Ilustración:
scopnest.com
17/03/2017
Análisis
El régimen saudí, la dictadura más antigua y
despótica del mundo, aunque oficialmente rige en el poder desde 1932, la
familia Saud, lleva sometiendo a sus arbitrios al pueblo que avasalla desde
hace bastante más de un siglo.
Principal aliado y operador del Washington en la
región, es una monarquía absolutista, que ha permitido la subsistencia,
permanecía y expansión del enclave sionista en Palestina.
Riad siempre dispuesta a las “sugerencias”
diplomáticas del Pentágono, ha colaborado con sus políticas en la región y
mucho más allá de esos límites, cada vez que Estados Unidos se lo ha
solicitado. Por ejemplo, el aporte de más de 30 millones de dólares para
el financiamiento de la Contra nicaragüense, y mantener vivo el “ánimo” de los
mercenarios y terroristas involucrados en la guerra contra la Revolución
Sandinista, o bien los aportes al Ordine Nuovo, italiano, responsable
del atentado contra la Estación de Bologna en 1985 que dejó 85 muertos.
El régimen saudí, ha financiado en el mundo entero
y en particular en el mundo musulmán miles de madrassas (escuelas
coránicas) y mezquitas, en las que se ha difundido la antojadiza versión wahabita
del Corán, el combustible filosófico donde abrevan los movimientos
fundamentalistas como el Talibán afgano, y todas las bandas terroristas
subsidiarias de al-Qaeda y el Daesh.
Arabia Saudita ha sido responsable fundamental de
la tragedia y genocidio en Libia y Siria, y del pueblo yemení al que somete
desde hace ya casi dos años con cerca de 15 mil muertos 50 mil heridos y un sin
número de daños colaterales que incluyen 5 millones de desplazados y una crisis
humanitaria pavorosa.
Aunque la razón fundamental para que Washington
haya mantenido con vida a semejante dictadura, desde 1979 es que funge como el
contra peso natural a la República Islámica de Irán, el máximo oponente en la
región de las políticas estadounidenses.
Semejante hoja de ruta ha provocado que hasta en
Estados Unidos y Europa, se haya comenzado a formar tendencias políticas y
sociales que por fin, aunque de manera bastante tenue, “desaprueban” sus
políticas.
Para ello la “famiglia” Saud, ha lanzado una
ofensiva internacional para lavar su imagen, y eso se traduce como siempre en
especulaciones financieras de todo tipo.
El rey Salman ha comenzado, a principios de
marzo, una larga gira por Malasia, Indonesia, Brunéi, Japón, China y
Maldivas, que finalizara a finales de mes en Jordania coincidiendo con el
comienzo de la Cumbre de la Liga Árabe.
Con un sequito de mil personas y 500 toneladas de
equipaje, este viaje está en el centro de la ofensiva diplomática, para
alivianar la más crítica de las crisis (financiera y política) que ha vivido el
régimen, a lo que se suma la creciente presencia iraní en los foros y mercados
internacionales y las dudas que todavía acarrean las futuras políticas del
presidente norteamericano Donald Trump para la región.
La gira también tiene un claro y evidente objetivo
comercial, se trata de preparar a esos mercados para la venta del 5 % de las
acciones de Aramco, la compañía nacional de petróleo, una oferta jamás
realizada, que habla del aprieto económico del reino tras las multimillonarias
pérdidas debido a los bajos precios del petróleo de los dos últimos años, la disminución
de los requerimientos norteamericanos tras la intensificación en su propio
territorio del fracking.
Las desorbitadas compras de armamentos, el sustento
del terrorismo integrista y la guerra en Yemen
Hoy los países asiáticos representan el 68 % de sus
exportaciones de crudo, siendo China y Japón, quienes compran el 35% del total.
El reino Saudita, ha entendido que necesita de
manera desesperante transformar su economía, para lo que ha creado el proyecto
conocido como Visión 2030.
Para alcanzar esas metas debe atraer inversiones,
aumentar sus exportaciones y generar alianzas en distintas áreas como recursos
humanos, investigación y desarrollo particularmente en nuevas tecnologías, para
lo que tanto China y Japón podrán ser socios claves. Con la visita del déspota
saudita a los otros países: Malasia, Indonesia, Brunéi y Maldivas, de mayorías
musulmanas, Riad pretende involucrarlos en la alianza militar sunita fundada en
2015, para intervenir en Yemen, y el claro objetivo de contener fundamentalmente
a Irán, aunque en el discurso oficial sea oponerse al Daesh y al-Qaeda,
a los que, por otro lado, financia, quizá a ello se debe a que
éstos jamás han atacado los intereses sauditas en ningún lugar del mundo.
Por otra parte, es mucho más que significativo que
al momento de que Salman inicia si gira, nada menos que el Ministro de
Exteriores, Adel al Jubeir, viajara a Bagdad, la primera visita de un dirigente
saudí de alto nivel a Irak, tras la ruptura de relaciones por el conflicto de
Kuwait en 1990, a pesar de compartir nada menos que 800 kilómetros de frontera.
Sin duda, ese giro en las relaciones se
inscribe en la misma ofensiva contra Teherán, ya que Irak es de mayoría chií,
pero con la necesidad de inversiones que tiene podría ser un “detalle” menor
para el gobierno del presidente Muhammad Fuad Masum.
