28-10-2016
Los tambores de guerra suenan amenazantes. ¿Será
cierto que vamos hacia una Tercera Guerra Mundial?
En un sentido, la ahora terminada Guerra Fría fue,
de hecho, una guerra mundial: las dos potencias representantes de los sistemas
imperantes (Estados Unidos y la Unión Soviética) pusieron las armas;
innumerables países del por entonces llamado Tercer Mundo, los muertos. La
confrontación, sin dudas, fue planetaria. En sentido estricto: fue una guerra
mundial.
Desde terminada la Segunda Guerra Mundial en 1945, que
comportó una cauda de alrededor de 60 millones de muertos, la cantidad de
víctimas registradas en todas las guerras que ha habido -¡y sigue habiendo!-
posteriores a esa fecha, supera holgadamente aquella cifra. Definitivamente la
guerra ha sido la constante en estas pasadas décadas.
La afirmación de que “ya no hay guerras mundiales”
tiene una carga eurocéntica (en el sentido de “formulación desde las potencias
capitalistas de Occidente”, Europa y Estados Unidos, incluyendo quizá también a
Japón): no hay guerra entre esos países, lo cual no significa que las guerras
no sigan siendo una triste realidad en el mundo. La interrelación y fusión de
capitales que sobrevino al Plan Marshall fue una manera de entretejer redes
capitalistas entre las naciones dominantes, asegurándose el mutuo respeto. O,
al menos, la convivencia libre de combates. Pero las guerras no desaparecieron.
¡Ni remotamente!
Por el contrario, los conflictos bélicos siguen
siendo parte fundamental del sistema como un todo. En tal sentido, representan
1) un gran negocio, y 2) permiten oxigenarse continuamente al “sistema-mundo”
del capital (para usar la expresión de Wallerstein). Las guerras no son
inevitables, pero en este marco del capitalismo como sistema dominante, sí lo
son.
Ahora se está hablando insistentemente de una
posible nueva conflagración planetaria. Los mortales de a pie -es decir: la
prácticamente totalidad de la población mundial- no tenemos mayores noticias de
esto, de lo que en verdad se está cocinando. ¿Qué plantes secretos tiene el
Pentágono? ¿Qué estrategia de largo plazo tienen pensado los grandes capitanes
de la economía global? Si las potencias capitalistas han decidido no volverse a
enfrentar entre sí (con la hegemonía militar absoluta de Washington que toma a
Europa Occidental como su rehén nuclear y lidera esa coalición obligada que es
la OTAN), ¿por qué entonces la posibilidad de una guerra mundial, tal como
ahora pareciera posible?
En realidad, cuando hoy por hoy se habla de “Tercera
Guerra Mundial”, se está haciendo alusión a la posibilidad de un conflicto
entre Estados Unidos y sus dos verdaderos rivales: la República Popular China y
la Federación Rusa.
Las guerras que se libran hoy día son todos
conflictos internacionalizados. En todos, directa o indirectamente, están
presentes los intereses geoestratéticos de las principales potencias, ya sea
porque la venta de armas y/o la reconstrucción de lo destruido es un jugoso
negocio, ya sea porque esas guerras expresan las disputas político-económicas
por áreas de influencia con un valor global. Las interminables guerras del
África negra (por el control de recursos estratégicos como, por ejemplo, el
coltán) o del Oriente Medio (por el control del petróleo), son la manifestación
de planes imperiales de dominación, donde participan empresas de distintos
países capitales llamados “centrales”. Y esas, sin ningún lugar a dudas, son
guerras mundializadas. ¿Qué hacen soldados europeos en Afganistán? ¿Qué hacen
los portaviones estadounidenses en el Mar Rojo? ¿Por qué fuerzas de la OTAN
bombardean Libia o Egipto?
Todos esos son conflictos mundiales. Tras la
fachada de la OTAN o de la ONU vienen las petroleras, las grandes empresas
euro-estadounidenses, las inversiones de la gran banca mundial. ¿No son
reparticiones mundiales esas, que recuerdan la Conferencia de Berlín de 1884/5,
donde unas cuantas potencias capitalistas europeas se dividieron el dominio del
África?
Ahora, en forma alarmante, se nos habla de una
posible guerra mundial. ¿Llegaremos realmente al holocausto termonuclear
disparando los más de 15.000 misiles con carga nuclear? (cada uno de ellos con
una potencia destructiva 30 veces mayor a las bombas de Hiroshima y Nagasaki)
¿Qué se juega en esa posible “nueva” guerra mundial?
Alguna vez dijo Einstein: “No sé si habrá
Tercera Guerra Mundial, pero si la hay, seguro que la Cuarta será a garrotazos”.
Desgarrador, pero tremendamente cierto.
El poder nuclear que se desarrolló durante la
segunda mitad del siglo XX y lo que va del actual es impresionante. De
liberarse toda esa energía se produciría una explosión con una onda expansiva
que llegaría hasta Plutón, dañando severamente a los planetas Marte y Júpiter,
destruyendo toda forma de vida en la Tierra. Proeza técnica, pero que no resuelve
los principales problemas del mundo. Se puede destruir todo un planeta… pero
continuamos con niños de la calle, población hambrienta y prejuicios
milenarios. ¿Eso es progreso?
