVOLUCIÓN SOCIO-LIBERAL
RESUMEN
Tres teorías de la
dependencia surgieron en los años 60. Los autores marxistas conceptualizaron el
subdesarrollo desde una expectativa socialista próxima. Cuestionaron los mitos
liberales, analizaron los desequilibrios de la industrialización desarrollista
y explicaron el atraso por los efectos del capitalismo dependiente.
Marini indagó el
fordismo obstruido, la superexplotación, el ciclo dependiente y la doble
dimensión del sub-imperialismo. Dos Santos teorizó la diferencia entre
polarización económica y dependencia política y Bambirra distinguió las
variantes desiguales del subdesarrollo. Asignaron un status científico a su
concepción y evaluaron la especificidad de América Latina en el universo
periférico.
El enfoque
metrópoli-satélite de Frank tuvo afinidades con la visión marxista, pero sólo
postuló un encadenamiento de excedentes traspasados al centro. No registró
bifurcaciones internas, omitió a sujetos sociales y presentó erróneamente a las
clases dominantes como segmentos lumpenizados.
Cardoso planteó un
enfoque muy diferente. No contrapuso el desarrollo con la dependencia y se
limitó a describir retrasos económicos resultantes de modelos políticos
divorciados de las prioridades del capitalismo. Con esa mirada ignoró las
diferencias cualitativas entre economías medianas y potencias centrales e
inició una involución neoliberal.
Claudio Katz
29/07/2016
Nota.- El
texto completo de este esclarecedor análisis (16 páginas) se puede descargar en
el adjunto, que se ofrece a consideración de los lectores.
EL SURGIMIENTO DE LAS
TEORÍAS DE LA DEPENDENCIA
Claudio
Katz
29/07/2016
Opinión
Las Teorías de Dependencia se desenvolvieron en los años
60-70 en torno a tres vertientes. Ruy Mauro Marini, Theotonio Dos Santos y
Vania Bambirra postularon una concepción marxista, que fue complementada por la
visión metrópoli-satélite de André Gunder Frank. Ambas miradas confrontaron con
la tesis del desarrollo asociado dependiente que propuso Fernando Henrique
Cardoso. ¿Cuáles fueron sus divergencias?
SOCIALISMO Y LIBERALISMO
La Teoría Marxista de la Dependencia fue un producto directo
de la revolución cubana. Hasta 1960 nadie imaginaba el debut de un proceso
anticapitalista a 90 millas de Miami. Se suponía que esas transformaciones
serían consecuencia de cambios previos en los centros del poder mundial. El
éxito de Cuba trastocó ese escenario y abrió una gran expectativa de horizontes
socialistas próximos para América Latina.
Marini, Dos Santos y Bambirra postularon conceptos acordes a
esa esperanza. Participaron en organizaciones que luchaban contra las
dictaduras militares y alentaban proyectos de izquierda, en el turbulento
período comprendido entre el ascenso de la Unidad Popular chilena (1970) y la
caída del Sandinismo (1990).
Los tres autores confrontaron con el imperialismo
estadounidense y concibieron propuestas de integración latinoamericana y de
asociación internacional con el denominado bloque socialista. Propiciaron una
drástica ruptura con la estrategia política de los partidos comunistas, que
proponían forjar alianzas con la burguesía para gestar modelos de capitalismo
nacional.
Los pensadores brasileños buscaron convergencias con las
tendencias radicales del nacionalismo y tomaron distancia de las vertientes
conservadoras de esa corriente. Sus conceptualizaciones del subdesarrollo se
desenvolvieron en estrecha conexión con todos los debates de la izquierda de
esa época (actitud frente a la URSS, posturas frente a los gobiernos
reformistas, oportunidad de la lucha armada) (Bambirra, 1986: 113-115, 78-82).
Los teóricos de la dependencia polemizaron con las
interpretaciones liberales, que atribuían el atraso regional a la insuficiente
absorción de la civilización occidental o a la herencia cultural indígena,
mestiza e hispano-portuguesa.
Marini demostró la inconsistencia de esa concepción,
recordando la exacción colonial padecida por América Latina y el posterior
dominio de oligarquías despilfarradoras (Marini, 2007: 235-247).
También Dos Santos cuestionó la propuesta liberal de repetir
el modelo estadounidense mediante la adopción de comportamientos modernizantes.
Señaló que la inserción internacional de la región como exportadora de
productos agro-mineros obstruía su desarrollo y refutó la falacia de una
paulatina convergencia con las economías avanzadas (Dos Santos, 2003). Además,
demostró la inconsistencia de todos los indicadores utilizados por los
economistas neoclásicos para evaluar el pasaje de una sociedad tradicional a
otra industrial (Sotelo, 2005).
Dos Santos rechazó la interpretación liberal dualista del
subdesarrollo como un conflicto entre sectores modernos y retardatarios de la
economía. Resaltó el carácter artificial de esa antinomia y retrató la estrecha
integración entre ambos segmentos (Dos Santos, 1978: 283-198).
También Frank participó de esa crítica, destacando que el
sector atrasado no era una rémora del modelo imperante sino su principal
recreador. Señaló que el subdesarrollo latinoamericano no obedecía a la
ausencia de capitalismo, sino a la gravitación de una modalidad dependiente de
ese sistema.
Este planteo de Frank no sólo confrontó con la mitología
liberal que contraponía el rezago regional con la modernización occidental. Al
definir al subdesarrollo como un rasgo intrínseco del capitalismo dependiente,
sustituyó las miradas centradas en tipologías ideales por caracterizaciones
históricas de los regímenes sociales (Laclau, 1973; Wolf, 1993: 38).
DESARROLLISMO Y MARXISMO
Los teóricos marxistas de la dependencia fueron influidos
por las concepciones de la CEPAL, que atribuían el retraso de la periferia al
deterioro de los términos de intercambio y a la heterogeneidad estructural de
economías con alto desempleo, consumismo de las elites y estancamiento de la
agricultura.
Los desarrollistas promovían la industrialización mediante
la sustitución de importaciones y mayores inversiones del sector público.
Cuestionaban la atadura al modelo agro-exportador y auspiciaban políticas
económicas favorables a la burguesía nacional.
Marini coincidió con varios diagnósticos de Prebisch sobre
el origen del subdesarrollo y con algunas tesis de Furtado sobre el impacto
adverso de la oferta laboral en los salarios. Pero nunca compartió la esperanza
de resolver esos desequilibrios con políticas burguesas de modernización.
Ponderó los hallazgos teóricos de la CEPAL, cuestionando sus expectativas en el
desenvolvimiento capitalista autónomo de América Latina (Marini, 1991: 18-19).
Además, criticó su desconocimiento de la función cumplida
por la región en la acumulación de las economías centrales. Marini explicó la
brecha centro-periferia por la dinámica del capitalismo y subrayó la
inexistencia de otra variante de ese sistema para el Tercer Mundo. Señaló que
el subdesarrollo no podía erradicarse con simples políticas correctivas o con
mayores dosis de inversión (Marini, 1993).
