(13 de enero de 2018)
Por Miguel Aragón
Recomiendo leer, con mucha
atención, este último editorial de César Hildebrandt (CH), del viernes 12 de
enero de 2018 (ver trascripción más abajo)
Para CH, en la sociedad peruana,
y en la política peruana actual, NO EXISTEN CLASES SOCIALES, ¡así de simple!
Para CH, el fujimorismo no
representa políticamente a UN SECTOR DE LA CLASE DOMINANTE. No, nada que ver.
Para CH, el fujimorismo simplemente es un “grupo de delincuentes”, que no
interviene en la lucha de clases. Según CH los “fujimoristas” no reciben
financiamiento de parte de los grandes grupos de poder económico, No.
Para CH los “fujimoristas” les “meten la mano a los bolsillos” a los ricos.
Es muy cierto lo que nos recuerda
CH. Él criticó al fujimorismo desde un comienzo, allá por los
inicios de la década de 1990. Claro que si, en esos años CH fue parte del
aparato de propaganda del movimiento político gran burgués FREDEMO, que
en las elecciones de 1990 postuló a la presidencia al arrogante
aristócrata, disfrazado de “liberal”, Mario Vargas Llosa.
La mayoría de la
"izquierda" de esos años, toda ella magullada y recién salida de la
ruptura de Izquierda Unida, cometió el grave error de apoyar al, en ese
entonces desconocido, candidato Fujimori: “PARA OPONERNOS A VARGAS
LLOSA”, nos decían (Muchos veteranos actuales, ya se olvidaron de esa “gran
hazaña” que perpetraron en esos años. Para los jóvenes que no están informados,
les recomiendo visitar la Sala de exposición de “periódicos viejos” que hay en
la Biblioteca Nacional).
En la segunda vuelta de esas
elecciones de junio de 1990, en la cual competían dos candidatos burgueses, el
mundialmente conocido Mario Vargas Llosa y el desconocido Alberto Fujimori, yo
opté, casi en solitario, por el VOTO NULO.
Y esa misma mayoría de la
"izquierda" que votó contra Vargas Llosa en 1990, en todas las
elecciones posteriores, apoyó a los candidatos impuestos por el grupo económico
y político manipulado precisamente por Vargas Llosa. ¿No ha sido así?, ¿estoy
equivocado?, o ¿tal vez estoy mintiendo?
Sin hacer mucho esfuerzo mental,
podemos recordar, que los candidatos Toledo (2000 y 2001), Humala (2011), y PPK
(2016), contaron por un lado, con el padrinazgo de Vargas Llosa, y por el
otro lado, contaron con el apoyo de esa desorientada mayoría de la “izquierda”,
pero que, en los procesos electorales realizados en los últimos veinte
años de contiendas político electorales, ahora lo hacía PARA OPONERSE AL
FUJIMORISMO. Si pues, para oponerse al mismo fujimorismo, al cual la mayoría de
la “izquierda” había apoyado en las cruciales y decisivas elecciones de 1990.
En la contienda político
electoral de 1990 se diseñó, aprobó, e impuso el PLAN DE GOBIERNO DEL
FREDEMO, que es la Hoja de Ruta que han aplicado todos los gobiernos desde 1990
hasta el presente.
Lo que está haciendo Cesar
Hildebrandt en los últimos meses, es nuevamente manipular la opinión pública,
para colocar en primer plano la contradicción secundaria entre
fujimoristas y "antifujimoristas", para pretender ocultar, y relegar
a segundo plano, la contradicción principal entre el pueblo peruano y la
clase dominante
¿Lucha de clases? ¿Qué cosa es
eso? No señores, la lucha es “contra la corrupción” nos lo recuerdan todos los
días.
En estos momentos, MVLl y
su grupo de apoyo económico y político, ya deben de estar preparando a su nuevo
“ahijado”, al próximo candidato del movimiento “antifujimorista” (el
partido político más grande del Perú, según Fernando Rospigliosi) para las
elecciones presidenciales de 2021.
