por aapilanez
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Entrevista publicada en El Viejo Topo, noviembre
de 2018
Salvador López Arnal
Sobre el entrevistado, con sus propias palabras: “Soy profesor de
ciencias sociales en un centro de estudios y escritor de artículos sobre
historia, teoría económica y finanzas en el blog Trampantojos y Embelecos. Allí trato de poner
un granito de arena en la crítica del discurso del capital -encarnado en la
teoría económica ortodoxa y en el paradigma político neoliberal- y en la
defensa de la necesidad de construir nuevos sujetos y prácticas emancipatorias.
Soy miembro asimismo de la Asociación 500x20, un humilde pero corajudo colectivo que
lucha contra la violencia inmobiliaria, principalmente en el ámbito del
alquiler, en el distrito de Nou Barris de Barcelona”.
***
Recibí el pasado 11 de julio una nota tuya. Decía así:
Qué suerte que lo menciones Salvador ya que gracias a ello me he
percatado de un despiste imperdonable: se me había pasado adquirir el libro -a
pesar de hablar mucho de finanzas, soy un bicho raro que carece de cuenta
corriente así que este tipo de trámites resultan un poco arduos-. En cualquier
caso, ya está subsanado.
El libro al que hacíamos referencia era el último de Paco Fernández
Buey: Marx a contracorriente (Vilassar de Mar (Barcelona), El Viejo
Topo, 2018)
Te comenté en otro e-mail que Sacristán señalaba en una carta de hace ya
muchos años una situación similar a la tuya. Tu respuesta fue la siguiente:
No sabes cuánta ilusión me hace tener en común con nuestro más brillante
pensador al menos un rasgo nimio.
La organización es ardua como te digo pero factible cuando uno se
abstiene de entrar en la inicua espiral de los créditos y demás productos
bancarios. Eso sí, hay que arrostrar el engorro de cobrar la nómina en cheque y
dedicar una mañana al paying day de los recibos. La ventaja es el enorme alivio
que supone llevar el control de los pagos evitando abusos demasiado comunes en
comisiones, pagos indebidos y mordidas de los 'sacaperras' de los oligopolios
energéticos. En fin, además de tener un cierto descargo moral por abstenerme de
tratar con instituciones tan "honorables", te aseguro que, incluso en
términos prácticos, al menos por ahora, no me arrepiento,
Disculpa la prolijidad y un abrazo.
Déjame preguntarte por estos temas si no te importa. Tienen importancia
y más en el caso de un experto en finanzas como tú.
Una pregunta previa: cuando hablamos o se habla de sistema financiero,
¿de qué hablamos exactamente?
Aunque no lo parezca, no es nada sencilla esta cuestión que me planteas.
Quizás sería interesante, desde el punto de vista pedagógico, resaltar el
enorme contraste existente entre la respuesta que te daría un economista
ortodoxo -desde prácticamente todas las tribunas académicas y mediáticas- y la
versión “herética” que, con base en las teorías de Marx y de Keynes, viene
considerándose la crítica más importante de la teoría económica apologista del
capital.
Adelante con el contraste
La versión oficial -con la que se lava el cerebro a los sufridos
estudiantes de economía en las facultades de todo el mundo- dice que el sistema
financiero es el conjunto de instituciones -bancos, fondos de inversión,
mercados bursátiles, mercados extrabursátiles, supervisores, etc- cuya función
primordial es, en su condición de intermediarios financieros, canalizar el
ahorro hacia la inversión empresarial o el crédito al consumo. De este modo,
las instituciones financieras fungirían, podríamos decir, de lubricantes de la
actividad económica proveyendo financiación y optimizando los flujos de
liquidez a través de mecanismos que, en última instancia, redundan en la
eficiencia de la asignación de recursos hacia la inversión productiva y el
crecimiento económico.
Sí, sí, eso es lo que normalmente podemos leer en ensayos y artículos.
