jueves, 6 de junio de 2019

MIGUEL GUTIÉRREZ, LITERATO MARIATEGUISTA, Parte VI, OSWALDO REYNOSO Y MIGUEL GUTIÉRREZ



Oswaldo Reynoso
(Arequipa, 10 de abril de 1931-Lima, 24 de mayo del 2016)
Miguel Gutiérrez
(Piura, 27 de julio de 1940-Lima, 13 de julio del 2016)

Dos literatos:
Fuerza interior y Apariencia exterior


No voy a confrontar la calidad literaria de Oswaldo Reynoso, autor de En octubre no hay milagros con la de Miguel Gutiérrez, autor de La Violencia del tiempo.  Simplemente, esta nota evocadora por el reciente fallecimiento de Oswaldo me trae a colación la figura de Miguel Gutiérrez, un amigo que he dejado de ver en los últimos tiempos,

Tanto Oswaldo como Miguel son dos extraordinarios narradores alejados de los detentadores del poder e identificados con el socialismo.  Ambos fueron los principales animadores de la legendaria revista Narración.  En los dos es notoria la vigorosa fuerza interior que aflora en sus obras.  En Oswaldo como en Miguel existe una disonancia positiva de la personalidad.  Contrasta la fuerza interior con la apariencia exterior.  Esto no es raro, sobre todo, en los artistas.  Al respecto, tener presente a Manuel de Falla (1876-1946), uno de los grandes músicos españoles autor de melodías vigorosas, vitales.

Conocí a Oswaldo cuando Hernán, su hermano menor, y a quien llamábamos cariñosamente “Perico”, me invitó a almorzar a su casa, en Santa Cruz de Miraflores.  Con Perico estudiábamos pre-letras en la universidad de San Marcos para luego ingresar a la escuela de psicología.  Me sorprendió encontrar al autor de Los Inocentes con chinelas, una bata y gorrito; algo entrado en carnes y amable.  Su aspecto era de una persona casera y respetuosa.


 
Oswaldo en uno de los bares tradicionales de Lima; quizá fuese
El Superba.

Era el año 1961, año de aparición de Los Inocentes; obra que acababa de leer y estaba bajo su poderoso influjo.  Me había prefigurado a un avisado navegante de los siete bares (mares).  Mi sorpresa aumentó al sentarnos a almorzar.  La mesa era larga, los lados laterales eran ocupados por sus hermanos, la cabecera estaba reservada para una respetable matrona arequipeña de una hermosa cabellera plateada: era la mamá de Oswaldo.  Sus hijos, acudían desde donde estuvieran para llegar puntualmente a cumplir con el rito de acompañar a la mamá a la hora de almorzar, especialmente el día domingo.  En esa severa atmósfera, yo también me sentí un hijo más. 

A Oswaldo la humedad invernal de Lima no lo afectaba como para impedirle hacer vida nocturna; en cambio, a sus hermanos Perico y Lolo sí.  Ellos tuvieron que regresar por motivos de salud a su ciudad natal:  Arequipa.

Esa amistad inicial me sirvió para buscar a Oswaldo en la ciudad de Huamanga, de cuya universidad era profesor. Eso ocurrió cuando en la delegación de San Marcos acudí el año 1963 al congreso nacional de la Federación de Estudiantes del Perú.  Oswaldo tuvo la cortesía de ser mi cicerone y yo el privilegio de contar con él.  Para mi asombro, me condujo por los rincones y barrios tradicionales de la ciudad.  Visitamos las iglesias para apreciar el arte religioso. Pero, lo que más recuerdo es el pórtico de piedra de una casona colonial; en los capiteles de cuyas columnas estaban esculpidos dos monos en cuclillas con sus falos erectos, señalando a una iglesia.