Dos Santos formuló una crítica semejante. Recordó que el
atraso latinoamericano no obedecía a la orfandad de capitales, sino al lugar
ocupado por la zona en la división internacional del trabajo (Dos Santos, 1978:
26-27).
Los teóricos de la dependencia objetaron, además, la
presentación del estado como un artífice del crecimiento, ajeno a las
limitaciones de las clases dominantes. Por eso descreyeron del margen sugerido
por CEPAL para completar la industrialización latinoamericana.
En este abordaje exhibieron una afinidad con los economistas
marxistas de otras regiones que renovaron la caracterización del capitalismo de
posguerra, evitando la presentación de esta etapa como una simple continuación
del escenario leninista precedente (Katz, 2016).
Dos Santos destacó la nueva gravitación de las empresas
multinacionales y la creciente integración global del capital. Empalmó con los
diagnósticos de Amin sobre la ley del valor operando a escala mundial y
coincidió con la evaluación de Sweezy del protagonismo estadounidense. También
Bambirra señaló ese predomino norteamericano en el nuevo circuito de la
acumulación global.
Estas miradas conectaron las mutaciones del capitalismo con
el estudio de la crisis de ese sistema. Marini evalúo la dinámica de la
tendencia decreciente de la tasa de ganancia en la periferia, recordando que el
declive porcentual de la rentabilidad proviene de la reducción del nuevo
trabajo vivo incorporado a las mercancías, en relación al trabajo muerto ya
objetivado en materias primas y maquinaria. Remarcó que esa modificación reduce
la tasa de beneficio en proporción al capital total invertido.
Marini también señaló que la afluencia de capital a la
periferia morigeraba ese declive en las economías centrales, mediante
incrementos de la explotación de los trabajadores de la periferia y
abaratamientos de la provisión de alimentos e insumos para la industria
metropolitana. Pero destacó que esa compensación acentuaba la asfixia de la
capacidad de consumo en los países con salarios más reducidos (Marini, 2005).
Dos Santos compartió este razonamiento combinado de la
crisis por desequilibrios de valorización (tendencia decreciente de la tasa de
ganancia) y tensiones en la realización del valor (insuficiencia del poder de compra)
(Dos Santos, 1978: 154-155). Ambos autores adoptaron una mirada multicausal
-semejante al enfoque de Mandel- que clarificó varios rasgos de la crisis en la
periferia (Katz, 2009:117-119).
Los teóricos de la dependencia convergieron, además, con
Mandel y Amin en el registro de las nuevas bifurcaciones presentes en los
países subdesarrollados. Por eso Marini indagó los desequilibrios fabriles de
economías intermedias afectadas por mayores costos, desventajas tecnológicas y
déficits crónicos en la balanza comercial. Su diagnóstico de Brasil (o
Argentina y México) fue coincidente con el expuesto por los estudiosos de la
industria de países equivalentes de Asia y África.
Marini analizó las economías medianas de Latinoamérica para
superar las presentaciones de la periferia como un universo indistinto.
Corrigió viejas tradiciones del marxismo que asemejaban a América Latina con
regiones de Asia o África.
El mismo propósito impulsó a Dos Santos a indagar la
especificidad de las industrias latinoamericanas, sujetas a encarecimientos
externos de importaciones y ahogos internos por estrechez del mercado interno.
Bambirra conceptualizó el mismo problema introduciendo
distinciones entre las economías latinoamericanas. Contrastó los países de
industrialización antigua (Argentina, México, Brasil), industrialización
posterior (Perú, Venezuela) y estructuras agro-exportadoras sin industria
(Paraguay, Haití) (Bambirra, 1986: 57-69). Esta atención por el subdesarrollo
desigual de la región fue un pilar analítico de los teóricos de la dependencia.
LAS NUEVAS CATEGORÍAS
Marini interpretó el deterioro de los términos de
intercambio como una expresión del intercambio desigual. Afirmó que las
transferencias de valor hacia el centro no derivaban de la inferioridad de la
producción primaria, sino de la dinámica objetiva de la acumulación a escala
mundial (Marini, 1973). De esta forma resaltó la gravitación genérica de la ley
del valor en ese proceso.
Pero el pensador brasileño no profundizó ese análisis y
soslayó el estudio diferenciado de esos fenómenos dentro y fuera de la
industria, que iniciaron los teóricos del intercambio desigual (Emnanuel, Amin,
Bettelheim). Tampoco exploró la dinámica de rentas petroleras recicladas en
circuitos financieros que indagó Mandel. La misma óptica adoptó Dos Santos.
Solamente situó el intercambio desigual en el escenario de las pujas
comerciales internacionales, que habitualmente afectan a la periferia (Dos
Santos, 1978: 322-323, 367).
Los autores latinoamericanos concentraron su atención en los
desequilibrios de la reproducción dependiente. Dos Santos estudió cómo se
combinan los desbalances comerciales con los desajustes de endeudamiento e
inflación en los países industrializados de la periferia.
Marini conceptualizó el ciclo de financiación, producción y
comercialización de esas economías en contraste con los países centrales.
Observó que la inversión privada es menor que en las metrópolis y que el
capital extranjero drena fondos a través de royalties, utilidades o compras de
maquinaria. Describió cómo las empresas obtienen lucros extraordinarios
aprovechando la baratura de los salarios e ilustró de qué forma la baja
capacidad de compra recorta el mercado interno (Marini, 2012).
De esta forma teorizó la heterogeneidad estructural de la
CEPAL en términos marxistas, como un ciclo dependiente. Retomó de Prebisch el
diagnóstico de fuertes límites a la acumulación como consecuencia de las
desproporciones sectoriales y las restricciones al consumo y estimó que esa
adversidad capitalista impedía el desarrollo.
Pero observó estos desequilibrios como contradicciones
específicas del capitalismo dependiente e indagó su dinámica utilizando un
modelo extraído del tomo II de El Capital. En ese razonamiento evitó
presupuestos abstractos de equilibrio y detectó las mismas tensiones en la
acumulación industrial que observaron Amin y Mandel.
Marini remarcó la estrechez del poder adquisitivo retomando
las hipótesis de sub-consumo de Luxemburg. Pero ubicó el problema en los
escenarios periféricos. En lugar de analizar cómo la obstrucción de la demanda
interna empuja hacia el exterior al capital metropolitano, estudió los
desequilibrios que genera ese proceso en las economías subdesarrolladas.
El pensador brasileño ya conocía la dinámica del consumo de
masas en los países centrales y por eso expuso una teoría del fordismo
obstruido en las economías medianas de la periferia. Resaltó la existencia de
una gran estratificación del consumo entre segmentos bajos y medio-altos y
subrayó la ausencia de una masa de adquirientes medios, comparable a los países
desarrollados.
Pero Marini situó la principal peculiaridad de las economías
periféricas industrializadas en la superexplotación del trabajo. Utilizó ese
término para describir la condición de los obreros sometidos al pago de remuneraciones
inferiores al valor de su fuerza de trabajo. Señaló que esa anomalía era el
trasfondo de la situación dependiente y de la conducta de clases dominantes que
lucraban con tasas de plusvalía superiores al centro.
