14/09/2018 |
Nancy Holmstrom
Karl
Marx vuelve a estar hoy en portada. Doscientos años después de su nacimiento y
una década después del pánico financiero de 2008, cada vez se es más consciente
de la propensión del capitalismo a las crisis y de los problemas ecológicos que
genera, así como del hecho de que la desigualdad en el mundo ha aumentado hasta
niveles obscenos. Que esto esté ocurriendo 150 años después de la publicación
de El Capital, la obra magna de Marx, revela la importancia de
comprender su contenido. En vez de estar anticuado, hoy es incluso más
relevante que cuando se publicó.
El Capital es
ante todo una explicación insuperada de la naturaleza sumamente específica y
del desarrollo del sistema de producción capitalista. Relativamente nuevo en la
época de Marx, este sistema se ha vuelto tan ubicuo que sus particularidades
quedan a menudo ocultas a los ojos de quienes viven en él, como un pez puede no
ser consciente de la naturaleza del agua. Algunos economistas de la corriente
mayoritaria afirman incluso que el capitalismo es
un sistema económico que en realidad ha existido durante toda la historia.
Equiparando el capitalismo a cualquier sociedad que haya tenido un mercado, lo
naturalizan, presentándolo como una expresión de la tendencia natural de los
humanos a intercambiar, a comprar y vender. De este modo desaparece el
capitalismo como sistema específico de naturaleza muy particular.
Sin
embargo, la obra magna de Marx expone en detalle el funcionamiento interno y
las tendencias de un tipo de economía muy distinto, radicalmente diferente de
las que existieron antes y que surgió en un periodo histórico particular por
causas también particulares. Su presciencia permite ver fácilmente las
similitudes básicas entre su mundo y el nuestro, ya que la globalización ha
rehecho el mundo a su propia imagen y semejanza, como dijo Marx que haría.
El
análisis de este sistema económico peculiar en El Capital nos
proporciona los medios para comprender cómo y por qué ocurrió esto, así como
para entender tanto las economías anteriores como las que han seguido al
capitalismo. El concepto clave es la idea de un modo de producción que
Marx desarrolla en El Capital (aunque la idea ya está presente
en trabajos anteriores). Más que un concepto, es una herramienta metodológica
fundamental para comprender la historia, las diferentes sociedades y los
potenciales y límites del cambio en el seno de estas formaciones sociales.
En El Capital también hay implícita, pienso, una crítica moral
del capitalismo y de todas las demás sociedades de clases y, por implicación,
una visión de lo que a menudo denominó una “forma superior de sociedad”. 1/
De
acuerdo con Marx, la explotación es consustancial a todas las sociedades de
clases, e incluso a la definición de una sociedad de clases, tanto en general
como en cada forma particular. Puesto que El Capital propone
una interpretación del capitalismo, Marx dedicó esta obra a dilucidar la forma
que adopta la explotación en este sistema, a saber, la extracción de la
plusvalía. Así lo expone en el volumen I:
La
diferencia fundamental entre las diversas formas económicas de la sociedad,
entre, por ejemplo, una sociedad basada en el trabajo esclavo y otra basada en
el trabajo asalariado, radica exclusivamente en el modo en que el trabajo
excedentario es extraído del productor real, el trabajador.
O
bien, en el volumen III:
La
forma económica específica en que el trabajo excedentario no pagado se arrebata
a los productores directos determina las relaciones entre gobernantes y
gobernados.
Tomemos
nota de estas palabras: extraer y arrebatar. De estas formulaciones deduzco que
desde el punto de vista de Marx:
1)
en todas las sociedades de clases existe una relación entre una determinada
forma de coerción y de extracción del excedente; de hecho, son constitutivas de
las relaciones de producción que definen un determinado modo de producción;
2)
esta es una característica descriptiva fundamental de todas las sociedades de
clases;
3)
los cambios de las formas de explotación son cruciales para comprender el
cambio histórico.
