El
trabajo no va a desaparecer, pero sí buena parte del empleo asalariado. Hay que
promover nuevas actividades ligadas a la información y a la colaboración además
de una RBU en forma de impuesto negativo de la renta
Manuel
Escudero
4 de
Febrero de 2017
Como dice George
Monbiot, me encanta cómo los billonarios se reúnen en Davos para ponderar
sabiamente sobre quién podría estar causando tantos problemas al mundo… Pero,
aunque cínicos, los amos del establishment tontos no son, y no se les
escapa en sus deliberaciones los fenómenos más importantes a los que se
enfrenta el mundo. Parece que este año el tema de los impactos de la
automatización en el mercado de trabajo está emergiendo como una preocupación
clave en el Foro Económico Mundial (WEF).
Si cuando el río
suena, agua lleva, vamos a ver de modo creciente este tema en los debates
generales, tanto globales como en España. Merece por ello la pena reflexionar
sobre el posicionamiento de la izquierda respecto a la revolución digital.
Visiones
desde la izquierda
Es frecuente
escuchar en la izquierda que la revolución digital es un tema tecnológico, extraño
y ajeno a la economía política y al que solamente hay que conceder un poco (muy
poco) de atención programática. Yo creo, sin embargo, que la digitalización de
la economía va a tener efectos tan importantes que conviene que la izquierda se
“meta el futuro en los huesos” y actúe desde ahora en consecuencia.
Esa escasa
atención tiene que ver, de modo fundamental, con el cálculo de que la
digitalización ocurrirá en un futuro indeterminado, que tiene escasos efectos a
corto plazo sobre el empleo y que a largo plazo tiene un efecto neutro, porque
se seguirán generando tantos empleos, o más, de los que destruya.
Las tesis del fin
del trabajo debido a la revolución digital, o lo que otros llaman
“determinismo tecnológico” --sigue el argumento de los que no creen en ella--,
está siendo desmontada por una enorme evidencia científica. Argumentan: si la
revolución tecnológica hubiera sido una de las causas más importantes de la
destrucción de empleo en EEUU, tendríamos que haber visto también un
crecimiento muy notable de la productividad en ese país, y ese no ha sido el
caso.
La
polémica sobre la paradoja de la productividad
Es indiscutible
que muchos estudiosos de tendencias en las economías industrializadas han
mostrado perplejidad debido a que el rápido ritmo de innovación tecnológica
digital no coincidía con grandes ganancias de productividad. Y es cierto que,
en ese contexto, se ha hablado de la “paradoja de la
productividad”. Pero conviene resaltar que ese es un debate del pasado, de las
dos últimas décadas del siglo XX y sobre datos de los años 70, época en la que
Robert Solow acuñó su famosa frase: “Vemos ordenadores en todas partes, menos
en las estadísticas de productividad”.
Si la revolución
tecnológica hubiera sido una de las causas importantes de la destrucción de
empleo en EEUU, tendríamos que haber visto también un crecimiento notable de la
productividad
Lo cierto es que
ese estancamiento se corrigió a partir de los años 90. De hecho, de acuerdo con
el US Bureau of Labour Statistics, el crecimiento de la productividad fue como
media de 1,7% entre 1971 y 1980, y del 1,5% entre 1981 y 1990. Pero pasó a 2,3%
entre 1991-2000 y a 2,4% entre 2001-2010. Previamente, en los comienzos del
nuevo siglo, las estadísticas del Department of Labor de los EEUU también confirman
que en 1995-2004 la productividad creció el doble que la media de las dos
décadas previas: si en 1973-1995 la productividad creció 1,5, en 1995-2004
creció al 3,1.
Por ello habría
que decir que hablar del estancamiento de la productividad como demostración
del escaso impacto en la destrucción de empleo de la digitalización económica
no es una afirmación basada en los datos empíricos significativos.
No obstante,
surgen dos interrogantes que conviene despejar. En primer lugar ¿por qué
existió un período (entre 1970 y 1995) en el que la revolución digital apenas
se reflejó en avances de la productividad? En segundo lugar, ¿son ganancias de
productividad de en torno al 3% lo que cabe esperar de la revolución digital?