Marini consideró que la burguesía de la periferia compensaba
por esa vía las pérdidas derivadas de su lugar subordinado en el mercado
mundial. Señaló que los capitalistas latinoamericanos utilizaban el fondo de
consumo de los trabajadores como una fuente de acumulación del capital.
El teórico de la dependencia aclaró que la superexplotación
sólo era viable en regiones con grandes excedentes de mano de obra, surgidas de
la sobrepoblación indígena (México), el éxodo rural (Brasil) o los flujos
inmigratorios.
Situó en la forma de generar plusvalía la principal
peculiaridad de las economías medianas latinoamericanas. Al igual que Amin
resaltó la vigencia de mayores niveles de explotación. Pero en lugar de
explicar este dato por diferencias de salarios mayores que las diferencias de
productividades, atribuyó el fenómeno a una remuneración cualitativamente
inferior de la fuerza de trabajo. Esta evaluación fue formulada con la mira
puesta en el proceso de industrialización de un país con enormes desigualdades
del ingreso (Brasil).
SUB-IMPERIALISMO Y BURGUESÍA NACIONAL
Marini no se limitó a retomar las viejas denuncias sobre el
rol opresor de Estados Unidos. Introdujo el controvertido concepto de
sub-imperialismo para retratar la nueva estrategia de la clase dominante
brasileña. Describió las tendencias expansivas de grandes empresas afectadas
por la estrechez del mercado interno y percibió su promoción de políticas
estatales agresivas para incursionar en las economías vecinas.
Esta interpretación se basó en un razonamiento semejante al
desarrollado por Luxemburg para caracterizar las tendencias imperiales de
Alemania, Francia o Inglaterra. Esa visión subrayaba que esos cursos se
implementaron para contrarrestar el reducido poder de compra local (Marini,
2005).
Pero el marxista latinoamericano le asignó al concepto una
dimensión geopolítica muy diferente al registro clásico. No postuló que Brasil
se incorporaba al club de potencias que disputan el dominio mundial. Más bien
resaltó la subordinación de ese país a la estrategia estadounidense. Por eso
habló de sub-imperialismo y retrató el papel de gendarme anticomunista regional
jugado por la dictadura brasileña durante la guerra fría contra la URSS.
El teórico de la dependencia completó posteriormente ese
sentido del sub-imperialismo introduciendo otras nociones como “estado de
contrainsurgencia”. Utilizó ese concepto para describir el papel de tutelaje
represivo ejercido por los militares, en la transición hacia regímenes
constitucionales (Martins, 2011a; Mendonça 2011).
Marini habló de sub-imperialismo para subrayar que la
principal burguesía sudamericana era socia y no títere de Washington. Resaltó
especialmente el rol geopolítico autónomo de una clase dominante que buscaba
proyectarse como potencia económica y militar a escala regional (Marini, 1985).
Con esta mirada retomó percepciones de los marxistas
clásicos sobre el rol de los imperialismos menores e incorporó los nuevos
análisis sobre el papel de Estados Unidos en la posguerra. Su tesis sintonizó
con la idea de imperialismo colectivo de Amin en tres planos: la creciente
asociación mundial de capitales, la función capitalista protectora ejercida por
el Pentágono y el nuevo rol de los custodios regionales asociados con
Washington.
Mientras que el subimperialismo fue un tema específicamente
abordado por Marini, el giro de la burguesía nacional fue tratado por los tres
teóricos marxistas de la dependencia. Señalaron el pasaje de una clase
industrialista con proyectos de desarrollo independiente a un segmento asociado
con empresas extranjeras. El sostén burgués al golpe de 1964 fue presentado
como un contundente indicio de esa renuncia a procesos de acumulación autónomos
(Chilcote, 1983).
Los pensadores de la dependencia remarcaron las conexiones
con el capital extranjero y no su simple subordinación. Destacaron el nuevo
perfil de burguesías industriales más internacionalizadas, puntualizando las
diferencias con la vieja oligarquía terrateniente y con el capitalismo nacional
precedente. Dos Santos señaló que ese giro creaba un conflicto con sectores de
la burocracia apegados al desarrollismo clásico (Dos Santos, 1978: 34, López
Segrera, 2009).
El teórico brasileño profundizó, además, la dimensión
política de ese proceso, al definir el status de una situación subordinada.
Estimó que la dependencia se verifica cuando cierto grupo de países condiciona
el desarrollo de otros (Dos Santos, 1978: 305). Retrató esta situación para el
caso latinoamericano, mediante un análisis semejante al propuesto por Amin.
En ambos casos la dimensión política de la dependencia fue
diferenciada de la polarización económica, aclarando las conexiones entre
procesos que no se desenvuelven (necesariamente) en forma simultánea. Los dos
pensadores exploraron la especificidad de la subordinación política al poder
imperial, que anteriormente era asemejada a la sujeción económica. Pero en un
contexto de absorbente primacía de las estrategias socialistas, esas
caracterizaciones sólo fueron esbozadas.
TEORÍAS Y SINGULARIDADES
Marini, Bambirra y Dos Santos intentaron amoldar el marxismo
al estudio de la nueva realidad latinoamericana de posguerra. Por esa razón se
embarcaron en la misma búsqueda de nociones específicas que encararon
Baran-Sweezy con el excedente, Amin con el valor mundial y Mandel con las Ondas
Largas. Esta indagación siguió, a su vez, la pista inaugurada por Lenin con el
desenvolvimiento desigual, por Luxemburg con la revisión de la acumulación
primitiva y por Trotsky con el desarrollo desigual y combinado.
Pero el status de la dependencia como teoría suscitó fuertes
debates. Se discutió si constituía una concepción, un paradigma o un enfoque,
según las distintas interpretaciones en boga de las leyes sociales.
Dos Santos sostuvo que la teoría de la dependencia ya había
alcanzado un nivel científico, al definir las leyes que rigen el desarrollo de
los países periféricos. Señaló que esos principios esclarecían la evolución del
capitalismo dependiente, con razonamientos equivalentes a los utilizados por
Lenin para explicar el imperialismo.
El economista brasileño estimó que las reglas de la
dependencia clarificaban de qué forma la sujeción comercial, financiera o
tecnológico-industrial generaba bloqueos a la acumulación en América Latina
(Dos Santos, 1978: 300, 360-366). Marini trabajó en la misma dirección y
atribuyó legalidad científica a los mecanismos generadores de plusvalía en las
regiones dependientes.
Ambos teóricos estudiaron la peculiaridad de América Latina
frente a otras sociedades dependientes y notaron que sus investigaciones eran
distintas a las predominantes en Asia o África. En los principales países de
esos continentes los interrogantes giraban en torno a las razones históricas
que permitieron a Europa superar a viejas civilizaciones, para someterlas a una
degradación colonial (India) o semicolonial (Egipto, China) (Amin, 2005).
En América Latina los enigmas de la dependencia surgían de
la renovación de un status subordinado, al cabo de un siglo y medio de
independencia política sin parangón en otras zonas del Tercer Mundo. Esta
visión estimuló investigaciones sobre las peculiaridades del Caribe,
Centroamérica, Brasil, la región andina y el Cono Sur (Dos Santos, 1998).