La explotación bajo el capitalismo y más allá
La
explotación se produce cuando los productores no controlan sus medios de
subsistencia y, por tanto, para sobrevivir, están obligados, directa o
indirectamente, a trabajar para otros, que se apropian del producto de su
trabajo. En el esclavismo y el feudalismo, tanto la fuerza como la extracción
del excedente saltan a la vista. En el capitalismo, ni la fuerza ni el
excedente son visibles: en términos jurídicos, los trabajadores son libres de
trabajar para distintas empresas o para ninguna, y las empresas les pagan un
salario por su trabajo. Los trabajadores, dice Marx, “aceptan, es decir, se ven
obligados por su condición social” (al carecer de medios de
producción/subsistencia) a trabajar para otros que poseen/controlan esos
recursos y que después se apropian del producto de su trabajo. Su descripción
de la acumulación primitiva explica cómo llegó a suceder esto, basándose, según
él, en la fuerza y creando las condiciones que después forzarán a los
productores a trabajar para los propietarios.
El
análisis del modo de producción nos ayuda a ver que la explotación existía
asimismo en las sociedades poscapitalistas. La cuestión fundamental siempre es esta:
¿quién controla los medios de producción? En los sistemas colectivistas
burocráticos de estilo soviético (así llamados porque la burocracia
del partido poseía colectivamente los medios de producción a
través del control del Estado), era la burocracia quien controlaba los medios
de producción y subsistencia, no dejando a los productores otra posibilidad que
trabajar para ellos y aprovechando el excedente para sus propias necesidades y
propósitos.
Cada
modo de producción, tal como lo entendía Marx, tenía ciertos tipos de
estructuras y tendencias, digamos que una determinada naturaleza. Para
continuar con la cita de más arriba, dejó escrito que “siempre es la relación
directa de los propietarios… con los productores… la que revela el secreto más
íntimo, la base oculta de toda la estructura social, y con ella… la forma
correspondiente del Estado”. (Volumen III)
En
el capitalismo, un sistema de mercado competitivo, cada empresa capitalista ha
de tratar de maximizar su beneficio a fin de vencer a otras empresas
capitalistas y obtener una mayor cuota de mercado. De este modo, toda empresa
está obligada a crecer, expandirse, revolucionar las fuerzas productivas para
producir más al tiempo que reduce sus costes. Independientemente de las
variaciones y los cambios en el seno del capitalismo –y hay muchas, ya que el
capitalismo es un sistema muy dinámico–, esta es una constante. Otros sistemas,
pre y poscapitalistas, no están sometidos a este imperativo intrínseco, a
este motor del crecimiento. En efecto, el esclavismo y el
feudalismo se distinguieron por su carácter estático y sus crisis de
subproducción, mientras que el capitalismo se distingue por sus crisis de
sobreproducción.
Género, raza y capital
Este
concepto de modo de producción es importante para diversos debates, empezando
por la cuestión de qué cambios no son posibles dentro del capitalismo.
Contemplemos las relaciones de género: en los países capitalistas
desarrollados, las mujeres se han vuelto más independientes de los hombres y
gozan de mayor igualdad jurídica y económica que nunca antes. Sin embargo, tal
como Donald Trump ha contribuido a aclarar, siguen siendo objeto de acoso
sexual, sus derechos reproductivos son inseguros y continúan cargando con el
grueso de los cuidados, un trabajo por el que no cobran nada o en todo caso un
salario muy bajo.
El
trabajo de cuidados mal pagado, al ser trabajo asalariado, encaja perfectamente
en el sistema de explotación del capitalismo, mientras que el trabajo que
realizan las cuidadoras sin cobrar, no. Las feministas marxistas han
desarrollado toda una rica literatura sobre la reproducción social, que trata
de complementar el relato de El Capital, mostrando la importancia
crucial de este trabajo no pagado y subvalorado, tanto en términos humanos como
para el capitalismo, ya que produce fuerza de trabajo sobre una base diaria y
generacional. 2/
Las
extraordinarias mejoras de las relaciones de género dentro del capitalismo
plantean la cuestión de si las mujeres y los hombres podrán ser jamás
totalmente iguales en una sociedad capitalista. Los socialdemócratas piensan
que sí, afirmando que “solo se trata de eliminar las rémoras que quedan del
patriarcado”. Algunas marxistas parecen implicar asimismo que esto es posible
cuando afirman que, a diferencia de la opresión de clase, la opresión por
motivos de sexo y de raza no es consustancial al capitalismo. Sin embargo,
aunque no sea lógicamente consustancial (es decir, podemos imaginar una versión
del capitalismo neutra con respecto al género y la raza), de ello no se
desprende que sea una simple casualidad.
