Daniel
Eskibel | August 23, 2016
La
realidad que perciben políticos y votantes es una realidad distorsionada,
construida y elaborada. No es una realidad ‘objetiva’ plenamente sino que está
contaminada de emociones, deseos, ilusiones y otros contenidos irracionales e
inconscientes.”
Steve Jobs ve la portada de la revista Time.
Esperaba verse a sí mismo allí, elegido por la revista como Hombre del Año.
Estaba absolutamente seguro de que así sería. Pero no. Lo que ve es la imagen
de un ordenador. Entonces su poderoso cerebro ata cabos. Rápidamente comprende
la sucesión de hechos, la cronología exacta de por qué Time no lo eligió Hombre
del Año. El rigor de su razonamiento le permite clarificar causas y
responsabilidades. En función de ello toma decisiones importantes.
Años después alguien le dice lo que todos comentan
con humor pero en serio: que Steve Jobs tiene un campo de distorsión perceptiva
que le hace construirse una realidad a su medida y más allá del mundo objetivo.
Pero Steve protesta y defiende su visión rigurosamente objetiva de las cosas
como son. Aunque ese alguien le demuestra lo contrario. Le hace ver aquella
portada de Time de nuevo, obligándolo a descubrir lo que su percepción había
omitido: que era una imagen en 3D. Ese pequeño gran detalle, que era
completamente evidente, había sido invisible para él.
Lo evidente que no había visto implicaba
determinados tiempos para la preparación y realización de aquella portada. Y
esos tiempos alteraban toda la cronología de hechos acerca de la cual Jobs
tenía una certeza indudable. Eso implicaba que la ‘rigurosa, precisa y
objetiva’ percepción de Steve estaba equivocada. Y que ese error conducía a
otra cronología totalmente diferente, a otros hechos y a otros razonamientos. A
saber: nunca había estado en los planes de Time declararlo Hombre del Año. Con
lo cual todos los razonamientos y decisiones posteriores se basaban en un hecho
falso, en una seria distorsión de la realidad.
La escena está muy bien registrada en la película
‘Steve Jobs’ y está actuada de modo muy convincente por Michael Fassbender. Y
lo que revela no alude solamente al genial creador de Mac, iPod, iPhone o iPad.
No solo a él. Porque todos los seres humanos tenemos, en mayor o menor medida,
un campo
de distorsión perceptiva de la realidad.
En el terreno de la política ese campo de
distorsión perceptiva es extraordinariamente potente.
Los votantes no ven los hechos reales, los hechos
tal como son, los hechos puros y duros. Los
votantes ven historias, capas de historias envolviendo y formateando los
hechos. Y tampoco ven a los políticos de carne y hueso. Ven historias
encarnadas en personas.
Frente a los ojos de los votantes los políticos y
los hechos van y vienen, danzando incesantemente. Pero lo que los votantes ven
es otra cosa, es una narrativa que se infiltra en sus cerebros y que construye
un marco mental. Esa narrativa es como una lupa que hace que vean algunas cosas
como son pero que también vean algunas cosas que no están presentes en la
realidad. Y esa narrativa hace también que otras cosas evidentes se vuelvan
invisibles.
Campo de distorsión perceptiva.
Eso mismo.
En el caso de los políticos es más evidente aún
(siempre y cuando no estés dentro del universo político).
La percepción del político acerca de las alianzas políticas, del apoyo popular que tiene, del efecto de sus palabras y del resultado electoral que obtendrá son ejemplos de esa realidad percibida en forma distorsionada.
En cierta ocasión un candidato presidencial me
dijo, con las pupilas dilatadas por el entusiasmo, que luego de realizadas
algunas acciones tenía grandes posibilidades de ganar las elecciones. Sin
embargo todas las encuestas serias le daban un 3 % de intención de voto y lo
ubicaban en sexto lugar entre las preferencias. Y la elección estaba polarizada
entre dos candidatos rivales que marcaban más de 30 % cada uno. Sin contar con
que faltaban menos de dos meses para la elección presidencial. Ahí tienes un
ejemplo casi perfecto del campo de distorsión perceptiva operando a pleno.
Este fenómeno no es solo de interés académico para
la psicología
política sino que es determinante para establecer estrategias y tomar
decisiones.
¿Estamos todos atrapados por nuestro campo de
distorsión perceptiva?
Sí y no.
Sí porque somos humanos.
Sí porque la política funciona en circuito cerrado.
Sí porque cada distorsión perceptiva ayuda a crear una nueva.
Pero no porque también disponemos de un factor correctivo.
¿Cómo se corrige el campo de distorsión perceptiva?
Con el ajuste colectivo. Con los otros. Con el ruido que produce nuestro campo en la zona de encuentro y fricción con el campo de los demás.
Allí hay tarea dura y paciente para los consultores
políticos. Porque una parte de su trabajo tiene que ver con eso: desmontar el
campo de distorsión perceptiva de sus clientes.
– Ayúdame a mirar -cuenta Eduardo Galeano que le
decía un niño a su padre al encontrarse por primera vez en su vida frente a la
inmensidad abrumadora del mar.
El único antídoto frente al campo de distorsión
perceptiva es ese: ayudar a mirar.
Con un recordatorio vital: quien ayuda a mirar
también debe ser ayudado. Si nadie te ayuda a mirar verás una imagen
bidimensional aunque sea en tres dimensiones. Si nadie te ayuda con su mirada
creerás que Time te va a elegir como ‘Hombre del año’ aunque jamás haya estado
en sus planes.
Aunque fueras Steve Jobs, claro.
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