LA
DESTRUCCIÓN DEL REINO
GUTIÉRREZ, Miguel
Ed. Milla Batres. 1ra. Edición.
Lima, 1992,
pp. 160.
Incluye fotografías de Julio Olavarría.
No
hace muchos años, un presuntuoso y destacado periodista escribió
contenciosamente sobre Miguel Gutiérrez; afirmando que era un escritor mínimo. Poco
después, aparecieron dos obras de Gutiérrez:
La Generación del 50, ensayo (1988), y Hombres de caminos,
novela (1988). Y, el año pasado, 1991, La
Violencia del tiempo, novela en tres tomos con la que se consagró. Ahora acaba de ser editada: La Destrucción del Reino (1992).
Es
evidente que tal fecundidad no ha sido motivada para contravenir la afirmación
del contencioso periodista. Simplemente,
coincidió con la opción vital de Miguel que requiere una explicación. Para Miguel llegó el momento en que no pudo
soportar más la disociación entre trabajar, para sobrevivir materialmente, y su
vocación creativa.
Entonces,
con determinación y exactitud dijo: Uno no puede ser literato de fin de semana. Renunció a su trabajo y con un
modestísimo ingreso asumió su cometido a dedicación exclusiva. Hasta que un editor intuitivo y aventurero
como Carlos Milla Batres, lo instaló definitivamente en la galería de los
grandes literatos al publicar sus dos últimas obras.
La
Destrucción del Reino, se originó de manera insólita. Julio Olavarría, fotógrafo y paisano de
Miguel, iba a publicar en Suiza un álbum sobre el paisaje piurano y le pide a
Miguel que escriba las glosas. Al
emprender esta tarea, Miguel fue cogido por la seducción de lo que escribía; es
decir, cayó en su propia trampa. Gracias
a ello, nos hizo el obsequio de una obra de arte. Ahora las fotos acompañan acompasadamente a
la serie de relatos.
En
todas las fotografías llama la atención la presencia de un testigo
enigmático: el niño con el velo. Este personaje es aprovechado por Miguel como
recurso narrativo, pues, la capilaridad social que le confiere al niño permite
el tránsito de un sector social a otro; hasta que, ya en la pubertad, es ubicado
definitivamente.
Por
lo demás, Miguel se identifica a veces con el mismo niño; no sólo por los
indicios que se descubren en los relatos;
sino porque como todo artista, y
a pesar de la madurez que tiene, siempre subyace en él, el alma de un niño. Y Miguel, por cierto, no ha perdido la
capacidad de asombrarse ni de asombrarnos.
Además
de asombrarnos con la visión descarnada del mundo y de la semifeudalidad
piurana. La Destrucción del Reino
también nos estremece, pues toca conflictos que están muy cerca de los nuestros
y que muchas veces pasan inadvertidos; razón por la cual, y a pesar de la
fluidez de la narración, se necesita remontar la lectura para luego seguir
avanzando.
Como
Miguel no ha diseñado los personajes a partir de una moral maniquea, podría
decirse que el lector es inducido a descubrir que el bien y el mal no están tan
alejados y que pueden transmutarse inopinadamente. El autor, con gran dominio del oficio, ha
domeñado las pasiones encontradas de los protagonistas para sujetarnos al
encanto literario.
En
la serie de relatos que conforman La
Destrucción del Reino, los protagonistas padecen de problemas de ubicación
social, de identidad, son seres fatalizados,
sin salida, que van indirectamente al encuentro de la muerte y que tienen el
“pecado” de haber nacido o de ser hijos no deseados.
-Laureano
Carnero, propietario de la hacienda Tuluma,
fue maldecido por su padre al nacer; pues, a medida que avanzaba el embarazo de
su madre, ésta languidecía, muriendo en el parto. Su padre le prohibió que lo llamara como tal
y lo confinó a vivir con la servidumbre.
De niño presenció el asesinato de su padre, quien había sido
especialmente cruel y despótico con él.
Vivió encapsulado en visiones bíblicas –como su padre- y obcecado en
cobrar venganza; no se casó ni tuvo hijos.
El seguimiento para dar caza a cada uno de los asesinos de su padre
alcanza ribetes cinematográficos. Miguel
describe el paisaje en función del estado de ánimo de los personajes, dándole
perfecta unidad a las escenas.
-La
Zarca nació en un establo y fue abandonada por su madre; llega a ser jefa
de una partida de bandoleros, imponiéndose en un ambiente en donde campeaba la
rudeza y la agresión sexual masculina
Ella
tiene el conocimiento objetivo que el amor y el poder –como todas las pasiones-
son excluyentes; y va al encuentro de su destino en el duelo singular que
sostiene con el bandolero romántico Carmen Domador. Este duelo concita tremendamente la atención
y nos convierte en espectadores fanatizados, gracias al influjo literario de
Gutiérrez.
