por Thierry
Meyssan
El discurso de Donald Trump en Riad ha suscitado
una oleada de posicionamientos contra el terrorismo y en contra del islam
político. El mundo árabe está expresando su sed de laicismo precisamente
en el mismo momento en que esa tendencia se tergiversa
en Europa para utilizarla contra las religiones. Ante esa bocanada de
libertad, los británicos están organizando el bando del islam
político alrededor de Qatar, Irán, Turquía y la Hermandad Musulmana.
Red Voltaire | Damasco (Siria) | 13 de junio de 2017
Durante la colonización y a lo
largo de la guerra fría, las potencias imperialistas utilizaron
las religiones para ahogar toda oposición a su propia dominación.
Un ejemplo flagrante es el caso de Francia, que adoptó en 1905
una importante ley implantando el carácter laico de sus instituciones… y
decidió de inmediato no aplicarla en los territorios colonizados.
Hoy se sabe que las «primaveras árabes»
eran una iniciativa británica tendiente a poner a la Hermandad Musulmana en el
poder para afianzar así la dominación anglo-sajona sobre el «Medio Oriente
ampliado» [también designado a menudo como «Gran Medio Oriente»].
Desde hace 16 años, los occidentales vienen
acusando a los musulmanes –con razón– de no «limpiar la casa»
y de tolerar a los terroristas. Pero hoy resulta evidente que
esos terroristas cuentan con el apoyo de los propios occidentales, que
los utilizan para someter a los musulmanes mediante el «islam político».
Para Londres, Washington y París el terrorismo constituye una
preocupación sólo cuando rebasa los límites del «Medio Oriente ampliado»
y nunca critican el «islam político», o al menos
se abstienen de hacerlo cuando lo practican los sunnitas.
Al pronunciar su discurso de Riad, el 21 de mayo
de 2017, la intención del presidente Trump era poner fin al
terrorismo que arrasa la región y que ahora se extiende a Occidente.
Lo que dijo Trump tuvo el efecto de un electroshock. Su alocución fue
interpretada como una luz verde para acabar con ese sistema.
Lo que durante los últimos siglos pareció siempre
impensable se hace así bruscamente realidad. Al aceptar
poner fin a su relación con la Hermandad Musulmana, Arabia Saudita
arremete contra quienes siguen colaborando con los británicos y principalmente
contra Qatar. Riad ha desatado una tempestad que conlleva toda una carga
de innumerables frustraciones. Por espíritu de venganza beduina,
se cortaron las relaciones diplomáticas y se organizó un bloqueo económico
contra la población qatarí. Mientras tanto, en los Emiratos Árabes Unidos se ha
instaurado una pena de 15 años de cárcel contra cualquier persona que
simplemente exprese compasión por los habitantes del ahora aborrecido Qatar.
Se ha iniciado así un gigantesco desplazamiento
de fuerzas y replanteo de las alianzas que hasta ahora existían.
Si prosigue ese movimiento, la región se organizará alrededor de
una división diferente. La cuestión de la lucha contra el imperialismo
cederá su lugar a la de la lucha contra el clericalismo.
Los europeos vivieron lo mismo durante
400 años, desde el siglo XVI hasta el siglo XIX. Pero no fue ese el
caso de los estadounidenses, ya que su país fue fundado precisamente
por los puritanos, que llegaron al norte de América huyendo de esas luchas.
La lucha contra el cristianismo político fue primeramente un combate
contra la pretensión del clero de la Iglesia católica de gobernar a
sus fieles, incluso hasta en la cama. Esa lucha sólo terminó
en tiempos del papa Pablo VI, quien abandonó la tiara pontifical.
Aquella triple corona debía simbolizar que el papa estaba por encima de
reyes y emperadores.
Al igual que el cristianismo original, donde
no había sacerdotes (los sacerdotes cristianos no aparecieron hasta
el siglo III), el islam original y el sunnismo carecen de
clérigos. Sólo el chiismo cuenta con una estructura similar a la del
catolicismo y el cristianismo ortodoxo. De hecho, el islam político está
representado actualmente por la Hermandad Musulmana y por el gobierno del jeque
Hassan Rohani (el título de jeque indica que el presidente iraní Rohani
es miembro del clero chiita).