En la misma dirección de reposicionamiento iniciada
por el régimen, el poderoso príncipe heredero y Ministro de Defensa,
Mohammed bin Salman, el martes último se reunió en la Casa Blanca con el
presidente Trump, lo que se consideró “un punto de inflexión”, tras las
tensiones de los últimos años con la administración Obama. En la reunión se
mencionó la cuestión iraní como punto de coincidencia de ambos gobiernos.
La salvaje frontera sur
Tras la visita oficial a Riad del Jefe de Estado
Mayor del Ejército pakistaní (COAS), el general Javed Qamar Bajwa, Islamabad se
comprometió a enviar una brigada de tropas de combate, unos 3 mil hombres, a la
frontera sur de Arabia Saudita con Yemen, donde desde hace dos años Riad libra
una encarnizada guerra contra los hutíes, un grupo político compuesto por la
mayoría zaidís, una variante chií, junto a los sectores más pobres de la
comunidad suní. Aunque se desconoce el nivel de apoyo dado por Teherán, el
respaldado de Irán es incuestionable. Muchos de los combatientes hutíes, han
sido entrenados por la poderosa y mítica guerrilla chií libanesa Hezbollah y
hombres de la Guardia Revolucionaria de Irán. Los hutíes cuentan con los
misiles de combustible sólido iraníes Zelzal-3 -superficie-superficie, aunque
ellos insisten que son de fabricación local.
Las autoridades pakistaníes han reiterado el
compromiso de brindar seguridad y protección de las Mezquitas Sagradas, y la
integridad territorial del reino. Tras los duros golpes dados contra el reino
por los hutíes en estos últimos meses con misiles transfronterizos.
Un misil mató a cerca de 80 soldados en una base
conjunta saudita y de los Emiratos Árabes Unidos, en la isla de Zuqar, en
el Mar Rojo, el 31 de enero. El febrero último la comandancia e los
hutíes informó haber alcanzado con varios “misiles balísticos de precisión a
larga distancia” un campamento militar cercano a al-Mazahimiyah, localidad
próxima a Riad, aunque los saudíes han negaron ese ataque.
La creciente efectividad de la resistencia yemení
en su territorio y en territorio saudita es lo que apuró al régimen a
recolectar más apoyo internacional.
El general Bajwa, junto a su par saudita,
el jefe de estado mayor de las fuerzas saudíes, el general Abdul Rehman
bin Saleh al-Bunyan, discutieron sobre la cooperación militar y la seguridad
regional, para acordar finalmente el envío de tropas.
Hace dos años, antes del inicio de la agresión
saudita, el Parlamento pakistaní se había negado a participar de la coalición
sunita encabezada por Riad, fundamentalmente por los temores a que dicha
participación exacerbe, todavía más, los ánimos de la comunidad chií que
representa el 20% de los 190 millones de pakistaníes.
La situación interna de Pakistán puede tender a
complejizarse ya que a pesar de que el Primer ministro pakistaní, Nawaz Sharif,
literalmente, le debe la vida al reino saudí que lo salvó de ser ejecutado en
1999, tras el golpe del general Pervez Musharraf, la actual cúpula del ejército
no está de acuerdo en intervenir en la guerra contra Yemen, ya que se niegan a
distraer recursos y hombres de la lucha contra el integrismo armado y la
siempre caliente frontera con la Cachemira hindú.
La pretensión saudita es que los efectivos enviados
por Islamabad, no intervengan en territorio yemení, pero sí que refuercen
la frontera sur.
La tropa paquistaní solo intervendrá en caso de
amenazas a la seguridad interna o a ataques extremistas.
La intervención de efectivos pakistaníes en el
reino, no es nueva: en el asalto a la gran mezquita de la Meca en 1979, el
entonces presidente, el general Muhammad Zia-ul-Haq, a pedido del rey Fahd,
dispuso el envió de una brigada blindada de élite para participar en la
recuperación de lo que representa el sitio más sagrado del Islam.
Además, cerca de 2 mil efectivos pakistaníes
entrenan y asesoran a personal militar saudí, desde hace años.
En 2015, poco antes del inicio del conflicto
en Yemen, Riad había ofrecido al ex jefe del Ejército de Pakistán, Raheel
Sharif, la jefatura de la Alianza Militar Islámica (IMA) compuesta por 34
países de mayoría sunita, liderada por Arabia Saudita.
Un factor clave para el cambió de posición de
Islamabad es su dependencia económica de Arabia Saudita. Varios millones pakistaníes
que trabajan en el reino envían a anualmente a su país cientos de millones de
dólares, que ayudan a paliar la crónica crisis económica.
Pakistán y el Reino Saudita se necesitan, más allá
de los arsenales nucleares de Islamabad y de contar con el quinto ejército más
grande del mundo, junto a un fuerte nacionalismo, que se fundamenta en su
conciencia islámica, siempre acuciado por el latente conflicto con la India
y provincias secesionistas como Beluchistán. Contar con un socio
extremadamente rico, con una misma identidad religiosa, le aporta un hálito
financiero que no siempre tiene.
No por nada Pakistán fue una de las primeras
naciones islámicas en admitir sin restricciones la fundación de infinidad de madrassas
wahabitas, por parte del reino, que han sido, finalmente, las
abastecedoras de hombres para las bandas terroristas desde el Talibán en
adelante, que operan en toda la región.
La desesperada ofensiva saudita en el plano militar
encuentra en Pakistán el mejor refugio, para sus pretensiones de regir el mundo
árabe.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista
Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
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