En
efecto, como han explicado feministas marxistas, incluida yo misma, es muy
probable que sea histórica y pragmáticamente necesaria. Observemos lo que han
conseguido y no conseguido las mujeres. Lo que han logrado son derechos
democráticos básicos, que no constituyen una amenaza para los beneficios y de
hecho pueden contribuir a aumentarlos. El trabajo asistencial en EE UU sigue
siendo en gran medida una responsabilidad privada, ya que al apoyo a los
cuidados, como el bien público que es, mermaría gravemente los beneficios. En
otros países con más políticas sociales, el advenimiento del neoliberalismo en
todo el mundo ha comportado drásticos recortes de estas prestaciones, ya que
provocan una desventaja competitiva frente a países que no las tienen, como EE
UU y China.
Observemos
asimismo la racialización de este tipo de trabajo, que desempeñan, en gran
medida, mujeres inmigrantes y de color; esto permite que su infravaloración
quede oculta o se racionalice como algo natural y apropiado para “esa clase de
mujeres”. De este modo, la naturaleza intrínseca del capitalismo limita la
igualdad de género y de raza. Hoy en día, algunas mujeres y miembros
individuales de las minorías han ascendido a los rangos más altos de la
sociedad, pero al mismo tiempo las diferencias de clase entre las mujeres y
entre grupos raciales oprimidos (como por ejemplo los afroamericanos) han
aumentado. Los movimientos capaces de reducir la opresión por motivos de sexo y
de raza han de basarse en las luchas de la clase obrera, integrando las
distintas dimensiones de la opresión.
El imperativo del crecimiento
Otro
ejemplo, probablemente el más importante, de las limitaciones del capitalismo
en relación con el cambio son las múltiples crisis ecológicas a que se enfrenta
el planeta. El imperativo del crecimiento es sencillamente incompatible con un
medio ambiente sostenible. Cuando las regiones meridionales de EE UU luchan por
recuperarse de huracanes que vienen con una fuerza nunca vista y las del oeste
se enfrentan a devastadores incendios forestales, los estadounidenses ya no pueden
seguir pensando que el calentamiento global no es más que un problema de
lugares lejanos. Los ambientalistas que preconizan una economía más simple y
sin crecimiento tienen toda la razón del mundo, pero a menos que reconozcan
también que esto es imposible bajo el capitalismo, constituyen otra variedad de
negacionistas del cambio climático.
El
concepto de modo de producción es importante para entender las diversas
sociedades en transición al capitalismo, algunas procedentes de un modo de
producción feudal tradicional (por ejemplo, India) y otras de
los llamados modos de producción socialistas o comunistas. Hay discrepancias en
la izquierda sobre si el capitalismo, tal como lo entendió Marx, es aplicable a
estos tipos de sociedades.
Vivek
Chibber, quien aplica el análisis 3/del modo de producción, distingue
las características que son consustanciales al capitalismo de las que no lo
son. El marxismo no sostiene que el desarrollo capitalista será uniforme en
todo el mundo, pero afirma que determinados rasgos del capitalismo son
universales. Las necesidades económicas del capital –siendo la más fundamental
la maximización del beneficio– son las que lo definen. Están presentes en India
y de hecho pueden venir incitadas por las jerarquías sociales tradicionales y
la opresión que escritores poscolonialistas consideran
incompatibles con el capitalismo. Incluso en Occidente, como señala Chibber,
las formas políticas progresistas no vinieron automáticamente con el
capitalismo, sino que hubo que luchar por ellas durante muchos siglos.
Los
sistemas que existieron en la Unión Soviética y en China después de sus
respectivas revoluciones plantean otro tipo de cuestiones. Personas que se
declaran marxistas discrepan desde el comienzo sobre la manera de
caracterizarlos. El análisis del modo de producción nos ayuda a enfocar estos
debates. En la Unión Soviética bajo Stalin y Mao, el motor del desarrollo y del
crecimiento no era el mismo que bajo el capitalismo. A menos que la burocracia
decidiera, por sus propios motivos, desarrollar algo, ese algo no se
desarrollaba; no existía ningún mecanismo automático que impulsara el
crecimiento como el que existe en un sistema de mercado. El crecimiento se derivaba
más de necesidades políticas que económicas.