Al fin y al cabo son crecimientos no muy alejados de los ocurridos en los años
50 0 60 del pasado siglo…
Para responder
brevemente a ambas cuestiones, la representación gráfica que se expone a
continuación puede dar respuestas bastante convincentes. Procede de un libro
que considero fundamental a la hora de abordar el tema de la importancia y los
efectos de la revolución digital, The Second Machine Age, de Brynjolfsson y
McAfee:
En esta gráfica
con una línea gruesa gris se reflejan las ganancias en productividad de la era
de la electrificación (1890-1940); su escala temporal aparece en el eje
horizontal superior. La línea negra más fina corresponde a la evolución de la
productividad de la era de la digitalización, que se refleja temporalmente en
el eje horizontal inferior entre 1970 y 2012.
Llama la atención
en primer lugar la evolución muy similar de la productividad en las dos eras,
de modo que sus trayectorias en cuanto a productividad casi se superponen en su
desarrollo. Es evidente también en ambos casos que la productividad creció más
gradualmente en los 25 primeros años desde la introducción de las nuevas
tecnologías, y su ritmo se acrecentó a partir de entonces.
Esto se debe a que, como está muy bien documentado, estamos hablando de General
Purpose Tecnologies, tecnologías pivotales que para alcanzar todo su desarrollo
necesitan propagarse por todo el tejido productivo y combinarse con otros
elementos existentes para adquirir todo su potencial. Esto explicaría, de modo
muy conciso, por qué la introducción en nuestro tiempo de las nuevas
tecnologías (digitalización, microchips e Internet) no arrojaron, en sus
primeras décadas, los efectos instantáneos que muchos esperaban.
La productividad
creció más gradualmente en los 25 primeros años desde la introducción de las
nuevas tecnologías, y su ritmo se acrecentó a partir de
entonces.
En segundo lugar,
se puede ver en el gráfico de la evolución de la productividad en la era de la
electrificación que a partir de 1930, cuando la transversalidad y la capacidad
combinatoria de la electricidad y la máquina de combustión interna se
encontraron en su cúspide, volvió a acelerarse la productividad. Parece lógico
que algo parecido, después de trayectorias muy paralelas, pasará en las próximas
décadas con la digitalización económica. De hecho cabe esperar una aceleración
incluso mayor por el carácter exponencial de la digitalización.
Es curioso que los
estudios relacionados con la “paradoja de la productividad” se refieran a la
digitalización de un modo genérico (el impacto de las computadoras). Sin
embargo, conviene destacar que la digitalización de la economía encierra muchos
fenómenos, y que éstos es ahora cuando comienzan a combinarse con
extraordinaria rapidez. El esquema siguiente del WEF ilustra esto:
Se han definido
las tecnologías de la digitalización con tres atributos: exponenciales,
transversales y combinatorias. Su desarrollo exponencial es evidente. Por
ejemplo en el caso de los microchips, los ordenadores personales y sobre todo
los teléfonos inteligentes. Su transversalidad, penetrando prácticamente en
todas las actividades de producción y de servicios y transformando más y más
sectores, es otra evidencia para cualquiera que estudie lo que está pasando en
el sector de las telecomunicaciones, banca, sector automotriz, energético, etc…
Y es ahora cuando las propiedades combinatorias, que significa la producción de
nuevos productos o servicios digitales combinando algunos existentes, se están
convirtiendo en norma y esta pauta seguirá en el futuro: su ejemplo más
destacado es el Internet de las cosas que comienza a combinar juguetes, ropa,
complementos, redes de transporte, viviendas, etc… es ahora cuando comienza a
desarrollarse de modo exponencial también.
¿La
digitalización de la economía destruye más empleo del que crea?
Despejado el
argumento de la “paradoja de la productividad”, sigamos al corazón de la
argumentación según la que las tecnologías digitales no destruyen más empleo
del que se crea en otros sectores de la economía. Para responder otra vez con
brevedad, he aquí la evolución de la productividad y el empleo en los últimos
años en los EEUU.
Nos encontraremos
con una gran sorpresa: desde comienzos de los años 2000 se produce un
desacoplamiento entre el crecimiento de la productividad del trabajo, que
continúa creciendo, y el crecimiento del empleo, que se estanca y retrocede –
antes de la gran recesión.
La sorpresa sería
aún mayor si proyectáramos esta serie hacia atrás durante los últimos 200 años.