Estos estudios fueron abordados con una mirada “desde la
periferia”, que Marini adoptó en oposición al paternalismo elitista de estudios
latinoamericanos localizados en Estados Unidos, Inglaterra o Francia. Propuso
revertir esa anomalía generando conocimientos desde la región (Marini, 1991:
9-10, 42). Con el mismo enfoque Dos Santos intentó corregir a los autores
clásicos del imperialismo, que a su juicio no abordaron esa problemática desde
una óptica propia de los países dependientes (Dos Santos, 1978: 301-303,
340-345).
Con estas caracterizaciones del status teórico de la
dependencia, los tres marxistas brasileños completaron la presentación de un
enfoque que trastocó la agenda de las ciencias sociales latinoamericanas. Los
conceptos introducidos por Marini, las caracterizaciones políticas de Dos
Santos y las miradas de Bambirra sobre el subdesarrollo desigual crearon perdurables
referencias analíticas para los pensadores de ese período.
LA VISIÓN METRÓPOLI-SATÉLITE
André Gunder Frank participó activamente en el surgimiento
de la teoría marxista de la dependencia y sus tesis tuvieron un impacto
inmediato superior al resto de los autores. Pero su mirada fue diferente y su
enfoque de metrópolis-satélites constituyó apenas la primera de las tres
concepciones que sostuvo a lo largo de su vida. El periodo inicial fue
curiosamente el más corto y afamado de esa trayectoria.
Comenzó sus trabajos bajo el fuerte impacto de la revolución
cubana, adoptó las críticas de izquierda a la estrategia comunista de etapas y
cuestionó la política de apoyo a la burguesía nacional. Subrayó la inexistencia
de espacios para repetir el desarrollo clásico del capitalismo, remarcó la
inviabilidad del desarrollismo y postuló la necesidad del socialismo (Frank,
1970: 211-213).
Frank asumió esa actitud radicalizando ideas políticas
liberales y abandonando un esquema evolutivo, que identificaba la superación
del subdesarrollo con la erradicación de instituciones pre-capitalistas. No
maduró su visión asimilando los debates teóricos marxistas que incorporaron
otros autores de la dependencia.
Pero la afinidad con ese enfoque fue señalada por Marini,
que resaltó el acierto de la fórmula utilizada por Frank para retratar el
retraso latinoamericano. Consideró que el “desarrollo del subdesarrollo”
ilustraba cómo la consolidación de las economías avanzadas se consumaba a costa
de las relegadas (Marini, 1993).
El pensador estadounidense no expuso ese corolario
identificando los mecanismos de la reproducción dependiente. Tampoco enmarcó su
caracterización en el funcionamiento global del capitalismo, ni relacionó su
teoría con algún diagnóstico del valor, el sub-consumo o la tendencia
decreciente de la tasa de ganancia.
Frank postuló simplemente que el capitalismo generaba
subdesarrollo en la periferia del sistema mundial. Señaló que esa inserción
subordinada determinaba la apropiación del excedente de las economías relegadas
por parte de las avanzadas.
El autor norteamericano presentó la polarización
metrópoli-satélite como dos caras de una misma trayectoria mundial. Subrayó la
complementariedad de esos procesos y remarcó el carácter excepcional de la
interrupción de esa fractura. Recordó que en la era contemporánea ninguna
economía sometida alcanzó el status de potencia central y estimó que el
debilitamiento de una metrópoli no modificaba el perdurable status de la
dependencia (Frank, 1970: 8-24).
El teórico estadunidense aplicó este razonamiento a la
historia latinoamericana. Ubicó el origen de la relación centro-periferia en la
integración subordinada de la región al capitalismo mundial en siglo XVI.
Señaló que en ese encadenamiento a la acumulación global un centro metropolitano
(Europa) somete a los satélites periféricos (América Latina), a través de la
mediación de ciertos países (España, Portugal), que a su vez se convierten en
satélites de la potencia dominante (Gran Bretaña).
Al interior de América Latina este mismo circuito conecta al
satélite periférico (Chile) con el satélite colonial principal (Perú), que a su
vez es manejado por la metrópoli extra-regional (España o Inglaterra). Esta
cadena de sometimientos se recrea junto a la confiscación jerárquica de los
excedentes (Frank, 1970: 1-7).
Frank expuso dos ejemplos de esta conexión. Ilustró cómo
Chile quedó sometido a esa subordinación desde la época colonial, a través de
una clase dominante local atada a las exigencias de un puñado de firmas
extranjeras. En el caso de Brasil, remarcó la inserción dependiente a través de
satélites principales (Sao Paulo), que aseguraron la subordinación de los
satélites secundarios (Recife) a las metrópolis (primero Portugal, luego
Estados Unidos). No observó diferencias significativas entre los dos países
(Frank, 1970: 119-123, 149-154).
DOS ABORDAJES DIFERENTES
Frank priorizó el análisis de los drenajes que sufre la
periferia, en sintonía con los enfoques de polarización absoluta entre el
centro y la periferia de la periferia. En cambio Marini, Dos Santos y Bambirra
incorporaron un registro de las bifurcaciones existentes entre economías
agro-exportadoras (Chile) y parcialmente industrializadas (Brasil).
Esta diferencia determinó abordajes distintos. Mientras que
el pensador estadounidense observó la economía latinoamericana como una
totalidad uniforme, sus colegas brasileños estudiaron contradicciones
nacionales específicas. Establecieron distinciones en lo que Frank observó como
subordinaciones equivalentes.
Los teóricos brasileños partieron, además, de
caracterizaciones generales del capitalismo de posguerra que Frank no tuvo en
cuenta. Su enfoque no incorpora las evaluaciones de empresas multinacionales,
las trasformaciones tecnológicas o los cambios de la inversión que señaló Dos
Santos.
Por esta omisión Frank sólo notó que en los momentos de
crisis del centro se amplían los espacios para el desenvolvimiento de la
periferia. Pero con ese señalamiento explicó sólo el debut de la
industrialización latinoamericana, sin aclarar lo sucedido posteriormente.
El pensador estadounidense salteó todas las elaboraciones de
la fractura centro-periferia que desenvolvieron los economistas marxistas y
asimilaron los autores brasileños. Por eso estudió solamente la dinámica de la
exacción, mientras Marini captaba las articulaciones con el capitalismo
avanzado y Dos Santos percibía los amoldamientos con la mundialización. Ese
registro les permitió evitar simplificaciones y notar las nuevas formas de la
dependencia.
Dos Santos cuestionó tempranamente la omisión de Frank de
las transformaciones internas de los países subdesarrollados. Objetó su mirada
estática y la consiguiente sugerencia de inmutabilidad de la sociedad
latinoamericana. Atribuyó esa unilateralidad al apego a una metodología
estructural-funcionalista (Dos Santos, 1978: 304-305, 350-352, 346).
Este error se verificó en la presentación de encadenamientos
del centro con sus satélites, como si fueran simples piezas de un tablero
dirigido por las grandes potencias. En esta visión los sujetos sociales están
ausentes o cumplen un mecánico rol, emanado del lugar que ocupan en el
dispositivo global. Los antagonismos entre clases sociales, los conflictos
entre segmentos capitalistas y las mediaciones del estado no tienen cabida en
ese abordaje.
