10/12/2018
Ensayos sobre las izquierdas en América
Latina y el Caribei
En el último año he participado en
varias reuniones “privadas” y públicas, organizadas por revolucionarios(as)
comprometidos(as) con la lucha de clases en distintos lugares de América Latina
y el Caribe. Encuentros a los cuales me han invitado para que explique mi
visión respecto al impacto de las innovaciones científicas y tecnologías en el
performance y orientación estratégica de las luchas por la emancipación y la
liberación. Me he sentido honrado por ello, pero siempre les he aclarado a los
compañeros y compañeras que tengo muchas más preguntas que respuestas al
respecto.
Eso sí una enorme preocupación se
expresa transversalmente en mis escritos e intervenciones, referida a la
presencia en las rutinas que definen la acción política de las izquierdas, de
una importante dosis de dogmatismo e inmovilismo epistémico cuando les corresponde
valorar lo contingente, lo no previsto.
El capitalismo está obligado a revisar
de manera permanente sus dinámicas para mantener su hegemonía y para ello no
tienen prejuicios ni reparos en romper sus premisas y explorar nuevos caminos.
Cada vez que desde el campo popular y revolucionario se le asesta un golpe a la
lógica del capital, éste muta y explora nuevas formas, rutas y dinámicas.
Marx era consciente de ello y por ello
trabajó la contradicción como un mecanismo dialéctico de aprendizaje continuo y
permanente en la izquierda revolucionaria. Sin embargo, una visión mecánica
respecto a la aproximación y mediación con la realidad, expresada en una mirada
repetitiva de los ciclos históricos ha anidado en una parte importante de las
izquierdas, conspirando en contra de su capacidad real para convertirse en
dinamizadoras de la transformación en el siglo XXI. Ciertamente las izquierdas
vivimos en el presente, una crisis de interpretación epocal.
La mayoría de los “clásicos” del
marxismo fueron escritos en el contexto de la primera y segunda revolución
industrial. La tercera revolución industrial y su impacto en el mundo
capitalista por lo general han sido trabajada de manera fragmentada, parcial y
muchas veces inconexa con la dicotomía capital-trabajo y respecto a la
ideología por parte de importantes sectores de las izquierdas. En muchos casos
ello se debe a la preocupación que genera dejar a un lado interpretaciones y
formulaciones teóricas que fueron efectivas en el pasado, pero que en el presente
se constituyen en narrativas históricas importantes, pero de eficacia política
limitada.
La teoría precedente construida al
fragor de las dos primeras revoluciones industriales, resulta útil y potente
solo si entre líneas somos capaces de develar el método interpretativo que
llevó a su formulación en un momento dado, pero es limitada si queremos usarla
como patrón para una acción en un nuevo tiempo histórico que
no acepta calco ni copia. Esto resulta especialmente dramático,
cuando se trata de definir táctica política en medio de la revolución
científica tecnológica que precede a la puesta en marcha de la cuarta
revolución industrial.
Tercera Revolución industrial
La tercera revolución
industrial se inicia en la década de los sesenta y tiene varios
ciclos. El primero de ellos se nos presentó con la llegada de las computadoras
que tenían más tamaño que capacidad de procesamiento, pero que implicaron todo
un mundo de posibilidades para la producción industrial, la educación, el
consumo, la gobernabilidad, la resemantización de la ideología y las
transformaciones de las relaciones sociales.
Luego vendrían los ciclos de los
computadores de escritorio (´70s), las computadoras portátiles (´80s), internet
con la World Wide Web (WWW) en los 90s, las redes sociales (primera década del
siglo XXI) y la realidad virtual (segunda década del siglo XXI). Todos ellos
ciclos de la tercera revolución industrial.
Paralelamente a ello, el desarrollo de
la informática profunda (macrodatos), el micro robótico, el conocimiento de la
estructura genética humana, conectividad con lógica fractal y la digitalización
de formas de inteligencia no biológica, abrían paso a una nueva revolución
industrial. Esto ocurría en un tiempo histórico tan breve, que buena parte de
las izquierdas apenas estaban comenzando a problematizar las implicaciones de
la tercera revolución industrial en el devenir de las políticas alternativas,
cuando se nos anuncia un nuevo periodo de vínculo del conocimiento científico y
la innovación tecnológica con el modo de producción capitalista.