Pues nada más lejos de la realidad, te lo aseguro. En este caso, los
herejes nos acercan mucho más a la verdad. La versión herética, valga la un
tanto grosera simplificación, expuesta principalmente por economistas
marxistas, define el sistema financiero como el conjunto de instituciones
capitalistas cuya función esencial es canalizar los flujos de riqueza real
extraídos -a través del 'crédito a muerte'- de la creciente explotación del
trabajo hacia la nebulosa del casino global multiplicando el ingreso rentista y
los formidables niveles de desigualdad para sostener la tasa de ganancia del
capital, bastante maltrecha desde el crack del petróleo de 1973. En él habría
pues dos niveles: en un primer nivel -llamémosle “máquina de succión”- estaría
la gran banca global -la banca comercial y la banca central independiente de
los gobiernos- cuya principal función sería extraer, a través del flujo
creciente de intereses de la deuda, pública y privada, colosales cantidades de
riqueza real hacia el casino. Y en un segundo nivel tendríamos el casino
global, los mercados bursátiles y lo que el experto en finanzas Hernández Vigueras denomina banca
en la sombra, donde se vuelca el flujo de liquidez extraído por el sistema
bancario para multiplicarlo -el casino financiero decuplica el PIB mundial- y
convertirlo en rentas exorbitantes y en un formidable motor de desigualdad.
Digamos pues, en resumen, que la banca global extrae los flujos de liquidez del
trabajo vivo a través del imperio de la deuda y los llamados “mercados”
optimizan al máximo ese flujo, multiplicándolo ad eternum, pugnando por
estirar los ciclos de auge del capitalismo hasta el inevitable colapso, y maximizando
los ingresos de los rentistas -la clase actualmente hegemónica-.
Perdón por extenderme pero quería recalcar el contraste entre la
realidad y la versión oficial de la ortodoxia, con la enorme influencia que
ello tiene en la colosal ignorancia popular sobre la función real de las
finanzas en nuestra sociedad.
Gracias por tus aclaraciones, vuelvo a nuestro asunto. ¿Cuándo tomaste
la decisión de no tener cuenta corriente? ¿Por qué?
Antes que nada he de decirte Salvador que me produce un cierto pudor
relatar mi humilde experiencia personal. Lo hago atendiendo a tu generosa
invitación y por su posible función pedagógica como ejemplo de la viabilidad de
practicar la objeción bancaria o financiera, que considero un cambio necesario
y muy poco tenido en cuenta en los hábitos cotidianos de la población
Esa es la finalidad de mi pregunta.
En fin, todos conocemos mucha gente que raja constantemente de la banca,
del rescate con dinero público, etc pero que mantienen incólumes sus relaciones
y su uso intensivo de servicios financieros y bancarios como si no existiera
otra opción. Pues quizás haya que pasar, aunque sea parcialmente, de las
palabras a los hechos, ¿no te parece?
De entrada diría que sí, que me parece.
Yendo a mi caso concreto, como se deduce de la explicación anterior, mi
opinión no es precisamente favorable acerca de la función social de estas
instituciones así que llevaba bastante tiempo rumiando la posibilidad de
-digámoslo así- romper relaciones con la banca.
La oportunidad se presentó cuando me quedé solo en mi casa hace cuatro
años. Anteriormente teníamos una cuenta compartida con mi compañero de piso en
la que yo figuraba únicamente como autorizado -decisión que tomé para evitar un
embargo de escaso importe por multas de tráfico que me parecieron injustas y me
negué a pagar- y que usábamos exclusivamente para los gastos ordinarios de la
vivienda y algún que otro pago domiciliado. Era un uso limitado ya que la
nómina la cobraba ya con un cheque. Así pues, como ya tenía una relación con la
banca bastante residual, careciendo además, como te expliqué en el correo que
dio origen a esta conversación, de préstamos o cualquier otro producto
financiero, el cierre de la cuenta solamente conllevó tener que hacer a partir
de ese momento los pagos directamente en efectivo. Entonces me convertí en un
bicho raro -España es uno de los países más bancarizados del mundo,
con un 94% de personas con cuenta corriente- apegado únicamente al efectivo
-que representa un ridículo 3% del circulante- y ajeno al dinero-deuda
electrónico -el 97% restante- creado por la banca privada. Digamos que soy de
los pocos clientes “exclusivos” que le quedan al BCE y a la fábrica de moneda y
timbre.
Pues no está mal. ¿Tienes alguna otra relación con los bancos?
Una solamente. No me ha quedado más remedio -prácticamente es imposible,
a pesar de que tendrían obligación por ley, realizar el pago por transferencia
a las compañías telefónicas- que pedirle a una generosa amiga que me ceda su
cuenta para domiciliar el pago del teléfono fijo y móvil -un humilde celular,
tampoco tengo smartphone: como ves, estoy hecho un adefesio-. Así pues, he de
reconocer esa impureza que hace que mi desvinculación bancaria no sea completa.