Por el contrario, en el razonamiento de Marini la
preeminencia de ciclos dependientes, formas de superexplotación o
transferencias del valor, no anula la gravitación protagónica de los opresores
y oprimidos en la dinámica de la dependencia.
Los mecanismos económicos que recrean la polaridad
centro-periferia en Frank constituyen sólo el punto de partida de Marini,
Bambirra o Dos Santos. Por esta razón los teóricos brasileños no utilizaron el
término satélite para describir a las economías dependientes. Esa metáfora
alude a un cuerpo que gira en forma invariable en torno a cierto centro, sin ninguna
autonomía o desenvolvimiento interno.
Ciertamente Frank aportó varias intuiciones provechosas,
pero el desarrollo de esas percepciones quedó obturado por su omisión de los
sujetos sociales. Su registro de relaciones tripolares es un ejemplo de observaciones
acertadas, que no tienen soporte en conceptualizaciones adecuadas.
Frank notó que la jerarquía global desborda la dualidad
centro-periferia, pero al mismo tiempo desconoció la especificidad de las
formaciones intermedias. Por eso utilizó el mismo razonamiento para indagar la
evolución de Chile y Brasil.
Este reduccionismo fue mayor en su mirada de las burguesías
nacionales. A diferencia de Marini y Dos Santos se limitó a constatar la
defección de ese sector, sin analizar las contradicciones que inauguraba ese
cambio. Además, identificó la asociación con empresas extranjeras con una
degradación de las clases dominantes locales a la condición de
“lumpen-burguesías” (Frank, 1979).
Esa noción implica una descomposición de los grupos
dirigentes que imposibilitaría su conducción del estado. Marini y Dos Santos
nunca perdieron de vista que las burguesías latinoamericanas combinan el
usufructo de la renta agro-minera con plusvalías extraídas a los trabajadores.
Son grupos gobernantes y no simples capas tributarias del capital foráneo.
Los dominadores de la región están sujetos a patrones de
competencia, inversión y explotación propios del capitalismo. Esas normas
difieren del puro pillaje que implementa una “lumpen-burguesía”. Esa
denominación puede ser aplicada, por ejemplo, a las mafias del narcotráfico que
blanquean sus fortunas en actividades financieras o productivas. Son
capitalistas marginados del club estable de los dominadores (Katz, 2015:
41-42).
Frank tampoco incorporó las distinciones entre la polarización
económica y dependencia política que concibieron los teóricos brasileños. Esta
omisión no fue ajena a su limitada participación política en los procesos que
signaron la trayectoria de Marini, Dos Santos y Bambirra.
Estos tres autores estuvieron directamente involucrados en
las disyuntivas de Cuba, Chile o la guerrilla. En cambio Frank sólo adoptó en
forma entusiasta las banderas de la revolución cubana, sin aportar reflexiones
significativas sobre los dilemas políticos de la izquierda. No formó parte del
universo militante que definió la obra de la teóricos marxistas de la
dependencia. Esta distancia influyó en el viraje posterior de sus trabajos.
DESARROLLO Y DEPENDENCIA
Fernando Henrique Cardoso desenvolvió un enfoque opuesto a
Frank, Marini, Dos Santos y Bambirra, pero quedó inicialmente ubicado en el
mismo campo de teóricos de la dependencia.
Su texto con Faleto cuestionó la presentación tradicional
del retraso regional como un efecto de fracturas entre la sociedad tradicional
y moderna. También objetó las explicaciones de Prebisch-Furtado basadas en el
deterioro de los términos de intercambio y la heterogeneidad estructural.
Retrató los mecanismos de sujeción económica que acentuaban
la integración subordinada de América Latina al mercado mundial, describiendo
dos variantes de esa situación. En los modelos de control nacional las elites,
burocracias u oligarquías manejan el principal recurso exportado (Brasil,
Argentina), en las economías de enclave esa administración queda en manos de
compañías extranjeras (pequeñas naciones de Centroamérica o el Caribe). A
partir de este esquema Cardoso describió la diversidad de ordenamientos
sociales, que en cada país desembocaron en escenarios de estancamiento o
crecimiento.
Más que un diagnóstico del subdesarrollo, el teórico
brasileño trazó un cuadro de múltiples cursos, subrayando la importancia de las
relaciones establecidas entre los grupos dirigentes locales y las potencias
centrales. Identificó esas conexiones con distintas situaciones de dependencia
en la asociación entre grupos dominantes nacionales y foráneos (Cardoso;
Faletto, 1969: 6-19, 20-34, 40-53).
Cardoso no contrapuso la dependencia con el desarrollo. Sólo
destacó que ambos rumbos generan modelos diferenciados, que permiten o frustran
el desenvolvimiento de largo plazo. Remarcó que esos senderos son determinados
por el bloque conductor del estado, la cohesión social y la conformación de
órdenes legítimos de consentimiento y obediencia.
En su mirada los grupos dirigentes definen modelos
políticos, que a su vez determinan cursos económicos convenientes o adversos
para cada en país. Como esa acción exige autonomía, FHC concentró sus análisis
en los países medianos con manejo propio de sus recursos productivos. Estimó
que en las economías de enclave predominan regímenes políticos excluyentes, con
poco espacio para continuar el desarrollo (Cardoso; Faletto, 1969: 39, 83-101).
Cardoso evaluó que Argentina avanzó significativamente en
1900-30, al incorporar a las clases medias a un dinámico proyecto de la
burguesía exportadora. Consideró que Brasil mantuvo una confederación de
oligarquías sin hegemonías, ni gravitación de los sectores medios y por esa
razón su economía se retrasó. La acción política desde el estado determinó
ambos resultados.
FHC estimó que en el periodo posterior (1940-60) el
distribucionismo afectó la expansión de Argentina, mientras que Brasil logró un
mayor desenvolvimiento industrial, mediante auxilios del estado y menores
presiones populares. Las articulaciones generadas por el peronismo y el
varguismo definieron ese desemboque.
Cardoso concluyó su estudio señalando la generalizada
tendencia a superar los límites del desenvolvimiento, mediante mayores inversiones
foráneas y asociaciones de los grupos capitalistas nacionales con sus pares
extranjeros (Kubistechek, Frondizi) (Cardoso; Faletto, 1969: 54-77, 111-129,
130-135).
CONFUSIÓN DE TEORÍAS
Las tesis de Cardoso no confrontaron con el liberalismo, no
compartieron el espíritu crítico de CEPAL y fueron ajenas a la tradición
marxista. Sólo presentaron afinidad con la sociología convencional, con el
método funcionalista y con ópticas indefinidas en la relación entre dimensión
política y estructura económica, que algunos analistas asocian con Weber
(Martins, 2011b: 229-233).
Cardoso asignó formalmente primacía analítica al
condicionante económico (control nacional versus enclave), pero en los hechos
atribuyó a los actores políticos (clases, burocracias, elites) la capacidad de
generar modelos positivos (desarrollo) o negativos (subdesarrollo).
