20-12-2017
Diversas
especulaciones se han formulado a partir de la crisis que agobia al país, y
distintas consignas han sido recogidas por las redes sociales, los analistas
políticos y otros. Algunas propuestas han derivado de la sana intención de
hacer un análisis serio de los problemas. Pero ha asomado también una alta
dosis de subjetivismo, y hasta una errática voluntad que ha confundido deseos
con posibilidades. Es bueno, entonces, esbozar un diseño concreto de
propuestas, como una manera de advertir a los lectores en torno a lo que se
vendrá.
Es clara la intención del fujimorismo de Vacar
al Presidente de la República. Pero no es idea nueva. Se vino maquinando
desde el 28 de julio del año pasado, cuando se instaló el régimen de PPK,
mientras Keiko lloraba a moco tendido su inesperada derrota. Que nunca se
recuperó de ella, lo dice el hecho inexcusable que, hasta hoy no tuvo el gesto
de felicitar a su ocasional adversario por su victoria.
Es curioso sin embargo que no haya sido la bancada
Keista la que presentara la moción que sustenta el pedido hoy en curso. Se ha
dado maña para lograr que sea una bancada formalmente de izquierda –el “Frente
Amplio” de Marco Arana- quien asuma esa responsabilidad. Así Fuerza Popular
salvará su rostro ante la historia. Quedará en los anales del Congreso la idea
que, la Moción de Censura que provocó la crisis, nunca fue planteada, ni
esbozada, por Keiko y su comparsa. Fue la Izquierda, la que inició esa enredada
telaraña de desgobierno y caos que hoy agita los predios nacionales. Aunque
maquiavélica la acción, no deja de ser sugerente.
No obstante, es claro que el fujimorismo está
directamente interesado en el tema. Por eso han sido los parlamentarios de la
llamada “Fuerza Popular” los encargados de sustentar el planteo de
vacancia. Las intervenciones más rotundas han provenido de esas filas:
Salaverry, Becerril, Letona y Salgado han sido portavoces más definidos. No ha
ocurrido así con Arana, ni con nadie de su bancada, que se ha limitado a
prestar su nombre para introducir la propuesta, y lograr que marche.
Cuando Fuerza Popular ha asumido la tarea de
concretar el pedido, lo ha hecho por una razón muy simple: está interesada más
que nadie en que el proyecto se cumpla, y que PPK abandone la Jefatura del
Estado. Cabe preguntarse entonces por qué y para qué? ¿Podría suponerse que se
trate de un ex abrupto, de alguna ocurrencia episódica, o quizá alguna
represalia de orden personal contra Pedro Pablo Kuczynski? Quizá esto último
podría tener más sustento por cuando después de todo PPK, durante 18 meses de
gestión, nunca dio el paso de liberar a Alberto Fujimori, pese a que jugó con
esa idea en diversas ocasiones.
No obstante, el tema en cuestión no parece ser el
motivo principal de la ira de Keiko, ni de la cúpula fujimorista, integrada por
personas que “llegaron” recientemente a ese partido, y que más bien ha tomado
distancia de AFF en el empeño de “no contaminarse” con el pasivo de su gestión.
Pareciera más bien que el ímpetu agresivo del Keismo está motivada por la ira
que despertó el resultado electoral de junio del 2016, cuando la Mafia ya daba
absolutamente por segura su victoria. Había preparado todo, para hacerse del
Gobierno con el mayor poder en sus manos. Así, había asegurado incluso una
amplia mayoría parlamentaria. Jugando con la legislación vigente, tendría
mayoría absoluta en el Congreso.
La candidatura presidencial de Keiko Fujimori,
obtuvo tan sólo el 26% de los votos en la primera vuelta. Ese porcentaje fue
artificialmente levantado al 39% a través de un recurso muy simple: el
prorrateo de los votos en blanco, nulos y viciados entre “todos” los
candidatos. Ella, subió de 26 a 39%; PPK de 17 a 21 y Verónica de 16 a 20%.
Esto fue mucho más escandaloso en materia
parlamentaria: Fuerza Popular obtuvo sólo el 23.6% de los votos para el
legislativo. Tendría derecho a unos 30 parlamentarios. Gracias al mismo
procedimiento, se le “sumaron” los votos nulos, blancos y viciados; y por eso
logró 73 congresistas de un total de 130. Eso, lo hizo el actual JNE ¿merece
confianza?