Muy poca impureza. ¿Obrarías del mismo modo si en España hubiera un
banco público con perspectiva de servir a la ciudadanía?
Se me hace muy difícil situarme en una hipótesis tan inverosímil como la
que planteas en el actual entorno furibundamente privatizador en el que el
control de la planificación económica a través de la banca central y privada es
el eje fundamental de la economía política neoliberal. Digámoslo un poco
brutalmente: el banco público ni está ni se le espera. Fíjate que las cajas de
ahorro eran entidades semipúblicas con obra social y ya viste cómo fueron
fulminadas -con enorme complacencia por parte de las autoridades monetarias
europeas- tras la brutal crisis financiera que todavía arrastramos, dejando
todo el pastel a la banca comercial. Por cierto, actualmente Bankia sigue
siendo una entidad nacionalizada tras el colosal rescate público recibido. Pero
es una perversión horrible y un ejemplo paradigmático de la servidumbre del
poder político a los intereses de las finanzas ya que se están utilizando
ingentes recursos fiscales a través del Frob y la Sareb para sanearla y poder
ofrecerla a continuación en bandeja de plata a alguna gran corporación
bancaria. Incluso en la Cuba comunista el sistema bancario es mixto.
Lo ignoraba, no lo sabía.
Teniendo en cuenta lo anterior, y yendo, si me permites la ensoñación,un
poco más allá de la cruda realidad, sí que te daría una respuesta, tan
inverosímil o más quizás que tu pregunta, remitiéndome al utópico Marx de los
manuscritos del 44 y a sus vitriólicas pero bellísimas diatribas contra el
dinero: “el dinero es el alcahuete entre la necesidad y el objeto, entre la
vida y los medios de vida del hombre”. Creo que un planteamiento realmente
comunista debe tender a la desaparición del dinero y de la banca y a una
organización social basada en el clásico principio marxista: de cada cual según
su capacidad y a cada cual según sus necesidades, que yo entiendo también como
descripción de la esencia del apoyo mutuo y del comunismo libertario. Si me
permites copiar la frase, es de la crítica al programa de Gotha de 1875 y a mí
me parece bellísima: “En una fase superior de la sociedad comunista, cuando la esclavizadora
subordinación del individuo a la división del trabajo y con ello a la antítesis
entre trabajo mental y físico haya desaparecido; cuando el trabajo se haya
convertido no sólo en medio de vida, sino en la primera necesidad vital; cuando
a la par con el desarrollo global del individuo hayan aumentado las fuerzas
productivas y los manantiales de la riqueza colectiva fluyan más
abundantemente, sólo entonces podrá rebasarse en su totalidad el estrecho
horizonte del derecho burgués y podrá la sociedad inscribir en su estandarte:
«¡De cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades!». Mil perdones por
la ensoñación. Pongamos de nuevo los pies en la tierra.
De acuerdo, así sea, pero la frase-reflexión de Marx es bellísima. ¿Y si
no te quisieran pagar tu nómina con un cheque?
Eso sería ilegal. Según el Estatuto de los Trabajadores la nómina se
puede cobrar en moneda de curso legal, mediante talón o domiciliación bancaria.
¿Qué haces con el cheque? ¿Cómo obtienes tu efectivo para pagar tus
cosas? Entiendo que tampoco tienes tarjeta de crédito o de débito.
Correcto, sin cuenta corriente no hay plástico. Dicho sea de paso, si me
permites otro pequeño inciso Salvador, el plástico -me refiero al tarjeteo,
obviamente- representa un enorme flujo de ingresos para la banca a través de
comisiones cobradas a los comercios y demás establecimientos por su uso. Y, a
pesar de que no seamos conscientes de ello, esas comisiones y demás costes de
intereses ocultos suponen un importante recargo de costes para los comercios y
las empresas que redunda en precios elevados y en inflación y desposesión para
las clases populares.
Sin duda, sin duda, algo que solemos olvidar.
Volviendo a mí caso particular, el cheque se cobra en el banco del
empleador. Hay que salir ojo avizor de la sucursal ante el riesgo de ser cazado
por algún amante de lo ajeno hasta que llega a su destino final aunque efímero
en un humilde cajón -espero que esto no implique un riesgo para la seguridad de
mi domicilio; aunque, bien pensado, el botín sería tan escaso que creo que
incluso el hipotético raterillo tendría compasión y lo dejaría intacto jeje-.