En todos los casos desconoció los límites que impone el
capitalismo a los cursos en juego. Concibió a ese sistema como un régimen
conflictivo, pero superior a cualquier alternativa. A diferencia de Frank, Dos
Santos, Bambirra o Marini, no adoptó ópticas anticapitalistas, ni propuestas
socialistas.
FHC sólo contrastó esquemas de mayor o menor efectividad a
partir de tipologías construidas en torno a modelos ideales. Asignó total
primacía a los determinantes políticos de ese contrapunto. Estimó que en el
marco de ciertas posibilidades estructurales, las trayectorias de cada país
quedan definidas por el tipo de alianzas políticas predominantes.
Consideró que en cierto momento la presión obrera favorece
la acumulación y en otras etapas la obstruye. Supuso lo mismo para los acuerdos
de la burguesía industrial con las oligarquías exportadoras o para la afluencia
y salida de capitales (Cardoso; Faletto, 1969: 136-143).
Con esta mirada evaluó la compatibilidad de cada proceso con
el desarrollo, siguiendo una lógica funcionalista de amoldamiento o
inadaptación a los requerimientos del capitalismo. Adoptó a este régimen social
como un dato invariable, omitiendo cualquier reflexión sobre la explotación de
los trabajadores.
Cardoso eludió opiniones nítidas. Adoptó la actitud de un
investigador distante que diseca su objeto de estudio, observando cómo los
distintos sujetos capitalistas forjan alianzas entre sí, aprovechando el
acompañamiento pasivo del pueblo.
Lo más curioso de este enfoque fue su presentación como una
teoría de la dependencia. En el esquema de FHC ese término constituye un
ingrediente más de la deducción funcionalista. Algunas situaciones de
dependencia son disfuncionales y otras compatibles con el desarrollo.
En esta visión la dependencia no supone necesariamente una
adversidad. Por eso es tan sólo registrada sin ninguna denuncia de sus efectos.
FHC omitió considerar cualquiera de los mecanismos de la reproducción
dependiente que Marini, Dos Santos o Bambirra señalaron como causantes del
subdesarrollo.
Cardoso únicamente observó adversidades significativas en
los enclaves. En los países con control nacional del recurso exportado, estimó
que las situaciones de dependencia podían diluirse con manejos adecuados. La
total lejanía de este enfoque con una teoría de la dependencia quedó
inicialmente oscurecida por las ambigüedades y el reconocimiento que rodeó a
FHC.
UN DEBATE ESCLARECEDOR
La mirada de Cardoso se clarificó en la polémica que entabló
con Marini. En un artículo coescrito con Serra acusó al teórico marxista de
estancacionismo. Cuestionó la consistencia de la superexplotación, objetó el
deterioro de los términos de intercambio, rechazó la existencia de un declive
de la tasa de ganancia y subrayó el pujante consumo de las clases medias
(Cardoso; Serra, 1978).
En otros artículos complementó esta crítica, puntualizando
que las situaciones de dependencia no obstruían el dinamismo de las economías
industrializadas de la periferia (Cardoso, 1980; Cardoso, 1978; Cardoso,
1977a). Estimó que la inversión extranjera incentivaba una revolución burguesa,
internacionalizaba los mercados y revertía la estrechez del consumo local
(Cardoso, 1973; Cardoso, 1977b; Cardoso, 1972).
Marini respondió ilustrando el nivel de explotación de los
asalariados Expuso indicadores de prolongación e intensificación del trabajo y
aclaró que su concepto del superexplotación estaba referido a esas modalidades.
Señaló también que su modelo no implicaba predominio de la plusvalía absoluta,
ni ausencia de incrementos de la productividad.
El teórico marxista retrató, además, la severidad de las
crisis de realización, observando que en un marco de alto desempleo y deterioro
del salario, el surgimiento de clases medias no compensa la debilidad general
del poder de compra (Marini, 1978).
Marini recordó que el estancacionismo fue un defecto del
pesimismo desarrollista de Furtado y de su tesis de la “pastorización”
brasileña. Esa visión diagnosticaba una regresión hacia estadios agrícolas, que
fue desmentida por el nuevo periodo de industrialización (Marini, 1991: 34).
El revolucionario brasileño nunca fue estancacionista.
Escribió Dialéctica de la Dependencia para indagar contradicciones y no
estadios finales del capitalismo (Osorio, 2013). En la valoración de la
dinámica expansiva de ese sistema se ubicó más cerca de Mandel que de Sweezy.
La respuesta de Marini permitió aclarar que sus divergencias
con Cardoso no giraban en torno a la existencia de una nueva burguesía local,
estrechamente asociada al capital extranjero. Ambos autores resaltaban esa
novedad. El punto de discordia era la consistencia y alcance de la
industrialización en curso.
Para Marini ese proceso no corregía las viejas limitaciones
de la economía brasileña, ni equiparaba su desenvolvimiento con los países
centrales. Por el contrario, Cardoso suponía que esas restricciones habían
quedado atrás y que el país sudamericano ingresaba en un círculo virtuoso de
desarrollo.
En el curso de la polémica Marini modificó su visión
inicialmente considerada hacia su adversario y estimó que Cardoso había roto
con su pasado, para embarcarse en una “grotesca apología al capitalismo vigente
en Brasil”..
Esa fascinación le impedía registrar los datos básicos de un
país con desigualdades superiores al promedio mundial, mercados internos más
segmentados y desequilibrios de industrialización más significativos. Cardoso
omitió estos problemas e ignoró la imposibilidad brasileña de alcanzar la
performance histórica de Estados Unidos, Francia o Japón (Marini, 2005).
Dos Santos expuso las mismas críticas. Señaló su
coincidencia con Cardoso en la existencia de un giro de la burguesía brasileña
hacia mayores asociaciones con el capital multinacional. Pero subrayó su total
discrepancia con la presentación de ese viraje como un camino al desarrollo.
Puntualizó que el modelo adoptado por la clase dominante incrementaba las
inversiones, sin repetir el desenvolvimiento auto-sustentado de las economías
avanzadas (Dos Santos, 2003).
Todo el debate confirmó que el deslumbramiento de Cardoso
con el capital extranjero había germinado en su libro clásico con Faleto. Ya el
título de esa obra -Dependencia y desarrollo- había sido expuesto en implícita
oposición al Desarrollo del subdesarrollo de Frank.
Allí se expusieron situaciones de dependencia muy alejadas
de las dinámicas estructurales de sujeción que retrataron Marini, Dos Santos o
Bambirra. Se supuso que el desenvolvimiento se materializa con políticas
económicas acertadas y que el capitalismo no obstruye la erradicación del
subdesarrollo.
INVOLUCIÓN SOCIO-LIBERAL
La disolución del sentido de la dependencia fue acentuada
por Cardoso en la revisión de su libro. Allí utilizó la fórmula “desarrollo
dependiente asociado” para caracterizar la gestión conjunta de las empresas
multinacionales con las burocracias y las burguesías locales (Cardoso, Faletto,
1977).
