República
de las ideas
06-11-2017
Ya Sun
Tzu, quinientos años antes de nuestra era, como se lee en su tratado “El Arte
de la Guerra”, se refería a ésta diciendo que “es un asunto serio; da miedo pensar
que los hombres pueden emprenderla sin dedicarle la reflexión que requiere”. Es
evidente que Bush no había leído esto cuando desencadenó aquella nefasta guerra
contra el terrorismo cuyos efectos está sufriendo hoy la humanidad y, sobre
todo, los pueblos musulmanes sobre los que el rayo del Pentágono descargó con
mayor virulencia y menor reflexión.
Al enumerar el filósofo chino lo que él llama los
cinco factores fundamentales para ganar una guerra, dice: “El primero de estos
factores es la influencia moral”. La moderna traducción de los vocablos de la
antigua China se presta a discusión, pero es esta influencia moral la que,
también según Sun Tzu, hace que “el pueblo [la base de todo ejército] olvide el
riesgo de la muerte” y se lance a la batalla “con la alegría de superar las
dificultades”.
En todas las academias militares del mundo se
enseña la importancia del factor moral en la guerra, y la historia bélica
muestra que, en muchas ocasiones, una superioridad moral puede compensar con
creces la inferioridad en armas u otros factores.
Desde principios de 2015, un equipo de
investigadores ha estado trabajando sobre el terreno en los frentes de combate
contra el Estado Islámico (EI), precisamente para investigar ese factor moral,
es decir, para evaluar la capacidad de los combatientes para sacrificarse por
sus compañeros y por la causa que defienden, luchando e incluso muriendo.
Sus resultados se han publicado en septiembre
pasado en la revista Nature – Human behaviour, bajo un título que puede
traducirse como “La voluntad de combatir del participante abnegado y la
dimensión espiritual de los conflictos humanos” (The devoted actor’s will to
fight and the spiritual dimension of human conflict).
Descubrieron en ese tipo de personas, a las que
denominan participantes abnegados (devoted actors), tres factores
esenciales: (1) la dedicación a unos valores indiscutibles, sagrados o
espirituales, y al grupo al que pertenecen; (2) la disposición a abandonar a la
familia o los parientes para defender esos valores; y (3) la sensación de que
la fortaleza espiritual del grupo frente a los enemigos es más importante que
la fortaleza material.
Los investigadores entrevistaron a muchos
participantes en esta guerra. Lo que observaron difería a veces mucho de lo que
los medios de comunicación vienen informando. El jefe de una milicia árabe
suní, que ahora lucha contra el EI junto al ejército iraquí y las milicias
kurdas, confesó que inicialmente dio la bienvenida al EI. Pero, como otros
jefes tribales, cambió de bando cuando el EI inició una lucha de clases,
incitando a los más pobres a apoderarse de los bienes de la élite privilegiada.
Una conclusión inquietante de la investigación es
que el EI, aunque ha perdido el control de gran parte del territorio suní en
Irak, ha mentalizado a toda una generación de jóvenes árabes suníes que creen
firmemente que la sharia es el único modo de gobernar la sociedad, un
valor por el que están dispuestos a luchar y morir. “La sharia no es el
gobierno de los hombres sino el de Dios”, declaró un joven en un campo de
refugiados.
Según los investigadores “las personas que
entrevistamos y evaluamos asociaban casi siempre la democracia con la debilidad
humana y la perfidia; es lo mismo que vivir bajo una mayoría chií elegida a
instigación de EE.UU., que solo les había traído la tiranía”. En opinión de
otro joven “la democracia lleva directamente a las guerras y a la desconfianza
entre el pueblo. No la quiero… EE.UU. desea imponer la democracia para dividir
a los suníes; el EI nos trajo esperanza con la sharia…”.
La conclusión definitiva de esta investigación no
deja mucho lugar al optimismo. El Estado Islámico puede haber perdido gran
parte de la base territorial del Califato, pero no ha perdido la lealtad de los
árabes suníes de esta zona, cuyo valor fundamental es el sometimiento total a
la ley islámica.
Las circunstancias básicas del conflicto político y
religioso que hizo que los pueblos aceptaran al EI apenas se han modificado. A
menos que no cambien esas circunstancias en el sentido de una mayor tolerancia
-lo que implicaría modificar el peso de la ley islámica en la sociedad suní de
Irak- “el espectro del Estado Islámico seguirá rondando esta región”, afirman
los investigadores.
Artículo publicado originalmente en República de las ideas
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