Javier Calderón Castillo
ALAI AMLATINA, 15/12/2017.- La XI
cumbre ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC), se realizó en
Buenos Aires del 11 al 13 de diciembre, terminando con lánguidos resultados
para los promotores del neoliberalismo y, en lo local, para el macrismo. Una
situación creada por las propias contradicciones de los países centrales
liderados por EE. UU., al exigir levantar las salvaguardias a todos los países
pobres y en desarrollo, e imponer leyes de patentes y desregulaciones a favor
de las transnacionales, mientras exigen una mayor protección para sus economías
con subsidios y otras garantías[1].
Los delegados de los gobiernos no lograron avanzar en ningún acuerdo
sobre los temas propuestos para ampliar el libre comercio, en razón a las
tensiones generadas por el mal momento geoeconómico mundial[2] y por las
propias condiciones estructurales de la geopolítica. Estados Unidos y la Unión
Europea (UE) se encuentran en permanente disputa -contra los países
periféricos- por proteger sus economías, mientras que China, India, el G77 y
otros países, reclaman condiciones de igualdad -lo que los lleva a no estar
dispuestos a pactar bajo las condiciones desiguales que propone la OMC[3]-. El
neoliberalismo está cuestionado y en debate.
Las trabas internas de la OMC para avanzar en su propósito neoliberal no
obedecen a un cambio de orientación de las instituciones económicas de la
globalización (Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional y la misma OMC),
sino que son producto de la crisis generada por la capacidad de resistencia de
los países no aliados a los intereses comerciales de EE. UU., como China,
además de la incapacidad de proyectos regionales soberanos para construir un marco
de actuación común y favorable a sus intereses -como podría haberlo hecho la
UNASUR-, y por la propia orientación proteccionista de EE. UU. y Gran Bretaña.
La cumbre fue realizada en un contexto de agresión del país anfitrión
contra las voces críticas a la globalización y el libre comercio, manifiesto en
el uso de la violencia estatal en contra de manifestantes y la prohibición de
ingreso a líderes mundiales civiles que cuestionan los mandatos de la OMC. Todo
muy parecido a lo vivido durante la III cumbre, realizada en Seattle (EE. UU.)
en 1999. Esta fue reprimida con fiereza y fracasada en su agenda[4]. Al parecer, los
neoliberales tienen como muleta las balas de goma y los gases lacrimógenos.
I. Rebelión en la periferia
El doble discurso de los EE. UU. con respecto al libre comercio (que los
demás países liberen sus fronteras, pero ellos no las propias) se enfrenta a la
creciente capacidad de China, India, Sudáfrica y Rusia para negociar aspectos
comerciales que trascienden el debate de las salvaguardias aduaneras, poniendo
como centro el tema del desarrollo de fuerzas productivas y el desarrollo
científico-técnico, sin supeditación a patentes o fiscalizaciones de las
autoridades estadounidenses o europeas. Los EE.UU. critican a China porque
maneja cerca del 17,8 % de las exportaciones mundiales de mercancías[5], que, al ponerse
en circulación a escala planetaria, desafían su hegemonía sobre el mercado,
tanto en las instituciones neoliberales transnacionales, como en la propia
economía estadounidense.
El representante comercial de EE.UU., Robert Lightlizer, habló en la
cumbre corroborando el giro proteccionista del gobierno de Trump y apuntando a
posicionar como objetivo principal la disputa contra China, incitando a sus
aliados a conformar un bloque frente al gigante asiático. Algunos especialistas
señalan que la decisión de Estados Unidos obedece a la intención de retirarse
del ámbito de negociación de la OMC, lo que le permitiría seguir tratando los
temas comerciales de forma bilateral con Tratados de Libre Comercio-TLC, de los
que puede obtener mayores ventajas[6], como ha quedado demostrado a través del TLC con
Colombia y el TLCAN, donde Colombia y México se encuentran en clara desventaja
ante EE.UU., tanto por el desigual poder de injerencia y lobby como por la
complacencia de los negociadores de esos países latinoamericanos, quienes han
dado vía libre a las pretensiones desiguales de los norteamericanos[7].