Veríamos entonces que ese desacoplamiento no se ha producido nunca hasta ahora.
Nos vamos
enfocando hacia una sociedad en la que una parte de los trabajadores son
precarios y otra, parados tecnológicos
La tesis dominante
en la izquierda, que yo comparto, es que el modelo neoliberal ha traído consigo
la destrucción del poder organizado de los trabajadores y con él la aparición
de salarios a la baja permanente, retroceso de la masa salarial y de las rentas
de las clases trabajadoras y, en definitiva, la aparición del precariado. Pero
esa realidad política, que debería suponer como resultado un crecimiento a la
baja de la productividad y un crecimiento del empleo precario ¡no puede impedir
que la productividad debido a la digitalización de la economía crezca y que el
empleo se destruya (no vía estadísticas de empleo, sino de población activa,
que es lo que está ocurriendo en los EEUU)
La única
explicación posible es que ambas realidades, el modelo neoliberal y los efectos
de la digitalización de la economía no son fenómenos excluyentes, sino
complementarios: hoy nos vamos enfocando, al mismo tiempo, hacia una sociedad
en la que una parte importante de los trabajadores son precarios y otra parte
importante, parados tecnológicos.
Estimaciones
actuales sobre el impacto de la economía digital en el trabajo asalariado
Veamos ahora
diversas apreciaciones sobre los efectos sobre el empleo en el futuro inmediato
de la digitalización económica.
a)De acuerdo con
el informe del WEF The Future of Jobs, la llamada Cuarta Revolución
Industrial conducirá al desplazamiento de empleos en "todas las industrias
y regiones geográficas". A medida que la robótica, la nanotecnología, la
impresión 3D y la tecnología automatizada comiencen a funcionar, se perderán
7,1 millones de empleos netos en las 15 grandes economías desarrolladas y
emergentes (incluyendo Reino Unido, Estados Unidos, Japón, India y China) para
2020. En su opinión, la mayoría de las pérdidas de empleo se producirán en los
trabajos administrativos, como las funciones administrativas y de oficina. Sin
embargo, estas pérdidas serán parcialmente compensadas por 2 millones de nuevos
empleos proyectados, con demanda más alta para analistas de datos y
representantes de ventas especializados. Los hombres serán proporcionalmente
los más afectados por la automatización, con cinco puestos de trabajo perdidos
por cada trabajo ganado. Las mujeres, por el contrario, pueden perder tres
empleos por cada trabajo ganado.
b)El IPPR (Instituto de Investigaciones sobre Políticas
Públicas), con sede en Londres, predijo el mes pasado (diciembre 2016)que el
paso a una tecnología impulsada por software pondría 15 millones de
empleos en el Reino Unido --dos de cada tres-- en "riesgo" durante
las próximas dos décadas. Entre los más afectados estarán los empleados en el
comercio minorista, con 2 millones de pérdidas de puestos de trabajo previstas
para 2030 (60% del total actual) y en la industria manufacturera, con 600.000
pérdidas de puestos de trabajo previstas para el mismo período.
c)Un informe
ejecutivo de diciembre de 2016 publicado por la Casa Blanca cita la ya famosa investigación académica de Frey y Osborne, que sugiere que hasta el 47% de los puestos
de trabajo de EE.UU. podría estar en riesgo durante los próximos 10-20 años
debido a la inteligencia artificial y la informatización. Sin embargo,
considerando que parte de esas profesiones están hechas de tareas rutinizables
y no rutinizables, establece la horquilla de puestos de trabajo en riesgo entre
el 9% y ese 47%.
El informe
del WEF afirma que se destruirán 7,1 millones de empleos netos en las 15
grandes economías desarrolladas
Además, se espera
que los impactos de la automatización afecten desproporcionadamente a los más
pobres, con la automatización poniendo en riesgo un estimado del 83% de los
trabajos con salarios igual o inferiores a $ 20 por hora. Esto se compara con
el 31% de los puestos de trabajo cuyo salario se sitúa en $ 20- $ 40 por hora,
y un mero 4% de los trabajos que hacen más de $ 40 por hora.
De hecho, sólo el
1% de los que tienen una licenciatura trabaja en puestos de trabajo formados
por "tareas altamente automatizables", en comparación con el 44% de
los trabajadores estadounidenses con sólo un diploma de escuela secundaria.