¿Cómo pagas entonces tus recibos de agua, luz, gas o teléfono por
ejemplo? ¿Vas a las compañías a pagar cada mes o cada dos meses? Deben mirarte
como un bicho raro.
Si, jaja, incluso me ha ocurrido con la eléctrica, de cuyo nombre no
queremos acordarnos, que no me facilitó el pago a través de transferencia hasta
que fue un caso de fuerza mayor al cerrar la cuenta donde estaba domiciliado y
verse por tanto obligados a aceptarlo. No les entra en la cabeza que pueda
haber, como dices, 'bichos raros' que no estén bancarizados. Tampoco les
interesa en absoluto perder sus suculentos negocios con la banca -sus
principales accionistas- así que hacen todo lo posible para impedirlo hasta que
no les queda más remedio.
Decirte que, para evitar “contaminarme” pisando sucursales, los
suministros los suelo pagar en una institución mucho más honorable como Correos
y la renta de la vivienda al administrador. Lo cual, por cierto, permite
formular quejas o solicitudes acerca del mantenimiento de la vivienda cara a
cara. Son las ventajas del pago en mano, que le ves la cara al rentista que te
observa con conmiseración mientras cuenta los billetes jeje.
Y si yo te dijera: aunque quiera no puedo, no tengo tiempo para pagar en
efectivo...
En este caso no sabría decir exactamente a qué te refieres pero sin duda
me parecería abusivo. Trataría de disuadirte haciéndote entrar en razón con
argumentos de este tenor: Pero hombre de Dios, no hagas eso, ¡Si el efectivo es
el único dinero real! Si el dinero electrónico no es dinero, aunque creamos lo
contrario: es una deuda del banco con el cliente pero puede desvanecerse como
el humo, como por cierto ocurrió en Chipre no hace mucho. Seguro que te
convenzo. Si me apuras, en un caso extremo, que no hubiera otro remedio, podría
recurrir a alguna cuenta putativa, como en el caso de la generosa amiga que te
comentaba anteriormente, para solventar la dificultad. En otros casos -algún
pago esporádico por conferencias por ejemplo- les he puesto como condición
recibir un talón En fin, que cualquier persona física o jurídica con cuenta
corriente -yo lo tendría más difícil- puede emitir un cheque al portador.
Hablas de abusos demasiado comunes en comisiones, pagos indebidos, etc.
¿Nos das algunos ejemplos?
Uff, esto daría para una charla monográfica para la cual tampoco estaría
demasiado cualificado. Te daría sólo algún ejemplo personal partiendo de que,
al carecer de créditos y de otros sofisticados productos financieros, dejamos
de lado el grueso de los abusos, condenados reiteradamente en tribunales europeos,
que comete la banca patria al calor de la depredadora legislación hipotecaria y
crediticia española. Las comisiones por descubierto, por ejemplo, de las que sí
hablo por propia experiencia, son escandalosas. La entidad cobra por comisiones
de mantenimiento una cantidad desorbitada que, en caso de volver tu cuenta de
color rojo por falta de saldo, comienzan a generar unos intereses totalmente
abusivos que cuando te das cuenta del agujero se han disparado enormemente.
Todo ello sin ninguna notificación por parte de la entidad cuando, bien al
contrario, no les duelen prendas en llenarte el buzón de toneladas de
propaganda no reciclable para ofrecerte sus “irresistibles” productos, seguros
y planes de pensiones.
En fin, no soy mucho de embarcarme en reclamaciones o litigios -como
buen antisistema, desconfío bastante de la ecuanimidad de los tribunales, y
excuso decir de los de la piel de toro- pero, como creo que cualquier ciudadano
sufre cotidianamente, estas instituciones tienen la sartén por el mango y los abusos
flagrantes que cometen son dificilísimos de revertir a través de los trámites
legales ordinarios.
En cuanto a las mordidas de los sacaperras de los oligopolios
energéticos. ¿No las sufres igualmente aunque pagues en efectivo?