El gobierno de Macri, anfitrión de la cumbre, decidió no dejar entrar al
país y deportar a expertos representantes de 43 ONG internacionales, que
trabajan por el comercio justo y son críticos de la OMC[8]. Un hecho
bochornoso que demostró el déficit democrático para abrir la discusión amplia
con diversos sectores de la sociedad global sobre un tema tan crucial como éste[9]. A la vez, el
gobierno argentino promovió, muy a su estilo, un foro de empresarios del B20
(una agrupación de empresarios de los países del G20) donde el delegado del
mayor grupo económico de la Argentina, Paolo Rocca del grupo Techint, apoyó la
tesis de los EE.UU. en contra de China, al advertir que es imposible seguir
tolerando la “desigual” competencia de las empresas chinas que cuentan con el
respaldo del Estado o son estatales[10]. En cambio, el empresario guardó silencio sobre la
decisión de los Estados Unidos de imponer sendos aranceles al Biodiesel
argentino y con ello negar su entrada al comercio norteamericano.
Los EE. UU. tampoco lograron imponer el tema del comercio electrónico,
aunque se hicieron acompañar de las grandes empresas transnacionales del sector
(Google, Amazon, Alibaba, eBay, etc.), para intentar incluir en las
negociaciones de la Cumbre el tema de la desregulación del e-commerce. Si bien no lograron poner en negociación el
tema, contaron con el apoyo de cuarenta países entre los 169 miembros, dejando
abierto e instalado el tema para próximas rondas de negociación. Este asunto es
de suma importancia, pues va mucho más allá de la desregulación de la
compra-venta en páginas electrónicas. Repercute en el manejo de todo el sistema
financiero y económico (en mayor medida electrónico), en las desregulaciones
sobre seguridad informática, transacciones bancarias, desarrollos y patentes de
software. En la línea anti-China, estas corporaciones del e-commerce y los países que respaldaron a EE.UU.
empezaron por atacar las regulaciones del comercio electrónico en países
soberanos[11]. No pudieron
avanzar más, pero es un tema que se debe sumar a las preocupaciones futuras en
el debate de la soberanía y la construcción de economías alternativas.
II. Neoliberalismo reciclado
América Latina asistió a esa Cumbre Ministerial desunida. Aunque en las
pasadas conferencias los intereses de la región no coincidían del todo[12], se dieron
acciones con un mayor protagonismo e iniciativa para tratar temas de vital
importancia para la región, como los del sector agrícola, la solicitud – ante
los EE.UU. y la UE – de suprimir los aranceles a productos agrícolas del
Mercosur o apoyando la posición del G77 liderado por Venezuela, Bolivia y Cuba
destinada a garantizar la soberanía alimentaria con protecciones aranceladas
donde sea necesario[13].
El presidente argentino Mauricio Macri, aprovechando su condición de
anfitrión, trató de generar un espectáculo que sirviera de galería para las
medidas de ajuste económico adelantadas en la política interna, enviando un
mensaje muy localista, anotando que su país “llega tarde” a la inserción al
mundo globalizado, con una defensa a ultranza del libre comercio y pidiendo
ayuda externa para imponer su modelo[14]. Un mensaje que se diluyó con el discurso
norteamericano en contra de los sistemas de resolución de diferencias de la
OMC, con el cual Macri pretendía acudir para exigir el levantamiento de los
aranceles impuestos al biodiesel argentino por parte del gobierno de Trump[15].
De igual manera, las negociaciones del TLC del Mercosur con la Unión
Europea no se concluyeron, como lo pretendían Temer y Macri, postergándose para
el 2018[16]. Sin embargo
-por la flexibilidad de ambos bloques en la negociación política y técnica en
materia arancelaria- es muy probable que lleguen a un acuerdo en el primer
semestre, que desgravaría en un 90 % los aranceles a productos europeos y
obligaría a los productores del cono sur a ajustarse a las marcas de origen y
patentes[17]. Estos son
temas sensibles para la región, porque como lo demuestran los tratados firmados
por algunos países con la UE y EE. UU., las condiciones técnicas y políticas de
las cláusulas de los TLC benefician las exigencias de los europeos o los
norteamericanos[18], mientras, a cambio, ellos sólo ofrecen
expectativas para ingresar a sus mercados, manteniendo los subsidios a sus
productos y condiciones favorables para sus empresas. Tienen controladas las
patentes y marcas de origen de muchos productos y rubros como la leche, los
vinos, los medicamentos, entre otros, que frustrarán a muchos productores
ilusionados con la posibilidad de exportar, pero que no prevén las
restricciones generadas por las exigentes condiciones de los acuerdos. El
debate está abierto y, ya que comienza el período electoral en Brasil y en
Paraguay y en Argentina se expresa una importante resistencia al ajuste y a la
apertura desigual de los mercados, aún existen márgenes para que los defensores
de la producción nacional disputen sobre sus puntos de vista en el TLC.