Como conclusión,
se debe establecer la hipótesis más probable de que en el corto plazo se
comenzarán a sentir los efectos del paro tecnológico y que este efecto neto, de
pérdida de puestos de trabajo debido a la automatización, se irá incrementando
con el tiempo.
Los
efectos perversos del negacionismo respecto al impacto de la economía digital
Hasta aquí algunas
reflexiones basadas en datos. Sin embargo, lo peor de adoptar una posición
desdeñosa frente a la revolución digital y sus efectos en el trabajo es que
cierra las puertas a muchos temas cruciales que deberían ser parte de la agenda
de la izquierda.
Se pasa por alto
muchas veces que frente a la primera revolución industrial (la ocasionada por
la máquina de vapor) y la segunda (iniciada con la electrificación), la
digitalización de la economía se refiere a la utilización de un nuevo input
productivo, la información, con características muy especiales: la información
es infinita y quiere ser libre, porque su reproducción digital implica costes
decrecientes que tienden a cero. Esto plantea un nuevo frente para el bienestar
en el futuro. Para algunos la tarea de construir plataformas democráticas de la
información es la principal en el siglo XXI para la izquierda, con una
importancia equiparable a la construcción del Estado de bienestar en el siglo
XX (IPPR).
Pero volviendo al
impacto de la digitalización en el trabajo asalariado, en la medida en que la
economía digital va penetrando el tejido económico, va destruyendo la necesidad
del trabajo asalariado en el mercado capitalista. Naturalmente es una tontería
decir que el trabajo va a desaparecer, porque los humanos seguiremos
trabajando, es decir, utilizando nuestra creatividad para producir valor
social. Pero no es una tontería decir que la economía digital va a prescindir
de una cantidad creciente de trabajo asalariado.
Si no lo
remediamos, muchos de los expulsados del mercado seguirán malviviendo con
trabajos residuales y contratos basura: esa realidad es tan omnipresente que,
en el fondo, explica el estancamiento secular al que se ve abocado el
neoliberalismo hoy.
Pero también en
las sociedades desarrolladas comienzan a aparecer segmentos importantes de
ciudadanos que combinan empleos parciales con nuevas formas de actividad
socialmente útiles, o se decantan por nuevas actividades que tienen poco que
ver con el capitalismo: Wikipedia, los Creative Commons, el software
libre y las nuevas iniciativas descentralizadas de economía colaborativa,
social y solidaria son, quizás, el embrión de un modo de producción diferente y
alternativo al capitalismo. Esta es una tesis fuerte que, de confirmarse,
abre la posibilidad de una transición a un nuevo sistema productivo y es ahí
donde se podría encontrar parte del núcleo duro de un nuevo paradigma de la
izquierda.
Wikipedia, los
Creative Commons o el software libre son, quizás, el embrión de un modo de
producción alternativo al capitalismo
Por supuesto, uno de
los grandes retos para aminorar este choque y mantener el objetivo de creación
de empleo incluso en la economía digital es la necesidad de un cambio
copernicano en los sistemas educativos y, en los países que envejecen como
España, la necesidad de un sistema de formación a lo largo de toda la vida.
Para terminar,
solamente si le concedemos a la digitalización de la economía el rango de
característica sobresaliente de la nueva economía política del siglo XXI
podremos dar todo su sentido a demandas políticas cada día más importantes,
como la necesidad de reducir las horas de trabajo más allá, incluso, de las 30
horas semanales, o el establecimiento de una renta básica universal, que
solamente en una perspectiva que tiene en cuenta los efectos de la economía
digital cobra todo su sentido. Y es en ese sentido en el que abogo por una
forma de RBU que comience ya a plasmarse estructuralmente en el sistema fiscal,
en la forma de un impuesto negativo de la renta para aquellos cuya renta no
llega hoy ni al nivel del umbral de la pobreza. Un impuesto negativo que pueda
ir ganando en ambición en el futuro para generalizarse como una forma de renta
a la que acceden todos aquellos que ya no están en el mercado
capitalista, pero realizan tareas de utilidad familiar, social, creativa, para
la comunidad.
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Ponencia
presentada en el Foro de Economía Progresista en su sesión del 19 enero 2017.
Manuel
Escudero. Economista.Coordinador
del Foro
de Economía Progresista.
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