Hoy
en día, estos sistemas han cambiado radicalmente. Me centraré en China, el caso
más complejo e interesante de los dos, basándome en la obra de Richard Smith,
quien califica a la China de hoy de modo de producción híbrido tripartito, con
un sector público, otro sector exportador en parte de propiedad estatal y en
parte constituido por empresas conjuntas del Estado y de inversores
extranjeros, y un sector capitalista nacional. 4/ El
sector de la economía basado en la inversión extranjera, que genera alrededor
de un tercio de la producción industrial, elabora la mayoría de productos de
exportación y ha dado lugar a un enorme crecimiento (el 20 % en este
sector), contribuyendo al incremento del PIB de China a razón de más del
10 % anual durante veinte años hasta 2011. (El desarrollo de este sector
capitalista ha sido similar en aspectos fundamentales al desarrollo del capitalismo
en Europa.) 5/
Sin
embargo, el sector de empresas de propiedad estatal, que elabora la mitad de la
producción industrial de China y abarca los ramos principales de la economía,
opera de acuerdo con imperativos muy diferentes. Muchas de las empresas
estatales las llaman con razón dinosaurios porque en una
economía plenamente capitalista se habrían extinguido. El gobierno, que se
autocalifica de comunista, no puede permitirse condenar al
desempleo a millones de personas. Así, el gobierno mantiene esas empresas
zombis, que producen acero a aluminio que no pueden vender, construyen cosas
como ciudades fantasma o un avión de pasajeros que cuesta más producir que lo
que costaría importar, etc. Esta combinación de un crecimiento impulsado por el
mercado en la economía más grande del mundo y la falta del mínimo control
político democrático, típico del capitalismo, está llevando a China hacia lo
que Smith ha llamado apocalipsis ecológico.
Una sociedad nueva o la catástrofe
Finalmente,
el análisis del modo de producción también establece las condiciones básicas
del socialismo, una “forma superior de sociedad”. Tal como Marx lo concibió, se
trata de una sociedad en que los medios de producción se hallan bajo el control
colectivo democrático, de manera que no existen las condiciones para la
explotación. Tal como está expresado en esta famosa cita del tercer volumen
de El Capital: “Los productores regulan racionalmente su
intercambio con la naturaleza, colocándola bajo su control común… con el mínimo
gasto de energía y en las condiciones más favorables y dignas de su naturaleza
humana.” Más allá de esto se halla el verdadero reino de la libertad, dice a
modo de conclusión, “cuyo requisito fundamental es la reducción de la jornada
de trabajo”.
Esta
sociedad nos daría más tiempo para dedicar a la familia y las amistades, a toda
clase de actividades que no son rentables bajo el capitalismo, ya se trate de
cuidados prestados para mejorar la salud y el bienestar de seres humanos y de
la Tierra, ya de trabajos artísticos o creativos en general, y más tiempo
simplemente para el ocio. De este modo, el socialismo es intrínsecamente
feminista y ecosocialista. Sin embargo, la visión de Marx de la “regulación
racional” colectiva de la producción solo es posible a escala global, ya que el
volumen de producción ha de ser suficiente para que las personas de todo el
mundo tengan un nivel de vida digno. Se requerirán sistemas mundiales de
gobernanza democrática. Hoy en día está cada vez más claro que, en palabras de
Rosa Luxemburg, la humanidad ha de elegir entre socialismo o barbarie.
Mayo-junio
de 2018
Traducción: viento sur
1/ Aunque esto pudiera parecerles obvio a la mayoría
de lectoras y lectores, la cuestión fue objeto de un intenso debate en la
década de 1980. Véase un excelente resumen en Norman Geras, “The Controversy
about Marx and Justice”, en Literature of Revolution (Londres:
1986).
2/ En particular, Lise Vogel, Marxism and the
Oppression of Women: Toward a Unitary Theory, versión revisada con una
introducción de Susan Ferguson y David McNally (Nueva York: 2013); Johanna
Brenner, Women and the Politics of Class (Nueva York: 2000).
5/ Nancy Holmstrom y Richard Smith, “The Necessity of
Gangster Capitalism: Primitive Accumulation in Russia and China”, Monthly
Review, febrero de 2000.
No hay comentarios:
Publicar un comentario