Desde luego que los abusivos precios, provocados en parte por la
especulación financiera a la que las eléctricas -que forman por cierto un
cártel de libro que falsea la sacrosanta libertad de mercado- se suman gustosas
en la subasta de fijación del precio del kW, los sufro exactamente igual. Sin
embargo, hay un matiz importante. Como yo controlo los pagos, puedo evitar
abusos, como recargos injustificados por supuestos retrasos mal registrados por
la compañía. Resulta, como botón de muestra, que el registro del abono de la
factura se demora un par de días en el caso de la eficientísima empresa de
aguas de Barcelona y así -incluso habiendo pagado en tiempo y forma- te cobran
“por la patilla” 10 euros más en el siguiente recibo. Otro ejemplillo: hasta
hace poco, debido a un problema en la instalación de los contadores
telemáticos, algunos recibos de luz incluían consumo real y otros consumo
estimado por la compañía eléctrica. El caso es que, cuando el estimado era
inferior al real, la “dadivosa” compañía, cuando lo compensaba, cargaba el
importe sin avisar y a traición -fuera de la fecha habitual de pago- dejándote
-como fue mi caso- en descubierto. Y a reclamar al maestro armero. Desde que me
borré del banco, esto ya no ocurre porque controlo yo los pagos y la cosa -te
lo puedo asegurar- cambia cuando la reclamación precede al pago y no a la
inversa. Asimismo, en caso de algún mes estar “apretadillo”, puedo ir
gestionando los pagos a conveniencia ya que la eléctrica no cobra -algo le
tendremos que agradecer a la paupérrima normativa de la “pobreza energética”-
recargo por retraso. En fin, ejerciendo la tan española picaresca, con magros
ingresos como los míos no es baladí un ahorro de 50 euros, pongamos por caso,
al aplazar el pago de un recibo un mes para poder adquirir, sin ir más lejos,
alguno de los magníficos libros que editáis en El Viejo Topo.
Gracias por tus elogiosas palabras. Hablas de “tener un cierto descargo
moral por abstenerme de tratar con instituciones tan "honorables".
¿Qué descargo moral es ese?
Bueno Salvador, todos sabemos que las acciones individuales, desde la
tradición anarquista de la propaganda por el hecho hasta la máxima bíblica de
predicar con el ejemplo, tienen una relevancia puramente simbólica y, sin otro
tipo de actuaciones y de cambios más estructurales y masivos, son totalmente
insuficientes para alterar el statu quo. Incluso existe el peligro, como
en el caso de la caridad cristiana, de poder quedarse solamente en lenitivo
para la mala conciencia al servir de vehículo expiatorio de las culpas. Lo cual
no quita que tengan, estas acciones simbólicas, un efecto pedagógico, podríamos
decir que asintótico, orientando hacia donde debería tender una praxis vital
socialista. Aunque sólo sea por ahorrarme algunos actos que uno hace “con la
nariz tapada”, y más conociendo un poco las entrañas de la bestia, doy por bien
empleado practicar la objeción bancario-financiera. Y, si no estoy abusando de
tu paciencia con mis cuitas y escrúpulos, te pondría un último ejemplo de
repulsión moral, llamémosle así, que uno se ahorra rompiendo relaciones con la
banca.
No abusas de mi paciencia. Todo lo contrario.
Vamos allá pues, sujétate bien la pinza de la nariz, te lo ruego.
CaixaBank -cito el nombre comercial, excepcionalmente, aunque se la traerá al
pairo, como forma de denuncia y oprobio- patrocina una campaña “solidaria” que
me voy a abstener de calificar: 'cap nen sense bigoti', 'ningún niño sin
bigote'. Se trata de una especie de cuestación para repartir leche entre los
niños que sufren pobreza severa en Cataluña. Realmente me pareció repulsivo que
una institución -dentro del cariz absolutamente vomitivo de la publicidad
bancaria- que obtiene una parte de sus suculentos beneficios con la
especulación con alimentos en el casino global, una dinámica generadora de
miseria en el tercer mundo, trate de lavar su sucia conciencia con una campaña
de esa catadura moral. En fin, creo que sobran los comentarios.
Sobran pero está bien que recordemos estas infamias. Un inconveniente:
además de los cargos de corporaciones desalmadas, las cuentas pueden servir
para domiciliar suscripciones a revistas alternativas o a organizaciones de
izquierdas. ¿Cómo lo haces en tu caso?