Una alianza clerical está formándose en este
momento, con ayuda del Reino Unido. Esa alianza podría constituir
un bloque conformado por Irán, Qatar, Turquía, Idlib (en el noroeste
de Siria) y Gaza, bloque que se convertiría en protector de la
Hermandad Musulmana y, por tanto, en defensor del uso del terrorismo.
En sólo 2 semanas, la prensa árabe, que hasta
ahora había considerado favorablemente a la Hermandad Musulmana como una
poderosa sociedad secreta y al yihadismo como un compromiso legítimo,
ha dado un brusco giro de 180 grados. Todos los medios árabes
denuncian ahora el hecho que la Hermandad Musulmana pretende controlar
la vida de la gente y se pronuncian contra la locura criminal del
yihadismo.
Ese tsunami de comentarios, los siglos de
frustración que en ellos se expresan, su violencia misma, hace
imposible todo regreso a la situación anterior –lo cual no quiere
decir que la alianza Irán-Qatar-Turquía-Hamas logre realmente concretarse.
La ola revolucionaria se produce en pleno mes de ramadán.
Las reuniones entre amigos y los encuentros familiares que
caracterizan este mes sagrado para los musulmanes, y que deberían ser de celebración
consensual, están convirtiéndose a veces en ocasiones para el
cuestionamiento de lo que hasta ahora parecían ser las bases mismas del
islam.
Si se mantuviese la división a favor o
en contra del clericalismo, asistiríamos a una recomposición general del
paisaje político.
Por ejemplo, los Guardianes de la Revolución
iraníes, que se crearon en contra del imperialismo anglosajón, han
acumulado rencores contra el clero iraní. Muchos de ellos aún recuerdan que,
durante la guerra que Irak impuso a Irán, los mollahs y los ayatolas
se las arreglaban para evitar que sus hijos tuvieran que ir a la
guerra, mientras que los Guardianes de la Revolución sacrificaban sus vidas en
el campo de batalla. Sin embargo, debilitados durante el primer
mandato de Rohani, parece poco probable que los Guardianes de
la Revolución se atrevan a levantarse contra el poder civil y
religioso.
Pero el Hezbollah libanés tiene como líder al
sayyed Hassan Nasrallah (el título de sayyed indica que Nasrallah
es descendiente directo del profeta Mahoma), una personalidad que promueve la
separación entre la esfera pública y la esfera privada. Aunque ejerce
simultáneamente una función religiosa y otra política, Hassan Nasrallah
ha estado siempre en contra de la confusión entre ambas funciones,
aunque lo ha hecho aceptando a la vez el principio enunciado por Platón del Velayat-e
faqih (o sea, el principio del gobierno por un sabio). Parece
por tanto poco probable que el Hezbollah libanés siga al gobierno de
Rohani.
En espera de las definiciones que no deben
tardar, ya se ven importantes movimientos en toda la región:
En Libia,
la Hermandad Musulmana abandonó Trípoli, permitiendo incluso que una milicia
pusiera en libertad a Saif al-Islam Kadhafi y que el general Haftar
ampliara su propia influencia.
En
Egipto, el general-presidente al-Sissi logró que los demás gobernantes del
Golfo redactaran una lista de terroristas.
En Palestina, la dirección política del Hamas huyó a Irán.
En Siria, los yihadistas han cesado la lucha contra la República Árabe Siria y están a la espera de instrucciones.
En Irak, el ejército redobla sus embates contra la Hermandad Musulmana y la Orden de los Naqchbandis.
En Arabia
Saudita, la Liga Islámica Mundial excluyó de su consejo de administración
al predicador-estrella de la Hermandad Musulmana y propagandista de las
primaveras árabes, el jeque Qaradawi.
Mientras
tanto, Turquía y Pakistán han iniciado el envío de decenas de miles de soldados
a Qatar, que ya sólo logra alimentarse gracias a la ayuda de Irán.
Una nueva era parece estar comenzando en la
región.
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