FHC señaló que bajo esa administración las inversiones
extranjeras facilitan una intensa expansión económica, sin generar los
obstáculos señalados por los teóricos marxistas. Rechazó el enfoque de los
autores que ilustraban cómo el crecimiento motorizado por el capital foráneo
genera desequilibrios superiores a los padecidos por los países centrales. Esta
diferencia cualitativa fue olvidada por Cardoso, que transformó a la
dependencia en un concepto antagónico a lo imaginado por los gestores de esa
idea.
El único límite real al desarrollo que observó Cardoso en
los países intermedios fue la existencia de regímenes políticos excluyentes y
obstructores de los mercados que integran a toda la población. Supuso que la
remoción de esa barrera política erradicaba también la principal causa del
subdesarrollo.
En ese período FHC aún consideraba varios caminos para el
logro de esa democratización. Pero poco tiempo después estimó que sólo las
transiciones negociadas con las dictaduras pavimentaban ese rumbo. Por eso
participó activamente en la gestación de las democracias tuteladas, que en los
años 80 aseguraron la continuidad del esquema económico neoliberal inaugurado
por esas tiranías.
A partir de ese enfoque Cardoso promovió las transiciones
pos-dictatoriales como el marco político ideal para atraer capital extranjero.
Inició una fervorosa reivindicación del neoliberalismo y sus divergencias con
la izquierda se concentraron en torno a esa apología. Las evaluaciones dispares
sobre la dependencia quedaron relegadas como una problemático del pasado.
FHC tomó mayor distancia también de la CEPAL y abandonó
cualquier presentación del estado como entidad impulsora de la
industrialización (López Hernández, 2005). Es cierto que a diferencia del
desarrollismo captó la conversión de las viejas burguesías nacionales en
asociadas, pero nunca lamentó, ni cuestionó ese giro. Al contrario, lo
reivindicó como un acertado camino hacia la prosperidad latinoamericana.
Su crítica a Marini coincidió con la asunción de posturas
más derechistas. Cuestionó todos los conceptos de su adversario que chocaban
con su fascinación por el mercado y las empresas multinacionales.
En ese período Cardoso introdujo a la Fundación Ford en el
medio académico e incentivó el financiamiento privado de las ciencias sociales.
Cortó toda referencia a los problemas discutidos con Marini y evitó los debates
relacionados con su propio pasado (Correa Prado, 2013).
Posteriormente como presidente de Brasil Cardoso se
transformó en el principal artífice de ajustes, privatizaciones, aperturas
comerciales y flexibilizaciones laborales. En la última década traspasó nuevos
límites hasta convertirse -junto a Vargas Llosa- en el principal adalid de las
causas reaccionarias. Actualmente es un vocero de la intervención imperialista
en Venezuela y de todos los atropellos del Pentágono.
Por eso no sorprende su activa participación en el reciente
golpe judicial-mediático- institucional que desplazó a Dilma Rouseff. FHC tuvo
un papel descollante en esa tropelía, al presentarse como un noble estadista
que enaltece los valores de la república, reclamando la destitución de una
presidenta electa.
Cardoso escribió 22 artículos con ese hipócrita mensaje en
el principal periódico de los destituyentes (O Globo) y asumió esa campaña como
una venganza personal contra su rival Lula (Anderson, 2016; Feres Júnior,
2016). Esta actitud ya generó contundentes repudios de la intelectualidad progresista
(CLACSO, 2016).
También el socio de FHC en la crítica a Marini -José Serra-
ha sido un activo golpista premiado con el cargo de canciller. Desde allí
promueve el mayor giro pro-norteamericano de la historia reciente de Brasil
(Nepomuceno, 2016).
La involución neoliberal de Cardoso fue anticipada por la
crítica de Marini. La polémica entre ambos no fue un episodio coyuntural de los
años 70, ni concentró equívocos de ambos lados. El primer autor negó la
persistente realidad del atraso y el segundo explicó su continuidad. Esa
diferencia los ubica en polos contrapuestos.
En los últimos años comenzó una revalorización de la obra de
Marini (Murua, 2013:1-3; Traspadini, 2013:10-12). Se difunden sus escritos y se
retoman trabajos para actualizar su concepción. Algunos investigadores
sostienen que construyó una “economía política de la dependencia” y aporta los
cimientos para comprender el subdesarrollo (Sotelo, 2005).
Esta caracterización suscita varias preguntas: ¿Los pilares
señalados por Marini son suficientes? ¿La valoración de su enfoque se refiere a
la época del revolucionario brasileño o se proyecta hasta la actualidad? ¿Cómo
evaluar los cuestionamientos que recibió desde el campo del marxismo? En los
próximos textos abordaremos esos problemas.
8-7-2016
RESUMEN
Tres teorías de la dependencia surgieron en los años 60. Los
autores marxistas conceptualizaron el subdesarrollo desde una expectativa
socialista próxima. Cuestionaron los mitos liberales, analizaron los
desequilibrios de la industrialización desarrollista y explicaron el atraso por
los efectos del capitalismo dependiente.
Marini indagó el fordismo obstruido, la superexplotación, el
ciclo dependiente y la doble dimensión del sub-imperialismo. Dos Santos teorizó
la diferencia entre polarización económica y dependencia política y Bambirra
distinguió las variantes desiguales del subdesarrollo. Asignaron un status
científico a su concepción y evaluaron la especificidad de América Latina en el
universo periférico.
El enfoque metrópoli-satélite de Frank tuvo afinidades con
la visión marxista, pero sólo postuló un encadenamiento de excedentes
traspasados al centro. No registró bifurcaciones internas, omitió a sujetos
sociales y presentó erróneamente a las clases dominantes como segmentos
lumpenizados.
Cardoso planteó un enfoque muy diferente. No contrapuso el
desarrollo con la dependencia y se limitó a describir retrasos económicos
resultantes de modelos políticos divorciados de las prioridades del
capitalismo. Con esa mirada ignoró las diferencias cualitativas entre economías
medianas y potencias centrales e inició una involución neoliberal.
REFERENCIAS
-Amin,
Samir (2005). “He sido y sigo siendo un comunista”, Roffinelli Gabriela, La
teoría del sistema capitalista mundial. Una aproximación al pensamiento de
Samir Amin, Ruth Casa Editorial, Panamá.
-Anderson,
Perry (2016). A crise no Brasil,
http://www.pambazuka.org/pt/democracy-governance/crise-no-brasil-uma-an%C3%A1lise-profunda-de-perry-anderson.
-Bambirra,
Vania(1986). El capitalismo dependiente latinoamericano, Siglo XXI, México.
-Cardoso,
Fernando Henrique (1972). “Notas sobre el estado actual de los estudios sobre
dependencia. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, n. 4, Santiago.
-Cardoso,
Fernando Henrique (1973). “Contradicciones del desarrollo asociado”, Cuadernos
de la Sociedad Venezolana de Planificación, número 113-115, Caracas.
-Cardoso,
Fernando Henrique (1977a). “La originalidad y la copia”. Revista de la CEPAL, 2
-Cardoso,
Fernando Henrique (1977b). “Las clases sociales y la crisis política”, Clases
sociales y crisis política en América Latina, Siglo XXI-UNAM, México,
-Cardoso,
Fernando Henrique (1978). “Estados Unidos y la teoría de la dependencia”.