¿Quién será el próximo elegido?
Todavía no lo sabemos, pero el abanico de opciones es muy amplio. Tal vez sea
“Alvarito” Vargas Llosa, o quizás “Jaimito” Bayli. O, porque no, César
Hildebrandt o el periodista Gorriti, o tal vez el candidato Guzmán y su
movimiento morado, sin descartar claro está, al demagogo Fernando Olivera, o
tal vez a Alfredo Barnechea, con quien MVLl acostumbra compartir algunas
tardes soleadas en los palcos preferenciales de la plaza de Acho, para
juntos gritar ¡olé!
Y parece que, lo que todavía
queda, de esa mayoría de la "izquierda" confundida, ya se debe de
estar preparando para nuevamente apoyar al "mal menor"2021 que
será impuesto por MVLl y el grupo de poder económico y político que
lo respalda desde 1980 hasta el presente. No olvidemos que los principales
aliados del segundo gobierno de Belaunde (1980-1985) fueron justamente Vargas
Llosa y PPK.
Por eso mismo, vuelvo a reiterar, la importancia que tiene para las fuerzas
renovadoras, actualizar el análisis de las clases sociales, y de las
contradicciones entre las clases, en la sociedad peruana actual. Para
así, precisar con claridad, cuál es la contradicción principal, y quien es el
enemigo principal del pueblo peruano, en el actual periodo histórico que
estamos viviendo.
Para los que son algo “perezosos” en el estudio, les adelanto que la
alternativa es muy simple, solo hay dos opciones fundamentales. Todo lo demás
son simples elucubraciones “teoréticas” de sociólogos.
Si
coincidimos en que, el enemigo principal del pueblo peruano es la clase
dominante, cuya cúpula principal en la actualidad está formada por los
propietarios de los bancos, los propietarios de las grandes empresas
comerciales, y los propietarios de la gran minería, entonces podremos
entendernos y tendremos muy claro que nuestra tarea principal del momento es
continuar fortaleciendo el frente unido del pueblo peruano.
Pero, si por el contrario, consideramos que el enemigo principal del pueblo
peruano, es únicamente el ocasional movimiento “fujimorista”, entonces
no tendremos ningún escrúpulo para apoyar al próximo candidato
“antifujimorista” que nos imponga el grupo acaudillado por Mario Vargas Llosa.
LECTURAS INTERESANTES
Nº 804
LIMA PERU
12 ENERO 2018
VOLVIO USTED A HACERLO, SEÑOR KUCZINSKI
César
Hildebrandt
Tomado de
“HILDEBRANDT EN SUS TRECE” N° 379, 12ENE18 p. 12
Lo hiciste mal otra vez, presidente.
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Tendrías que haber optado por un indulto político
y enfrentado la situación desde esa perspectiva. Eso hacen los líderes que
creen estar obrando bien (como Santos con la pacificación de Colombia, tú
sabes).
Pero volviste a tomar el atajo, la senda oscura, y
escogiste el “indulto humanitario”, aunque para eso tuviste que festinar
trámites, adulterar hechos y violar la ley. Con el riesgo de que el “canceroso
en fase terminal” y el “fibrilante amenazado” saliera a una casa de lujo desde
donde ha empezado a dar consejos a todos los peruanos (¡milagro patentado por
el doctor Aguinaga!).
Pero hiciste más, señor presidente: te metiste en
el asunto Pativilca y blindaste a Fujimori zurrándote en las fechas y plazos y
en los fueros jurisdiccionales.
De modo que lo que pudo ser un gesto de grandeza y
generosidad se convirtió, gracias a tu vocación por las sombras, en una
maniobra de abogados de Azángaro. Y las citas del pobre Borea se fueron por el
inodoro.