También
este relato es enriquecido por la íntima relación de la bandolera con Paula La Birítica; quien, luego de ser
ultrajada por El Negro Chepecera y su
banda se suicida. La Zarca desafía al Negro
y después de vencerlo, lo capa.
De
todos los relatos que componen La
destrucción del Reino, quizá, la historia de La Zarca alcance mayor popularidad.
Por una parte, las historias de bandoleras no son frecuentes en el
mundo. Y, por otra parte, las sociólogas
han puesto de moda las investigaciones sobre “las relaciones de género”.
-Ella Paricia, gran terrateniente de inconcebible
balleza, fue producto de una indeseada gestación. Sus padrea pertenecían a dos ramas familiares
enemigas; la madre de extirpe chola y de excluida
belleza fue seducida en un acto de burla por su primo que era bello y de
ojos azules. Cuando la emergencia
campesina y la Reforma agraria velasquista
afectan sus latifundios, Ella Patricia
se siente desubicada e ingresa en un proceso de degradación autodestructiva,
arrastrando consigo al hijo menor que estaba identificado con ella. Este es un relato de lectura sumamente fácil
y entretenido, aunque no por ello deja de estremecer.
-Artimidoro
Alberca, joven propietario de una pequeña granja, vivió con su abuelo y su
madre en un paraje desolado. A la madre
se le desencadenan las apetencias sexuales en la adolescencia, después de
aceptar los requerimientos de un apuesto terrateniente y sale encinta. Al notarlo su padre, es decir, el futuro
abuelo de Artimidoro, decide
trasladarse con su hija a un paraje aislado para evitar la vergüenza y conjurar
los impulsos sexuales de la hija. Con el
tiempo el abuelo muere.; pero, poco antes, le encomienda a su nieto el cuidado
de la madre. Artimidoro asume el encargo
obsesivamente; tal es así, que no se casó ni tuvo hijos. Sin embargo, al enterarse de su origen
bastardo decide matarla. Este
conocimiento no fue el móvil del crimen, sino el factor precipitante. La historia de Artimidoro Alberca es un relato imperecedero; por momentos adquiere
la dimensión de una tragedia griega.
Gutiérrez al configurar la personalidad del matricida, ha hecho gala de
la destreza que posee en el oficio.
Con
esa misma habilidad presenta en toda su obra las diferencias sociales, especialmente
a través de las versiones que de los mismos sucesos vierte el grupo señorial y
el de la servidumbre. En ese sentido,
las páginas 92 a 99 son las más ilustrativas;
ahí destaca la revelación de la vieja cuarterona, que eventualmente
continúa al servicio de los patrones.
Finalmente,
el reconocimiento a Carlos Milla Batres, quien ha elevado la actividad
editorial a oficio artístico. A él se
debe la hermosa composición de la portada, aunque no figura como tal en los
créditos respectivos por la sencillez que lo caracteriza.
Antonio Rengifo Balarezo
(1992)
KACHKANIRAQMI
Revista
N°8, II época
Lima,
marzo 1993.
Sección: Comentarios Reales
pp.
71/73.-
Gruta marina
Gruta marina es una figura literaria creada
por Miguel Gutiérez en alegoría al órgano sexual femenino. Aparece en la página 302 de su novela: Confesiones
de Támara Fiol (2009); proferida
por Támara, personaje principal de dicha novela.
Lo
de gruta denota una cavidad sagrada
para venerarla y musitar una oración erotizada; previa profanación placentera.
Fue
un hallazgo elegante, breve y exacto del lenguaje poético de un novelista. Desde la antigüedad se le denominó: Concha
venera, asociada al mar. La
asociación al mar también es por los efluvios odorantes que tonifican…
Posesión tónica calificó José Carlos
Mariátegui, a la relación sexual con la mujer verdaderamente amada(1). Para él, la exaltación erótica es un estado propicio a la creación, al
descubrimiento. (2)
Miguel Gutiérrez Correa con su ironizante sonrisa
Si
bien, Confesiones de Támara Fiol no
es la mejor novela de Miguel, bien vale
por haber acuñado el sentido figurado del órgano sexual femenino: Gruta
marina.
NOTAS
(1) BAZÁN, Armando:
Mariátegui
y su tiempo
Vol. 20 de las ediciones populares
de las obras completas de J.C.M.
Empresa editora Amauta. 2da. edición
(Lima 1972) p.64 de 239.-
(2)MARIÁTEGUI, J.C.:
Esquema de una interpretación de Chaplín (1928)
Obras Completas Tomo 3 “El Alma Matinal”
Lima, Biblioteca Amauta, 1959 pp 55 – 58)
Antonio
Rengifo Balarezo
Lima, 28/12/2018)
Publicado:
Viernes, 11 de Enero del 2019
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