La nueva política 2.0
En la reciente campaña electoral
brasileña vimos que mientras la izquierda en el poder, se concentraba más en
denunciar los fake news y el uso masivo de las redes sociales
por parte de la extrema derecha y sus equipos, Bolsonaro pasaba personalmente
un número importante de horas usándolas como un mecanismo para que sus mensajes
llegaran a segmentos importantes de la población.
En medio de la campaña electoral 2018
la extrema derecha brasileña no teorizó sobre el impacto de la quinta
generación de la tercera revolución industrial en la política, sino que trabajó
en las nuevas dinámicas que ello implicaba.
Recuerdo que estando en Sao Paulo a una
semana de las elecciones, pude constatar que eran múltiples las declaraciones
reactivas de voceros del PT en todos los medios contra las perversiones de la
política digital, en contraste con lo que hacía Jair Bolsonaro quien pasaba por
lo menos una hora diaria en YouTube propagando sus mensajes acompañado de
sonrientes jóvenes, además de contar con una estudiada y elaborada estrategia
de intervención en twitter, Facebook, WhatsApp, Instagram, telegram, entre
otras redes sociales.
A mi juicio, esto tiene mucho que ver
con la precaria comprensión en las izquierdas sobre el impacto de las
innovaciones científico tecnológicas que hemos conocido en el siglo XXI, en la
cotidianidad de la acción política contestataria.
En contraposición, está lo ocurrido con
la campaña de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), exitosa en el uso del mundo
digital y virtual en la ruta a su triunfo. Este hecho, desde mi punto de vista,
es más atribuible a la estrategia de un selecto grupo de asesores que a una
definición teórico práctica de las izquierdas.
Muchas veces desde los pensamientos
contestatarios se alude a limitaciones financieras para poder trabajar en este
plano. Lo cierto es que no se trata de un tema de restricciones económicas,
sino de la comprensión del fenómeno. De hecho, en la carrera por la silla
presidencial mexicana en 2018, Anaya invirtió el 24% de su presupuesto de
campaña en los medios digitales en contraposición a un 32% de lo usado por
Meade y solo un 4% de AMLO. La diferencia fue que mientras los dos primeros lo
vieron como la extensión de la publicidad en el mundo digital, el tercero
entendió que se trataba de nuevos espacios de diálogo e interacción política
con los ciudadanos.
Sin embargo, si colocamos el debate en
términos de campañas electorales exitosas o fracasadas, estaríamos desestimando
el impacto del nuevo ciclo de la revolución industrial en la epistemología y
accionar de lo político y, en la precaria reflexión de las izquierdas al
respecto.
El problema es más estructural y tiene
que ver con una especie de parálisis cognitiva que genera el requerimiento de
construir nuevos referentes y producciones teóricas socialistas para actuar en
la realidad, con narrativas y construcciones organizativas de nuevo cuño.
Podemos desestimar los procesos que
construyen la ruta a la cuarta revolución industrial, pero ello solo puede
tener expresiones alternativas y de justicia social si construimos teoría
revolucionaria para actuar en esas realidades.
Cuarta Revolución Industrial
En 2011 en Hanover, Alemania se
anuncian los preparativos para el desembarco de una nueva revolución
industrial. La cuarta revolución industrial es el proceso de
diseño y puesta en marcha de una reestructuración sin precedentes del modo de producción
capitalista, usando nanotecnología, conectividad 5G, informática biológica
basada en el conocimiento del genoma humano, capacidad de uso de la Big Data
para el análisis masivo de datos de comportamiento del consumo de millones de
usuarios.
Las posibilidades de extraer valor
cuali-cuantitativo de la información contenida en estos macrodatos es inmensa y
sin precedentes. Imaginemos la potencialidad, no solo empresarial sino en los
distintos campos de la lucha social, de desagregar la data contenida en este
nuevo desarrollo de la informática, donde se cruzan movimientos del mercado,
con tendencias de consumo de masas y migraciones de capitales.
Esto puede ser usado por los gestores
del capitalismo del siglo XXI no solo para hacer predicciones teóricas y de
producción de mercancías, sino también entre otras muchas posibilidades, para
la toma de decisiones en tiempo real sin intervención humana, sobre la
producción y para construir un modo de gobernabilidad virtual. Nos estamos
refiriendo al uso de inteligencia artificial basada en la valoración de los
comportamientos humanos como patrones y singularidades, como continuos y
rupturas. Pero ¿y como pueden usar las izquierdas estas innovaciones para
abrirle paso expedito a nuevas conquistas sociales? Ese es el punto que me
preocupa.