Tienes razón, he tenido alguna suscripción y, como en el caso de la
adquisición telemática de libros, puede ser un inconveniente. Sin embargo,
resulta fácil de subsanar recurriendo -como en el caso del teléfono que
explicaba antes- a otra cuenta “putativa”. Pero, volviendo a lo de predicar con
el ejemplo y la necesidad de la pedagogía insurgente, creo que esas
publicaciones alternativas deberían practicar también algo la objeción
financiera facilitando los pagos a través de canales no bancarios.
Pongámonos en términos kantianos: si tú obras así, todo el mundo podría
obrar así. ¿No colapsaría el sistema? ¿Qué haríamos sin sistema financiero?
Bueno, eso del colapso me recuerda a la acción que, lo comento también
en el artículo, propuso el futbolista -por otro lado, probablemente multimillonario-
francés Eric Cantona de provocar un corralito convocando a la población a
cancelar sus cuentas y a retirar el dinero simultáneamente de los bancos como
forma de “acabar con el sistema”. En fin, más allá de la humorada, creo, como
te decía, que igual que en otros aspectos relacionados por ejemplo con la
ecología, la recogida de basuras o el ahorro de agua, deberíamos adoptar
conductas que, dentro de las inevitables contradicciones que todos tenemos que
sobrellevar al vernos obligados a lidiar, en mayor o menor medida, con una
realidad horrible, tendieran a minimizar las acciones que realizamos con la
nariz tapada. Y en ésto, como dices, el imperativo categórico kantiano sigue
siendo una excelente guía de la conducta racional: obrar de tal modo que
podamos desear que nuestra conducta devenga ley universal. Si me permites
abundar un poco sobre el particular, el magnífico filósofo alemán Günther Anders describe el
“analfabetismo emocional” del tipo ideal de ciudadano occidental como su casi
absoluta incapacidad, dada la enorme complejidad de los procesos
socioeconómicos y los aparatos productivo-destructivos en los que se halla
imbricado, de representarse o percibir lo que está en juego en ellos y su
propio papel en el engranaje. Esa oscuridad causal, que desacopla nuestras
acciones al servicio de la producción mercantil de sus efectos mediatos y
lejanos, atrofia nuestra capacidad de percibir las implicaciones de nuestros
actos y nos blinda de paso contra la mala conciencia al anestesiar nuestra
capacidad de “sentir” sus efectos. Así pues, creo que reducir ese
analfabetismo emocional haciendo a las clases populares más conscientes de las
consecuencias y la relevancia de actos cotidianos aparentemente triviales como,
por ejemplo, pedir un crédito hipotecario o comprar participaciones
preferentes, tendría un efecto al menos pedagógico al facilitar un mayor
conocimiento de los perversos mecanismos inconscientes en los que estamos
insertos. Obviamente, no se trata de hacerse ilusiones. El sistema nunca
colapsaría por esta vía. Lo cierto, como bien nos enseñó el viejo Marx, es que
tampoco nos necesita a nosotros para colapsar. Se basta y se sobra para hacerlo
él solito. Es intrínsecamente inestable, como explica el economista
poskeynesiano Hyman Minsky, en gran parte
por causa de la formidable inestabilidad financiera provocada por la banca
global y su crédito a muerte. Así que quizás sería bueno ayudarle poniendo un
granito de arena y haciendo un poco de labor de zapa desde dentro.
Todo ciudadano anticapitalista o contrario al poder financiero, ¿debería
obrar tal como tú lo haces en tu opinión?