Esto hay que tomarlo en serio porque hay quienes
sostienen que la crisis ha desacreditado también al keikismo, y que en una
nueva elección, no podría repetir la votación pasada, ni tener la mayoría que
hoy ostenta. Para solventar esa versión, se dice que en las últimas encuestas,
Keiko cayó del 33, al 27%. Esto ¿confirmaría su retroceso? Pues no. Con un
27% de votos, y encabezando la “primera vuelta”, se le reconocería
automáticamente el 40% de los votos, con el mismo procedimiento del 2016, que
no ha sido modificado. Y si lograra un precario 23% en su lista parlamentaria,
volvería a contar con 70 congresistas, sin ningún problema, tal como ocurre
hoy.
Por eso es que ellos aseguran “no temer” una
nueva elección. No necesitan contar con la mayoría del electorado. Esa
“mayoría” ya ha sido construida para ellos y las disposiciones que la generan,
no han variado un ápice. ¿Debiera aceptarse un nuevo proceso electoral con las
“normas” que generó la “mayoría” que hoy decide los destinos del país? Por
cierto que no. Pero, a eso se marcha cuando se levanta la consigna de “Nuevas
elecciones, ahora”.
Es claro que quien enarbola esa demanda, piensa en
renovar toda la estructura del Estado. Pero esa es una voluntad, una intención.
No implica una posibilidad. Para que ella sea fructífera, es indispensable que
concurran dos fenómenos previos: que se una el movimiento popular -quebrado
desde hace 25 años- y que se modifiquen las normas, para que no resulten
viables las trampas electorales del pasado.
Algo parecido sucede cuando se formula otro deseo: “¡que
se vayan todos!”. Claro que todos queremos que se vayan todos los
corruptos, y que el Poder sea ejercido por personas honradas. Nadie en ssano
juicio, dirá “queremos que se vayan unos corruptos, y que en su lugar, se
queden otros”.
Pero esa, es la formulación de un deseo. Sólo podrá
concretarse cuando las personas honradas se unan, organicen, tomen conciencia y
luchen. ¿Y eso, ocurre hoy? Si así lo fuera, perfecto. Lo objetivo sin embargo,
es que esa exigencia quedará en palabras como ocurrió ya tantas veces en el
pasado. Los tramposos tienen en sus manos el Poder, el dinero, las normas
legales, la “Prensa Grande” y el manejo de “la Cosa Pública”. Son, la Clase
Dominante.
A menudo se confunden los temas. Y no se percibe
que la lucha social no implica sólo una confrontación entre “honrados y
pillos”. No es una confrontación de “Valores”, sino una Lucha de
Clases, lo que asoma en el escenario. Por su naturaleza, los trabajadores
suelen ser honrados y los explotadores, pillos. Pero en ambos extremos, se
registran excepciones. No hay que perder de vista eso.
Lo que ocurre en el Perú ni es difícil de entender.
El Gran Capital impuso -Vía la dictadura Neo Nazi de Albero Fujimori- el “Modelo”
Neo Liberal. La dictadura cayó, pero la Clase Dominante retuvo en sus manos los
resortes del Poder. Los sucesivos cambios de gobierno se aferraron a ese
esquema de dominación, y también colapsaron. Pero los Fujimoristas insisten en
retomar directamente el control del Estado. Y el pueblo resiste, porque sabe lo
que eso significa.
El fujimorismo, no fue un régimen reaccionario más.
Fue la expresión más perversa y cruel del capital financiero y se expresó como
una dictadura terrorista. Reprimió salvajemente a los trabajadores, masacró a
las poblaciones originarias, despreció a los estudiantes, devaluó a las mujeres
y envileció la vida nacional. Y lo hizo para entregar el país a las
corporaciones imperiales y enriquecerse a partir de inmundos negociados. Sus
instrumentos, además del “Modelo”, son la Constitución del 93, la “mayoría”
parlamentaria y el andamiaje legal que la hizo posible. Todo eso, es
lo que hay que cambiar.
El dominio del pasado, es el que pretende
“restaurar” ahora. Y eso, es lo que hay que impedir a toda costa con la fuerza
del pueblo en las calles Por eso decimos que esta lucha -nuestra lucha- .no es
electoral, sino revolucionaria. Y la libra el pueblo –y en particular los
trabajadores- con su unidad, organización, conciencia de clase y capacidad de combate.
Es como lo dijimos, una batalla de largo aliento. ¿Es difícil entenderlo?
Gustavo Espinoza M. Colectivo de dirección de Nuestra Bandera.
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