En el siglo XIX, Honorato de Balzac señaló:
“Detrás de cada gran fortuna hay un delito”. ¿Será cierta la afirmación del célebre
novelista francés?
Veamos que está pasando en Perú. Toledo –
García – Humala – PPK, cuatro presidentes de la República, están seriamente comprometidos
en el escándalo de Odebrecht.
Hace pocos días, Avelino
Guillén Jauregui, ex fiscal supremo, en una entrevista televisiva recordó las
palabras de Pedro Pablo Kuczynski: "no todo lo
que ha hecho Odebrecht en el Perú es corrupto"; palabras que, a decir de
Avelino Guillén, evidencian una absoluta “falta de voluntad”
del Ejecutivo para enfrentar frontalmente la corrupción en las altas esferas de
gobierno.[1] Y
no va a ser, si el archiconocido lobbista tiene historia y mucha historia,
hasta para historieta.
A todo esto que dice la ex candidata del Frente
Amplio, la engreída de los poderes fácticos. Veronika Mendoza instó a que haya
celeridad en las indagaciones que permitan identificar y sancionar a los
receptores - ejecutores en los “negocios” con la empresa Odebrecht.[2] Julio Guzmán, por su parte, manifestó que el caso Odebrecht “es el
meteorito que extinguirá a los dinosaurios”, será el comienzo de “la caída de los corruptos”.[3] Sin
embargo, “nadie entre los nadies”, entre señores y señoronas de la política,
arriesga una explicación de la propagación, cual epidemia, de la corrupción en
las más altas esferas del poder político. Todos se limitan a “indignarse” y
pedir, de una vez, las cabezas de los infectados.
En todo caso, para
los representantes de la izquierda neoliberal y la derecha “bruta y achorada”,
la corrupción obedece a “malas prácticas” de los funcionarios de turno. ¿Será
cierta tal sesuda afirmación?
Si la corrupción obedece a “malas
prácticas” de malos funcionarios, estas podrían corregirse con adiestramiento y
práctica. Pero, si la corrupción es un fenómeno social que está en el ADN del
capitalismo ninguna reforma, por más bien intencionada que sea, podría impedir
que rebrote la enfermedad, cual mala hierba.
Steve Tombs
y David Whyte en su libro La empresa
criminal escriben: “el impulso a delinquir y causar daño a la sociedad
para beneficiar a la corporación” no es el resultado de decisiones tomadas
en una sala de juntas o del error de un inversor codicioso, sino que “está
en el ADN de las estructuras políticas y jurídicas que dan vida a la corporación”.[4] Es
que la trampa y el lobbismo es el modus operandi de los operadores de negocios
del capitalismo. En un mundo donde todo se vende y todo se compra. Sólo los
“tontos” (así califican los mafiosos a la gente honesta) no pecan de corruptos.
A menos de tres meses de haber asumido la
Presidencia de la República, uno de los asesores de PPK cayó infraganti en uno
de los delitos más comunes entre las “bisagras” (léase funcionarios) del
aparato gubernamental. Duilio De la Motta en su Blog Barril de Diógenes[5]
se pregunta a propósito de ese caso: ¿Porque
condenan a Carlos Moreno? Si es un emprendedor, un hijo del sistema. Y luego
se responde: El castigo que sufre Carlos
Moreno es por una sentencia que impera entre los que gobiernan “No te vas preso
por lo que has hecho te vas preso por cojudo”. Pues, si, así funciona la
administración (aparato estatal) de negocios del capitalismo.
Pese a todo
ello, del origen estructural de la corrupción, los operadores del
neoliberalismo de izquierda, no dicen absolutamente nada. Como tampoco
denuncian el trato discriminatorio de las leyes peruanas. A los peruanos de a pie que delinquen se les
imputa intención. A los delitos de
la gran empresa, como mucho negligencia o imprudencia. Al referirse a
actividades criminales corporativas, el lenguaje de los medios y del poder
suaviza los matices; lenguaje anestésico lo llaman Tombs y Whyte: hablan
de escándalos en vez de crímenes, de venta abusiva en vez de robo
o fraude, de accidentes en vez de homicidios o lesiones. Los crímenes
habituales de las corporaciones (robo y fraude), crímenes contra los
consumidores (delitos alimentarios), crímenes contra los trabajadores (delitos
de seguridad) y crímenes medioambientales, todos ellos suelen quedar impunes o
resueltos por la justicia con multas ridículas.[6]
Las leyes protegen al gran capital y castigan a los trabajadores y pequeños
empresarios.
Lo cierto es que no existe lucha real contra
la corrupción, porque el capitalismo, en su fase de globalización financiera,
es por naturaleza corrupto. Y no puede ser de otra manera. En plena crisis
terminal, la gran empresa recurre con mayor frecuencia al fraude, soborno y
cualquier arma ilícita para seguir en el mercado.
Honorato de Balzac, tenía muchísima razón:
“Detrás de cada gran fortuna hay un delito”. El siglo pasado nos deja a
Fujimori – Montesinos tras las rejas. En este siglo Toledo – García -
Humala - PPK son objeto de investigación
por corrupción, tráfico de influencias, etc. No se trata, como dicen los que
defienden las instituciones de la democracia representativa, de “malas
prácticas”.
“Malas prácticas” es una suerte de
eufemismo para encubrir un fenómeno que se repite con la regularidad de una ley
sociopolítica. La reincidencia, del fenómeno corrupción, en las altas esferas
del poder indica que existe un caldo de cultivo que origina que estos hechos se
repitan y repitan, cambiando el personaje pero los móviles NO. Por tanto, no es
un problema de “malas personas y malas prácticas”. La corrupción es inherente al régimen
capitalista. El capitalismo es en esencia un robo legitimado; la corrupción es
simplemente un efecto secundario de su estructura económico – política. El
problema no está en la corrupción sino en el sistema que lo produce, que lo
engendra, que lo amamanta.
Finalmente, hacemos un llamado a mujeres y hombres, a los jóvenes con su
capacidad intacta de indignarse, a elevarse a la conciencia de la organización.
Hoy, más que nunca, tenemos el deber de tomar partido por un Nuevo Orden libre
de todas las miasmas del capitalismo. Es hora de superar la falla psicomotora
del liberalismo que hace que los hombres no quieran ser útiles sino
importantes. Seamos útiles organizándonos de abajo hacia arriba. Es hora de
integrarnos y participar en política. Un pueblo desorganizado siempre será
víctima de las minorías organizadas que han prostituido la política. Política es vocación de servicio a la
comunidad. No es sinónimo de aprovechamiento del poder para turbios negociados.
A la infamia capitalista del 1 % de la población económicamente activa
respondámosle construyendo una verdadera democracia - organizada desde los
comités distritales, pasando por los provinciales, hasta los comités regionales.
Tacna, 07 enero 2017
Edgar Bolaños Marín
[4]Pedro
López López, Capitalismo y crimen, valga
la redundancia, ver: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=221162
[6]
Pedro López López, Capitalismo y crimen,
valga la redundancia, ver: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=221162
No hay comentarios:
Publicar un comentario