El sistema económico-político actual -basado
exclusivamente en el lucro empresarial individual- no ofrece ninguna
posibilidad real de arreglar la situación, porque en su esencia no existe la
preocupación por lo humano, la solidaridad, la empatía: lo único que lo mueve
es la sed de ganancia, el espíritu comercial, el negocio.
¡Y la guerra también es negocio! Da ganancias…,
aunque sólo a algunos, por supuesto.
Ese es el grado de insensibilidad al que llega el
sistema vigente: matar gente, destruir la obra de la civilización, producir
hechos criminales… ¡es negocio! ¡Ese es el espíritu que lo alienta! Todo es
mercancía, absolutamente todo: la muerte, el sexo, el amor, la comida, el
saber, el entretenimiento, etc., etc. ¡Eso es el sistema dominante!
Por eso hoy día la posibilidad de una nueva guerra
mundial está abierta. Pero cuando se dice “mundial”, se está hablando de la
confrontación de la potencia dominante: Estados Unidos, con quienes
efectivamente le hacen sombra, Rusia y China. Y fundamentalmente con esta
última: el avance del yuan sobre el dólar es irrefrenable. Lo que se juega
verdaderamente en esta posibilidad de locura nuclear es la supremacía que vino
detentando el principal país capitalista del mundo hasta ahora, momento en que
empieza a ser seriamente cuestionado.
El capitalismo, en tanto sistema planetario, y
también su locomotora, la economía estadounidense, desde el año 2008 cursan una
profunda crisis de la que no se terminan de recuperar. En ese escenario, el
auge de China y su incontenible pujanza, resulta una afrenta insoportable. Ante
ello, la posibilidad de una guerra funciona como válvula de escape, como salida
de emergencia. Aunque, por supuesto, la guerra no es ninguna salida.
Hoy por hoy, el sistema capitalista mundial,
liderado por Estados Unidos, cada vez más está manejado por inconmensurables
capitales de proyección global, con megaempresas que detentan más poder que
muchísimos gobiernos de países pobres. Las decisiones de esas corporaciones
globales, en muchos casos exclusivamente financieras -en otros términos:
parásitos improductivos que viven de la especulación- tienen consecuencias
también globales. De todos modos, la crisis los golpea. Ello es así porque el
sistema económico basado en la ganancia no ofrece salidas reales a los
problemas. Si lo que cuenta es seguir ganando dinero a cualquier costo, eso choca
con la realidad humana concreta: vale más la propiedad privada que la vida
humana. ¿Vamos inexorablemente hacia una nueva Guerra Mundial entonces?
En esa lucha por mantener la supremacía, o dicho de
otro modo, por no ceder un centavo de la ganancia capitalista, la geoestrategia
de Washington apunta a asfixiar por todos los medios a sus rivales, a sus
verdaderos rivales, que no son ni la Unión Europea ni Japón, que son, sin
vueltas de hojas, el eje Pekín-Moscú. La guerra, lamentablemente, es una de las
opciones, quizá la única, en esta lucha a muerte.
Comentario marginal: hablamos de civilización, pero
por lo que se ve, la dinámica humana no ha cambiado mucho en relación a la
historia de nuestros ancestros: las cosas se siguen arreglando -más allá de
cualquier pomposa declaración- en relación a quién tiene el garrote más grande.
El pequeño -y desgarrador- detalle es que hoy, ese garrote se llama misil
balístico intercontinental con ojiva nuclear múltiple.
De darse un enfrentamiento entre los gigantes,
definitivamente se usaría material nuclear. Los países que detentan armas
atómicas son muy pocos: Gran Bretaña, Francia, India, Pakistán, Israel (aunque
oficialmente declara no tenerlas), Corea del Norte, China, todos ellos en una
escala moderada, y en mayor medida, con infinitamente mayor capacidad
destructiva: Rusia y Estados Unidos. A la Unión Soviética la terminó asfixiando
la carrera armamentista; a Estados Unidos, el negocio de las armas le provee
una cuarta parte de su economía. De hecho uno de cada cuatro de sus
trabajadores laboraba en la industria bélica. Es obvio que la guerra alimenta
al capitalismo. Pero sucede que jugar con energía nuclear es invocar a los
peores demonios.
No hay dudas que para esas mega-empresas ligadas a
la industria militar (Lockheed Martin, Boeing, Northrop Grumman, Raytheon,
General Dynamics, Honeywell, Halliburton, BAE System, General Motors, IBM),
todas estadounidenses, la guerra les da vida (¡y dinero!). El problema trágico
es que hoy, pese a las locas hipótesis de “guerras nucleares limitadas” que
existen en el Pentágono, si se desata un conflicto, nadie sabe cómo terminará,
y la citada expresión de Einstein puede ser exacta.
Por eso es que en defensa de la toda la Humanidad y
de nuestro planeta debemos luchar denodadamente contra esa enfermiza,
perturbadora posibilidad.
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