A Oswaldo, no solo se le debe recordar por su calidad literaria y generosidad; sino, porque con Los Inocentes, hizo más que nadie en nuestro país por difundir la lectura; atrajo a sectores juveniles marginales que nunca habían leído un libro.  Los muchachos de algunos barrios populosos de Lima se reunían en la noche bajo la luz del alumbrado público para que uno de ellos leyera en voz alta y escucharlo en un silencio sepulcral.

En esta nota evocadora, motivada por el reciente fallecimiento de Oswaldo la asocio al recuerdo juvenil de un amigo común, Miguel Gutiérrez.  Miguel y Oswaldo eran amigos.

A Miguel Gutiérrez lo conocí el año 1962 cuando ambos estudiábamos el primer año de Sociología de la universidad de San Marcos. El, simultáneamente, cursaba también Literatura y yo, Psicología.  En ese tiempo se podía estudiar dos carreras a la vez.  Luego, Miguel abandonó sociología y se dedicó exclusivamente a concluir literatura.


Miguel en su antigua casa del Jr. Manuel Cuadros. Lima 1.

La fuerza interior se revela no solo en el contenido de La Violencia del Tiempo; sino también en el mismo ejercicio físico de escribir.  Su obra se publicó en tres tomos y tiene más de mil páginas.  Tecleó en una vieja máquina alemana marca “Torpedo”; además, prestada.  Sacó cuatro copias con papel carbón.  ¡Imagínense!  La tenacidad y la pasión de Miguel por la literatura.  En cada equivocación, tenía que borrar el original y las copias. 



Primera edición, editorial Milla Batres. Lima 1991


También en Miguel, como en Oswaldo, la fuerza interior y la apariencia exterior no guarda armonía, hay un desbalance.  Tal como lo muestra el siguiente episodio.  Hará unos 30 años, Miguel invitó a sus amigos más allegados a Chorrillos para almorzar en la casa de José, su hermano mayor que estaba ausente, en la Argentina.  Fue una invitación especial: comida Piurana, de su tierra, y, nada menos, preparada por su mamá para su Miguelito e invitados.

Acudí con mi amiga Lupe Camino Diez Canseco porque me había manifestado su deseo de conocer al autor de La Violencia del Tiempo, novela que le había agradado de sobremanera.  En esa reunión, no solo la comida fue sabrosa; sino la conversación, bromas y anécdotas. Aunque no parezca, Miguel, en la intimidad, es irónico, chistoso.  Bueno, aquí viene la extrañeza de Lupe.

Luego de despedirnos, Lupe me dijo que al leer La Violencia del Tiempo se imaginó que el autor era un hombre alto, corpulento y vigoroso; agregó: ¡¡¡pero si Miguel tiene manos de Marqués!!!

En contraste con sus manos, Miguel es un fanático espectador del deporte de los puños.  Se concentra de tal manera ante una pelea de box en la televisión que hace caso omiso a una “inoportuna” timbrada del teléfono y también a todos los estímulos del ambiente como si estuviera concentrado en plena relación sexual.  Si ocurriera un K.O., alcanzaría el éxtasis. ¡Quién creyera!?

Como expresión de su afición al box, Miguel me manifestó la intención de escribir un ensayo referido a la dramática vida del joven púgil Mario Broncano. (https://www.youtube.com/watch?v=791ydmrK_DQ)

Ante el reciente fallecimiento de Oswaldo, es de esperarse, de parte de Miguel, no solo una plegaria fúnebre; sino un ensayo de alta calidad literaria referido a la personalidad y la obra de quien fuera su cercano amigo.  Miguel, además de novelista, es un notable ensayista.  Reitero, finalmente, la diferencia de la formidable fuerza interior con la apariencia exterior los hacía semejantes; aunque cada uno en su estilo.

Lima, Unidad Vecinal N°3, mayo 25 del 2016

Antonio Rengifo Balarezo

Post Data.- Oswaldo falleció el 24 de mayo.  Poco después, falleció Miguel Gutiérrez el 13 de julio del presente año.

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