En este punto que mencionas, y para no reiterar lo anteriormente
expuesto, voy a recurrir a las bellísimas palabras de nuestro admirado maestro
Manuel Sacristán. En una extraordinaria conferencia, recogida en un libro que tú primorosamente editaste,
Sacristán habla de la necesidad de transformar la vida cotidiana para poner los
mimbres de una transformación de la sociedad en un sentido socialista. Le cedo
pues muy gustosamente la palabra: “Todos estos problemas tienen un denominador
común que es la transformación de la vida cotidiana y de la consciencia de la
vida cotidiana. Un sujeto que no sea ni opresor de la mujer, ni violento
culturalmente, ni destructor de la naturaleza, no nos engañemos, es un
individuo que tiene que haber sufrido un cambio importante. Si les parece, para
llamarles la atención, aunque sea un poco provocador, tiene que ser un
individuo que haya experimentado lo que en las tradiciones religiosas se
llamaba una conversión. Es un terreno en el que no hay más remedio que
expresarse en términos que les pueden parecer un poco utópicos, pero hay que
tener la decisión de no ponerse colorado por ello”. Continuaba Sacristán poniendo
el ejemplo del automóvil como un bien no comunista y destructivo,
medioambientalmente hablando, del que también habría que prescindir. No se me
ocurre mejor exposición práctica del imperativo categórico al que te referías
antes. En mi humilde opinión, y sí somos realmente sinceros con nuestra
ideología y nuestro disgusto hacia la realidad circundante, deberíamos extender
esa 'conversión' de la que habla Sacristán también en nuestra relación con el
sistema financiero y sus inicuos productos. Quizás en estos tiempos de derrota
y de desconcierto de las fuerzas disconformes con dejarse llevar por la
resignación o el cinismo ante el decurso del -como decía Gramsci- 'mundo grande
y terrible', el activismo simbólico y la coherencia personal en los actos más
nimios y prácticos tengan incluso más importancia que en tiempos de activismo
masivo y de efervescencia revolucionaria.
Por cierto, saliéndome del tema. Te
recuerdo el título de uno de tus últimos trabajos: “El fascismo financiero y la
irreformabilidad del sistema”. ¿No es un poco fuerte-excesivo eso de “fascismo
financiero”? ¿El sistema financiero español sería un ejemplo de ese sistema
fascista?
Con tu permiso, antes de contestarte, querría mencionar, antes de que se
me olvide, que el texto sirvió de base de
una charla impartida en el marco del interesantísimo foro denominado 'El
derecho a la vivienda frente al capitalismo financiero', organizado por la
asociación 500x20, del distrito de Nou Barris de Barcelona, que arrima el
hombro en la durísima e ingrata lucha cotidiana contra la violencia
inmobiliaria y a la que me honro de pertenecer.
Recordaba el origen de tu escrito.
Yendo a tu pregunta, disculpa la digresión. El concepto 'fascismo financiero'
proviene del conocido sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos. Santos define
el fascismo financiero como una forma, quizás la más importante, de fascismo
social. “Todas las formas de fascismo social son formas infra-políticas, no son
parte del sistema político, que es formalmente democrático, pero condicionan
las formas de vida de los que están abajo a través de desigualdades de poder
que no son democráticas, pero son inmensas y permiten que los grupos que tienen
poder obtengan un derecho de veto sobre las oportunidades de vida de quienes
están más abajo. Hasta ahora, políticamente, las sociedades son democráticas.
Hay libertad de expresión, relativa pero existe. Hay elecciones libres, por así
decirlo, con toda la manipulación. Pero los asuntos de los que depende la vida
de la gente están cada vez más sustraídos al juego democrático. El mejor
ejemplo es el fascismo financiero”.
En mi opinión, esta es la clave que permite hablar de fascismo
financiero: que los asuntos de los que depende la vida de la gente están cada
vez más sustraídos del juego formalmente democrático.
Digan lo que digan, real como la vida misma.
En el texto al que te refieres trato de argumentar que la hegemonía del
capital financiero ha impuesto la agenda dura neoliberal de sobreexplotación
del trabajo y rentismo a muerte y ha vaciado completamente de soberanía los
estados democráticos al eliminar los instrumentos fiscales redistributivos que
les podrían permitir hacer políticas keynesianas. Menciono varios ejemplos
-Zapatero en 2010 anunciando recortes y reformando el año siguiente
vergonzantemente la Constitución bajo el diktat del BCE; o
Tsipras rindiéndose al chantaje de la troika y violentando la voluntad de su
pueblo expresada en referendum- de cómo incluso la teórica izquierda tiene las
manos completamente atadas para desarrollar políticas mínimamente reformistas.
Otro ejemplo paradigmático de fascismo financiero son las agencias de rating o
de calificación de riesgos.
Nos lo explicas por favor.