III. Algunas conclusiones
Más allá de las disputas en la OMC, el modelo de neoliberalismo
impulsado por Ronald Reagan y Margaret Thatcher en los años 80, ya no es el paradigma
de los países del norte. EE.UU. con sus ataques a la OMC, intenta cambiar las
reglas que promueven la liberalización arancelaria y el debate multilateral,
inclinándose por generar TLC bilaterales y negociaciones espurias -de
imposiciones comerciales inaceptables- con los países periféricos, al tiempo de
respaldar desde el Estado la producción nacional made in USA, acompañados por sus socios conservadores
británicos, en cabeza de Theresa May, derivados en proteccionistas a partir del
proceso de ruptura (brexit) con la Unión Europea.
A contramano de esos cambios, algunos líderes neoconservadores
latinoamericanos, como Mauricio Macri o Michael Temer, ostentan un
neoliberalismo reciclado, sin las renovaciones anunciadas por las campañas
electorales, que muy bien maquilla el marketing político y los medios
hegemónicos. El dúo está proponiendo más de lo mismo, con aperturas económicas
en condiciones desfavorables para la producción nacional, que tendrán
repercusiones laborales, distributivas y culturales. Ya empezaron con las
reformas previsionales y las reformas laborales.
Las trabas en las discusiones de la OMC no significan el fin del
capitalismo, ni un paso atrás de las poderosas transnacionales, aunque si
representan una crisis del modelo neoliberal, que puede convertirse en
posibilidad para aquellos sectores de la sociedad mundial que pretenden salir
de los estrechos márgenes del libre comercio, porque los temas
agrícolas-alimentarios, las disputas por las patentes -especialmente de
medicamentos-, sobre la producción industrial soberana y la desregulación de
servicios médicos y educativos, siguen siendo fundamentales para las
sociedades, y por ello son parte de la agenda política mundial en disputa.
Se suma a esa agenda de discusión, el tema del comercio electrónico, que
promete ser la batalla de batallas por el control de mercados, por los software y las monedas digitales, una problemática
que debe estar en la retina de investigadores, estados y organizaciones, para
un análisis profundo, sin esperar a que los desreguladores de Google, Amazon,
Alibaba y e-Bay, avancen en el control mundial del comercio electrónico, porque
el neoliberalismo en los centros de poder mundial se está repensando en esos
ámbitos, aunque los neoliberales criollos reciclen la pesada herencia de los
80.
La represión del estado argentino contra los manifestantes pacíficos que
participaron en la contra-cumbre en la Universidad de Buenos Aires y contra de
los expertos internacionales de las ONG, a quienes se les negó la entrada al
país, son la muestra de la sinergia entre el poder y la violencia, que es la
forma de acumulación de riquezas del modelo imperante[19]. No es
casualidad el uso de la fuerza desmedida, es la forma de gobernar de las
democracias restringidas, propia de los conservadores, nuevos y viejos.
[7] http://www.dinero.com/edicion-impresa/pais/articulo/las-duras-criticas-de-cedetrabajo-al-tlc-con-eeuu-en-sus-cinco-anos/223703
y http://www.elfinanciero.com.mx/opinion/asi-vamos-el-tlcan-problemas-y-mediocridades.html
[12] El
Mercosur siempre tuvo una posición distinta a los demás países de la UNASUR,
los países promotores de la Alianza del Pacífico estaban en otras esquinas de
la negociación y nunca hubo un bloque CELAC.
- Javier Calderón Castillo es investigador/a de CELAG
@javiercc21
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