Las fábricas 4.0 emergen como el
paradigma de este modelo capitalista en construcción que para el Sr. Klaus
Schwab, uno de los principales fundadores del Foro de Davos, implicaría que
solo su desembarco dejaría a siete millones de trabajadores y obreros fabriles
en condición de desempleados, en los quince países más industrializados del
planeta. Ello ya de por sí debería estar generando no solo debates políticos en
las izquierdas y la necesaria articulación de resistencias al respecto, sino
también nuevas formulaciones teórico prácticas para continuar construyendo el
socialismo en los nuevos contextos. Pero esto está ocurriendo de forma marginal
en las izquierdas.
No contamos con datos
que nos permitan transpolar las predicciones que se hacen al respecto, para el
mundo del trabajo de América Latina y el Caribe. Si bien no tenemos elementos
para saber qué pasará con el empleo en Nuestramérica, lo que sí es un hecho es
qué en el camino que allana la llegada de la cuarta revolución industrial en la
región, se ha generado una reestructuración del flujo de capitales y en la
mirada empresarial global que está convirtiendo a este territorio, en el
“áfrica del siglo XXI”.
Así como el siglo XX fue testigo de
inversiones capitalistas importantes en ALC para el montaje de fábricas de
ensamblaje de piezas y algunas industrias de procesamientos de materias primas,
mientras África era visto como la meca de las materias primas baratas y sin
muchas trabas legales para su exportación, en el siglo XXI los papeles
pareciera que se están invirtiendo en esa relación.
El énfasis de la inversión capitalista
para América Latina y el Caribe es ahora en materia de extractivismo y ha sido
tan brutal en estas dos décadas, que su impacto es solo comparable y
contrastable con el debilitamiento de la capacidad industrial instalada en este
territorio. Si en el tiempo se continúa con esta tendencia, no es atrevido
señalar que lo que estaría ocurriendo es que el capital está valorando a la
región como lo hiciera en el siglo precedente con el continente de Mandela.
Cuarta revolución industrial e
izquierdas
La cuarta revolución industrial,
implicaría una restructuración del modo de producción capitalista que colocaría
a la clase obrera fabril en un segundo plano, pulverizando buena parte de la
narrativa que hemos sostenido en los últimos siglos. El impacto de las
innovaciones científico tecnológicas en el modo de producción capitalista, se
nos presenta amenazante, con intenciones de diluir o por lo menos disminuir el
papel del considerado sujeto histórico de las revoluciones.
Este proceso se podrá observar con
mayor nitidez precisamente en los países industrializados. Esto no significa el
apocalipsis del pensamiento socialista, sino que este proceso nos obligará a
repensar las expresiones y manifestaciones de la lucha de clases en el siglo
XXI, tal y como en su momento las abordó Marx, a quien le correspondió analizar
el impacto del desembarco de la primera y segunda revolución industrial en el
capitalismo de ese momento.
Una reflexión sobre cuarta revolución
industrial y socialismo no tendría sentido incluirla en el marco de un conjunto
de ensayos sobre la izquierda en América Latina y el Caribe en el siglo XXI, a
no ser por el precario estado de los debates que al respecto vienen dando las
izquierdas en la región.
El cambio estructural en curso en
nuestras sociedades capitalistas a finales de la década de los veinte del siglo
XXI, demanda una nueva generación de teoría revolucionaria como en su momento
la formularon Lenin, Trotsky, Rosa Luxemburgo, Clara Zetkin, Plejanov, James
Cannon, Ludovico Silva, Ernest Mandel o Daniel Bensaid, para solo citar un
pequeño puñado de socialistas revolucionarios. Insisto en el hecho que o bien
la generación de rebeldes del presente asume la tarea o estaremos condenados a
la marginalidad que le es propia a los grupos de propaganda o a la soledad que
es inmanente a los arqueólogos de la idea socialista.
Luis Bonilla-Molina
i Esta serie de artículos ha sido
motivada en gran medida por la lectura del Documento titulado “Contribuciones
del Partido Comunista de Venezuela al 20 Encuentro Internacional de Partidos
Comunistas y Obreros (EIPCO), en Atenas, presentada por Carolus Wilmmer,
Secretario de Relaciones Internacionales del PCV, el 25 de noviembre de 2018”.
A pesar de provenir de una tradición política distinta, debo reconocer que este
documento, en las coincidencias y las diferencias, posibilita la apertura de un
debate integral sobre las izquierdas en el siglo XXI.
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