Se trata de un oligopolio de tres firmas de Wall Street que señalan con sus
calificaciones negativas -lo hicieron con Grecia y con España en la crisis de
la prima de riesgo- a quienes van a sufrir el ataque de los bazokas de las
finanzas globales. Provocaron, con estas malas artes y sus flagrantes
conflictos de intereses con la gran banca y los tiburones de las finanzas
globales -Mister Soros et al-, el hundimiento de la solvencia crediticia de los
“parásitos” del Sur de Europa y, con la complicidad absoluta de la banca
central, que utiliza sus “objetivas” calificaciones como requisito para
adquirir deuda pública de los Estados parias, les obligaron a cumplir la agenda
dura neoliberal que condena a los pueblos a la precariedad y la miseria. Así
pues, como prueba este ejemplo y muchos otros, si entendemos el fascismo, más
allá de su origen y de los ejemplos históricos, como la forma en la que el gran
capital aplica las políticas que afectan cada vez más a la vida de la gente a través
de procedimientos coercitivos y en absoluto transparentes o democráticos,
tenemos un buen ejemplo en la hegemonía de las finanzas modernas en el
capitalismo neoliberal. El ultra Hayek, sin ir más lejos, padrino junto con
Friedman del neoliberalismo de posguerra y de su desembarco político durante el
thatcherismo, quien tenía al menos el don de la franqueza, declaró en 1981 a un
periódico chileno, en plena dictadura pinochetista: “Mi preferencia personal va
a una dictadura liberal y no a un gobierno democrático donde el liberalismo
está ausente”. Como dicen los leguleyos: “a confesión de parte, relevo de
pruebas”.
Recojo un comentario tuyo: ¿qué sistema es ese que es irreformable? ¿En
qué sentido lo es?
En este caso, como creo que la cuestión a la que te refieres está
implícita en la anterior, voy a remitirme, y perdón por la autocita, a un
fragmento del texto al que nos estamos refiriendo que creo contesta a tu
pregunta: “La gran novedad respecto a épocas anteriores de la historia del
capitalismo es la amputación de la posibilidad de intervención, al menos en la
sala de máquinas del sistema, por parte de los poderes públicos, teóricos
representantes de la soberanía popular. Sobran los ejemplos ilustrativos de
cómo las palancas “técnicas” a través de las que el estado burgués podía
atenuar el embate del capital (destacadamente, la política fiscal
redistributiva de tipo keynesiano financiada a través del banco central
público) han sido cercenadas por la ofensiva neoliberal. La conclusión lógica
de cara a las vías de acción político-social de las clases populares es
contundente: si el sistema es irreformable por la vía legal-institucional, la
insistencia en esta vía por parte de las llamadas fuerzas del cambio y los
movimientos sociales reformistas sólo puede producir desánimo y frustración,
ante la imposibilidad de realizar transformaciones de calado respetando las
reglas del juego. El viejo reformismo, mil veces fracasado, con su utópica
ilusión de alcanzar un capitalismo con rostro humano, para paliar con microavances
el desastre en ciernes, no sería pues más que un freno a las auténticas
aspiraciones emancipatorias”.
Como decía nuestro admirado Fernández Buey, en un artículo que aparece en
el magnífico libro que mencionaste al principio de esta charla: “Lo
característico del capitalismo actual es la degradación de la política, su
trivialización, su conversión en politiquería que beneficia a una minoría y que
tiende a hacer apolíticos a los demás”. Quizás, por tanto, como reza el título
del libro de John Hollaway que comenta Fernández Buey, haya que pensar en
cambiar el mundo sin tomar el poder y sin hacerse vanas ilusiones en cuanto al uso
de las romas herramientas de la democracia formal. Pero eso es harina de otro
costal y nos llevaría por otros derroteros, más propositivos, en los que
obviamente no vamos a entrar.
¿Quieres añadir algo más?
Simplemente agradecerte enormemente la oportunidad que me has dado de
explicar mis planteamientos sobre cuestiones tan neurálgicas como poco
conocidas y pedir disculpas nuevamente por la impudicia de hablar quizás en
exceso de mi propia experiencia. Espero que haya servido al menos para resaltar
algunos rasgos, tan relevantes como desconocidos, de la cruda realidad que
vivimos. Porque, como digo en el texto, y ahora sí, te prometo que ya no abuso
más de tu paciencia y concluyo: ”Quizás no haya ámbito de la realidad social
donde sea mayor el desconocimiento existente sobre los procesos que inciden en
la vida de la gente que en todo lo relacionado con las finanzas modernas.
Podríamos decir que hay una relación inversamente proporcional entre la
relevancia de los formidables efectos que producen sobre la vida cotidiana de
las personas y el conocimiento que se tiene del funcionamiento de esos
mecanismos: no entendemos las fuerzas que mueven el mundo en el que vivimos”.
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