América Latina: 50 años de industrialización. Col. La Red de Jonás, Premiá.
México,
-Cardoso,
Fernando Henrique (1980). “El desarrollo en el banquillo”, Revista de Comercio
Exterior, agosto, México.
-Cardoso
Fernando, Henrique; Faletto Enzo, (1969). Desarrollo y dependencia en América
Latina. Ensayo de interpretación sociológica, Siglo XXI, Buenos Aires.
-Cardoso,
Fernando Henrique; Faletto Enzo, (1977). Post Scriptum a dependencia y
desarrollo en América Latina, Desarrollo Económico, vol 17, n 66,
julio-septiembre, Buenos Aires.
-Cardoso,
Fernando Enrique; Serra; José, (1978). Las desventuras de la dialéctica de la
dependencia Revista Mexicana de sociología, México.
-Chilcote,
Ronald (1983). Teorías reformistas e revolucionarias de desenvolvimiento e
subdesenvolvimiento, Revista. Economía Política Vol. 3, N 3, julio- setembro.
-CLACSO,
(2016). Carta Abierta al Congreso de la Latin American Studies Association
(LASA) Nueva York, 27, 28, 29 y 30 de mayo.
-Correa
Prado, Fernando; Rodrigo, Castelo, (2013). O início do fim? Notas sobre a
teoria marxista da dependência no Brasil Contemporáneo, Revista Pensata, v 3, n
1, novembro.
-Dos
Santos, Theotonio (1978). Imperialismo y dependencia, ERA, México.
-Dos
Santos, Theotonio, (1998). La teoría de la dependencia un balance histórico y
teórico, Los retos de la globalización, UNESCO, Caracas.
-Dos
Santos, Theotonio (2003). La teoría de la dependencia: balance y perspectivas,
Plaza Janés, Buenos Aires.
-Feres
Júnior, João (2016). FHC: Embaixador do golpe no Brasil ,
http://cartamaior.com.br/?/Editoria/Politica/FHC-Embaixador-do-golpe-no-Brasil/4/36175
-Frank,
André, Gunder (1970) Capitalismo y subdesarrollo en América Latina, Siglo XXI,
Buenos Aires.
-Frank,
André Gunder, (1979). Lumpenburguesía y lumpendesarrollo, Laia, Barcelona.
-Katz,
Claudio (2009). La economía Marx hoy seis debates teóricos, Maia Ediciones,
Madrid.
-Katz,
Claudio (2015). Neoliberalismo, Neodesarrollismo, Socialismo, Batalla de Ideas
Ediciones, Buenos Aires.
-Katz, Claudio
(2016). Centro y periferia en el marxismo de posguerra, 23/5,
www.lahaine.org/katz
-Laclau,
Ernesto (1973). Feudalismo y capitalismo en América Latina, Modos de Producción
en América Latina, Cuadernos de Pasado y Presente n 40, Buenos Aires.
-López
Hernández, Roberto, (2005). La dependencia debate, Latinoamérica 40, enero,
México.
-López
Segrera, Francisco (2009). A revolucao cubana e a teoría da dependencia: Ruy
Mauo Marini como fundador, A América Latina e os desafíos da globalizacao,
Boitempo, Rio.
-Marini,
Ruy Mauro (1973). Dialéctica de la dependencia, ERA, México.
-Marini,
Ruy Mauro (1978). Razones del neo-desarrollismo, Revista Mexicana de
Sociología, año XL, vol. XL.
-Marini,
Ruy Mauro (1985). La dialéctica del desarrollo capitalista en Brasil,
Subdesarrollo y revolución, Siglo XXI.
-Marini,
Ruy Mauro (1991). Memoria, www.marini-escritos.unam.mx/001
-Marini,
Ruy Mauro (1993). La crisis teórica, América Latina: integración y democracia,
Editorial Nueva Sociedad, Caracas.
-Marini,
Ruy Mauro (2005). En torno a Dialéctica de la dependencia, Proceso y tendencias
de la globalización capitalista, CLACSO, Buenos Aires.
-Marini,
Ruy Mauro (2007). La sociología latinoamericana: origen y perspectivas. Proceso
y tendencias de la globalización capitalista, CLACSO-Prometeo, Buenos Aires.
-Marini,
Ruy Mauro (2012). O ciclo do capital na economía dependente, Padrão de
reprodução do capital, Boitempo, Sao Paulo.
-Martins,
Carlos Eduardo (2011a). O pensamento social de Ruy Maurio Marini e sua
actualidade: reflexoes parea o seculo XXI, Crítica Marxista n 32.
-Martins,
Carlos Eduardo (2011b). Globalizacao, Dependencia e Neoliberalismo na América
Latina, Boitempo, Sao Paulo.
-Mendonça,
José Carlos (2011). Notas sobre o Estado no pensamento político de Ruy Mauro
Marini”, Revista Historia e Luta de Classes, año 5, n 7.
-Murua,
Gabriela (2013). Apresentação, Revista Pensata, v.3 n.1 novembro.
-Nepomuceno,
Eric (2016) El canciller del oportunismo, Página 12, 25-5.
-Osorio,
Jaime (2013). Sobre dialéctica, superexplotación y dependencia, Revista
Argumentos vol. 26 no.72, may-ago, México.
-Sotelo
Valencia, Adrián (2015), La Crisis de los Paradigmas y la Teoría de la
Dependencia en América Latina, http://www.rebelion.org/docs/15161.pdf
-Traspadini,
Roberta (2013). Ruy Mauro Marini e a Teoria Marxista da Dependência, Pensata
V.3 N.1 novembro.
-Wolf,
Eric (1993). Europa y la gente sin historia, Fondo de Cultura Económica, Buenos
Aires.
PALABRAS CLAVES
Teoría de
la dependencia, América Latina, capitalismo.
Claudio Katz
Economista,
investigador del CONICET, profesor de la UBA, miembro del EDI. Su página web
es: www.lahaine.org/katz
Del mismo autor
El
surgimiento de las teorías de la dependencia
29/07/2016
El
presidente off shore 24/05/2016
Neoliberalismo,
neodesarrollismo, socialismo
22/03/2016
Noventa
días de Macri 07/03/2016
La
“CEOcracia” en acción 29/12/2015
Grecia
con ojos latinoamericanos 19/07/2015
Retrato de
las Américas en la Cumbre 16/04/2015
La
manipulación de Argentina 30/03/2015
Las
batallas de Venezuela 22/12/2014
La
epopeya cubana 01/12/2014
de: Alai-AmLatina
responder
a: info@alainet.org
para: alai-amlatina@alai.info
fecha: 1
de agosto de 2016, 13:31
asunto: [alai-amlatina]
Alainet.org Al Día - 01/08/16
lista de
distribución:
enviado
por: listas.alainet.org
firmado
por: alai.info
Anular
suscripción: Anular la suscripción a esta lista de distribución
cifrado: alainet.org
no ha cifrado este mensaje Más información
Mensaje
importante principalmente por los integrantes de la conversación
COLECTIVO PERÚ INTEGRAL
10 de agosto 2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario