(26 de marzo de 2017)
Por Miguel Aragón
Por lo general, los
trabajos de PREVENCIÓN son más sencillos y económicos que los trabajos de
RECONSTRUCCIÓN, y por eso mismo no dejan mayor margen, ni tiempo, para la
ya tradicional "coima".
Por el contrario, los
trabajos de Reconstrucción son más complicados, mucho más costosos, y más
prolongados, que los trabajos de Prevención, y por eso se prestan muy
fácilmente para las "coimas", utilizando la situación de
"emergencia" ya creada premeditadamente, aprovechando la
desgracia y la desesperación de las mayorías empobrecidas, que adoloridas
reclaman “ayuda”.
Los trabajos de
Reconstrucción por lo general cuestan MÁS DE CINCO VECES el costo de los
trabajos de Prevención, sin contar las pérdidas humanas, pérdidas que no
tienen precio, pero que pudieron evitarse con un mínimo trabajo serio de
prevención.
Ahí está “el
negocio”, y ahí está una de las causas de porque a muchas
autoridades, sean congresistas, ministros, gobernadores departamentales,
alcaldes provinciales, y otros funcionarios públicos, no les interesa
desarrollar una política seria de Prevención, aparte de su desinterés y
desprecio por las necesidades de las mayorías, y su rechazo casi instintivo a
cualquier trabajo planificado en la política gubernamental. La actual clase
dominante y sus defensores son tan ignorantes, que para ellos “planificación es
sinónimo de comunismo”. (Aceptan y promueven la planificación estratégica
“dentro de las empresas”, pero se oponen a la planificación en el conjunto de
la sociedad).
En estos momentos hay
muchos funcionarios públicos, incluidos altos mandos de las fuerzas armadas y
de la iglesia, así como muchos grandes empresarios de la construcción
aprovechadores de la desgracia ajena, algunos comerciantes proveedores de
materiales y de servicios, y unos cuantos prestamistas (dueños de las empresas
bancarias que van a “financiar” las obras de reconstrucción), que se
están "frotando las manos" llenos de alegría, preparándose para la
"repartija" del abultado presupuesto que se va a destinar a la
superficial Reconstrucción de algunas partes del maltrecho país.
Esa es la experiencia
negativa, que quedó registrada tras las grandes inundaciones que asolaron
varios departamentos del país en los años 1983 y 1998. Después de los
“superficiales trabajos de reconstrucción” de esos años, “los ricos se hicieron
más ricos, y los pobres se hicieron más pobres”. Preguntémonos ¿cuáles fueron
los resultados reales y efectivos de los “trabajos de reconstrucción” de
los años 1983 y 1998, durante el gobierno democrático de Fernando Belaunde, y
el gobierno autoritario de Alberto Fujimori, respectivamente?
Últimamente, y en
menos de tres semanas, desde el desborde máximo de las inundaciones a comienzos
de marzo, la mayoría de peruanos estamos siendo espectadores y testigos,
a través de los noticieros televisivos, del atraso, pobreza y miseria
extrema, en que vive la mayoría de la población en el país. Situación
agravada y desnudada por los desbordes de las inundaciones.
¿Cómo no sentir
indignación, ante tanto atraso, pobreza y miseria? Acaso las reducidas
cúpulas que disfrutan del poder económico en el país, hasta hace muy
poco, en tono muy arrogante, no nos estaban diciendo que “el Perú muy
pronto debería ingresar al club exclusivo de los veinte países más
desarrollados del mundo, a la OECD, al lado de EEUU, los países de la
Unión Europea y Japón”.
Todos los peruanos, a
través de los noticieros televisivos, estamos recibiendo una lección, “en vivo
y en directo”, de sociología del Perú actual. El contraste entre las
formas de vida, por un lado, de las reducidas cúpulas de los que
tienen el poder económico en Lima, y otras pocas ciudades,
que viven en el derroche y la ostentación superficial; y por otro
lado, las miserables formas de vida de las mayorías repartidas en el resto del
país; ahora es tan, pero tan evidente, que nadie en su sano juicio podrá
poner en duda la real EXISTENCIA DE DIFERENTES CLASES SOCIALES en el Perú.
¿Existen clase
sociales en el Perú? ¿Qué son las clases sociales?
Para responder estas
preguntas tan sencillas, no necesitamos ser eruditos en sociología, ni saber un
ápice del odioso y despreciado “marxismo”. Solo se necesita observar con un
poco de atención, y comparar las condiciones de vida de los personajes anónimos
afectados por las inundaciones, que todos los días están saliendo en los
programas informativos que se están difundiendo en las pantallas de televisión.
Comparemos esas miserables condiciones de vida de las mayorías empobrecidas, de
las provincias de Tumbes, Piura, Lambayeque, La Libertad, Ancash, Lima, Ica,
etc., con las condiciones de vida de la reducida cúpula propietaria de
los bancos, de las grandes empresas comerciales y de la gran minería, para
entender de la manera más didáctica y sencilla, lo que realmente son las clases
sociales.
Y si revisamos, con
un mínimo de objetividad, la historia de la civilización, que escasamente
tiene menos de 5 mil años, encontraremos que, donde hay diferencias de
clases sociales, necesaria e inevitablemente existe lucha de clases.
Para intentar
aplacar, superficial e hipócritamente, esta diferencia social demasiado
evidente, los gobernantes de turno están llamando a la “unidad nacional”.
“Todos somos iguales”, “todos somos peruanos”, nos repiten asustados y
desesperados. Todos somos “una sola fuerza”, es el último cliché que han
acuñado, para pretender ocultar la realidad profunda del país. ¿Esta vez
aprenderemos la lección? ¿O esperamos que se repita?
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