No asumo, por si acaso, como argumento, ciertas
histerias discursivas presentes en los alegatos de alguna izquierda. A mí el
fujimorismo planeó matarme, como le consta a los colegas de “La República”, y
me correspondería, en todo caso, estar al frente de la ira más vieja. Combatí a
Fujimori desde que fue candidato y más tarde, cuando se me cerraron todas las
puertas en el Perú, hube de vivir en España por un periodo de cuatro años. Fui
el director de “Liberación” cuando difundimos las primeras pruebas bancadas de
los robos de Vladimiro Montesinos y me echaron de otros dos programas de la TV
por combatir a esa mafia repugnante.
Mientras otros asesoraban a Hurtado Miller o se
ganaban la vida negociando con el Estado infectado por el fujimorismo, hubo
quienes no dimos tregua en la lucha contra la banda.
De modo que a mí no me van a dar clases de
antifujimorismo. Mi desprecio por el fujimorismo no se alimenta de la basura
del pasado. Es desprecio vigente y actual en la medida en que Keiko Fujimori
encama, duplicados, los vicios de su padre. Y por eso Fuerza Popular -estoy
convencido de ello- no es un partido político que acepte las reglas
democráticas: es la organización que simulará modales tolerantes mientras
prepara el segundo y probablemente final asalto sobre las instituciones. Su
actitud en el Congreso y el talante arrabalero de sus voceros y escribas son
apenas el aviso de lo que serán si llegan otra vez al poder.
No era mala idea indultar políticamente a Fujimori
para precipitar la corrosión de la maquinaria fujimorista. Si resultaba
desagradable ver al “patriarca” en la calle, resultaba más que intolerable
ver al fujimorismo parlamentario como una aplanadora conducida por un chofer
de combi.
Quebrar ese diseño de coerción y chantaje que nos
llevaba al despeñadero podía ser un relámpago ajedrecístico que iluminara la
noche.
Pero para eso se requería coraje. Se requería que
el indultador se aliase con los disidentes de Fuerza Popular y con los grupos
políticos que se habían negado a votar por la vacancia presidencial. Se
requería hacer de Fuerza Popular (versión keikista) el gran adversario. Se
trataba de hacer política, no de mearse los pantalones por enésima vez. Se
trataba de nombrar un gabinete brioso y con miras políticas y no este triste
remedo de continuismo.
Porque ahora resulta que tras el indulto
formalmente manchado -y reversible en instancias internacionales si la causa de
Pativilva prospera- tenemos que el señor Kuczynski apuesta por la
reconciliación con el fujimorismo en general. La verdadera traición no es haber
liberado a Fujimori, como piensan algunos tiranosaurios que jamás hablan de lo
que pasaba en las dictaduras comunistas y que creyeron que los senderistas
eran “hermanos extraviados” en la gran marcha de Yenán y que siguen
sin pronunciarse sobre los desmanes presupuestívoros de madame Villarán.
No, la verdadera traición es haber liberado a
Fujimori y estar embarcando al país en una coalición de barraganía con Fuerza
Popular. Con lo que el indulto, a la larga, no habría servido para partir sino
para unificar, bajo el reinado de Keiko Fujimori, a la única fuerza capaz de
liquidar la democracia en el Perú. Treinta monedas.
Ha vuelto el Kuczynski que elogiaba a Alberto
Fujimori en un mitin de su primogénita del año 2011. Ha vuelto el abuelo mañoso
que mete mano a las cuentas del Estado y que se hace pagar abogados caros a la
hora de enfrentar uno de los casos de su ya vasto prontuario. Ha vuelto, en
suma, lo peor del Perú.
Y, por supuesto, junto a esta ruma de harapos
personales ha vuelto la debilidad de un gobierno que no sabe qué quiere, que
ignora dónde va, que carece de metas y horizonte. Ha vuelto, en suma, el
belaundismo en una versión próxima al Alzheimer y con risa de idiota.
Habrá que buscar una salida democrática que nos
devuelva a la vigilia, a los desafíos del siglo XXI, a la tarea de reconstruimos.
Somos un país medianamente importante en América Latina. No somos este montón
de estiércol que ahora parecemos. ■
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